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Bones (Wolf & Beauty) por JHS_LCFR

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Notas del capitulo:

Bueno, salió como salió.

No se esperen que actualice pronto, ando bastante jodida Dx

Capítulo 12

 

-Duele, ¿Verdad?—preguntó Luhan sarcásticamente—Bienvenido a mi mundo, te aviso de antemano que lo único que podrás hacer por tu cuenta será mearte encima—levantó las manos en defensa—No estoy mintiendo, pegúntale a cualquiera.

Tao resopló, fastidiado. El plan le había salido horrorosamente mal: el conductor del camión había frenado metros atrás antes del impacto y sólo había sido un pequeño choque, sin embargo terminó en el hospital para un chequeo completo y de alguna forma terminó con vendas y hasta un cuello ortopédico. Se veía ridículo, sin contar el ridículo que hizo cuando declaró que no sabía dónde viví ni a quién llamar. Que Kai hubiese logrado acompañarlo no terminó siendo tan malo.

-Al principio no sentirás dolor, pero eso se debe a los nervios—le aconsejó Luhan, agachándose a la altura de la cama—Luego rogarás por yesos e incluso una manguera que te salga del pito y vaya  parar a una botella, en serio—se levantó; Sehun estaba en el marco de la puerta, esperando—Que duermas bien…y recapacita de una vez, ¿Quieres?

Un portazo, pasos perdidos que se iban apagando. Seguían dos más, aunque sabía quiénes dos no serían los siguientes, sabía quiénes dos no pisarían la habitación. Tal vez quiénes tres. Golpearon suavemente y el rostro preocupado de Xiumin apareció en la pequeña abertura de la puerta; la madre sustituta corrió rápidamente y se abalanzó sobre la cama para abrazarlo, olvidándose del malestar que podría sentir el rubio.

-Nunca, ¡Nunca más! Vuelas a cometer semejante tontería—le retó, sacudiéndole en el abrazo—Dios, pensé que te nos ibas—lamentó, aflojando el agarre; se alejó, con rostro severo y bañado en lágrimas—Después encontrarás al señor camionero y le pedirás perdón, quizás estaba ocupado y tenía que entregar algo a tiempo—sacudió el dedo a modo de reprimenda, luego suspiró y se paró, dándole espacio a Chen, que con rostro inmutable se acercó y lo miró desde los pies de la cama, examinándolo—Incluso ChenChen estaba preocupado por ti.

El susodicho miró a Minseok y levantó una ceja, un codazo le indicó que por lo menos tenía que actuar. Volviendo su vista al herido, se sentó en la cama y le palmeó el brazo, apretando los labios. Sin saber qué más hacer, subió la mano a la frente de Tao para chasquear contra ella, golpeándole como castigo. Para Mineok no había sido suficiente, mas el cachorro vendado supo que eso era todo lo que iba a obtener y que por más no iba a poder pedir.

-Descansa, trataremos de calmarlo—susurró Xiumin antes de entrecerrar la puerta.

A continuación, Chanyeol apareció, ojos saltones y voz estruendosa; más atrás se veía a Baekhyun agazapado.

-¡Te hicieron mierda!—exclamó el más alto—Mírate, estás como Luhan el día que le tocó a él, sólo que…tu cara se ve treinta veces peor, ¿Te duele algo?—preguntó tontamente, entrecerrado los ojos; un golpe de Baek en la cabeza le hizo recapacitar—O sea, sí, te duele todo, pero… ¿Pasó algo más que todo eso? Me refiero a…

-No es necesario que lo digas fuerte—interrumpió Baekhyun, abriéndose paso—Emh, ¿Tao?—se sentó en suelo, buscándole una mano—Sé que no hablamos mucho…en realidad, nada, pero…quiero que sepas que sé lo que sientes—confesó, mirándole a los ojos—Lo sé perfectamente, así que…aquí estoy, para lo que necesites—levantó una comisura, aún avergonzado—Sólo avísame y trataré de ayudarte.

Los ojos del rubio se abrieron de par en par y temerosamente fue doblando los dedos alrededor de esa mano pequeña y frágil, cálida y temblorosa. Asintió una sola vez y sonrió mostrando todos los dientes.

En ese segundo, la puerta estalló, golpeando ensordecedoramente contra la pared: Kris miró con ojos bañados en furia al herido, Baekhyun automáticamente se ovilló y ahogó un grito, oculto tras el cuerpo de Chanyeol.

-Se van—sentenció el líder, giró la cabeza—¿No oyeron? ¡Dije que se van!

Huyeron rápidamente, Tao alcanzó a ver a Lay enfadado caminando hacia la puerta, pero Kris logró ser más rápido y cerró con llave. Los golpes del otro lado le dieron mala espina, algo iba a pasar. Algo le iba a pasar; tembló de pies a cabeza.

-Escúchame atentamente porque lo voy a decir una sola vez—gruñó, subiendo a la cama y acorralándolo contra el colchón—¿Estás demente o qué? ¿¡Crees que es gracioso corretear por ahí y matarte por tus caprichos, eh!?—chocaron narices, Tao sudando gotas heladas por el pánico—La próxima vez no me molesto en buscarte, y dejo que te mueras en la calle como un gato aplastado, ¿Me oíste?

El labio inferior de Tao temblaba, mas consiguió tragar y respirar para responder.

-Tú no me buscaste…mandaste a Kai porque te da miedo salir. Y yo no te importo para nada.

-No empieces de vuelta—amenazó.

-¡No voy a empezar nada porque esto empezó ya hace tiempo!—le gritó, obligándole a alejarse—Y lo peor de todo es que tú estabas al tanto, sintiéndome en la puerta o la ventana y me ignorabas… ¡No puedes ser más cruel! ¡Tu silencio duele, Kris, duele más que cualquier grito o golpe!

-Oh, claro, ahora el culpable soy yo—rió sarcásticamente, cruzándose de brazos—Quizás si hubieras sido un lobo más maduro y responsable te hubiera visto de otra forma. ¡Tu actitud infantil no ayuda a que me gustes más!

Los golpes de Lay cesaron, la respiración de Tao desapareció y Kris mismo abrió los ojos de la  sorpresa. Mirar al rubio cachorro en busca de excusas o respuestas no ayudó de nada.

-Quiero decir… yo… - arrugó la nariz, se había hundido—Diablos.

Bufando, arrancó el picaporte y la cerradura para después salir de la habitación.

 

 

-¿Y te dejó plantado? ¡Tremendo batata!—exclamó; Kyungsoo sólo suspiró—Yah, ¿Quién carajo se cree ese coco loco? Seguro ése al que corría era su verdadero novio, que averiguó que él y tú terminaron bastante juntitos—explicó, juntando los índices varias veces—Te digo, esa gente es lo peor—se acomodó en el sillón—Por eso no busco novio, sólo encuentros. “¿Quieres fiesta? Llama a Kim Junmyeon…las fiestas cuando mucho durarán dos días si tú pagas el hotel y la cerveza”—declaró, pasando la palma por el aire—Listo, perfecto eslogan, sencillo modo de vida. Moriré solo y apolillado por los años, sí…pero para esa época seré viejo, arrugado y no podré tener una erección por más de tres segundos—lamentó, tocándose el rostro—Dios, KyungKyung…muerte a la carne floja y las patas de gallo.

-¿Podrías… - le interrumpió, cerrando los ojos fuertemente—Podrías callarte, por favor? Lo siento pero—suspiró—No me siento bien hoy y tengo ganas de estar solo.

Sorprendido, Junmyeon se paró, acercándose al más chico. De rodillas en el suelo, lo abrazó fuertemente, hiriéndole el olfato con tanto perfume.

-Es un tonto, no le hagas caso. Y mira el lado positivo, no llegaron “tan” lejos que digamos. Intervine yo—le animó—Dolería cinco veces más si se hubieran puesto bien íntimos, ¿No?

-No lo entiendes—murmuró contra su cuello, apenas abriendo los ojos—No te digo que es el chico perfecto…pero es lo más cercano a eso, y si tardé más de veinte años en encontrarlo…

-Kyungsoo, no existe el tipo perfecto. Por algo Kai hizo lo que hizo. Ese gesto de ignorancia es típico de un engreído—se alejó, Kyungsoo alcanzó a arquear una ceja, escéptico—No engreído como yo, sino engreído en el sentido de que se ocupa sólo de él y de pasar un buen rato—Otra mirada burlona—Bueno, ¡Bueno, eh! Lo que quiero decir es…que no te enganches con él, mereces algo diez veces mejor que eso—sonrió, acariciándole el brazo; el silencio se volvió incómodo—Así que te espero en mi casa y con sunga plateada, por favor no te olvides de los condones.

Carcajeando y colorado, Kyungsoo le pateó lejos, tomándose el estómago.

-¡Bien que te mueres por probar esto!—le retó el mayor, sonriente y señalándose.

-Por favor…tienes más pasadas que baranda de escalera—le retrucó—Y seguro que tú sí usas una sunga plateada.

-Ey, ey—le detuvo, serio—Fue una sola vez…y necesitaba el dinero.

Kyungsoo corrió al baño, por la tentada su vejiga le jugaba en contra. En la sala, sentado, Suho se secó las lágrimas y se encogió de hombros: le dolía en el alma ver a su KyungKyung roto, ensombrecido. Ya era suficiente con su miedo a la noche.

Cuando volvió, arreglaron de juntarse a ver películas en el mismo lugar a la diez; mientras cerraba la puerta, atendió otra llamada de su madre.

-Umma, perdón que no te avisé, debiste haberte preocupado—caminó hasta la cocina, dispuesto prepararse el almuerzo, frunció el ceño mientras sacaba las ollas—Umma, ¿Estás bien, estás llorando?—minutos después, y con el teléfono aún en mano, obedeció la orden y sintonizó el noticiero.

Sus ojos se abrieron de par en par y perdió prensión de todo.

En la televisión, el cuerpo de su padre se hallaba descuartizado y oculto en un pozo oculto entre la nieve.

 

 

-Me cansé, ¿Crees que en serio gritando se soluciona todo?—bramó, cerrando la puerta detrás de sí—Yifan, ¡El chico está herido, no necesita más dolor o miedo!

-¡¡No te atrevas a llamarme así!!—le discutió, golpeándole el pecho—Y he llegado a la conclusión de que es un idiota, un idiota que no piensa las cosas y decide matarse cada vez que las cosas no salen como quieren!

-¡Apenas es un cachorro!

-¡Un cachorro quisquilloso y maleducado!

-¿¡Cómo puedes hacer oídos sordos a semejantes sentimientos!?

La garganta de ambos picaba, sus yugulares latían con fuerza y ninguno apartaba la mirada, incinerándose sin piedad, conteniendo a duras penas las garras.

-¿Y qué sería de ti si lo escucho, eh?—levantó el mentón—¿En serio me estás pidiendo que te rebaje a ser uno más del grupo? ¿En serio me pides que Tao pase a ocupar tu lugar?

-¡No estoy diciendo eso, sólo te digo que seas considerado!

Se acercó hasta rozar pechos, bajó la cabeza para intimidarlo.

-En el fondo estás celoso. En el fondo quieres que todo siga así como está.

-Mentira.

-Verdad.

-¡Fue una mala idea ponerte al mando de esta manada!

-Entonces bájame, derrócame—susurró, inclinando el rostro—Dime quién ocupará mi lugar y listo, te juro que caeré arrodillado—silencio, fue ganando terreno, pegándolo contra la puerta—Nómbrame a alguien del grupo que pueda poner la disciplina mejor que yo y te dejo subirlo a mi puesto—se lamió los labios—Vamos, no puede ser que no se te ocurra ninguno.

Sintió su respiración chocar contra sus propios labios, cerró una mano alrededor del picaporte.

-A veces pienso que simplemente estás enfermo—le espetó—Y la culpa de todo está en ese puesto tuyo—abrió la puerta—Antes no eras así.

 

 

A dos cuadras de su casa, pareció estar soñando, por lo que se detuvo y se frotó los ojos con fervor, no creyéndolo. Al ver que en efecto se trataba de la realidad, caminó a paso largo y estirando los brazos.

-¡Eh, tú, rubio!—le gritó—¡¡Sí, tú, pelele, quédate ahí quieto!!

No se había enamorado ni nada por el estilo, pero cuando le dañaban el orgullo ya se volvía algo casi personal. No perdió tiempo y le pinchó el pecho con el dedo, frunciendo el ceño y levantando la voz.

-¿Crees que fue gracioso lo ocurrido en el club, ah? ¡Me tuviste parado ahí una eternidad, no te costaba nada ir el siguiente fin de semana y disculparte, ¿Sabías? Sólo tenías que pasar y decir “Lo siento, no me gustas”, ¡Porque no parece, pero con eso entiendo y me conformo! Pero, ¿Desaparecer por dos meses enteros? ¡Te busqué por todo lados, maldición!

Lo último era una mentira, pero bueno…tenía que cargar su pataleo con algo de drama.

-Justamente te quería ver—resopló el otro, brazos en jarra—Como verás, no me morí—frunció el ceño y arrugó el mentón, no podía verse más tierno—Estoy de bastante mal humor hoy, así que mejor me explicas eso de que sigo vivo, porque me lo tomé muy en serio, casi que iba a ir y todo.

-¿¡Pero qué…me estás dicien…acaso te lo…!?—por poco no convulsionaba, su rostro se torcía en todas las muecas posibles—Alto, ¿Si tanto ibas a ir qué te lo impidió?

Parpadeó, nervioso.

-Asuntos…familiares.

-Ah, claro, sí, sí. A que se murió tu abuela porque se cayó del tejado. ¡Esa ya me la hicieron y no voy a caer otra vez! ¿Me escuchaste? Así que quiero oír una disculpa salir de tus labios ya mismo, chiquito. Y rápido, que soy de piel seca y el Sol me lastima los poros—le retó, jugando con su pie.

Apretando los labios, Lay suspiró, relajándose.

-Perdón, tuve que haberme negado desde un principio. No es digno de un “amigo”—recordó, gracias a la explicación de Lay.

-Espera, espera… ¿Amigo? ¿Somos amigos?

-Pues sí, ¿No?

-¿Qué, eres un hippie que regala flores en la plaza? ¡No somos amigos!—protestó.

-¿Y entonces por qué me tocaste de esa forma y dijiste lo que dijiste? Eso lo hace un “amigo”…

Suho enrojeció: ¿El chico tiraba para la poligamia?

-¿Te tiras a todos tus amigos?—preguntó, tartamudeando.

-¿“Tirar”?

-¡Ay, por favor! ¡Follártelos, tener sexo!—éste chico es realmente estúpido.

Lay volvió a fruncir el ceño, intentando acordarse.

-¿Lo que hacen los señores en el canal 74?

-¡¡NO ME DIGAS QUE MIRAS ESO!!

-No, no, un “amigo” lo mira. Y mucho.

-Pues dile a tu amigo que necesita una pareja urgente… - tamborileó sus dedos contra sus muslos—De casualidad, ¿Está bueno? Porque yo ando soltero, ¿Sabes?

-No te voy a presentar a Minseok—rezongó, ofendido—Minseok está con Jongdae y punto.

-¿Y entonces para qué mira eso si tiene a alguien?

-No lo sé, se ve que le gusta.

Suho rió escépticamente y levantó las cejas.

-Avísale a Jongdae que Minseok lo engaña con Manuela Mefrotti.

-¿Quién? ¿Manuela quién?

-¡¡Aish, basta!!—sentenció, agitando los brazos—La cosa es así: tú me debes algo y vas a saldar tu cuenta a menos de que yo no te guste, ¿De acuerdo?

-¿Saldar? ¿Cuenta?

-Ven hoy, SIN FALTA, al club de la última vez—susurró, acercándose—A menos que quieras venir directamente a mi casa.

-Bueno…no quiero volver a casa por hoy… - sopesó el otro, rascándose la nuca—Verás, tuve una fuerte discusión y---

-Me importa tres cominos—le interrumpió, tomándole del mentón—Dijiste que querías venir a casa—sonrió coquetamente—Y eso es lo que vale.

 

 

Lo primero que hizo fue correr a aquel edificio donde le había interceptado a él y a Tao. De pronto la imagen del choque rebotó en su cabeza y cuerpo, por lo que terminó caminando despacio y frotándosela frente. Al llegar a la esquina, la gente entraba y salía y el aroma de Kyungsoo se había perdido; optó por ir directamente a su casa, allí seguramente debía estar. El sol del mediodía calcinaba más que el de la mañana, resopló mientras las gotas de sudor caían de su frente y siguió avanzando, ignorando la sensación de culpa que crecía en su pecho: no había podido siquiera mirarlo con atención, tuvo que salir corriendo tras Tao y luego llevarlo junto con aquel desconocido del camión al hospital, donde las dudas crecían y la posibilidad de ser descubiertos casi les rozaba filosamente el cuello.

Al llegar, notó el aire cargado de dolor, intenso, intenso dolor. Creyó escuchar el sonido más desgarrador y punzante jamás conocido: el llanto de Kyungsoo. Le tomó dos segundos golpear la puerta con fuerza, asustado.

-¿Kyungsoo? ¡Kyungsoo, soy yo!—gritó, pegándose a la puerta—Kyungsoo, ábreme, rápido.

El picaporte bajó secamente, pero la puerta no se abrió, empujándola suavemente, logró escabullirse y pasar con dificultad por la abertura, encontrando a su chico de espaldas y sentado en el suelo, abatido y con los brazos tapándole el rostro.

-¿Kyung…

El ruido del golpe fue seco, neto y potente. Jongin giró el rostro, acompañando el viaje de su palma abierta y roja, hormigueando sin cesar. Tocándose la mejilla, miró sorprendido al morocho que le tomó del cuello de la remera y lo empujó contra la puerta, cerrándola.

-¿¡Es por eso que no aparecías!? ¿¡Era por eso, Jongin!?—bramó, golpeándole.

-¿…Cómo?

-¡¡Dime que no fuiste el responsable, por favor no me digas que tú lo hiciste!!—chilló, colgando sobre el cuerpo del moreno.

De fondo se escuchaban los detalles sobre la muerte de cuatro hombres en el bosque, escondidos en un torpe pozo y que al parece llevaban bastante tiempo allí ocultos. Miró la televisión, entre la blanca nieve se veían manos y dedos putrefactos, huesos a la viste y carne colgando de todos lados. ¿Quién carajo había hecho eso?

-Jongin, tienen las mismas marcas que tú me dejaste—gimió—Tienen las mismas marcas, los mismos cortes…

-¡N-no! ¡¡Kyungsoo!!

-¡No me mientas!—le empujó—No me mientas… - terminó tapándose la cara con los puños, desesperado.

-Kyungsoo, no estás pensando con claridad.

Intentó acercarse y recibió otro empujón y otro y otro, sintiéndolos como leves toques mientras el más bajo se moría en golpear con sus mayores fuerzas. Dos candados le tomaron de las muñecas, las fuertes manos de Kai le retuvieron, dejándole los nudillos blancos.

-Uno de esos era mi papá—lloró, desconsolado—¡No me digas que tú asesinaste a mi papá!—los forcejeos cesaron, terminó rogando con la voz, quebrándose poco a poco—Ya bastante dolió no verte, no me mates diciéndome que tú lo hiciste.

-Kyungsoo, yo no fui, ni siquiera sabía—confesó, y es que era cierto: había llegado a casa la última vez, dos meses atrás y no había alcanzado a hablar con nadie debido al castigo de Kris; por ende, nadie buscaba hablarle, mucho menos explicarle—Y lamento haber desaparecido, ¡Estaba encerrado contra mi voluntad!

-¡¡No vuelvas a hacerlo!!—el morocho cayó de vuelta de rodillas, brazos en alto—No vuelvas a hacerlo…te necesito…

Jongin se sentó frente a él y le buscó el rostro con las manos, sintiéndolas húmedas y tibias por la rabia que teñía de rojo su cara.

-Te necesito más de lo que piensas—murmuró, avergonzado e hipando—¿Por qué no quieres entender que me resultas vital? ¿¡Por qué, Jongin, por qué no entiendes y desapareces!? ¿¡Por qué!?

Le cayó con un beso brusco, asfixiándolo. Buscó dejarlo sin aliento para separarse durante una milésima de segundo y volver a devorarlo, perdiendo el control, sobresaltando su propia percepción de los sentidos: todo Kyungsoo era fascinante, todo él es lo que moría por conocer. Mordiéndole casi con ira, Kai le tumbó y rápidamente acarició sus muslos, volviendo a sentir los temblores, volviendo a escuchar el molesto pero excitante rozar contra la tela.

-Jongin—llamó cuando el de trenzas se concentró en su clavícula, tirándole suavemente de los pelos—Nunca me dejarás—frunció el ceño, ofendido—Nunca me abandonarás.

-Nunca, nunca.

-No te perdonaré si me dejas—sentenció, enfadado, cerrando los ojos ante los pellizcos de los colmillos de Kai sobre su piel ardiente, hirviendo por vergüenza y anticipación.

-No mereceré perdón si lo hago.

-Sé mío, Jongin—pidió, sintiendo los dedos desgarrarle violentamente los costados del jean—Sé mío y a cambio yo seré tuyo.

-Ya lo eres—contestó entre jadeos, salteándose el estómago y bajando la cabeza directamente a su entrepierna—Ya lo soy.

-Y que nunca se te olvide, ¿Me oíste?—ordenó con voz quebrada; era cierto, parecía estar delirando.

-Jamás, jamás lo haré—accedió, lamiendo la costura y sintiendo cómo algo en su columna se descontrolaba.

-Jongin—pidió, sentándose y viendo la amplia espalda del lobo encorvado, debajo de él—Jongin, rómpeme.

El de trenzas levantó la cabeza, confuso. No obstante, sus ojos ardían en deseo.

-Olvídate de la ropa, destrózala toda—susurró contra su boca.

Un gruñido atemorizante, letal brotó de los labios de Kai, que luchó contra su instinto y volvió a fundir su boca contra la del morocho al tiempo que sujetaba prenda que tuviera a mano para destruirla sin piedad.

-La culpa es tuya—bufaba entre beso y mordiscón—La culpa es tuya y sólo tuya. Mira lo que me estás haciendo, es por ti que no me controlo y tengo que salir corriendo.

-No corras, ya no lo hagas—le abrazó por el cuello, prestándole su trapecio y su cuello así como su mandíbula—Tampoco te dije que controles, en ningún momento.

Kai se alejó bruscamente.

-Pero yo…

Posando su mano sobre sus labios, sonrió torcidamente, lágrimas aún empapando sus pómulos.

-Ya no más. Deja a la bestia salir.

Un disparo, otra bofetada, miles de remolinos en su estómago y fuegos artificiales explotando en su cabeza. Todo acompañado de la sonrisa rota de Kyungsoo y su voz temblorosa, su tacto hirviendo y su pecho respirando con dificultad.

Sintiendo en su boca libertad para hablar, tragó saliva, asustado.

-De antemano… - se lamió los labios, nervioso—Lo siento.

Kyungsoo negó con la cabeza.

-De antemano nada. Sólo haz que ocurra y ya.

 

 

-Me duele la cabeza—se quejó, tomándose fuertemente la frente.

De la cocina apareció el morocho, sonriente, cadera contra el marco de la arcada y brazos cruzados sobre su pecho.

Fantástico.

-¿Ah, sí?—rió, acercándose—¿Qué, no lo conocías?—se sentó en el sofá, a su lado, pegando hombros—¿Nunca lo habías probado?

Yixing negó con la cabeza, se tocó las mejillas y abrió los ojos de la sorpresa.

-¡Estoy que ardo!

Suho le echó una mirada de pies a cabeza: por supuesto que sí.

-Estás on fire—murmuró, mordiéndose el labio—En fin, así que el chico “prometo-o-muero” nunca bebió alcohol—canturreó, acariciándole el brazo con un dedo, expectante—Te va a pegar duro entonces…sobre todo por la luz del día.

-¿Qué, hace mal?

-Hazme el favor y mira la ventana esa—pidió, señalándola; Lay obedeció y chilló, ovillándose—Exacto, el Sol es malo, maaaaalo, popó, feo.

-Pero hacía poco no---

-Eso es cuando estás sobrio, macho—le palmeó la espalda, tardó en notar la cabeza rubia entre sus propias piernas—Oye, ¿Qué andas buscando allí? ¿No te parece un poco apresurado?—le buscó la mandíbula y tiró hacia arriba, mirándole a los ojos—Eres tan inocente, casi puedo ver lo que piensas y sientes.

-¿Ah, sí? Qué…genial—sonrió.

Ok, este chico está seriamente en pedo.

-Era una expresión, ¿Dónde carajo naciste que ni siquiera conoces el sarcasmo?

-Eso…no te lo puedo decir—rió, apoyando el índice sobre la boca del otro—Secreto, secreto, no lo cuentes o te muerdo.

-Eso no rima.

-¿Cómo que no? Secreto, muerdo…shh, rawr—simuló los platos de una balanza con sus manos, subiéndolas y bajándolas con emoción—Suenan igualitas, lo mismo, lo mismo.

-Dios, y sólo te di medio vaso—Suho se golpeó la frente, girándose para terminar boca arriba, un llamado repentino de Lay le sorprendió—Y ahora qué pasa.

-¡Descubrí algo nuevo hoy!—recordó, eufórico—Está genial, y es rarísimo—incorporándose, buscó las manos de Junmyeon y tiró de él, levantándolo—Quédate quieto—se frotó las manos y picó, riendo él mismo—¿No es rarísimo? O sea… - frunció el ceño, siguió picando—¿Por qué tú no?

-¿Cosquillas? Ah, no, no tengo—resopló—Supongo que eso me convierte en alguien aburrido, ¿No?

-¡Pues sí!—protestó, sentándose de vuelta; puchereó, cruzándose de brazos y resaltando sus músculos—Chico aburrido.

-Junmyeon, te dije que me llamaba Junmyeon…¿Tú sí tienes cosquillas?

El rubio asintió.

-Muchas, aquí a los costados.

-A ver, déjame probar algo—Inclinándose sobre él, luego sentándosele encima sin pedir permiso, sopló su cuello. El efecto que desató fue aterrador y él mismo terminó saltando por el efecto del movimiento—Tampoco para tanto.

-¡Es tan chistoso, no sé por qué ocurre!

Junmyeon suspiró, apenado.

-Escucha…ey—le vio seguir con demasiada concentración el vuelo de una mosca—Ey, ¡Ey!—aplaudió frente a sus ojos, aturdiéndolo—Mejor dime dónde vives así te dejo.

-¿Qué? ¿Por qué? ¡Nos estábamos divirtiendo!—protestó, golpeando los muslos del mayor, que lo frenó cortésmente.

-Mi idea de divertirse involucra toques y ropa tirada en el piso…y tú no te ves muy bien que digamos, así que---

-¿Toques? ¿Como mimos?—interrumpió; Suho tragó con dificultad.

-Sí, más o menos.

-¿De este tipo?—y pasó la mano por los muslos, concentrándose en sus rodillas para pellizcarlas—Porque a esos los conozco bastante. Me sé muchos de ellos—confesó, orgulloso.

La idea de sacarlo a patadas iba desapareciendo, Junmyeon enarcó las cejas y se le escapó una risa.

-¿Ah, sí? Pues mira qué bueno—volvió a sentarse sobre él, sin perder tiempo—Dime, ¿Qué más te sabes?

-Bueno, pues algo así, más o menos—subió con sus palmas acariciando el torso del mayor, arrugándole la remera y bordeando con cuidado su clavícula, el humano murmuró en asentimiento—Esto también—agregó, bajando hasta sus caderas para hurgar bajo la ropa, entrando en contacto directo con la piel ajena y helada.

-Bien, bien, vas bien—tiró lentamente la cabeza hacia atrás—Ey, ¿Quieres que te enseñe los míos, los que yo conozco?

Antes de esperar una respuesta, chocó pechos con Yixing y trazó semicírculos en su cuello con sus dedos, mientras rozaba la nariz contra el mentón y subía al pómulo.

-Oh, por Dios—suspiró Yixing, respirando hondamente.

-¿Qué pasa?

-¿Qué es eso?—masculló, rozando sutilmente su nariz contra el cuello de Junmyeon.

-¿Ah, eso? Se llama perfume—sonrió el mayor—¿Te gusta?

-Me encanta—sin notarlo, Lay hablaba seductoramente mientras buscaba más de ese perfume, de ese delicioso aroma que brotaba de la piel de Junmyeon—Adoro cómo huele tu piel.

-¿Lo tomo como halago?—bromeó, dejándose explorar por las manos de Yixing, que subían y bajaban por sus brazos lenta y constantemente.

-¿Lo tienes en todo el cuerpo?—inquirió pícaramente, hundiendo la cabeza en el hueco del cuello del humano—Dios, es riquísimo.

-Emh…sí y no. Hay dos olores—confesó, avergonzado—Uno es el perfume, otro el desodorante. El perfume es para el cuello, las muñecas y detrás de las orejas. El desodorante es para el pecho y debajo de los brazos.

-¿Detrás de las orejas, dices?—sonrió Lay, lamiendo rápida y desvergonzadamente—Sabe picante.

El contacto había desestabilizado a Junmyeon, que gimió penosamente, decepcionado por su poco control: generalmente la cosa era al revés, pero bueno…

-Eso es porque no se debe beber…ni comer—susurró, apretando los labios.

-Reglas que se aplican a los humanos, ¿Verdad?

-Bueno…sí. No sé—no captó la indirecta, levantó una ceja, mirando la nuca del rubio.

Yixing volvió a saborear ese lugar incómodo de alcanzar pero que aparentemente significaba un punto débil para su compañero. Torció la boca.

-Me gusta cómo lo haces.

-¿Qu…qué cosa?

Empezando por la clavícula, Yixing rozó sus papilas gustativas contra la piel, escuchando a Junmyeon gimotear y tirarle del pelo en una reacción casi automática.

-Eso—aclaró—Me gusta.

-Puedo hacerlo toda la noche si quieres—le tentó, respirando con dificultad y torciendo la boca en una mueca de burla: por más que flaqueara de pies a cabeza, nadie debía sacarle su lugar.

-¿Ah, sí?

-Por supuesto—se mordió el labio—Pero para eso tienes que ayudarme.

-¿Ayudarte, cómo?

Suho sonrió, satisfecho: Le habían dado la luz verde para entrar en acción.

 

 


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