Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Y por eso rompimos por Sawako_chan

[Reviews - 27]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

¡Hola! Bueno, esta es la primra vez que publico un fic sobre estos personajes. Suelo escribir solamente sobre el universo de Naruto, pero me he emocionado mucho con estos dos super héroes de Marvel *w* espero que les guste, será algo sencillo, un two-shot. No me siento lista para escribir algo más extenso xD

Notas del capitulo:

Bueno, éste capítulo es algo extenso a mi parecer, pero necesitaba hacerlo así, no pensé que quedara tan largo, pero bueno xD espero que sea de su agrado, y que no me odien xD

 

 

 

 

Un hombre famoso dijo una vez: “Creamos nuestros propios demonios”. ¿Quién lo dijo? ¿Qué significa eso? Cuando algo empieza, es algo puro, emocionante, una aventura maravillosa…  luego vienen los errores, los compromisos. Creamos nuestros propios engaños, nuestros propios demonios. Y no somos capaces de reconocer los daños, ni las consecuencias, excepto cuando ya es muy tarde.

 

 

Por eso rompimos…

 

 

 

 

 

 

Después del ataque sufrido en Nueva York, las cosas no habían vuelto a ser las mismas para ninguno de los vengadores. Teniendo altas y bajas, críticas por parte del gobierno, de la prensa, y la propia gente en base al ataque y su eficiencia, estos superhéroes habían decidido hacer sus vidas en alguna otra cuidad, buscando paz. Steve era uno de ellos. Tomando su motocicleta, había partido en busca de nuevas aventuras: quería aprender sobre el mundo actual, reorganizar su vida, pensar qué haría a partir de ahora. No podía vivir siempre en el pasado, tampoco con una mentalidad antigua. Tenía que actualizarse, en varios aspectos. Se había dado cuenta que la gente había cambiado, que la moral había pasado a segundo, tercer, cuarto y más términos abajo que no quería rememorar. El mundo estaba corrompido. Por la misma gente, la sociedad, la crueldad, la discriminación, y muchas otras cosas que fue descubriendo de formas no muy agradables. La fuerza no se trataba de valentía como en su tiempo, si no de brutalidad extrema, las obscenidades podían ser vistas a cualquier hora y por quien fuera, los pensamientos ruines por personas normales, y no solo por súper villanos. Intentó adaptarse a una nueva era.

 

Meses después de los sucesos ocurridos, todo había vuelto a su cauce. No había habido nuevos intrusos, ni villanos, ni extraterrestres, ni hoyos en el cielo, o algo que ameritara la aparición de su traje azul con estrellas. Todo parecía un cuento. Y podría haber sido olvidado incluso por él, si no fuese porque constantemente estaba en contacto con sus demás compañeros de trabajo, averiguando sobre novedades o posibles amenazas futuras, pues como todo héroe, era su deber proteger a su patria, su tierra. Fue ahí donde entabló un vínculo muy especial con Natasha Romanoff, una mujer firme, y aunque fría por fuera, poseía un buen corazón y siempre estaba dispuesta a ayudarlo. Con los demás simplemente se había limitado a hablar de trabajo o asuntos triviales nada personales; excepto con el engreído, sarcástico, y excéntrico–claro está-de Tony Stark.

 

Cada visita o llamada, siempre significaba una pelea segura. Se ofendían, se trataban mal, incluso llegaron a retarse un par de veces en alguna junta, amenazando con iniciar una lucha con sus trajes enfundados, sin embargo, nunca pasó a mayores. ¿Por qué? Porque simplemente ninguno de los dos quería, o deseaba, llegar a esos extremos. No eran peleas verdaderas, peleas donde enserio se odiaran. Admitía que el castaño podía sacar lo peor de su persona, pero era tolerable casi siempre. Con el tiempo comenzaron a ser solamente momentos de distracción, sacar la tensión el uno con el otro, y discutiendo, era la mejor manera de hacerlo. Así que nadie se preocupó más por eso… como tampoco se preocuparon demasiado cuando Tony y Pepper terminaron su relación, y éste se volvió muy cercano a Steve. Tampoco se preocuparon o dieron indicios de sorpresa, cuando estos dos personajes parecían llevarse de maravilla como mejores amigos, saliendo de un lado a otro y dejando sus peleas en segundo término –aunque esto no significara que no las tuvieran–.  Lo que quizá llegó a ser una sorpresa para más de uno, fue la especie de relación que había surgido entre estos dos súper héroes, pasado algún tiempo más. Sí, se habían vuelto pareja. Una pareja nada tradicional.

 

No eran cursis, no se demostraban abiertamente su cariño, y tampoco se hacían gestos de amor públicos. Sin embargo, había miradas, pequeños roces de manos, palabras con doble sentido de parte de Tony que hacían sonrojar y poner en vergüenza a Steve frente a todos, sonrisas secretas, y desapariciones temporáneas de ambos. ¿Dónde estaban? Sí: teniendo sexo. Tampoco se sentaba uno en las piernas del otro, o se agarraban las manos al salir a la calle, ¡nada de eso! A Steve no le gustaban mucho las demostraciones públicas, pues aun lo consideraba algo pudoroso, y Tony… pues él prefería guardar todas esas acciones para la intimidad. Y si no hubiera sido porque los habían descubierto un día tocándose más allá de lo debido en el sofá de la torre Stark, donde solían reunirse cada fin de mes, no se los habrían contado jamás.

 

Steve era un buen tipo, que tras haber perdido su casa por impuestos exagerados que él ni siquiera debía, nunca habría cedido ir a vivir con Tony. Obviamente, Stark, su influencia y su dinero, no habían tenido absolutamente nada que ver con ese asunto financiero que orilló al inocente Capitán América a residir en su departamento un tiempo mientras conseguía otro lugar. Desde eso habían pasado ya 6 meses, en los cuales, tras peleas, disgustos, arranques de pasión, ofensas, y algún que otro secreto, se habían consolidado como una pareja totalmente estable. Pareja que aún no era conocida por los medios de comunicación, si no que se mantenía en el anonimato, siendo sabida solamente por los Súper héroes. Aquellos que no vieron con malos ojos la unión de estos dos, pero sí con duda la integridad mental de Steve. Todos pensaron que acabaría loco por tener una relación con alguien como Anthony Stark. Natasha había sido una de las primeras en decirle aquellas palabras que le dolieron mucho, porque decían cosas sobre el castaño que él prefería no escuchar. Contra todo pronóstico, él no había desistido de la idea de que Tony podría cambiar, arriesgándose completamente a entregarle todo, embarcado en una relación con marea alta, un barco a la deriva y un ancla que no se sostenía.     

 

Como toda pareja, existían discusiones fuertes y otras no tan graves, reconciliaciones, e incluso pensamientos en los que no coincidían. Eran muy diferentes en muchos aspectos, pero tenían lo que al otro le hacía falta y se complementaban a la perfección. Anthony era raro, muy raro, e incluso algo pervertido, y su sentido del humor a veces era algo cruel, pero Steve lo quería. Ese castaño filántropo se había instalado en una parte muy profunda de su corazón, donde nadie más podía caber. Incluso había desistido de la idea de mudarse de casa, pues necesitaba proteger a Tony. Proteger en el sentido de que parecía niño chiquito: siempre estaba destruyendo y rehaciendo cosas, experimentando aquí, allá y por donde quiera que mirase, se saltaba algunas comidas y a veces pasaba dos días sin dormir por estar sumergido en su mundo de trajes. Su trabajo era obligarlo a llevar sus comidas diarias, hacerlo dormir todas las noches, cuidar que no hiciera cosas muy peligrosas. Y luego venía la recompensa: esos suaves y pasionales besos que Stark le daba todos los días, esas miradas cargadas de significado que lo hacían desfallecer, y esas palabras insinuantes cada noche. ¿Qué más podía pedir? Era feliz.  Aparte que Tony le había construido un gimnasio especial para él, donde solía pasar tres o cuatro horas diarias entrenando. Le encantaba el ejercicio. Y le encantaba aun más cuando su novio lo sorprendía y terminaban haciendo el amor encima del costal de box, o donde les apeteciera.

 

Igualmente durante los días cocinaba, leía libros, y a veces le pedía a JARVIS que le ayudara a usar la tecnología avanzada que caracterizaba el departamento. Otras veces miraba desde la puerta del taller de Tony, mientras éste, con su música a todo volumen, trabajaba en sus trajes y parecía el hombre más inocente del mundo. Debía reconocer que a veces era frio y se mostraba algo distante, pero no le importaba. Así era él. O eso pensaba.

 

Steve se había preparado para la guerra desde su juventud, era un soldado. Pero no se había preparado para esto. Para aquello que le había quebrado las ilusiones después de tanto tiempo.

 

Un jueves por la mañana había tenido que salir de emergencia con Natasha, a la ciudad vecina, ya que al parecer había indicios de nuevas apariciones de personajes villanos; todo falsa alarma. Pero como era una ciudad grande, se le había hecho fácil quedarse una noche más ahí, permitiéndose descansar un par de horas antes de volver en su motocicleta al edifico donde vivía con el castaño.   

 

Al llegar, había tomado el ascensor que lo llevaría hasta el último piso, el más lujoso y elegante, que contaba con la más avanzada tecnología Stark. Su pulgar se había pegado a la pared, de donde salió una pantalla holográfica e identificó su  huella digital. El acceso a su hogar era bastante restringido, para evitar molestias de paparatzis, o reporteros obsesionados por obtener la nota del día. No se esperó que al entrar todo estuviera en completo silencio. No había señales de Tony por ningún lado, y por alguna extraña razón, JARVIS no lo había saludado como usualmente lo hacia todos los días. Agudizó el oído, pero no lograba escuchar nada. Miró su reloj con aire confundido, donde marcaban las dos en punto de la tarde. Sabía que Tony a veces exageraba con el asunto de levantarse muy tarde, y que se desvelaba en su taller cuando se encontraba solo, pero seguir dormido a esa hora era demasiado.

 

Avanzó algunos pasos de forma tranquila, llegando a la habitación que compartía con su actual pareja, pero al tratar de abrirla, el acceso le fue denegado. Intento una vez más y consiguió el mismo resultado: la puerta no cedía. Eso sí que le extrañó bastante.

 

     —¿JARVIS? ¿Por qué la puerta de la habitación no abre? —preguntó al aire con cierto tono de confusión, esperando pacientemente una respuesta. La tecnología y él no se llevaban de maravilla, y encontraba aquel mundo un tanto perturbante, pero Tony le había enseñado algunas cosas básicas en todo ese tiempo, y sabía que la puerta a su habitación no tendría por qué negarle el acceso. ¡Él también dormía ahí!

 

     —El señor Stark se encuentra dormido, Señor Rogers, será mejor no despertarlo. —la voz de JARVIS resonó por todo el lugar, y el mencionado frunció la boca en una clara señal de desconcierto. ¿Acaso se encontraba nervioso? ¿Por qué no quería abrirle la puerta?

 

     —¿Y qué con eso? Es muy tarde, ya ha dormido bastante. JARVIS, abre la puerta, por favor. —se cruzó de brazos, pero al parecer no surtió el efecto indicado, porque la puerta seguía igual de cerrada que antes. Suspiró con clara frustración, dándose cuenta que algo no iba bien—. JARVIS, la puerta. —demandó ésta vez con un tono autoritario como quien da las ordenes en el ejército, y la puerta fue desbloqueada. Entonces sonrió y sin pensarlo dos veces, giró la perilla y se adentró en la habitación.

 

Casi deseo no haberlo hecho nunca.

 

Frente a él, en la gran cama matrimonial que compartía con Tony, había un bulto. Y no era precisamente su pareja quien estaba ahí, sino una chica dormida. Una hermosa chica desnuda, y tapada solamente con una cobija sobre su cuerpo. Su larga y morena cabellera se expandía por la almohada que él solía ocupar todas las noches. Al lado de ella no había nadie, pero sí otra cobija y la cama revuelta de ese lado, así que supuso que alguien más había estado ahí. Toda la noche, con esa mujer.

 

Entonces escuchó un ruido más, que provenía del baño, y precisamente de ahí lo vio salir. Con una diminuta toalla enredada sobre las caderas, el cabello mojado, y su inconfundible luz destellante sobre el pecho, Anthony Stark lo miraba un tanto sorprendido. La canción que iba tarareando felizmente inmediatamente se volvió cenizas sobre su boca. Ambos se miraron, sin decir nada ni hacer algún movimiento. Fue entonces cuando Steve apretó los puños, cayendo en la cuenta de lo que estaba sucediéndole. Parecía un sueño, no, más bien una pesadilla. Había quedado en shock hasta ese momento, y su cerebro había tardado un poco en reaccionar, pero estaba tratando de controlar sus impulsos de ahorcar a ese hombre… y a ella.

 

Cuando estaba a punto de pronunciar una palabra y desatar una pelea, la chica desnuda comenzó a removerse sobre las cobijas, abriendo poco a poco los ojos hasta despertar por completo. Los miró a ambos con una fina ceja levantada, para luego sorprenderse y seguidamente sonrojarse por su desnudez.

 

     —Vístete y vete de aquí. —las palabras que susurró Steve, como una orden, bastaron para que aquella joven que no pasaría de los veinte años, se vistiera rápidamente sin objetar nada, siendo consciente de que había una gran tensión entre aquellos personajes. Tomó su bolso que reposaba sobre un estante, y se dirigió hacia Tony para darle un suave beso sobre la comisura de los labios, con Steve mirando y el castaño algo desubicado, pero aun inmóvil sobre el sitio que lo había sorprendido el Capitán América.

 

     —Fue una excelente noche, gracias señor Stark. —y tras esas palabras y una sonrisa dulce, la chica salió de ahí sin reparar en la presencia de Steve.

 

     —La señorita se ha retirado de la casa, señor Stark, señor Rogers. —anuncio la inconfundible voz de JARVIS.

 

Steve se quedó en silencio, mientras veía con ojos cautelosos a su alrededor. A él no le gustaba armar escándalos, escenas dramáticas y cosas como esas, él era un hombre fuerte, para todo tipo de circunstancias. Así que con postura rígida aguardó unos tortuosos minutos a que Tony hablara, quien se encogió de hombros y se quitó como si nada la toalla que cubría su desnudez, paseándose luego de forma libre por el cuarto hasta dar con un cajón de calzoncillos y colocarse unos, seguido por la dura y penetrante mirada del rubio. Después lo miró.

 

     —Admitámoslo, no es lo peor que me has visto hacer. —sonrió con algo de ironía, restándole importancia al asunto con un gesto de la mano. Se acercó al espejo y tomó el cepillo para comenzar a deslizarlo por su cabello. Steve cerró los ojos un momento y después los abrió, dando solamente un paso hacia delante.

 

Era cierto, muy, muy cierto. No era lo peor que le había visto hacer. Algunas otras cosas peores habían sucedido entre ellos, algunas que prefería no recordar porque no le hacían gracia en lo más mínimo. Pero ninguna como ésta. Ninguna como una traición de tal magnitud.

 

     —¿Te das cuenta de lo que has hecho, Tony? Esto es demasiado… me has traicionado, tú… —pero no pudo terminar, pues Stark se volvió hacia él con una de sus típicas miradas, y respondió:

 

     —Te equivocas. Una cosa es cuestionar lo que tus ojos ven, y otra muy distinta es apuntar con el dedo e insinuar que yo… —

 

     — ¿Qué tu qué? ¿Qué me has sido infiel? ¿Señalar algo más que obvio? — le cortó las palabras con la voz algo acelerada.

 

     —Sí, algo así… —se giró sobre sus talones para seguir acomodando su cabello, mientras Steve volvía a cerrar los ojos y respirar profundamente. ¿Cómo había podido ser tan ingenuo? Él, él…

 

     —Tal vez el error más grande de la gente es creer en los demás. —susurró bastante alto como para que el castaño lo escuchara. Éste  se encogió de hombros, y caminó hacia el armario, tomando una camisa azul y un par de pantalones negros, empezando a colocárselos.

 

     —En eso estoy de acuerdo, Capi-paleta. La gente no debería creer, eso es malo. Alimenta esperanzas, vanas ilusiones que jamás se concretan por alguna razón. Es mejor no creer ni esperar nada: quien espera se decepciona. —comentó con un cierto tinte de frialdad, que descolocó por un momento al rubio capitán, que de inmediato sintió la sangre hervir en sus venas ¿Qué le sucedía a Tony? ¿Acaso…?

 

     —¿Por qué me engañaste? —la pregunta la lanzó sin contratiempos. Tenía miedo de la respuesta, claro está, pero tampoco esperaba que fuera respondida por su pareja—. ¿Por qué tú…? ¿Por qué no puedes cambiar, Tony? Pensé que con el tiempo, el esfuerzo, y todo lo que hemos vivido, tú, tú… al menos… tenía fe en ti… yo… —las palabras ya no salían de su boca, su garganta se había secado, y los latigazos de la traición apenas comenzaban a marcarse profundamente. A penas estaba asimilando lo que Tony le había hecho, y la forma tan fría y sin sentimientos de tratar ese asunto delicado, como si no le importase…

 

     —Escucha bien, Rogers: soy un genio, billonario, playboy y filántropo. ¡Y no puedes cambiar eso! Las personas que te dicen que cambies, son quienes deberían cambiar primero. —abrochó su camisa y se giró hacia él con un aire de distanciamiento, para continuar dando vueltas por la habitación—. La infidelidad es una conducta humana, y como tal, a veces uno responde a los impulsos. Asunto olvidado, entonces. —finalizó, creyendo que había ganado con su concepto y que el tema quedaría atrás, como tantas otras cosas. Sin embargo, Steve pensaba totalmente diferente. Y se lo hizo saber.

 

     —¿Perdonarías una infidelidad, Tony? —la pregunta llegó como un balde de agua fría para el mencionado, que de inmediato dejó de rondar por la habitación para enfocar su vista en un solo objetivo: el rubio—. Porque yo no. No podría estar con una persona que me falló una vez. Soy de la gente que piensa que se deben dar segundas oportunidades, pero en este caso no puedo aplicarlo. No podría sentarme y simplemente olvidar este tema, ¿entiendes? Cuando alguien te es infiel, entonces la confianza se pierde, y no vuelve.

 

     —¿Qué estas tratando de decir exactamente, Capi-paleta? —estrechó la mirada hacia el mencionado, que mantenía los puños cerrados y la mirada fija sobre él.

 

     —Que no puedo perdonar el hecho de que me hayas engañado con una mujer, en la cama que compartimos, y tampoco el hecho de que te importe en lo más mínimo el que te haya descubierto ¿entiendes? Esto es asunto perdido, estoy harto de todo. ¡Ya no puedo más! —explotó. Enserio estaba cansado, frustrado y completamente desvanecido. Había tratado de comprender a Tony, a su estilo excéntrico y rara forma de ser. Había tratado de adaptarse a él, de hacerle caso en algunas cosas, incluso había cambiado su estilo casual por algo más moderno, se había pegado un poco más a la tecnología y echo sin fin de cosas que nunca había imaginado. Incluso se atrevió a dejar de lado sus ideales para iniciar una relación homosexual. Y luego, ¿qué? El otro simplemente lo engañaba un día y parecía orgulloso de eso.

 

     —Me sorprende… ¡no! Creo que no me sorprende. —Tony sonrió y se alejó caminando poco a poco por el pasillo que daba a la sala, siendo seguido por el capitán—. En el fondo sabía que no ibas a poder conmigo, es que todo tiene límite y tu paciencia también. —le dedicó una sonrisa ladeada antes de continuar—. La física no falla, y a veces hay que reconocer que los demás tenían razón. La agente Romanoff decía la verdad, al igual que todos, no te convengo, soy un desastre con patas, pero adorable después de todo.

 

     —Un desastre. Sí, eso eres. —el capitán lo miro fijamente, para luego pasar sus manos con frustración por su cabello—. ¿Cómo puedes tener un corazón tan frio para ni si quiera sentirte culpable sobre esto? Al menos deberías tratar de arreglarlo y—

 

     —¿Qué? —Tony le cortó las palabras, formando una sonrisa burlesca—. Sabes bien, Capitán Rogers, que yo tengo un corazón de metal. No soy cursi ni nada de esas cosas, tampoco pido perdón. No me arrepiento. Simplemente pensé que volverías después, no hoy, eso es todo. Me descubriste porque llegaste antes, no porque yo quisiera que lo hicieras. —se dirigió a donde reposaban sus botellas y tomó una, escogiéndola al azar, y tomando un vaso, comenzando a verter algo de ese licor. Necesitaba un trago.

 

     —Sé que no eres cursi, he vivido contigo mucho tiempo, quizás es por eso que me sorprende tu actitud. ¿Qué planeas, Stark? ¿Qué lo olvide? ¿Qué haga de cuenta que no he visto nada y seguir siendo el prototipo de madre que necesitas? Tal parece que soy un juego, que esta relación siempre fue un chiste. ¿Te divertiste? Porque yo no. —ésta vez fue su turno de sonreír vacíamente, mientras Tony lo miraba con el ceño fruncido desde su lugar—. Al parecer fui un reto que pudiste vencer, ¡Claro! ¿Cómo ibas a ser capaz de quererme, aunque fuera un poco? Tú no sabes amar, Stark, y creo que tarde me di cuenta. —al parecer las palabras que había dicho habían calado profundo en las entrañas del mencionado, porque de un trago se acabó el líquido que había vertido en su vaso, y camino de forma rápida hacia el rubio, dándole un empujón que lo desbalanceó un poco hacia atrás.

 

     —Tienes razón: Yo no amo. Porque el amor no existe, no en la realidad. Es peligroso creer en algo que solo puede hacerte daño. Así que yo no lo hago. —

 

     —Y por eso te das el lujo de engañarme con cuanta persona se te ponga enfrente, ¿no?.. ¿Cuántas veces? ¿Con cuántos y cuantas más te has acostado? ¿Cuál ha sido el mejor polvo de tu vida? —pero no pudo terminar con sus hirientes preguntas, porque Tony le lanzó un golpe en la mejilla que lo hizo caer en el sillón. Su labio comenzó a gotear, y entonces miró hacia el castaño. Tenía los puños apretados y lo veía con ira, con dolor.

 

     —¿Qué te hace pensar que te he engañado más veces? ¡Eres un idiota, Rogers! —lo tomó de las solapas de la chaqueta, restregando su espalda contra el colchón de forma ruda— ¿Qué te crees que soy? —Steve se soltó del agarre de Tony, y con un ágil movimiento se puso de pie, alejándose algunos pasos del castaño. Sentía el sabor metálico de la sangre sobre su labio.

 

     —¿Cómo te atreves a cuestionar algo que tú mismo has dicho? Dijiste que eras un playboy, ¿no? También mencionaste que no sabías amar. ¿Qué te hace pensar a ti, que confío en tus palabras después de lo que he visto? No pienses que te voy a creer después de esto, ¡ya no más! —alzó el tono de voz, y fue su turno de entrecerrar los ojos. Estaba verdaderamente furioso, y quería arrojarse sobre Tony y golpearlo hasta saciar el dolor punzante sobre su pecho. Entonces, para no seguir lastimándose por algo que el otro ni si quiera valoraba, fue nuevamente al cuarto y sacó una mochila de entrenamiento. Sacó toda su ropa del armario y comenzó a empacar. Se iba. No lo soportaba. Y sabía que era lo mejor: él no podía seguir aferrado a alguien que jamás lo amaría de la misma forma que él lo hacía.

 

Tony llegó cinco minutos después, con un vaso de licor entre sus dedos, y se quedó en la puerta de la habitación, viéndolo guardar su ropa, caminar de un lado a otro, sin si quiera detenerse en mirarlo. Entonces sonrió y rompió el silencio.

 

     —Este es el problema. Nadie confía en mí… Yo no estoy hecho para las relaciones, ¿entiendes? Todos, en algún momento de su vida me abandonan o dejan de quererme. Mi padre me mandó a un internado durante mi adolescencia, y jamás me dijo una sola palabra de cariño, Pepper se fue después de tantos años, y ahora tú, que decías quererme, también me abandonas… ¿recuerdas lo que te dije un día cuando esto comenzaba? “No me quieras si te vas a ir” eso te dije, y tu prometiste que jamás te irías pasara lo que pasara. ¿Tan rápido te rindes? Pareciera que no tienes palabra, Capi-paleta. —murmuró amargamente, dándole un sorbo largo a su bebida. Steve se detuvo un momento y cerró los ojos. Claro que lo recordaba, y claro que sabía todo eso.

 

Tony era un hombre solitario, que necesitaba cariño y confianza, él lo sabía. También sabía que su actitud era por eso mismo, que estaba aislado y que tenía todo y nada a la vez. Era bastante triste que jamás hubiera conocido el cariño de un hogar. Y él quiso darle todo eso. Pero falló, y Tony también. Se arriesgó a hacer algo que no le dejó nada bueno.

 

     —Tú me orillaste a esto, Tony. Y claro que recuerdo lo que te dije, pero tal parece que tú no. Traté de comprenderte todo este tiempo, de estar contigo a pesar de todas las diferencias y peleas, porque te quiero. Pero ya no más. No  puedo… ésta fue la gota que colmó el vaso. —cerró su maleta y pasó de largo a tony, quien miraba con aire ausente su vaso. Llegaron a la sala y el Capitán se acomodó la chaqueta.

 

     —Si te vas entonces no vuelvas. No quiero verte nunca más. —Tony lo miró con frialdad, sin gestos. No había sonrisas sarcásticas, no había chistes, palabras con doble sentido. Solo había un hombre que le decía que tenía que elegir. Un hombre que lo había lastimado.

 

     —Mi mayor problema es que siempre termino perdonando a las personas, incluso cuando no se lo merecen. Pero estoy harto… Comprendo todo, enserio. Y siento si no cumplí mi palabra de permanecer contigo, pero esto… esto es demasiado. Voy a marcharme porque necesito alejarme de ti, Tony. Me hace daño el simple hecho de verte. —tomó su maleta y caminó hasta la puerta, donde tomó la perilla dispuesto a abrir, pero la voz del castaño lo detuvo.

 

     —Sólo piensa por qué empezaste, Capitán Rogers. —le advirtió cuando se dio cuenta de lo que iba a hacer. Pero Rogers de todas formas giró la perilla hasta que la puerta se abrió.

 

     —Ya lo pensé, y por eso mismo me marcho. Hasta nunca Anthony Stark. — y sin mirarlo de nuevo, avanzó algunos pasos hasta cerrar la puerta tras de sí. Abandonando sus sueños, y al hombre que amaba.

 

                                                                        ****

 

Dos. Dos malditos meses habían pasado desde que se había separado de Tony, y él no lo había buscado. No sabía nada de él. Aunque le doliera, esta vez su orgullo pesaba más, y no sería él quien marcara. No quería darle el gusto de saber que no lo había olvidado. Seguía pensando en él cada día un poco más.

 

Se había instalado en un departamento pequeño, pues no le gustaban las cosas ostentosas cuando el sentimiento de soledad lo invadía. Se había acostumbrado a Tony y a su humor. A sus cosas, a su presencia. Era difícil olvidar, cuando lo veía en cada cosa que tocaba, en cada lugar a donde iba.

 

No había salido mucho de casa, solamente a hacer sus compras para la comida. No tenía ánimos de ir por ahí, de pasar por las mismas calles que cruzó con Tony alguna vez. Y cada noche, cada mañana, y cada que las ansias le ganaban, miraba su celular en busca de alguna llamada o mensaje, pero no había nada. Tony se había esfumado como un fantasma. Como el humo de un cigarrillo mientras se consume.

 

Había noches en que no podía dormir, en que necesitaba el calor del castaño a su lado, de sus abrazos, sus besos nocturnos, sus palabras incoherentes mientras dormía. Extrañaba aspirar el aroma fresco de su cabello mientras lo abrazaba, o sus pies entrelazados para darse calor. Extrañaba la sensación de sus manos sobe su pecho. Extrañaba despertar y verlo dormido a un lado de él, o cacharlo viéndolo. Lo admitía: lo necesitaba a su lado.

 

Y creía que no iba a soportar mucho tiempo más, que un día de esos bajo la manipulación de su subconsciente, lo buscaría y le pediría perdón. Después harían el amor. Y luego todas esas ideas que formulaba se iban de golpe. No podía permitirse todo eso. Él no había tenido la culpa de nada, y si Tony no lo había buscado, sólo significaba una cosa: nunca había sido importante para él. Se dice que quien te quiere te busca, y si no había señales del castaño, todo era demasiado obvio. Tanto que quemaba en sus entrañas. 

 

Así que una noche mientras esperaba una llamada que jamás llegaría, decidió salir a despejar su mente. Estaba seguro que si permanecía más tiempo en su departamento llamaría al castaño. Había borrado su número de su celular, pero no contaba con que su mente lo recordara. Como se recuerdan las fechas de cumpleaños, lo que comiste en la mañana. Como se recuerda la sensación del aire, del calor. Como se recuerda la risa de un niño. Así lo recordaba. Esos números y esos ojos hermosos que no podía sacar de su mente. Pero sabía que lo mejor para su corazón era olvidarlo. Aunque cada día que pasara fuera un tormento.

 

Tomó su motocicleta y manejó sin rumbo fijo, con la mente en blanco. Tarde se dio cuenta donde había ido a parar: un bar. Y no cualquier bar. Había sido el bar donde Tony y él se habían besado por primera vez. Y por segunda y tercera. Y donde se habían declarado la atracción mutua que sentían. Recordaba el sentimiento de plenitud que lo había acompañado toda la noche, y parte de la madrugada, donde le hizo el amor por primera vez. Donde tocaron el cielo juntos. Era innegable. Lo necesitaba. Sus manos ansiaban su cuerpo, sus caricias, sus besos. Sus labios persiguiendo su cuello, acariciando su pecho… Cerró los ojos con dolor y negó con la cabeza. Tenía que olvidar todo y volver a empezar como un hombre nuevo.

 

Entró al local con aire ausente, caminando hacia la barra. No miró a los lados, no necesitaba saber quiénes eran las personas que esa noche se divertían. No quería ver a nadie, tampoco buscaba nada. Solo quería olvidarse de todo por un momento, tomar algo fuerte y luego regresar a casa en la madrugada y dormir hasta que su cerebro ya no pudiera más. Entonces lo superaría.

 

     —Dame lo más fuerte que tengas, por favor. —le pidió al barman, que de inmediato asintió con una sonrisa pequeña y le sirvió una copa de alcohol. Ni si quiera se dignó a preguntar qué era. No quería saberlo. Tomó un trago largo cuando ésta le fue entregada, quemando su garganta en el proceso. Frunció un poco el ceño y dejo el vaso en su lugar, que el otro hombre volvió a llenar.

 

     —¿Decepción amorosa? —preguntó con un deje de curiosidad bailando sobre sus orbes azabaches. Él rio un poco, pero asintió de todas formas. El hombre suspiro—. Las mujeres son complicadas, amigo. No trates de entenderlas, solo quiérelas. —le dio un consejo mientras le guiñaba un ojo, para después desaparecer al otro lado de la barra atendiendo a otro cliente. Steve rio un poco y negó con la cabeza, para después dar un trago corto a su bebida. Si ese hombre supiera que sufría por un hombre, y no cualquier hombre, sino el egocéntrico, millonario Tony Stark.

 

Sintió un suave roce sobre su hombro, y su vista azulina viajo hacia donde venía el toque. Una mujer hermosa, alta y de cabellos rizados y negros le dedico una sonrisa. Vestía un pantalón entallado y una blusa roja. Sus ojos verdes lo atraparon de inmediato, y le devolvió el gesto. Ella tomó eso como una invitación y se sentó a su lado, llevando una copa con alcohol, seguramente.

 

     —¿Vienes solo? —cuestiono con interés mientras analizaba al rubio. Él sonrió con algo de pesadez.

 

     —Sí, así es. —respondió de forma sencilla, dándole un trago a su bebida. Ella lo miro de forma detenida, cruzando una pierna sobre la otra y acodándose mejor.

 

     —Esa mujer no vale la pena. Eres guapo, conseguirás a alguien más. — Steve suspiro. ¿Es que todos le recordarían eso toda la noche? Había ido a ese bar para despejarse, no para que cualquiera que se cruzara en su camino le recordara su amarga existencia.

 

     —Supongo que sí. —ella pareció adivinar que a él no le apetecía hablar sobre el tema, porque rápidamente cambió de palabras.

 

     —Soy Susan. —le sonrió con dulzura. Sus ojos verdes brillaban por las luces del bar, mientras que su cabello rizado se meneaba lentamente. Era hermoso, sedoso. A simple vista parecía sacado de un cuento. ¿Qué era ella? ¿y porque se había acercado a él con tanta familiaridad?

 

     —Steve. —le respondió con un gesto amable. La mano de esa chica viajó hasta su mano, dándole un suave apretón. Él volvió su atención a los ojos verdes. ¿Qué…?

 

     —¿Quieres ir a otro lado, un poco más… intimo? —entonces Steve comprendió todo, y se le fue la respiración. Las palabras se atascaron sobre sus labios, y su lengua parecía dormida. Negó con la cabeza, pero no podía decir nada ¡y él quería disculparse! Quería decirle que parecía una buena chica y era hermosa, pero que él no buscaba eso. Ella pareció comprender porque emitió una risa fresca, llena de alegría. Sus ojos brillaron bajo las luces del bar y se levantó.

 

     —Comprendo. Estás enamorado… no renuncies, guapo. —le murmuró antes de perderse tras su espalda. Cerró los ojos y llevo sus manos a su frente, tratando de despejarse. Enserio, ¿Qué les pasaba a todos? Había tenido suficiente con Natasha dándole regaños, sermones y todo ese tipo de cosas durante todo ese tiempo, más bien cuando le contó que su relación con tony se había terminado. Ella no se había sentido contenta, y lo atacaba con preguntas y toda clase de palabras claves todo el tiempo. Su cerebro colapsaría en cualquier momento. Así que pidió otro trago de esa cosa que le habían dado, y lo tomó de un solo movimiento. El líquido raspó su garganta, pero se permitió el gusto de sentir ese dolor. Era mínimo en comparación a lo que sentía en esos momentos.

 

Entonces sintió algo. Un nerviosismo interno se instaló en su pecho, y su respiración se detuvo. Sintió una presencia tras de si, viéndolo fijamente. Los vellos de su nuca se erizaron, y todo pasó muy rápido. Reconocía esa sensación, ¡cómo olvidarla! Sus manos se hicieron puños, y el vaso que sostenía fue apretado a tal grado de quebrarse sobre sus dedos.

 

     —¿Tratando de olvidarme, Capitán Rogers? —

 

 

 

 

Anthony Stark estaba detrás de él. 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¿Qué tal? ¿Me odian? ¿No comprenden a Tony? xD bueno, quizá en este capítulo se vean algo frío y sin sentimientos, como si no le interesara, pero hay otra cara de la moneda, así que no se pierdan el próximo capítulo, donde Tony nos dará su versión ;)!

 

Actualizaré pronto, en unos dos días (:

 

 

Sawako_chan


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).