A finales de diciembre, me encontré tratando de descifrar las razones por las cuales mi hermano no dejaba de sonreír. Era una de esas reuniones familiares en las cuales todos afirman que no has crecido aun cuando ya tienes veinte años y estás en tu sexto semestre de universidad. Cuando se está tan acostumbrado a estas reuniones cualquier pensamiento o cosa es la perfecta excusa para escaparse de esa realidad y distraerse por un rato. Para mi, la de ese momento, fue la sonrisa de Cam, cosa extremadamente rara que en realidad ameritaba el prestarle atención. Mi hermano es de esas personas que son difíciles de descifrar, volviéndolos tan complejos que se llega a perder el interés en ellos, se vuelven tan planos y fríos a la hora de vivir. Una sonrisa en el podía significar ninguna o muchas cosas. La verdad es que aun con su forma de actuar lo primero que me sorprendió no fue la sonrisa en si, sino su retorcida forma. Verla me hizo pensar dos cosas, primero que algo malo había pasado y que el quería disimularlo con una sonrisa deforme, y segundo, que mi hermano era un idiota que se dejaba llevar por el momento y que no era capaz de actuar de forma normal. Cosa que me perturbó lo suficiente para sacarlo de la habitación agarrado del brazo.