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Relatos de una antigua alumna enamorada por MissWriterZK

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Notas del capitulo:

Lamento la demora, pero comencé la universidad y todo será más complicado de ahora en adelante. Espero que lo disfruten. ¡No olviden dejar su opinión!

Todo regresó a la normalidad antes de lo previsto. Ese maravilloso fin de semana junto a mi amada e idolatrada novia/profesora de Historia terminó. Cuando quise darme cuenta, estaba conduciendo rumbo a la ciudad en la que se encontraba mi universidad. Mi Honda civic se sentía vacío sin su presencia, no había pasado ni un día y ya la echaba de menos… la semana de exámenes finales pintaba dura.

Mi vida aparentemente aburrida y sin sentido, había sido revivida con intensidad en esos días. ¿Qué haría al regresar a las nueve de la noche sin encontrar a nadie? Bueno, mentira, sí que encontraría a alguien; me había olvidado completamente de mis compañeras de piso homófobas y fascistas. La verdad, eran un lote bastante completito, una solo comía carne, queso y pan; mientras que la otra encontraba todo lo que no fuera cocinado por su madre, tremendamente asqueroso.

La verdad, no sé qué hacía viviendo con ellas, no teníamos nada en común. Ambas odiaban el rock, metal, inglés, anime, videojuegos y, bueno, digamos que vivían mentalmente con unos dos o tres siglos de retraso. Tenían ciertas ideas retrógradas no, lo siguiente. Haciendo especial mención a su homofobia, xenofobia… Agradecía tener el turno de tarde para no verlas.

Estaba bajándome del coche cargada con mis libros y mi equipaje de mano cuando escucho cómo me llaman al teléfono, hago malabares para mantener las cosas en equilibrio y sacar mi móvil nuevo, para ver el nombre de Scarlett en la pantalla. No pude evitar sonreír como una idiota, parecía que no era la única en extrañar.

—¿Qué quiere mi amor? —hablé con dulzura y calidez al mismo tiempo que abría la puerta, encontrándome con mis compañeras que también eran muy cotillas y entrometidas.

Las saludé con la mano y me metí en mi habitación que estaba delante de la entrada, cerrando la puerta detrás de mí, sabía que iban a espiarme, pero tampoco había que facilitarles la tarea.

—Solo quería escuchar tu voz. ¿Has llegado ya?

—¡Eres tan adorable! Acabo de entrar a mi habitación y estoy tumbada en la cama, atenta a cualquier cosa que me digas.

—¿Cualquier cosa? —preguntó en un tono sensual y desafiante. Creía entender por dónde iban los tiros.

—Sí, lo haré gustosa siempre que salga de tus labios. —dije en un susurro travieso.

—Dime qué es lo que vas a cenar esta noche.

—Cariño, acabas de mandar mi calentura a paseo… Supongo que haré algo ligero, no te preocupes, sé cuidarme. Llevo viviendo sola tres años.

—¿Es normal echarte de menos?

—Soy adictiva, no te olvides. Nadie te hará sentir como lo hice yo.

—¿Sabes una cosa que se llama modestia?

—Solo soy sincera, soy tu número uno, insuperable. Además, yo también te extraño.

—¿Crees que se nos pasará cuando llevemos más tiempo?

—En mi opinión, todos se sienten así, solo que la costumbre se vuelve algo rutinario. No nos daríamos tanta cuenta.

—Jane, creo que debo dejarte descansar, mañana comienzas los finales. Descansa bien, mi pequeña. —se despedía con una voz tan cálida, dulce y amorosa que provocó que una lágrima se deslizara por mi mejilla.

«Mierda, ¡¿desde cuándo soy tan sentimental?!»

—Deséame suerte…

—Lo haré, pero sé que no la necesitas. Creo en ti.

—Te amo.

—Yo también.

Ese fue el final de nuestra llamada, mi corazón latía como loco y mi mente no dejaba de recordar todo lo que habíamos hecho. Un suspiró se escapó de mis labios y salí rumbo al baño para lavar mi cara con agua helada.

Ellas cayeron al suelo, no me equivocaba, estaban espiando escuchando apoyadas en mi puerta. Intentaron disimular, pero no hizo falta, ni siquiera les dirigí una mirada.

Pasé el resto de la tarde evitándolas y encerrada en mi habitación. Todo terminaría por la mañana, aunque acababa de acordarme de que los exámenes eran por la mañana y que tendría que madrugar, eso terminó de amargarme el día.

Lo que más extrañé durante la noche no fue la cama, sábanas o almohada, sino la presencia de Scarlett a mi lado. Era toda una sentimental y una enamorada empedernida. Después de casi una hora, pude conciliar el sueño, necesitaba estar descansada y relajada para los exámenes.

Antes de que pudiera soñar con la mujer de mi vida, mi despertador sonó amargándome el día, eran las seis, ¿qué mierda pasaba por mi mente cuando puse el despertador a esa hora? Ah, claro, es cierto, tenía que salir a correr, no podía saltarme mi entrenamiento. Si fuera por mi pereza, me hubiera quedado durmiendo entre las sábanas suaves y en la cama que se adaptaba a mi cuerpo, pero no debía dejarme arrastrar por la pereza. Esa semana más que nunca necesitaba estar totalmente despejada.

Nunca entendía el porqué de las horas hasta que comenzaba a correr y a sudar, era cierto que era mucho más sencillo correr a esas horas en las que hace un frío agradable y en las que muy poca gente está despierta. Eso me permitía ir en mi mundo pensando en todos mis problemas y reflexionando sobre su gravedad.

Cuando regresé a las siete y cuarto, toda sudada y empapada, lo primero que hice fue sumergirme en la corriente tibia de la ducha para relajar mi cuerpo. No podía borrar las marcas que Scarlett había dejado por todo mi cuerpo y prestando un poco de atención, todo mi cuerpo estaba lleno de marcas de uñas y mordiscos, junto con algún chupetón poco discreto.

Y a partir de ahí comenzaba la rutina, secarse el pelo, vestirse, desayunar compartiendo las palabras justas con mis compañeras de piso, perfumarse, maquillarse algo, asegurarse de llevar todo lo necesario e ir a la universidad andando, mientras que las perezosas iban en bus. No pensaba pagar para ir a un sitio si era posible ir andando.

Por suerte llegué con media hora de antelación y mi sitio estaba libre, una vez que me senté en la mesa, con los auriculares en mis oídos y la música entrando por ellos, me apoyé en la ventana que estaba algo abierta para recibir el aire fresco que me mantenía alerta. Recibí un mensaje suyo que decía:

«Buenos días, preciosa. Espero que hayas dormido bien y que estés preparada para el examen. Mucha suerte, dime cuando salgas, tendré una sorpresa para ti.»

«¡¿Sorpresa?! ¿Qué está tramando?» pensé para mí al mismo tiempo que contestaba.

«¿Qué tal está mi princesa? ¿Has soñado conmigo? Esperaré la sorpresa con ilusión. Suerte con las clases y ya me contarás cómo estaban los exámenes.»

No me dio tiempo a charlar mucho más con ella porque la profesora de Historia de la Filosofía se hizo presente. Era una profesora muy joven, guapa, sexy y con un estilo único, debía decir que muchas veces me dedicaba miradas de difícil interpretación, pero yo tenía a Scarlett. ¿Alguien me diría qué es lo que ven las profesoras en mí?

Repartió los exámenes y junto a mí, me susurró un «mucha suerte, Jane» con una sonrisa encantadora que nadie vio ni escuchó. ¿Acaso quería alterarme para tenerme el año siguiente de nuevo en su clase? Esa era una concepción del amor un tanto psicópata y posesiva, aunque no perdía su punto de ternura.

No me gustaba demasiado la asignatura, aunque me esforcé por la profesora y por tener matrícula de honor en la mayor cantidad de asignaturas posible. Había que reconocer que el examen era mucho más sencillo de lo que había imaginado. Solo sé que nos dieron cuatro horas para terminarlo y lo hice en dos.

Fui de las primeras en entregar y ella volvió a sonreírme abiertamente, correspondí su sonrisa por educación y salí lo más pronto posible. No dudé en llamarla y contarle lo bien que me había salido el examen, se alegraría por mí.

—Adivina quién ha salido ya. —hablé con diversión, sentándome en uno de los bancos de madera de la puerta principal mientras comía una manzana y observaba la majestuosidad del mosaico que había en el suelo con la forma del escudo de la universidad.

—¿Cuándo aprenderás a aprovechar el tiempo que te dan?

—Solo lo aprovecho para Historia, además, el examen ha sido un paseo. —contestaba en una situación un poco comprometida. Volvía a sentirme en el instituto cuando esa situación se repetía cíclicamente al fin de cualquier examen que no fuera de ninguna de sus asignaturas.

—¿Acaso has terminado tan pronto porque te prometí una sorpresa? —bromeaba con una voz maliciosa, y prestando un poco de atención, podía escuchar mucho revuelo a su alrededor. Scarlett jamás dejaría que su clase se fuera de su control, eso era sospechoso.

—Bueno, mentiría si dijera que no tiene que ver.

—Eres incorregible… Bueno, ¿dónde estás y qué haces?

—Estoy sentada en uno de los bancos de la entrada principal viendo el mosaico y terminando una manzana. ¿Alguna pregunta más, señoría?

—Sí, ¿qué vas a hacer ahora?

—Hay una temperatura muy agradable en el patio ahora mismo, así que me iré a mi árbol favorito del campus y dibujaré la vista espectacular de la ciudad que se rinde a mis pies. Además, le daré envidia a los compañeros que siguen con el examen.

—Eres perversa…

—Lo sé, pero te gusto igual, ¿me equivoco?

—No, no lo haces. Me temo que tengo que dejarte, los niños necesitan un toque de atención.

—No te los cargues. —advertí en broma, provocando una carcajada al otro lado de la línea.

—En algunos casos me lo pensaría. —contestó riendo y haciéndome sonreír.

—Entonces haría algo para hacerte compañía en la cárcel y que no te sintieras sola.

—¿Tipo Orange is the New Black?

—¡Yo soy Alex!

—Qué extraño, yo creía que la sumisa era Pipper… —me provocó con una voz sensual y traviesa.

—¿Necesitas que te recuerde lo que pasó en la ducha?

—Si lo haces solo conseguirás excitarme, nada más.

—¡Deja de alterarme! ¡En vez de dibujar la ciudad te dibujaré a ti desnuda!

—Será un placer verme retratada por tu habilidad con el lápiz y el papel.

—…

—¿Qué pasa? ¿Te ha comido la lengua el gato?

—Tengo que colgar.

—¡Estás avergonzada! ¡Qué mona!

—¡Vuelto a reiterar que no soy mona! ¡Soy sexy!

Con eso finalicé la llamada y sonreí como una idiota. ¿Cómo podía haber vivido sin ella en mi vida? A partir de ese momento, toda mi vida era mucho más divertida.

Me concentré en el paisaje, en la música de mis auriculares y en el cosquilleo que provocaba el césped en mi piel, relajando mi mente y dejando volar mi creatividad, saliendo del trance cuando sentí cómo unos brazos me envolvían y presionaban sobre su pecho… un pecho femenino. Volteé mi cabeza de inmediato, descubriendo a la joven y sexy profesora de Historia de la Filosofía abrazada a mí. ¡Eso sí que fue una sorpresa!

—No sabía que pudieras dibujar. Lo haces con un grado de perfección increíble… —susurró sin deshacer el abrazo.

—Gracias, llevo más de siete años dibujando.

—Estás fría, ¿seguro que te encuentras bien?

—No te preocupes por mi temperatura corporal, siempre estoy por debajo de los treinta y seis grados.

—Parece que he llegado un poco tarde.

—Perdona, no entiendo lo que quieres decir. —contesté mirándola a sus ojos café intenso.

—Alguien se ha tomado la molestia de dejarte llena de marcas. Por curiosidad, ¿has dejado que te haga esto de forma voluntaria?

—Siendo sincera, yo misma le grité y supliqué que hiciera todas las marcas que ves.

—¿Querías que quien te viera supiera que tienes dueño?

—¡¿Qué?! ¡No! ¡Claro que no! No fue por eso… Digamos que tengo unas tendencias un tanto especiales.

—En resumidas cuentas, eres masoquista, ¿no?

—Así es.

—¡Qué traviesa! —se rio contra mi oído, para después besar mis labios y dejarme atónita.

—Vaya, parece que interrumpo algo.

Esa voz fue la que más quería escuchar y la que menos en esa situación, me aparté de esa profesora a la velocidad de la luz y la miré a los ojos. Estaba furiosa y había malinterpretado todo.

—Scarlett, no es lo que piensas. Yo solo estaba dibujando y ella se acercó a mí.

—Lo sé, sé que serías incapaz de hacer algo así. Eres demasiado buena y honesta, el problema lo tiene la morena de tu lado.

Tragué saliva horrorizada, imaginando todo lo que sería capaz de hacer. No se atrevería a hacer ninguna locura, ¿verdad que no?

—Querida, sé que es sexy, que tiene un cuerpazo, un gran carisma, labia, un encanto y un aura magnética única, un punto de rebeldía que nos encanta y un perfume y una sonrisa que nos vuelve locas, pero ella es mía. Se siente. —decía hablando con normalidad, tomando su rostro entre sus manos y aproximándose a sus labios, para besarlos repetidas veces.

«¡¿Qué está haciendo?! ¡Se ha vuelto loca!»

—No te hagas ilusiones, solo quería que, con eso, los labios de Jane volvieran a ser míos.

—Me hubiera esperando de todo menos que me besaras. —dijo la profesora universitaria.

Suspiré aliviada, había imaginado que la iba a tirar al césped y la iba a arrastrar de los pelos por todo el campus. Menos mal que no hizo eso, aunque debía reconocer que me sentía algo celosa.

—Mírala, está celosa. ¡Qué linda! —me habló revolviendo mi cabello.

Eso fue la gota que colmó el vaso, le dediqué una mirada compleja y la estampé contra el tronco del árbol para besarla con pasión y fuerza, mordiendo su labio inferior y estirándolo, dejándola totalmente sonrojada.

—¿Ahora quién es la linda? —provoqué frente con frente. Ella solo pudo apartar su mirada.

—Sin duda alguna, sois una pareja linda y extraña. Me voy a corregir exámenes, el tuyo primero, Jane.

—¿Estás segura? No destaco precisamente en filosofía.

—Eso no me hará cambiar de opinión, es una falacia.

—Bueno, Scarlett, gracias por salvarme de un suspenso seguro si me hubiera ido y, ¿qué haces aquí? ¿No tendrías que estar dando clase?

—Hoy hemos hecho una excursión a las universidades.

—¿No decías que odiabas ese tipo de viajes?

—Era una ocasión perfecta para verte, no podía negarme.

—Si quieres te llevo a comer y luego a casa. Tengo la tarde libre.

—¿Me estás invitando a una cita?

—Llámalo como quieras, solo quiero pasar tiempo contigo. —susurré con calidez, perdiéndome en la espesura de su melena larga y castaña.

Notas finales:

¿Quién quiere ver una cita entre estas dos? Decid lo que queráis ver. Vosotros elegiréis, será un capítulo al gusto (más o menos)


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