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Lluvia de Oro por Kikyo_Takarai

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“Querido señor Dalton, su hermana, me temo, no ha dejado de acosarme con tantos detalles de la boda, ni yo ni mi hermana hemos contraído nupcias antes asì que no tenìa idea de lo complicado que sería. Sè que la Señorita Charlotte está emocionada y está divirtiéndose, le pido no le reclame nada, dejar que su familia disfrute el momento es divertido para mí y es un placer que puedo darle.

 

Me alegra que la casa le agrade y por supuesto que podemos iniciar un jardín de flores. Habrá que consultar con un paisajista qué flores crecen mejor en los húmedos rincones de Whitebury, estoy seguro de que con un poco de cuidado podremos encontrar alguna forma de llenar unas cuantas parcelas de tierra con los colores que le gustan tanto. Siento que conozco la casa sólo con todo lo que usted me ha contado sobre ella. Parece un paraíso salido de una novela, no le voy a mentir.

 

Aquí todo se mueve con calma y no puedo expresarle cuánto me gusta, todo parece estar bien siempre.Es el tipo de paz que espero sienta el resto de su vida a mi lado, espero no encuentre impertinente que lo diga…”

 

Elliot bajó la carta y suspiró. Ese era un buen hombre, un buen hombre que le ayudaría a su familia, era la seguridad que necesitaban, todos. No podía pensar en seguir fantaseando con Louis Ainsworth, sin importar lo mucho que el Alfa le gustaba. Lo tierno de sus modales, lo irracional de sus caprichos. No dejaba de preguntarse a quién despreciaría tanto que tenía la costumbre de pintar retratos o que cosa habían hecho para que alguien tan afable ahora odiara el popular pasatiempo en su totalidad.

 

Debería dejar de importarle, debería ser prudente. Sí, debía dejar de frecuentar al Duque, era la idea más inteligente. No era decente estar con un Alfa a solas, ni charlar sobre su vida o sobre la del otro, ni saber que sus padres se amaban de verdad. No. No, tenía que dejar de conocerlo como apenas conocía a su prometido en cartas como la que había guardado apresuradamente en su cajón.

 

Miró por la ventana y luego al reloj que había en el muro. Antes de darse cuenta estaba caminando por el sendero de roca que unía las principales áreas verdes de la casa. Le había dicho que le mostraría su sitio favorito en todo el jardín, debía ser un lugar muy especial, pues Elliot no podía elegir uno. Amaba las estatuas y las fuentes, amaba las flores y los árboles de fruta de los que a veces comía. Amaba el olmo que daba la mejor sombra para leer, así que ¿cómo podía tenerse un lugar favorito?

 

Trató de no preocuparse mucho, parado como un tonto en el medio del jardín, cerca de la fuente que tenía una hermosa sirena de cobre como decoración. La sirena era de color cafe, pero el óxido parecía lentamente transformar los vértices de la figura en un tono azulado, verdoso, místico. Elliot la miró, tan hermosa, delicada y con una hermosa cola que bajaba por un costado de su cuerpo y era cubierta por la espuma que creaba la caída de la fuente. El agua caía sobre sus hombros y ella parecía tan satisfecha. Quizás estaba tan ocupado pensando en las emociones de la sirena que no escuchó a nadie acercarse hasta que habló a su lado.

 

—Señor Dalton, buenos días.

 

Elliot brincó de la sorpresa, y si no fuera por la fuerte mano que lo jaló de vuelta se habría caído a la fuente. El movimiento le lanzó una punzada de dolor al tobillo que apenas había comenzado a curarse y lo obligó a sostenerse del otro por un segundo que le pareció eterno rodeado del masculino aroma del Alfa.

 

—¡Excelencia!

 

—Lo lamento de verdad, pensé que me habría oído llegar, no era mi intención asustarle— Respondió el otro, que no se quedó tranquilo hasta que Elliot estuvo de nuevo firme en ambos pies.

 

—Gracias por no dejarme caer.

 

—Jamás.

 

Su voz era una hermosa promesa en la que Elliot se permitió perderse por un momento fugaz. Palabras de permanencia que quería oír pero no venían a lugar en el mundo que trataba de aceptar como propio.

 

—¿A dónde vamos?— Preguntó separándose lo suficiente del hombre para recuperar la compostura.

 

—Oh, creo que le encantará, por aquí si es tan amable.

 

Le ofreció su perfecto brazo enfundado en la perfecta manga de un perfecto abrigo color azul oscuro. Elliot no pudo evitar sonrojarse mientras enredaba su nerviosa y delicada mano alrededor de él, dejándose guiar a algún lugar remoto. A ojos de cualquiera eran una pareja paseando y como deseaba estar en la posición de pensar que sería así.

 

“Soñar no cuesta nada” decía su prima, y mientras escuchaba atento cada palabra de Louis, cada descripción de una planta o las cualidades de la misma, más se atrevía a hacerlo. Caminaron por el sendero hasta otro más pequeño y finalmente recorrieron una parte del jardín más cercano al exterior del invernadero que de la misma casa. Aquí había menos adornos y más árboles grandes que parecían crecer mucho más salvajes, descontrolados, casi desbordando con sus vivos tonos de verde el camino bajo sus pies,

 

Louis no se detuvo ahí, le llevó hasta un pequeño claro donde las cosas parecían fundirse entre vidrio y madera, dónde empezaba la inorgánica textura del invernadero a luchar y ganar una batalla contra el salvaje bosque que crecía afuera. El cristal de los inmensos ventanales reflejaba toda clase de colores en el sendero y Elliot se sentía como un niño de nuevo, con los ojos abiertos por el asombro, como cuando su madre le decía a él y sus hermanas que las hadas habían construido senderos como ese y que al fondo encontraría un tesoro como ningún otro.

 

Madre de nuevo tenía razón.

 

Ahí, en el medio de aquella hermosa jaula de vidrio crecía el árbol más maravilloso que Elliot hubiera visto jamás. Se alzaba imponente sobre añicos de acero y una placa deslucida, con su tronco oscuro y sólido que se dividía en varios más, como una inmensa mano saliendo de la tierra, sus ramas parecían gotear; como un sauce llorón, pero las hojas estaban cubiertas casi en su totalidad por flores de un vibrante color amarillo. Elliot abrió la boca y volvió a cerrarla, incapaz de usar sus palabras para describir la belleza de aquel lugar o del árbol que era claramente era la brillante joya de la corona,

 

—¿Le gusta? Lo llaman “Lluvia de Oro”

 

Era obvio el motivo. El mínimo movimiento de las ramas en la brisa llenaba el ambiente del susurro de las hojas y las flores, algunos pétalos caían y su “lluvia” dejaba muy un círculo amarillo alrededor del tronco, vibrante contra el verde del pasto húmedo por la lluvia reciente que sin duda se colaba por la estructura sin terminar.

 

—Es precioso—. Dijo finalmente, la sonrisa de Louis era amplia y genuina, quería mostrarle ello y sabía que lo apreciaría, era un omega sencillo, vería la belleza de ese lugar incluso sin saber su historia, pero la historia era algo que merecía saber ahora.— ¿Cómo encontró este lugar?

 

—Como dije antes, este es mi lugar favorito en todo el jardín, quizás no está en el mejor estado, pero confío en que las reparaciones cambiarán eso. En realidad este árbol tiene una historia familiar muy importante para mí. Pero no lo aburriré contándosela.

 

—¡Oh, no! Debe hacerlo. No puedo venir a este mágico lugar y no saber que le dió origen—. Louis ensanchó su sonrisa y Elliot sintió una enorme calidez en el pecho, era la primera vez que veía al duque sonreír así, lleno de ilusión y nostalgia, como un niño pequeño que no puede esperar a estar en cama para contarle a su madre su versión de su historia favorita.

 

—Pues si insiste no puedo decirle que no. No sé si lo sabrá, pero mi madre era muy amiga de Elizabeth Hale, la madre de Amelia, fue aquí que conoció a mi padre. El era huraño y grosero en aquellos días, la guerra le había dejado casi ciego y sólo su amistad con el viejo Barón lo hacía salir de la prisiòn en que se había transformado su castillo. Era un hombre resentido y que disfrutaba de su soledad.

 

Elliot escuchaba atento, no tenía idea que el pasado Duque de Ransom tenía un pasado tan escandaloso,

 

—No visitaba mucho la corte pero atendía el condado, mantenía el orden si bien la gente llegaba a pensar que era un fantasma, nadie le veía nunca y había pocos empleados en el castillo, apenas lo mínimo indispensable. —Continuó Louis mientras miraba el árbol con un resplandor en la mirada que le dijo a Elliot todo lo que necesitaba saber. Ese Alfa era un romántico y su corazón parecía saltar de su pecho a cada palabra. Sabía a donde iba la historia. — La gente hablaba toda clase de cosas sobre mi padre, casi ninguna cierta, pero los rumores encuentran la forma de llegar a oídos de aquellos sobre los que se inventan y mi padre se sentía herido por ellos. En un intento de parecer sociable escapó de su hogar a medianoche y anunció que pasaría el verano en Hillsmoth House como visita social.

 

—Y conoció a su madre.

 

—Así es. Ella era todo lo que mi padre amaba en una mujer, inteligente, dedicada a su profesión, apasionada del arte y de la cultura, de la vida social que mi padre rehuía con particular esfuerzo, parecían polos opuestos. Pero creo que eso es lo que los hace funcionar tan bien juntos.

 

—Dice que su padre es ciego. ¿Es por eso que usted es Duque pese a que su padre sigue con vida?

 

—Así es, mi padre dejó el ducado a mi cuidado cuando cumplì 18 y se ha dedicado a pasear con mi madre desde entonces por todo lugar que ella desee visitar, se han asentado en la casa de verano que tiene mi familia cerca del lago Brigthmore al norte del país. Pero no es por eso que le he traído aquí, quería mostrarle este árbol por la historia que cuenta.

 

—¿Historia?

 

—Cuando mi padre le propuso matrimonio a mi madre fue aquí mismo, en ese tiempo él àrbol no existía, fue mi padre quien lo mandó traer de otro paìs, uno lejano, para pedirle a mi madre que como él compartiera su vida para florecer juntos cada día. Para mi padre que no puede ver el árbol tiene un valor simbólico, pero a mi madre la conmovió y aceptó de inmediato ser su esposa. Cuando yo nacì mis padres me traìan cada año y comíamos juntos bajo el àrbol, me contaban la historia y me hacìan prometer que cuando fuera el momento traerìa a alguien especial conmigo.

 

—¿Y decidiò traerme a mi? Se enojaràn con usted.

 

—No, no lo harán, he traído a alguien que creo es único y especial.

 

—Apenas me conoce, Excelencia, no creo ser la persona especial que cree que soy.

 

—Entonces déjame conocerte y cerciorarme de ello yo mismo.

 

Elliot abrió la boca para protestar pero no pudo hacerlo, los ojos del duque estaban fijos en él y el cobre de su mirada parecía derretir su alma y sus barreras. ¿Qué podía tener él que fuera tan especial? No lo sabía, y no debía dejarse llevar por el palpitar que hacía su pecho resonar como un tambor. Sentía a Louis tan cerca que su aliento le calentó el rostro. Olía a menta. ¿Se habría perfumado para estar cerca suyo? Sus labios se abrieron suavemente cuando la grande y caliente mano del alfa tocó su mejilla y no pudo evitar recargarse contra ella como un cachorro perdido.

 

—¿Quieres que te hable de todo?

 

—Sí.

 

—Será largo, tengo muchas preguntas también.

 

—Nadie nos esperarà antes de la hora de la comida.

 

—¿Prometes no reìrte de mì?

 

—Jamás—Elliot sonrió, por alguna razón le creía ciegamente. Quizás quería creer en algo que parecía realidad ante sus ojos pero en sueño en su mente.

 

—Bien… Empecemos por el principio.

 

Por un día Elliot no se preocupó por que la gente se preguntara dónde estaba, pasó horas con Louis sentados bajo la Lluvia de oro hablando sobre su vida, sobre su abuelo, sobre su condado, sobre sus hermanos y sobre la neblina sobre los campos de flores y los perros que solían tener, no hablaba del hambre, de las limitaciones y de la humildad forzada pero quedaban implícitas en su discurso. Louis que jamás había carecido de nada sentía la poderosa necesidad de proveer a este omega con todo lo que pudiera desear, nunca más saberle pasando hambre o frío, sin tener que ponerse a diario la misma chaqueta raída o las medias gastadas. Impresionante que a pesar de ello su personalidad fuera afable y su alma buena. Su abuela pondría el grito en el cielo si sabía que era su intención pretender a un omega como el joven Elliot, pero sus padres sin duda aprobarían que hiciera algo por él mismo como elegir a su pareja por algo más que su título.

 

¿Querría ser su pareja? Quería creer que sí, que la forma en que su piel se teñía de rojo, sus manos temblaban, su voz dudaba y corazón palpitaba eran señales de que sus sentimientos eran correspondidos,quizás era algo rápido, pero sabía de gente que se casaba con semanas de conocerse y cuyos matrimonios eran felices y estaban llenos de bendiciones e hijos. Hijos, como le encantaría tener un hijo con Elliot y que juntos le dieran amor y cariño, quizás dos o tres pequeños que corrieran y llenarán de risas los fríos pasillos de su castillo, que jugaran con el abuelo en el jardín y aprendieran a tocar el piano con su abuela. Fue aquella imágen de cotidiana felicidad la que lo impulsó a llevar su mano al cuello ajeno y a presionar sus labios contra los de Elliot en un beso casto y dulce.

 

Elliot estaba en un punto entre ofendido y sorprendido, la sorpresa ganaba terreno rápidamente. Ese era su primer beso. ¡Su primer beso! Y se lo estaba dando un apuesto Alfa, un duque rico y amable en medio de un jardín de cuentos de hadas. Estaba soñando, eso debía ser, se había quedado paralizado, sin saber qué decir o hacer, qué músculo mover. El duque debió pensar que lo estaba rechazando pues se alejó avergonzado pasados unos momentos, no podía entender lo que balbuceaba, quizás una disculpa, pero lo mucho más fuerte que su sentido del deber y la propiedad súbitamente ganaron dominio de su mente y Elliot se abalanzó sobre él y unió sus bocas de nuevo.

 

Louis no perdió tiempo está vez y empujó su lengua dentro de su boca con suavidad, tentativamente, Elliot le abrió paso con un jadeo involuntario. Ya no estaba sentado, podía sentir el tronco del árbol en su espalda y el peso del duque sobre él, presionando mientras su boca hacía magia contra la suya que apenas podía seguirle el paso

 

Eso era terriblemente inapropiado, estaban en un lugar público y él era un omega comprometido con un alfa que poco tenía que ver con el que ahora parecía decidido a devorarlo a besos. No podía respirar, le faltaba el aire y los breves descansos que Louis le daba apenas le permitían recuperarse antes de que el Alfa estuviera de nuevo en su boca, consumiéndole cómo una llama, haciendo su cuerpo arder de formas que no creía posibles, enviando rayos de placer por su cuerpo, bajo su espalda, directo a su entrepierna, lo que sentía ahí mucho más escandaloso aún.

 

Sintió sus labios dejar su boca y apenas pudo decir su nombre en un jadeo lastimero cuando comenzó a recorrer su barbilla y a bajar por su cuello, hasta su glándula, mordiendo suavemente y arrancándole un vergonzoso gemido de puro placer.

 

—E… Excelencia… por favor, alguien nos verá.—Susurró tan bajo que apenas era audible, su rostro estaba rojo y sus labios húmedos e hinchados, su voz temblorosa igual que su cuerpo, el cuello de su camisa era un desastre. Louis lo miró un segundo y se apartó, confundido, como si acabara de despertar de un sueño maravilloso.

 

—Por Dios… le ruego me disculpe, no pretendía faltarle al respeto --.Murmuró, Elliot podía ver sus mejillas teñidas del mismo rojo que las suyas y sintió el cariño por el Alfa crecer en su pecho.

 

—No me ha ofendido… sólo ha sido inesperado… No se supone que hagamos esto, señor, mucho menos dónde alguien podría verle.

 

—Olvídese de mí, pensarán las peores cosas de usted y dañará su reputación si creen que he abusado de lo que siento para imponerme.

 

—¿Y qué siente por mí?

 

—Ahora mismo el deseo de no dejar de besarle hasta hacerle perder la razón—confesó y Elliot se sintió enrojecer aún más,

 

—Esto es una locura… no tengo nada que ofrecerle.

 

—No recuerdo haberle pedido nada.

 

Elliot abrió la boca y volvió a cerrarla, no sabía qué decir y quizás eso era algo bueno, sintió al Alfa acercarse de nuevo y aceptó con gusto un nuevo beso antes de separarse, esta vez para el bien de ambos, Louis lo ayudó a ponerse de pie y se miraron el silencio antes de emprender el camino de vuelta a la casa. Un silencio abrumador pero que ambos necesitaban.Elliot trató de no lucir descolocado cuando llegó a su habitación y no cerró la puerta hasta verlo alejarse, su corazón aún parecía querer saltar de su pecho y correr tras él. ¿Sería posible que esto fuera real? ¿Casarse con el Alfa de sus sueños? ¿Perder su virtud y darle hijos a un hombre que despertaba en él los deseos más oscuros? No sabía si tenía tanta suerte y a pesar de que Horace Hamilton no le había hecho daño alguno estaba considerando seriamente lanzarse al vacío y buscar su felicidad, dejando al hombre y su propuesta como alternativa si todo lo demás fallaba.

 

Se sentía tan poderoso en ese momento que dudaba que nada pudiera salir mal.

 

—¿Te divertiste con el duque?—Elliot casi se fue de espaldas, su prima tenía una sonrisa cómplice y lo miraba sentada en la salida de su habitación con un libro en las piernas y su perfecto vestido favorito de un vivo color salmón contra los tonos neutros de la habitación.

 

—No sé de qué me hablas—mintió pero sabía que no engañaba a nadie..

 

—Oh por favor. No creerás que puedes mentirme a mí. No te he visto en todo el día y ahora resulta que estaban juntos, paseando a solas quién sabe en dónde… Cuéntamelo todo.

 

—No puedes decirle a nadie—rogó y la sonrisa de su prima sólo creció.— George, por dios, borra esa sonrisa de tu rostro.

 

—Me es imposible, estoy maravillada, mira que pasar del viejo señor Hamilton al duque favorito de la corte, tienen tantos encantos, primo.

 

—No me recuerdes ahora al pobre Señor Hamilton—Dijo Elliot sintiendo una punzada de culpa.— Estoy seguro de que no habría apoyado la idea de que yo viniera contigo si hubiera sabido que la usaría para besarme con un duque.

 

—¿Lo besaste? Por Dios, Elliot. ¿Quién diría que eras tan indecente?—Exclamó divertida pero Elliot le devolvió una mirada torturada. — ¿Cómo fue? Debes contarme todo.

 

—Sólo fue un beso… bueno algunos besos, jamás había besado a nadie, George, no sabía que era tan… húmedo.

 

—¡Dios! He oído que los Alfa suelen portarse de forma errática con los omega pero jamás lo esperé de ti, querido primo. —Susurró entre risas, mordiéndose el labio.— Pero al final ha sucedido lo que más deseaba, ahora sólo tienes que casarte con el duque y podremos olvidarnos del señor Hamilton por completo. ¿Lo imaginas? Serías el nuevo y brillante duque de Ransom, vivirías en un hermoso castillo y podríamos ir juntos a las fiestas de la corte, tendrías una boda hermosa y el mismo Rey William estaría invitado.

 

—George, creo que estás dejando que tu mente se vaya demasiado lejos, sólo piénsalo. ¿Por qué un hombre como el duque de Ransom se casaría conmigo? No soy un buen partido, no vengo de una buena familia y no hay ningún beneficio para él.

 

—Oh, Elliot, hasta la gente de la realeza se casa por amor—.Debatió su prima, Elliot no estaba tan convencido.— No pongas esa cara, quizás no te hayas dado cuenta pero la forma en que te mira… Si eso no es amor me temo que no tengo idea que pueda serlo.

 

—No lo sé… ¿Que sucede si me dejo llevar y al final todo sale mal? Perdería mi compromiso, perdería la ayuda que mi familia tanto necesita.

 

—Oh, Elliot, deja de pensar así, es una aventura, una que no deberías dejar ir. ¿Has pensado que todo podría salir bien? Estarías teniendo tu primer hijo para estos días el año que viene, tendrías mucho más de lo que te atreviste a soñar y yo sería feliz de saber que mi amado primo no se casó con un hombre tan mayor que podría ser tu padre.

 

—George…

 

—No tienes nada que perder, pase lo que pase yo estaré aquí. Hazlo por tí, por una vez haz algo para tí, olvida lo que otros esperan.

 

Quizás lo merecía, darse una oportunidad. ¿Y si su prima tenía razón y podía tener la vida que siempre había soñado? La idea lo llenaba de ilusiones que había perdido hace años. Quizás por una vez podría dejarse llevar y darse la oportunidad de soñar. 


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