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Live to love por metallikita666

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Notas del fanfic:

El crossover de una pareja hiperbólicamente crack que tiene su origen en el rol que en la actualidad desarrollo con mi hermanita Alex, por cuanto debo decir que -en primera instancia- este one-shot es un pequeño homenaje a nuestras gloriosas noches en vela. No digo que es un rolfic por no seguir rompiendo la pelotas con categorías nuevas, además de que esa sí está ya más complicada porque buena parte de mis fanfics y de los fics en general tienen su origen en algún juego de rol x3

Asimismo, va dedicado con cariño para Lunita, probablemente la fan más acérrima del Enanori de entre mis queridas amigas; como también para Daya por tener el aguante necesario para darle seguimiento a la pachotada mundial que mi hermana y yo hacemos XD Tiene asomos de Reituki y Uruki, así como de Takayuki x Ruiji, si nos podemos a hilar muy fino. Es, en todo caso, un humilde tributo a una genial e infravalorada banda que amo con todo mi corazón, y en especial a su líder, a quien admiro profundamente como músico y como ser humano.

Notas del capitulo:

El titulo va por la canción de The Piass con el mismo nombre, contenida en su segundo álbum e interpretada por la magnífica voz de Kirala; hermosa melodía que sin duda alguna fue parte importante de la inspiración para crear este one-shot (http://metallikita666.tumblr.com/post/50764092780/the-piass-live-to-love)

Las aclaraciones generales relativas al fic van en los comentarios del final, para no fomentar ningún tipo de spoiler innecesario y contraproducente. No obstante, contiene notas al pie que ilustran alguna de la información que se requiere de forma más inmediata, conforme se va desarrollando el relato.

Espero que lo disfruten n.n

       Probablemente, sólo había estado ahí durante un par de minutos. Sí, tenían que ser dos o tres como mucho: mientras se bajaba del auto, caminaba con dirección al edificio, se volteaba hacia la gente para recibir el aluvión de flashes, y decía una que otra vaguedad ante los micrófonos de los paparazzi, quienes se apiñaban como ganado con tal de acercársele. Aun así, ese corto tiempo había sido suficiente para notar su presencia.

-Akira- llamó, medio mareado, dejándose caer en la silla del camerino y masajeándose las sienes mientras esperaba que todo el gentío que acondicionaba el aposento se largara. –Necesito una aspirina… y que te acerques para preguntarte algo.-

       Una de las chicas encargadas voló con el pedido del pequeño actor, llevándole también un vaso de agua, y ya para entonces el guardaespaldas de confianza se encontraba junto a su jefe.

-Quiero que me digas si viste a alguien raro allá afuera- Takanori se colocó la pastilla sobre la lengua y procedió a darle un sorbo al líquido –Alguien… además de las fans y los fotógrafos.-

-Hmmm, pues la verdad es que no. Caminaba junto a usted confiado en que los otros monitoreaban cada zona que les había correspondido, por lo que no puse mi atención más allá de eso- Suzuki hizo una pausa, se diría que para rascarse la nariz, de no ser porque la llevaba cubierta. –Pero… ¿como de quién cree usted que se trate?-

-¡Coño! ¡Cómo voy a saberlo, si precisamente por eso te estoy preguntando!-

       Ante tal exclamación, el rubio mal teñido de traje hizo lo que ya sabía era mejor en esos casos: desaparecer junto a todos los demás. Matsumoto podía llegar a ser un verdadero dolor en los huevos cuando estaba ofuscado con lo del trabajo. Eso lograba ponerle los nervios de punta con mucha facilidad, mientras que el resto del tiempo era una persona bastante agradable y llevadera.

       El falso ojiazul, por su parte, luego de que quedara a solas con la maquillista y en su organismo iba haciendo efecto el medicamento, recuperó su tranquilidad habitual, de manera que hasta podría decirse que se olvidó del incidente durante la entrevista. Su mente, en cambio, se ocupó de determinar con hábil exactitud en qué tienda había conseguido su atuendo plateado y cada uno de sus accesorios en el momento en que se lo preguntaron, lo cual no era una proeza desestimable si se tomaba en cuenta la cantidad de ropa y aditamentos que un ídolo como él -también por su trabajo- acostumbraba comprar cada dos días.

       Así es que, luego de que se terminara su compromiso en las instalaciones de aquel afamado canal de televisión y regresara al auto tras llevar a cabo el mismo ritual, su hombre de confianza se le acercó para susurrarle por lo bajo, si bien estaba sentado a su lado.

-Les pregunté a los muchachos y me confirmaron que no sucedió nada de lo que hubiera que preocuparse. Un par de yankii[1] en la esquina, a lo mucho… Pero iban desarmados.-

       El rubito dio un respingo no bien escuchó aquella palabra, y con el semblante congelado, se volteó lentamente hasta encarar al más alto.

-Reita, ¿te das cuenta de la estupidez que estás diciendo?- Suzuki suspiró fastidiado: ahí estaba de nuevo el Takanori mangoneador. -¡Esos tipos siempre van armados aunque no lo parezca!-

       No, corrección: el Takanori mandón y paranoico.

-Pues sí, Ruki-san, pero ni modo que fuéramos a requisar a toda la cuadra, ¿no le parece?- El guardaespaldas de la bandita sobre la nariz solía ser muy comedido, pero todo el mundo tiene su límite. –A la próxima, sería mejor que escoja un modelito blindado; apuesto a que le quedaría fenomenal. Eso, porque usted no quiere sacar a pasear su Gundam, claro está…-

       Esa vez, al que le hubiera convenido tener algo sobre la cara era al pequeño intérprete. Una bolsa de papel, por ejemplo.

       Al llegar a casa y tras saludar a Koron-chan que –naturalmente- corrió a su encuentro, Matsumoto decidió que saldría de incógnito. Tanto pensar y preocuparse le provocaba unas ganas inmensas de gastar, mas tendría que medirse un poco, ya que ir sin compañía implicaba que nadie le ayudaría a acarrear las bolsas.

       La estadía en su centro comercial favorito y el sonido de la tarjeta siendo deslizada por la ranura del datáfono lograron su efecto analgésico en el chico, quien -a pesar de sus constantes miedos cuando efectuaba una aparición en público con el rostro descubierto- se encontraba bastante satisfecho de haber vuelto a Kanagawa. No era que tal prefectura no fuera un lugar conmocionado, pero definitivamente se escapaba todavía de los niveles de locura que agobiaban a la cercana capital.

       Después de dejar las compras en el auto y aunque ya no era de día, al actor le pareció que aquella tarde primaveral era de lo más bonito que había vivido en mucho tiempo. La temperatura era realmente agradable, y si bien esa era la hora en que la mayoría de personas volvía a sus hogares tras un día laboral y de estudio, el hecho de no ser uno de los que estaba sujeto a un horario demandante le daba al blondo jovencito la ventaja de poder observarlo todo de forma apacible y prescindiendo de cualquier premura. Debido a eso, decidió caminar por los alrededores hasta que, sin que prácticamente se diera cuenta, los mares de gente comenzaron a disminuir.

       Parte del interés de Ruki cuando hacía esas incursiones en la vida cotidiana de sus compatriotas era lo que él llamaba “encuestas espontáneas”, concepto respecto del cual Uruha, una de sus coestrellas más recurrentes y buen amigo –o tal vez algo más que eso- no podía evitar reír de buena gana. Los tales sondeos no eran otra cosa que pasearse por las calles para escuchar a la gente comentar sobre los doramas del momento y sus impresiones acerca de éstos, tema que no podía faltar en las conversaciones diarias de colegialas, oficinistas, amigas y transeúntes en general.

“¡Tú estás loco, enano!”, solía decirle Takashima con una enorme sonrisa mientras ambos degustaban alguna merienda en el set de grabación. “¡Por andar haciéndote el intrépido, un día de estos te va a reconocer un tropel de chicas, y aquí no vengas quejándote de que por poco te matan!”.

       Takanori acababa tranquilamente su cigarrillo en el momento en que sus comisuras se alargaban también al recordar esos momentos al lado del más alto, si bien los comentarios de éste surgían sobre todo porque en aquel entonces el pequeño le narraba sus hazañas en Tokio, donde en verdad en más de una ocasión estuvo a punto de ser descubierto. Luego de tirar la colilla al suelo y pisarla, el delgado joven metió las manos en los bolsillos ventrales de su chaqueta, y dado que la gente que permanecía en la calle era poca y en su mayoría hombres, decidió quitarse por fin las gafas de sol.

       Comenzó a caminar en dirección de donde estaba su auto, bastantes calles más allá, pero poco a poco notó que aquella impresión de sentirse observado que le había sorprendido a las afueras del canal empezaba a reaparecer. Andar más rápido no necesariamente ayudaría, pues el desasosiego hacía que la percepción pasara de una de vigilancia a otra de persecución, al tiempo que de alguna manera se sentía bastante estúpido por estar escapando de algo que ni siquiera sabía qué era. Una fanática se habría acercado y a lo sumo le habría pedido un autógrafo o que se tomara una fotografía con ella, pero acosarlo de manera casi psicópata ya quedaba bastante feo en una linda chica.

       No obstante lo que su mente cavilaba, el actor no pudo evitar que sus piernas se movieran con velocidad creciente y que sus labios dejaran escapar recurrentes maldiciones contra Kouyou por haber sido ave de tan mal agüero, hasta que se vio compelido a ingresar en un callejón sin salida. La visión de la alta tapia al final del camino le arrancó un brusco respingo al rubio, quien entonces se detuvo de sopetón. Ya no le quedaba más remedio que voltearse y enfrentar a quien fuera que lo estuviera siguiendo.

       Ni hablar pudo, pero realmente no habría sido necesario: a la distancia y acercándose, un chico alto con el cabello de colores que vestía un pantalón negro holgado y una camisa roja y larga, la cual llevaba abotonada del ombligo hacia abajo. Podía apreciarse su pecho blanco, y además de las botas negras que calzaba y el pañuelo que tenía atado a la nuca y que le tapaba la nariz y la boca, portaba un bate de hierro sobre el hombro derecho. Las imprecaciones de Matsumoto pronto cambiaron de destinario.

Yankii o bosozoku[2], lo que sea, pero tu puta madre, Reita! ¡Lo sabía! ¡Yo lo sabía!-

       Takanori estaba verdaderamente aterrado, pues todo indicaba que la presencia de los delincuentes que habían rondado por las instalaciones televisivas al mediodía no era una casualidad. Ya ni siquiera pensó en echar a correr, y es que poco le habría valido con un antisocial de esos siguiéndolo, por no mencionar que de seguro habría más escondidos muy cerca de ahí. Si su mente atónita no le fallaba, Akira había comentado que eran al menos dos.

-¿Qué es lo que quieres? ¿¡Por qué me estás siguiendo!?- gritó Ruki con un impulso de voz que ni él sabía de dónde había sacado, arrepintiéndose al momento por tan pésima idea. El enmascarado ladeó un poco la cabeza al detenerse relativamente cerca, y sus ojos maquillados y enormes brillaron entonces de manera malévola. No pasaron ni tres segundos cuando el más bajito sintió un fuerte golpe en el brazo izquierdo y la espalda, el cual lo tumbó de inmediato al suelo.

-¡Ahhh! ¿¡Pero qué mierda te pasa, hijo de puta!? ¿¡Yo qué te he hecho!?-

       El dolor era más fuerte que cualquier razonamiento, y por ello precisamente era que el delgado actor no contuvo sus palabras. Al haber caído de bruces, recibió una patada en el costado para que se volteara, y después de eso la pesada bota del agresor cayó en su pecho. Matsumoto, quien resollaba con violencia  y estaba muerto de miedo, se sentía perdido: era absolutamente posible que, si se le antojaba y nadie más escuchaba sus gritos, aquel maldito lo aporreara hasta matarlo.

-¡Detente! ¡Toma lo que quieras! ¡Llévatelo todo!- 

       Asumiendo por fin que la razón que tendría el forajido de cabello multicolor para atacarlo tendría que ser robarle, no dudó un momento más para gritar aquello. Empero, el siguiente de los batazos no se cernió sobre su cuerpo, sino que el sujeto desplazó el pie que apresaba la anatomía del intérprete hacia su garganta.

-Bienvenido a casa nuevamente, Taka-chan…-

       Ruki, no bien escuchó semejante parlamento, abrió los ojos con estupefacción. El reflejo de la luz del poste cercano lo encandilaba un poco, pero ello no fue impedimento para poder observar cuando el antisocial se quitaba el pañuelo de la cara y dejaba al descubierto sus hermosas y delicadas facciones; tan contrastantes con el tono grave de su voz como con su propia actitud.

-Me alegra ver que todavía te acuerdas de la familia, hermanito- dijo el yankii con una sonrisa, para después de ello propinarle a Takanori el impacto que lo enviaría directo al reino de la inconsciencia.

 

 

-¿Do-dónde… estoy?-

       Como si despertara de un pesado letargo anestésico, el actor abrió los ojos con dificultad, frunciendo el entrecejo cuando la luz molestó su vista.

-En su habitación- respondió una voz a su lado, y de inmediato el rubito dejó caer la cabeza en dirección hacia donde advirtió que venían las palabras.

-¿Reita?- preguntó el chico maquinalmente -¿Cómo llegué aquí? Lo último que recuerdo fue que…-

-Alguien llamó desde su móvil y nos dio la dirección de su paradero.- Suzuki se acercó a la cama de su jefe, mirándolo con muchísima reprobación. –Una y otra vez le dije que aunque fuera aquí en Hayama, no debía salir solo.-

       Ruki permaneció en silencio, con los labios formando un pequeño puchero y el reconocimiento de la culpa en sus ojos. Akira continuó serio.

-¿Los va a denunciar, verdad?-

       La interrogante tomó por sorpresa al menor, quien entonces se removió debajo de la frazada para luego sentarse sobre el colchón.

-¡So-sólo fue un asalto casual!...- tartamudeó. –¡No veo por qué haya que tomarse la molestia!-

       El guardaespaldas se pasó la mano por la cara, rodando los ojos con absoluto fastidio.

-Claro: un asalto. Le recuerdo que todavía tiene su dinero, sus tarjetas, su teléfono y hasta la llave del coche. Una golpiza que no tenía por objetivo quitarle ni un solo yen.-

       Tras decir aquello y quedándose de espaldas a su interlocutor, Reita sacó de uno de sus bolsillos todo cuanto había enumerado, depositándolo pesadamente sobre la cómoda grande que había en la recámara. Luego de eso, salió del lugar sin agregar nada más.

       Takanori se sintió mal ya que entendía a la perfección lo mucho que Suzuki se preocupaba por él; después de todo, de eso se trataba justamente su empleo. Sin embargo, la relación entre ambos iba más allá de la simple obligación, cosa que Reita le había demostrado ya muchas veces. Para él no existía inconveniente alguno en ayudar al rubio con cualquier cosa que necesitara, más allá del horario o la paga, y dado que Matsumoto vivía solo desde hacía muchos años, contar con alguien de confianza era necesario. Los otros encargados de su seguridad se contrataban solamente en caso de eventos especiales, pero el de la bandita, más que su guardaespaldas, era su amigo. El tono de respeto que todavía guardaba para él, sin embargo, se explicaba por la admiración que Suzuki le profesaba.

       No obstante todas esas consideraciones, la situación no era nada sencilla para el intérprete. Ni siquiera Uruha conocía los detalles acerca de su pasado que la noche anterior lo habían golpeado directo en la cara –metafóricamente hablando, se sobreentiende- sin ningún tipo de aviso previo.

       Cuando niño, Takanori había sido un infante expósito, y a pesar de que con el pasar de los años se convirtió en uno de esos pequeños que tuvieron la suerte excepcional de hallar un hogar sustituto, era claro que no todas las criaturas en su condición corrían con el mismo destino. Para otros, en cambio, abandonar el hospicio en algún momento previo a la mayoría de edad había sido del todo imposible.

       Koron-chan rasguñó la puerta del cuarto de su amo, empujándola hasta que por fin pudo entrar. Dando un par de ladridos se anunció con el chico, y a los pocos instantes fue a parar entre sus brazos de un salto, logrando que un apesadumbrado Matsumoto esbozara en su rostro una lánguida sonrisa.

-Dime qué se siente, bebé, cuando solamente debes acordarte de quien te cuida en el presente…- le susurró al perro, acariciando su cabeza mientras éste meneaba el rabo. Casi que de un pronto a otro, la recolocación en Shounan se había convertido en una mala idea, si bien él había hecho todo con el afán de substraerse del ajetreo capitalino al menos en los períodos en que no estuviera filmando. Empero, en ese momento parecía que lo más sensato habría sido quedarse al lado de Takashima, requiriendo los servicios de Reita casi a diario, y dejando sólo como un anhelo esas largas caminatas por su ciudad cuando todavía no era famoso y vivía bajo el ala de sus padres.

       Los días subsiguientes a ese, Ruki procedió a cancelar las apariciones públicas que tenía en los medios locales, prefiriendo quedarse en casa. No obstante, su comportamiento no por ello había cambiado, sino que seguía viéndosele taciturno. Reita, por su parte, ya no pudo quedarse en silencio durante más tiempo.

-Entiendo que no quiera salir solo, pero las entrevistas y los programas son también parte de la promoción de las novelas, ¿no es cierto?- le dijo el de la bandita tras el almuerzo que había compartido ese día con él, cuando ya no fue capaz de soportar más el semblante triste del menor.

-Estoy harto de hablar acerca de dónde consigo todos y cada uno de los trapos que me pongo, o de qué diseñador son mis calzoncillos- contestó el interpelado, mas su intento de respuesta sarcástica no fue del todo convincente para quien le escuchaba. El más bajito suspiró. -En realidad, necesito volver a hacerlo, pero sin compañía.-

       Suzuki estampó las palmas sobre la mesa, indignado.

-¿¡Se ha vuelto loco, Ruki-san!?- Sinceramente, la recriminación venía muy a cuento. -¿Qué pasa si la próxima vez tenemos que ir a traerlo pero para llevarlo directamente a la morgue? ¿¡Cómo se le ocurre!?-

       Takanori puso al can en el suelo, molestándose de manera evidente por lo que el guardaespaldas le había dicho.

-¡Tú no lo entiendes, Akira! ¡Y tampoco espero que lo hagas!- exclamó a modo de contestación, tiñendo de inmediato su réplica con una incipiente congoja. –No me sigas, ¿me has entendido? ¡Te prohíbo terminantemente que te metas en mis asuntos!-

       Y casi a modo de provocación, Matsumoto se dirigió a su cuarto y se encerró ahí durante algunos minutos. Luego de ese tiempo, y siendo que Reita todavía se encontraba sentado a la mesa, el menor de ambos se encaminó a la puerta principal entre los ladridos de protesta de su pequeña mascota. Al escuchar el portazo, Akira apretó con cólera el mantel en torno al cual sus manos se habían cerrado.

       Ataviado de manera completamente distinta a la habitual, Takanori había elegido un atuendo sumamente sencillo, el cual completó con un gorro negro y -por primera vez en mucho tiempo- se atrevió a prescindir de sus anteojos oscuros.

       Se enrumbó hacia la zona comercial y luego de estacionar su auto, se bajó y caminó en dirección de las calles por las que había estado paseándose la última vez, pero después de un rato comenzó a caer en cuenta de las implicaciones de su impaciencia, ya que realmente no tenía ni el menor indicio de dónde podría encontrar al yankii de cabellera multicolor.

       Desanimado, siguió durante unos minutos más el vaivén ininteligible de las personas, pero ni siquiera al intentar atender a las particularidades de cada una de ellas consiguió dar con alguna pista. Cuando ya había transcurrido un tiempo considerable y estaba a punto de dar por perdida su tonta misión, divisó a lo lejos a un chico vestido de blanco y claramente a la usanza bosozoku[3], quien también llevaba el cabello de colores. A lo que se veía, por lo menos, iba desarmado.

       No sabiendo si era sensato alegrarse por semejante hallazgo, Ruki se quedó paralizado por unos instantes. Cualquier persona normal se apremiaría no sólo a conservar la distancia que entre ella y el delincuente hubiera, sino a prolongarla, pero él había salido con el propósito de encontrarse con su agresor del otro día. Era entonces, o nunca.

       Juntando agallas y sopesando que en aquel sector todavía quedaba mucha gente, fue acercándose lentamente al joven forajido. Éste, por su parte, no parecía reparar en las acciones del rubio, y más bien daba la impresión de estar ocupándose en otros asuntos. Había extraído un tabaco de entre sus holgados bolsillos y se aprestaba a fumarlo, cuando en eso, el pequeño actor se le acercó.

-¿Tú puedes llevarme con Takayuki?- le preguntó Matsumoto sin ninguna clase de preámbulo, a lo que el chico delante suyo se percató por fin de su presencia. No pareció extrañarse por tal petición, sino que sonriendo, tomó el cigarrillo entre sus dedos y lo retiró de sus labios.

-¿Has oído, Kirala? El niño lindo éste quiere ver a Taka-kun…-

       Ruki sintió que un horrible escalofrío le recorría el espinazo al escuchar la mención de un tercero, y pronto comprendió que lo que hacía el sujeto de blanco era esperar la llegada de su compañero.

-Vaya, vaya… ¿con que esas nos tenemos?- Una voz a su espalda le dio a entender que el tal Kirala, al encontrarse detrás de él, probablemente lo había estado siguiendo. –Bueno, hagamos lo que pide. Total, él es el del dinero, ¿no es así?-

       Sin agregar nada más, ambos antisociales comenzaron a caminar en una dirección que Takanori no conocía, por lo que, aunado al comentario último que acababa de escuchar, el intérprete no se movió de su sitio. Al sentir que el más bajo no los acompañaba, el chico de blanco con enormes kanji pintados en su ropa se volteó, dejando caer al suelo la colilla de su cigarro.

-¿Qué pasa, mocoso? ¿No vas a venir?-

       De inmediato, su acompañante se detuvo también.

-Déjalo, Tetsu. Apuesto a que está cagado de miedo. Sólo es una pobre basura…-

       Tetsuya, no obstante, no apartó los ojos del menor, sino que intensificó el contacto de manera casi imperativa.

-No te preocupes, principito. No te haremos nada que Takayuki no permita.-

       Luego de algunos minutos de andar, y –tal cual Matsumoto se lo esperaba- habiendo cruzado predios baldíos, una estación de tren desmantelada y varios barrios bajos, los tres llegaron a un parque abandonado. Cerca de los columpios había un grupo de aquellos mismos delincuentes, de entre los cuales sobresalía el líder de camisa roja. En ese instante, si ya el actor se había ido maldiciendo durante todo el camino por seguir como si nada a sus terribles guías, los retumbos de su corazón de seguro podían escucharse a kilómetros. Uno de los de la pandilla, que estaba más cerca, observó al extraño.

-Pero miren nada más lo que tenemos aquí…- comentó con sorna, empuñando su nunchaku[4].

       Takayuki, bate en mano, se separó del grupo y se dirigió a los recién llegados. Nuevamente llevaba el rostro cubierto, y cuando se colocó el arma en el hombro, casi que secundando a su subordinado, Ruki pudo sentir que se le volteaba el estómago.

-Chihiro, basta ya. Lárguense de aquí todos.-

       Ante la orden del yankii, tanto Tetsuya y Kirala como los demás presentes hicieron amago de retirarse, si bien uno de los ahí congregados, quien particularmente parecía una chica (Takanori asumió que no era una, pero la verdad es que era difícil estar seguro), clavó sus ojos en Matsumoto, dedicándole una mirada aterradora.

-¡Andando! ¡Que se pierdan, he dicho!-

       Una vez estando solos, Ruki, que creyó siempre que sería quien tomaría la palabra apenas tuviera delante a su hermano de crianza, fue duramente interpelado por éste.

-¿Por qué regresaste a Hayama?- De entre todas las cosas que se le ocurría que el mayor podría decirle, aquella lo tomó del todo por sorpresa. -¿Qué no era Tokio con lo que siempre soñaste? Yo que tú, jamás habría regresado al asqueroso lugar que te vio nacer…-

-¡Mis padres adoptivos me llevaron allá! ¡Yo no tengo la culpa de lo que sucedió, entiendes!-

       El resentimiento en las palabras del forajido era absolutamente palpable, y eso no pasó desapercibido en ningún momento para Ruki. En realidad, después de haber estado mucho tiempo pensando en ello, había llegado a entender de alguna manera el porqué de la golpiza que el líder de la pandilla le había infligido. Entendido, mas no justificado. Y era justo por ello que se había atrevido a buscarlo; también él tenía unas cuantas palabras para el agresivo delincuente.

-Tú no tienes nada que hacer aquí; esta no es tu casa. Nadie te espera y a nadie le importas…-

-A nadie, excepto a mi hermano que se ha tomado la molestia de seguirme desde que llegué, y que hizo su mejor esfuerzo por acorralarme como a una liebre y darme unos cuantos putazos a modo de bienvenida…-

       En ese instante, el tiempo pareció detenerse. Ambos chicos se miraron a los ojos en silencio, y entre ellos dejaron de mediar las palabras. Sin embargo, el actor comenzó a acercarse de forma muy lenta a su interlocutor, cosa que éste pareció consentir pues no se movió de donde estaba. El rubio levantó la diestra y tomó la punta inferior del pañuelo que cubría el semblante del otro, tirando de él suavemente hasta que le develó y la tela quedó colgando alrededor de su cuello. En los falsos zafiros del más bajo se amontonaban las lágrimas.

-Sinceramente, no me habría importado en lo más mínimo la persona en la que te habías convertido, de no ser porque ni siquiera te presentaste.-

       El entrecejo de Takayuki se contrajo, y los músculos de su rostro temblaban de forma casi imperceptible. La tensión fue acumulándose en cuestión de segundos, haciendo mella en ese ánimo que había sido forjado por el desprecio y el abandono. Por el rechazo.

-No sé cómo eres capaz de no sentir ni el más mínimo reparo al decir una cosa como esa.-

       La mirada gélida del mayor se hincó en Ruki, quien entonces dio un paso hacia atrás inconscientemente, y su mano -la cual seguía levantada luego de jalar el pañuelo ajeno- fue asida por la muñeca.

–Sal de aquí en este momento y no te atrevas a volver nunca. Jamás dejaré que te burles otra vez de esa manera sin hacer que sangres por ello.-  

 

 

       El día que marcaba el final de la estadía de Takanori en Kanagawa, éste, aunque casi sin ganas, tuvo que dedicarse a hacer su maleta y a alistar el regreso. Akira había llegado a la casa desde temprano pero prácticamente no lo había visto y mucho menos había hablado con él. Era la tarde ya cuando Matsumoto por fin pareció decidirse a aceptar que debía volver a Tokio, por lo cual se encontraba en su recámara juntando sus cosas.

       Al tener la puerta principal abierta para nada más ayudar a su jefe a acarrear las valijas hacia el auto, lo único que había que atravesar para llegar a la casa del rubio era el portón del frente; cometido bastante sencillo para quien estaba más que acostumbrado a trepar por paredones protegidos incluso con alambre de navaja o puntas de lanza. Unos pasos se escucharon a la entrada, pero Suzuki, sentado en uno de los sillones de la sala con un vaso de whisky en la mano, se quedó quieto y en su lugar. Los sonidos llegaron hasta la habitación de Ruki.

-¿Sabes, Reita? No sé ni por qué me estoy llevando tanta ropa. Dentro de dos meses voy a volver, además de que en el apartamento de Tokio también tengo suficiente qué ponerme…-

-Eres terco, eh Takanori.-

       Con la mirada clavada en el suéter que sostenía, el tono de esa voz fue suficiente para que al actor se le paralizara todo el cuerpo. Haciendo su mejor esfuerzo por no parecer tan descolocado, el rubio tragó grueso.

-¿C-cómo es que Reita no te detuvo?...-

-Tú tampoco habrías querido que lo hiciera.-

       Takayuki dio dos pasos al frente hasta penetrar en el aposento, para posteriormente empujar la puerta sin voltearse, haciendo que ésta se cerrara de un golpe.

-Deja de temblar. Si mal no recuerdo, cuando niños, era yo quien te defendía de los que te asustaban de esa manera.-

       El más alto, quien por esa vez no llevaba nada sobre el rostro, se allegó todavía más al intérprete. Una vez que lo tuvo de frente por completo, levantó sus manos y posó las palmas en las pálidas mejillas de Matsumoto, quien no dejaba de mirarlo con gesto perplejo. Ese día, eran aquellos grandes orbes de muñeca los que se anegaban en lágrimas.

-Ni siquiera pude quedarme en el orfanato hasta los dieciocho, sino que las calles y el reformatorio me abrieron gustosos sus puertas. Y tú olvidaste tu promesa y jamás me buscaste…-

       Dichas palabras terminaron en un susurro sobre los labios del más pequeño, siendo ahogada de inmediato toda réplica posible cuando el delincuente los atrapó en un beso. Los ojos de Takanori se abrieron todavía más ante el contacto, pero poco a poco fueron aceptando cerrarse, de la misma manera en que su boca y lengua empezaron a corresponder a las caricias. El temblor de su cuerpo era provocado entonces por el estremecimiento.

       No obstante, cuando ya a ambos les faltó el aire, el yankii tomó ambas muñecas del chico y las apresó con fuerza, obligándolo a caminar hacia atrás hasta que su espalda se encontró con el límite de la habitación. Empleando la diestra, el de cabello de colores asió las manos ajenas hasta colocárselas al menor por encima de la cabeza, para después voltearlo y hacer que se pegara a la pared.

       La mano libre del forajido desató ambos cinturones, y la ropa no abrigó la parte inferior de sus cuerpos por mucho tiempo más. A cambio, Takayuki irrumpió en el rubio, asegurándose de que su presencia no le quedaría marcada por siempre tan solo en la mente y en el alma. Con cada embestida, su infancia, sus padres, Tokio, Uruha, su fama y hasta Reita; ese que lo había comprendido todo la noche en que lo siguiera, y que en aquellos instantes permanecía en silencio, no por ello sufriendo menos las estocadas que a él le traspasaban el pecho.

       Mas el único recuerdo que ya no podría borrarse era el dulce mimo de esa voz grave en su oído, tan firme como si no fuera a estar a punto de ser abatida por la agitación del orgasmo, y que acompañaba la visión de la tan querida silueta alejándose en el tiempo y en el espacio.

“Porque yo sí mantengo mis promesas, de manera que mientras viva, nunca nadie podrá hacerte daño.”

  

 


[1] Los yankii son una tribu urbana japonesa caracterizada por una estética y un modo de vida diferentes a los de la gente promedio en ese país, la cual tiene asociada con su imagen el hecho de ser jóvenes problemáticos y callejeros.

[2] Con una imagen muy parecida a la de los anteriormente mencionados, los bosozoku se distinguen de éstos por estar asociados a las motocicletas y sus clubes.  

[3] Tetsu de The Piass con el atuendo que vistió para el PV de “xxDolei”, y Ami (Tokyo Yankees), Hide y Yoshiki (X-Japan) a veces durante los Extasy Summit, y los dos primeros para la sesión fotográfica que apareció en Arena37°c, son claro ejemplos de la indumentaria bosozoku.

[4] También llamada en español “chaco” o “chacos”, es un arma consistente en dos palos cortos unidos en sus extremos por una cuerda o cadena.

Notas finales:

Primero que todo, les solicito muy amablemente a todas las sixth guns que lean y relean el disclaimer relativo a the Gazette que aparece en la información de mi perfil en esta misma página, pues mucho me gustará, si es el caso, recibir sus comentarios críticos aunque sea para reprobar mi trabajo, pero no así las insensateces que puedan provenir de su ya tan conocida histeria colectiva. 

Por otro lado, comentar que si bien en el rol mío y de Alex Takayuki es menor que Takanori, acá las cosas se invierten pues quedaba mejor así, además de que coincide con la realidad :) Chihiro, Kirala y Tetsu son los tres vocalistas que, sin contar al propio Takayuki, han pasado por la banda; y Ruiji, exbajista y actualmente en the Dead Pop Stars, es a quien se menciona como muy parecido a una chica. 

Un dato curioso es que tanto el rol que le dio origen, así como esta historia, tienen lugar precisamente en el momento en que salió toda la polémica relativa al verdadero nombre de pila de Ruki. Al parecer, las lecturas de los kanji sugieren una cosa, pero por otro lado está la información extendida entre el fandom desde hace mucho tiempo (también hay algo de eso sobre cuál es el apellido de Kai). Personalmente, si es cierto que se llama Takayuki, el hecho coincide con mi gusto por las parejas con un solo miembro al cuadrado, si bien es verdad que ya me he acostumbrado a llamarlo de la otra manera x3

¡Muchísimas gracias por leer! *W*


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