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El color del mar por OlivierCash

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Notas del capitulo:

Antes que nada recordar que la obra original fue escrita y dibujada por Masami Kurumada y el Lost Canvas por Shiori Teshirogi

Ese miércoles en un principio parecía un día normal, mas había algo en el ambiente, algo que no se podía describir con palabras, algo extraño y misterioso que lo volvía en un día extraño. Lo más raro de todo, era que tampoco se podría decir que volvía ese día un miércoles diferente. A lo mejor la explosión ocurrida el día anterior lo había vuelto un día especial. Lo que si era seguro, era que ese día no se hablaba de otra cosa.


 


—¿Qué opinas de la explosión? —preguntó Hasgard en un momento muerto de la mañana.


 


—Estaba en el puerto cuando ocurrió—dijo Asmita tan tranquilo.


 


Aunque le sorprendió que Hasgard no se hubiera enterado de eso todavía. El susodicho le miró bastante extrañado y un tanto sorprendido por eso, definitivamente, no se había enterado.


 


—Pero, ¿estas bien?—preguntó alarmado—. ¿Te hiciste daño o algo?


 


El rubio negó, sin embargo, le pareció una falta de sentido común por parte de Hasgard no caer en que se encontraba perfectamente. Puesto que en el caso contrario, ese día no habría ido a trabajar.


 


—Me encuentro perfectamente—aseguró Asmita, intentando calmar a Hasgard—. Solo me llevé un susto en el momento, nada más.


 


Hasgard suspiró aliviado por escuchar eso. Mientras, Asmita no comprendió de donde le venía tanta preocupación a Hasgard hacía él. Bueno, suponía que simplemente, ese hombre era así. El silencio reinó entre ellos unos minutos.


 


—¿Se sabe qué produjo la explosión?—preguntó Asmita, con cierta curiosidad.


 


—De momento dicen que continúan investigando y no han dicho nada concreto—contestó Hasgard—. Supongo que irán dando noticias a lo largo del día.


 


El rubio asintió pensativo, no podía dejar de pensar en ese fuerte olor a gasolina que notó cuando entró al puerto. Y aun así, se preguntaba como podían haber ocasionado una explosión así en un lugar supuestamente abandonado. Bueno, a decir verdad había tanto a lo que darle vueltas con eso, porque lo de Shion también era para comer a parte. Más que nada porque si uno se ponía desde su punto de vista, pensaría que esa explosión fue provocada para quemar ese lugar y el barco que estaban arreglando. De todas maneras, ese no era un tema que le afectara demasiado y no se sentía como si le hubieran dado vela en ese entierro. Por ello esperaría con la curiosidad de cualquier persona normal, a que aclararan lo ocurrido.


 


Al rato apareció El Cid, quien vestía su uniforme de policía. Ambos se le quedaron mirando con cara extrañada. Este simplemente levantó una ceja ante eso. Se saludaron los tres cordialmente y El Cid se acercó hasta el mostrador y le echó un ojo a lo que había en él, ante la atenta mirada de Hasgard y Asmita.


 


—Si vais a preguntarme algo sobre la explosión, os aclararé que no tengo ningún dato al respecto puesto que mi labor se limita a poner multas—avisó, habiendo leído las intenciones de esos dos—.Lo único que os puedo decir es que esta mañana ha habido bastante movimiento en comisaría y seguramente sacareis más de un bombero.


 


Los dos asintieron ante eso, sintiéndose un poco descubiertos. Mas el Cid no pareció tomárselo demasiado mal,ni bien tampoco. Eligió varios postres para llevar y los pagó sin mucha más ceremonia.


 


—¿Has venido a comprar el postre? —preguntó Hasgard con buen humor.


 


—Si—contestó El Cid con sequedad y sin aportar ningún dato extra.


 


Hasgard se dio cuenta de que ese día, no podría lograr sacarle ninguna palabra a El Cid. Si bien era alguien que de normal no hablaba casi nada, había días en los que se le podía notar especialmente callado y molesto. Al parecer, ese era uno de esos días, por ello desistió su inútil intento de sacarle nada y se despidió de él cuando se marchó.


 


Un poco lejos de ahí, cierto peliazul se despertaba, ese día no había tenido que ir al puerto, debido a que este se encontraba acordonado y no se podía pasar. Se quedó mirando el techo del salón, esa noche le había tocado dormir en el salón. Aunque Shion le había perdonado un poco, no se le había pasado del todo.


 


Si bien la razón del enfado de Shion le parecía totalmente justificada y lógica, no podía comprender porqué de repente le había vuelto ese asunto con tantísima fuerza. Siendo algo que pensaba que ya tenían solucionado. Al parecer, le costaría más de lo que pensaba poder resolverlo. De momento ya le había dejado volver a casa, aunque tenía que mantener un poco las distancias. Le dolía, pero era algo que tenía que hacer poco a poco, no se podía permitir cagarla.


 


Por fin, se levantó del sillón con bastante pereza. Siendo que era un día en el que no había madrugado, le había costado levantarse el doble. Se estiró un poco, por lo menos tenía un sofá lo suficiente cómodo como para no causarle dolores de espalda si dormía en él. Fue hacía la cocina, antes de entrar pudo escuchar a Shion en ella, con lo ocurrido la noche anterior, sabía a la perfección que no iba a estar precisamente de buenas.


 


—Buenos días—saludó Manigoldo mientras se metía en la cocina—¿Cómo estas?


 


De respuesta recibió una mirada de muy pocos amigos por parte de Shion, quien cogió su desayuno y se sentó en la mesa de la cocina para comérselo. Manigoldo miró hacía la encimera y vio con sorpresa, como Shion le había hecho el desayuno. No lo desaprovechó y fue a cogerlo para comérselo. Se sentó frente al rubio.


 


—Creo que no hace falta que te diga que hoy estoy de malas—dijo Shion.


 


—No lo había notado—comentó Manigoldo con un marcadísimo y exagerado sarcasmo—.Comprendo que estés así, aquello en lo que llevabas meses trabajando se ha chamuscado y eso jode mucho.


 


—Si, es una mierda, una autentica y gran mierda—se escuchó como algo se rompía de fondo—. Luego lo limpio—murmuró Shion molesto.


 


Continuaron desayunando sin mediar palabra, no fue hasta que ambos acabaron que se volvieron a decir algo. Sin comerlo ni beberlo, los dos tenían el día libre. Shion ya no tenía clases a la mañana y la tarde, la tenía totalmente libre. Manigoldo esa mañana no tenía trabajo y no iba a comer con Asmita, algo habría que hacer para entretenerse.


 


—Podríamos ir a algún lado—propuso Manigoldo, un poco desganado.


 


—¿Adónde?


 


El de pelo azul se encogió de hombros, no tenía nada pensado. Absolutamente nada y eso era maravilloso.


 


—No tengo ni idea—aseguró tan contengo, por su parte, Shion le miró bastante extrañado por eso—Cojamos el coche y vayamos a cualquier lado de la isla, ¡sin pensarlo! , pasemos el día por cualquier lado—propuso ilusionado.


 


El rubio le miró con cara de no estar convencido. Eso de ir de improvisto a un lugar cualquiera y por el simple hecho de porque sí, no era algo le entusiasmaba precisamente.


 


—Si conduzco yo, por mí vale.


 


Si, podía ser todo lo estúpido y demás que quisiera. Pero de vez en cuando, no estaba de más eso de dejar los pensamientos a un lado y ser un poco más impulsivos de lo habitual. Manigoldo le sonrió contento de que le hubiera parecido buena idea, su siguiente objetivo era que Shion le dejara por lo menos ponerle la mano encima. Iba a ser un día largo y esperaba que divertido.


 


Por una calle cualquiera de ese pueblo Aspros paseaba radiante, había sido un día perfecto, todo había salido según sus planes y no hizo nada porque no se le notara su desbordante alegría. Justo acababa de salir de la comisaría, donde le habían asegurado que gracias a la explosión no había quedado nada de lo que le molestaba en pie. Se sentía tan feliz por ello. Además, ese día iba a comer con su prometido, lo cual solo mejoraba el día.


 


Hablando de eso, se dio cuenta de que podría tener algún pequeño detalle con él. No un regalo exuberante, a Asmita no le gustaría algo pomposo. Se le ocurrió que un buen regalo sería un ramo de flores, era algo sencillo y podría disfrutar del olor.


 


Miró la agenda de su móvil, no tenía nada que hacer hasta dentro de dos horas, le venía que ni pintado para escaquearse a comprarle el ramo a Asmita. Pensó en dónde había una floristería por la zona y se le ocurrió una, por lo que fue de inmediato.


 


Tardó unos cinco minutos en llegar hasta esa pequeña floristería, por fuera la pared estaba cubierta de una madera un tanto gastada, pero que se encontraba pintada con un verde tan brillante que cuando le daba el Sol, casi hacía daño a los ojos. Por el suelo, en cubos repletos de agua, se podía ver toda clase de flores cortadas y alguna que otra maceta. Los precios estaba puestos sobre un papel amarillo. Mas siendo que era un regalo para Asmita, lo que menos le importaba era el precio de las flores.


 


Entró con calma a la floristería, en ella se encontraba un hombre castaño con su hija, igual de castaña. Se estaban despidiendo, por lo que la niña habría aprovechado que las clases ya estaban prácticamente acabando y habría tenido alguna hora libre. Aspros se despidió de la chica y saludó al padre.


 


—Buenas, vengo para ver si podrían prepararme un ramo de flores—pidió Aspros con toda la educación del mundo.


 


—Por supuesto, ¿qué flores desea que empleé?—preguntó el hombre, muy animado.


 


—No me importa tanto el aspecto del ramo, sin ofenderle, lo que en verdad me importa es el olor—explicó—Verá, la persona a la que se lo voy a regalar, es ciega—aclaró— Por ello me gustaría que el ramo tuviera un olor potente y agradable.


 


El hombre se quedó pensando en lo que tenía por la tienda para poder hacerlo, se hizo varios esquemas mentales y le salió bastante bien el asunto.


 


—Bien, puedo hacerlo—afirmo el hombre alegre—Sobre el precio y cuando quiere que este listo…


 


—El precio me da totalmente igual—aseguró Aspros sin ningún pudor—Me interesa mucho más lo de cuando este y es un cuanto antes mejor, voy a comer con esa persona hoy y quiero darle la sorpresa.


 


De nuevo, el hombre se quedó unos instantes pensando.


 


—En unas horas lo tendré—aseguró el hombre—Estos días no suelo tener mucha clientela, así que en un momento podré hacerlo, me va a costar más limpiar y cortar las plantas que hacerlas—volvió a calcular mentalmente—Bueno, venga en una hora y media, lo tendrá para entonces.


 


Aspros asintió complacido por escuchar eso y se lo agradeció al hombre. Luego se despidió de ese hombre para marcharse. Aunque, cuando estaba abriendo la puerta, justó se dispuso a entrar un hombre joven. Aspros le echó una rápida ojeada, era alguien francamente guapo. Su cabello era de un bonito color azul y su cara era la viva definición de una persona hermosa. Pero no era Asmita, así que en verdad no le interesaba y ni se fijo más en ese hombre.


 


—Buenos días Albafika—saludo el hombre de la tienda al ese apuesto joven—Si hubieras venido diez minutos antes, podrías haber pillado a Agasha en la tienda.


 


—Ya, pero no he podido escaparme antes—comentó Albafika, tenia un aire extraño y solitario.


 


Ese nombre le sonaba de algo a Aspros, por ello le echó una última ojeada antes de irse del todo. Mientras caminaba comenzó a atar algún que otro cabo. Había visto a ese tal Albafika alguna vez con Shion. Al parecer eran amigos o algo por el estilo, esos detalles no solían importarle demasiado si no le eran de utilidad. Lo que si estaba seguro era que Albafika había tenido algo con Manigoldo, pero Manigoldo había tenido algo con tanta gente que ya ni se molestaba en saber con quien.


 


Suspiró al pensar en esos dos. Sobre Shion, no era que le cayera mal o algo así. Simplemente era alguien bastante molesto para sus planes, al igual que lo era Manigoldo. Esa pareja se había vuelto en una pequeña piedra que se tenía que sacar de su sandalia porque pese a su tamaño, seguía siendo molesta.


 


A decir verdad, tenía más piedras en la sandalia de las que se habría pensado, porque Sage y Hakurei también eran unos huesos duros de roer. Para su fortuna, esperaba que cuando lo que tenía pensado para Manigoldo y Shion se llevara a cabo, se entretuvieran con eso. Jamás podría agradecer suficiente que Shion y Manigoldo fueran una de las debilidades de esos dos ancianos tan molestos.


 


Luego estaba el tema de El Cid, ese si le daba pena. Sobre todo porque podría haber sido un gran ayudante. Es más, había empezado como uno de sus tantos ayudantes. Y había sido buenísimo, si en esos momentos continuara estando de sus lados, podría haberse deshecho de tantos líos de una manera tan fácil. Fue una pena que no vieran las cosas desde el mismo punto de vista. Fue una pena que eso les llevó a ese odio tan profundo que en la actualidad sentían el uno por el otro.


 


Para El Cid también tenía pensado algo, pero tendría que retrasarlo, quería que Sísifo pudiera disfrutar de él. Quería darle esa felicidad a Sísifo, porque después de lo que haría, se deprimiría bastante. Ojala eso hubiera sido diferente, no quería hacerle daño a Sísifo, mas no quedaba más remedio.


 


Degel también era molesto, pero era alguien fácil de entretener. Si Kardia no tuviera esa misteriosa enfermedad, Degel ya le habría pillado. Pero como esa enfermedad le servía como la perfecta distracción, solo tenía que mantenerlo un poco vigilado y ya dejaba de ser un problema.


 


Miró hacía ese cielo azul, pronto serían las fiestas del lugar, jamás había tenido tantas ganas de que llegaran las fiestas. En esas fiestas, todo comenzaría a cobrar forma, todos sus planes, deseos y sueños, por fin comenzarían a volverse realidad.


 


Sonrió y bajó su mirada a su anillo de compromiso. Asmita se enfadaría, lo haría y mucho. Aunque ese rubio no sabía que gracias a él, Aspros quería ser mejor persona, sino hubiera sido por la aparición de ese rubio de ojos azules en su vida. Sus planes habrían sido totalmente diferentes, habría sido mucho más fáciles y más sangrientos. Pero Asmita le hacía desear ser mejor persona, por ello intentaba minimizar los daños, aunque eso no quitaba el hecho de que mucha gente lo iba a pasar mal.


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