Capítulo 2: Demasiado lindo para ser metalero - Parte 1
Lunes por la mañana. Misaki trataba de prestar atención a la clase de Literatura. No era que no entendiera; al contrario, se sabía al menos la mitad de lo que aprendería en el curso, y por ello le resultaba tedioso tener que asistir a clases cuando bien podría estar en su adorado garaje tocando su guitarra. Sin embargo, prácticamente lo habían echado de ahí apenas hace unos días; además ya iban seis clases que se saltaba, y una más le costaría presentar examen extraordinario por inasistencias. Suspiró resignado después de pensar en eso y puso su lápiz a trabajar en cuanto su sensei dio una tarea a realizar.
–Misaki-kun –titubeó una compañera suya, de nombre Danielle– ¿Estás libre el sábado?
–Eso depende –respondió el chico, y soltó una risita en cuanto vio la cara de decepción de la chica– ¡Neh, es broma! Dime…
–Etto, yo… bueno… –Danielle jugaba con sus dedos sin atreverse a mirar los ojos esmeralda– Mi hermano me dio dos pases para la apertura de El Cuartel del Metal, pero le toca trabajar y… quería saber si tú… querrías ir conmigo ¡sólo como amigos! –se apresuró a decir
–Danielle-san, yo… -el ojiverde no sabía qué decir
–Está bien si no quieres, yo entiendo
–¡No es eso, lo que pasa es que yo no…!
Iba a decir que su hermano no le permitía ir a ese tipo de lugares, pero últimamente el trabajo de Takahiro exigía que saliera de casa más seguido y que a veces no regresara hasta dadas las ocho de la mañana, hora en que Misaki salía para ir a la escuela. Qué mejor oportunidad que ésta para salir de casa y disfrutar de buen metal.
–¡Olvida eso! –soltó alegremente– ¿Te parece que pase por ti a las ocho?
–¡¿De verdad?! –la chica parecía estar emocionada– ¡Gracias, Misaki-kun! –Danielle se lanzó a abrazarlo efusivamente– ¡Gracias, gracias, gracias!
–¡Ustedes dos! –y el encanto se rompió cuando un voluminoso tomo de National Geographic los golpeó certeramente– ¡A mi oficina, ahora!
Los dos jóvenes iban a defenderse, pero la alarma de simulacros los salvó. Todo mundo salía ordenadamente de las aulas hacia las áreas designadas. Mientras un sujeto con un megáfono daba indicaciones, Misaki y Danielle seguían hablando.
–Gracias, Jashin-sama (1), por inventar los simulacros –espetó la chica en una ocurrencia
–Amén –dijo Misaki. A decir verdad le hizo algo de gracia.
En un grupo aledaño al suyo, cierto chico rubio hablaba por teléfono a hurtadillas.
–Dime lo que pasa, Kusama, y más te vale que sea importante
–Lo es –dijeron calmadamente al otro lado de la línea– Llamó Shinoda-san ¿te acuerdas de él?
–Sí
–Bueno, dijo que nos quiere a los tres en su casa hoy a las seis
–¿Para qué?
–No lo sé, pero dijo que era importante… te mando la dirección en un mensaje
–Ok, yo le aviso a Shinnosuke, nos ve…
Sintió que alguien le quitaba su móvil. Frunció el ceño y se volteó listo para golpearlo de ser necesario, pero sólo en pensamiento se quedó: era Kamijou-sensei.
–Pase por él a mi oficina después de clases
El simulacro terminó y los tres chicos citados por Kamijou se encontraban de pie frente a su escritorio.
–Takatsuki –dijo éste, mientras anotaba algo en un bloc de hoja blanca– Es la segunda sanción que le levanto aun cuando no imparto clase a su grupo
–Entonces…
–Uno más y será suspendido ¿Entiende?
"Por mí, que me expulsen de una vez" pensó el chico. "Además, ¿Por qué a estas alturas todavía nos levantan sanciones como si fuéramos en secundaria? Ahora sólo falta que mande llamar a mis padres… "
–Entiendo
–Por cierto, mañana quiero hablar con sus padres al finalizar la clase
"¡Rayos! Éste resultó ser adivino"
Tomó un papel que le entregaba el docente.
–Es todo, puede retirarse
–Hai
Salió del aula hecho una furia, y mientras iba maldiciendo al Demonio Kamijou por lo bajo, notó que había pegados en todas partes panfletos para la apertura de El Cuartel del Metal.
"Keiichi idiota" y eso no hizo más que aumentar su enojo "De no ser por ti, nosotros estaríamos tocando ahí"
Aceleró más el paso, pero iba tan rápido que no pudo parar e inminentemente chocó contra alguien, cayendo ambos al suelo. Una mirada cínica y otra de odio chocaron apenas se reconocieron.
–Shinobu-chan –espetó quitado de la pena un chico de cabello plateado y ojos negros
–Sumi –habló el ojigris, que escupía con odio cada letra
Ambos se levantaron y siguieron caminando, no sin antes dedicarse unas últimas palabras.
–Buen día
–¡Muérete!
En otro lugar, Kusama Nowaki atendía las órdenes de los clientes que llegaban a ese restaurante para el que trabajaba, conocido como Aoitsuki (2). Era un lugar sencillo pero amplio, de interior pintado de blanco, con sillas estilo rústico y mesas cubiertas con manteles blancos con detalles en azul claro, sobre los que reposaban unos sencillos floreros con alcatraces blancos. Asimismo las lámparas de papel colgando del techo le daban un toque más cálido.
–Buen día, ¿puedo tomar su orden? –preguntó con la cortesía acostumbrada, a uno de los clientes recién llegados
–Un cappuccino y una rebanada de pastel de fresa y zarzamora, por favor
–Enseguida
Se retiró de ahí para ir a otra mesa. El repiquetear de las campanillas colgadas en el umbral de la puerta anunció la llegada de otro cliente, pero no de cualquiera. Se trataba de nadie más ni nadie menos que el afamado novelista, Usami Akihiko. Éste parecía buscar una mesa disponible, pero en cuanto divisó a una cabellera azul oscuro y los ojos del mismo color resaltados bajo unos lentes sin armazón, no dudó ni un segundo para ir y sentarse junto a él.
–¿Usagi? –el otro no pudo evitar sorprenderse en cuanto le pareció reconocer aquellos ojos violeta
–¡Takahiro! ¡Hombre, no esperaba encontrarte aquí! –Usami soltó a modo de saludo, notablemente feliz
–¡Tú! ¿No se supone que estás de viaje?
–Volví apenas ayer
–¿Y qué dice la vida?
Empezaron una charla amena. Diez años atrás, ambos se hicieron buenos amigos, pero Usami salió del país hace tres, por asuntos de trabajo. Desde ese entonces no se habían vuelto a poner en contacto. Asimismo Takahiro y Misaki se mudaron de apartamento, debido a que éste último ingresó a la universidad con apenas 16 años.
–¡Vaya! –se sorprendió el escritor– Sabía que tu hermanito era inteligente, pero no imaginé que…
–Sí, lo sé… yo también me sorprendí, pero eso fue porque lo promovieron dos semestres (3) en la preparatoria, por eso se graduó antes
–Ya veo
Sin embargo la mirada del azabache se tornó triste y Akihiko lo notó.
–¿Ocurre algo? –preguntó preocupado
–Misaki estuvo en el cuadro de honor el primer semestre y todo, pero… siento que lo estoy descuidando últimamente
Misaki y Danielle ya habían salido de la oficina de Kamijou-sensei. Éste les dejó un trabajo para entregar el viernes, como castigo por interrumpir su clase. Si no lo entregaban, Kamijou encontraría –por lo que alcanzó a escuchar– la forma de arruinar sus planes del sábado.
–Etto… Misaki-kun
–¿Sí? –el chico le sonrió
–Etto… ¿Te gustaría que hiciéramos el trabajo en mi casa? Puedo pedir permiso en mi trabajo y…
El castaño sabía que su compañera y el hermano de ella, llamado William, trabajaban medio tiempo en una editorial pequeña, y que sus horarios casi no les permitían hacer otras cosas. Aunque Danielle había sido la causante de que ambos estuvieran castigados, sintió pena por ella.
–No te preocupes, yo hago todo y lo entrego por los dos –se ofreció
–Pero… no quiero causarte molestias, yo fui quien…
–Y yo no quiero que te despidan, por favor acepta
–Misaki-kun…
–No me molesta, además –dijo más alegre– Este tema ya lo había leído cuando fui a la preparatoria, será pan comido
Kai Shinoda, Kazuo Reese y Ray Kimoniya también tenían sus ocupaciones. Afinaban los últimos preparativos para la inauguración del café-bar mientras charlaban y bebían en el mismo bar que el viernes.
–Llamé a Kusama hace rato –espetó Kai– pero aún sigo pensando que es muy arriesgado
–¿Estás seguro de esto, Kazuo? –inquirió Ray
–No del todo, pero mi intuición me dice que el chico tiene talento –respondió el rubio– haría un excelente equipo con ellos
–Pues chance y sí sepa tocar, pero no creo que toque el tipo de música que buscamos
–¿Por qué lo dices?
–No lo sé, se ve demasiado lindo y tierno como para que le guste música tan ruda
–Hmm –soltó una risita irónica el de cabello color chocolate– Te conozco bien, Kai… y a juzgar por tu comentario, creo que ya le echaste el ojo
–¡Baka! –gruñó el pelirrojo, levemente sonrojado– ¡¿Cómo crees?! ¡Yo no le hago a eso!
–No lo niegues, Kai –Kazuo dibujó una media sonrisa, avergonzando más a su compañero– Te atrajo y lo sabes
–¡Nada de eso! ¡Sólo creo que con esa carita de yo no rompo ni un plato atraería muchos clientes!
–Así que aceptas que sería una buena adquisición ¿eh?
En el restaurante Aoitsuki, dos amigos seguían con su charla.
–Yo podría hablar con él de vez en cuando –se ofreció Akihiko luego de escuchar las inquietudes de Takahiro– Así encuentro inspiración para mi nueva novela y el chico tendrá algo de compañía… dos pájaros muertos de un solo tiro
–¿Estás seguro? –Takahiro todavía tenía sus dudas– Misaki no confía mucho en los adultos
–¿Ves aquí a algún adulto? –bromeó el peliplateado y ambos soltaron una ligera risa (4)
–Pero aun así…
–Te preocupas demasiado –contestó Usami, ya tranquilo– Ni que fuera a terminar entre metaleros
–¿Qué quieres decir?
–Nada, olvídalo… por lo que me dijiste, Misaki es demasiado lindo como para que ellos lo acepten de buenas a primeras
–Tienes razón