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Lluvia de Oro por Kikyo_Takarai

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“Querido Señor Hamilton, espero que esta carta le encuentre en buena salud y no le importune en un día ocupado. Le he contado ya tanto sobre Hillsmoth House que me cuesta pensar en que podría agregar que pudiera parecerle importante. Tendrá que disculparme, pero no soy capaz de pensar en una cosa más de las muchas que me gustan de la casa, quizás en que nunca terminaré de explorarla.

 

Paseo la pluma por sus dedos, acariciando su barbilla con la punta antes de hundirla de nuevo en la tinta. Dejó detrás una marquita azul, pero no se dio cuenta. Estaba concentrado en hacer de su letra algo legible.

 

 Yo me encuentro bien, he dormido más de lo que acostumbro, jamás me sentí tan descansado y tan ansioso por gastar esa energía,  pero le pido que no se lo mencione a mi padre. Me tachará de perezoso incluso a sabiendas de que, por obvias  razones, aquí no tengo tantas labores, debo, admitir que es un respiro agradable. Cuidar de mí prima es un gusto, siempre hemos disfrutado de nuestra mutua compañía. He hecho buen uso de la tinta y el papel que mi anfitriona me regaló, apreció mucho su comentario sobre mi caligrafía, estoy seguro que son las herramientas a quiénes se les debería agradecer por ello.

 

He visto la lista queme ha enviado sobre los pendientes de la boda. Me ocuparé de revisar lista de invitados que me ha enviado mi madre, estoy de acuerdo con hacer la boda en lacasa del lago de la Señora Adams, ya que tan amablemente la ha ofrecido, sé quetiene una hermosa capilla y habrá espacio de sobra para los invitados. Estoy seguro que con la meticulosa planeación de mi madre no habrá ningún problema, incluso si me encuentro lejos por un tiempo.

 

He aprendido muchascosas de los preparativos para la fiesta de la Señorita Hale, he visto llegarcajas de fruta y vegetales, un par de cerdos, barriles de vino y toda clase dedecoraciones. Más flores de las que he visto en una sola habitación. ¿Le hedicho que me gustan las flores? Espero cuando estemos casados me permita tenerun pequeño jardín en casa, incluso una parcela me haría feliz. Floresrebosantes de polen que llenen el aire con el susurro de las abejas laboriosas…Eso me agradaría, espero no encuentre atrevida mi petición, mucho menosofensiva, no era esa mi intención.

Pero encuentro tan reconfortante el aroma y la vista de las flores, de un jardín colorido y frondoso… no sé si pueda vivir sin ello ahora, me temo que es una forma más en la que Hillsmoth House me ha mal acostumbrado.

Hoy habrá una de lo queespero serán muchas sesiones de bordado, muy pronto podrá esperar un pañuelonuevo de mi parte,  le pido que me haga saber si necesita algo más, estaréfeliz de decorar otra cosa que enviarle como regalo. Mis habilidades con laaguja aún requieren práctica, pero dice el dicho que sólo quién persevera logradominar una labor, y es lo que elijo hacer.”

 

Elliot miró fijamente la hoja. No tenía mucho más que decir, si fuera un diario, un verdadero confidente, entonces hablaría de lo libre que se sentía, de cómo sentía cosas que jamás había sentido, de cómo su cintura y su cadera se habían redondeado un poco gracias al peso que había ganado comiendo más de lo que jamás lo hacía.

Quizás así tendría alguien con quien hablar de las sensaciones que despertaba en él la mera presencia del Duque de Ransom. Le hablaría de Louis, de sus ojos, de su sonrisa, de cómo verle le llenaba de fantasías, fantasías en las que tenía una posibilidad de convertirse en Duque de Ransom, de conocer al Rey, de vestir con la ropa más moderna y comer hasta saciarse cada día. De explorar placeres maritales entre las firmes manos del Alfa, las mismas que le habían mantenido firme en su montura apenas unos días antes, de sentir ese masculino aroma en su cuerpo cada mañana.

“Esperaré ansioso surespuesta, en ocasiones siento que escribo tanto sobre la casa que olvido hablarle sobre mí.

 

Quisiera decirle lo mucho que he aprendido de la experiencia, en verdad le estoyagradecido, sin su apoyo jamás habría visto lo que he visto hoy. Su generosidades digna de reconocerse, y lo hago aquí y ahora. Sólo puedo esperar quemi personalidad y mis modos sean lo suficientemente cándidos para que la genteque conozca en mi estadía mantenga conmigo una honesta amistad que en el futuro

pueda traerle algún beneficio.

Suyo, Elliot Dalton.”

Los últimos dos días habían sido un remolino de emociones, la gran mayoría negativas. Sentía tanta vergüenza de lo que había hecho, la forma en que había sido igualado y descortés con un importante miembro y familiar directo del mismo Rey… Impensable. Se sentía tan humillado y tan perturbado por el encanto que destillaba el duque que le había sido casi imposible probar bocado en el desayuno, mucho menos escribir cartas, mientras estaba en su presencia.  Así que ahora huía, normalmente al jardín, detrás de los grandes árboles que le daban con sus ramas resguardo del sol.

Dobló la carta y la metió en un sobre limpio. Escribió con cuidado el destinatario y lo selló con una gota de cera. Miró la carta un momento, pensativo. La enviaría esa noche. Miró el reloj de pared. Apenas eran las 9 de la mañana. No se le esperaba en el salón de bordado hasta las 11:00. ¿Qué haría con tanto tiempo libre? El bramido de la lluvia en el exterior le recordó que no odía salir a pasear al jardín. Pero quedarse en la habitación no funcionaría, su mente, contra su voluntad, volaba en todas direcciones, en las más inapropiadas además. Tenía que distraerse. Se puso el abrigo y salió al pasillo. El cielo estaba nublado y la casa parecía más grande y aterradora sin el sol llenando sus ventanas.

Parecía además fría  y vacía. Su prima debía estar durmiendo aún, y seguramente su dama podría ayudarla a vestirse, si bien sabía que ella prefería hablar mientras Elliot ataba las intas de sus medias o los bolsillos bajo su faldón. Inútilmente terminó afuera. La tormenta no era nada inusual, nada de qué preocuparse cuando tenías una casa sólida como esa como resguardo, sin embargo afuera la historia era otra. Los árboles se balanceaban a merced del viento, sus hojas sacudiéndose y cayendo, como un otoño prematuro. La lluvia caía helada sobre todo y sobre todos. Incluso sin salir de la protección del pórtico que daba uno de los accesos del jardín Elliot tenía las mejillas húmedas y se abrazaba a sí mismo, el abrigo muy poco para protegerlo del tempestuoso clima. Pasear por la propiedad era la mejor manera de distraerse de us romances de fantasía, fantasías para las que ya era tan viejo…

Miró al cielo, estaba gris y lleno de nubes cargadas de rayos y agua, imponentes y que no daban aspecto de querer ceder a la voluntad de nadie en el futuro cercano.

—Parece ser que hoy no habrá visita al jardín…—Murmuró para síbmismo, casi saltó de la impresión al oír una voz aterciopelada a su lado. 

 

—Es una lluvia agresiva, pasear sería una idea riesgosa.

 

Elliot volteó y vio al duque sonreír mientras caminaba en su dirección, sus bonitos zapatos taconeando sobre los charcos que se comenzaban a

acumular sobre el piso de madera. Una vez más vestido con el lujo que se esperaba de él, un chaleco de exquisito color azul y un abrigo negro y largo,

probablemente de gruesa lana. La chaqueta debajo cerraba en un ajuste perfectoby su cabello parecía inmune al viento que sacudía los rizos de Elliot como serpientes enloquecidas.

— ¡Excelencia! — Musitó al tiempo que se inclinaba con una torpe everencia.

 —Oh, no, esa formalidad está de más. Louis está bien, ya habíamos estado ahí antes. ¿No?

—No podría, no de nuevo, lamento tanto el haberle faltado el respeto de ese modo…

—Si me hubiera ofendido habrías sido el primero en saberlo—. Ofreció con una sonrisa adornada con los dientes más blancos y perfectos. Elliot sonrió también, nervioso, pero no cedió.

—Aún así espero acepte mis disculpas, mi Lord—. Insistió. — ¿Qué hace afuera con este clima?

—Podría preguntarle lo mismo, está temblando como una hoja. Debería volver al resguardo de la casa.

—Oh, no. Sólo… esperaba que la lluvia me diera un respiro, mi visita a los jardines cada mañana es un ritual que he vuelto muy necesario.

—Entiendo, siendo el caso que es imposible disfrutar del jardín con este clima, estoy seguro que el invernadero debería ser un buen substituto.

—¿El invernadero? —Preguntó Elliot atónito. ¿Existía semejante cosa? No lo dudaba, Hillsmoth House era enorme y llena de sorpresas y secretos, pero algo tan grande no podía haber pasado desapercibido. — Creí que esa entre otras partes de la casa estaban aún en trabajos de construcción.

—Oh, claro. Las nuevas alas. Pero las viejas continúan funcionando. 

Eso era una mala idea. Una vez más pensó que si él era chaperón de su prima quizás debería buscar uno propio. Ir a solas con un Alfa así de apuesto no podía ser un acto decente. Su corazón no pensaba lo mismo, latiendo con fuerza como un animal enjaulado que trataba de salir de su pecho y correr junto al duque para acurrucarse en su regazo.

—Venga conmigo, quiero mostrarle algo—. Dijo el Alfa con una sonrisa, Elliot dudó. No tendría que ir a meterse con él a ninguna parte. — Será sólo un momento.

Nunca dijo que sí, pero lo vio caminar por el pórtico, y voltearse a mirarlo, sereno en aquella tormenta. Sus ojos parecían brillar como un niño que hace una travesura. Elliot se mordió el labio inferior, aferrándose a su abrigo. Cientos de personas en toda la casa y no había nadie ahí para detenerle.

—¿Señor Dalton?

—Sí, excelencia.

Algo, no quería saber qué era, sobre Louis Ainsworth lo llamaba con fuerza, como si pudiera confiar en él, como si lo conociera de toda la vida. Dudó apenas un segundo antes de caminar detrás de él. El Alfa sonrió, esperaba que lo siguiera… Sabía que mientras más gente se hospedara en la casa menos tiempo podrían compartir a solas. Las multitudes previenen la honestidad y no quería conocer a Elliot por quién pretendía ser. Su abuela pondría el grito en el cielo, pero él era hijo de Alice Greenwood, una mujer inteligente, con una vivaz imaginación, la más exitosa autora del país, una mujer que entre todos sus logros había conseguido que su padre sintiera amor de verdad. Louis no conocía el amor por compromiso, y lo que sentía por Elliot, interés en este momento, venía de una impresión genuina. Una que no había sentido jamás y que no pensaba dejar pasar.

Caminaron durante unos metros más hasta una vieja puerta, Louis la golpeo un par de veces, a parecer estaba atascada. Un empujón más la abrió con un chirrido, claramente hace mucho que nadie usaba esa entrada.

El interior era un pasillo vacío, sin más mobiliario que una

mesita junto a la puerta y las cortinas que cubrían una serie de enormes

ventanas, las gruesas gotas de lluvia llenaban el pasillo con un tintineo

constante. Del otro lado del pasillo había una puerta que lucía aún más vieja.

—Cuando era un niño—. Explicó el duque, empujando la mesita,

debajo había una llave de cobre, que debía llevar mucho tiempo ahí considerando

el polvo que había alrededor. — Mis padres me traían a Hillsmoth House a pasar

cada verano. En aquellos años el jardín exterior no era tan grande como lo es

ahora, Había apenas un par de estatuas y la única fuente estaba en uno de los patios interiores.

—Entonces conoce a la Señorita Hale desde hace mucho—. Dijo Elliot, curioso, mientras la diminuta llave se perdía en la puerta y la abría con un fuerte “clank”.

—Oh, sí. Amelia y yo somos amigos desde que éramos niños. Ella solía vivir aquí con su tío y con su madre. Una mujer muy dulce, lamentable que muriera tan joven. Después de eso venir cada verano fue mucho más importante para nosotros. ¡Eso es!

Elliot no preguntó más, el duque se perdió detrás de la puerta, del otro lado podía oír el susurros de las ramas y el agua correr. Entró detrás de él con algo de esfuerzo, la puerta estaba cubierta en gruesas enredaderas que parecían cubrir el muro hasta el alto techo. Aquella puerta estaba oculta, sin duda algún tipo de pasaje de servicio que ya no se usaba.

—¿Está seguro de que que no habrá problema por estar aquí? No parece que se use mucho esta puerta…

—No se preocupe, simplemente estoy acostumbrado a usar entradas alternativas, hacen del recorrido mucho más interesante—. Su sonrisa tenía un destello de picardía. Juguetón. Si Elliot fuera cualquier otro omega creería que el otro le coqueteaba, pero eso eran fantasías. No podía perderse en los raciocinios de su mente, en su narcisismo. Miró alrededor y sintió que le faltaba el aliento.

El techo parecía hecho sólo con paneles de vidrio y bajo sus pies había un sendero de ladrillos rojos que rodeaba una enorme rotonda con un árbol que jamás había visto. A su alrededor toda clase de plantas y flores crecían en macetas y jardineras con bancas de metal ennegrecido. El sendero se perdía en todas direcciones. ¿Cuán grande sería el invernadero?

Camino apenas hasta el gran árbol, era mucho más grueso de la base, con placas que se entrelazaban entre ellas de modo que le recordaba a una piña de las que solía recoger en el bosque con sus hermanos en invierno. Era alta, casi rozando el techo, y tenía hermosas hojas verdes en forma de abanico que se disparaban en todas direcciones como señalando los cientos de caminos que podría tomar. Tocó el tronco con la mano, primero con un par de dedos, dudoso, luego con la palma completa, era un árbol lanudo, parecía desprender pequeños pelitos en la aprte gruesa del tronco.

— ¡Es increíble, jamás vi un árbol así!

—Es una palmera, el barón la trajo de América cuando heredó la casa de su padre. La primera vez que la vi debía medir no más de un metro—. Explicó Louis y Elliot lo miró maravillado. No tenía idea que existían árboles como ese, tan inmenso y tan distinto a los que crecían en su propia tierra. El Alfa se paró a su lado, mirando hacia arriba a las vistosas ramas, de un verde precioso, más lúcido y brillante de lo que jamás había visto.

—Debió ser muy feliz cada verano, creciendo en una casa así—. Dijo Elliot, rodeando la palmera sin despegar su mano del tronco, las placas entretejidas que lo formaban le arañaron los medos pero no se detuvo, por el contrario, acarició cada recoveco intrigado.

—Mentiría si dijera que no esperaba ansioso los meses que pasábamos aquí, pero no puedo decir que la casa le deba nada al hogar de mi familia—. Replicó el hombre, hinchando el pecho con un orgullo que le arrancó una risita a Elliot. —

—Por supuesto, no puedo imaginar que su casa sea nada menos que impresionante, excelencia, debe ser una hermosa mansión—. Concedió Elliot.

—Si tengo la oportunidad antes de que termine el verano, debo invitarle a usted y a su prima, hoy en día debo decir que incluso para nosotros es un poco extravagante vivir en un castillo.

— ¿Un castillo? — Exclamó, claro que vivía en un castillo, era el famoso duque de Ransom, seguramente derrochaba lujo en cada habitación y las sabanas estaban bordadas con hilos de oro.

—Ha estado en la familia por generaciones, le aseguro que no es más que un viejo montón de rocas que mi madre logró decorar hasta hacerle admirable—. Dijo con una modestia que era para Elliot incomprensible. — Su hogar debe ser muy hermoso, si se parece en algo a usted.

—¿Disculpe? — El duque sonrió y Elliot dejó salir una risa que era de genuina incredulidad, Louis creyó que quizás le había ofendido, pero sus mejillas estaban teñidas de rosa, no podía ser el caso. — Oh, no mi Lord, mi hogar es humilde, mucho en comparación a lo que debe ser el suyo si se parece en lo más mínimo a Hillsmoth House.

—Una casa humilde forja el carácter, eso no la hace menos hermosa ni menos merecedora de los méritos de un buen hogar.

—Es fría en invierno y calurosa en el verano—. Dijo el omega como si eso fuera suficiente. — Nos alberga a todos y está rodeada de flores y campos. En la mañana el sendero se cubre de niebla y los caminos parecen desaparecer, es como estar en una isla, en medio del mundo.

Louis podía imaginarlo, Whitebury estaba en una zona boscosa, rodeado de montañas y en aquellas partes llovía mucho, se imaginaba la niebla, la silueta delicada del Señor Dalton contra las formas nebulosas y difusas del entorno.

—Suena encantador.

—Tiene su encanto. Es algo rústica—. “Igual que yo” pensó. Rústica y pobre, con goteras en los pisos superiores y habitaciones que jamás se abrían pues no había dinero para cuidar de ellas o los muebles que pudieran contener. Sobre ellos el cielo aún bramaba furioso. Elliot miró más allá de ese espacio, al camino que llevaba al resto del invernadero y a lo que sea que le deparara.

—¿Le gustan las flores?

—Mucho—.Admitió. A lo lejos escuchó las campanas que anunciaban la hora. 10 campanas. Oh, llevaba una hora recorriendo corredores abandonados con un perfecto extraño. Pero no lo parecía. El duque era tan agradable, como brisa en el verano o el calor de fuego en un día helado, le era tan familiar y no podía explicarlo. Llevaba color a sus mejillas y un ritmo violento a su corazón.

—Si gusta, mañana puedo mostrarle un poco más. Hay muchas cosas hermosas aquí. Flores que puedo asegurarle jamás imaginó.

—No lo sé, excelencia, no deseo robarle más de su tiempo ni importunarle. Si mañana hay sol puedo explorar por mi cuenta—. Dijo de inmediato. Encontrarse a solas una vez era una cosa, pero no debía hacer de ello una costumbre.

—Vale, entonces mañana le mostraré mi parte favorita del jardín.

—Eso no…

—No, me temo que no aceptaré un no por respuesta, creo que sabrá apreciar lo que veo ahí.

—En verdad necesito volver, mi prima se preguntará dónde estoy y tenemos que reunirnos en la sala de dibujo…

—Por supuesto, lo lamento, no había pensado privarle de tanto tiempo. Le mostraré el camino de regreso.

Sintió una mano grande, caliente y varonil en su espalda, se estremeció al punto en que sintió vértigo. La proximidad era escandalosa. No había nadie más allí, en su mente quizás no había nadie más en la casa, sólo ellos, en ese hermoso lugar que a plena tormenta se mantenía verde y sereno. Con ese aroma orgánico a tierra y vida que parecía ir perfectamente con la esencia del alfa frente a él. Subió la mirada hasta sus ojos y los encontró fijos en él, tenía miedo de respirar, cualquier sonido parecía demasiado para ese ambiente.

Sí decía algo la magia desaparecería. La ilusión, la fantasía. No podía permitirse soñar así. Ya no era un niño. Retrocedió un paso, bajando la vista.

—Le ruego me disculpe, yo…

—Será mejor irnos. Por aquí. —Elliot no levantó la vista hasta que el hombre le dejó en la puerta de su habitación con una educada reverencia. Cuando la correspondió su corazón latía con tanta fuerza que el sonido de la lluvia parecía ahora secundario, lejano, sin importancia. Louis se reprimía su osadía de tocarle. El calor de su cuerpo era frágil, su cuerpo delgado como una florecilla, lo sentía temblar y sacudirse bajo sus dedos y su mente le llevaba a imaginar en qué otros escenarios podría provocar tales cosas, quizás en su cama, quizás en cada parte de su alcoba.

Inapropiado de nuevo, se recriminó. Pero más que nunca, al alejarse de aquella bonita puerta detrás de la que se escondía una aún más hermosa criatura… deseaba ser inapropiado y dejarse llevar por el rostro más dulce y el aroma más perfecto que jamás pensó encontrar. Aún entre flores, entre fragantes plantas y el olor de la lluvia, lo único que parecía quedarse con él era la esencia única de Elliot Dalton.

 


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