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Dos caras de la misma moneda por Hyunnieyeol

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Notas del capitulo:

131228. No es una broma, a pesar que es Día de los Inocentes. Es la última actualización del año. Espero que su Navidad fuese bonita, que Santa les trajera todo lo que pidieron (?) y que despidan el 2013 con alegría, recibiendo un 2014 lleno de bendiciones. 

Capítulo VII. De los conflictos, las preguntas y las propuestas 

 

— Nos mudamos.

       Sungyeol levantó el rostro, abandonando momentáneamente su lectura. El semblante de su padre no cambió aún ante la nula respuesta por parte suya. Se miraron por varios minutos, estudiándose el uno al otro. Fue el menor quien tuvo que romper el silencio después, sabiendo exactamente qué preguntar.

— ¿Cuándo?

— Dentro de dos días.

       Eso fue todo. El Sr. Lee dejó la sala para internarse en su estudio. Sungyeol cerró el libro con fuerza, más enfadado que nunca, y posteriormente lo lanzó contra la pared. La tapa dura del pesado y viejo volumen provocó un ruido sordo al caer al piso. Llevó ambas manos a su cabello, revolviéndolos en clara señal de exasperación. Por un breve momento, el mundo de Lee Sungyeol colapsó. Sin embargo, poco sabía que ese era apenas el comienzo.

 

 

 

Sungyeol deja los palillos a un costado de su bandeja. La mirada inquisitiva de Sunggyu recae sobre él de forma automática. Esa última semana el castaño ha tenido un comportamiento extraño y preocupante, o al menos esa impresión le da a Hoya mientras lo estudia disimuladamente. La razón es clara para los amigos: son los recuerdos del muchacho. El pasado se ha presentado ante él en totalidad, sólo que Sungyeol se niega a hablar de ello por miedo a aceptar la verdad. Los otros no le culpan. No obstante,  quieren saber lo sucedido.

 

— Saldré un instante — se excusa el alto, poniéndose de pie. — Prometí llamar a Daeyeol y por un momento casi lo olvido. Le daré sus saludos.

 

       La tensión flota en la mesa. Los murmullos en la cafetería se detienen mientras el muchacho camina hacia la salida. Todos los ojos puestos en él. Sunggyu deja escapar un suspiro cuando las puertas se abren y cierran, dejando a Lee Sungyeol del otro lado de ellas. Howon abandona su almuerzo también, incapaz de ingerir bocado alguno.

 

— Quizá no fue la mejor de nuestras ideas — se queja el pelirrojo, quitando la envoltura de un caramelo. — Él no parece listo para enfrentar la realidad.

 

— Pues la realidad parece lista para hacerle frente — asegura Hoya, mirando de reojo hacia la mesa donde Sungjong y sus amigos se encuentran. — Aún necesito esa cinta de Jang Dongwoo. Tengo un presentimiento acerca de eso.

 

— No puedo dejar de sentirme culpable aún ahora.

 

— ¿Por decirle?

 

       Sunggyu niega. Sus ojos se inundan de un sentimiento desconocido.

 

— Lo ocurrido hace siete años — afirma, y su amigo mira en otra dirección. — Si no hubiésemos escapado ese día…

 

— No puedes saberlo — interrumpe, reacio a escuchar eso de nuevo.

 

— Estoy casi seguro.

 

— Sunggyu, basta — insiste en tono grave, enfadándose. — Eso no fue a causa de nosotros. Tú mismo lo escuchaste: todo es culpa de su padre. Es él quien debe atormentarse donde quiera que esté — el pelirrojo mueve la cabeza en negativa, un “tuvimos que ver” se lee en sus labios. — ¡Con un demonio! — estalla finalmente, poco importándole que la gente los mire con la boca abierta. — ¡Deja de ser un maldito imbécil! Estoy harto de esto.

 

       El mayor apoya ambas palmas sobre la mesa y se incorpora. Mira a Hoya sin expresión alguna, mientras el más bajo echa humo. El alumnado los observa atentamente, unos con miedo, otros con curiosidad. Las peleas no son comunes en la Academia.

 

— No seas infantil, Hoya — sisea el líder. Su diestra se forma en un puño. — Tampoco montes una escena como esta.

 

— Vete a la mierda, Kim Sunggyu.

 

       Antes que Hoya sea capaz de irse, la mano de Sunggyu le sujeta por el cuello de la chaqueta, acercándolo peligrosamente a su rostro. El pelirrojo posee más fuerza de la que parece. A su alrededor se forma un tumulto. Los estudiantes dejan sus lugares para ir más cerca de ellos y tratar de escuchar lo que está ocurriendo. Dongwoo, Woohyun, Myungsoo y Sungjong en primera fila.

 

— Será mejor que cuides esa boca, Lee Howon — demanda entre dientes el mayor, apretando el agarre en torno a la prenda del otro. — Acaso, ¿debo recordarte tu lugar?

 

       Se miran a los ojos por largo rato. Una de las manos de Hoya viaja hasta sujetar la muñeca de Sunggyu, más no retira el agarre, sino que permanece ejerciendo presión sobre el cuerpo ajeno, con la piel blanca del mayor enrojeciéndose ante la acción.

 

— Basta los dos.

 

       Giran los rostros sólo un poco, encontrándose a Sungyeol de pie ante ellos. Nadie le escuchó o vio llegar. De repente estaba ahí, con los otros. Hoya aleja a Sunggyu, no sin antes darle una mirada de muerte y luego pasa del castaño, chocando sus hombros ligeramente. El primer hijo de los Lee le mira alejarse con total sorpresa, intuyendo su cabreo hasta la médula. Sunggyu le pone una mano sobre el hombro.

 

— Ya se le pasará.

 

       A Sunggyu no le sorprende que Sungyeol le sacuda fuera. Con un último suspiro avanza hacia la salida, tal como Hoya. La puerta está abierta desde la entrada del alto, así que aún pueden ver la espalda del más bajo. Sungyeol quiere golpearlos a ambos tan mal.

 

— ¡Lee Howon, Kim Sunggyu! — llama Sungyeol y ambos muchachos detienen sus pasos, sin girarse. — ¡Bastardos! — la atmósfera se torna aún más pesada. Los demás no saben cómo reaccionar. — ¡Váyanse a la mierda! Malditos imbéciles. ¡No debí confiar en ustedes! Nunca debí…

 

       Nadie lo ve venir. Sunggyu vuelve sobre sus pasos mientras Sungyeol los insulta, divertido, pero su expresión cambia ante la última línea: “no debí confiar en ustedes”. Es como un impulso. Uno que no ha tenido en años. Para cuando quiere darse cuenta, Sungyeol le observa desde el piso con el labio roto y los ojos muertos de antaño. Le duele la mano como el infierno, así que asume la responsabilidad de la sangre que ahora se asoma en la herida del castaño.

 

— Vuelve a repetirlo, Lee Sungyeol — gruñe, y sus manos se cierran –ambas- sobre la camiseta oscura y delgada del otro, mandando escalofríos por todo su cuerpo.

 

— Debieron matarme — sisea el muchacho, tan bajo que sólo Sunggyu y Hoya, que también se ha acercado ya, alcanzan a escuchar. — Debieron dejar que me mataran entonces. Debería estar muerto.

 

       A Sunggyu se le nota la ira en los ojos. Empuja a Sungyeol y se incorpora, sacudiéndose las manos en los pantalones. Hoya se coloca en cuchillas frente al más chico, dando tres golpecitos en su mejilla con la palma. Sungyeol le aparta de un manotazo.

 

— Dilo una vez más, y haré que se cumpla tu deseo.

 

— Será mejor que te levantes ahora — le aconseja burlonamente Hoya, tirando de su brazo para incorporarlo. — Estoy harto de las miradas de todos estos perdedores.

 

— Quita tus manos de mí — Sungyeol le empuja lejos, y se vuelve hacia Sunggyu. — No te atrevas a golpearme de nuevo. ¿Queda claro? — empuja su pecho dos veces. Tan diferente.

 

— ¿Me creerías si digo que sí? — repone sarcásticamente. — No deberías confiar en mí, Sungyeol.

 

— Es suficiente — corta Hoya, y los conduce fuera de la cafetería, donde los cotilleos comienzan apenas la puerta se cierra. — Esto fue demasiado lejos.

 

— Es culpa de este hijo de puta.

 

— Cuida tu lengua, Sungyeol.

 

— ¿Qué dijo Daeyeol?

 

       Sunggyu y Sungyeol dejan el odio ante la pregunta de Howon. Un suspiro escapa de los labios del castaño, el pelirrojo desvía la mirada. La incomodidad sigue presente entre ellos mientras se dirigen fuera del edificio. El alto habla de Daeyeol escuetamente, como si no quisiera contarles en realidad. Eso parece un altibajo en su amistad.

 

— Sungyeol — llama Sunggyu primero, luego de minutos en silencio. — Siento lo del golpe.

 

— Vete a la mierda, Sunggyu.

 

       Los tres se echan a reír, golpeándose unos a otros con la fuerza necesaria para dejarse moretones a montón, pero con la gracia suficiente para dejar en claro que sólo es un juego entre amigos. A lo lejos, Dongwoo y Myungsoo les observan atentamente, confundidos. Las cosas vuelven a su sitio.

 

 

 

Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas cuando el último golpe llegó. Durante esos minutos que a él le parecieron eternos, Sungyeol se prometió que no lloraría. Sin embargo, acabó cediendo a la petición de aquellas voces burlonas que clamaban por alguna reacción de su parte. Tumbado sobre el frío suelo de cemento, el castaño se preguntó si Sunggyu y Howon estarían bien, si habían logrado llegar a casa o si también estaban en alguna habitación de ese lugar desconocido.

— Creo que es suficiente — murmuró una voz que Sungyeol escuchaba por vez primera. — No debes olvidar que es sólo un niño.

       “Un niño”. Sungyeol quiso reírse de esas palabras, pero se lo pensó mejor a último minuto. Se incorporó a medias, descansando las palmas raspadas sobre las rodillas magulladas. Su pecho subía y bajaba rápidamente, tratando de recuperar el aliento perdido. Pasos resonaron por la habitación y supo de inmediato que aquel hombre que detuvo el movimiento de los otros estaba a cargo de todo y se dirigía en su dirección en ese momento. Forzó una sonrisa y le dolió hasta el alma. La figura se detuvo ante él y retiró la venda que cubría sus ojos, limpiándole la sangre de los labios con uno de sus dedos callosos. Sungyeol se encogió, tratando de apartarse. Alguien le sujetó por los hombros desde atrás, inmovilizándolo. Bajó la mirada a su regazo, analizando con fingido interés el lazo alrededor de sus muñecas amoratadas. El hombre le alzó el rostro y lo único que el menor pudo ver fue los ojos del desconocido. El resto de su rostro se ocultaba tras una máscara. No obstante, Lee Sungyeol estaba seguro que nunca olvidaría esa mirada.

— Bienvenido, Sungyeol — susurró el hombre, chasqueando sus dedos. Una nueva venda le fue dada en las manos. — Espero disfrutes tu estancia, porque algo me dice que estarás mucho tiempo aquí.

       Sungyeol se estremeció porque, como un presentimiento, también él lo creía así.

 

 

Myungsoo se deja caer sobre la hierba, sonriendo al cielo sobre ellos. Dongwoo le imita a los pocos minutos, riendo al descubrir formas extrañas en las nubes esponjosas que de tan mal humor ponen al pelinegro en sus días sensibles. Woohyun se sienta con ellos, abrazando las rodillas contra su pecho. A la distancia, la sonrisa de Sunggyu brilla hermosamente a ojos del hijo menor de los Nam. Él mira con especial interés a los tres nuevos miembros de la Academia, porque a pesar de las semanas transcurridas, ellos seguirán siendo la novedad por mucho, mucho, tiempo. Woohyun no se cansa de mirarlos.

 

— ¿Cómo habrán ellos ingresado a Woollim? — pregunta el mayor del trío, cerrando por un momento los ojos. — Es decir.... Esta Academia es bastante exigente. Antes nunca hubiesen permitido la entrada con el curso avanzado. Les habrían hecho esperar hasta el próximo año, al menos. Además de eso, sólo míralos. No es por juzgar, pero no se ven como personas de un colegio privado como este.

 

— ¿Y yo sí? — interrumpe Myungsoo, a la defensiva. — Te recuerdo que estoy aquí porque conseguí una palanca, Dongwoo. No soy como ustedes dos, mucho menos como el resto de los estudiantes de Woollim. No tengo unos padres que puedan respaldarme si fracaso y tampoco…

 

— Sabes que no lo digo por eso, Myungsoo — se excusa prontamente el mayor, sentándose. — Lo que trato de decir es que…

 

— Mi papá quiere que me haga cargo del hospital cuando me gradúe — habla por vez primera Woohyun, haciéndolos olvidarse de su discusión de forma automática. — No pretende que estudie Medicina, ya que Boohyun se ha adelantado en eso; pero si quiere que esté al frente como directivo, y también que me haga cargo de los acuerdos con los nuevos socios.

 

— Oh, es cierto — Dongwoo frunció el ceño. — Mis padres comentaban acerca de un nuevo inversionista en torno al hospital — Woohyun asiente, con sus ojos tristes. — ¿Se trata de otra de esas empresas que tratan de expiar sus culpas al donar dinero para investigaciones médicas y el desarrollo de nuevos tratamientos?

 

       Woohyun se encoge de hombros. Ambos chicos creen escuchar un “no entiendo este tipo de charlas” por parte de Myungsoo, y eso les anima un poco. El pelinegro decide ignorarles mientras discuten cosas que a él poco le importan. La verdad es que dentro de ese lugar, Myungsoo es quien menos parece encajar. Si asiste a Woollim es porque es el mejor lugar dentro del país para ir; porque su sueño es convertirse en fotógrafo y sabe que sólo así podrá conseguirlo. A veces, sólo a veces, se siente culpable por la buena voluntad de la familia de Woohyun. Ellos se conocieron por accidente un día y se hicieron amigos. Fueron los señores Nam quienes arreglaron todo para darle la oportunidad de ir a la Academia a la que Woohyun asistía desde preescolar. Pronto se volvió cercano con Dongwoo, y con el tiempo llegó Sungjong…

 

— Myungsoo — el menor despierta de su ensoñación, mirando con ojos confusos a Dongwoo. — Hay algo que no les he dicho porque no sabía si era conveniente o no, pero ahora tengo muchas dudas.

 

— ¿Qué es? — indaga Woohyun, cambiando la postura para ver el rostro de sus amigos. Myungsoo decide sentarse.

 

— La representante de «Flower Bouquet» estuvo en el restaurante hace un par de semanas.

 

— ¿«Flower Bouquet»? — el menor trata de hacer memoria. — ¿Esa marca de diseño en América?

 

— Sí, esa misma — ninguno de sus amigos entiende, y Dongwoo no sabe cómo empezar. — Sé que parece irrelevante porque siempre tenemos ese tipo de clientes, pero no es la única que estaba ahí. Me encontré con ella cuando iba a marcharse y miré de reojo en la dirección donde venía. Ahí estaban…

 

— Dongwoo — el aludido pasa saliva nerviosamente. — ¿Podemos hablar?

 

       Howon coloca una sonrisa en sus labios, pero es una de esas que no dice gran cosa. Los amigos intercambian miradas entre sí antes que el mayor asienta y se ponga de pie. No muy lejos de ahí, Sunggyu y Sungyeol se encuentran apoyados contra el tronco de un árbol. El pelirrojo mantiene los ojos bien puestos en ellos, con los brazos cruzados frente al pecho. El castaño centra su atención en su celular, ajeno a lo que acontece en su entorno. Myungsoo piensa que él luce adorable de esa forma; Woohyun quiere ir y hablar con Sunggyu más que nada.

 

— Nos vemos más tarde — indica Dongwoo, sonriendo nervioso a sus amigos antes de seguir al muchacho dentro del edificio.

 

       Woohyun ve a Sunggyu suspirar y lo imita. El pelirrojo de repente es ajeno a ellos también; echa su brazo sobre los hombros de Sungyeol y tira de él unos centímetros hacia abajo, forzándolo a caminar en una dirección diferente de la que han ido los otros dos. El hijo de los Nam quiere dejar de sentirse tan perdido mientras los ve, pero se ha convertido en una tarea casi imposible a esas alturas.

 

— Si tanto te gusta, ¿por qué no haces algo? — cuestiona con desinterés Myungsoo, volviendo a recostarse. — Lo peor que puede pasar es que te mande al demonio, ¿no?

 

— También podría aceptar salir conmigo y dejarme plantado.

 

       Woohyun responde de mala gana y se pone de pie para irse. Myungsoo no quiere admitirlo, pero el comentario le ha dolido.

 

— Lee Sungyeol, ¿quién eres en realidad? — pregunta en un susurro, estirando la mano hacia el cielo como si deseara alcanzar una nube. — No sé por qué, pero pienso que estás lejos de ser lo que aparentas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tres minutos restan para el inicio de las clases posteriores al almuerzo. Sungyeol se despide de Sunggyu en uno de los pasillos y se encamina en dirección de su casillero, sin poder evitar cuestionarse lo que trama Hoya. Decide pensar en ello como parte de la idea del mediano de probar sus habilidades de baile en Woollim y no en una segunda intención. Dentro de su armario, el castaño encuentra la mirada con los folders que sus amigos le entregaron la última vez. Se siente incómodo con sólo mirarlos, porque le recuerdan un tiempo que prefiere no tener en mente. Cuando cierra la puerta de metal, un rostro no tan familiar aparece ante él.

 

— Lee Sungyeol, ¿cierto? — cuestiona el muchacho, y en sus mejillas se forman unos lindos hoyuelos cuando sonríe. Sungyeol quiere golpearse por notar ese detalle. — Soy Nam Woohyun, y quiero salir contigo.

 

       El mayor de los Lee permanece con su rostro indescifrable por un par de minutos, a pesar que el anuncio para la clase ha llegado y la mayoría de los estudiantes se dirigen a sus respectivas aulas. Woohyun no borra su sonrisa; Sungyeol trata de recordar todas las clases que comparte con él, dónde se sienta en la cafetería y quiénes son sus amigos. Entonces algo hace “clic” y lo etiqueta como el compañero de asiento de Sunggyu y el principal rival de su mejor amigo.

 

— ¿Qué dices, Sungyeol? — el más bajo se muerde el labio inferior mientras lo mira, y el menor está seguro que es un jugador.

 

       Suspira, y una sonrisa traviesa, de esas que parecen peligrosas, le curva ligeramente los labios. Woohyun permanece de pie en el mismo lugar incluso después de que Sungyeol le ha dado una respuesta y se ha marchado, incapaz de creer las palabras que dejaron los labios del castaño. Porque Woohyun esperaba todo menos un «Sí».

Notas finales:

¡Felices fiestas! Nos estaremos leyendo pronto. ¡Mis mejores deseos para todos y cada uno de ustedes!


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