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Say goodbye por -oOYUKI-NII-Oo

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Titulo: “Say goodbye”

Autor: YUKI-NII.

Género: Friendship

Ranting NC17

Pareja: SasuNaru

N/A Naruto no me pertenece. Todo es de su gran autor, Kishimoto-Sensei

Resumen: Naruto ve como todo cae poco a poco, Naruto abre sus piernas tratando de sostenerlo todo. A veces el amor no es suficiente.

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Capitulo 5.

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XVII. Walk along the path that leads to the garden

 

Los sueños están forjados de carencias y esperanzas, son torres frágiles construidas por manos temblorosas llenas de cemento denso y deseos de estructura. Los sueños son la representación no onírica de la angustia por obtener algo bueno en medio de toda la mierda. Son egoístas y beneficiosos. Los sueños no tienen una planeación administrativa ni análisis de revisión.

Los sueños son la vía de escape a una vida mejor.

Miras las luces de una ciudad que debería estar dormida, sin embargo está en la cumbre del pandemónium, entre el éxtasis de la música con bajos a un volumen elevado, humo de cigarrillo, alcohol de colores y risas frenéticas.

Una mano te sostiene de la cintura, adentrándote en el lugar que tiene nombre de demonio del último circulo del infierno. Sus dedos largos y blancos se adaptan a tu columna, como si fuesen una melodía de piano que recorre cada vertebra.

Es alto y tiene una sonrisa amable. Te encontró vagando cerca de su plantel, te dio agua y un poco de comida. Te pregunto tu nombre y que sabias hacer, ahora es tu jefe en un pequeño taller donde se reparan maquinas domesticas.

Su nombre es Obito, tiene el cabello corto y siempre lleva unos escandalosos goggles naranjas que usa cada vez que revisa una maquina donde podría llenarse de aceite. Come muchas paletas porque ha dejado el cigarrillo, que los vicios matan descomunalmente rápido y él aun tiene demasiados planes como para quedarse a la mitad del camino.

Ha pasado poco más de una semana desde ese encuentro y tú te has encariñado demasiado rápido con alguien que rebasa los treinta y tiene una risa de niño de 12.

Esa noche, y tras despedir a Rin, encargada contable que va hasta los fines de semana, Obito ha propuesto que fueran a tomar algo, que quiere escuchar tu historia de escapismo. Porque sabe que estas huyendo. Que la confianza nace de hablar en excesivas cantidades con una persona y él quiere tener ese bebe contigo.

Pones una excusa tras otra durante todo el día. Obito lo permite hasta que pasado el atardecer te recuerda que te hospedas con él, así que en realidad no hay escapatoria, su intención es hacértela más fácil con una buena cerveza, una multitud y mucha distracción si las palabras te superan y ocupas una válvula de escape. El hombre de oscura cabellera es perspicaz, sonríes, resignándote a seguirlo.

Bajan la escalera en forma de caracol, las luces de neón colisionan muchas veces contra tus cansados ojos, todo eso te trae recuerdos, la última vez que estuviste en un lugar así tenias 17, una credencial falsa y mucha oxitócica saturándote el cerebro.

Recorren la pista de baile, encontrando una mesita desocupada, Obito te sienta en el sillón de piel mientras te indica que va por bebidas, asientes echando la cabeza hacia atrás. La música te lame la piel y besa tus tímpanos. Te penetra de una sola estocada, llenando cada vena y arteria. Esta dentro de ti, se te sale por los ojos y los labios, tarareas junto a la voz femenina que repite una y otra vez  aquel verso dedicado anónimamente hacia ti y otro millar más de personas, que “estoy drogada todo el tiempo, para no pensar más en ti”

-      Naruto – una mano sobre tu hombro te hace girar a la derecha. La sonrisa que muestra toda la dentadura te recibe – no sabía que te gustaba, debí preguntar – lleva una mano tras su cabeza, a la vez que te muestra la marca de cerveza importada, sonríes, indicándole que esta bien. Toma asiento a tu lado y deja ambas botellas color ámbar en la mesita – supongo que estás listo para una diarrea verbal -  saca una paleta de la usada chaqueta de cuero, llevándola directo a la boca. El humo de cigarrillo le está afectando un poco –

 

-      Obito – tus azules ojos enfocan sus afilados rasgos tiene un aire familiar.- yo…yo… -desvías la mirada, Obito suspira –

 

-      Definitivamente no estás listo – toma un trago de su cerveza antes de hacer una mueca, tu ríes ante su gesto de acusación a la botella por el amargo sabor que ha dejado en su lengua – como sea, no trates de mentir, odio cuando las personas mienten. – tu asientes despacio compartiendo el sentimiento. Después de todo no es la vergüenza la que te impide comenzar con un monologo muy largo, sino tu convicción de no involucrar a alguien que ha sido bueno contigo sin pedir más que ser el receptor de motivos que nadie más entendería –

 

-      Soy huérfano – comienzas, el alza su bebida y la choca contra la que permanece en la mesita, entiendes el gesto con la misma velocidad con que una ola de empatía te cubre el pecho – tenía un tutor, él murió el año pasado – Obito asiente solemne, invitándote a continuar – tenía cáncer, leucemia. El dinero comenzó a escasear. – esa es quizás la primera vez que expones tus razones en voz alta, sientes que tienes todo el derecho de ser juzgado ante lo que parece una excusa patética ante tus acciones pasadas – comencé a trabajar de puta – Obito deja escapar el dulce de su boca antes de girarse por completo –

 

-      ¿Cuántos? – habla apresurado tomando una de tus manos –

 

-      ¿Ah?  -

 

-      ¿Cuántos años tenias cuando hiciste eso? – habla más deprisa, las palabras se le atoran en la lengua –

 

-      17 – cierra los ojos de golpe, mientras su cabeza se mueve ambos lados, negando un hecho irrefutable – Obito – le llamas cuando notas que no ha dejado de negar continuamente. Pones tus manos sobre sus mejillas para detener el movimiento –

 

-      Continua – respira hondo – Naruto, continua –

 

No estás muy seguro de cumplir su petición, sin embargo te recuerdas que es como una deuda que no quieres  tener con él. Le cuentas de Gaara, de como la enfermedad consumió demasiado rápido a Iruka y de cómo entraste al bajo mundo de la mano de Sasuke. Le dices de los días de tranquilidad en los que eras feliz, si omitías el ligero vacio que aun sigue en ti. En como Sasuke regreso, en como Gaara se alejo. En como huiste como un cobarde superado por primera vez ante la situación.

Cuando terminas, ya es un nuevo día. Hay más de 10 botellas de cerveza y el lugar no tarda en cerrar. Obito no ha dicho nada mas solo se levanta, toma tu mano y caminan hacia fuera. El amanecer pinta el cielo de tonos cálidos, vas dos pasos atrás del mayor que oprime sus dedos entre los tuyos. Mientras evita mirarte durante todo el camino.

Llegan a un edificio que no supera los 4 pisos. Era una empresa antes de caer en la quiebra en el 88. Ahora es un complejo de departamentos en un barrio hogareño de clase baja. De esos que tienen muchas plantas y de un color ocre uniforme que te recuerda a la escuela pública.

La puerta se abre dejando escapar un reclamo en forma de ladrido, Panku, el pequeño perro color marrón sube sus patas sobre tu pierna mientras mueve su cola. Es casi como si quisiera escalarte. Obito sigue sin soltarte.

No sabes si ahora él te tiene asco, si esa es la última vez que veras el departamento que es pequeño para más de una persona, pero fue un riesgo que decidiste tomar, mas por gratitud que por continuar perteneciendo a un lugar que no puedes llamar hogar. Sientes de pronto como es que la cabeza del de cabellos oscuros se sitúa sobre tu espalda. Y como es que se va humedeciendo, unos brazos te rodean. Tu estatura que queda por debajo del promedio para tu edad te hace encajar perfectamente en el hueco de su pecho.

 

-      Obito – él te aprieta aun mas, esta susurrando algo que no llegas a entender del todo – Obito – haces un segundo intento, los sollozos te rompen la piel, ante aquel extraño de sonrisa amable y adicción por los dulces. Los hipos tiemblan en tus músculos –

 

-      Déjame – y su voz quebradiza te llega con lentitud – déjame llorar por ti – todo se detiene por un segundo. Los ladridos de Panku, el llanto, el tiempo, y tus pensamientos – porque no se qué otra jodida cosa puedo hacer – y lo dice de una forma tan honesta que tú crees que en ese instante te ha preñado con ese bebe de confianza que tanto quiere tener contigo –

 

 

Los sueños, son intangibles. Igual que tu amor. Son creaciones nacidas de momentos y detalles demasiados pequeños y poco duraderos, aun así, entre la bruma en la que una escondes lo poco que no quieres que nadie vea y tu carencia por que alguien tome tus pedazos rotos solo para armarte y no para solo usarte, es que notas como es que Obito es el tipo de persona que rebosa de tanta convicción en creer que el mundo puede ser un lugar mejor que te contagia hasta las moléculas, y tu también quieres creer que aun puedes reír antes de que la vida te quiera abrir de piernas para cogerte, después de todo, las grandes manos de Obito ahora te ayudaran a sostener aquello que antes no podías.

 

XVIII Was a solitary game called “love”

 

Las coincidencias no existen. Los accidentes tienen un mal concepto. Y las casualidades son demasiado certeras para ser probabilidades de una muestra aleatoria.

Tomas los ganchos de agitación sobre la repisa, te secas el sudor y te inclinas nuevamente hacia la enorme lavadora de un escandaloso color rojo. Esa mañana ha estado algo saturada. Han llegado 2 refrigeradores, una plancha y un juego de lavadora y secadora. El mes está por cerrar, las cuentas se acumulan en una tabla de corcho en la pared frontal.

Rin, que ha llegado más temprano de lo usual, se ha encerrado con Obito en un pequeño cuarto de no más de 2 metros cuadrados. Has aprendido, con los tres meses que llevas ahí, que esa es la señal inequívoca de un regaño por parte de la chica castaña a su amigo. Obito suele hacer gastos impulsivos que hacen desequilibrar la frágil economía del taller.

“Eres un pésimo empresario” le susurra resignada Rin cada final de semana en la que Obito quiere celebrar que por fin hay un día de descanso y hay un nuevo restaurant en donde quiere comer. Por lo regular este suele ser en realidad un pequeño puesto de ramen, “porque hay que encontrar uno que te guste Naruto. Esto es importante.”

Ríes, ante su meta de enamorarte de un lugar especifico para esa comida en particular. Piensas que nada se puede comprar con el Ichiraku y sus días de 2x1. Tallas tu nariz mientras sacudes la cabeza. Te has propuesto no recordar, como si ese fuese el momento perfecto para trazar la línea que divide lo que fue de lo que será. Casi deshaciéndote de tu propia vida antes de que Obito te diera por primera vez un enérgico buenos días con un emparedado de pavo. Casi como una rebobinación en el punto exacto.

Oyes las bisagras de la vieja puerta de la oficina al abrirse y como es que Obito parece azorado y un poco molesto. Su seño esta fruncido y se muerde el labio inferior. La castaña por el contrario parece haber ganado una dura batalla. Se despide de ti con una sonrisa mientras con un grito nada femenino le recuerda a Obito cerrar una hora antes el taller.

-      Si, si. Lo que digas – rumea el azabache, haciendo un ademan con la mano para restarle importancia – acorraladora- masculla, sentándose en el tapete donde una desarmada plancha lo espera toda cables y conexiones. –

Te levantas, limpiándote las manos con una franela que cuelga de hebilla de tu roto pantalón. Nunca habías visto a Obito molesto más allá de una pelea tonta. Caminas hacia el sentándote a su lado, él voltea, aprieta los labios y se deja caer a tu costado. El mal humor a pasado para darle vía libre a un berrinche, ves como sus mejillas se inflan y como cierra los ojos. La ternura que ese gesto evoca en ti te hace sentir melancólico. Casi como si algo ahí funcionara de una manera inversa en la que el adulto responsable eres tú y el chiquillo con derecho a réplica es Obito.

-      ¿Hambre? – susurras bajito. Con las manos como apoyo tras tu espalda y la cabeza hacia atrás, viendo el ventilador de techo girar –

 

-      Hambre – responde incorporándose de inmediato – quiero un omelet, con mi nombre escrito encima de el –

 

-      No sé hacer omelet – y el te sonríe, todo rayo de sol y calidez matinal –

 

-      Yo tampoco – te da la mano para ayudar a levantarte, para cerrar el taller y caminar las cuadras al apartamento. –

 

Vas por tu vieja polera colgada en una silla, la traslucida camiseta sin mangas esta algo sudada, se te pega a la espalda y en el vientre. Obito espera con una paleta en la boca y tarareando una canción del comercial para un detergente de ropa que se le hace demasiado movido y con buen ritmo.

Oyes de pronto como una discusión ha comenzado de la nada. Asomas la cabeza terminando de ajustarte la prenda, miras a Obito haciendo espaciamientos, los hombros rectos y la espalda tensa frunces el entrecejo y te apresuras a llegar hasta la puerta.

-      …¿Cómo que te adelantaste? Tú llegas siempre tarde – y su voz suena con un reproche cansino. Algo que es constante y absoluto, que se ha dicho cientos de veces y que ya está en un subtexto para cualquier entendimiento –

 

-      En mi defensa Rin dijo que era ayer en la noche – escuchas la risa suave. Casi como un disfrute de las reacciones que la sola presencia del dueño de la voz produce en alguien como él azabache-

 

-      Como sea. Te ves más viejo – los hombros se relajan, el cuerpo se acerca al otro en algo natural. Como si siempre compartieran un espacio vital demasiado reducido para ser aceptable –

 

-      Tú no has cambiado nada – y señala los goggles en la cabeza del mas bajo – un niño con cuerpo de anciano –

 

Sales justo cuando la estridente voz de Obito que grita que aun es joven te alcance, en el momento preciso en que Obito calla y ríe al verte y la persona frente a él gira para hallar la fuente de diversión.

Las casualidades simplemente no existen.

-      Naruto – oyes su voz sorprendida, das un paso hacia atrás automático, como un animal asustado ante el cañón de una escopeta –

 

-      Kakashi, ustedes… ¿se conocen? – y Obito se acerca hasta Naruto, aun no nota como es que el cuerpo del menor tiembla y los ojos se le desvían – el mundo es pequeño –

 

Pero Kakashi no contesta, tus manos se elevan hacia el brazo de Obito, como si eso te conectara con la realidad, para volver más tangible el momento. Más creíble y sin escapatoria.

Después de todo, si uno no afrenta las situaciones ellas vendrán exigiendo atención. Las caderas de la vida ya se están  posicionando entre tus piernas.


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