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Dos caras de la misma moneda por Hyunnieyeol

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Notas del capitulo:

140605. Ha pasado una verdadera eternidad desde la última vez que actualicé esta historia. Realmente me disculpo por ello. Me redimiré diciendo que tengo el siguiente terminado (?). ¡Saludos!

Capítulo X. De esas escenas que son extrañas de ver

 

Una de las empleadas guía los pasos de Sungyeol a través de la bien conocida mansión de la familia Kim. Para el heredero de los Lee toda aquella cortesía sale sobrando; sin embargo, son órdenes de la dueña de casa que las costumbres se mantengan aún entre aquellos que han pasado más tiempo en ese lugar ajeno que en el propio. La mujer se detiene frente a una de las tantas puertas del pasillo y el castaño la reconoce como el estudio del padre de Sunggyu. Ella llama con sus nudillos dos veces y abre despacio pasados quince segundos exactos. Susurra un par de palabras y después deja ver al invitado. Sungyeol trata de colocar una sonrisa en su rostro, pero lo único que su amigo obtiene es una extraña mueca. El pelirrojo indica que pase con un movimiento de cabeza.

— Sungyeol, ¿qué te trae por aquí? — saluda el mayor, dejando a un lado los papeles entre sus dedos para centrarse en su mejor amigo. La sorpresa sigue reflejada en sus ojos, a pesar que trata de disimularlo. — Si me hubieses llamado, habría ido a verte.

— Hacía mucho que no me pasaba por acá — resta importancia el castaño, sentándose en el sofá de cuero de los Kim. — Cuando era pequeño, venía mucho a tu casa, Sunggyu.

            La melancolía le debilita el brillo de la mirada, ya no sólo evidente en el tono de su voz. Absorto por ese descubrimiento, Sunggyu abandona su lugar tras el escritorio de caoba y se dirige a ocupar uno justo al lado del menor. Los grandes ojos de Lee se cruzan con los suyos un breve instante, tiempo suficiente para que el pelirrojo note algo oculto en ellos.

— Podría decir lo mismo de tu casa, Sungyeol — agrega pasados algunos minutos, tratando de hilar la conversación pendiente. — Ahora debo visitarte en el apartamento o la casa de ensayos. Extraño los jardines de la mansión.

            Sunggyu miente, y Sungyeol lo sabe. Ambos odian esas enormes casas solitarias y frías. Es sólo un decir, cavilan ambos a la vez.

— Estaba pensando en la Academia Woollim antes de venir aquí. Verás, Sunggyu… — se detiene, dudando entre continuar o no. Suspira y el valor parece regresar a su cuerpo. No obstante, el resto del brillo en su mirada desaparece. — Ambos sabemos que ese lugar es famoso por dos razones: su departamento de artes y la facultad de economía. De ahí egresan los músicos más prestigiosos, pero también los líderes de los conglomerados.

— Sé de qué se trata — interrumpe el pelirrojo, suspirando sonoramente. — Te queda sólo un año para decidir tu carrera, así que estás dudando entre lo que quieres hacer y lo que tu madre quiere que hagas.

— Tus padres no se opusieron a tu elección — le recuerda Sungyeol con algo de enfado mal disimulado. — Dijiste que querías estudiar música y pagaron tu matrícula. Después sugeriste el cambio a Woollim y te dejaron hacerlo, incluso inscribirte de nuevo en la misma carrera. Mientras que yo…

— No es algo permanente, Sungyeol — frena Sunggyu, apartando la mirada. — Me dieron un año solamente. Cuando el tiempo se termine tengo dos posibilidades. La primera, transferirme a la facultad de economía; o segunda, irme a los Estados Unidos a estudiar finanzas o comercio.

— ¡Debes estar bromeando!

            El silencio es respuesta suficiente para él.

— Estados Unidos, ¡qué tontería! — despotrica el más joven, poniéndose de pie. — Hicimos una promesa hace años, Sunggyu. Dijimos que nunca pondríamos de nuevo un pie en América. No después… después…

            Sunggyu se levanta también y rodea el cuerpo delgado de su amigo en un abrazo torpe y que se siente extraño. Sungyeol corresponde algo confundido, ajeno a la preocupación obvia en el rostro del pelirrojo. Se quedan así por mucho tiempo, perdidos en sus pensamientos. Escuchan pasos subiendo la escalera, pero aún se aferran al otro, incluso después que la puerta es abierta y la voz alegre de Howon se extingue en un quejido de desconcierto. Entonces Sungyeol cierra los ojos, y todo a su alrededor queda negro, con el calor de su amigo cada vez menos palpable.

 

 

Sungyeol despertó al sentir que alguien le acariciaba el rostro. El sobresalto inicial fue suficiente para que su cuerpo débil y enfermo rehuyera prontamente del contacto, casi fundiéndose con la pared tras su espalda. Movió la cabeza de un lado al otro, mareado y confundido. La persona en la habitación colocó un dedo sobre sus labios, como si le pidiese el guardar silencio. “No es como que pueda gritar de todas formas”, pensó el muchacho, “o que alguien me ayudara aún si lo hago”. Su opinión no podía ser más correcta.

— Estás muy flaco — señaló el hombre unos minutos después, deslizando sus manos por el pecho de Sungyeol, quien se agitó en un pobre intento de apartar al desconocido. — Me sorprende que sigas siendo tan hermoso aún ahora.

Los dedos sujetaron su barbilla y el aliento extraño le cubrió los labios. Separó los suyos para quejarse, pero no alcanzó a pronunciar palabra alguna antes que los ajenos cubriesen los propios. Se rindió al paso de los minutos, dejando al otro asaltar su boca a merced. No tenía fuerzas siquiera para llorar. Sus ojos se encontraban secos luego de tantas lágrimas derramadas.

— Ha sido un mes bastante placentero, ¿no te parece? — rio el sujeto al apartarse, acariciando el muslo del más joven. — ¿Cuánto tiempo más crees que le tome a tu papá venir por ti? A este paso, estoy seguro que un beso no será suficiente.

            Se alejó tras sus palabras, dejándolo solo en la oscuridad reinante, con la manta cubriéndolo entero. Aunque le costase admitirlo, agradecía ese gesto porque, con las muñecas aún atadas, instalarse bajo la tela era complicado. Se recostó lentamente, agotado. Un mes sonaba a poco comparado con lo que sentía. Sólo treinta días de encierro, pero para él suponían años privado de su libertad. La esperanza de regresar a casa se veía cada vez más lejana, aunque tampoco deseaba volver. Sin embargo, morir en ese lugar le desagradaba tanto como la idea de vivir con sus padres. Enojado consigo mismo, Sungyeol cerró los ojos y volvió a dormirse, soñando con esos días donde Sunggyu, Howon y Daeyeol estaban con él; donde el sol brillaba y la brisa le revolvía los cabellos; donde era libre, y no el juguete de quién sabe cuántos hombres.

 

 

La pregunta de Woohyun flota en torno a la mesa por algunos minutos. El ambiente comienza a volverse tenso e incómodo, así que Myungsoo decide romperlo con la única respuesta que puede dar a su amigo de infancia.

— ¿Qué?

            Aunque quizá no la más brillante.

            Woohyun frunce el ceño y retira los codos de la mesa, recuperando su postura previa a lanzar su interrogante. Dongwoo, quien ha vuelto a sentarse con ellos para el almuerzo, trata de no reírse porque, bueno, es bastante gracioso. Myungsoo espera que el otro repita sus palabras o bien, cambie de opinión y olvide el tema. Sólo que al tratarse del joven Nam, la primera opción es la correcta.

— ¿Crees que Sunggyu y Sungyeol se han besado?

            Myungsoo suspira por doceava vez. No sabe qué responder, además de que tampoco le importa mucho. O quizá si le interesa un poco, pero no quiere escuchar un sí. Sungjong aparece en ese momento y, por su sonrisa, los tres sospechan que les ha oído. Deja su bandeja a un lado, escudriñándolos con su mirada cargada de diversión. El amante de las cámaras quiere reprocharle eso, porque nunca le ha gustado que el menor los trate de esa forma, pero luego recuerda que no tiene caso y lo deja pasar.

— ¿Debo responder a ello? — cuestiona con media sonrisa, jugando con la pajilla de su bebida azucarada. Él no suele beber esas cosas. — O tal vez deba pedir a alguien más que lo haga — sugiere.

El pelinegro enarca una ceja, esperando que Sungjong termine de bromear. Lástima que el otro no se encuentre haciéndolo, y mala suerte para ellos que la pandilla de Sunggyu ingrese a la cafetería en ese momento. Caminan con elegancia junto a ellos, posiblemente hacia la barra o sólo a su mesa, quién sabe. Sin embargo, Sungyeol se detiene justo frente a Myungsoo y el muchacho tarda en notar que es a causa de la mano del más joven apresándole la muñeca. Sunggyu y Howon vuelven dos pasos al percatarse.

— Woohyun tiene una pregunta bastante curiosa por aquí — comenta Sungjong con aire desinteresado, pero por dentro disfruta mucho de las expresiones angustiadas de sus tres viejos amigos y las “impenetrables” de los otros. — Él siente curiosidad sobre qué tan lejos han llegado Sunggyu y tú.

— ¿Llegar a dónde? — pregunta el pelirrojo, fulminando con sus orbes al muchacho nombrado, que le sostiene la mirada aunque le tiemblen las piernas bajo la mesa. — Explícalo, Lee Sungjong.

— Él quería saber si ustedes se han besado — murmura Dongwoo, buscando la aprobación de Hoya. El muchacho sonríe y el bailarín suspira aliviado.

— Si nosotros… — Sunggyu parece a punto de matar a alguien.

— Uhm… — Sungyeol inclina la cabeza hacia un lado, y ese gesto lo hace verse inocente. Myungsoo quiere sonreír ante lo adorable que resulta, pero algo en los ojos del castaño se ve peligroso. — No esperaba esa pregunta — libera su muñeca del menor y da un par de pasos hacia su amigo, que sigue enfadado. — Sunggyu — llama, y el mayor gira el rostro para verle. Los labios de Sungyeol se presionan contra los suyos, y un jadeo colectivo le alcanza los oídos. — Ahora sí — dice con media sonrisa, mirando directamente a Woohyun. — ¿Estás satisfecho?

            Hoya suelta una pequeña carcajada y rodea a sus dos amigos por los hombros, retomando su camino. Sungjong esconde su diversión tras la comida, fingiéndose más interesado en ella que en el escándalo en torno a su mesa. Dongwoo se muerde los labios porque no sabe qué otra cosa hacer. Myungsoo ha perdido todo el apetito y Woohyun…

— ¿Qué habría sucedido si no hubiese preguntado por un beso, sino sobre ellos teniendo relaciones sexuales? — pregunta abatido. — Entonces, quizás…

— Woohyun — interrumpe Myungsoo. — Cállate.

            Algo en su mirada siempre cálida y ahora amenazante logra convencer al hijo de los Nam de mantenerse en silencio por el resto del descanso, lo cual es todo un logro. Caso contrario el de la mente de Myungsoo, que ha comenzado a parlotear sin control, porque su deseo de acercarse a Sungyeol y conquistarlo, independiente de lo que pueda costarle, se intensifica con cada acción desafiante del más alto.

            La decisión está tomada. Por vez primera, irá enserio hasta el final.

 

 

La puerta se cerró débilmente tras la espalda de aquel visitante indeseado. “Si pudiera levantarme, quizá lograse escapar”, se dijo mentalmente Sungyeol, suspirando. Otro mes se había ido y apenas se creía capaz de sentarse. Su fuerza se agotó hacía mucho, especialmente la emocional. Estaba preocupado por su hermano y sus amigos. Cada día se preguntaba cómo lo estarían haciendo sin él. Aunque posiblemente Sunggyu y Howon hubiesen regresado a Seúl para entonces, pues su estadía en Nueva York sólo era una visita pasajera.

— ¿Tienes hambre?

            Era una voz nueva para el castaño. Negó con un movimiento de cabeza, pero su estómago gruñó, contradiciéndolo. El otro soltó una pequeña risita. Se escuchaba joven, como un adolescente. Sungyeol quiso preguntarle algo, cualquier cosa, pero su voz se negó a salir.

— He traído algo conmigo — indicó, y como para asegurar sus palabras dejó que la bandeja sonase cuando la depositó en la mesita junto a la cama. — Déjame ayudarte un poco.

            Su toque era gentil, mucho más de lo que esperaba Sungyeol.

— Soltaré tus muñecas y quitaré la venda para que descanses un poco — asintió, casi rogándole que lo hiciese. — Confiaré en ti. Si tratas de escapar, entonces ellos no serán amables contigo. Prométeme que serás bueno.

— Sí — pronunció a duras penas el chico, mordiéndose el labio inferior.

            Su acompañante cumplió su palabra, y Sungyeol pudo echar un vistazo a la habitación que había estado ocupando los últimos meses. Comprobó también su teoría de la edad del otro muchacho, encontrándolo joven, casi de su edad. Del rubio sólo se apreciaban los ojos, pues el resto de su rostro se ocultaba tras una máscara. Sin embargo, se sintió tranquilo, porque esa mirada desprendía calidez, compasión, y algo más que parecía bueno.

— A partir de ahora, trataré de ser quien baje a verte — comentó mientras Sungyeol tomaba su primera comida decente en días. — ¿Puedes decirme tu nombre?

— Sungyeol — bebió un trago de agua y suspiró, mirando al rubio.

— Soy Kevin.

 

 

Sunggyu apoya la frente contra el frío metal de su casillero, murmurando una sarta de maldiciones que sólo provocan la risa de Howon. Han dejado a Sungyeol atrás hace minutos, porque él tenía clase de fotografía y ellos pocas ganas de retomar sus actividades. El pelirrojo no está de humor para sentarse al lado de Woohyun en la clase de música, y el más bajo tiene un mejor plan que involucra a Dongwoo.

— Vaya — comienza Hoya con una sonrisa socarrona —, no sabía que Sungyeol y tú tenían ese tipo de relación — los ojos del mayor se dirigen a él veloces como dagas —, aunque supongo que debería haberlo intuido luego de verlos abrazados de esa forma en tu casa.

— Ni me lo recuerdes — ordena, pero su voz suena débil, como una súplica, y el más bajo se incomoda. — Él está actuando extraño y eso me preocupa. ¿Crees que ocurriese algo?

— ¿Cómo qué? — cruza los brazos frente a su pecho. — No, probablemente sea a causa de esa cena que se avecina. Nosotros dos al menos tenemos una idea de lo que sucederá, pero él no.

— Eso no te lo pienso discutir — se queja el pelirrojo contra la puerta de metal, soltando un gemido de cansancio. — Cada vez falta menos, y no puedo dejar de odiar las formalidades.

— Un asco, ¿no te parece? — suelta Howon sarcástico. Sunggyu parece no entender el comentario. — Solíamos desear el alcanzar la mayoría de edad y volvernos hombres de verdad — ríe sin ganas, cerrando sus ojos castaños —, ¡y mira lo que hemos conseguido! Un paseo frente al pelotón de fusilamiento.

— No exageres — le regaña pronto el mayor. — Como tú mismo has dicho, quien lleva las de perder es Sungyeol — el otro asiente. — Su vida es más complicada que la de una princesa en un cuento de Disney.

— Mientras Sungjong no sea el apuesto príncipe, por mí él puede ser incluso la Sirenita.

            Sunggyu se echa a reír, y de pronto la imagen de su amigo con cola de sirena y un sostén es demasiado para ambos, contagiando a Hoya al instante.

            En el salón designado para la clase de fotografía, Sungyeol estornuda dos veces, confundido.

— ¿Te quedó tinte rojo? — indaga el bailarín con sorna.

Sunggyu le golpea el pecho.

— ¡Hey, Lee Howon!

— Yo sólo decía.

            Sungyeol está seguro que alguien habla de él.

 

 

Fue una promesa sin fundamento. Sin embargo, se atrevió a confiar en las palabras del muchacho. Tal vez porque parecía amable, quizá a causa de su propia estupidez. Algunas semanas más pasaron sin que “Kevin”, si es que ese era su verdadero nombre, bajase a verle. La ilusión se rompió frente a sus orbes todavía cubiertos por un trapo viejo y sucio; su cuerpo sucumbió una vez más al agotamiento y se dejó derrumbar en el colchón.

— ¿Sungyeol?

            Levantó la cabeza ante el llamado, confundido acerca del tiempo, el lugar y la voz. Todo se encontraba oscuro siempre; su celda no cambiaba en ningún momento. Se rio con amargura, de repente pensando que su nombre sonaba como una broma también. Acaso, ¿esperaba encontrar a alguien más ahí?

— Tengo malas noticias.

            “¿Malas noticias?”, se preguntó mentalmente. “¿Qué puede ser peor que esto?”

— Sabes que estás aquí debido a los negocios de tu padre, ¿verdad? — asintió a regañadientes, harto de ese cuento. Su familia tenía dinero, las familias de sus amigos también, pero eran cosas de adultos y no suyas. Kevin continuó luego de un momento de silencio. — Pues bien, tu padre ha desaparecido.

“¿Qué?”. Sungyeol no supo si lo dijo o lo pensó.

— Vació algunas de sus cuentas y dejó el país — el niño hizo un esfuerzo por no llorar. — Tu madre y tu hermano siguen en los Estados Unidos, dudo que él regresara a Corea. ¿Tienes una idea de a dónde pudo haber ido?

            Negó con la cabeza. Y de pronto una duda alcanzó su mente.

— Kevin — llamó apenas sentir que el muchacho se levantó dispuesto a irse. — Dices que ellos siguen en los Estados Unidos, ¿no? — recibió una respuesta afirmativa. — Entonces, ¿dónde estamos nosotros?

— Eso… — el muchacho pareció debatirse entre decirle o no, pero finalmente se rindió. — Estamos en Vancouver, Sungyeol. Cruzaste la frontera canadiense la misma noche que fuiste… que tú…

— Canadá — repitió el menor, aovillándose en el colchón. — Nunca saldré de aquí.

— No lo harás — estuvo de acuerdo el otro —, a menos que encontremos la forma de que escapes.

— ¡¿Qué?!

— ¿Es que aún no lo entiendes?

            Francamente, Sungyeol no lo hacía.

Tu padre prefirió huir antes que afrontar que cometió fraude contra las personas equivocadas. Esa es la maldita razón por la que estás aquí. ¡No sólo eso! Diablos. Sungyeol, date cuenta. Él no pagó ni pagará tu rescate. Tu padre no tiene interés alguno en tu bienestar, aunque no te lo debes tomar demasiado personal porque seguro con tu madre y tu hermano hubiese sido lo mismo — tomó aire, enfadado. — Lo que trato de decir es que pasaste de ser una posible «fuente de ingresos» a un «mal innecesario». Dejaste de ser útil para esta gente.

— Para tu gente — corrigió Sungyeol, entre molesto y asustado. — Van a matarme.

— No necesariamente.

— ¿Por qué habrían de conservarme?

— Estoy aquí, ¿no?

            Sungyeol se quedó en silencio. No sabía que significaba aquello.

 

 

El profesor a cargo de la clase de Fotografía continúa hablando sobre el proyecto para finales de mes que deberán presentar en parejas, sólo que Myungsoo se pierde en el momento justo que algo parecido a una «sesión fotográfica a su compañero» deja los labios del hombre. Se imagina a sí mismo inmortalizando los rasgos hermosos de Sungyeol en cuadros que sería capaz de colgar en su habitación. Claro, si eso no fuera la cosa más obsesiva y estúpida que pudiese hacer.

            El niño mayor no parece sorprendido ante ninguna de las ideas del maestro. A pesar que la fecha de entrega se encuentra a tres semanas de ese día y amenaza con representar la mitad de la calificación. Mira de reojo a su compañero, siempre encontrándolo espaciando mientras juega con su cámara profesional.

            Kim Myungsoo le parece interesante. Sungyeol no va a negarlo.

— Eso es todo, chicos — dice de pronto el profesor, y a Myungsoo le ha durado poco el gusto a lado del castaño. — Nos vemos dentro de dos días. Recuerden traer las fotos de la semana pasada.

            El pelinegro suspira, abatido. Una hora no es tiempo suficiente. Necesita mirar más al mayor, así como encontrar una forma de acercarse a él. Necesita un plan, ¡por todos los cielos! Él también quiere hacer travesuras de vez en cuando, portarse mal y mostrarse ante al alto como lo que no es: un jugador. Alguien capaz de sacar el lado vulnerable de ese que parece más un Dios que un ser humano. Myungsoo quiere seducir a Sungyeol, y quedarse con él. Quiere ser tentado y sucumbir. Desea liberar sus demonios internos, porque está seguro que han despertado tras ver al chico aparecer en la Academia. ¡Diablos! Se está muriendo por una maldita oportunidad…

            …y esta parece caerle del cielo.

— Eh, Myungsoo

            La voz perfecta de Sungyeol pronuncia su nombre antes que deje el aula. El corazón le da un vuelco, pero se niega a parecer demasiado emocionado ante tal acto, así que se limita a mirarle de reojo, indiferente, y algo brilla en los orbes de gacela del alto al ver eso.

— ¿Harás algo este sábado? — pregunta con una pequeña sonrisa que no dice mucho.

— Tengo planes — admite de inmediato, aunque su mente grita “no, soy todo tuyo” a cada rato.

— Será la próxima, entonces.

Sungyeol se va luego de eso, dejándolo atrás con la sorpresa en su rostro. Myungsoo pasa el resto de la tarde llamándose estúpido y gimoteando entre las almohadas de su cama, porque ahora nunca sabrá que quería Lee Sungyeol de él; o eso piensa antes de recibir un mensaje de Sungjong:

 

«Eres idiota. Perdiste la oportunidad de estar con Sungyeol. Pero no te preocupes demasiado,
ocuparé tu lugar muy bien. Ten por seguro que no le quedarán ganas de salir contigo nunca más
».

 

Es definitivo, Myungsoo quiere matar a Sungjong por muchas razones.

Notas finales:

Hora del spoiler (?).

En el siguiente vemos la cita de Hoya y Dongwoo... y los colados. Es un encuentro grupal, en realidad. Dos caras de la misma moneda, ¿recuerdan? Pues veremos un poco de eso.


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