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The blue prisioner por sleeping god

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Notas del capitulo:

Sin tardanza, es un milagro.

Sigo.

Por la madrugada se desperezó y entró a ducharse, cerrando bien la puerta por ese miedo de que alguien el día anterior se hubiera paseado por su cuarto. Se desnudó y entró al agua caliente.

Escuchó el agua correr, entró a hurtadillas e igualmente se deslizó a donde provenía el sonido. No perdió rastro del cuerpo entero, saboreándose los labios y los dientes.

Sentía una mirada pero se mencionó que sería paranoia. Terminó de bañarse y se tapó con una toalla. Al salir encontró algo nuevo su mesa, se acercó con los ojos muy abiertos a la bella joya azul empotrada en forma de corazón puesta en un collar plateado. No supo que hacer unos segundos hasta que se cambió para buscar al recepcionista.

Terminó de servirle comida al perro cuando ese chico se dirigió hacia él.

-disculpe, esto…-mostró la joya y le fue arrebata con furia al inquilino poco respetuoso de lo que no podía tomar.

-no debe entrar a otras habitaciones que no sea la suya. En especial la de un costado. La seis está prohibida.

Se lleva el collar hasta la puerta del cuarto, lo abre con una vieja llave.

Lo sigue de cerca por curiosidad, viendo una cama corroída por el tiempo y las polillas, un escritorio negro y podrido, el suelo manchado y recubierto de pedazos de techo y pared, un estante con varios vinos y copas, una mesa con hojas, plumas, tinta y demás cajones cerrados. Todo desprendía un olor nauseabundo, podrido y sucio.

Dejé el accesorio en el suelo y cerró.

-¿Por qué lo deja ahí?

-ahí está bien-cierra nuevamente y se marcha.

Husmea entre las cosas del extraño, las huele por el rico aroma de fresa. También haya papeles con demasiados números que deja botados. Sigue hasta hallar una cartera que no concluye de inspeccionar.

Entra en su habitación por su material de trabajo para encontrar todo regado. Palidece y se sienta. El recepcionista acaba de irse. Recoge sus papeles y guarda todo con la respiración acelerada, la frente mojada y el cuerpo sudando frio. Toma un lápiz bajo la mesa que tiene una marca de un zapato. Se tranquiliza, lo que entró es humano y real. Se dice estúpido a sí mismo. Sale y no haya a nadie. Vuelve a entrar decide enfrentar a quien no se pone cara a cara. Redacta una nota con lo siguiente escrito:

“No es amable conquistar robando cosas. La rosa está bien pero faltaron los chocolates”

Se mofa antes de marcharse.

 

-y si... y si…-tararea en voz baja por los pasillos de lejanas habitaciones-y si te tomo la mano ¿no lloras? Y si te beso en la boca ¿no gritas? Quieto, apacible y amable pirata soy, dueño de tu corazón…

Bufa para callarlo.

-no me des ordenes-pide al perro pero este le ladra-estoy feliz. Quiero cantar ¡y quiero cantar fuerte! ¡Dame una prenda, querida, que a puerto no volveré jamás! ¡Dámelo todo, querida, que en mar no hay felicidad!

Le ladra y ladra para acallarlo y a la vez no se escuche su voz bajo su ladrido viejo y profundo.

-ya, está bien-acepta-déjame susurrar una canción al menos. Una de amor-se recarga en la pared y le acaricia a fuerza pues el perro no está contento con él-¿crees que se quede?

Se marcha.

-tomaré eso como un no-vuelve a su hogar a tomar vino pero mejor se pasa al otro lado, notando una carta en la mesa.

Entra a su cuarto para ver su obsequio devuelto. Lo guarda nuevamente y va a la cocina, saca un par de biscochos cubiertos en chocolate, saca de su domicilio una vieja caja y los mete.

Por un momento razona contestarle pero decide no hacerlo, simplemente se queda con la nota.

-dócil, sin pena, ni realeza y ni… corazón…-canturrea hasta caer dormido.

Acaricia al perro mayor, sigue el pasillo y entra, dejando sus documentos en la mesa, sin pasársele el que hay una caja vieja, negra y con un gravado increíble de una batalla de una serpiente marina contra un marinero. La limpia, impresionado, al abrirla saca los bizcochos y se ríe.

-con que esas tenemos, misterioso don juan-busca una respuesta su carta pero ni esta encuentra, peor aún, su maleta está abierta pero… no falta nada.

Decide dejar otra carta para el visitante nocturno.

“Si quieres enamorarme deberás hablarme. Es de mala educación no hacerlo. Gracias por los dulces. Ahora quiero poesía de ti” Se ríe por pensar en escribirle que quizá un auto nuevo y una noche de pasión desenfrenada y animal.

Gira la cabeza al leerlo pues no sabe nada de eso. Sin embargo quizá pueda inventar algo para su joven enamorado. Se sienta en la silla, pone papel y remoja la pluma en tinta, oliendo la ropa interior robada.

-la luna me habló una vez de sus sentimientos, de su dolor al ver el sol hundirse y salir. Nunca juntos. No entendía hasta que del mar salí y encontré una criatura terrestre que me secó los océanos y las lágrimas. Amado mío, no me hagas luna porque sol ya eres. No intentes robar nada más de este hombre que te lo ha dado todo.

Satisfecho la entregó, no sin antes firmar: tu triste prisionero GJ.

Notas finales:

Gracias por leer.

Firma SG


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