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Fantasmas por vale vm

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-------------------------------------------------CAPITULO I-----------------------------------------

 

Los cambios son buenos…

 

O eso pensaba Alice mientras miraba por la ventana del tren, que la dirigía cada vez mas lejos de su ciudad natal…a pesar de todo, la iba  echar de menos... las áreas verdes en las que solía jugar cuando pequeña, las casitas tan organizadas y de amplios jardines delimitados por cuidados arbustos, los bosques que  lindaban la ciudad, y cuantas veces su madre la regañó por ir sola a jugar al río… era bonito, o por lo menos eso pensaba…no es que viviera en el campo ni mucho menos, pero digamos que la ciudad de Astard era un lugar ni tan urbano ni tan rural, un lugar con edificios grandes pero no monstruosos, un lugar lleno de calles pavimentadas pero que hasta cierto punto perdían su crudo modernismo derivándose a peñascos por los cuales podrías imaginar carruajes recorriéndolos en las frías noches de invierno, rodeados de neblina, una visión, según Alice entre un ideal romántico y …una mierda escalofriante…OK, siendo sincera…ella estaba más de acuerdo con la visión escalofriante. Es que… a su parecer cualquier lugar de noche era escalofriante, o tal vez necesitaba  ir al sicólogo con urgencia quién sabe.

 

De hecho sí debía ir al sicólogo, pero eso ya lo vería cuando arribara a su nuevo destino… muy pocas veces  había ido a Rogertcity, no le gustaba, aunque su padre estuviese allí. Tampoco es que fuera una relación muy estrecha, solo que eran demasiado parecidos para congeniar. Los saludos de cumpleaños y navidad nunca faltaban, tampoco el envío de regalos hacia su persona y la mensualidad correspondiente, el 6 de cada mes, depositando lo concertado en el tribunal a la cuenta de su madre y un dinerillo extra a Alice para las cosas que según su padre podría necesitar. Pero bueno en fin las cosas con su padre iban bien siempre… más ya que sabía medianamente como pensaba el otro… por esta razón Raymond entendía que Alice no quisiera ir a verlo a una cuidad tan grande y atestada de gente y su ruido. De las aproximadamente 9 veces que había ido (una vez al año, desde los 5 años) nunca pudo descubrir un lugar que de verdad le gustara de esa ciudad, aunque bueno la última vez que había ido tenía 13 años… de hasta la fecha no volvió por razones de diferente índole, Alice tenía 16 años (casi diecisiete, le gustaba recordar)  y a decir verdad con trece años no es que la dejaran recorrer mucho los alrededores, pero esta vez era definitivo, esta vez no podría retractarse de ir a ver a su padre por supuestamente una semana y llamar al cuarto día a su madre diciendo que extrañaba poder ir a pasear al río de Astard.

 

 Esta vez no…

 

Ya no había madre a la que llamar…

 

Ya no había lugar al cual volver…

 

Su madre había muerto y ahora su vida estaba con su padre…

 

Y en cierta forma Alice estaba tranquila…no podía negar que adoraba a su mamá…que tenían una vida tranquila y todo eso, pero, ella más que nadie sabía, que la muerte llega en cualquier momento, haciéndole daño a quienes más te aman

 

-         …Becca…- susurró Alice, sin dejar de ver como ese vertiginoso paisaje corría ante sus ojos, rememorando…esos recuerdos que creía olvidados, pero que cuando volvían atesoraba enormemente.

 

 

Lucy, su madre había muerto unas semanas atrás (tres semanas para ser más exactos), un asalto a mano armada, con un desenlace fatídico para su madre, por suerte al hijo de puta lo agarraron y encarcelaron, aparentemente tenía una gran cantidad de antecedentes. Por Lucy no se pudo hacer nada…

 

Ella estaba en casa, esperando que Lucy llegara de retirar la mensualidad…y de repente, el teléfono sonó…

 

En ese instante, su mundo se detuvo ante la noticia, su corazón dejó de latir por un momento…para luego, con toda su fuerza, volver a su función tal y como si hubiese corrido una maratón, sintió un subidón de calor quemarle desde la boca del estómago a la punta del cabello, para después dar paso a una sensación de somnolencia, casi rayando en la inconciencia… Todo esto en unas millonésimas de segundo en el cual inspector de policía le preguntaba si tenía a algún familiar mayor de edad para comenzar el peritaje (siempre tan sensibles).

 

Tuvo que avisar a su padre, el cual tomó un vuelo desde Rogertcity a Astard, en 4  horas estaba a la puerta de su casa con una cara de tristeza, preocupación y lástima que no le cabía en el cuerpo, a fin de cuentas Lucy era su primer amor, y una gran amiga luego de su separación. Lástima sentía por Alice, por su pequeña hija (no tan pequeña) la cual perdía el pilar más importante de su vida y la que tendría que afrontar cambios tremendos…

 

De eso ya habían pasado tres semanas, ese fue el tiempo que le pidió a su padre, para despedir el recuerdo de su mamá, para despedir su antigua casa, los recuerdos, su infancia, para despedir las risas con su madre, los llantos, despedir los paseos por el parque, las escapadas al bosque, al río; para despedirse de Toño, el perrito callejero que siempre la seguía al colegio; para despedir la vida en Astard, para despedir de una vez por todas a Becca…

 

Y ahí estaba, preparada para una vida nueva, estaba dispuesta a enamorarse de esa ciudad, como dicen…del odio al amor hay solo un paso, bueno, ella empezó odiando Rogertcity, pero ahora estaba más que dispuesta a enamorarse de su gente, de sus espacios, de sus casas, de la mierda del perro, de la basura en las esquinas…

 

-         estúpida!, primero fíjate en lo bueno y lindo de la puta ciudad y luego en la caca del perro!- se regañó por su peculiar corriente de ideas.

 

Pondría todo de su parte, con toda esa fuerza y temple que la caracterizaba lo haría!  Sino… se dejaba de llamar Alice Davoi. Miró su reloj, que rápido pasaba el tiempo cuando recordabas cosas, o tal vez sería que los recuerdos pasan más lentos en tu mente que en el tiempo exterior, que sabía ella, el hecho era que aproximadamente en menos de 20 minutos arribaría en la estación rumbo a una nueva vida.

 

De un pequeño bolso saco un espejo, por lo menos debía estar presentable para ver a su padre, sabía que a Raymond no le importaría como luciera, era su hija y la querría desarreglada o con un tucán en la cabeza, pero de todas formas a ella le gustaba estar siempre arreglada, o más o menos arreglada, tomó el espejo con firmeza y lo alzó, con terror de ver un troll o algo raro…

 

Pero ahí estaban sus ojos…verdes, como siempre…los ojos de su padre, ahí estaba su cabello castaño claro…el cabello…también de su padre, un mentón y una nariz muy suaves y delicadas…de… no sabe exactamente de quién… algún familiar lejano que por herencia y genética cayeron en ella, supone. El único rasgo que encontraba de su madre, muy muy muy notorio, era un pequeño lunar que se ubicaba en el lado derecho unos milímetros sobre la comisura de sus labios.

 

Ojos verdes, mirada cálida y tranquila, cabello castaño claro y ondulado, rasgos finos,  estatura  promedio (aprox. 1,65 m) y cuerpo esbelto, en sí…todas las amigas de su madre decían que era una monada, que seguramente tendría babeando a todos sus compañeros de clase y que por que no se emparejaba con algunos de sus hijos. Alice se encontraba una chica normal, era feliz con su genética, para que negarlo, pero una gran belleza digna de inmortalizar en una estatua no lo era, tal vez era más bonita que algunas compañeras, a ella no le importaba, si era hermosa o no, lo que valía era complementarlo con la actitud, con la personalidad y de eso si tenía mucho de lo que enorgullecerse

 

-         Si quieres algo, esfuérzate y consíguelo – dijo mientras delineaba sus ojos con un potente negro, que destacaban aún más su verde mirada. Ése era su lema, si algo para ella  valía la pena, lo conseguía, ya fuera un capricho o algo más serio, la idea era nunca quedarse con ganas de nada.

 

-         “Nunca sabes cuando podrías arrepentirte de no aprovechar las oportunidades que te entrega la vida Alice” ¿no era así Becca? – murmuró al espejo con nostalgia, es cierto, hace unos años había escuchado esas palabras…a las cuales meses después les encontró sentido…mas no sirvió de nada en ese entonces…pero luego se volvió una filosofía de vida,  obviamente…respetando al resto de la gente…o lo que ella considerara en el momento “lo respetable”.

 

Alisó los imaginarios pliegues de su falda gris, ese día iba vestida con una falda gris apretada hasta medio muslo, una blusa de tirantes blanca con escote, unos botines negros con unos pequeños y elegantes detalles metálicos y una chaqueta negra simple. A decir verdad no es que siempre se vistiera así, pero quería dejar desde ya claro que ella se ponía la ropa que quería y mostraba cuanto quería, ya no era una niña, poseía las curvas de toda mujer (hasta podía ser la envidia de muchas mujeres, nadie lo sabe), poseía un pecho prominente (no exagerado, pero prominente), una cintura muy bien marcada, piernas largas, en sí una hermosa figura.

 

-         Que normal ni que normal! Soy una diosa griega! Ajajaja…ok no- bromeó Alice con una risa suave al ponerse de pie para arreglar su vestimenta, otro rasgo que derretía a sus víctimas… su voz…era lo que más apreciaba de si misma, junto con la versatilidad de su rostro para poner cara de inocencia total cuando no lo era en absoluto, su voz era suave y delicada,  le gustaba pensar que tenía una voz sensual, o por lo menos eso le habían dicho unas cuantas personas, era una voz femenina, pero no chillona, tal vez era su forma de hablar, con cada sílaba bien modulada, y su forma singular de pronunciar la “rrrr” de forma lenta y suave, cual si fuera un ronroneo… en cualquier caso, Alice pensaba que todo tipo de voz podía llegar a ser sensual, si practicabas en ello, eso creía. Un punto a su favor…era que su supuesta “sensualidad” era un don heredado de su madre. Así que hasta el momento, poseía el lunar de su madre y su forma de hablar, dos cosas que perdurarían para toda su vida…junto con el recuerdo de Lucy.

 

 

En ese momento, escuchó el timbre que indicaba que estaban por entrar a la plataforma de llegada, sentía nervios, a pesar de toda la autopreparación mental, sentía nervios, miedo y soledad… todo sería nuevo, nuevo y conocido a la vez… ya no había marcha atrás, debía aceptar el hecho de comenzar de cero e intentar llevar una vida tranquila como la que tenía con su madre, hacer amistades…aunque en su antiguo pueblo nunca las necesitó.

 

-…Becca…- sí, ella había sido una excepción…pero otras amistades no tenía, no las buscaba y no hicieron falta. Tenía conocidos, pero más allá de saludos cordiales no pasaban. Tenía conquistas esporádicas…pero era por el rato y ya.

 

 

El tren se detuvo, era tiempo de partir ordenó su largo cabello castaño para que cayera por un costado hacia adelante, tomó su maleta con su escaso equipaje (solo lo necesario, lo restante ya había sido dirigido a la casa de su padre) respiró hondo, y se encaminó al pasillo que daba a la salida del vagón.

 

Comenzaba una nueva vida…

 

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En la estación de trenes esperaba un hombre alto, de cabello castaño que con la luz del sol filtrada por las ventanas refulgía de un tono dorado atrayente…su aspecto denotaba una edad cercana a los cuarenta, de porte atractivo y perfil afilado, con unos ojos tan verdes como el jade más puro y salvaje, su ancha espalda la cubría una chaqueta de cuero color café, bajo esta una camisa simple de color blanco, terminaban su vestimenta unos pantalones informales de tela color beige y unos zapatos de vestir del mismo tono de la  chaqueta, en resumidas cuentas, un tipazo maduro.

 

A su lado una joven y atractiva mujer, delgada y exuberante, de una fina cabellera negra y rizada descendiendo por su espalda, debía medir aproximadamente  1,70 metros o podría ser que menos, considerando los altos tacones negros. Iba enfundada en unos jeans oscuros y una blusa color topacio en degradación, con solo el primer botón desabrochado, producía un ligerísimo escote, el cual dejaba entre ver un atisbo de un marcado busto, su nívea piel hacía contrastar todo el conjunto, sus ojos caramelo miraban expectantes y con curiosidad hacia la línea del tren. Su cuerpo reflejaba unos 25 años de edad…si es que no menos… el maquillaje hacía milagros y la suave sombra azulina que cubría sus párpados junto con ese grueso delineador negro y la máscara de pestañas, podría, a parte de hacer de su mirada algo hipnotizante, un efecto óptico agregando una edad inexistente a un cuerpo tan jovial, de todas formas, la edad que tuviese, esa mujer desprendía un aire de paz y cordialidad increíble.

 

Y allí estaban ambos, esa hermosa pareja, esperando la llegada de alguien muy especial, vieron el tren entrar por el andén e ir alentando su marcha, era el momento, un momento en el que todo cambiaría, ellos lo sabían, era claro que con la llegada de Alice sus vidas darían un vuelco y esperaban que fuera para bien, esperaban apoyar a esa joven como lo hizo su propia madre hasta el momento, una tarea difícil, pero para Raymond tratar con su hija nunca había sido algo muy complejo, se comprendían estupendamente, a pesar de que no mediaran muchas palabras ni se dijeran todas las cosas, era una relación de “tú en tu espacio, yo en el mío, si necesitas algo avísame” tal vez por esta razón se llevaban bien, cada uno respetaba el espacio del otro sin chocar ni cuestionar las decisiones de cada uno. Una armonía perfecta, sin turbaciones.

 

O eso pensaba Raymond.

 

…Que equivocado estaba.

 

 

Era el momento de bajar, Alice sentía sus piernas como hojas de papel, nerviosa, nerviosa, nerviosa, nerviosa y asustada; esos eran las dos sensaciones que la recorrían en ese instante…

 

Mierda Alice que te pasa! es tú papá, sabes que te tratará bien, solo tienes que sobrevivir al cambio de casa, cambio de colegio, una nueva ciudad, una madre muerta…Oh! por dios estoy aterrada!!!

 

Sin más que tomar una nueva y profunda inhalación, más profunda que cualquier otra que recordara, hasta le dolió el pecho, atravesó la puerta que daba a la estación, buscó con la mirada ese rostro familiar…

 

Nada…

 

Miró hacia la izquierda, ahí estaba, en una orilla de esa hermosa estación, vaya nunca se había fijado lo hermosa que era, seguramente con la visión de una niña no le encontraba nada novedoso tres años atrás, pero ahora era toda una mujer, había vivido tanto, había madurado tanto que no podía dejar de sorprenderle que esas paredes que en el pasado le recordaban un árbol de navidad al ser de tonalidad verde, ahora las encontraba llenas de subime elegancia, aún más con esas líneas doradas formando una guarda, ese reloj viejote sobre la entrada principal, que antes decía que era algo sacado del armario de la abuela, en este momento era una exquisita obra de arte, también en dorado, de un tamaño enorme para que los clientes vieran la hora claramente, estaba casi segura que tenía una sincronización perfecta con la llegada de los trenes ( más que nada por que cuando ella bajó, el reloj marcaba las 2:03 PM), sus agujas negras eran perfiladas y con líneas delgadas de metal entretejido, le dieron ganas de sacar su cámara y tomarle una foto a tan elegante muestra de exactitud cronómetra, pero bueno, tendría que desarmar el bolso y haría esperar a su padre y no quería eso, tal vez otro día iría exclusivamente a tomarle una foto al jodidamente hermoso reloj.

 

Se fijó bien en su padre, iba hermosamente vestido, siempre había pensado que tenía mucha suerte de tener un padre tan guapo, seguramente las mujeres se lo peleaban. El hombre en sí tenía un porte elegante pero jovial, con una mirada pícara y risueña, así era el… alegría pura, seguramente Lucy se enamoró de Raymond  por esa característica, irradiaba alegría, aunque también podía ser serio y estricto, un verdadero ogro si algo le parecía incorrecto, pero para que provocar al monstruo, era mejor tener papá genial, que un verdugo con látigo.

 

Feliz y más tranquila siguió avanzando  Las cosas no irán mal, soy una tonta, sé que papá hará hasta lo imposible para que me sienta cómoda, pensó al ir acercándose a su padre tranquila Alice, tranquila.  Esto se repetía en su cabeza como un mantra, mientras salvaba los últimos seis metros para ir a los  brazos extendidos de Raymond, sería genial, ella y su padre, aprendiendo a vivir juntos, formando una mini familia como la tuvo antes con Lucy, podía ya sentirse en su hogar.

 

Hasta que la vio surgir…detrás de Raymond…

 

-…Becca…- fue solo un suspiro el que salió de sus sonrosados labios, exhalando suave y lentamente ese nombre…

 

… Y en ese momento, todas sus esperanzas y alegrías, se vinieron abajo…

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