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Relatos de una antigua alumna enamorada por MissWriterZK

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Notas del capitulo:

Y aquí está la continuación cargada de sensualidad, lujuria, pasión, erotismo y todo tipo de descripciones detalladas que te encantan, Majo, ya sabes que va dedicado a ti. No puedo esperar a recibir comentarios y leer su calor excesiva por mi culpa, tendría que haber subido esto en invierno. Así no necesitaríais calefacción XD.

—Jamás perderé. Nunca he perdido y no pienso hacerlo. Prepárate, Scarleth. Voy a hacerte rogar más y a dejarte con las ganas, unas ganas tan intensas, una necesidad tan inevitable como el respirar… Deja que despierte en tu cuerpo la llama de la pasión, no aceptaré un no como respuesta. —decía con una voz hechizante, tomándola entre mis brazos y subiendo las escaleras.

—¿Dónde me llevas?

—Déjate llevar. No te diré nada. —susurré mientras vendaba sus ojos con una de mis corbatas de seda favoritas. Puede que fuera una mujer muy femenina, pero no había nada más sexy que una mujer en un traje de ejecutiva.

Ella gimió cuando sintió el contacto de la suave y perfumada tela contra su piel. Ella no conocía mi enorme casa, así que jugaba con mucha ventaja. Lo primero que hice fue quitar sus zapatos de tacón y dejarla con delicadeza sobre el espacioso plato de ducha, antes de besarla y comenzar a desnudarla con una lentitud mortífera y calculada. Podía sentir como su piel temblaba cada vez que mis dedos la rozaban o se aproximaban a ella.

Esta vez sí que me tomé la molestia de desabrochar la camisa blanca y ajustada como un guante que se había puesto hace poco. Más lento que de costumbre, deleitándome con sus reacciones, viéndola morder sus labios con deseo reprimido cada vez que acercaba mi rostro y mi respiración y mi aliento cálido, húmedo y mentolado a su cuerpo.

—Date prisa… —protestaba cabeceando e intentando encontrar mis labios, fallando estrepitosamente, no estaba a su alcance y no pensaba estarlo. Quería verla sufrir por algo tan fácil de obtener como el placer.

—Lo siento, siempre se me han resistido los botones. —me excusé con una sonrisa maliciosa que ella no pudo ver.

—¡Mientes! Me estás torturando y quieres volverme loca.

—Yo nunca haría eso, Scarleth. Ya estás loca por mí.

—Siempre tan modesta. —ironizó como solo ella sabía hacer.

—Yo no utilizaría el sarcasmo en esta situación, preciosa. —reí contra su clavícula, lamiéndola con sensualidad.

Solo iba por el tercer botón y me dedicaba a torturarla metiendo mis manos heladas y expertas por la apertura de su camisa, masajeando sus senos sobre la tela de su sujetador, saltando esa frontera con descaro para acariciarlos y maravillarme del contacto piel con piel. Sus pezones estaban muy duros, mezcla del placer y el frío que le aportaba mi toque, lo cual favorecía el juego.

—Eres muy traviesa.

—Creo que estamos confundiendo términos.

—Shhh, deja de pensar y déjate llevar.

Con esa oración junto a su oído y contra su cuerpo tembloroso, le di la vuelta y la llevé contra los azulejos gélidos de la ducha, mientras que sujetaba sus manos con una de las mías. Besé todo su cuerpo desde la cabeza a la clavícula sin pasar por sus labios, haciéndola gruñir con desaprobación. Volví a acercarla a mí y a frotar nuestros cuerpos sin mucha delicadeza, volviendo a calentarla aún más.

—Te veo jadeante, ¿hay algo que quieras decir? —susurré mordisqueando su lóbulo.

—Solo que me quites la camisa. Tengo demasiado calor para la ropa.

—¿Ah, sí? ¿Y cuál es el motivo?

—El tiempo, sin duda alguna…

—Vaya, y yo creía que era por mí. Seguiremos jugando hasta que grites la palabra mágica. —le dije antes de desabrochar el resto de un tirón, empleando dos de mis dedos bajando a toda velocidad, lo había visto en muchas películas, pero jamás pensé que funcionaría en realidad.

Nada más que con ese movimiento pude sentir como suspiraba mezclando alivio y excitación, había dicho que tenía calor debido al tiempo. Iba a darle de su propia medicina, estampándola con su torso y pecho fijo en los azulejos y siguiendo con mi tratamiento especial. Quería hacerla estallar, que entrara en ebullición.

Tiré de las mangas de su camisa, sacándosela al instante y lanzándola hasta el dormitorio, yo me quité mi camiseta y presioné nuestros cuerpos desnudos de cintura para arriba mientras balanceaba su cadera y besaba su espalda.

—¡¿Qué haces?!

—Dijiste que tenías calor. Te estoy enfriando con mi cuerpo y los azulejos. ¿Acaso no es ese tipo de calor el que sientes? ¿Sino que es uno que proviene de tu interior como respuesta a mi presencia? —gruñía con satisfacción después de escucharla gemir.

No dijo nada, solo calló y se entregó con totalidad. Su cuerpo se contorneaba al ritmo de mis caricias, mis labios recorrían su suave piel y mis dientes desabrocharon el broche de su lencería, la cual ayudé a caer liberando sus manos de mi opresión y llevándolas a la parte trasera de su espalda.

Volví a voltearla y a admirarla mientras lamía mis labios con desesperación, todos mis intentos de frenar mi propia excitación no eran efectivos. Estaba tan o más excitada que ella y al mismo tiempo, no quería reconocerlo porque sería darle un avance a su victoria. Era el momento de vengarme o agradecerle por la sesión de sadomasoquismo intensa. Ahora era su espalda lo que estaba contra la pared, ésta se serpenteó al tocar esa superficie y me recreó la vista provocando el baile sensual de sus pechos ante mis ojos.

Descendí arrodillándome paulatinamente, besando su cuello, clavícula, hombro, senos, mordisqueando sus pezones y masajeando, lamiendo su abdomen plano y jugando con el cierre de su pantalón que cayó en el momento en que mis manos se introdujeron para palpar sus firmes glúteos.

La levanté con uno de mis brazos y con el otro arrojé ese estorbo fuera de mi vista, ella soltó un pequeño grito de sorpresa y un gemido de satisfacción cuando palpó la dureza de mi bíceps que se encargaba de no dejarla caer. Sus pies regresaron al suelo, y con ellos, mi acción.

Era divertido observar como me buscaba con sus brazos para aferrarse a mi espalda, tomé una de ellas y la besé, introduciendo su dedo índice en mi boca y lamiéndolo con erotismo.

—Encuéntrame…

Eso fue lo único que pronuncié antes de deleitarme con la textura de su piel temblorosa y el sabor de sus pechos excitados, al mismo tiempo que con una mano estimulaba su intimidad sobre la tela de su ropa interior. Sus suspiros iniciales evolucionaban a gruñidos y terminaron como unos sugerentes gemidos que me harían perder la cordura y el objetivo si la situación se prolongaba mucho más.

Al fin logró encontrarme y se desquitó tirando con brusquedad de mi cabello, no sabía si quería darme placer o castigarme, pero el resultado era el mismo, mi excitación por las nubes. Cada vez gemía más, cada vez más fuerte, cada uno era más fuerte y erótico que el anterior, ninguno era igual a otro. Mi nombre era gemido, rogado, acariciado con su lengua de terciopelo y gritado.

Decidí darle una mini recompensa, bajando su húmeda braguita para comenzar a prestar atención directamente a la perla de su feminidad. Desconocía si esa parte temblaba más que el propio cuerpo, o al revés.

No me hice mucho de rogar porque, lo menos que necesitaba era seguir así, solo me dejaría llevar y no cumpliría mi objetivo. Estaba ahí para escuchar de su boca un «fuck me!» versión española.

Quería ser algo intensa desde el principio para hacer que sus fuerzas flaquearan, para ello, humedecí con mi lengua la palma de mi mano y comencé con un masaje que abarcaba toda su intimidad. Con una velocidad frenética, acompañada de mi lengua curiosa que exploraba su intimidad en una mayor profundidad.

—Ahí, ¡sí! ¡Sigue, no pares!

—Estás muy habladora…

—Justo así. Me vas a volver loca.

—Eso es lo que quiero. Quiero verte loca por mí.

Podía notar en todo su ser como se aproximaba al clímax, por lo que aumenté el ritmo y la fuerza de mi toque y succión. Deteniéndome en el momento exacto para dejarla a las puertas del placer prohibido, a las puertas del Edén, totalmente necesitada y nada racional.

—¿Qué quieres que haga? —pregunté vacilona.

—Continúa, te lo ruego. Me dan igual los modales. ¡Fóllame! ¡Haz lo que quieras conmigo!

—Sus deseos son órdenes.

Continué tal y donde lo había dejado, llevándola a un orgasmo intenso y especial que arrebató la fuerza de sus piernas, haciendo que se viera atrapada nuevamente entre mis brazos. Al fin pude quitarle la corbata y mirarla a sus bellos ojos café.

La besé como si no la hubiera besado en meses, con una pasión desbordante, estampándola contra la pared contraria y aprisionando sus muñecas mientras volvía a besarla y dejaba un chupetón en su cuello, otro en su clavícula y el broche final en su pecho.

La deseaba en ese momento, vestida y bajo la corriente de la ducha y eso hice, encendí la corriente del agua, uniendo nuestros cuerpos bajo una ducha tibia y lujuriosa en la que los cristales se empañarían no por el calor o el vapor, sino que lo harían por nuestra pasión y el calor de nuestros cuerpos.

—¡Estás vestida!

—Corrijo, estoy semidesnuda y lo más importante es hacer lo que me has pedido.

—¿Y los exámenes?

—Los exámenes pueden esperar, esto no. —hablé antes de tomar sus labios con avidez.

Notas finales:

Jane puede ser una dominatrix maravillosa, ¿no creen?


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