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Lamento de la Sirena por PrincessIce

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Notas del capitulo:

Les tengo una noticia... ya estoy en los ultimos capitulos, asi que no me maten XD

Alisten pañuelos!!

El menor al escuchar aquellas palabras por parte de su dios, abre los ojos como platos, de manera inconsciente levanta el rostro mirándolo directamente – ¿Qué? – totalmente enmudecido, en su estómago una especie de revoltura se manifiesta, lentamente desliza la mano al vientre bajando de nueva cuenta el rostro siendo deslumbrado por el repentino brillo del tridente, a su alrededor lo único que percibía era un gran torbellino de agua que los cubría.

–Se suponía que solo iría a los tratados de paz, pero eres una maldita zorra tramposa – enardecía la mirada del dios de los mares, una sed de venganza por acabar con aquel que se atrevió a tomar lo que es suyo, porque para él eso era Sorrento, de su propiedad y nadie tenía derecho a probar sus labios, a tocar su cuerpo, hacerlo gemir y derramarse más que solo él.

–A eso fui mi señor– responde el menor a sabiendas que no tenía manera de fundamentar sus palabras, ante el dios resultaba tan transparente, ese poder de dominación que tenía sobre su persona lo hacía como un libro abierto en el que podría hasta leer sus recuerdos y pensamientos.

La bofetada no la ve venir, dejando la mejillas completamente enrojecida, un sutil movimiento del chasquido de sus dedos y las escamas de Sirenia abandonan su cuerpo – No vengas a pretender tomarme el pelo – con fuerza toma del mentón ante las orbes violetas que parecían dilatarse por el intenso miedo que estaba experimentando.

–Lo escuché perfectamente en las notas de la flauta, como estás quebrado de dolor en tu alma… ¿eso querías? – Los pies del menor comienzan a elevarse del piso – Me alegra que te haya pasado eso… bien merecido te lo tienes por puta – con furia es arrojado contra uno de los pilares del templo marino, el violento golpe provoca una fractura en los cimientos de esta.

En completo silencio recibía cada uno de los reclamos y reprimendas de Poseidón, pero en su mente las palabras de este resonaban una y otra vez “¡y vuelves a mí con un engendro!”“¡y vuelves a mí con un engendro!”“¡y vuelves a mí con un engendro!”, un golpe más estaba por recibir ahora que yacía sobre el piso,  sus reflejos y la conciencia de lo que ahora pasaba en su interior le hacen esquivarlo y cubrir su vientre de algún daño que pudiese recibir de su parte.

La reacción del menor termina por desquiciar al emperador de los mares, era tan fácil doblegar a ese humano insensato, unas ondas expansivas forma al agitar sus manos haciendo rebotar por las paredes al joven marina que no se daba por vencido por proteger aquello que era fruto del inmenso amor que profeso hacia la persona que amaba, así este haya sido un maldito patán al menos sentía en esos momentos que algún bueno le había dejado ese hombre.

–No pienso dejar rastro de una sabandija del santuario en ti, así tenga que arrancarte la piel para borrar sus besos, sus manos y su maldito bastardo – un grito lleno de lamento provino de los labios del marina pidiendo clemencia para su hijo, más que nada suplicando para hacer volver a Julián.

–Por favor… no lo hagas, haré lo que me pidas pero no le hagas daño, mi señor… ¡Julián! – lo llama sin perder la esperanza que su noble amigo despierte del poder de Poseidón, más esto no sucede, de nuevo es elevado pero esta vez aprisionado contra su cuerpo, los dientes del dios se clavan en la suave piel de su guerrero, azotado el frágil cuerpo hacia uno de los sillones de la sala principal, un desquiciado de celos enfermizos despojaba del pantalón para estrujarle la entrepierna de manera lastimosa, sin previo aviso entra en su pequeña cavidad penetrándolo salvajemente, está vez no quería quedarse de brazos cruzados lanzando el menor un zarpazo al rostro, hilillos de sangre escurrían por la mejilla del gran Poseidón – Eso no se hace precioso… respeta a tu hombre, a tu dios… – con desprecio continua magullando su piel a mordidas pretendiendo desgarrar su piel.

Con velocidad en aumento continua bombeando para su propio placer, tironeando su cabello hasta arrancar algunos mechones, la saña de su castigo no se detendría todavía, a pesar de estar cercano al orgasmo, la tortura prosiguió con ayuda del tridente que fue marcando surcos sobre el pecho aterciopelado del menudo general marino, la sangre brotaba al trazarse ese camino que intentaba llegar a la zona sur para cumplir su cometido.

Por su parte Sorrento se culebreaba debajo de ese cuerpo en sus intentos por liberarse, peleando como fiera por la integridad del pequeño ser que crecía en su interior, patadas lanzadas, puños al aire, mucho más zarpazos que fueron detenidos al crujir el hueso de la muñeca derecha.

El dolor de la fractura no se comparó al de su corazón quebrado, si era necesario que le moliera todo el esqueleto así sucedería con tal de cuidar de su bebé – No… no… – un intenso calambre lo inmoviliza cuando el emperador suelta el gemido gutural al expulsar su semilla dentro de Sorrento – Si al menos fuera mi heredero te hubiese perdonado… pero puedo oler esa sangre traidora de aquí al mismísimo olimpo… no tienes la menor idea de lo que le pasará a ese maldito que te embarazó– sentenció con una violenta amenaza – pero antes la pagará el bastardito – una bola de energía se concentra en la diestra del dios dejándolo estallar sobre el delicado cuerpo del músico.

 

En el santuario…

 

Las barajas son colocadas en la mesita – Póker, de verdad no sé qué mierda les pasa – despotrica el italiano que apenas terminando la expresión recibe un gran manotazo en la cabeza por parte de Afrodita, acción que arranca un par de risitas en Aioria y Milo, no así en el par de rostros idénticos que intentaba jugar barajas para distraerse del extraño sentimiento que les había provocado la despedida de Sorrento.

Ese ambiente pesado lo percibían todos los reunidos en la casa de Cáncer donde años atrás se encontraba adornada por tétricos rostros humanos como trofeos, pero que en la actualidad solo eran cuadros que sostenían la fama de su apodo. Nadie decía ni una palabra para no importunar, pero sospechaban que los gemelos tenían mucho que ver en ese detalle de la melodía del general marino.

Una extraña sensación sobresalta a los gemelos, sus miradas se cruzaron sin mediar palabras, el mayor de ellos dos se levantó embriagado por la incomodidad – Estoy cansado, otro día con gusto continuamos jugando– su tono frío y serio alerta al gemelo menor que decide seguirle hasta las afueras de las puertas del templo canceriano.

– ¿Vas a decir que te traes?, vienes actuando raro desde que vi salir de nuestra casa a Sorrento ¿Qué coños le hiciste? – Saga ni se inmutó ante el cuestionamiento de su hermano menor, hasta que fuertemente es detenido del brazo.

–No se dé qué me hablas– esperaba que haciéndose el desentendido bastara a Kanon, estaba seguro que si se enteraba que lo suplantó ante Sorrento, lo terminaría odiando, alejando las posibilidades de ganarse completamente el corazón de su bello hermano de la forma enfermiza que lo amaba.

– ¡Carajo Saga!, lo sentí… había algo, era el tocando la flauta, iba llorando y hace unos instantes…. Algo aquí que me dice que – Kanon suelta del agarre a su hermano mayor que sorprendido escucha eso último que él también había percibido, pero no sabía con exactitud lo que sucedía, pero era cierto que se trataba como un mal presentimiento.

Las piernas temblaban apenas pudiendo dar el paso, en su mano izquierda aferrado a la flauta que estaba mezclada con sangre de su cuerpo, la amenaza de dañar también al amor de su vida, su interior dolía, no físicamente… ese inmenso vacío era estar muerto en vida, patán o no, aún era el amor de su vida, el ya no tenía salvación alguna a lado del dios, tan solo desgracia misma que no estaba dispuesto a que continuara, Poseidón no destruiría a su amado Kanon y con esto también a su mejor amigo Julián – Es hora de ponerle fin… señor Poseidón – susurra apunto del desmayo a escasos 500 metros de la entrada principal del santuario ateniense. Su mente daba vueltas, repasando cada segundo del martirio de la que aseguraba era la última violación que sufriría  a manos de él, la manera en que Julián pareció aparecer unos momentos enviando a un breve letargo al dios, y el cómo tuvo que hacer uso de la poca fuerza que tenía para huir del mundo marino antes que Julián se diera cuenta de la magnitud de la situación, era poco tiempo ahora pero no flaquearía en interponerse en el plan de Poseidón en destruir a Géminis.

–No le hice nada, deja de seguirme… iré a conseguir un cigarrillo a Rodorio – el legítimo dueño de la armadura dorada de Geminis emprende el descenso hacia la aldea cercana, pisándole los talones continuaba el gemelo menor, pretendiendo le diera las explicaciones que buscaba, harto se detiene para tomarle de la cintura  y acallarlo con un beso, mas sus labios quedan apenas a unos centímetros de separación, un leve cosmos es percibido por ambos, casi a la par giraron su cuerpo no dando crédito a lo que sus ojos presenciaban… Sorrento en una precaria condición, la ropa desgarrada, tambaleante y con un extraño flujo sanguíneo entre sus piernas.

 


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