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Dos caras de la misma moneda por Hyunnieyeol

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Notas del capitulo:

2016.07.03. Actualizo. No han pasado siglos desde la última, así que es un alivio. Parece un capítulo de relleno, pero no lo es tanto. Tiene su encanto escondido, así como algunas cosillas más. Disfrútenlo. 

Capítulo XXI. De las peleas entre amigos y sus consecuencias

 

El camino hacia el departamento es silencioso. Myungsoo intenta tres veces hablar con el mayor sin éxito alguno. La vista del castaño se mantiene fija en la ventanilla. Sus piernas se encuentran tan juntas que es capaz de sentir la vibración del celular ajeno en algún momento del trayecto. Es la única vez que Sungyeol parece regresar a la realidad. Teclea una respuesta rápida al mensaje y lo envía, con su teléfono regresando a su lugar original. El ambiente es totalmente extraño; mucho más de lo que ha sido antes. El primogénito de los Kim desea desesperadamente hacer algo, pero no tiene la menor idea del qué.

                Sus ojos se abren como platos cuando llegan al edificio y se encuentran a Sungjong en la entrada. El menor reacciona demasiado rápido, corriendo hacia el taxi y aferrándose al brazo del castaño para ayudarlo a caminar. Myungsoo los observa con la boca casi abierta y camina con ellos hacia el interior con una sensación incómoda revolviendo su estómago.

                ¿Cómo es que Sungjong ha llegado?, se pregunta dentro del elevador, y después recuerda el único mensaje que miró el dueño de casa. Él le dijo, se lamenta sin razón aparente.

                A Myungsoo no le agrada tener que compartir a su Sungyeol con Lee Sungjong.

— ¡Ya! — grita frente a la puerta, observando con ojos incrédulos la mano del recién llegado vagar en los pantalones del mayor. — ¿Qué crees que estás haciendo? — cuestiona, sujetándole la muñeca.

                Sungjong pone los ojos. Sungyeol ni se da por enterado.

— Sólo busco la llave, idiota — gruñe el más joven, mostrándole el objeto. — Solía considerarte más brillante.

                Vale. Quizá cruzó la línea, pero Sungjong no tiene motivo para ser tan grosero. Myungsoo sigue siendo un año mayor, así que debería ser tratado con un poco más de cortesía. Además, también está su pasado. Nunca fueron hostiles entre ellos, ni siquiera después de terminar. ¿Por qué de repente el otro actúa de esa forma? No es algo que logre comprender. Sin embargo, no hay lógica que explique todo este enredo que son sus vidas. El pelinegro acaba por rendirse, tragándose los celos mientras ingresan. Todo sigue igual que la última vez que estuvo ahí. Después de todo, es el refugio de Lee Sungyeol, y por ello se mantiene imperturbable. No es como la mansión, que suele describirse como una prisión.

— Eres un completo desastre — susurra Sungjong suavemente, como si hablara con un niño. — ¿Cómo has terminado así?

— No sé — responde Sungyeol, formando una mueca cuando se encoge de hombros. — Destino, tal vez.

                El menor asiente y mira de reojo a Myungsoo. Una advertencia silenciosa en sus ojos.

— Te diría que vayas a la cama, pero seguro querrás una ducha antes.

                Sungyeol asiente quedamente. Los tres se encaminan hacia la habitación y después al cuarto de baño. Myungsoo se queda bajo el marco de la puerta, estudiándolos en confusión. Una parte de él muere por alejar a Sungjong; la otra sólo quiere mantenerse al margen y dejar al muchacho, ya que parece saber lo que está haciendo.

                Ambos Lee se dirigen hacia la tina, y Sungyeol se mete en ella con la ropa aún puesta. Sungjong no se queja, sino que dirige la regadera de mano hacia los cabellos revueltos y sucios del castaño. Los mechones le ocultan los ojos, pero Myungsoo está seguro que las gotas deslizándose por sus mejillas no tienen nada que ver con el agua. Impotente, permanece en el mismo sitio. Sungjong es cuidadoso y no deja de hablar sobre tonterías a las que nadie en la habitación parece prestar atención. El mayor se estremece y finalmente parece despertar de un trance, fijándose en su camisa que ahora se le adhiere al pecho y le incomoda. El menor detiene el flujo de agua y cambia de lugar, quedando de frente al otro para desabotonar la prenda. Sungyeol le sujeta antes del tercer botón y sus ojos se encuentran. Entonces gira el rostro y mira a Myungsoo, que apenas nota había estado conteniendo el aliento. No es la visión que esperaba. No se asemeja en nada a lo que creía. Sungjong parece comprender, y se levanta con una sonrisa que parece sincera pintada en su rostro.

— Disculpa — dice con amabilidad. — Deja la ropa sucia frente a la puerta, te traeremos un juego limpio — el castaño asiente, aun mirando fijamente al mediano del trío. — ¿Hay algo que quieras?

— Un té — murmura —, por favor.

— Claro.

                Los dedos de Sungjong se sienten fríos cuando envuelven la muñeca de Myungsoo, tirando de él fuera del cuarto de baño para poder cerrar la puerta. No hay preguntas sobre el incidente, todavía. De hecho, el menor de los Lee parece demasiado familiarizado con la situación y con la recámara del dueño. Abre cajón tras cajón, recolectando las prendas necesarias. Deja las cosas frente a la puerta, avisando después de dos golpes.

— Vayamos a la cocina — demanda.

                Myungsoo le sigue sin quejarse. Escuchando la puerta abrirse a su espalda. Sungyeol debe haber tomado la ropa limpia.

— ¿Puedes decirme qué sucedió?

                Claro. Como si él realmente lo supiera.

— Hoy Sungyeol…

                Sungjong se mueve por la cocina como quien vive en ella. Sabe dónde se encuentra cada cosa, y al pelinegro eso no le da buena espina. Se detiene, incapaz de concentrarse con el niño demostrándole una vez más que se encuentra por encima de él.

— Salta la parte de la reunión familiar y la cena donde los Jang — dice el chico, sonriéndole burlonamente.

                Por supuesto. Sungjong sabía de la cena…

— ¿Quién lo golpeó así?

— Sunggyu.

                La boca del menor se abre y el contenedor del té resbala fuera de sus manos. Hay una nota de histeria cuando pregunta si es una broma y le recrimina por no ser divertido. Realmente le gustaría que fuese un chiste. Nunca creyó presenciar semejante escena y eso que llegó al final del espectáculo.

— Sungyeol y su madre discutieron, o algo así — admite Myungsoo, rascando su nuca. — Ella le abofeteó y él salió del restaurante. Sunggyu fue tras él y Howon se marchó poco después también — recibe un asentimiento y decide continuar. — Dongwoo nos invitó a Woohyun y a mí a cenar, así que presenciamos eso — hay un suspiro dejando sus labios a la vez. — Cuando dejamos el restaurante escuchamos un grito cerca, así que fuimos a ver. Se habían detenido para entonces.

— Me estás diciendo que Sunggyu y Sungyeol pelearon — retoma Sungjong, frunciendo el ceño —, ¿verdad?

                Myungsoo asiente.

— ¿Cómo puedo creer eso? — tampoco él puede. — Ellos han discutido y luchado antes, claro, pero jamás lo harían a este nivel. ¡Sólo mira su rostro! — lloriquea. — No, no. Sólo mira sus ojos. Están vacíos — admite. — Si realmente pelearon… Si lo que me dices es cierto… Sus heridas no son sólo físicas… Ellos… — guardan silencio por algunos minutos. —  ¿Dónde estaba Hoya?

— Eso es lo más extraño de todo — dice por fin. — Él estaba ahí, pero no los detuvo.

— ¡¿QUÉ?! — la voz del menor se eleva un par de octavas. — ¡Me estás jodiendo!

— Hoya no se veía bien… — reconoce. — Creo que estaba en shock.

Seguro.

                El tono sarcástico que emplea no pasa desapercibido para el pelinegro. Suena raro cuando lo repite en su cabeza. Lee Howon no luce como el tipo de persona capaz de quedarse sin palabras. Sigue atentamente los movimientos del niño, quien no sólo sirve té en una taza que parece demasiado grande, sino que también agrega un chorro de miel y algo más que lo toma desprevenido.

— Para que pueda dormir — dice el menor al atraparlo mirándole. — A veces es un gran bebé.

                Se dirigen a la alcoba en un silencio menos incómodo. Antes de salir juntos fueron buenos amigos, incluso tras la ruptura no fue tan malo. Sólo que ahora las cosas parecen muy difíciles entre ellos. Myungsoo quiere pensar más sobre el asunto, pero al ver al dueño de casa sentado en la cama, su atención vuelve a centrarse únicamente en él.

— ¿Te sientes mejor? — pregunta Sungjong, dejando la taza en la mesita de noche. — Deberías recostarte.

— Quizá — asiente y se mete bajo las sábanas. — Puedes ir a casa ahora, Jongie, estoy bien.

                Sungjong no se atreve a replicar.

— Pondré la ropa en la lavadora antes de irme — asegura. — Bebe antes que se enfríe.

                Sungyeol da un trago largo y después busca sus ojos.

— ¿Píldoras para dormir? — pregunta con una sonrisa diminuta.

— Dos — señala el menor, tomando las prendas sucias. Antes de salir de la habitación se dirige a Myungsoo: — En el botiquín dentro del baño encontrarás todo lo necesario. Sería bueno que desinfectaras sus heridas. También es posible que tenga fiebre en la madrugada, ten compresas frías a mano.

— Gracias, Sungjong.

— Buenas noches.

                Cinco minutos más tarde, la puerta principal se abre y cierra. Sungyeol y Myungsoo se quedan a solas por primera vez en lo que ha parecido una eternidad, y antes que el mayor intente decir algo, su acompañante se dirige al baño a buscar el kit de primeros auxilios. Por una vez en la vida, el castaño no se queja mientras el chico de orbes oscuros limpia y cura cada una de sus heridas, que son pequeñas. Está por atender la de sus labios cuando le detienen.

                No. Dicen los orbes marrones, y él asiente al tiempo que comienza a guardar las cosas en su estuche. Es detenido una segunda vez cuando trata de levantarse. Sungyeol se aferra a su muñeca con fuerza. Deja las cosas en el buró y mira esos ojos que nuevamente albergan algo. Acaricia la mejilla donde su madre le abofeteó y el mayor se inclina contra su palma, apenas alzando la comisura de su boca en un intento de sonrisa reconfortante.

— ¿Quieres hablar de ello? — cuestiona en un susurro, y repara en que no le ha dirigido la palabra desde el taxi.

— No — responde sin romper el contacto visual. — Sólo te quiero a ti.

                El pulso de Myungsoo se dispara. Su corazón salta de alegría. Suena tan bien…

— Me tienes — susurra en respuesta, inclinándose para dejar un beso en la frente contraria.

— No voy a dejarte ir, Myungsoo — promete, rozando con los dedos sus labios. — Lo prometo.

                La distancia desaparece y sus labios se encuentran en un beso delicado. Myungsoo pone cuidado extra debido a las heridas aunque Sungyeol no parece demasiado preocupado por ello. Es dulce; siempre lo es. Se separan mucho tiempo después, respirando entrecortado, con las mejillas rosadas y los ojos brillantes. El castaño repite la promesa una segunda vez y luego cierra sus orbes. La taza servida con té se encuentra vacía y el menor se ríe entre dientes al saber que su novio se ha quedado dormido. Toma algunos minutos para buscar algo de ropa y guardar las cosas en el botiquín. También envía un largo mensaje de agradecimiento a Sungjong y se disculpa por ser un idiota celoso. Piensa en contactar a Dongwoo o a Woohyun, pero se arrepiente a último minuto.

                Sólo pensará en Sungyeol, y sólo se preocupará por él. Al menos el resto de la noche.

 

 

 

               

Las ropas de Sunggyu están completamente sucias. Woohyun se pregunta qué debe hacer en esas circunstancias. No sólo es la primera vez que presencia un enfrentamiento de semejante índole, sino la primera que ve a alguien frío y duro reducirse a nada en un segundo. Siempre tuvo razón, después de todo. Kim Sunggyu posee un corazón débil. Aunque no tanto como él, eso es seguro. Está  a nada de ponerse a llorar con él, a falta de mejor estrategia.

— Sungyeol no me perdonará — dice el muchacho pasados algunos minutos. — Va a odiarme.

— Te perdonará — asegura el más joven, mirando hacia el cielo. — Es tu amigo.

— Ni siquiera sé si puedo perdonarme a mí mismo.

                Su declaración deja desconcertado a Woohyun. ¿Qué?

— Dije algo que no debía — continúa el pelirrojo. — Usé su debilidad para atacarle. Los amigos no hacen eso.

— Los amigos de verdad superan estas cosas— palmea su hombro —, y ustedes son los más reales que he conocido.

                Sunggyu se ríe casi por compromiso.

— Es una forma estúpida de decirlo.

— ¡Vaya! — se queja el hijo de los Nam, poniéndose de pie. — ¡Gracias por el apoyo!

                La risa ahora sí es real, y aunque el menor se siente avergonzado, al mismo tiempo es feliz. Rasca su nuca con la mano izquierda (algo que se le ha pegado de Myungsoo, seguro), al tiempo que extiende la derecha hacia su compañero. Sunggyu le mira con sus pequeños ojos un tanto enrojecidos por el llanto, después la toma. Una pequeña corriente eléctrica recorre a ambos cuando sus dedos se tocan. Woohyun jadea. Sunggyu cierra los ojos. No es justo.

— ¿Quieres que te acompañe a casa? — pregunta, visiblemente nervioso. Por favor, di que sí, ruega internamente.

— No — susurra Sunggyu. — N-No, yo… No quiero ir a casa — muerde su labio inferior. — ¿Crees que…?

                Ambos se miran, incómodos. ¿Realmente está sucediendo? Woohyun traga pesado.

— ¿Quieres quedarte conmigo? — suelta, y cierra los ojos, esperando la negativa y quizá algunos gritos.

— Sí.

                Los únicos gritos que escucha son en su cabeza, mientras hace un baile interno a modo de celebración. Esta debe ser la mejor noche de su vida. Es el destino actuando. Debe ser la conversación más civilizada que ha tenido con Sunggyu; tal vez la única donde uno no ha terminado molesto con el otro. Posiblemente sea la única oportunidad de convivir sinceramente con el mayor. Woohyun quiere sonreír, reírse, pegar saltitos. Sin embargo, no puede hacerlo. La nariz enrojecida del muchacho le recuerda el porqué.

— Vamos — dice, aún sin dejar ir su mano. — Dejé mi coche cerca de aquí.

                Woohyun se pierde la sonrisa que Sunggyu le está dando. Una que es sólo para él.

 

 

 

La casa de los Nam es enorme, como es de esperarse. Sólo que para el invitado parece demasiado cálida en comparación con la suya. Los padres de Woohyun se encuentran en la sala, bebiendo una copa de vino, cuando entran. Woohyun se excusa lo más rápido que puede, asegurándose a sus padres que no hay motivo para preocuparse. El hombre les desea una buena noche y guiña el ojo en dirección del pelirrojo, empezando a contarle a su mujer una de sus historias de peleas adolescentes mientras ellos aún escuchan. Sunggyu sonríe a escondidas, consciente que ha sido reconocido y tratan de no hacérselo tan difícil. Pero sí que lo es.

                Azul. Sunggyu enarca una ceja. Azul bebé. La habitación de Woohyun está teñida en un color claro, y sus cortinas lucen demasiado infantiles. Hay un estante repleto de juguetes, y siente una punzada en el estómago cuando piensa en la colección de helicópteros de Sungyeol. Seguramente el hijo de los Nam y su amigo podrían ser muy unidos.

— ¿Hay algo que necesites? — sólo hay sinceridad en los orbes marrones.

— ¿Puedo tomar una ducha? — sus mejillas se calientan al decirlo.

                Woohyun sonríe, asintiendo. Busca un juego de ropa limpia al tiempo que escucha el agua correr. Muchas preguntas se agolpan en su mente; las deshecha de forma inmediata. Él no necesita eso. Sunggyu está lo suficientemente afectado como para que llegue alguien a tratar de saciar su curiosidad. Siempre puede obtener algo de Dongwoo o Myungsoo al final. Sus novios les dirán que pasó. ¿Puede llamar a Sunggyu “amigo”, al menos? Quizá.

— Woohyun — llama el pelirrojo desde el cuarto de baño. — ¿Puedes…?

                Duda. Posiblemente avergonzado.

— Dime — pide con una sonrisa pegada a los labios.

— Yo… — guarda silencio unos cuantos segundos —, me gustaría un té…

                Es adorable. Demasiado adorable.

— Claro, Sunggyu — ríe vagamente. — Dejaré ropa junto a la puerta y bajaré a prepararlo.

— Woohyun — se detiene antes de salir — con miel, por favor.

                El dueño de casa se ríe todo el camino a la cocina. Este día ha escuchado su nombre más veces de las que alguna vez imaginó, al menos viniendo de Kim Sunggyu. Aprovecha el momento para hablar un poco con sus padres en vista que siguen despiertos. Ellos entienden. No necesitan una explicación. Su padre se burla de él, logrando volverlo rojo. ¿Tan obvio es que el otro le gusta? ¡Santo Cielo! Sólo desea que el té esté listo ya. Escapa mientras su mamá dice algo sobre niños de mejillas infladas y ojos muy pequeños.

                Suspira apenas entrar a su habitación, sobresaltándose al notar al mayor sentado en la cama, mirándolo.

— Lamento ser tal molestia — susurra el muchacho, tomando la taza entre sus manos.

— No lo eres — asegura Woohyun mientras ocupa el sofá.

— ¿Alguna vez has peleado con Dongwoo o con Myungsoo? — cuestiona sin mirarlo.

— Todo el tiempo — asegura. — Especialmente con Myungsoo, pero es culpa suya siempre.

                Sunggyu deja de hablar. Woohyun quiere seguir escuchando su voz.

— Si voy por el botiquín — comienza —, ¿me dejarás hacerme cargo de tus heridas?

                El mayor asiente, aferrado a su bebida.

— Vuelvo enseguida.

                La tarea la realizan en completo silencio, ambos sentados en el sofá. Woohyun se recuerda constantemente ser todo un profesional, pero lo cierto es que la cercanía con el pelirrojo está a punto de provocarle un infarto… o algo peor. Sunggyu es increíblemente guapo. A pesar de los golpes y cortes, luce perfecto. El hijo de los Nam quiere tocar su piel directamente, no con un trozo de algodón o un hisopo. Se mantiene centrado. Al terminar deja el botiquín a un lado y recupera su propia taza. El mayor aún no termina su bebida tampoco.

                El silencio se extiende de nuevo, sólo que Sunggyu se encarga de romperlo esta vez.

— Si — da inicio — hipotéticamente hablando — agrega — estuviéramos saliendo, ¿serías capaz de dejarlo todo por mí?

                Woohyun escupe su té. ¡¿QUÉ?!

— Nosotros no…

— Dije — le interrumpe — hipotéticamente.

— ¿Es tu forma de decir que quieres salir conmigo? — pregunta sonriendo.

— Es un caso hipotético — repite Sunggyu.

— Bueno — responde el menor — suponiendo que digo que sí — sonríe de nuevo — ¿significa que podemos salir juntos?

— Esto es absurdo — gruñe el pelirrojo. — Sólo era una pregunta hipotética.

                Sunggyu se concentra en su taza. Su bebida sigue caliente. Una parte de él espera que Sungyeol y Howon también tengan alguien a su lado para servirles un té con miel; la otra, que ninguno de los dos haya sido tan afectado como para necesitar uno. Cruza los dedos pidiendo que consigan dormir tranquila y profundamente. Las pesadillas del castaño y los pensamientos de Hoya son una tortura constante, después de todo.

— Suponiendo que digo que me gustas — contraataca Woohyun —, ¿aceptarías mis sentimientos?

                Sunggyu muerde su labio inferior aunque está magullado. Sí, lo haría, piensa.

— No — afirma, pero suena como la mentira que es. — No lo haría.

                Woohyun no le cree.

— Si te besara ahora — roba el té del mayor, poniendo ambas tazas juntas —, ¿qué pasaría?

— Quién sabe — responde, y suena como un desafío.

                No es el mejor momento, se dice a sí mismo, Él no está bien ahora. Sonríe hacia Sunggyu y hace algo inesperado: extiende la mano y revuelve los mechones rojizos. Ambos se miran a los ojos, entre sorprendidos y algo más. Woohyun traga pesado y por alguna razón la distancia entre ellos es cada vez más corta. El menor retrocede, pero el otro sigue avanzando. Kim Sunggyu va a besarme, lloriquea internamente, sin creérselo.

                Sus labios se encuentran torpemente, de forma brusca. Woohyun se estremece de pies a cabeza y trata de cambiar su postura, porque si alguien los viese podría pensar que está siendo atacado por el mayor. Aunque no estaría lejos de la realidad. Sunggyu es demandante, necesitado. Es el beso más hambriento que ha experimentado alguna vez. Woohyun mueve su brazo y todo termina con eso, porque pierde el equilibrio y lo siguiente que sabe es que ambos están en el piso, y que Sunggyu se está riendo.

— Supongo que eso pasa — dice el pelirrojo, incorporándose sobre sus rodillas.

— Debes estar bromeando — se queja, imitándolo. — Esto no cuenta.

— Olvídalo — sugiere con una pequeña sonrisa ladina. — No pasará de nuevo.

— ¿Por qué no? — sus ojos vuelven a encontrarse. — Sabes que me gustas; y estoy seguro que te gusto también…

— No es así — afirma el pelirrojo. — Estás equivocado.

— Me gustas y te gusto — repite. — Tú me besaste. Lo supe en ese momento. Lo sentí.

— No.

— Sunggyu.

— No.

— ¿Por qué?

— Simplemente no, Woohyun.

                Ambos se ponen de pie, primero Sunggyu, después Woohyun. El primero camina hacia la puerta, murmurando algo sobre haberse equivocado e irse a casa. El segundo le frena cuando toca la perilla. Toma su muñeca y lo gira, apoyándolo contra la blanca madera. Los pequeños ojos de Sunggyu se mantienen fijos en el dibujo de la camiseta ajena, poco dispuestos a reunirse con los de su anfitrión. Es adorable, piensa de nuevo el hijo de los Nam.

— ¿Qué te asusta tanto? — las palabras dejan sus labios en apenas un susurro.

                No espera una respuesta. Está seguro de que no obtendrá una. Pero el día ha estado lleno de sorpresas, y parece que no terminarán nunca. Apenas lo escucha. Incluso llega a pensar que es un sueño, su imaginación. Está ahí. Es real.

— Tú — el menor acaricia su mejilla, encontrando su mirada. — Todo lo que me haces sentir. Tú y…

                Sunggyu no consigue terminar. Sus palabras quedan olvidadas en un nuevo beso, uno que es mucho más suave y dulce que ningún otro. Un beso que definitivamente va a cambiarlo todo.

 

 

 

 

 

Las sábanas verdes se enredan en sus pies cuando entra en la cama. Howon se siente extraño e incómodo al estar en una cama que no le pertenece. Tira de sus piernas hasta el pecho y las rodea con ambos brazos, jugando con sus manos. Han pasado siglos desde que se sintió así de pequeño, así de débil. Suele ser él quien consuela a los demás, no quien es consolado. Quiere llorar, impotente, como el niño que aún sigue siendo, el que fue obligado a crecer por las circunstancias y el entorno.

                Una sola lágrima se desliza por su mejilla, y la limpia con rapidez. No es suficiente, y alguien acaba viéndola.

— Está bien llorar — dice Dongwoo, acercándose con dos tazas de té.

                Howon sonríe a medias, tomando la de color morado. El color verde no combina con él, y en esa habitación la mayoría de las cosas parecen serlo. Es como un planeta alienígena. Pero es el color favorito de su novio, así que no comenta al respecto.

— Mañana es lunes — masculla el hijo de los Lee —, ¿cómo nos veremos unos a otros?

                Dongwoo no tiene una respuesta. Será incómodo, eso es seguro. Sunggyu y Sungyeol no sólo han discutido, sino que han llegado al punto de golpearse el uno al otro. Es bastante delicado, se atreve a pensar.

— Alguien dijo una vez — inicia en tono tranquilizador —, que no pueden existir amistades largas sin un par de peleas.

— Esto no ha sido una simple pelea — responde el muchacho, probando la bebida. — Fue una masacre.

— ¿Quieres que hablemos de ello?

— Preferiría no hacerlo.

— ¿Por qué?

                El silencio se extiende por algunos minutos. Sí. ¿Por qué? Su compañero es un gran oyente, también es una persona muy astuta. Seguro hablar con él hará las cosas más sencillas. Lo hará sentir menos culpable. Sólo que Howon no quiere eso. Aún no es capaz de afrontar el hecho de haberse quedado congelado, incapaz de interferir en esa pelea que puede acabar con todo lo que han luchado por mantener en sus vidas. Él…

— Sólo me quedé ahí — piensa en voz alta, mirando al mayor con ojos tristes. — Los vi atacarse. Los escuché insultarse. Los dejé herirse — resume, apartando la taza. — No hice algo para frenarlos. No ayudé. Yo…

— Sabes tan bien como yo que esto no es tu culpa — las cálidas manos del mayor rodean las suyas. — Es algo que no podía evitarse. Tarde o temprano iban a estallar y a hacer lo que hicieron. Debes sentirte aliviado de que estabas ahí.

— No me siento aliviado.

— Es por el calor del momento — afirma. — Mañana lo verás diferente.

Claro — dice sarcástico. — Será mejor que me vaya a casa.

— Ni lo pienses — corta Dongwoo. — Esta noche te quedas aquí.

                No es una sugerencia y ambos lo saben. Tal vez el hijo de los Jang tenga razón; quizá por la mañana las cosas pinten de otro color. Sunggyu y Sungyeol no pueden estar enojados entre sí mucho tiempo. Ninguno va a odiarlo por quedarse inmóvil. Incluso puede que se burlen de él. Todo es posible.

                Howon no tiene un sueño placentero.

 

 

 

Los padres de Dongwoo disfrutan esa mañana haciendo preguntas al menor de sus hijos hasta que se le enrojecen las mejillas. Que un amigo pase la noche en casa es normal, que no sea Woohyun o Myungsoo es lo extraño. Él trata de responder a cada cuestión sin revelar más de lo necesario, tratando de no humillarse más de la cuenta. No es fácil con esos padres.

— Buenos días — saluda Howon al entrar en la cocina.

                Lleva la misma ropa que la noche anterior. La señora Jang le observa discretamente sobre su taza con café y golpea a su esposo bajo la mesa. El muchacho ante ellos es increíblemente guapo, y masculino, y esa ropa se ajusta perfectamente a la forma de su cuerpo. Dongwoo quiere morirse de pena cuando nota a los mayores comerse con los ojos a su n… invitado.

— Buenos días — saluda el hombre primero, apartando el periódico.

— Él es Lee Howon — comienza Dongwoo. — Y es mi a-

— Es un placer conocerlos — le interrumpe Hoya, sonriendo amablemente. — Soy el novio de Dongwoo.

                ¡Santo cielo! El dueño de casa se ríe histéricamente, completamente nervioso.

— Eso es adorable — dice la mujer, palmeando el hombro de su hijo. — ¿Te quedas a desayunar?

                Dongwoo niega, alegando que el menor debe ir a casa y conseguir un cambio de ropa antes de ir a la escuela.

— Será un honor.

                Ambos toman asiento a la mesa. El hijo de los Jang come despreocupadamente, al menos en apariencia, porque está tan nervioso que podría morir. Su novio se encuentra calmado en exceso. Observa a Hoya cada tanto, y ruega que sus padres no digan algo extraño. No necesita ayuda para quedar mal frente al chico. Ya ha quedado mal demasiadas veces.

— Howon — llama cálidamente la mamá del mayor —, ¿cómo se conocieron mi hijo y tú?

— Voy a Woollim también — explica, jugando con su desayuno —, aunque me transferí hace poco, en realidad.

— Y dime — toma la palabra el señor Jang —, ¿a qué se dedica tu familia?

                Dongwoo está a punto de lloriquear. Se está poniendo muy incómodo.

— Estamos en el negocio del turismo y el entretenimiento — admite el muchacho, demasiado familiarizado con las preguntas.

— No deberías decirlo de esa forma — bromea el hombre —, la gente puede pensar mal.

                Dongwoo se encoge en su silla. El sentido del humor de su papá es un verdadero asco, todos lo dicen.

— Tiene razón — ríe Hoya, y no parece que sea por compromiso. — Pero lo cierto es que estamos en ambas áreas. Aeropuertos, agencias de viajes, hoteles y clubs. Un poco de todo eso.

                La plática se suspende por algunos minutos. Los cuatro continúan comiendo amenamente.

— Tu apellido es Lee, ¿verdad? — Howon asiente. — Pero un Lee… ya sabes… ¿un Lee?

                Dongwoo abre y cierra la boca, incapaz de creer lo que escucha. No ahora, por favor.

— Si se refiere a un Lee de Flower Bouquet — murmura sin emoción —, entonces no — ambos asienten. — Mi mejor amigo es el heredero del grupo. Bueno, uno de mis mejores amigos. El otro pertenece a Kim & asociados.

                Si los señores Jang tenían curiosidad sobre alguna otra cosa, su hijo impidió cualquier pregunta al iniciar una conversación sobre cosas sin importancia para nadie. Su novio le siguió la corriente más por cortesía que por otra cosa, y aceptó la idea de la dueña de casa de tomar prestadas algunas ropas de Dongwoo y ahorrarse un viaje a casa. El mayor casi bailó alegremente cuando Hoya subió las escaleras hacia la habitación alienígena, como bromeó al despertar.

— Dongwoo — llama su madre apenas quedan los tres solos. — ¿Con quién estás saliendo realmente?

                La preocupación evidente en su voz.

— Lee Howon — responde sin vacilación. — Segundo hijo del Imperio Lee — su padre comienza a toser ruidosamente, bajando su taza con torpeza. — Mejor amigo de Kim Sunggyu, segundo hijo del Poderío Kim y Lee Sungyeol, primogénito de Flower Bouquet.

— No tenías por qué decirlo de forma tan dramática — le riñe la mujer, riendo. — ¿Puedes manejarlo?

— Podría ser peor — se encoge de hombros. — Myungsoo y Sungyeol están saliendo, ¿sabes?

— Pobre niño — se aflige la dueña de casa. — Espero no se encuentre con esa arpía nunca.

                Dudo que a Myungsoo le importe, piensa distraídamente. Él lo haría todo por Sungyeol.

 

 

 

 

 

Amanece nublado. Sungjong espera frente a las puertas de la Academia. Faltan cuarenta minutos para las clases cuando siente la primera gota caer sobre su cabeza. No tiene un paraguas, y tampoco le importa. Divisa a Sungyeol y Myungsoo a la distancia, y casi corre hacia ellos, pero una voz le detiene. Pertenece a Howon, y suena muy triste, y desolado, y todo lo malo del mundo. Camina a lado de Dongwoo, que asiente a todo lo que le es dicho. Del otro lado, Woohyun hace sus estúpidos gestos a un Sunggyu que sólo niega en silencio. Los siete se reúnen poco después, con Sungjong en el centro. Una distancia prudente entre todos.

— Creo que… — trata Sungjong, pero no logra terminar.

                Sungyeol y Sunggyu caminan uno hacia el otro, pasando de él, que se hace hacia atrás. Se miran por un par de minutos que parecen eternos, y entonces están ahí, frente a las puertas, abrazados. No hay espacio para que el aire pase entre ellos. Es extraño para todos, sólo que se siente demasiado correcto. Para cuando se separan ambos tienen silenciosas lágrimas mojándoles las mejillas. Miran hacia Howon, y en un parpadeo él está ahí, sin decir nada, estrechándolos a ambos y secándoles los rostros aunque el suyo luzca igual para entonces.

                Sungjong se cruza de brazos y enarca una perfecta ceja. La sonrisa pegada a sus labios arruina por completo su fachada. Dongwoo, Woohyun y Myungsoo sonríen también, sorprendidos de lo fácil que ha sido.

— Ahora que lo pienso — dice el menor de todos —, ustedes tres están usando ropa extraña.

                Sunggyu lleva una camiseta roja, Hoya una morada, y Sungyeol una blanca, todas sin dibujos; y pantalones de mezclilla azul. Mira hacia los otros tres con un fingido desprecio.

— La próxima vez — dice dirigiéndose hacia ellos —, traten de no hacerlo tan obvio.

                Sungjong se aleja, riéndose. Siempre supo que serían así.

Notas finales:

¡Nos leemos pronto!


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