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El Arreglo por Kikyo_Takarai

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Notas del capitulo:

Al fin el último capítulo! Gracias a tod@s por leer. Al final hasido una historia con una conclusión feliz. Por Patreon me han pedido que escriba un pequeño Epílogo, así que lo haré pero creo que lo dejaré como exclusivo para la plataforma, mientras tanto, les dejo el final oficial!

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No había acordado una hora para verse con Jean, su mensaje había sido bastante vago, pero eso no le impidió sentir que llegaba muy tarde. Y es que no encontraba el valor para subir. No encontraba el valor ni para entrar al edificio. Sabía perfectamente a dónde iba, pero mientras presionaba las botellas contra su pecho se sintió como un niño de nuevo.

Aquello era ridículo. Completamente ridículo. Era un hombre adulto, independiente, que llevaba años de vivir por su cuenta y atender los asuntos pertinentes a su vida sin ayuda de nadie. Seguro podía subir a dejar unas cuantas botellas de leche para su hijo… Pero John no era su hijo, era de Jean. Como el padre ejemplar que siempre supo que sería había vendido a su hijo por dinero que ahora no tenía el espinazo para gastar, no se atrevía ni a mirar su estado de cuenta.

¿Pero cuál era la alternativa? ¿Ser el dulce y sumiso esposo Omega de un hombre que, sin saber hasta dónde, estaba claramente involucrado en el crimen organizado? La moral de Adam era flexible por decir lo menos, no iba a negarlo. Había hecho muchas cosas ilegales a lo largo de su vida y de su carrera. Había mentido, falsificado documentos de identificación, se había acostado con algunas personas sólo para obtener de ellas algún beneficio o para robar algo de sus casas mientras dormían. Pero aquello, estaba convencido, no era nada comparado a lo que Jean era capaz de hacer, sin ir más lejos, por ser alfa.

Y John. ¿Podía ver a su hijo una vez y luego irse para siempre? ¿Podía mirarlo y simplemente elegir no mirarlo nunca más? No lo sabía. Se precipitó en averiguarlo. ¿Por qué no envió la leche con un servicio de mensajería como hacía siempre? ¿Qué impulso estúpido lo había llevado a hacerlo el mismo? Era su propia culpa que ahora estuviera ahí, caminando en círculos alrededor de una banca con una hielera en las manos y una expresión de puro terror.

Cuando su celular vibró casi le saca un grito. Lo sacó de su bolsillo con manos temblorosas y tuvo que poner su código dos veces antes de poder desbloquearlo. Maldita sea Adam, contrólate. Era un mensaje de Jean, breve y seco: “¿Está todo bien?”

“Sí.” Fue la única respuesta que logró teclear antes de volver su vista al edificio. Era ahora o nunca, mejor terminar con esto lo antes posible. El hombre de la recepción ya tenía su nombre registrado así que el proceso de ingreso fue tan fluido que le puso aún más nervioso. Mientras esperaba el elevador y luego mientras subía lentamente pensó un poco más. Había evitado su contacto casi un mes completo, pero ahora sentía los nervios de una colegiala sólo ante la idea de ver a Jean. Era ridículo ese cuerpo Omega suyo. Ese instinto, esa necesidad primaria y biológica que no parecía poder controlar. Era una sombra de sí mismo y si hubiera tenido un poco menos de agotamiento emocional quizás le habría importado.

Los dos guardaespaldas de Jean hicieron una reverencia cuando llegó a pararse nerviosamente frente a la puerta, uno de ellos incluso le sonrió y Adam trató de devolver la sonrisa. Después de todo había pasado varios meses viviendo ahí. Quizás ellos le extrañaban más que Jean. No tuvo el tiempo para mutilarse con aquella idea, pues cuando se abrieron las puertas el aroma que llegó a su nariz fue casi lo bastante fuerte para ponerlo de rodillas allí mismo.

Su Alfa y su bebé, en cada espacio, en cada superficie. Su Alfa y su bebé juntos. El Omega dentro quiso saltar, revolcarse en las superficies, impregnarse de esa esencia. Pero no lo hizo, tenía que ser fuerte, tenía que mantenerse firme. Era como si dos partes de sí mismo jugaran a tirar de una cuerda hecha de la misma fibra de su ser. Ninguna parecía tener la fuerza para derrotar a la otra y lo único que Adam  esperaba era que aquella violencia no le partiera en dos en cualquier momento.

Aquella había sido una pésima idea.

—No creí que de verdad vendrías—. La voz de Jean era suave y aterciopelada. Adam sintió su corazón acelerarse, la necesidad de ofrecerle su cuello y reclamar una marca lo obligó a enfocarse en otra cosa.

—Pensé que así podría ahorrarme los gastos de mensajería—. Dijo con la voz más firme que pudo. Con un movimiento algo torpe le ofreció la bolsa y Jean la tomó como si no estuviera ahí, sin mirarle ni un momento. El Alfa llevó la leche a la cocina y comenzó a meterla en la nevera. Adam tenía toda la intención de seguirle pero el aroma de su hijo, que el mismo Jean parecía emanar le distrajo horriblemente.

Lo necesitaba, necesitaba un cierre, mejor tarde que nunca. Podía irse, podía dejarlos en paz de una vez, podía despedirse como las madres del foro de ayuda y su vida volvería lentamente a lo normal. Jack sería feliz ahí (no Jack, John) y nunca le faltaría nada. Tendría dinero, oportunidades, a su padre que desde el primer día había velado por su nacimiento y su bienestar. No necesitaba a Adam y la idea casi lo hizo llorar ahí mismo. Tenía que cerrar ese ciclo.

—¿Él está bien? Sé que apenas salió del hospital pero…

—Ya tienes tu dinero, Adam, cada centavo tal y como lo prometí. Ahora resulta que te importa…

—No tienes ningún derecho a…— Replicó Adam con las mejillas encendidas y un tono irritado en la voz.

—¿Te importa? — Insistió Jean, el tono hizo a Adam retroceder un paso, pero era un Omega necio y no se dejó amedrentar.

—!Me importa! ¡Claro que me importa! —Gimió ofendido. — Es mi hi…

—¡Jack es MI hijo! —Le interrumpió. El Alfa lo empujó contra el muro más cercano, las manos en su cuello, presionando con fuerza. Estaba realmente furioso. Adam lo miró confundido entre casa intento por recuperar el aire que escapaba de su pecho.

—¿Jack?

—Ya no te necesito, Señor Towers—. Murmuró mientras lo dejaba ir. Adam llevó sus propias manos a su cuello, frotando los puntos donde los dedos ajenos le habían hecho más daño y jadeando suavemente. — He buscado mucho, encontré una fórmula que puede reemplazar la leche materna con muy bajo nivel de pérdida nutricional y he contratado una enfermera que…

—¿JACK? —Preguntó de nuevo. Jack no era su nombre, era el nombre que Adam le había dado. Le tomó del brazo cuando intentó alejarse, sus ojos azules intensos y clavados en su rostro. Jean se intentó soltar  de su agarre suavemente.

—Fue un error, lo he pronunciado mal. El inglés no es mi lengua materna.

—Mentiroso….maldito mentiroso—.

—NO...me reté, Señor Towers. — Gruñó Jean. Adam dejó escapar una risita demencial.

—¿Retarte? ¿Yo? Por favor, Jean…

—El límite de cuánta tolerancia siento por usted es peligrosamente pequeño. — Bufó Jean, irritado. — La única razón por la que aún está con vida es porque te necesitaba por el bien de mi hijo, pero ya no más.

Adam estaba molesto de verdad ahora, estaba a punto de golpearlo en la cara, si bien dudaba que su puño llegara a la cara del otro incluso si de verdad lo intentaba. Pero fue justo en ese momento que un sonido completamente desconocido para él llegó a sus oídos. Llanto. No cualquier llanto, el llanto de su hijo. Su hijo que lo necesitaba, su pequeño bebé hambriento.

Su cuerpo reaccionó antes que él, puro instinto omega activándose mientras sus pezones parecían listos para alimentarse aun cuando se había vaciado antes de salir. Perdió la fuerza en los dedos, mirando fijamente en dirección al sonido y dejando ir a Jean sin darse cuenta.

—Adam.

—Tengo que ir.

Adam intentó correr rumbo a aquella puerta pero escuchó los pesados pasos de Jean detrás. Dejó escapar un suspiro de placer cuando el Alfa lo atrapó, rodeándole con los brazos y manteniéndole quieto y en el pasillo. El calor de su cuerpo le envió paz al cuerpo bastante alterado del Omega.

—Tienes que verlo.

—A Jack...—Jean se inclinó un poco, su nariz enterrada en el cuello ajeno para olfatear suavemente. Ese movimiento primitivo  se sentía tan adecuado, tan correcto que Adam sintió como dejaba ir un par de sollozos.

—Sí, a Jack… Jack, sabes, es un apodo común para Jonathan.

—¿Un apodo Americano? El espectacularmente elegante y refinado hombre francés le ha puesto un apodo americano… — Jean suspiró y Adam casi pudo sentir la derrota en su voz cuando volvió a hablar.

—Te descubrí rápidamente… Había noches en que era el único sonido en el silencio de la noche. Le hablabas, en tu vientre, cada día sin falta. Lo amabas entonces tanto como lo amas ahora… yo esperaba que ese amor fuera suficiente para que te quedaras con nosotros.

—No...— Adam se dió la vuelta, incluso con él daño los ojos de Jean eran hermosos. — No he gastado el dinero.

—Lo sé.

—Claro que lo sabes...— Se burló Adam, girando los ojos con frustración pero sin dejar de sonreír.

El bebé aún lloraba cuando Jean lo guió de la mano a la guardería. Era una linda habitación decorada en tonos de gris y azul, con acuarelas de animales en las paredes, con los animales de fieltro sobre la cuna como si Adam nunca hubiera tirado su manada completa a la basura. Cuando Jean se acercó a la cuna y cargó entre sus brazos a Jack, Adam estaba oficialmente abrumado. Esa era la primera vez que veía a su hijo…

Tenía las mejillas enrojecidas por el llanto, igual que sus bonitos ojos azules. Del mismo azul de Adam. Parecían cambiar con la luz cuando su padre lo movía por la habitación.

—Es precioso…

Jean tocó la mejilla del bebé con dulzura.

—Guarda un indiscutible parecido contigo… Verle cada día se ha vuelto un tormento, un recordatorio de que tú...— Adam se acercó y se acurrucó contra su costado, mirando al bebé.

—Ni siquiera te agrado. Lo acabas de decir, tu límite para conmigo es pequeño.

—Eres mi Omega. No tienes que agradarme para ser mío.

Adam cerró los ojos, disfrutando del calor y el aroma de los cuerpos a su alrededor, de su familia. Jean presionó sus labios contra los suyos y la detonación fue instantánea. Adam no pudo más que aferrarse a él. buscando más de ese beso. Fue su hijo quién los interrumpió de nuevo, llorando para recordarles que tenía hambre. El castaño sonrió.

—No… ¿me dejarías?

Jean le ofreció a Jack y Adam lo sostuvo nerviosamente, aterrado de soltarle y hacerle cualquier tipo de daño. Era tan pequeño y tan suave. Tan frágil.

—¿Me ayudas?

—Por supuesto.

El alfa los llevó hasta la mecedora que había junto a la ventana, tomó al bebé de entre sus brazos temblorosos, lo que fue difícil ya que Adam se negaba a dejarlo ir. Luego hizo un gesto hacia la silla con la cabeza.

—Siéntate.

Adam obedeció y comenzó a desabotonarse la camisa. Sus dedos parecían anguilas incontrolables y sus ojos estaban borrosos, llenos de lágrimas. Jean le devolvió a Jack y el aroma de ambos hizo al Omega sentir mareado al punto de que de haber estado de pie se habría venido abajo.

—Te ha estado esperando muy pacientemente.

—Claro… Sin duda te ha pedido sin descanso ver a alguien que jamás había conocido.

—No veo cómo podrías saber de que he hablado, en privado, con mi hijo durante el último mes.

Adam sonrió, Jack se enganchó a su pecho casi sin ayuda y aquella fue la sensación más abrumadora del día, si era eso posible. La paz que sintió lo obligó a llorar aún más fuerte, su cuerpo relajado al máximo sabiendo que su hijo estaba cerca, que cumplía con su obligación de cuidarlo. No había podido dejarlo ir. Nunca lo haría. Era admirable quién lo hacía, pero él no era admirable. Y no tenía que serlo.

Jean lo rodeo con sus brazos, parado detrás de la silla. Finalmente le beso la mejilla, limpiando sus lágrimas con una expresión de paz y de satisfacción.

—Bienvenido a casa.

 

Notas finales:

De nuevo gracias por leer!


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