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Dos caras de la misma moneda por Hyunnieyeol

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Notas del capitulo:

141107. Parece que mis intentos no rinden frutos con o sin inspiración. Al menos me complazco al decir que retomo el rumbo que pensaba cuando inicié. Muchas gracias por leer, comentar y esperar mis actualizaciones. Verdaderamente lo aprecio mucho.

Capítulo XII. De los planes, las decisiones y las coincidencias


 


“Esto me molesta”, el pensamiento atraviesa su mente veloz, “me molesta mucho”.


            Woohyun se mira de reojo en el vidrio de una puerta, ofuscado. No le gusta el color de su camisa, el traje es excesivamente caliente y la corbata en sí es demasiado. Frunce el ceño al verse. Luce como un ejecutivo, no como un músico, no como Nam Woohyun, nunca como él mismo. Es la imagen que más odia, pero hacer eso forma parte de sus “responsabilidades”.


— Señor Nam, sígame — indica un hombre de mediana edad, en un traje que luce caro e incómodo.


            Él sólo se muerde la lengua para no decir un improperio. Odia más las formalidades ahora.


            Sus pasos son cortos, pesados, propios del que se dirige a donde no desea. El hombre parlotea alegremente, como si fuese un guía turístico, mientras le cuenta historias propias del hospital y le señala las habitaciones por las que pasan. El área infantil se abre ante él, teñida en tonos pastel y con paredes llenas de dibujos de animales. Enarca una ceja, porque eso se le hubiese ocurrido a él y no a su padre. Una melodía familiar alcanza sus oídos. Se trata de la canción Gwiyomi. Sonríe como idiota, al menos hasta que una voz también familiar inunda el lugar.


            Ahí, detrás de una simple puerta, rodeado de niños, se encuentra Kim Sunggyu…


Un Kim Sunggyu que sonríe hermosamente, que juega con los infantes, que también lleva un traje…


— Sr. Kim — llama su acompañante, abriendo la puerta y dirigiéndose al pelirrojo. — El Sr. Nam está aquí, podemos pasar directo a la sala de reuniones ahora.


            Sus miradas se cruzan y la expresión de mayor se endurece. Es entonces que Woohyun lo sabe a ciencia cierta: se ha enamorado de Kim Sunggyu.


 


 


 


 


 


Howon estaciona el coche con una sonrisa de superioridad. Se mira en el espejo retrovisor en un par de ocasiones, comprobando una y mil veces si su sonrisa es apropiada o no para el heredero del restaurante. Empieza a reír, porque es demasiado estúpido. Jang Dongwoo espera por él dentro del establecimiento, fingiéndose interesado en lo que algunos de los comensales tienen que decirle. Su expresión cambia totalmente al ver a Hoya acercarse.


— ¿No es este Lee Howon? — pregunta el hombre, mirando atentamente al recién llegado.


— Un gusto verle de nuevo, Sr. Oh — saluda educadamente, inclinándose ante el anciano. — No sabía que estaba de regreso.


— Es mi último día en Corea, muchacho — sonríe suavemente. — Mañana estaré de vuelta en Los Ángeles.


— Entonces me alegro de haber tenido la oportunidad de verle antes de eso — ambos estrechan sus manos. — Espero de a su esposa e hijas mis saludos. Estoy seguro que a la señora le encantará saber que nos encontramos durante su estadía.


— Cuenta con ello, chico.


            Dongwoo se despide del hombre con educación, guiando a su acompañante a una de las mesas más privadas dentro del establecimiento. Toman asiento y una mesera deja el menú frente a ellos. El mayor elige sin ver la carta, tal como era de esperarse. Howon tampoco tarda en hacer su elección debido a que estuvo ahí la noche que la madre de Sungyeol les invitó a cenar.


— Seré sincero contigo, Dongwoo — inicia tan pronto la muchacha desaparece —, así que espero también lo seas conmigo.


            El mayor asiente, mordiendo su labio inferior en la anticipación.


— No nos conocemos uno al otro todavía, pero hay algo en ti que me gusta y no consigo explicarlo — el chico de Busan sonríe inocentemente, desviando la mirada. — Quiero salir contigo… y no solo como amigos.


 


 


 


 


 


Sungjong detiene sus pasos apenas encontrar el punto perfecto para almorzar. Extiende una manta sobre el césped y se tumba en ella, esperando pacientemente que Sungyeol termine con la llamada que decidió atender y se una a él. Pronto el castaño se instala a su lado, aunque sigue discutiendo algo sobre negocios en inglés. Al niño no puede importarle menos. Alcanza un emparedado del cesto de picnic y una lata de refresco. El mayor se ve torturado, y mantiene el ceño fruncido en señal de inconformidad. La llamada dura al menos diez minutos más.


— ¿Esto es lo que querías hacer con Myungsoo? — indaga el niño tan pronto el otro consigue un poco de refresco, provocando que se ahogue con él. — Me enteré que le preguntaste sus planes para hoy y al ser rechazado me convertí en un sustituto.


— Oh, eso — suspira aliviado. — En realidad fue debido al proyecto de fotografía, y dijo que estaba ocupado.


— Ah, claro; el proyecto de fotografía…


            Terminan de comer entre bromas sin sentido y sus aventuras de viernes. Sungyeol le habla de las peleas infantiles de Sunggyu y Howon, de los planes que tienen para el futuro, de su salida a «Paradise» y su “convivencia” con los otros. No entra en detalle sobre lo sucedido entre el apagón y el escape, y omite la parte donde Myungsoo y él estuvieron besándose hasta que los gritos de sus amigos buscándolos les obligó a dejar su escondite. Eso definitivamente nadie necesita saberlo, al menos no todavía.


            Pasan algunas horas tumbados en la manta; admirando el cielo cambiar de color conforme transcurre el tiempo. Sungjong le cuenta anécdotas de Woohyun y Dongwoo, y cosas vergonzosas que les ocurrieron mientras estaban juntos. El mayor toma nota que rara vez menciona a su ex novio.


— Déjame hacerte una pregunta — sus ojos de gacela inundados en curiosidad —, ¿por qué terminaron?


            No se atreve a mencionar su nombre tampoco. Quizá su voz lo delate. Sungjong no necesita saber, no todavía, se recuerda.


— Myungsoo es… — medio sonríe, medio hace una mueca —, perfecto — parece pensarlo mucho. — Es demasiado perfecto — recalca con molestia, como si se tratase de un defecto y no una virtud. — Esa es la razón de todo.


            Sungyeol simplemente no lo consigue. ¿Por qué eso habría de ser algo malo? Sungjong parece incapaz de poner sus pensamientos en orden, así que el mayor aprovecha el momento de silencio para tratar de hacer lo mismo. «Kim Myungsoo». Su nombre suena bien incluso cuando no lo dice en voz alta. Sonríe. Myungsoo es una persona curiosa; alguien que posee un aire misterioso y elegante al mismo tiempo que uno infantil; y eso no debería ser posible. De pronto la realización lo golpea: realmente él es perfecto. Kim Myungsoo es un ser irreal, alguien de otro planeta, y le recuerda al protagonista de un drama que vio con Howon un fin de semana que Sunggyu salió de la ciudad. Suspira, avergonzado. Sungjong le imita.


— Ahora que eres un estudiante de Woollim debes haber notado que no es sencillo hacer amigos ahí — comienza el más joven con cierto aire extraño. — Cuando ingresé muchos de los grupos ya se encontraban formados, incluyendo el de Myungsoo, quien a pesar de ser tan introvertido fue el primero en dirigirme la palabra sin mirarme como un fenómeno de circo. Él es diferente del resto de las personas en la Academia, principalmente porque pertenece a un hogar de clase media con un núcleo familiar muy fuerte. El resto somos hijos de personas con dinero que apenas llegamos a cenar un par de veces con nuestros padres — el castaño asiente. — O en mi caso, que no tienen a sus padres con ellos.


— Tu padre es un idiota — dice amablemente, consiguiendo una sonrisa del niño.


— Lo sé — admite. — Ninguno de ellos lo sabe, sin embargo — agrega, ganándose una mirada confusa. — Myungsoo piensa que mi familia se encuentra en mi ciudad natal, que les visito regularmente y hablamos con frecuencia. Nunca me he atrevido a contradecirlo. Es mejor esa historia que la real, donde mi madre ha muerto y mi padre me repudió al enterarse que soy diferente.


— Es por eso que es un idiota — repite Sungyeol, y esta vez Sungjong se ríe realmente. — Eres hijo de un completo y total imbécil.


— Lo sé, lo sé — resta importancia, golpeándole el pecho juguetonamente. —  Yeol, ¿alguna vez has mirado a Myungsoo realmente? — cuestiona ahora él, hilando sus pensamientos. “Sí, lo he hecho, y de cerca”, piensa. — Es guapo, es demasiado guapo. No puedes culparme por quererlo para mí. Ahora sé que suena tonto, pero era inmaduro entonces, y estaba deseoso de la atención y el afecto que él me brindaba. Comenzamos a salir formalmente sin darnos cuenta, quizá porque nuestra relación no marcó mucha diferencia. Nos reservamos las muestras de afecto para la intimidad, y aun así no fueron muchas. Dongwoo y Woohyun nos apoyaron desde el comienzo. Pero fue difícil, o quizá lo hice demasiado complicado para él.


— ¿Qué quieres decir?


— Myungsoo posee una sonrisa que demuestra lo dulce que es, y una mirada que esconde un lado atrevido y salvaje — el castaño está de acuerdo, pero no lo dice, porque no es conveniente. — Realmente deseaba ver esa parte suya — lloriquea dramáticamente, sonriendo con pena. — No te mentiré, nunca pude. Su trato conmigo siempre fue superficial, afectuoso, como si me hubiese roto de haberme tocado por un poco más de tiempo o con más fuerza. Así que terminé por decepcionarme.


            Sungyeol le mira escéptico. El Kim Myungsoo que le besó en el club no se parece en nada al muchacho tímido que Sungjong describe. No fue suave con él. El recuerdo de su toque permanece aún en su piel. Lo recuerda pecho contra pecho, sobre su regazo, en un abrazo apretado, en un juego hambriento de labios, lengua y dientes.


— A pesar de que le ofrecí todo a Myungsoo, él nunca tomó nada. Sin embargo yo, por otro lado, pedí demasiado y le arrebaté todo lo que me fue posible, incluso más de lo que exigí — cambia su postura, acercándose a Sungyeol para ocultar su rostro en el cuello del mayor. — Eso me convierte en un abusivo, un oportunista — dice, y siente los dedos largos acariciarle los cabellos. — No sólo lo utilicé para aliviar mi soledad, sino que también experimenté con sus sentimientos e incluso traté de corromperlo. Nunca fue amor, y ambos lo sabemos. ¿Qué clase de monstruo soy?


— No eres un monstruo — le reconforta de inmediato, sin alejar su mano. — Te equivocaste, eso es todo.


            Sungjong alza el rostro y busca su mirada. Sungyeol posee unos ojos cálidos la mayoría del tiempo, aunque a veces reflejan una tristeza enorme. Acorta la distancia y presiona sus labios, sin moverse. Es la primera vez que lo hace de esa forma, y también parece la última. El mayor no le aparta, no dice nada, pero le mira. Sungjong entiende que su juego ha terminado, y en parte se alegra, porque no encontraba forma de darle un fin después de todo.


— Sungyeol, ayuda a Myungsoo a vivir un poco — pide suavemente, incorporándose.


— ¿Qué? — él también se sienta, despeinándose los cabellos marrones.


— Cuando ingresaron a Woollim le dije que debía acercarse a ti… — Sungyeol no necesita los detalles, con esa simple expresión logra comprender la situación. — Pensé que se negaría, porque eso es propio de él; pero aceptó. No sé la razón, pero algo vio en ti que lo llevó a tomar la decisión de arriesgarse por una vez en su vida.


— Sungjong…


— No tienes que decirlo, ya lo sé — susurra quedamente. — Sólo… — le mira a los ojos de nuevo —, creo que eres mejor para él. Creo que algo bueno pasará si están juntos. Realmente siento eso.


            Sungyeol suspira. Él también lo tiene esa impresión.


 


 


 


 


 


El sol comienza a ocultarse cuando Myungsoo ingresa a su cafetería preferida. Se encuentra lejos de su casa y cerca del apartamento de Sungjong, pero se ha acostumbrado demasiado a lo ofrecido en ella como para buscar otra. Además, en un rinconcito de su mente, está seguro que será capaz de encontrarse casualmente con el menor y saber qué hicieron Sungyeol y él ese día. Después de todo, ¿no es tiempo de que esté en casa?


            Recoge su pedido y apenas dar la vuelta choca con alguien, casi derramando su café.


— Lo siento — se disculpa veloz, mirando a la otra persona. — ¿Sungjong?


            Nunca esperó encontrarlo tan pronto.


— ¿Qué haces aquí, Myungsoo? — interroga al muchacho mientras espera su cappuccino y un americano. — Estás lejos de casa.


— Me gusta el café de aquí — dice, y suena como una mentira, y él es un mal mentiroso.


— Seguro — sigue la corriente el más joven, tomando su orden. — Gusto en verte, pero debo irme, Sungyeol me espera.


            Myungsoo se queda unos segundos ahí, espaciando. ¿Todavía están juntos? ¿Han estado juntos TODO el día?


— ¡Oye, Lee Sungjong, espera!


            Caminan lado a lado, en completo silencio, las tres cuadras que separan la cafetería del parque. Sungjong carga un café en cada mano, y Myungsoo está seguro que el americano es para Sungyeol, porque al menor no le gustan las bebidas amargas. Encuentran al castaño cerca del área de juegos infantiles, cámara en mano. El amante de la fotografía lo observa con fascinación. Ríe cuando están más cerca, porque ambos llevan jeans sencillos y camisetas negras con cuello en V, y sus cámaras son iguales. El niño más alto pega un salto cuando le escucha. Myungsoo se deshace en disculpas luego de eso.


— Me ha seguido desde la tienda — le informa Sungjong, escondiendo sus risas.


— No soy un perro — masculla Myungsoo, ofendido. Sungyeol sonríe al escucharle.


— Eres más como un gatito…


            Myungsoo se pasa la lengua por los labios, nervioso. Sungyeol se ve lindo en ese momento, más que todas las otras veces. Sungjong hace muecas y luego los golpea a los dos, porque está sentado en medio y son demasiado niñas.


— Estoy durmiendo en mi propio apartamento esta noche — informa unos minutos más tarde, levantándose. — Nos vemos el lunes y… — mira directamente a los ojos del castaño — piensa en lo que te he pedido.


            Después se marcha, dejándolos en una banca del parque sin saber qué decir.


            Algo hace clic en la cabeza de Myungsoo.


— ¿A qué se refería con eso? — la pregunta suena a reproche, y el mayor finge no escuchar. — ¿Por qué Sungjong dijo que hoy dormiría en su apartamento? — continúa, mirando al otro. — ¿No siempre…?


            Algo más hace clic.


— ¿Acaso él…?


            Sungyeol sabe qué dirá, así que le ahorra las palabras y dice que “sí” con un movimiento de cabeza. Myungsoo quiere matar a Sungjong una vez más. Él jamás compartió cama con el menor, siquiera puso un pie en su apartamento. Y de pronto…


— No trates de fingir que no sabes acerca de nosotros — reta el castaño, mirándolo fijamente. — Nos viste aquella vez en la sección de casilleros, has escuchado los rumores, incluso…


— No me importa lo que Sungjong hizo contigo — interrumpe, serio, pasándose la lengua por los labios —, sino lo que tú hiciste con él — sonríe, y es diferente de cualquier sonrisa que le haya visto antes. — Ese es el problema aquí.


— ¿No es a fin de cuentas la misma cosa? — la pregunta suena a reproche, quizá porque Sungyeol la pronuncia entre dientes y con cara de pocos amigos. — Lo hicimos juntos.


            La cabeza del menor se mueve en señal de rotunda negación. No puede existir un “juntos” real cuando se trata de Sungyeol y Sungjong. Una vocecita en su cabeza le dice que está enloqueciendo, pero prefiere ignorarla. Myungsoo sabe de sobra que ambos Lee se conocen desde hace tiempo, que han sido más que amigos a pesar de que él se encontraba en medio (sin saberlo) y que posiblemente siga pasando algo entre ellos. Sin embargo, el recuerdo de la salida al club (porque no puede considerarse a eso una cita) constantemente le lleva a pensar que para el castaño ese tipo de contactos son normales, sólo juegos que sirven para pasar el tiempo. Myungsoo no tiene experiencia, al menos suficiente, pero Sungyeol sí. Lo nota en su mirada, en su actitud, en sus movimientos. No lo hace por instinto solamente, sino que parece saber cuándo, cómo y porqué. El hijo mayor de los Kim no tiene la menor idea de por qué está dándole vueltas al asunto mientras mira al otro con una expresión indescifrable.


— Es diferente — asegura el pelinegro, y a Sungyeol no le queda más remedio que fingir que lo comprende.


            Hay personas con las que resulta imposible discutir. Kim Myungsoo parece una de ellas, o eso cree el castaño mientras contempla el cielo extrañado de sentir el aroma a humedad en el aire. Sus dudas se disipan poco después, cuando la frase de un (de repente) parlanchín pelinegro queda inconclusa por una llovizna que gana intensidad en un parpadeo. Sungyeol no tiene idea de lo que decía el otro antes o si realmente le interesa saberlo, pero igual toma su muñeca y corre en busca de un refugio. La cámara golpea su pecho a mitad de la carrera y de pronto recuerda que la lleva consigo. Y seguro Myungsoo nota lo mismo, porque le envía una sonrisa entre asustada y nerviosa.


            Terminan caminando ambos al apartamento de Sungyeol, en silencio.


 


 


 


 


 


Sunggyu suspira por enésima vez, fastidiado. La lluvia cae con fuerza. Un relámpago ilumina la habitación prácticamente a oscuras. Howon despierta al escuchar un trueno. El cojín que le servía como almohada se desliza hasta los pies del mayor. Sungyeol sigue sin llegar a casa, y el reloj señala que está tomándose demasiado tiempo.


— ¿Cuándo llegaste? — Hoya le mira medio adormilado, soltando un bostezo a mitad de la frase.


— Treinta minutos atrás — Sunggyu enarca una ceja. — ¿Qué diablos está mal contigo?


— Tuve una “cita” con Jang Dongwoo — hace las comillas con sus dedos, sentándose apropiadamente en el sofá. — Es agradable de cierta manera, pero habla demasiado, se ríe de forma extravagante y parece rebosante de energía. Me fatiga el simple hecho de estar a su lado.


— Gajes del oficio — asegura el mayor con aire austero.


— ¿Cómo fue la reunión en el hospital? — cuestiona con porte solemne, sin su característico aire burlesco.


— Me encontré con Nam Woohyun ahí.


            La atmósfera se torna totalmente lúgubre. Sunggyu está enfadado, al borde de la ira. El nombre del otro muchacho siempre deja sus labios entre dientes, con molestia, como si fuese un viejo perro rabioso. A Howon le hace gracia la mayoría del tiempo, pero no cuando la situación es así; no cuando Sungyeol sigue fuera mientras el cielo se cae.


— Su familia es dueña del hospital — inicia, suspirando. — Parece ser que será el próximo encargado de la administración, así que nos estaremos encontrando con frecuencia cuando deba ser partícipe como socio.


— Nuestras vidas están girando alrededor de ellos, ¿no te parece?


            Se ríen sin ganas, oscuros. Es una broma cruel, después de todo.


— Si pudiese obtener algún beneficio de él sería perfecto — señala el pelirrojo, pasándose una mano por los desordenados cabellos —, pero es un completo inútil. Al menos Dongwoo nos ayudará llegado el momento.


— Tenemos a Sungjong también, aunque sea molesto decirlo.


— Eso me recuerda al otro…


            El silencio se vuelve pesado, casi asfixiante.


— Kim Myungsoo.


            La puerta se abre entonces, y parece acto del destino que el nombrado esté de pie ahí, mirándolos con asombro. Sungyeol enarca una ceja, encendiendo las luces y haciendo una señal al otro para que entre. Los mayores se miran entre ellos antes de dirigir su atención al dueño de casa. El niño le sigue como un cachorro perdido, completamente nervioso, sintiéndose atacado por los dos que le clasifican como intruso.


— Está lloviendo — señala lo obvio el castaño, como si eso explicase algo, y luego desaparece hacia la habitación para regresar un minuto después con una toalla en cada mano. — Toma.


            Myungsoo la atrapa en el aire, confundido y agradecido, intimidado y aliviado; lleno de contradicciones a causa de los mayores.


— Nos vemos de nuevo — saluda Hoya, y compone su expresión, brindándole una sonrisa poco sincera.


— Sí…


            Sunggyu se levanta del sofá y toma a Sungyeol del brazo con fuerza, tirando de él dentro de la alcoba. Myungsoo se queda petrificado, y Howon ríe mientras le asegura que ellos son siempre así y que el pelirrojo solo se encuentra preocupado de que el otro atrape un resfrío. Es mentira, pero el pelinegro no tiene por qué saberlo.


            Tras la puerta cerrada ambos amigos discuten acaloradamente, con demasiados reclamos e improperios. Sus voces no llegan a la sala, aun así Hoya hace acopio de su sentido común y enciende  el televisor, invitando al “intruso” a sentarse. La incomodidad mucho más evidente en el menor. Una eternidad después los dos muchachos regresan. El cabello de Sungyeol está revuelto, como si alguien hubiese pasado sus dedos por él muchas veces, con ganas, como si… Sunggyu le echa una mirada burlona y algo en su estómago se retuerce. Los ojos pequeños son fríos, duros, acusadores. Myungsoo pasa la lengua sobre sus labios resecos, bajando la mirada nervioso. Sungyeol se sienta a su lado, pero no se miran, ni se hablan.


            Kim Myungsoo vuelve a respirar quién sabe cuánto tiempo después, justo cuando los otros dos se marchan, ignorando la breve conversación que mantienen los tres en la puerta en un idioma que él no comprende. Los amigos de Sungyeol se han convertido en su segundo obstáculo…


Justo después de Sungjong.

Notas finales:

No presento spoiler del que viene porque ni yo sé qué pasará(?). ¡Gracias por seguir conmigo!


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