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Sucede a Media Noche por Kikyo_Takarai

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Pasaron casi dos semanas, y en esas dos semanas no hubo más crímenes con el patrón que habían comenzado a observar con el asesino del muelle. Los periódicos lo llamaban “El Alcaudón” dada su preferencia por empalar a sus víctimas en alguna superficie. A Will le parecía que darle un apodo era algo de pésimo gusto, pero estaba de acuerdo con Jack en algo, sin el Alcaudón a la vista, no había mucho más que hacer. Incluso si ayudaba en otros crímenes, la realidad es que no había mucho trabajo para los detectives de homicidios. Mientras el verano se acercaba Will estaba peligrosamente carente de cosas que hacer.

No podría negarse a tomar las vacaciones que Jack insistía que tomara desde hace varios meses, sin importar cuan poco quisiera hacerlo. Para Will el ocio era peligroso, especialmente en su calidad de omega. Ya bastante difícil era que la gente comprendiera que él disfrutaba trabajar y ser independiente, pero más aún era comprender que quería estar bien lejos de eventos sociales y que la gente viva no era siempre con la que se comunicaba más fácilmente.

Para su mala suerte, había una amiga a quién no podía ignorar, y era Beverly Katz. Beverly era su amiga desde que vivía con los Crawford, su más íntima confidente, era cínica, inteligente, astuta y tenía una agudeza que la mayoría de las mujeres temen mostrar. Aquello era suficiente para que pudieran entenderse y con el paso de los años y de las cartas aquella cercanía no hizo más que aumentar. Así que cuando Bev le mandaba una carta, más aún, una invitación a visitarle en las afueras de la ciudad, dónde el aire es más fresco, las casas más grandes y los campos más verdes, Will no podía encontrar la fuerza de voluntad para decir que no.

Esperaba irse una semana, quizás dos, y volver descansado. Pero no sería posible. Ya bastante era lidiar con Matt, que cada día parecía más enfocado en proteger a su amo de hasta su propia sombra. Y ahora tenía que soportar no uno, pero dos Alfa que competían por su cortejo. ¿Les había dado él señas de interés en su cortejo? Lo había aceptado, no tenía razones para no hacerlo, pero no aceptaba regalos ni era frecuente en su correspondencia. Así que ¿Cómo demonios es que estaba atrapado en una batalla de testosterona y ego entre Frederick Chilton y Hannibal Lecter?

Ambos hombres eran buenos partidos, claro, si bien eran muy distintos entre sí, pero Will no podía evitar sentir que cada regalo que trataba de rechazar o cada carta que respondía eran una invitación a más atención que en el fondo no deseaba. El no deseaba nada, ya tenía todo por lo que había luchado.

Y claro… tenía necesidades. El celo era un suplicio sin un Alfa, pasarlo con otros Omega en clínicas y hostales hacía de esos días un infierno que debía repetir cada tantos meses. Will ni siquiera sabía si quería tener hijos, jamás se le habría ocurrido. No tenía hermanos, así que no tenía experiencia con los niños. Pero sí sabía que era inusual y extraño, especialmente entre sus congéneres, no había muchos omega que vivieran por su cuenta, mucho menos a su edad. Era escandaloso y de alguna forma aquello le gustaba. Chilton y Lecter eran mayores que él, quizás sólo un par de Alfas lejos del ala de su familia estarían interesados en un hombre que muchos tachaban de “indomable”. Aquél apodo sí le gustaba.

—Te divierte mucho mi predicamento—. Se quejó Will mientras tomaban el té en el jardín una tarde. Su amiga se rio y no era la primera vez en el tiempo que llevaban charlando ahí.

—No puedes esperar que no lo encuentre divertido. Es increíble pensar que hay dos Alfa peleando por ti, de todas las personas…

—No es gracioso, Bev, es como si fuera un árbol y dos perros insistieran en ver quién puede orinarlo más… No sé cómo sucedió. Cuando Frederick me pidió permiso para cortejarlo acepté, pensé que perdería el interés, pero no… y Hannibal…

— ¿Hannibal? Nos hablamos por el nombre de pila, ya veo…

—Bev, por Dios…

—Lo siento, lo siento. ¿Qué pasa con Hannibal?

—No lo sé… sólo sucedió, de pronto empezó a enviarme regalos y para cuando me di cuenta estábamos en un cortejo y me envía poemas, tiene una prosa admirable y la poesía tampoco se le da mal, pero… No puedo hacer esto, apenas y puedo pensar en que responder.

—Bueno, no creo que esperen que respondas con versos, pero esperarán algo.

—Es una pesadilla… jamás debí aceptar nada de esto, deberías verlos. Ni siquiera estoy interesado en casarme, eso no es para mí…

— ¿Sabes que existe la palabra “No”?

—No estás ayudando—. Gruño frustrado.

—Tener dos partidos peleando por ti no es un gran problema, pregúntale a mi prima Margaret. Además, si te agota su competencia solo decide por uno y listo. Cuando quieras casarte estará ahí.

—No sé si llegará ese día…—Gimió. — Además, no tengo ninguna razón genuina para rechazar a uno sobre el otro.

—A ver, seamos ordenados y racionales—. Beverly bajo su taza y se acomodó en su bonita silla de jardín. Empujó un cojín a su costado y tomó de una mesita cercana un cuadernito con tapas de cuero y un lápiz. — Haremos una lista, ya que ninguno de los dos te gusta especialmente simplemente decide cuál te gusta menos.

—No estoy comprando un sombrero, Bev.

—Los hombres son como sombreros Will, uno no puede tener el sombrero perfecto, pero puedes elegir el que te va mejor y algún día será tu favorito. En este mundo ni tu ni yo valemos mucho si nos negamos a usar ese sombrero para siempre.

—No tenía idea de que eras tan fatalista con respecto al matrimonio.

—Es que no has visto las opciones que me ofrece mi padre, pero no estamos hablando de mí. A ver, lista. Comienza.

—Pues… Ambos son amables, educados… ambos tienen perfiles en medicina, así que tienen buenos recursos gracias a su práctica privada.

— ¿Qué hay de su apariencia?

— ¿Qué importancia tiene eso?

—Oh, la tiene toda. Cuando te cases pasarás tu noche de boda con uno de ellos.

—Por Dios—. Se quejó Will, enterrando su rostro entre sus manos.

—Así que… ¿Qué te gusta de ellos?

—No lo sé… Frederick tiene bonitos ojos.

—Vale, bonitos…ojos.

—Pero Hannibal es más apuesto, no sé qué es, hay algo sobre su rostro, sus facciones… es varonil y elegante…

—Ya veo…—Bev levantó una ceja pero no dejó de escribir.

—Frederick huele bien, es un hombre muy aseado pero… Hannibal huele mejor… Y es rico, viste impecablemente, sus escritos son admirables. Es un hombre inteligente. ¿Sabes que puede cocinar? No tenía idea de que los Alfa siquiera pusieran un pie en la cocina, pero el hombre lo hace. ¿Cómo encuentra el tiempo?

—Will—. Llamó su amiga.

—Y, claro Frederick tiene una buena reputación, al parecer será el jefe del Asilo de Baltimore, es una posición honorable y bien remunerada para un profesional de la salud, pero no ha escrito tanto como Hannibal, he oído rumores de que le ofrecerán una posición en una gran universidad, aunque también he oído rumores de que quieren que toque con la sinfónica de Baltimore. Ni siquiera sabía que tocaba, al parecer puede tocar el clavicordio como uno toca a la puerta.

—¡Will!

—¿Qué?

—Si te gusta Hannibal Lecter puedes sólo dejarlo cortejarte, no tienes que convencerme de ello—.Dijo bajando el cuaderno, era claramente inútil.

—No lo sé… todo es demasiado fácil con él, es demasiado bueno, demasiado inteligente, demasiado rico, talentoso…

—El mundo es injusto, a veces la gente lo tiene todo.

—Me gano la vida descubriendo a la gente que parece tenerlo todo, monstruos que se esconden a plena vista… es… no sé que es. Pero dónde Frederick es un hombre ordinario y común… Hannibal esconde algo.

—No todos los secretos son malos, pero sí pueden ser dolorosos. No dejes que tus sospechas causen más problemas de los que resuelven.

—Supongo que tienes razón…

Bev estaba a punto de hablar de nuevo, cuando una mucama salió apresuradamente de la casa rumbo a su mesa.

—Señorita, hay dos señores en la puerta. Un Doctor Chilton y el Conde Hannibal Lecter II

¿Conde? Por Dios, Will había venido a relajarse y disfrutar de vacaciones que no quería. Y ahora tenía que lidiar con el mismo problema del que había venido a quejarse. Miró a Bev suplicante pero ella tenía una malévola sonrisa en el rostro.

—¡Esplendido! Llévalos al salón de dibujo, estaremos ahí en un momento.

—Sí, señorita.

—Te odio—. Murmuró Will.Bev ensanchó su sonrisa.

—Sonríe, Will, tenemos invitados.


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