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Bones (Wolf & Beauty) por JHS_LCFR

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Notas del capitulo:

¿Vieron cuando encuentran el tema PERFECTO? ¿Aquel que les despierta imágenes tanto felices como tristes? ¿Aquel que hace que te mandes un capítulo en un día?

...Gracas SHINee por tu repackage, gracias ♥

 

Capítulo 21

 

No supo cuánto tiempo pasó. Sólo sabía que parecía no haber escapatoria de esa casa.

Levantó la cabeza, mirando el techo: le hacía falta salir, le hacía falta tanto…Extrañaba el viento, el calor, el frío, ver gente pasar, escuchar a los pájaros. Extrañaba poder sentirlo, tocarlo, verlo, abrazarlo, quererlo...anhelar morderlo, matarlo. Estar en control ahora era aburrido y ya había olvidado lo que era sufrir aquel viejo y ahora extraño torrente de emociones quemándole por dentro; ya no luchaba con las garras, ya no sentía dolor en su columna, no le costaba caminar en dos patas.

Kai prácticamente había desaparecido, en su lugar, había un moreno de cabellos revueltos acostado en la cama, brazos cruzados detrás de la cabeza.

En su lugar estaba Kim Jongin, un Jongin deprimido y triste, cansado de vivir. De no vivir. De ser él y no serlo a la vez.

…No he vuelto a mostrarme.

Sintió un vacío ácido carcomerle el estómago: desde aquel día había permanecido transformado, se había olvidado casi de lo que era ser lobo.

¿Qué pasa…

¿Qué pasa si no puedo volver?

“Volver”.

 

 

Le había abrazado por atrás, concentrándose en apoyarse de forma correcta y rozando las zonas correctas: era increíble cómo su masculinidad se acomodaba a sus posaderas.

El pensamiento le sorprendió: ¿¡Cómo se atrevía a pensar en eso luego de...!? Bueno, en realidad, los problemas habían acabado hacía ya bastante tiempo, así que no había problema en pensar…

…Mucho menos en pedir.

Sintió cómo inhalaba su aroma con fuerza, absorbiendo su esencia a la altura del cuello. Cerró los ojos complacido y separó los labios para suspirar, era increíble cómo lo desequilibraba, cómo lo desprendía de sus inhibiciones con un solo temblor, profundo e interminable.

-¿Te puedo decir cuánto te amo?—musitó apretando el abrazo, acariciándole los glúteos con su virilidad; el menor asintió enérgicamente, apretando los labios—¿Puedo decirte cuánto quiero que sueltes esa mierda que estás haciendo y te des vuelta para poder besarte?—otro asentimiento—¿Puedo tirarte al piso y mostrarte bien cuánto te amo?

-Siempre—bufó Sehun, mareado por la presión.

Una sonrisa maquiavélica torció el rostro de Luhan, que trazó dos caminos diferentes con sus manos: uno ascendente para tomarle del mentón y otro descendente para directamente hundirse bajo los pantalones.

Sehun se aferró a la mesada de la cocina, soltando la esponja y los platos que flotaban en un mar de espuma. Se mordió el labio y cerró los ojos con fuerza, el toque era frío y le daba escalofríos violentos, pero se obligó a aguantar. Dos dedos salieron del mentón para golpearle molestosamente los labios; entregado, abrió la boca y soltó un rebelde gemido mientras las yemas rozaban sus papilas gustativas al ingresar a su cavidad bucal, acariciando los dientes y las encías con cuidado pero manteniendo fuertemente su presencia.

La saliva rápidamente bañó la mano y ensució parte de su rostro, aún no abría los ojos. El frío en su bajo vientre fue reemplazándose lentamente por un tibio calor que rodeaba su sexo, moviéndose constante y firmemente de arriba hacia abajo sin cesar, presionando despacio, ahogándolo en su puño.

-No me toques así—jadeó a duras penas con los dedos aún en su boca.

-¿Por qué no? Si así te gusta—farfulló molestosamente para luego frenar su mano y acariciar la punta con el pulgar—Sabes que te encanta.

-Pero…pero… - los estímulos eran demasiados fuertes, hacía casi mil años que a Luhan no lo sentía y su cuerpo ahora le pasaba una desmesurada factura—Me vengo rápido si me tocas.

El mayor se detuvo de la impresión, aquella frase acabando con su raciocinio. Un cosquilleo en la nuca, una fuerza aplastante hinchando su pecho de la nada y sus piernas prácticamente en llamas.

Se sintió imponente, prepotente, invencible; y todo por culpa de simples e insignificantes palabras.

-Suelta todo y vamos a la cama—pidió en vez de ordenar ya que sus rodillas cedieron de pronto—Por favor, déjame arrastrarte al cuarto.

-¿No se supone que estás mandando?—se burló, contento—O me arrastras o no lo haces, hacer eso no se pide. ¿Adónde se fue el Lulu feroz y atemorizante que conocí? ¿Desde cuándo es tan…tan como yo?—siguió, girándose para mirarle a los ojos y liberarse de las ataduras de sus brazos.

Luhan se mordió el labio en frustración: no era su culpa que con Sehun no pudiese pensar bien.

-¿Aceptas o no?—soltó.

La respuesta fue maravillosa: Sehun se impulsó con la mesada y en un segundo se colgó del mayor, rodeándole la cintura con las piernas fuertemente y tomándole del rostro para besarle mientras se dirigían al cuarto y se chocaban con las paredes y las puertas.

 

 

-¿Viste eso?—cuchicheó Chanyeol, casi celoso—No es justo, somos los únicos que no lo han hecho—protestó, volviendo a su cama y sentándose, resignado.

-Discúlpame por querer buscar el momento y la circunstancia adecuada—rezongó Baekhyun sarcásticamente—Perdóname por no ser un conejo calentón que se cuelga de ti como si fueras un ropero y te lleva al cuarto pasando por encima de los muebles y el sofá, en serio, perdóname.

El más alto frunció el ceño, ¿Por qué Baekhyun actuaba así desde… “el problema de Kris y Lay”; por así decirlo? Mientras el más bajo seguía chillando quisquillosamente, aprovechó que estaba de espaldas haciéndose la cama y lo tumbó juguetonamente, cayendo ambos al colchón.

-Oh, lobo torpe no saber caminar con dos patas—resopló, puchereando—Lobo alto y torpe necesitar ayuda. ¿Lobo chiquito y bonito querer ayudar?

-Habla bien, que después se te pega—le retó—Ahora levántate, me estás aplastando.

-Lobo alto y torpe sentirse solo. ¿Lobo pequeño y bonito querer acompañar a lobo alto y tonto?—sonrió al tiempo que rodaba para quedar a un costado, acariciándole la mejilla—¿Lobo más lindo del mundo querer tener cita con lobo alto, torpe y feo?

Baekhyun torció la boca: la cita doble en realidad ya estaba programada y sería esa mismísima noche. El tema era…

-Chanyeol… ¿Me prometes que no te enojas?—despertándole la preocupación, se apuró a tranquilizarlo—Espera, no es nada malo. Es sólo que—tragó saliva, incómodo—Tengo…tengo miedo.

-¿Miedo?—entornó los ojos, sentándose—Miedo, ¿Miedo de qué?

-De dártelo todo y que no terminemos juntos.

-¿¡Cómo se te ocurre decir eso!?

-Es que…

-¡Dijiste que no era malo! ¡No puedes decir que terminaremos!—gimió dolido, ojos vidriosos y propenso al llanto; su voz grave ahora era un graznido seco—No puedes decirme que algún día no me vas a querer. No puedes ser tan insensible.

-Chanyeol, no me refería a---

-¿Tienes idea de lo que significas para mí?—le interrumpió, excitado por el nerviosismo—Baekhyun, si no te lo digo a menudo es porque todavía no encontré las palabras adecuadas. ¡No me dejes simplemente por eso! ¡Sólo déjame seguir aprendiendo con Minseok, seguir estudiando!

-Chanyeol, no me refiero a eso.

-¿Tú sí te imaginas un futuro sin mí?—prosiguió ignorando las advertencias, avanzando sobre él para mirarle directamente a los ojos, sin escapatoria de ver el techo o alguna mancha en la pared—¿Tú te ves de viejo con otro? ¿Tú te ves viviendo sin Chanyeol a tu lado?

Susurraba desesperado, la agonía lloraba de sus ojos, escapándosele desde entre las pestañas. Baekhyun supo que responder con palabras resultaría inútil y mantuvo el semblante serio; con decisión le acarició la mejilla y atrapó un par de gotas cristalinas, se acercó el dedo a la mano para besar esas tristezas. La mirada confusa seguía posándose sobre su rostro, por lo que le levantó el flequillo y sonrió tristemente, tirando con cariño del pelo.

Siempre estaremos juntos, quería decirle.

Quizás no físicamente, pero siempre lo estaremos.

Después de todo, ambos vivirían eternamente en el aire, en la historia y en el alma y mente del otro. No se necesitaba mucho más que eso.

-¿Por qué dices cosas feas si terminas haciéndome mimos?

El reproche le resultó lo más tierno del mundo, rió por lo bajo. Sus dientes se reflejaron en los ojos del otro, que parecieron absorber el brillo y vivir; los brazos de Baekhyun abrazaron a Chanyeol por el cuello rápidamente, besándole detrás de la oreja y haciéndole cosquillas. El más alto se acostó y giró para quedar boca abajo, abrazándolo, el ruido de las sábanas acompañando su silencio sonándole a gloria, a un sueño.

-Por favor dime a qué le tienes miedo—susurró, oliéndole el pelo—Necesito saberlo, quiero ver si puedo ayudarte.

-Temo a que los humanos nos ataquen, temo a que vuelvan y nos disparen, nos quieran llevar…yo no tendré tanta suerte esta vez—se lamió los labios resecos e inspiró con fuerza—Temo que te hieran y no pueda protegerte, porque yo soy más viejo. Temo lograr escapar y no volverte a ver, porque algo me dice que no podrás huir conmigo. Temo regresar a casa para esperarte y que no aparezcas, Chanyeol—parpadeó intensamente, ahora lloraba él—Temo que desaparezcas. O peor…temo verte desaparecer.

Las palabras golpearon duro pero supo soportarlo: en el fondo, Chanyeol temía lo mismo. Sintiendo la respiración inconstante y miedosa de Baekhyun amoldarse a su pecho, le acarició la espalda, jugando con los huesos de la columna y los pozos, las curvas, los omóplatos. Primero con un dedo, luego con dos y por último toda la palma, bajó hasta las cintura; allí se valió de toda su fuerza para levantar a Baekhyun unos centímetros, casi como si estuviera volando, suspendido en el aire.

Sonrió.

-¿Cómo era el juego?—preguntó—¿El avión?

-…cito. El avioncito—corrigió, colorado—Pero por favor no hagamos eso.

No le escuchó, Baekhyun tampoco ofreció mucha resistencia.

 

 

-¿Mucho?

-Mucho—sonrió, orgulloso.

El mayor apoyó un codo en la cama para mirarlo mejor.

-¿Mucho, mucho?

-Mucho, mucho—asintió, obediente.

-¿Mucho, mucho, mucho?

-Mucho, mucho, mucho.

-¿Muchísimo?

-Muchísimo.

-¿Cuánto?—molestó, sacando la lengua.

Jongdae miró por la ventana, el semblante calmo pero sus ojos dispersos en encontrar alguna comparación.

-Como el cielo—respondió al fin, maravillado con su extensión—De día, de tarde, de noche. Así.

Minseok se acostó sobre él en un repentino ataque de amor y lo inundó de besos: detrás de la oreja, en la cabeza, en la sien, en la frente, en la nariz, en los pómulos, en la mandíbula y el cuello. Dejó la mejor parte para lo último.

-Tu turno—dijo Chen, debajo del otro y acariciando la cadera por debajo de la ropa—¿Cuánto me quieres tú?

Xiumin ladeó la cabeza constantemente, fingiendo indecisión. Infló las mejillas, apretó los labios, sacó la lengua, “Pensando”. Jongdae se fue exasperando.

-Yah, no es gracioso. Vamos.

Entonces le calló con un profundo y abierto beso, hinchando las bocas de ambos y compartiendo la saliva sin descaro. Las lenguas apenas se tocaron, pero las comisuras y los bordes húmedos indicaban que aún así habían llegado bastante lejos. Se separaron agitados, Chen jadeando en sorpresa y en exceso; las cejas casi tocaban el nacimiento de su pelo, su pecho no podía establecer un ritmo tranquilo y la circulación de la sangre constantemente bajando, menos. Xiumin sonrió pícaramente, acariciándole la mejilla con la nariz.

-Así te quiero. Tú turno. ¿Cuánto me quieres?

Las ropas volaron al diablo en segundos.

Las sábanas terminaron sucias y transpiradas en minutos.

 

 

-¿Cuánto tiempo pasó?—murmuró contra su pecho, abrazándolo desganadamente.

-Más de un mes, creo.

-¿Y estás contento con esta decisión?—el mayor asintió al instante, como avecinando el clima de las preguntas y de la pieza—Gracias entonces. Aunque no lo merezco.

Kris le tomó del hueso de la pelvis, acercándolo más a él.

-Ya no se trata de eso. El grupo ya no está estructurado.

Tao se separó, sorprendido; estaba despeinado y hacía días que no vestía una sola prenda de ropa. Las marcas en su cuerpo no sanaban y los redondeles rosados que alguna vez habían significado cariño ahora eran restos morados que desaparecerían sólo si Kris dejaba de morderlo y pellizcarlo tanto.

El morocho serio y atemorizante, ese líder imperial que parecía poder aplastar el mundo con un dedo había vuelto. O al menos en parte. El lobo de mirada profunda y rostro serio se levantó, resoplando.

-Estuve pensando…

Los segundos pasaron, Tao comprendió que no sería una declaración fácil y que se venía algo pesado que daba vueltas desde hacía tiempo. Cuando Kris terminó de hablar, el corazón le dio un vuelco. Se le revolvió el estómago y encogió el pecho.

-Kris…no puedes estar hablando en serio.

 

 

Un día, tres días, siete días, dos semanas, tres semanas.

Un mes, dos meses, tres.

Y Jongin no aparecía, Jongin ni se asomaba a pasar.

Noventa días, noventa días pasaron y con ellos se había desintegrado todo lo que componía a Kyungsoo, llevándose su alma con el frío distante y mortífero del invierno: apagado, inmutable, el chico doblaba la ropa mientras el televisor anunciaba la temperatura y medía los centímetros de nieve que habían caído durante la noche. Sus ojos no se centraban en nada, había desenfocado un poco y a propósito la vista y sus manos se movían robóticamente repitiendo los movimientos una y otra vez a cada prenda que agarraba de la montaña.

La mesa estaba repleta de camisas, buzos, camisetas, medias, ropa interior y hasta pijamas. Pero faltaban algunas prendas, unas que presentía que no regresarían a sus manos jamás.

Se lamió los labios y continuó con el trabajo, sintiendo el viento que entraba por debajo de la puerta acercarse despacio y martillarle la espalda, irguiéndolo y sacudiéndolo de tanto en tanto. Parpadeó aún con los ojos en blanco y siguió, el eco de tacones haciéndose presente.

“Me voy a trabajar”, le diría. “No me esperes despierto”.

“Adiós, mamá, que te vaya bien”, debería decir él. “Ya te extraño”.

“Por favor guárdame algo de la cena”.

“Está bien”, y luego la puerta abrirse y cerrarse. El silencio cayendo del techo hasta el piso, el sonido de sólo su respiración, pues apagaría el televisor o bajaría del todo el volumen. Horas en esa posición, doblando y guardando, alisando con las manos; luego, repasaría y estudiaría algo, no mucho, unas veinte hojas sería suficiente. Para cuando quisiera acordar, ya serían las seis, hora en la que comenzaría a buscar dinero en la lata para comprar los ingredientes de la cena. Hubiese gente en el supermercado o no, llegaría a casa de vuelta a las siete y veinte, cocinaría todo, no comería un bocado, se bañaría y se sumiría en el más deprimente y aburrido sueño a las diez para escuchar a su madre llegar media hora después, quejándose del dolor de sus pies y hablando por teléfono con su hermana, preocupada porque “a pesar de que me he mudado con él, Kyungsoo no ha mejorado nada”.

En un parpadeo notó que todas las acciones predichas le pasaron por encima. De vuelta eran las nueve y no había sido consciente de nada: ahora era una máquina, no registraba el pasar de las horas y ni siquiera lo que él mismo hacía.

La pesadumbre le bajó los hombros, miró el reloj de la cocina, ido. Sus pupilas buscaron fijar la imagen del minutero que tambaleaba indeciso al tiempo que daba la vuelta: veía dos, siempre veía dos.

Se obligaba a no hacer foco, a no ver con precisión.

Verlo bien definido a todo podría traerle más sorpresas…y ya había tenido demasiadas.

Otro parpadeo, de vuelta estaba en la cama. Quiso protestar por esos apagones que él mismo generaba, pero el aire que inspiraba era pesado y le adormecía los pulmones; buscó relajarse y cerrar los ojos.

Los pies descalzos cosquillearon por el frío, se acomodó en vez de ir a prender la estufa: ya no había calor que le sirviera, si se acercaba mucho seguro se quemaba. Se encogió en sí mismo y hundió las manos en la unión de sus muslos, bajó la cabeza para que la nuca y la nariz pudieran abrigarse bajo las sábanas y se dejó rodear por la oscuridad.

Eterna, asquerosa, insaciable de él y su temor. Pero ya ni eso podía expresar, el pánico ya resultaba cansador de mostrar; ¿Para qué llorar y gritar si nadie le oía, nadie le iría a ayudar? Se obligó a concentrarse y olvidar las sombras danzantes de su cuarto así como a ignorar los ruidos imaginarios de ramitas quebrándose, de la ventana siendo levantada y la ráfaga gélida golpeando su cuerpo. Se obligó a ignorarlo todo, que últimamente se volvía demasiado real para sus sentidos y su gusto.

Sintió entonces una especie de bola de fuego apoyándose a su lado, sobre las frazadas. Lento, despacio, con cuidado y temiendo no despertarlo, tal vez. Sintió un tentáculo caluroso posarse sobre él, como abrazándolo. Le tembló el cuerpo, la piel escarchada buscando absorber más calor.

El susurro fue lastimero y sutil, rogando permiso y a la vez perdón.

-¿Kyung…Soo?—fue apenas perceptible, pero la pena que cargaba en cada letra le estremeció, abrumándolo—Kyungsoo, ¿Estás despierto?

No contestes.

-No.

Diablos.

-Kyungsoo… ¿Me perdonas por no haber venido?—murmuró, acomodándose para abrazarlo mejor—Te extrañé demasiado—concluyó contra la piel de su cuello, hurgando bajo las sábanas.

No.

-No me toques, por favor—el susurro fue lastimero y sutil, rogando una débil orden y a la vez un perdón—No me hace bien—El agarre aflojó suavemente, supuso que sería como producto de la sorpresa—Siempre pasa algo malo cuando apareces, y no quiero seguir perdiendo gente—la respiración inconstante rebotando contra las paredes, Kai cundiría tarde o temprano a otro viejo ataque de pánico—Por favor, vete por donde viniste y no vuelvas. Haznos un favor a los dos y no vuelvas.

La respuesta se hizo esperar, Jongin lo abrazó con más fuerza, desgarrando suavemente las colchas.

-No, Kyungsoo. Otra oportunidad, sólo te pido otra oportunidad.

-No la vas a tener porque no te la pienso dar luego de que desaparecieras durante tres meses, Jongin—repitió con asco el tiempo—Tres meses.

-¡No desaparecí, lo hice por tu bien!

-¿Dejarme solo, abandonarme? ¿Eso es ayudarme para ti, eh?

-Kyungsoo, permíteme contarte.

-No hay nada que contar, no hay nada que saber. Vete a las tres o llamo a mi madre—amenazó—Y le cuento lo que eres.

-No me voy a ir y tú no llamarás a nadie.

-¿Ah, no?, pues mírame.

Antes de que se estirara a agarrar el celular, Kai logró atraparle de las muñecas, luchando con un Kyungsoo que ahora se había cortado el cabello y teñido de rojo, aparentando una fiereza que nunca tendría.

Jongin miró con la luz de la Luna el nuevo cabello, los costados afeitados y en el medio los ojos rotos de un muchacho que no buscaba pelear en el fondo, sino que suplicaba por un poquitito de amor y contención.

Kyungsoo observó los cabellos alborotados y castaños oscuros del lobo taparle parte de la visión; apostó tranquilo a que desde ese día no se lo había cortado, ni siquiera tocado.

-No me voy a ir—le dijo—No pienso irme hasta que me aceptes de nuevo, ¿Está bien?

Silencio, las sombras bailarinas del cuarto desaparecieron, así como los demás ruidos.

Con lágrimas silenciosas, Kyungsoo le agradeció eternamente por dentro.

 

 

Notas finales:

No falta mucho, eh. Asi que...a prepararse *pañuelos gratis* (?)


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