Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Relatos de una antigua alumna enamorada por MissWriterZK

[Reviews - 16]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Este capítulo es algo diferente. No siempre puede ser pasión y más pasión, se haría monótono. Espero que disfruten de este nuevo capítulo con un matiz más oscuro y sentimental. No duden en expresarme qué les pareció. Me encanta leerlos y me da fuerzas para continuar con todo en general. Y, sin más dilación, les dejó con mi nuevo capítulo recién salido de Word.

Me desperté algo desorientada, desconociendo cuanto tiempo había permanecido dormida y que, si todo aquello había sido un sueño, cosa que descarté al girar mi cabeza y descubrirla a mi lado totalmente desnuda y dormida profundamente. Con un simple vistazo a su cuello y espalda pude ver todo lo que sus excesos provocaron en mí y en su piel, estaba marcada por todos los sitios posibles.

Me levanté de la cama sin hacer el menor ruido, maldiciendo mentalmente a mis impulsos, no sabía dónde se habían quedado mis ropas, de hecho, ninguna estaba a la vista. Me sonrojé inmediatamente al recordar brevemente todo lo que habíamos hecho, pero jamás me arrepentiría. Y mirándome al espejo, comprobé que no solo a mi mente le costará olvidar esto, sino que a mi cuerpo también, yo estaba en una condición aún peor. Sí que había cumplido todos mis fetiches.

«¡Malditos fetiches masoquistas! ¡Esto no se irá ni con maquillaje! Joder… no ha dejado ni un rincón sin morder o arañar. Se sentía tan bien cada vez que me mordía…» pensé para mis adentros antes de darme una bofetada. Mi auténtica personalidad tendría que quedar recluida de nuevo y tendría que salir la personalidad ejemplar. Un auténtico martirio.

En esos momentos no sabía qué era más cruel, si esconder mi verdadero yo, o no poder encontrar mi ropa. Después de diez minutos intentando recordar y revolviendo todo, logré encontrar mi ropa interior. Me la puse y me vestí con lo primero que vi en el armario. Tenía hambre y no pensaba esperar porque ciertas prendas no se dignaran en aparecer.

 Todo mi cuerpo me dolía a cada paso, ¿era una maldición ser masoquista o era una bendición al sentir placer y dolor? Ignoraba la respuesta. Llegué a la cocina y contemplé el reloj, eran más de las tres de la tarde y habíamos llegado sobre las diez de la mañana. Suspiré como una boba enamorada y me puse a preparar algo comestible con el calor típico de un junio caluroso a las tres de la tarde. Mi mente solo pensaba en comer y en que qué era más rápido de preparar, por lo que acabé preparando una ensalada de pasta con quinoa, aguacate, maíz, nueces, pasas, manzana… todo lo que no fuera carne, puesto que era vegetariana.

Una vez que la mesa estaba puesta y la comida servida en los platos regresé al dormitorio para despertarla. Era sexy hasta durmiendo, aquella profesora de veinticinco años terminaría matándome, bueno, la verdad es que también influía el que estaba totalmente desnuda y destapada, definitivamente, no soportaba nada bien el calor. Parecía estar murmurando mi nombre, a lo que yo reí enternecida y besé sus labios con dulzura para despertarla.

Ella me miró algo sorprendida, antes de corresponder el beso y volverlo más picante que otra cosa. Parecía intentar disimular su sonrojo con la intensidad del beso. Y con una maestría digna de su profesión, me volvió a llevar entre las sábanas mientras hacía cosquillas por todo mi cuerpo.

—Scarleth, ¡para! ¡Ya basta! —decía una y otra vez con dificultad.

—No

—¿Quieres jugar? Juguemos. —le susurré al oído antes de morder su lóbulo y lamer tortuosamente su cuello, mientras que con mis manos jugaba con sus senos y con su intimidad.

Ella jadeó y se estremeció dejándome respirar al fin.

—¡No es justo, tú estás vestida!

—He hecho la comida, pero si no quieres, más para mí. —le hablé con una frialdad fingida, alejándome de ella y siendo atraída a ella nuevamente por sus brazos. Estaba presionándome contra sus senos.

—¿Has cocinado para mí?

—Claro que sí, pero, si no la quieres, puedo dársela al perro. —bromeé sacando la lengua en una actitud traviesa, sin esperar que mi lengua fuera capturada… otra vez.

—Tus palabras hieren mi pobre corazoncito. —decía con una actitud dramática.

—No sabía que también enseñaras interpretación. —me burlé sonriendo de medio lado.

—¿Qué parte de tu compleja personalidad estoy teniendo el honor de ver? —preguntaba mientras se ponía su ropa interior y observaba el vestido que acababa de lanzarle—. Perdona, ¿me estás diciendo que me ponga un vestido de Armani para estar por casa? ¿Quién eres tú?

—Un ángel como el sol tú eres. —continué con la canción de Eros Ramazzotti del mismo nombre.

—¡No esquives la pregunta!

—Vale, vale. Tú ganas, responderé. Soy…

—¿Qué?

—Una estudiante del primer curso de Historia. —volví a hacer de las mías. Era tan mona cuando fruncía el ceño, molesta.

—¿Quieres que te castigue? Dime la verdad.

—Sí, por favor. Espósame, véndame y azótame. Volverías a hacerme tocar las estrellas con la punta de mis dedos y lo sabes. ¿No has leído mi expediente por curiosidad?

—Puede que hiciera eso con otro alumno, pero tú eres diferente. Quiero escucharlo de tu boca. Jane, quiero conocerte. —me contestó con seriedad, ignorando mi proposición indecente. 

—Sabes que no puedo resistirme a esa mirada. Te lo contaré todo acompañado de un delicioso Earl Grey. Y ahora, ¿qué le ha parecido la comida a mi amada y sexy profesora? —susurré con dulzura, besando su mejilla y retirando su plato al haber terminado.

—Estaba delicioso, parece que te las apañas muy bien por ti misma.

—Te advierto que no todo en mí te agradará. Ni siquiera tú has visto mi verdadero yo, salvo la parte masoquista en extremo, esa la has visto de más. Acompáñame. —advertí tomándola de la mano y llevándola al enorme salón que permanecía siempre cerrado, como para protegerme de la aterradora verdad.

Ella permaneció en silencio mientras examinaba todo lo que aparecía ante sus ojos: una enorme sala con un grandioso piano de cola negro, un violín, una guitarra española, una acústica, una eléctrica y una trompeta; las paredes estaban cubiertas de pósteres de conciertos, cuadros de mis padres como dos genios y virtuosos de la música clásica, trofeos, placas honoríficas y un sinfín de cosas más que habían ido ganando con el progreso de su corta, pero triunfal carrera musical. También había una pared dedicada a mí, todos mis premios por mi genialidad y creatividad, por mi intelecto, por mi talento y por mi voz.

—Aquí ves mi propia historia, mi pasado glorioso y todo lo que era llamada a ser. Ya nada de eso es real, todos mis sueños se escaparon de mis manos como la fina y sedosa arena de la playa se escapa de tus dedos al querer mantenerla. Todos me dieron la espalda cuando mi familia falleció, nadie se acordó de esta joven, solo estaban interesados en el dinero. Por eso nunca muestro como verdaderamente soy, no quiero salir herida. No quiero que me destrocen como aquella vez, prefiero ser tachada de mentirosa, rebelde o insensible antes que volver a experimentar ese sufrimiento día y noche. ¿Recuerdas las veces que te hablé de mi insomnio? Aquí tienes al culpable y es algo eterno e imborrable. Su muerte dejó un vacío en mi corazón y la falta de apoyo me destruyó como una figura del más fino y frágil cristal.

Había estado mintiéndome todo ese tiempo, claro que había cosas que me llamaban la atención tanto como la Historia, lo que ocurría era que había visto la otra cara de la moneda y eso, eso me marcó. Mi pasado era como una enorme herida de esas que no se ven y jamás cicatrizan, porque cuando crees que está sanada, vuelves a recaer y a revolcarte en tu misma miseria como un ciclo del eterno retorno. Puede que Nietzsche tuviera razón y por ello me centraba en vivir lo eterno que, según su pensamiento, permanecía en el momento.

No sabía cuando había comenzado a llorar ni cuando el torrente de lágrimas cesaría, lo único que me permitía enfrentarme a mi pasado y aceptarlo era su presencia. Guardó silencio como forma de respetar mi intimidad, pude sentir como acercaba una mano temblorosa a mi espalda, miedosa de romperme si me tocaba. La besé, fundiendo el dulce sabor de sus labios con el amargo de mis recuerdos y lo salado de mis lágrimas.

Nos separamos y ella permaneció ahí, estrechándome entre sus brazos, permitiendo que reposara mi cabeza contra su pecho y me relajara con los latidos de su corazón. Su olor y calidez me reconfortaban más que nada en el mundo.

—Gracias por escucharme y permanecer aquí para mí. Te amo. —rompí el silencio tras haber secado mis lágrimas, para mirarla con una intensidad desconocida para mí. Quizá abrirse a ciertas personas no era tan malo como creía.

—Jane. Te admiro por tu fortaleza. Muchos hubieran perdido la cabeza y la fe en tu situación.

—Mentiría si dijera que no estuve perdida, porque lo estuve y mucho. Durante dos años erré sin rumbo fijo, solo me limitaba a estudiar y a refugiarme en mi propia soledad, como un autómata. Pero, ¿sabes una cosa? Un día encontré mi luz, mi guía en el camino y el ángel de mi vida. Un día llegaste frente a mí tan resplandeciente e inalcanzable que me quedé boquiabierta y, al ver la profundidad y belleza de tu mirada de café, caí rendida a tus pies. Todo lo que soy ahora te lo debo a ti. Nunca haré lo suficiente para recompensarte por todo lo que has hecho y causado en mi vida.

Ahora era ella la que lloraba en silencio y yo secaba sus lágrimas con mis besos. Todo no es tan bonito como parece y toda moneda tiene otra cara.

—¿Has compuesto algo últimamente?

—Por ti tocaré hasta el fin de los días. Eres mi musa. Aunque no te prometo que en esta situación fluyan melodías dulces, románticas e idílicas.

Y con eso me alejé de ella y me senté en la butaca de terciopelo rojo de mi piano de cola, el mismo con el que había compuesto tantas dulces melodías. El mismo que me ayudaba a conciliar el sueño, uno de los pocos recuerdos de mi familia. Cerré mis ojos y permití que mis emociones se desbordaran canalizadas en las notas del piano, dando lugar a una melodía melancólica, cargada de sentimientos contrarios y al mismo tiempo, maravillosa y extravagante.

No me hacía falta pensar, parecía como si no hubiera estado apartada de aquel instrumento por más de dos años. Sentía como toda la tensión desaparecía de mi interior al pulsar sus teclas y respirar pausadamente. Había vuelto a tocar, a sentir la sensación de satisfacción y paz interior invadir mi ser, a ser transportada a mi propio universo en el que yo era la creadora de nuevos mundos con mi música. La música me hacía sentir viva, tendría que compartir mi pasión por la Historia, el Arte y el dibujo con el hábito que me acompañó en mi vida desde mi nacimiento y que jamás me abandonaría.

Iba memorizando las notas al mismo tiempo que de manera inconsciente iba pulsando las teclas, creando acordes, armonías y segundas melodías. Puede que solo necesitara tener a alguien con quien compartir mi carga emocional para poder continuar caminando por ese camino. No deseaba fama ni fortuna, solo quería pasarlo bien, disfrutar y hacer feliz a la gente con mis melodías tocadas desde el alma, apelando a los sentimientos. Quería que lloraran conmigo, que sonrieran, que sintieran ira o júbilo. Ese era el don del músico cautivador, poder manipular las emociones mediante su música.

—Eres maravillosa… ¿hay algo más que necesite saber sobre ti? —suspiró después de haber terminado de escuchar esa reciente pieza.

—Muchas cosas más, pero por hoy ya hemos tenido bastantes emociones fuertes. Tendrá que esperar. Ahora quiero que mi bella, me cuente su historia. Tómate el tiempo que quieras, no tengo ninguna prisa, por ti, esperaría una eternidad. —confesaba mimando sus cabellos, acariciando su piel de seda y besando sus dulces labios.

Notas finales:

¿Qué opinan? ¿Cuál será el pasado de Scarleth? ¿Se les ocurre algo?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).