Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lluvia de Oro por Kikyo_Takarai

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Si desean leer adelantos de todas mis historias, participar en rifas e incluso pedir historias originales pueden apoyarme en Patreon desde $1 USD al mes! 
Patreon: https://www.patreon.com/dotmh

Hillmoth House era todo lo que Elliot esperaba y mucho más. La propiedad era enorme, casi 200 acres de hermosos jardines más el sinuoso y aromático viñedo que daba su fortuna a la familia. Había gran orgullo en la preservación de ese paisaje, cada arbusto, jardinera y árbol crecía dónde debía. La misma entrada principal estaba coronada con un pequeño jardín rectangular, dividido en secciones cuyas flores salpicaban de color el paisaje que parecía siempre verde. Los arbustos que rodeaban la puerta crecían hasta la primera línea de ventanas blancas que parecía envolver los dos primeros pisos.


La casa principal era una monstruosidad de roca, sólida y confiable. La fachada estaba cubierta de ventanas. Desde afuera, dónde Elliot miraba ensimismado, el edificio se imponía como un pequeño castillo. Podía ver las chimeneas que salían del techo y a lo lejos una plaza rodeada por las habitaciones de huéspedes que servía para grandes eventos. Jamás en la vida pensó que podría ser testigo de semejante lujo.


Mientras Gergiana le hablaba de los cambios en la casa descubrió que había 10 récamaras, 6 habitaciones para recepción, una inmensa cava para la colección personal del Barón, que en paz descanse. Eso sin mencionar la habitación principal que decían era una mansión por sí misma. Semejante lujo comenzaba a intimidarlo, pero más que nada parecía llenarlo de emoción. Quería conocer cada centímetro de la propiedad, cada hermosa puerta, cada ventanal y sus vistas, cada retablo en la capilla y cada moldura en los altos techos.


—La terraza debe estar terminada ahora, Amelia me ha dicho que deseaba construir un pequeño invernadero para hierbas de olor, pero lo que debes ver son los jardines. Hay una fuente y las estatuas de las que te hable. Y las casas de huéspedes, no puedo esperar a que las veas. Claro que como sus invitados nosotros nos quedaremos en la casa principal. ¿Pero, puedes creer que hay 19 recámaras más? Jamás has visto una fiesta como esta, Elliot, jamás.


Miró de nuevo en dirección a la casa. Todo estaba nuevo, cuidado, la pintura fresca y el murmullo de los pasos era constante, ni idea cuánto costaría mantener esa casa, mucho menos pagarle a todas las personas que debían vivir ahí para hacerlo posible. No podía ni empezar a concebir que una persona tuviera tan flujo de dinero que pudiera no sólo vivir ahí pero darse el lujo de gastar en tener invitados y ofrecer enormes fiestas.


Su tía había viajado con ellos hasta el día anterior. Pero se había quedado atrás para asistir a su propio evento antes de volver a casa. Habían logrado que un sastre arreglara un par de chaquetas para Elliot, un par de camisas e incluso el viejo abrigo de Edward. George había adivinado correctamente que su ropa íntima le quedaría bien, así que le regaló un par de prendas para completar lo que para ella era un modesto guardarropa, pero para él era una cantidad inimaginable de cosas que no necesitaba y sobre todo perfectamente nuevas. Elliot no estaba acostumbrado a la novedad.


No dejó que la creciente sensación de ser inadecuado lo consumiera. No tenía nada que perder pero mucho que ganar. Un par de mozos se apresuraron a bajar su equipaje. Había tenido el impulso de hacerlo el mismo hasta que su prima le tomó del brazo, guiándole a la casa.


—Lo siento.


—No lo hagas.


Elliot asintió. En la escalera que llevaba al recibidor había una muchacha de pie. Su vestido azul caía con gracia y lleva un pañuelo blanco debajo por pudor. El frente de su vestido estaba bordado con patrón complicado en el que Elliot podría haberse perdido.


Las mangas del corpiño llegaban hasta su muñecas, a diferencia de su prima que llevaba un atuendo similar, pero cuyas mangas, algo más ostentosas, llegaban apenas hasta su codo. A diferencia de Georgina, que llevaba el cabello oculto bajo el sombrero, Amelia Hale lo tenía cuidadosamente peinado y decorado con flores de cristal. Sonrió amablemente al ver a su amiga y recibió el abrazo que le ofreció con entusiasmo. Subiendo los escalones Elliot notó que no estaba sola. Había una sirvienta de aspecto abrumado detrás y una mucho más joven que se mantenía anormalmente quieta junto a un sirviente vestido por completo de negro.


—Amelia, es tan lindo ver que usas colores de nuevo.


—Me temo que ahora el luto se mantiene sólo en mi corazón, pero sé que mi tío no habría querido verme triste mientras hay tanto que hacer.


–Permíteme presentarte a mi querido primo, Elliot Dalton, hijo de mi tío, el conde de Whitebury.


—Es un honor conocerle, Señorita Hale, mi prima habla maravillas de usted y no tengo más que gratitud por su generosa invitación—. Dijo Elliot, dándole una cortesía que fue de inmediato replicada.


—Oh, Señor Dalton, le aseguro que me siento igual. Georgiana le menciona tanto en sus cartas que es casi imposible para mí sentir que no le conozco de mucho tiempo ya.


—Me honra—. Respondió avergonzado.


—Por favor, deben estar cansados por el viaje. Cómo me has pedido, les he preparado habitaciones con vista al jardín. Serviremos el té en una hora así que podrán asearse sí así lo prefieren.


—Muchas gracias, Amelia. —. La muchacha sonrió, ella y su prima se adentraron en la casa y Elliot perdió de inmediato el hilo de la conversación cuando estuvo dentro.


El interior era tan maravilloso como el exterior. Había muchos muebles, mesitas con hermosos jarrones con flores, gabinetes, chimeneas y espejos mucho más altos que él pero cada habitación y cada pasillo aún parecían inmensos. No vacíos, pero tan amplios que había miles de objetos y todos parecían encajar a la perfección. El suelo era de una hermosa loseta y contrastaba con las paredes blancas y techos revestidos con lo que Elliot sólo podía asumir era oro. Subieron por una hermosa escalera, sus dedos acariciaron la madera. Cada toque era suave, cada acabado delicado, ornamentado. Cada pintura en los muros parecía más hermosa que la anterior, cada puerta parecía esconder más misterios.


—Su casa es hermosa, en verdad, jamás vi algo así.


—Le agradezco mucho. Espero pueda sentirse como en casa durante su visita. —Dijo su anfitriona. Elliot sonrió, eso no sería un problema. Cada rayo de sol, cada reflejo, cada superficie nueva y limpia lo hacían sentir como el príncipe de un cuento de fantasía.


Finalmente llegaron a un pasillo con una delicada alfombra azul que guiaba a dos habitaciones. En el medio había una mesa con un jarrón de bronce lleno de flores blancas. La ventana estaba cubierta por una cortina pero podía adivinar la hermosa vista detrás y los pliegues de la misma llenaban el pasillo de un aire místico.


—Señor Dalton, usted va aquí—. Amelia señaló la puerta a la derecha de la ventana. Elliot dudó un segundo antes de poner su mano en el pomo y abrirlo. La puerta era más pesada de lo que esperaba, pero la habitación pudo de nuevo robarle el aliento. Era mucho más grande que su habitación en casa, eso sin duda. Podía incluso ser más grande que todo el primer piso. La habitación tenía una forma irregular, como una "L" que ha crecido un poco más a un lado que a otro. Las paredes eran de un tono gris un poco más neutral que el recibidor y algunas de ellas tenía hermosos espejos con marcos de plata que la hacían ver aún más amplia.


Había un gran ventanal junto a la chimenea, las cortinas grises estaban decoradas con flores de color negro y el alféizar tenía una banca cubierta con cojines de color hueso. Había un librero y un par de sillones mullidos.


—Georgina me ha informado que le gusta leer, así que me tomé la libertad de traer algunos libros para ofrecerle su propio espacio de lectura. Claro que si no le agrada mi selección siempre puede visitar la biblioteca y cambiar los títulos.


—Jamás había visto tantos libros—. Murmuró más para sí mismo, sus dedos se pasearon por la espina de cada grueso volúmen, delineándolo, conociéndolo. Los títulos en letras doradas eran casi todos nuevos para él. No tendría tiempo jamás de leer todo eso.— Muchas gracias, no hay nada que no me guste sobre la habitación, es hermosa.


—Oh, no es nada—Replicó la muchacha, pero parecía encantada con su entusiasmo.— Ahora, de este lado tenemos el área de descanso. Esa puerta le llevará al baño, si necesita agua caliente para un baño o cualquier artículo más, puede hacérselo saber a la señorita Hughes, ella se ocupará de usted.


La sirvienta hizo una reverencia. Elliot hizo lo mismo con la cabeza, jamás había tenido personal para atenderle sólo a él. Era una muchachita pequeña, incluso más que él, con el cabello oscuro cuidadosamente peinado debajo de un bonete perfectamente blanco como su delantal . Aquello era un sueño hecho realidad, ójala sus hermanas pudieran estar aquí para vivirlo. La cama adoselada tenía una ventana más a su lado con cortinaje mucho más pesado. La ropa de cama hacía juego con los cojines, tanto utilitarios como decorativos. Su viejo baúl estaba ya junto a la cama, parecía un montón de cuero sucio contra la belleza a su alrededor. Elliot trató de borrar de su cabeza la idea de que así debía lucir el mismo, fuera de lugar. Entre flores, velas y su propio servicio de té, Elliot encontró la pequeña mesita con una única silla de lo más agradables. Había un juego nuevo de papelería en la mesa, un sello de cera y una botella de tinta.


—Mande pedir un presente para ambos, creo que todo el mundo debería tener sus propios artículos de escritura, especialmente si espero que en el futuro mantengamos correspondencia.—Elliot tomó el sello entre sus dedos, era pesado, sólido. El diseño era una letra E con una delicada flor que nacía del asta. Sintió sus manos temblar. La pluma tenía punta de plata y la tinta era de color azul, su favorito personal. El mismo de la placa de cera.


—No puedo aceptarlo, es demasiado generoso de su parte.


—Por favor. No es problema para mí, se lo aseguro.


—No tengo nada que darle a cambio—. Insistió. Georgiana y Amelia se miraron un momento. Luego sonrieron.


—Si no fuera por usted mi querida amiga no habría podido venir, tendría que celebrar mi cumpleaños sin ella y eso es impensable para mí. Me ha dado ese regalo, le ruego que acepte el mío.


—Yo...—Podría darle algo, cuando estuviera casado. Le compraría un regalo entonces. Su mano se cerró con fuerza alrededor del sello. —Gracias.


—Por favor, póngase cómodo. Le mostraré a George su habitación, si nos necesita sólo tiene que cruzar el pasillo.


—Lo haré.


—Oh, una cosa más—. Amelia se detuvo en la puerta y le hizo una señal para que pudiera acercarse. Dejó el sello en la mesita fue rápidamente a su lado. La puerta era gruesa, tallada en bajo relieve con una escena de pájaros entre árboles de fruta en la selva. Amelia señaló suavemente un pomo adicional al interior, mucho más grueso que el que se veía por fuera, tenía una llave en él. La muchacha retrocedió un paso y cerró la puerta, luego hizo girar la llave. — No sería adecuado preguntar si su celo afectará su visita en cualquier forma, así que me tomé la libertad de poner seguridad adicional en la puerta. Las ventanas tienen seguro y su habitación no tiene balcón. No hay otra copia de la llave, así que le pido que no la pierda de vista.


No había ni pensado en su celo. Solía llegar cada dos a tres meses, así que no esperaba tener que indisponerse durante su visita, pero no tener que pasarlo en un oscuro sótano, entre muebles viejos y sin una fuente natural de luz, era una idea inconcebible. Giró la llave para abrir la puerta de nuevo y dejar salir a su anfitriona.


—Gracias, tendré especial cuidado con ella.


–Maravilloso. Bienvenido a Hillsmoth House, Señor Dalton. Por favor, disfrute su visita.


–Lo haré. Gracias, Señorita Hale.


Amelia sonrió una vez más y luego cruzó el pasillo, perdiéndose detrás de la puerta contraria. Elliot volvió al interior y miró embelesado una vez más lo que por unos meses podría llamar su hogar.


—Señor Dalton. ¿Quiere que le ayude a desempacar?— La voz de la señorita Hughes era un suave suspiro.


—Oh no, yo lo haré. Pero, ¿podría traerme agua para un baño? Y quizás una sal con aroma.


—Por supuesto, señor.


—Sólo llámame Elliot, mi padre y mi hermano son el Señor Dalton.


—Oh, no podría...


—Por favor, y yo te llamaré por tu nombre—. Ofreció amablemente. No podía vivir siendo el Señor Dalton, esa formalidad era para gente con mucho más dinero y no para un omega con ropa prestada en el baúl.


—Está bien, como usted prefiera... Señor Elliot.


—Bueno, es un progreso. ¿Su nombre?


—Elizabeth, pero mis amigos me llaman Lizzie.


—Por favor, cuida de mí mientras estoy aquí, Lizzie—. La chica sonrió, agradecida con su confianza, este no sería un señor que le daría problemas. Menos mal, estaba asustada de que aquél hombre fuera como el joven Middelton... No debía pensar mal de la gente, no estaba en posición de hacerlo, pero era uno de los pocos placeres que podía darse.


—Será un placer, Señor Elliot.

Notas finales:

Muchas gracias por leer! Saludos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).