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Wife por metallikita666

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Notas del capitulo:

Damos inicio a la actualización de esta semana con un título muy sugerente. Esta escena también es una de esas donde se conjugan emociones muy diferentes y hasta opuestas, tanto para los persos como para el lector. Ademáaaasss... contiene una sorpresita tremenda que me he estado guardando mucho. Que he estado guardando de vos, amor, específicamente. Así que espero que te guste kjskdjsk

Es uno de los puntos álgidos de esta historia, si bien el nudo se termina de engrosar y se resuelve más adelante. Por ahora, estamos justamente a la mitad del relato. 

Doce: Crimen y castigo

 

Esa tarde no volvería al colegio, y en la noche me encaminé directamente a Suminoe-ku en compañía de Chihiro y Yoshio, pues nos pareció que decirle a más gente sería innecesario, dado que estábamos hablando de una lancha con dos tipos solamente.

No había nadie vigilando desde nuestra bodega, por lo que llegar a ella y ver todo el equipo desparramado, la mesa y las sillas que habíamos usado las noches anteriores, más la basura y desperdicios dejados ahí por los improvisados vigías, me produjo una gran contrariedad. Nos estábamos arriesgando a desperdiciar nuestro tiempo esa noche también, pero al menos tuve el tino de no comunicarle nada a papá sobre mi plan. Lo mío había sido solo un reclamo.

-A ratos me pregunto si eso que dijeron no habrá sido a propósito…- Comenté, atrayendo la atención de mis dos acompañantes.

-¿Qué cosa?- Inquirió Yoshio, deteniendo la revisión de algunas anotaciones que estaban sobre la mesa.

-Lo de que “ya lo descargaron prácticamente todo”.-

-Pero eso implicaría que saben que los hemos estado grabando.- Repuso el vocalista de grave tono, quien se encontraba limpiando su pistola, la cual previamente había descargado. –Y no tenemos forma de saberlo a ciencia cierta.-

-Pues… no. Pero podrían haberlo hecho como una precaución.-

Luego de un par de horas, a eso de las once de la noche y cuando Yoshio estaba a cargo de los binoculares, apareció por fin la lancha. Su anuncio hizo que la piel se me pusiera de gallina, lo cual resultaba contradictorio, dado que nuestra presencia en ese sitio había sido producto de mi insistencia.

-Muy bien; llegó la hora.- Dijo el fornido rubio, golpeando la empuñadura de su arma contra su palma.

De acuerdo con lo convenido, y tras taparnos el rostro, tanto él como yo iríamos al frente, armados de nuestro revólver y bate, respectivamente, y Yoshio permanecería detrás para cuidarnos las espaldas. Salimos de la bodega guiándonos por la débil luz que emitía uno de los faroles de la malla lateral, la cual iluminaba el acantilado. Ese día, la vigilancia nocturna del puerto parecía estar más muerta que de costumbre, pero tendría que ser una ilusión, pues en teoría nunca se detenía.

Nos quedamos tras unas remolcadoras que estaban cerca de nuestro escondite, pues había de esas máquinas por toda la zona de descarga. Además de estas, no obstante, se hallaba gran cantidad de barriles de metal y madera, los cuales de seguro contendrían combustible y algunos otros insumos para las embarcaciones. Las remolcadoras que los sujetos usaban para esconder las cajas distaban como unos veinte metros de las nuestras, y la consigna era no atacar hasta que ellos se bajasen de su lancha y hubiesen puesto las cajas en su sitio.

Mi corazón palpitaba como un loco: era la primera vez que haría una cosa como esa, sin conocer el rostro del enemigo ni su identidad. Se sentía muy diferente a las peleas callejeras donde, por más pañuelo que llevásemos, nos conocíamos los unos a los otros, pues casi nunca se daba una riña sin haber estudiado antes al grupo rival, al cual solíamos enviar amenazas antes de concretar el escarmiento.

Por seguridad, el rubio vendría detrás de mí, pues su arma era más rápida y no requería cercanía. Al no saber si aquellos individuos iban armados, realmente nos estábamos jugando un chance muy grande, así que preferimos utilizar las palabras antes de aparecer delante de ellos. Pero había que acercarse lo suficiente como para poder ser escuchados.

-¡Ey, ustedes, desgraciados! ¡Deténganse!- Grité con mi voz más grave y brusca, mientras dirigía la luz de mi linterna a la cara de uno de ellos, sin salir totalmente de mi escondite. Chihiro, de igual manera, estaba como dos máquinas atrás, apuntándoles. -¿Quiénes son, y qué demonios han estado trayendo todos estos días en esas malditas cajas? ¡Este es territorio Free-Will!-

Los tipos solamente levantaron las manos, como mostrando que iban inermes, pero no contestaron y tampoco se retiraron el pasamontañas. La situación comenzó a exasperarme, pues no estaba seguro de qué hacer. El nerviosismo ante la novedad me estaba ganando, a pesar de que me sabía resguardado por uno de los mejores pistoleros de la prefectura.

-Maldición, ¡no responden!- Exclamé por lo bajo, como para que mi compañero me oyera. -Y podrían inventar algo si tardamos demasiado.- Luego me volteé hacia él un segundo, pero volví a fijar la mirada al frente, razonando con desasosiego. –A lo que parece, van desarmados. Saldré, y si ves que intentan algo raro, ¡dispara!- Al instante, troqué de nuevo mi tono por el alto y prepotente. –¡Quédense con las manos levantadas, o si no, lo lamentarán aún más!-

Salí de donde estaba, sosteniendo todavía la linterna y cargando el bate en la siniestra. Los sujetos no hicieron ni el mínimo amago de nada, sino que solo se quedaron mirándome fijamente. Dicha actitud comenzó a darme confianza, porque si no llevaban con qué defenderse, el asunto sería pan comido. Casi me sentía saboreando los golpes que, de no querer colaborar, descargaría sobre sus lomos y costados.

-¡Les hice una pregunta, infelices!- Volví a gritar, y en ese momento deseé que Tetsu estuviera a mi lado, para que también se divirtiera con la que parecía que iba a ser una caza sencilla. Paulatinamente me iba confiando más y más; tanto, que olvidé la precaución exhibida minutos antes, otorgándole más tiempo del debido a la intimidación, la cual siempre fue mi parte favorita. –¡Respondan de una buena vez, y muéstrenme lo que hay en esas cajas!-  

Me enfadé al ver que los tipos no obedecían, pero cuando estuve listo para correr hacia ellos y arremeter se escuchó un espantoso estruendo, proveniente del lugar del que apenas unos instantes atrás yo había salido.

-¡Yuki! ¡Agghhh, cuidado!-

Me volteé maquinalmente, mirando cómo otro encapuchado había pateado los barriles para que se esparcieran por el suelo y produjeran tal estridencia, una vez que tomó a Chihiro por detrás, aplicándole una llave al cuello. En mi angustia, lo único en que pude pensar era que dónde demonios se había metido Yoshio, quien aunque no era ni tan rápido ni tan experto como el rubio, constituía nuestra tercera opción. Posteriormente, me daría cuenta de que había sido atacado por un quinto tipo que logró neutralizar su protección hacia nosotros.

Dos frente a mí, uno que forzaba al vocalista y otro más fuera de mi ángulo de visión; se preguntarán dónde estaba el restante. Cuando intenté voltearme de nueva cuenta hacia los primeros sujetos, sentí una patada en el omóplato que me derribó instantáneamente.

Solté el bate y la linterna para poder interponer las manos entre mi cara y el pavimento, pero sabía muy bien que esa posición me dejaba totalmente vulnerable. Estaba demasiado asustado: en tan solo instantes, los dos malditos se multiplicaron como por arte de magia delante de mis ojos, y el hecho de que los que se bajaron de la única lancha visible fueran desarmados por fin cobró sentido. No podía dejar de maldecirme internamente por haber sido tan imbécil y tan confiado, pero también despotricaba contra todos los demás que habían montado guardia por no detectar nunca que el bote de los individuos no llegaba solo. O al menos, eso fue lo único que pude deducir en aquel instante.

Las preguntas se sucedían una a la otra sin tregua, y de pronto no sabía si todo se trataba de una trampa urdida por los By-Sexual, o si incluso a ellos el rápido contraataque los habría tomado por sorpresa. Con la cara contra la calle y los brazos cruzados arriba de la cabeza, podía sentir un cañón frío en mi nuca, todo lo cual me imposibilitaba dejar de jadear con una ansiedad que estaba a punto de hacerme perder todas las esperanzas.

Cerré los ojos para contener las lágrimas que ya se habían formado; teniendo muy claro que, pasara lo que pasare, no suplicaría. De parte de ellos seguía sin escucharse nada, lo cual probaba una vez más la hipótesis del código de silencio, pues en otras circunstancias, las palabras habrían estado naturalmente presentes.

Oí a Chihiro removerse a metros de donde estaba yo, probablemente luchando para quitarse al sujeto que lo inmovilizaba por la espalda.

-¡Suéltenlo, malditos!- Vociferó el rubio, refiriéndose a mí. -¿¡Qué demonios es lo que quieren!? ¡Con Yoshio y conmigo es más que suficiente!-   

Por un lado, agradecí su ánimo protector; pero por otro, y por más que me encontrara en una situación de total vulnerabilidad, me sentí nuevamente hecho a un lado. La rabia del trato que me daban siempre los mayores se mezcló con la impotencia y el enojo de que todo hubiese salido tan mal, y pronto me fue imposible contener las lágrimas y no apretar los dientes, sin saber qué cuerno decir.

Solamente me quedaba insultarlos.

-¡Hijos de puta! ¡Cobardes! ¡Acaben con esto de una buena vez!-

Y cuando por fin una mano me asía del cuello de la camisa para, sin dejar de apuntarme, halarme hacia arriba, unas luces invasivas se encendieron de repente, tomando por sorpresa al mismo tipo que estaba a punto de voltearme, pues se quedó inmóvil. Los resplandores vinieron acompañados de una voz salida de megáfono, que pronto reconocí.

-Ustedes, contrabandistas de quinta… Suelten a los chicos de inmediato. Es una orden. Los tenemos rodeados.-

Era Den-san, y se oía bastante tranquilo. Hablaba con voz maquinal, como si fuera una grabación, pues lo que decía eran palabras protocolarias en una situación de ese tipo. Empero, yo entendía el asunto cada vez menos.

Entonces, el sujeto que estaba a punto de voltearme me haló con más fuerza todavía, y una vez que me hubo separado del suelo, me aplicó una llave muy parecida a la que mantenía a nuestro pistolero neutralizado, todavía con el cañón de su arma pegado a mi cabeza. Instintivamente, llevé las manos a su brazo cubierto, enterrando los dedos crispados en él.

Una vez en esa posición y aunque con dificultad, pude notar que las luces provenían de una serie de embarcaciones que habían rodeado el atracadero, y que apuntaban sus enormes lámparas hacia nosotros. El bajista de grandes ojos se hallaba en un yate, acompañado de unos cuantos sujetos más, y el resto de naves pertenecía a la policía. Todos estaban listos, apuntando hacia los encapuchados y esperando la orden para disparar.

Uno de los tipos que originalmente se bajaron primero a descargar se acercó a nosotros, y luego de aclararse la garganta, habló por fin.

-No lo haremos. Y no soltaremos a este mocoso… que parece ser importante, hasta que no nos hayan permitido irnos.- Su acento era rarísimo. Parecía como si estuviera fingiendo no solamente el tono, sino también el modo de hablar, pues lo hacía lentamente, como un extranjero. Era esa la voz que habían captado las grabaciones. –Ah, claro. Junto con todo lo que trajimos.-

Cuando él dijo eso, su compañero recrudeció el agarre que me humillaba, sacándome un quejido y una maldición. Genial: para entonces pensaban secuestrarme, o al menos, usarme de rehén hasta que se hubieran alejado lo suficiente, probablemente con intenciones de hacer jurar a los nuestros que no los perseguirían, a costa de mi seguridad. Mi autoimagen estaba por los suelos en ese momento, pues nunca antes me habían hecho sentir objeto de intercambio.

-Mmm… Mientras se lo piensan…- Añadió el intruso, refiriéndose a que Den todavía no había respondido a su demanda. -Vamos a ver quién es este chiquillo…-

Lo miré con rabia, abriendo los ojos al máximo al tiempo que se me acercaba, y gritándole hasta de qué se iba a morir. ¿Cómo mierda se dio cuenta de que se trataba de un adolescente? ¡Si era prácticamente de su tamaño, y llevaba el rostro cubierto!

El sujeto me bajó el pañuelo de un tirón, levantando las cejas con gesto impresionado cuando me vio por fin. Naturalmente, mis insultos lo tenían sin cuidado, pero no por ello dejaría de mentarles la madre a él y a los demás.

Tres segundos después, la situación dio un giro de ciento ochenta grados. En mi miserable vida se me habría ocurrido que una cosa tan irrelevante lo cambiaría absolutamente todo.

-¡La reputa madre, la concha de todo! ¡Boludo’, suelten a ese pibe sha mijmo! ¡¡¡Ese pendejo es el sobrino del Taishi, y si le pasa algo, el chabón no’ va a hacer boleta!!!-

Estaba a punto de seguir sacando víboras por la boca; lo juro. Pero semejante parlamento salido de un tercer sujeto que prácticamente corrió hacia nosotros cuando me destaparon la cara (el segundo que se había bajado a descargar), me sacó de órbita. Las palabras, literalmente, se me atascaron en la garganta.

Ambos individuos se pusieron a discutir en su argot, y les aseguro que por más que lo intenté, lo único que capté fue su miedo y su mención constante a Taiji. Hablaban a los gritos, y solo ellos se escuchaban porque el resto parecíamos muy empeñados en intentar comprenderles aunque fuera algo. Sus compañeros, por otra parte y afortunadamente para nosotros, seguían guardando el obligatorio silencio.

-Che, me chupa un huevo la vieja trola, ¿entendé’? ¡A mí me preocupa Taishi!-

Entonces, Den, quien hasta ese instante había estado observando desde el yate, tomó de nuevo su megáfono.

-Ume, Nori, y los demás… ¿Son ustedes, verdad?- Inquirió perezosamente, pero con un dejo de risa. –Déjense de estupideces y suelten a Takayuki y a sus amigos de una vez…-

El tipo que se había acercado preocupadísimo una vez que me develaron se volteó hacia el peliverde.

-¡Pero tené’ que prometerno’ total di’creción, wacho! ¡Nosotro’ le’ damo’ a lo’ pibe’, y u’tede’ como que no ha pasado nada, eh!-

Fue en ese instante cuando papá, muy molesto, le arrebató el altavoz a su subordinado, y al escucharlo me di cuenta por fin de que él también estaba ahí; lo cual, no sé por qué, no me imaginé desde un principio. A pesar de todo lo que había pasado entre nosotros de forma previa, tengo que reconocer que oír su voz me tranquilizó totalmente, y que los insultos y amenazas que pronunció a continuación fueron música para mis oídos.

-¡Dame acá de una vez, Hiroyuki! Ya me hartaron estos idiotas. A ver, ¡qué discreción ni qué ocho cuartos, tarado!- Bramó el mayor desde la proa tras empujar al otro para tomar su sitio, apuntándole al malandro con el índice- ¡¡¡Dejen ir a Takayuki y a los demás de una buena vez, si no quieren que llame inmediatamente no solo a Yoshiki y a Taiji, sino también a todos los luchadores amigos de mi mujer!!!-

-¡Boludoooo! ¡Es el viejo! ¡Es Tomioka! ¡SUELTEN A LO’ PENDEJO’!-[1]

Al sonido de la orden que diera el encapuchado y, una vez libres, tanto Chihiro como Yoshio tomaron el lugar de sus adversarios, acercándose hacia donde estábamos los demás con los sujetos encañonados. No obstante, cuando yo estuve listo para hacer lo propio, la voz de papá me detuvo.

-Hijo: tú quédate donde estás. Ya vamos para allá, a ver de una vez por todas qué hay en esas malditas cajas.-

Cabizbajo, no me quedó más que resignarme. Instantes después, papá, todos los By-Sexual, Murasaki y algunos policías inspeccionaban las dichosas cajas, del interior de las cuales extrajeron por fin… un cargamento ilegal de discos de bandas de la Extasy… Incluida, por supuesto, la de los famosos “intrusos” de esas semanas: nada más y nada menos que la alineación completa de los Tokyo Yankees (¿lo recuerdan? Sí, por eso eran cinco…). Es decir, que al parecer Hayashi, rival y socio de mi padre a una misma vez, intentaba buscar una nueva manera de distribuir sus producciones sin tener que pagar los acostumbrados “impuestos” de la región de Kansai.

Luego de que me enterara de todo, y cuando estaban procediendo a esposar a los del sello contrario, me alejé hasta quedar casi al borde del acantilado. A solas, miraba el continuo y eterno vaivén del agua, escuchando a los lejos las voces de los demás, e intentando divisar el horizonte del cielo nocturno, con la mente saturada de todos los acontecimientos que acababan de ocurrir.

-Me alegra mucho que no te haya pasado nada. Estaba preocupado.-

Me quedé helado al oírlo, por lo que comencé a voltearme de a poco, hasta que lo miré. Todavía llevaba el uniforme puesto.

-¿Tecchan?... ¿Viniste con…?-

-Fui yo quien alertó a tu papá después de que no regresaras a clases, y cuando ya no te encontré por ningún lado. Tampoco estabas en tu casa. Me di cuenta porque telefoneé.-

Muchas palabras me cruzaron por la mente, pero la verdad es que tenía el ánimo tan bajo que no fui capaz de articular ninguna de ellas. Separé los labios como si fuera a hablar, pero de inmediato volví a juntarlos. No tenía caso decir nada. Nuevamente, volví a agachar la mirada.

-Tommy-sama estaba muy descolocado después de que discutieran, y justamente por eso no había querido regresar con tu mamá. Llamó a Kenzi-san para decirle que tenía mucho trabajo, y que se quedaría en la oficina hasta una hora indefinida.-

-Entonces tú fuiste al sello…- Pronuncié por fin. –Y hablaste con él.-

El más bajito asintió con un movimiento de cabeza, y yo solo pude quedarme mirándolo a los ojos. No necesitaba decirle nada para que él comprendiera lo mal que me sentía, de la misma manera en que yo jamás había requerido explicación al tomar el teléfono y escuchar su voz al otro lado, completamente apagada. Esa noche, y a pesar de las luces de las patrullas y las maldiciones de los rubios tokiotas formuladas en el primo cavernícola del japonés, me di cuenta de que nunca nada sería demasiado pesado si no estaba solo. Si seguía teniendo a mi mejor amigo a mi lado.

 


[1] …Sólo argumentaré que elegí por razones obvias el argento villero para ilustrar en español lo distinto que se escucharía el argot de una región lejana, pero pudo haber sido cualquier otro xD Ahora bien, queda por aclarar por qué los Tokyo Yankees le temen a Taiji. El vaquero, como algunos otros músicos (en la realidad y en el rol), tuvo un importante traslado artístico y personal desde la Extasy, Tokio y Kanto hacia la Free-Will, Osaka y Kansai tras salir de X. Pero mientras estuvo con Hide y los demás, y compartió sello con los Yankees, se hizo respetar por estos al no ser ningún niño indefenso.

Notas finales:

¿Y bien? ¿Sorprendidos? Hemos tenido tantos devaneos con esos Yankees brutos y preciosos, que esta pequeña aparición era lo menos que merecían XDDD

Volviendo a Yuki... definitivamente ha quedado muy impactado. Es probable que jamás se imaginara un despliegue tal por parte de Tomás. Que haya subestimado su amor de padre.

Será un patán en otras cosas, pero el viejo es amorsh. Que nadie le toque a su muñequita o a sus Takas, so pena de muerte <3

Gracias, y nos vemos en una semana C:


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