A mitad de la noche despierto solo para contemplarte dormir, bañado en el suave resplandor de la luna que envidia el brillo dorado de tus ojos. Escucho el tic tac del reloj haciendo eco junto al sonido de mi pecho que imita a un corazón, y me pregunto que habré echo para que se me mandara un ángel de la guarda tan hermoso y tierno.
Roso tus mejillas pálidas y acomodo cada hebra azabache que se atreve a darte una imagen aun más sublime de lo que ya eres. Mi hermoso humano que pervierte una mente aburrida y llena de oscuridad con vivaces fantasías y deseos de volverte inmortal para que vagues a mi lado por la eternidad, como lo he hecho yo en esta soledad, en los siglos pasados que me acompañan como fieles fantasmas. Pero las dudas, esas damas horrorosas que me acompañan en pesadillas y tormentos, me agobian con una inminente traición que dudo cometerías, eso es solo una costumbre de mi corazón remendad y golpeado por el tiempo, el hecho de no confiar, de creer que todos en algún momento me abandonaran por aburrimiento o por cansancio, porque mi amor no es suficiente para apagar las brazas del sol. Los humanos, los demonios, los ángeles y los vampiros; todos en un momento dado se van, y me da miedo, pequeño ángel de mi guarda y de alas rasgadas por mi culpa, que tu también lo hagas. En parte me alegra temer, porque logro saber hasta qué punto te has gravado en mi corazón y que profundidad logras alcanzar, como para sumir mi ser en la duda y la miseria con una de esas sonrisas que me devuelven a la vida por igual, como solo el sol de invierno sabe hacer con las flores enterradas en el frio hielo al que tu ausencia me destierra.
Toco tus labios y la noche se me hace breve, por que tus horas, tus días, e incluso tus años, no son nada más que un breve instante para mi, y me da miedo perderte ante la muerte inminente que callada espera en un rincón para arrebatarme lo más hermoso que tengo, aquella belleza que solo posee lo finito, tu luz es intensa y me devora por esos momentos contados y breves, esperando ser devorada también por la oscuridad de una eternidad a mi lado, o por tener que bajar al sepulcro algún día, y sin mi...
Aun así, temo mas perderte en la inmortalidad, porque la vida es más cruel aun que la muerte, donde tus seres queridos te esperan al final de un túnel largo y lleno de luz donde puedes entrelazar sus manos; o eso me han hecho creer, en eso tengo fe. La vida en cambio, te arrebata a aquellos seres amados para siempre, sin la oportunidad de devolvértelos algún día, ni aun después en otra vida, en el sepulcro. Temo que si te concedo la inmortalidad, te aburrirás de un ser atormentado que vaga en la oscuridad de sus propios pensamientos y esta tan vacio por dentro como lo está por fuera, con solo el cascaron de una belleza fatídica sin nada que la respalde, mi luz se extinguió hace tanto que ni el recuerdo me queda de ese calor. Solo puedo sentirlo en el oro fundido con caramelo que son tus ojos contra los míos.
La luna es testigo mudo de todo aquello que por igual ha pasado frente a mis ojos, un desfile interminable de caras que cambian, que evolucionan mientras nosotros seguimos atados a nuestra pálida belleza llena de frialdad y desconsuelo. Ella sabe y conoce mi total renuencia al amor, a alguien ahí para mí, pero ella también sabe que no quiero apartarme, consuelas mi alma y si bien ahora mi amor por ti no es infinito como las solitarias estrellas haya en el cielo, sé que es poderoso y sereno, es maduro y tranquilizador como el mar.
Eres tú la persona a quien quiero compartirle mis alegrías y mis penas, eres tu aquel que merece romper mi corazón en pedazos por que fuiste siempre tu el que lo hiso latir, despacio y en susurros clamando tu nombre a la noche que se cernía sobre nosotros con cruel profundidad.
Beso entonces tus labios, esperando que llegue el amanecer de un nuevo día a tu lado, agradeciendo a las estrellas que se desvanecen en lo alto, a mi madre la luna, a todo y todos los que me pretermitieron conocerte y ser preso de tus brazos, mi hermoso ángel de la guarda, mi bello mortal.
Quizás jamás llegue a volverte un inmortal, ni vertiendo toda mi sangre ni la de otros seres similares a mí, ni en busca de secretos y verdades que no existen. Quizás tu cuerpo se desvanezca en el viento como una ilusión hermosa que es lo que creo que eres. Más probable aun, que el tiempo se imponga con su tiranía e intente apartarte de mí, ayudado por el cruel destino conspirador contra todos los amantes. Pero aun quiero que mis palabras te plasmen con fuego en mi corazón y en los corazones que lean esto. Esta, es mi manera de volverte inmortal.