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TRUE LOVE por yellowmuffy

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Notas del fanfic:

Ninguno de los personaje en esta historia me perteneces, todos y cada uno de ellos son individios libres de acción y pensamiento como nosotros, yo sólo desvarío con ellos y lo plasmo en palabras(; - w -)

Notas del capitulo:

Hola ( ^ o ^)/ al fin me he decidido a publicar este fic que ya tenía guardando polvo en los archivos por terminar.

Lo curiosos es que la inspiración vienen de una mezcla entre el cuento los cuentos de hadas y el manga Tomie de Shinji Ito, que surgió en mi mente, así que haber cómo quedó al final…

( n w ñ)U

Disfruten su lectura!!

TRUE LOVE

Por YellowMuffy

El cuerpo de un joven rubio se hallaba desecho sobre la alfombra de un cuarto de hotel, pero a pesar de la aparente muerte que saltaba a la vista o se deducía con la simple ausencia de la respiración, el chico seguía tan consciente como cualquier otro humano con vida. Su vista se encontraba nublada y  lo más que alcanzaba a divisar era un borroso manchón de grises, pero aun así podía sentir la sangre escurriendo por todas las partes de su cuerpo, aunque no lograba mover ninguno de sus miembros, y por tal, podía suponer que estos se hallaban regados en alguna parte del sombrío recinto. Amputados del resto de su cuerpo. Además de percibir un dolor agudo y punzante clavándose en su pecho dónde había sido enterrado un cuchillo. Asimismo, podía adivinar que una tajada cruzaba su cara, desfigurando sus facciones ya bastante magulladas por la golpiza que había recibido previo a la matanza, y quizá era esa la causa de su ceguera.

Esta no era la primera vez que le ocurría algo similar, si las hubiese contado desde el inicio ya hasta habría perdido la cuenta, así que se sentía realmente familiarizado con el tipo de sensaciones que le invadían en ese momento. Por suerte para él, la experiencia lo había dotado con un poco de insensibilidad. Incluso se sentía agradecido porque esta vez las cosas sucedieran de manera más rápida de lo usual, sin torturas o aplazamientos. Ahora sólo quedaba esperar.

Habría suspirado cansinamente de haber podido, pero el estado de su cuerpo no se lo permitía. Así que solo le restaba esperar a que alguien le encontrara de nuevo o a que la negrura le envolviera por completo indicándole su próximo “nuevo despertar”. Aunque para ambas cosas cabía la posibilidad de tener que esperar más de lo que cualquier persona podría soportar. Y en ese momento en que los segundos se alargaban tortuosamente, decidió dar un breve recuento a su vida y errores. A fin de cuentas no había nada más que hacer, así que dejó rebobinar sus recuerdos hasta el día en que todo comenzó.

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

Un niño pelinegro, más bajo de lo normal y vestido en un traje sencillo, corría por las praderas con un par bolsas de víveres bajo los brazos. Se suponía que debía haber vuelto de buscar agua hace un par de horas, antes de que se pusiera el sol. Pero, tras estar horas y horas jugando con su mejor amigo, los minutos se le habían pasado corriendo, pues no había momento en la vida que disfrutara más que estar con Yu-kun, cuya sonrisa enorme y brillante, lograba deslumbrarlo como ninguna otra. Así que sólo después de largas despedidas y sellar una promesa de meñiques que anunciaba que volverían a verse mañana, pudo partir a casa.

Para esas alturas del día su madre ya debería estarlo buscando enloquecida junto a una horda de campesinos alterados y armados de antorchas y trinchetes. Al menos esa era la imagen que se creaba en la excesivamente creativa mente del pequeño Takanori Matsumoto, al imaginar los límites a los que podía llegar la preocupación de su progenitora. Además, él conocía a todos en el pueblo y también estaba bien enterado de la paranoia que todos cargaban encima con respecto a dejar que un niño anduviera sólo cuando estaba a punto de oscurecer. Todos en esa pequeña y apartada población tenían la creencia de que, por las noches, los demonios malvados venían a buscar lindas presas para llevarlas consigo y jamás regresarlas.

Dio un suspiro de cansancio y se secó el sudor que había aparecido en su frente de tanto correr. Estaba a punto de detenerse un segundo a descansar cuando frente a él una figura desconocida surgió de las sobras con un aura sombría rodeándole. Materializándose en un hombre no muy por encima de los 20 años.

Portaba extrañas ropas de cuero, con finas cadenas colgando de todos lados y algunas plumas por aquí y por allá. Todo en su mayor parte de color negro, mismo que perfilaba sus labios. Mientras que el castaño oscuro teñía su cabello, haciendo perfecto contraste con el casi irreal color blanquecino de su piel. Se veía tan extraño que cualquiera le confundiría con un ente malvado fácilmente.

- Hola pequeño –dijo con una voz profunda y susurrante- ¿Qué es lo que haces tan tarde en un lugar como este?

El menor bajó los objetos que llevaba encima y los dejó aún lado en el suelo, volvió a centrar la mirada en quien le hablaba y descubrió que no se trataba de un demonio, o al menos no lo parecía. Era un hombre como cualquier otro, sólo que con una apariencia extraña, acompañado de una rara forma teatral de hablar y moverse.

- ¿Qué es lo que quiere? –preguntó cortante Takanori, molesto por notar que se retrasaría más por culpa de aquel sujeto que le impedía el paso.

El hombre frunció el ceño ante el agresivo tono del menor y cruzó los brazos. En todos sus años de mago (porque eso es lo que él era en realidad) había vivido cientos de experiencias, siendo temido o admirado por las personas comunes. A veces con un par de variantes de lo mismo, pero nunca en todo ese tiempo, alguien le había hablado de esa manera. Pobre mocoso insolente, pensó, nadie le hablaba al gran Gackt de esa manera y seguía feliz por la vida.

- Yo te hice una pregunta primero –alegó con tono de superioridad.

- Usted quiere robarme ¿verdad? –externó el menor mirando con desdén al otro y señalándolo. Atando los cabos con la leyenda que corría por el pueblo, ese hombre raro debía ser quien se robaba a los infantes.

- ¿Pero qué te hace pensar eso? –El mago aparentó sorpresa. Sabiendo que el niño estaba en lo correcto. No había nada mejor que llevarse un par de niños a casa para suplir sus suministros de ingredientes, para sus no tan legales pociones de rejuvenecimiento.

- Si no porqué otra razón estaría acosando a un adorable niño en el solitario bosque –argumentó el infante con una sonrisa burlona- Hay que ser estúpido para creer que nadie lo adivinaría.

Las palabras del pelinegro menor fueron como puñaladas en el ego del más alto, que terminó por enfurecerse y a su vez de trazar el plan perfecto para doblegar al más pequeño.  Sólo debía conseguir su nombre y con un fácil hechizo podría hacer con el más joven lo que se le antojara. Desde volverlo su esclavo día y noche,  hasta hacer que el menor muriera ahí mismo.

Matsumoto, en cambio, aún lo veía decidido desde su lugar, no pensaba flanquear y mucho menos después de ver que el supuesto demonio que asechaba la aldea era un sujeto como aquel, sin chiste y engreído.

- Lamento decirle –Comenzó el más joven- Pero no tengo intención de irme con usted. Ahora, no quiero ser grosero, pero si no tiene nada más que decir, quítese de ahí que me está estorbando y tengo que llegar a casa…

- No pequeño, te equivocas –Mintió el castaño de más edad fingiéndose dolido y haciendo todo lo posible por contener las ganas de gritarle- Yo no tengo intención de hacerte daño. Solo que te vi andar sin compañía por este oscuro sendero y no quise abandonarte a tu suerte. ¡Es más! Me presento, mi nombre es Gackt ¿Y el tuyo?

 - ¿Y por qué debería confiar en un sujeto  como usted? –Cuestionó con hostilidad el niño.

- Porque quiero ayudarte.

- Podría ayudarme quitándose del camino –El niño trató de salirse por la tangente recordando que su madre siempre le decía que debía tratar su nombre como algo preciado y no decírselo a los desconocidos.

-Que gracioso eres –Soltó el castaño cargado de sarcasmo pero sin hacer desaparecer su sonrisa. Caminó el tramo que le faltaba para llegar junto al menor y posó una de sus manos sobre su cabeza, rozando con sus bien cuidadas y largas uñas el cabello de Takanori. Disimulando con esta caricia el que tomara un par de cabellos sueltos del otro.

- ¡No me toque! –el pelinegro le apartó de un manotazo y estaba a punto de decirle algo hiriente al hombre cuando una voz se alzó sobre la de ambos.

- ¡Takanori! –gritó una mujer que se acercaba corriendo hasta su hijo, totalmente aterrada de verle con ese sujeto.

Una corriente helada recorrió la espalda de Takanori y la valentía e insolencia que presumía hasta ahora se esfumaron al momento en que se vio rodeado por los brazos de su madre y divisó como la sonrisa en los labios de Gackt se curvaba aún más, de manera macabra.

El castaño había obtenido justo lo que quería y ahora lo tenía a su merced.

- Creo que me divertiré un rato contigo “Takanori”  –habló éste con la cruel satisfacción marcada en cada una de sus palabras.

- ¡No se atreva a tocar a mi hijo, degenerado! –Exigió la madre,  que ignorante, había entregado a su hijo en bandeja de plata.

- Mi señora –Gackt contuvo la risilla burlona que luchaba por aflorar de su boca- No creo que usted sea la más adecuada para decirme tal cosa… -La mujer se silenció de inmediato al caer en la cuenta de que debió haber hecho algo verdaderamente malo si ese hombre le decía eso.

El de negro volvió a dar un paso más, acercándose de nuevo y comenzó a analizarlos con la mirada. Dando vueltas a su alrededor, al mismo tiempo que en sus manos mezclaba el cabello del menor con un par de ingredientes, que sacó del interior de la capa que llevaba puesta, y susurraba algunas palabras inentendibles, quizá en algún idioma extranjero, con sus labios muy cercanos a la mezcla. Finalmente se detuvo frente a ambos y sopló sobre ellos lo que parecía un polvo que bajo la luz de la luna lanzaba unos cuantos destellos.

Ambos, madre e hijo, se quedaron paralizados, expectantes y temerosos a lo que fuera ocurrir. Pero nada. Pasaron los segundos y nada cambiaba. Por otro lado, lo único que sí sucedió, fue que al momento en que ambos levantaron la vista hacia el frente, el extraño hombre había desaparecido.

Transcurrieron otro par de minutos antes de que la mujer y su hijo pudieran salir del estupor y comenzaran a moverse, encaminándose a su hogar. Queriendo salir de ese bosque lo antes posible.

- ¿Estás bien, mi niño? –preguntó a su hijo la de mayor edad pasando sus dedos por el cabello del menor con dulzura.

- Si –Este asintió al compás de sus palabras, sin poder creer que las casas se acabaran así. Algo debía haber detrás de todo eso.

- Eres un buen niño, Takanori –decía su madre cambiando su tono por uno un poco menos alegre al que usaba siempre y sin detener el movimiento de sus dedos- Mi lindo Takanori. Mamá no habría sabido que hacer sin su Taka-chan. Nadie debe atreverse a tocar a mi lindo Takanori, absolutamente nadie o no podría soportarlo…

- ¿Mamá? –El pequeño giró su rostro con temor al escuchar las palabras de su madre y ver como su tono se iba transformando en uno mucho más sombrío.

-Lo siento Taka-chan –La mujer bajó su mano del cabello de su hijo hasta posarse en la nuca del menor y después en la parte posterior de su cuello- es por tu bien -Los ojos de su madre le veían con ternura y amor, como si lo que estos expresaran correspondiera con lo que hacía- Mamá te ama y por eso se encargará de que nadie pueda dañarte de nuevo…

Después de eso sólo lograba recordar cómo se le cortó la respiración por los dedos de su propia madre, que apresaba su cuello con fuerza, y sus intentos por pedir ayuda a gritos que sólo salían similares a los ahogados chillidos de un animal moribundo. Cómo es que dejó de sentir los latidos de su corazón y sus pulmones dejaron de hacer subir y bajar en su pecho. Pero a pesar de que su cuerpo moría, las sensaciones no cesaban y sus ojos no dejaban de captar cómo el rostro de su madre se contorsionaba por la locura y el dolor luego de ver que ella misma había matado a su hijo. Sus gritos de horror alejándose y de nuevo el silencio.

Silencio que duró, al igual que la dolencia en su cuello y ardor de sus entrañas, hasta que el amanecer llegó y la mente no le dio para más, trayendo consigo la piadosa inconsciencia.

Cuando sus ojos se abrieron nuevamente,  milagrosamente su cuerpo ya se podía mover de nuevo. Se incorporó torpemente apoyándose en una de sus manos y sobando con la otra la zona enrojecida de su cuello.  Levantó la mirada luchando contra el vértigo que le rogaba mantenerse en su lugar y lo primero que encontró fue a su madre colgando del cuello en uno de los árboles más cercanos y con un mensaje inscrito en el suelo a sus pies, con una pulcra caligrafía que no correspondía a la de su progenitora y él adivinó como la del hombre que le había obligado a vivir ese horror.

Por siempre, te amarán con locura hasta la muerte.

Después de eso fueron sus gritos de desesperación los que inundaron el bosque, antes de que saliera lloriqueando por el sendero que llevaba hasta el pueblo. Donde una y otra vez cada que alguien trataba de ayudarle, la historia se repetía en un ciclo interminable. Desenlazando en su asesinato y la muerte de quien le cogía aunque sea un poco de cariño.

Al menos hasta que nadie más se atrevió a sentir aunque sea un poco de lastima por él y tuvo que crecer vagando de un lugar a otro por todo el país, sucediendo exactamente lo mismo que en su pueblo natal. Año tras año, ciudad tras ciudad. El amor siempre iba cambiando de tinte hasta tornarse en obsesión, esta trasmutaba en locura y todo finalizaba con la muerte.

Orillándolo de esta manera a crecer casi en completo aislamiento, pocas eran las veces en la que cruzaba más de dos palabras con alguien y siempre se mostraba gélidas ante los demás. Y también trataba de pasar el menor tiempo posible fuera de casa.

Pero la vida no estaba tan empecinada en ser cruel con el joven, así que un día en las provisiones del refrigerador se terminaron y se vio obligado a salir de su lamentable y llano refugio, un leve rayo de esperanza le iluminó.

Justamente caminaba como alma en pena por la cuidad cuando un par de ojos, escondidos tras unas  llamativas gafas de sol, se posaron sobre él. Atraídos por el aura que le rodeaba. Y su portador decidió seguirle.

Sin importar si el joven “espía” aún no era del todo bueno con la magia, podía distinguir a la perfección la maldición tan pesada que seguía al rubio de la otra acera. Cualquiera con un poco de sentido mágico lo haría. Curioso, se acercó unos pasos más para no perderle de vista y entró detrás de él al supermercado. Caminando casi a la par en los pasillos, esperando a llegar a un pasillo donde no hubiera nadie más que ellos dos. Entonces esa fue su oportunidad. Se acercó hasta el cabizbajo rubio y le tocó el hombro para llamar su atención.

- Parece como si una nube negra te siguiera por donde quiera que fueras –le dijo segundos antes de que Ruki se diera la vuelta rápidamente, alerta.

- ¿Tú quién eres? –Cuestionó analizando al sujeto que brillaba, literalmente, de la cabeza a los pies. Su ropa gritaba ser de marcas caras y muchas de las prendas que llevaba resplandecían ya sea por los colores brillantes, rosas en su mayoría, o por las lentejuelas que les llenaban.

- Hola soy Tetsuya Ogawa, pero puedes decirme Tetsu –Saludó este con un tono alegre- Soy sólo  un mago recién graduado y quiero ayudarte con tu maldición -Fue directo al punto.

Sin embargo, la sola apariencia del extraño bastó para que Takanori desconfiara de él. Después de todo, la primera vez que entabló conversación con un extravagante desconocido que poseía habilidades sobrenaturales, éste terminó maldiciéndole por el resto de su vida.

- No gracias –Habló con cautela y le volvió a dar la espalda.

Ignorando al otro continuó viendo los objetos en la repisa, como si de verdad necesitara algo de esa sección, pero sin dejar de estar al pendiente de la presencia de Tetsu con tal de saber si ya se había ido. Aunque, contrariamente, éste se recargó en un poste al lado de la estantería y se quedó observando a Takanori con una fuerte mirada decidida. Buscando que se volviera a dar la vuelta.

- Sé que me necesitas –Le dijo sonando mucho más serio que antes.

Ruki prefirió no responder nada, aunque tenía razón. No podía vivir eternamente encerrado en su departamento, tenía que detener esa magia ahora mismo. Necesitaba ayuda.

Caminó fuera del pasillo y se dirigió a la caja registradora, planteándose seriamente la idea de confiar en el chico de colores. Sintiendo a su espalda los pasos de éste siguiéndolo de cerca. Continuando así hasta que salieron de la tienda de víveres y Takanori soltó un suspiro antes de volverse hacia el castaño con resignación.

- Está bien –aceptó- Ayúdame.

- Muy bien –Tetsu celebró infantilmente con un saltito de alegría- Antes de eso –Ambos reanudaron el paso por sugerencia del castaño- Necesito que me digas qué fue exactamente lo que pasó…

Anduvieron paseando por las calles mientras el rubio le contaba todo a Tetsu, que de vez en cuando le pedía que detallara algún momento o hacía alguna pregunta. Finalmente, justo cuando estaban frente al edificio de departamentos donde vivía el más bajito, Ruki terminó de relatar su historia y contempló expectante al mago. Esperando su veredicto.

Éste se veía sumamente pensativo, sin embargo cuando habló lo hizo con una sonrisa.

- Creo que sé exactamente lo que hay que hacer. Solo existe una cosa en el mundo lo suficientemente fuerte como para romper una maldición como la tuya–le dijo moviendo sus manos dramáticamente y haciéndole un gesto con ellas para que se acercara.

El rubio dudoso, se acercó y colocó su oreja al alcance de los labios de Tetsu. Interesado por lo que le pudiera decir.

- Amor.

Takanori se separó de él de inmediato con el ceño fruncido. Ése tipo tenía que estar bromeando, pensó. Sin embargo, el  otro le veía con tal seriedad que le fue imposible no creer en sus siguientes palabras.

- El amor es la magia más fuerte que existe en el mundo –recitó- así que con el amor verdadero bastará para romper tu maldición.

- ¿Y qué es lo que debo hacer?

- Justamente de eso se trata –explicó Tetsuya  sumamente emocionado- Debes hallar la respuesta en el fondo de tu corazón. Comenzar a dejar fluir las emociones hasta que estas desborden de tu pecho. Amar y dejarte ser amado.

- ¿Sólo así? –Takanori no podía creer que fuera tan sencillo. Más aun teniendo en cuenta que justo aquello parecía ser lo que desataba la maldición.

- Sí, pero sólo funcionará si el amor que sientes por esa persona es puro y real –terminó de advertir el castaño.

Ruki suspiró. Para hacer lo que el mago de colores le pedía era casi necesario un acercamiento directo con las personas y eso siempre resultaría peligroso.

- ¿Y si no funciona?

- No puede fallar, te lo aseguro –dijo Tetsuya completamente convencido de que decía la verdad. Fue hasta dónde el rubio y puso su mano en el hombro de Ruki- Me gustaría poder darte mejor consejo que ese pero no lo hay.  Déjalo todo en mis manos,  yo trataré de encontrar al hombre que te puso la maldición para obligarlo a que la retire por completo, sólo por si acaso. Sin embargo, el verdadero trabajo queda en tus manos.

- No te preocupes –Ruki sonrió agradecido- Has hecho más que cualquiera para ayudarme y al menos ahora ya sé por dónde comenzar.

- Igualmente puedes llamarme cuando lo necesites.

Tetsu le tendió una tarjeta de un fuerte color rosado y con unas brillantes letras y números encima.

- Gracias –dijo Ruki.

Se despidieron con un gesto de mano y Tetsuya desapareció mientras Ruki sólo lo observaba esfumarse. En su mente la pequeña luz de la esperanza se había encendido y eso le bastaba para sentirse un poco en paz.

Pero los días siguieron pasando sin ningún cambio y las palabras de aquel mago alegre se fueron borrando de su memoria, pareciendo más una ilusión creada por su mente con tal de aferrase a la idea de que existía una mínima posibilidad de escapar a toda esa locura. Pero Takanori no quería desistir. “Sólo debo encontrar a la persona adecuada”, se repetía una y otra vez.

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

¿Qué había fallado esta vez? se preguntó.

Desde el momento en que conoció al que ese mismo día se había convertido en su agresor, había creído hallar a la persona adecuada. Aquel que lo sacaría de ese círculo vicioso en el que se vio envuelto a capricho de un mago quisquilloso a quien se negó a complacer y faltó al respeto.  Pero el destino es caprichoso y le obligó a vivir una vez más el ser asesinado a manos del ser amado.

¿Cuántos años habían pasado ya de la primera vez? Si tan sólo hubiera dejado que ese mago ridículo se lo llevara consigo o si hubiera cerrado la boca, seguramente ahora tampoco estaría viviendo un desenlace feliz, pero en definitiva sería mejor que estar descuartizado en el cuarto de un viejo hotel. Esperando, literalmente, volver a la “vida”.

 Sin haberse dado cuenta de cuando alguien entró en la habitación, Takanori comenzó a escuchar pasos por la misma que se dirigían hacia él.

- ¡Qué mal te han dejado esta vez! –exclamó una voz con repulsión, y Ruki reconoció de quién provenía sin tener que ver el rostro del sujeto. A pesar de no haberlo escuchado en años. Sintiendo luego cómo retiraban el cuchillo de su pecho, que caía unos segundos después con un ruido sordo a su lado, y las heridas se iban cerrando una por una, pero sin dejar de doler.

Se sentó lentamente sobre el suelo una vez que recuperó sus brazos y éstos recobraron la movilidad. Frotó sus cansados ojos  y dijo:

-Supuse que algún día volverías a aparecerte frente a mí para ver que tan miserable hiciste mi vida, pero no esperaba que fuera ahora  -La comisura de sus labios se curvó con amargura.

- Hola Taka-chan –saludó Gackt divertido al parecer desde uno de los sillones que amueblaban la habitación.

- ¿Qué es lo que quieres? –espetó el ahora rubio con molestia. Levantándose del suelo y haciendo estiramientos con su adolorido cuerpo. Yendo hacia dónde se suponía que estaba la puerta del baño con la intención de darse una ducha y eliminar toda la sangre, seca y aún fresca, de su piel.

- Yo que tú no entraría en ese lugar si no quieres encontrarte con tu amorcito en la tina –Advirtió  el castaño cruzando sus brazos y piernas con elegancia.

Takanori se dio la vuelta y suspiró con pesadez enfrentando a Gackt. Pero al verlo de nuevo, casi no lo reconoce. Ahora el hombre vestía como una persona cualquiera, nada de plumas ni cosas extravagantes, su cabello seguía siendo castaño pero de una tonalidad más clara y los labios ahora presumían su color natural. Aparentando exactamente la misma edad que cuando lo conoció.

- ¿Qué te pasó? –escupió extrañado de verlo tan… normal. Casi no podía creer que ese hombre fuera el mismo que lo condenó en su infancia.

- Nada, los años pasan –explicó.

- ¿Y qué haces aquí? –Siguió el rubio, bastándose con esa respuesta. Sabiendo bien que era muy frecuente ver a las personas cambiando su imagen continuamente. Inclusive él mismo, siempre que un ciclo volvía a comenzar, prefería cambiar su imagen para evitarse problemas innecesarios y ahora se veía totalmente diferente a hace tan sólo un mes. Así que no quiso darle más importancia a la apariencia del mayor- Aún no me has dicho qué quieres –le hizo ver.

Una sonrisa misteriosa surcó el rostro de Gackt.

- Vine a decirte que esta será tu última oportunidad de redimirte.

- ¿Última oportunidad? ¿Redimirme? –Soltó Takanori anonado por lo que escuchaba- ¿Y qué se supone que debería hacer? ¿Besar tus pies y decirte que lo siento mucho?  -Se cruzó de brazos también- No pienso alabar al loco que me arruinó la vida.

- Pues lo que hagas será tu problema –informó  sin alterar su gesto ni un poco- Yo sólo cumplo con decirte que esta es la última vez que “regresas” después de un incidente como el de hoy. Lo que intentes tú para evitarlo ya es cosa tuya.

- ¿Y si te mato ahora mismo? –Amenazó con sorna conteniendo el temblor de sus manos provocado por la furia contenida- ¿Eso acabaría con mi problema?

- No –habló el mayor con seriedad- Una maldición como ésta es independiente del mago que la lanzó. Así que, aunque muera, seguirá adelante.

- ¿Y por qué hasta ahora? ¿Por qué no antes, o después? –el rubio necesitaba una explicación de porqué aquello tan repentino.

- Porque ahora te has vuelto aburrido –respondió Gackt desdeñoso- Parece que ya no te importara ser asesinado por alguien que amas y no pienso perder más tiempo en ti. Ya me divertí lo suficiente contigo, así que adiós.

Un chasquido de sus dedos y el castaño se hubo esfumado, sin darle oportunidad al otro de reaccionar.

Takanori apretó sus dientes con fuerza conteniendo la oleada de cólera que le subía por el cuerpo y respiró varias veces para poder calmarse. ¿Cómo alguien podía ser tan cínico? Se preguntó internamente y volvió a reanudar su intento por entrar a ducharse. Era tal su enojo, que ya no le importaba lo que fuera a encontrarse dentro.

Y una vez abierta la puerta, llegó a su nariz el penetrante olor de la sangre. Ya que hundido en la tina estaba el cuerpo sin vida de un lindo joven, con suaves facciones y cabello de un color castaño tan claro que llegaba casi a ser rubio. Uruha, su anterior pareja, se vislumbraba rodeado por la mezcla que hacía el agua en la tina y su sangre, que seguramente emanaba de alguna herida provocada por sí mismo.

Takanori volteó el rostro hacia otro lugar con una expresión de dolor en el rostro, acompañado de un atisbo de asco.

Caminó hasta el lavabo y limpió todo rastro del líquido rojo de su piel y ropa como pudo. Saliendo apurado del baño, sin atreverse a dirigir otra mirada a la tina de baño, y luego del cuarto de hotel. No podía permanecer más tiempo en ese lugar o se vería como sospechoso ante la policía. Además, la imagen del hermoso castaño rodeado en el mar de su propia sangre le comenzaba a dar náuseas.

 

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Luego de lo sucedido, había corrido hasta su departamento a empacar todo lo que necesitaba y salió a la estación de tren a comprar el boleto con destino a su próximo hogar: Tokio. Cuidad que escogió por la enajenación en la que solían vivir las personas. Nada mejor como una ciudad grande para evitar el acercamiento con los demás.

No le resultó muy difícil encontrar un departamento en dónde instalarse, lo que si le resultaba un poco imposible fue el hallar un trabajo donde aceptaran su personalidad cortante y mal humor. Finalmente fue en un pequeño café, algo apartado de la civilización, donde al fin alguien decidió darle una oportunidad a pesar de la mala aura que le rodeaba.

- Hola Ruki-san –le había recibido en su primer día el que sería su compañero para atender las mesas, con una cálida sonrisa- Soy Uke Yutaka, encantado.

Takanori levantó la mirada con indiferencia y dispuesto a cortar con la amabilidad del otro mandándole al demonio y así evitarse un par de problemas. Pero al contrario de lo que planeó, en el instante en que su vista se cruzó con los cálidos ojos marrones del otro, la idea desapareció en su mente. Se sintió flotar en una nube al perderse en su sonrisa. Totalmente embobado. Al menos hasta que el castaño comenzó a darse cuenta y le observó con extrañeza, curvando una de sus cejas.

- Hola –correspondió el saludo Takanori, saliendo del trance - Me llamo Ruki, el placer es mío.

Después de aquel saludo, se reprendió mentalmente y se retiró a hacer su trabajo.

De eso ya habían pasado un par de meses y por ahora llevaba bien las cosas. Había hecho todo lo posible para mantenerse al margen. Ignoró por completo todo signo de enamoramiento que despertara en su interior o que se le hiciera evidente de parte de otros.  

Al menos hasta ese día, que se encontraba limpiando las mesas y acomodando las sillas para poder cerrar. Su compañero le ayudaba desde el otro lado del establecimiento para así acabar más rápido e irse a casa. Pero de todo el tiempo que llevaba en su tarea, el rubio no había dejado de sentir la mirada del otro clavándose en él a ratos y eso mismo comenzó a formar un cúmulo de nervios en su interior ¿Sería que estaba volviendo a pasar?

- ¿Necesitas algo? –le preguntó de mala manera al castaño, logrando intimidarlo más no amedrentarlo.

- Me preguntaba si no nos conocíamos de antes –El castaño externó su duda analizando a Ruki con su mirada.

- No lo creo –Ruki se alejó unos pasos de Yutaka, disimuladamente.

- Seguramente fue un error mío –Aseguró Uke bastante apenado y Takanori casi pudo jurar escuchar el latido desbocado de su corazón- Pero es que él es una persona muy importante para mí y llevo tantos años tratando de encontrarle que el que tú te parecieras tanto a él me hizo creer que al fin…

El comentario de su compañero logró remover una espinita de reconocimiento en su conciencia, pero eso no podría ser posible ¿O sí? Sin querer averiguar la respuesta Takanori cortó aquella conversación con uno de sus comentarios hostiles, se apresuró a terminar su trabajo y salió del local apurado. Sin despedirse de nadie y sin la intención de volver a regresar.

Llegó hasta su departamento y se encerró en él lo que restaba de ese día y el siguiente. El trabajo le había dejado lo suficiente para establecerse y Tokio era una ciudad inmensa, así que no hacía falta mudarse, sólo debía renunciar y encontrar otro empleo.

El de baja estatura no tenía intención de pasar demasiado tiempo frecuentando las mismas personas como para que alguien se encariñara con él. Aunque siendo sincero, él sí que había logrado prendarse del otro mesero en el poco tiempo que llevaba laborando en el establecimiento de comida,  y lo poco que había ido descubriendo de él no hacía más que llenarle de curiosidad.  Fue ese creciente interés por el castaño lo que lo llevó a decir abandonar su empleo aquella tarde.

El sólo hecho de ver que entre él y su compañero de trabajo estaba naciendo un sentimiento que podía ser correspondido, lograba hacer que su corazón brincara de felicidad como pocas veces hacía y al mismo tiempo le daba ganas de golpearse contra la pared una y otra vez, recordando que ese tipo de cosas era lo que debía evitar a toda costa.

Alejarse de todo aquello que le representara una amenaza o para lo que él mismo representara una amenaza.  Ese era el plan de Takanori: Si nadie lo amaba y él no amaba a nadie, entonces nadie moriría. Al demonio toda esperanza de romper la maldición, ya no podía ponerse a jugar a los enamorados. Mucho menos después de lo sucedido en el local, ¿Y si Yutaka era en realidad su Yu-kun? Eso, por las palabras que había dicho el castaño, significaba que seguía buscándole después de tantos años, en los que rompió su promesa de regresar a  verle. De ser así, significaba que el lazo que los unía no había logrado romperse con los años, y por tanto, Takanori debía encargarse de romperlo ahora que podía.

Se encontraba tumbado en el sillón de la sala, ocupado mirando el techo de su habitación con la mente perdida en las posibilidades que tenía para los días venideros, cuando los fuertes golpes en la puerta le distrajeron de sus pensamientos y le regresaron a la realidad.

- ¡Ya voy!  -avisó alzando la voz para que se lograra oír del otro lado y se levantó de un brinco, yendo hasta la puerta con la intensión de deshacerse de su visitante. Pero se quedó como piedra viendo a la persona que estaba al otro lado.

Un joven castaño que llevaba un par de bolsas del supermercado le sonreía de forma deslumbrante, marcando los hoyuelos en sus  mejillas.

- Hola Ruki –le saludó, llamándole por el nombre que había adoptado al llegar a Tokio- Hoy faltaste al trabajo, así que vine a ver si todo iba bien… ¿Puedo pasar?

Se trataba de su compañero de trabajo, Uke Yutaka. El muchacho alegre, aficionado a la cocina, que en su tiempo libre disfrutaba de tocar la batería y contagiaba a cualquiera con quien se cruzara con su brillante sonrisa. Justamente la persona que estaba tratando de evitar.

- Claro Yutaka, adelante –Takanori se hizo a un lado para que el castaño entrara a su departamento.

- Toma –Le tendió las cosas que llevaba al otro- Lo tarje para ti.

- Gracias –el más bajito las aceptó y cerró la puerta tras Yutaka.

Cuando ambos estuvieron dentro, Yutaka esperó a que Takanori dejara las cosas en la cocina y, cuando estuvo de regreso a su lado, lo siguió hasta la pequeña sala. Sentándose en el lugar que el rubio le indicó y quedando éste en el sofá de enfrente.

- ¿Está todo bien? –La sonrisa del castaño se esfumó un breve instante- En el trabajo todos estaban algo preocupados de que no aparecieras en todo el día…

- Para serte sincero –comenzó a hablar Takanori, encontrando la excusa perfecta para su ausencia de ese día- No me sentía del todo bien esta mañana, pero ahora estoy mejor. Sólo era un resfrío pasajero…

- ¿Está seguro? –le miró preocupado- Porque si no es así, yo podría preparar algo para ti…

- No, no es necesario, pero gracias de todos modos… -Sin quererlo sonrió sutilmente. Yutaka se preocupaba por él y eso era algo que muy en el fondo le llenaba de calor el pecho- ¿Por qué no me cuentas mejor cómo les ha ido sin mí?

Una plática llevó a otra y sin darse cuenta las horas fueron pasando. Realmente el tema no importaba mucho. Llegaron a descubrir en una sola tarde lo mucho o poco que tenían en común y también lo bien que se sentían en la compañía del otro.  Sólo hasta llegar al tiempo en que ambos quedaron en silencio, no por no tener nada más que agregar, si no porque el habiente se sentía tan cómodo que la ausencia de ruido no se sentía pesada de ninguna manera.

El momento pareció congelarse por unos segundos en los que no hicieron más que contemplarse. Compartiendo miradas que transmitían a gritos la emoción y deseo compartido por acortar los centímetros que los separaban. Siendo Yutaka finalmente quien tomara la iniciativa y uniera los labios de Ruki con los suyos en un beso.

- Ruki…Tú me gustas –soltó el castaño en un susurro poco audible, que a pesar de eso fue perfectamente percibido por los oídos de Takanori, quien sintió a su corazón dando un vuelco en su pecho.

Miles de recuerdos de otros tantos pronunciando esas palabras llegaron a su mente en un solo disparo, llenando su pecho con emociones encontradas. Por un lado estaba la enorme felicidad de sentirse correspondido y por otro la desolación de saber el desenlace que traería ese sentimiento.

Finalmente, Takanori separó al castaño de él e interpuso distancia suficiente. Apartó de su mente toda la felicidad que sentía y cambió sus facciones hasta conseguir endurecer su gesto.

- ¿De qué estás hablando? –Escupió Ruki apretando sus puños dolido por lo que estaba a punto de decir- ¿Amor? ¿Entre dos hombres? –Fingió una sonrisa cruel- ¡Eso es realmente asqueroso!

En el mismo segundo en que sus palabras fueron dichas, el rostro de Kai se contrajo en una mueca de dolor y perplejidad.

- Será mejor que te vayas ahora mismo y te saques esa idea tan absurda de la cabeza –Se dio la vuelta sin poder seguir haciéndole frente, y le hizo un gesto de desdén con la mano para que se marchara de una vez por todas.

- Pero… Ruki… -La voz de Uke sonaba hecha un hilo.

- ¡Lárgate de una vez! –le gritó Ruki sintiendo como el nudo en su garganta se volvía más apretado y le comenzaba a dejar sin habla. Mucho más después de escuchar el sollozo ahogado que profirió el castaño antes de darse la vuelta e irse.

La puerta de la entrada se cerró con un ruido sordo y Takanori se desplomó en el suelo, sollozando en silencio. ¿Por qué demonios eso le tenía que pasar a él? Si no fuera por el miedo que le inundaba al pensar que Yutaka podría llegar a terminar como todas sus parejas anteriores, habría podido ser sincero con él y decirle cuanto lo quería. Pero el simple hecho de imaginar a Kai en una escena de desenlace horroroso, como las muchas otras que se había visto obligado a presenciar a lo largo de su vida, era algo que no se podía permitir.

La pureza de esa sonrisa que el castaño regalaba no podía ser manchada con el amor retorcido que todos terminaban sintiendo por Takanori. No pensaba permitir que la dulce esencia del otro se viera afectada por la maldición que recaía en él, no si había manera de evitarlo. Así le doliera en el alma.

 

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Los días pasaban y Ruki se negaba a salir de su departamento. Ahora más que nunca se sentía convencido que el aislamiento era la única manera de subsistencia para  él. Pero por más que su voluntad de protección trató de mantenerse firme, una parte de él seguía torturándose una y otra vez con la imagen de Uke antes de abandonar su casa y las palabras que le había dedicado antes de eso.

“Tú me gustas” resonaban en su mente sin cesar, recriminándole lo cobarde que era.

Así que con tal de olvidar el asunto y dejar de sentirse tentado a ir donde el castaño a profesar que su sentir era mutuo, Takanori tomó uno de los libros de un estante al azar y lo ojeó. Pero su intención de distraerse con la lectura se vio mermada al asomarse entre las páginas una pequeña tarjeta rosada con un número telefónico y un nombre en ella.  Recordó su encuentro con el otro mago y el consejo que éste le había dado. No podía seguir huyendo, le dijo la parte más remota de su consciencia, y por una vez en su vida Takanori estuvo de acuerdo en eso. Rogando por que las palabras que Tetsuya alguna vez le dijo fueran ciertas y que la fuerza de lo que sentía por Kai fuera suficiente al menos para proteger al castaño.

 

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Al día siguiente Takanori se había levantado con mayor entusiasmo que nunca. Desayunó con una sonrisa y se alistó para retomar su lugar en el trabajo. Aunque ahora no con la intención de seguir ganándose la vida como única motivación, sino con el deseo de ver a su compañero de trabajo. Quizá teniéndolo enfrente se le ocurría una buena manera para probar que el amor que sentía por él era verdadero. Pero antes que nada, le debía una disculpa por todo lo que se había visto orillado a decirle.

Ruki entró al establecimiento desbordando buen humor, pero al entrar cayó en la cuenta de que el lugar se hallaba casi completamente vacío, con la excepción del muchacho que hacía de repartidor y la gente de la cocina.

- Akira –llamó Takanori al joven que esperaba sentado en un lugar de la barra en espera de que entrara algún pedido a domicilio.

- Hola Ruki –le saludó este sorprendido de verle y le dio una brusca palmada en la espalda- Creí que el jefe se había quedado sin meseros –bromeó.

- ¿Por qué dices eso? –Ruki trató de sonreír a pesar de que su entusiasmo se había esfumado de golpe.

- Bueno, es que ni tú ni Uke se han aparecido por aquí hace tiempo…

- Creí que era el único.

- Pues no –comentó Akira acomodándose mejor en su asiento- Yutaka pasó algunos días después de que te fueras comportándose extraño y hace como dos días que no se aparece ni para decirnos hola.

- ¿Qué quieres decir con “comportándose extraño”?

- No lo sé, decía cosas sobre un viejo amigo y lloraba de vez en cuando. Ya no parecía el mismo de ninguna manera.

Identificar a la perfección ese patrón de comportamiento fue lo que logró encender todas las alarmas internas del más bajito.

- Ne, Akira –indagó el rubio con cierta urgencia- ¿Tú sabes dónde vive Yutaka?

La extrañeza en la mirada del más alto se acentuó. Más que nada por el hecho de que Ruki jamás había mostrado ningún interés hacia nadie.

- Si –dijo- ¿Pero para qué quieres saberlo?

- Sólo quiero hacerle una visita, tengo un par de cosas que hablar con él –apuró.

Akira suspiró cansino, sin intención de indagar más de la cuenta en la vida de su compañero de trabajo, realmente odiaba meterse en asuntos ajenos, así que prefirió ignorar el presentimiento que le decía que algo extraño sucedía con esos dos y se volvió hacia la barra. Tomando una servilleta cercana y sacando una pluma de su bolsillo, escribió la dirección que el rubio le pedía y le tendió el pedazo de papel.

- Toma.

- Gracias –Ruki lo tomó, casi arrebatándoselo y se dio la vuelta caminando deprisa hacia la puerta, sin mirar si quiera a Akira para despedirse.

- ¡Nos vemos! –gritó antes de cruzar el umbral del restaurant.

Ya estando afuera miró la servilleta una vez más, sintiendo la opresión en su pecho haciéndose cada vez más grande. Tenía que llegar a tiempo “¡Dios, que llegue a tiempo!” Se decía una y otra vez internamente.

Cruzó la calle corriendo, sin fijarse siquiera en el peligro de los autos que pasaban a toda velocidad y se vieron obligados a frenar su camino, gritándole improperios por su imprudencia. Llegó hasta un taxi que se había parado en la otra acera para que un pasajero bajara y se subió a este en cuanto estuvo disponible.

- Buenas tardes señor –saludo amable el conductor.

- Lléveme a éste lugar lo más rápido que pueda–le dijo Ruki mostrándole la dirección.

El conductor arrancó el motor del vehículo a la mayor velocidad permitida y aún así a Ruki le parecía que no avanzaban tan rápido como quería, aunque una mínima parte de sí mismo pugnaba porque no llegara a tiempo y así evitar estar presente en la posible tragedia que se avecinaba. Frenándose principalmente por el miedo que le helaba las venas y le obligaba a dar golpecitos con la punta de su pie en el suelo del taxi como signo de nerviosismo.

 

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Llegó a su destino, y sin haber pagado al taxista, salió corriendo hacia la entrada. Subiendo las escaleras a igual o mayor velocidad, e inspeccionando los números de las puertas con la mirada. Verificándolos a su vez con el que venía en el papel sostenido en su mano.

Encontró al fin la puerta que correspondía a la vivienda de Yutaka y tocó la puerta con cierta agresividad, teniendo en mente la latente posibilidad de que nadie le abriría. Y así fue, la puerta siguió fijada a su marco de la misma manera por varios minutos, hasta que la impaciencia del rubio no dio para más espera y, alejándose unos metros para tomar velocidad, la abrió con una fuerte patada. Lastimándose en el proceso.

Sin tomar atención de las leves punzadas de dolor que acudían a su pierna, Takanori entró en el departamento con sigilo, buscando cualquier señal que le diera rastro de vida.

Justo en el cuarto principal, que se veía casi en su totalidad cubierto de penumbras, pues todas las fuentes de luz estaban selladas, en una esquina se encontraba el castaño que tanto había ocupado su mente en esos días. Sentado sobre el suelo, abrazando sus piernas y con la mirada perdida en una fina cuchilla que brillaba con la poca luz que entraba, sobre la alfombra.

Por siempre, te amarán con locura hasta la muerte.

Las palabras resonaron en la mente de Takanori y su corazón se sintió oprimido al saberse causante de la imagen que tenía frente a sí.

- Yutaka… -sus labios soltaron el nombre del castaño en un susurro casi inaudible. Acercándose con una lentitud calculadora.

Sin embargo, esto bastó para llamar la atención del otro, que levantó su rostro para ver al causante de sacarlo de su enajenación. Y al instante en que se topó con la mirada de Ruki, los ojos del castaño se abrieron de par en par con horror por contemplarle ahí, a su lado.

- ¡Aléjate de mí! –Le gritó con desesperación arrojado lejos al rubio cuando este logró ponerle una mano encima- No te me acerques, por favor –pedía Uke hecho un ovillo.

- Tranquilo… -susurró Ruki con voz conciliadora reincorporándose para seguir con su intento de acercarse.

Pero el otro sólo negaba frenéticamente con la cabeza, abrazándose a sí mismo con fuerza.

- Por favor, Ruki –suplicó al mismo tiempo que las lágrimas resbalaban de sus ojos- No quiero hacerte daño… Últimamente no he hecho más que pensar en matarte… y yo no quiero tal cosa… No quiero hacerte daño…

Ruki se detuvo en seco de la sorpresa, temiendo desatar con su tacto la desgracia. Pero se arrodilló al lado del más alto y le rodeo con sus brazos. Siendo más fuerte su deseo de reconfortarle que el miedo a enfrentar la muerte.

- Todo es mi culpa –le susurró al oído, manteniéndolo fuertemente aferrado contra su pecho- Yo no merezco amar a nadie…

Yutaka hizo un débil intento por zafarse del agarre, pero al verlo inútil, terminó cediendo a la calidez que le otorgaba el rubio. Aspirando el aroma que despedía la piel de su amado. Luchando internamente por frenar el deseo, ajeno a sí mismo, que le pedía insistente que clavara la daga, yaciente aún en el suelo, en el pecho de Ruki. Su cuerpo ya no estaba bajo su total control, y sabía que en cualquier momento dejaría de ser suyo para perderse en la oscuridad de la locura.

Sus manos temblaban incontrolablemente y sentía que lo único capaz de mantenerle en la lucidez era aquel contacto proporcionado por el rubio. Pero como pudo, se separó de Ruki y se inclinó para tomar el arma.

- Mátame –le pidió Yutaka con decisión a Takanori y colocando en sus manos la afilada cuchilla.

El rubio contempló el objeto sobre sus palmas por unos segundos y después devolvió su mirada al castaño. Las palabras que Tetsu le había dado nunca parecieron funcionar, pensó, y no hacía falta que Uke siguiera soportando aquel sufrimiento interno.

- Te amo –dijo Ruki con dulzura sosteniéndole la mirada. Viendo cómo al castaño cada vez le iba en aumento el temblor de su cuerpo.

Se miraron por un instante, compartiendo con la mirada un último adiós, y al siguiente segundo la habitación se vio coloreada por el intenso rojo de la sangre.

 

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El pitido de un aparato sonando en la lejanía fue lo primero que logró percibir antes de que abriera los ojos. Además de un suave agarre sobre la que podía recordar como su palma. Trató de moverse pero un fuerte dolor en el pecho se lo imposibilitó por completo. Así que con su cansada mirada buscó a su lado a la persona que le bridaba aquel contacto, encontrando de inmediato al castaño, que no dejaba de llorar a su lado.

- Me alegra volver a verte, Yu-kun –le dijo esforzándose por formar una sonrisa a pesar de lo cansado que estaba. Sorprendiendo a Yutaka con su regreso a la consciencia y la confesión implícita en su comentario.

Sin embargo, en lugar de recriminarle algo al rubio, Kai no pudo hacer otra cosa más que sonreír y volver más fuerte la presión que ejercía en la mano de Ruki, sin lastimarlo.

- Me diste un buen susto Taka-chan –correspondió el cometario anterior.

Haciéndole rememorar  a Takanori los últimos segundos antes de que, por su propia mano, clavara la daga en su pecho. Con clara idea de que, al morir él de manera definitiva, Yutaka quedaría totalmente libre de la magia que los condenaba a ambos. Y verlo ahí, a su lado, con completa lucidez en la mirada, le indicaba que no se había equivocado en sus acciones. Ahora podía estar tranquilo y seguir descansando para recuperarse lo más pronto posible, sabiendo que cuando despertara Kai seguiría a su lado y juntos irían a casa para compartir los muchos años que les quedaban por delante. Sin rastro de temor a sentirse amado.

 

FIN

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado, aunque sé que fue un poco (Mucho) dramático, sin embargo creo que el mensaje que te deja es bastante bonito.

Por cierto, de éste y otro fic más que tengo por aquí publicado, se desglosan algunas cuantas historias más que planeo publucar mpás adelante y, que aunque no tienen nada que ver una y otra en cuanto a protagonistas, sí se enlazarían de manera exesivamente sutil. Esto se los digo por que me gustaría saber si les agrada la idea, aunque de lo contrario es posible que los suba de todos modos XD

Muchas gracias por leer!!

Aishiteru Minna :3


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