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Sakka [Contactar]

Usuario: Sakka [Contactar]
Nombre: Sakka
Miembro desde: 08/04/05
Tipo de usuario : Miembro
Bio: A ver, aprovechemos que son las dos de la mañana y que no tengo ni asomo de sueño para escribir algo aquí, que ya va siendo hora de rellenarlo.

Se supone que debería de hablar de mi misma o algo así ¿Verdad? Pues que problemático…

Comencemos por el principio:

 

Todo empezó un caluroso verano de 1987, (realmente desconozco el tiempo que hacía en ese año, pero me pareció de mal presagio hablar de noche tormentosas o veranos gélidos -_-) En una apacible clínica de Santa Cruz de Tenerife. En aquel entonces yo tenía… un segundo y tres milésimas, según constató el doctor, por lo que apuntó que había nacido el día diez, y no el nueve como habría deseado mi madre (después de cuatro horas de inaguantables dolores todo el mundo desearía k nazca hoy y no mañana -_-)

Siempre se dijo de mí que era una niña excesivamente fea, pero fea a rabiar, de esas con las que las madres de los vecinos asustan a sus propios hijos para que se terminen los potitos. Y para colmo de males era algo mandona, quejica, llorica y chillona.

A los cinco años tenia sometidos a la mitad de los niños que conocía, consiguiendo que de una forma u otra me dejasen sus espadas de plástico recién compradas en el carrito, sus coches de juguete, sus “Accion-man” o su comida, a falta de algo mejor.

Era el terror de las casitas; destripaba muñecas cuando hacía de madre y afilaba cuchillos cuando hacía de medico. Y en mis ratos de aburrimiento solía obligar a un chico a ser mi esposo, por lo que descubrí a temprana edad a manipular al sexo opuesto, incluso puede que hayan creado de mi a una maltratadota en potencia. Pero gracias a dios, o a quien sea, pronto abandoné esos malos hábitos.

Mi madre decidió que, ya que ni amordazada me callaba ni atada me quedaba quieta, debía de aprender a disfrutar del silencio, así k me metió en clases de Yoga, de meditación, de relajación, de feng shui, e incluso de cocina, para ver si colaba, pero no había caso -_-.

Entonces, por azares de la vida, llegó a mi colegio una mujer sonriente y demasiado hermosa. Yo para aquel entonces era demasiado chica como para enamorarme, pero seguro que lo habría hecho si hubiese tenido dos dedos de frente. En vez de eso desarrollé por la señorita una admiración increíble que me hacía escucharla con excesiva atención y seguirle con la mirada a donde quiera que fuese. Solo en sus clases me quedaba quieta, e imagino que la profesora término creyendo que tenía graves problemas cerebrales, pues me hablaba como si me costase entender, y siempre me ofrecía un pañuelo para que me limpiase la babita.

Ella fue la primera en enseñarme que los cuadernitos podían servir para algo más que para hacer cenefas o simples vocales una tras otra, que las palabras tenían vida por si misma y se veían de una forma diferente según su acompañante, y que el bolígrafo era uno de los mejores amigos, superando incluso al perro, pues si bien se estallaban, no babeaban, hacían ruido, ni había que adiestrarlos para que hiciesen sus necesidades en determinados sitios.

Cuando llegué con ese nuevo hobby a mi casa, mi madre primero sonrió preguntándose cuanto tiempo duraría la paz. Luego se asombro y empezó a rondar por mi escritorio preguntándose que demonio hacía una niña de ocho años pegada como una lapa al cuaderno (más tarde descubrió que necesitaba gafas), y después terminó poniendo el grito en el cielo.

El libreto se terminó convirtiendo en mi vida: lo llevaba a todas partes, dormía abrazada a mi muñeca de Betty Bo (Muñeca que me regaló mi abuela a corta edad, todo sea dicho) y con el cuadernito debajo de la almohada, en mi mochila nunca faltaba la libreta, cuando veía la tele siempre la llevaba a un lado para tomar apuntes en los anuncios, incluso a la hora de comer me sentaba sobre el cuaderno para que mi madre no se enojase conmigo y lo mandase a hacer gárgaras.

La gota que colmo el baso fue cuando encontró a uno de mis cuadernos desaparecido (El verde de tapas duras más exactamente) muriéndose de frío en el congelador. El pobre había caído ahí en un momento de descuido y comenzó a reunir escarcha hasta que los venditos ojos de mi madre se fijaron en un extraño cartón verde que ella no recordaba haber comprado ni puesto ahí. Tras eso se decretó una nueva ley en mi casa: Los cuadernos, sean cuales sean y de quienes sean, independientemente de color, tapa, cuadricula o tamaño, no tenían derecho para emigrar a ninguna otra parte de la casa si no era el cuarto, y para salir de la misma necesitaban autorización expresa de la dueña y señora (osease; ella). Sin embargo era tal los requerimientos burocráticos (que si papeles, que si firmas y permisos, fechas de entrada y salida, nombre de apuntes, asignaturas o historias…) que terminé por crear una red clandestina que sacaba a los cuadernos de la casa y los escondía en casa de amigas en las que una se podía fiar, o, si la necesidad era extrema, en el mismo patio, tras las macetas.

Obviamente no dudé en comenzar un movimiento de protesta, lleno de huelgas, manifestaciones y reclamaciones por escrito, pero todas mis fieles hojas eran devueltas después de ser torturadas y de habérseles sacado hasta la última gota de tinta, mis manifestaciones terminaban en el cuarto y sin cenar, y las huelgas eran finalizadas antes de empezar. Era vergonzoso ver como la comida tenía más privilegios en la casa que mis pobres escritos (A esta se le tenía permitida la entrada a todas partes exceptuando dormitorios y baño [bueno, no había nada dicho sobre baños, pero a la comida le daba miedo ir ahí, El Lugar Donde Acaba Todo Lo Que Una Vez Comenzó, así que ni se asomaba]).

Al cumplir los quince años descubrí la solución a mis problemas: el ordenador. A través del mismo podía escribir sin temor en mi cuarto, el despacho de mi padre o la casa de cualquier persona, y podía transportarlo a cualquier sitio sin temor, pues lo controles anticuadernarios no estaban aún preparados para localizar Disquetes ^_^

Así comenzó una nueva racha de escritos, que pulularon y se reproducieron como ratas. Pero junto a la innovación del ordenador llegó una aún mayor a mi inspiración literaria.

Ante mi se abrió una luminosa noche de verano (sep, tenía la lámpara de la mesilla de noche encendida, un plegable en la mesa igual, y la luz que el ordenador irradia por si solo no es cosa que haya que tomarse a la ligera, y me acuerdo bien porque esta fue la culpable de ser descubierta a las tres de la mañana navegando por un Internet que se suponía no debía tocar. Pero lo cierto es que a mi corta edad ya había tenido más contacto con el contrabando y cosas ilegales que los que cruzaban el muro de Berlín en seiscientos ocupados por doce personas) el maravilloso mundo del fanfic, del relato, de las narraciones cortas, de los reviews, post, mensajes y comentarios. Primero me dedicaba a leer, recorriendo las líneas con avidez y sintiéndome como alguien fuera de la ley que se dedicaba a presenciar asesinatos, violaciones, nacimientos, muertes y reencuentros amorosos sin dejar el más mínimo rastro de presencia. Luego comencé a dejar huella, con la intención de aumentar mi ego, dejando claro que había estado ahí y desafiando a cualquiera a que me obligase a salir. Cuanto más extraño, más oculto y prohibido era el tema más profundamente metía la nariz.

Después de navegar por aguas de dudosa reputación y fisgonear en más puertos sucios de los que jamás pensé que encontraría, decidí salir a aguas más calmadas y tomar unas vacaciones que me curasen de tanto humo, sexo y alcohol. El ron comenzaba a matarme, y he de admitir que jamás fui una marinera demasiado fuerte. Aunque ya no me mareo con tanta facilidad ^_^

Metiéndome en lugares más relajados, como son las aguas dulces (shojô ^_^, Yaoi, Yuri, Shonen ai, Shojô ai…) y descubriendo que los ríos del interior tienen tanta variedad de pescados, o más, que los de mar abierto, incluso los colores, formas y gustos me atraían más.

Y así es como en breves me encontré maquinando en mi escritorio, escribiendo a dos velas y apenas sin probar bocado en semanas, quemando el teclado y saturando el Word. En menos de tres meses ya había ampliado indudablemente mi cantidad de escrito, pero un atentado en mi contra (Seguro que alguien de ahí arriba la había cogido conmigo [leyó mis escritos y decidió que haría un favor al mundo librándolo de estos] y escachifurrió mi ordenador, borrando todo lo que tenía  dentro) acabó con todos mis sueños en lo que se tarda en decir *reseteo completo del ordenador y perdida de todos los datos*

De la depresión que cogí mi madre vio la luz por unos días, creyendo que al fin iba a salir de mi mundo y volvería a destrozar muñecas y a patear las canillas de los niños molestos, pero no. Mala hierba nunca muere, y como tal volví a renacer de mis cenizas (O ese era el fénix? O_Ô), más fuerte y decidida que nunca. Entré en mi puerto preferido. El hermoso Port du Amor-Yaoi, y me inscribí en el ayuntamiento, expresando mis intenciones de escribir de inmediato.

Y ahora, queridos amigos míos, llega el momento de que estos cobre un papel fundamental en mi historia, y os olvidéis de mí para prestarles mayor atención a ellos.

[Umh.. no me hagáis caso, que a mi las altas noches me afectan de forma… particular. Sí, dejémoslo en eso. -_- Ahora solo espero que tooooooodo esto quepa en esa pequeña casillita de ahí… Yo me entiendo -_-]



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