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Kisetsu por Aomame

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Notas del capitulo:

¡¡Feliz año nuevo!!


Kisetsu

Sayounara, Aki II

—¿Qué tanto hacen?

—Vamos, Kaname, no interrumpas.

Desde que regresamos de la policía, Noboru y Yuuki, se encerraron en el estudio de papá para hablar, todo el día hasta el anochecer. Al principio, podía escuchar los gritos de mi hermana desde la sala, pero después se fueron apagando. Y conforme eso pasaba, mi curiosidad iba en aumento.  Mi padre, sin embargo, no me permitía ir a ver qué era lo que sucedía. Debido a la histeria de mi hermana, Ze chan no pudo venir con nosotros a casa, así que de alguna manera me convertía en una especie de embajador, y necesitaba saber que era lo que estaba pasando.

—Esto no me huele bien —dije poniéndome de pie. Kei, que jugaba en la alfombra de la sala con unos carritos, detuvo su juego para verme.

—Hijo…

—Seguramente volvió a enredarlo.

—Kaname —me reprimió mi padre y tiró de mi playera para que volviera a sentarme en el sofá.

—Pero padre, ¿qué no te das cuenta como es Yuuki? Ya dejo de gritar y eso no me gusta.

—Vamos, no pienses mal, quizás ha entrado en razón, ¿no lo crees posible?

Lo miré con cara de “por favor, papá” y éste esbozó una sonrisa nerviosa.

Para bien o para mal, ya no tuvimos que esperar más, mi hermana y su marido salieron del estudio,  ambos con cara de pocos amigos. Se detuvieron en la sala al vernos a todos ahí.

—Me voy a mi habitación —dijo mi hermana sin dirigirnos una sola mirada. Noboru por su parte dijo que saldría por un momento, y fue así que mi curiosidad quedó insatisfecha.

Mi padre suspiró a un lado mío y se puso de pie. —Yo también iré a tomarme un descanso. Kei chan no te vayas a dormir tarde, ¿de acuerdo?

—Sí, abuelo —el niño lo despidió con un beso en la mejilla y luego, se giró lentamente para mirarme. Había cierta incertidumbre en su mirada que simplemente no podía ignorar.

—¿Qué pasá, Kei chan?

—Tío —se acercó a mí sin soltar el carrito con el que antes estuviera jugando y lo posó junto con su otra mano sobre mis rodillas —, no quiero que me lleven lejos de papá.

Tragué saliva, y estiré la mano para revolverle el cabello. —No te llevaran lejos, y si lo hacen, tu papá irá por ti ¿sabes?

—¿De verdad?

—¿Piensas que no?

—Es que mi mamá se enoja —se mordió el labio inferior y toda su cara amenazaba con romper en llanto —, padre Noboru no me gusta.

Le sonreí y de nuevo, le revolví el cabello. —No te preocupes por eso. Todo estará bien. Anda, vete a poner el pijama y a lavar los dientes.

Kei me miró un rato como analizando mis palabras, luego, asintió y se dio la media vuelta para ir a su habitación.

—Mi papá vendrá por mi ¿verdad? —me dijo deteniéndose un poco y mirándome por encima de su hombro.

—Claro que sí.

—¡Bien! —me sonrió y echó a correr. 

Yo suspiré. Los temores de Kei, eran los míos y también los de Ze chan. Me fastidiaba mucho todo esto. Era como jugar un juego dónde el único que sufría era un pequeño que no tenía por qué sufrir.

Me quedé en la sala hasta que regresó Noboru. Tenía la intención de hablar con él. Entre él y mi hermana, era él quién tenía sentido común.  Llegó poco después de las diez de la noche, y cuando me vio pareció un poco sorprendido. Pude adivinar en su rostro que había bebido un poco.

—Kaname kun, buenas noches —dijo pretendiendo pasar de largo e irse a la cama.

—Buenas noches —dije, —podemos hablar, Noboru san —él detuvo su andar tambaleante y se giró hacia mí con ese mismo aire inestable — ¿Podemos? —insistí, él suspiró y a regañadientes, termino sentándose a mi lado en el sofá.

—¿De qué quieres hablar, Kaname kun?

—¿Qué es lo que harán? Tú y mi hermana, quiero decir.

Noboru cerró los ojos y se apretó el puente la nariz, hundiéndose así en el respaldo del sofá. Tardó en comenzar a hablar, como si las palabras fueran un tanto ajenas a su pensamiento.

—Yo quiero a Yuuki —dijo, pero eso para mí no era una respuesta. Y él lo sabía porque añadió —: pero no estoy seguro de lo que debo hacer. Ella dice que no nos divorciemos que, Kiryuu san no es alguien capaz de cuidar a Kei.

—Pero hace poco dijo que quería divorciarse, no lo entiendo. Y eso de que Ze channo puede cuidar de Kei, por favor, es mucho más capaz de lo que Yuuki ha sido todo este tiempo.

 —Yo tampoco lo entiendo, y eso lo dices porque odias a Yuuki, eso también me lo dijo.

—Eso es otro tema —dije—, pero te contaré, Noboru. Ya que al parecer estás al tanto de todo —me giré un poco hacia él y le miré a la cara —. Sí, la odiaba. Y la odiaba por dos cosas: ella tenía el amor de Ze chan y además, le había dado un hijo. Yo jamás, ni rezándole a todos los santos del mundo, podría hacer eso. La odiaba por eso, porque tenía todo lo que yo deseaba y ni siquiera lo valoraba. Dejó a Ze chan por ti, tuvo a su hijo pero le dio tu apellido. Estaba muy molesto con ella, aún lo estoy. Pero el tiempo me fue mostrando  que lo que yo sentía no era odio, sino envidia. Una tremenda envidia que me carcomía por dentro, y ¿sabes, Noboru san? La envidia es peor que el odio. Al menos el odio tiene un poco de amor propio integrado, la envidia no. Pero entre uno y otro se alimentan mutuamente… Cuando regresó, Ze chan, toda la amargura que cargaba en mi interior se disolvió. Sigo molesto, pero sin duda ya no tengo ninguno de esos sentimientos, no puedo envidiar más lo que ella no tiene.  El amor de Ze chan es mío, y Kei, aunque no sea mi hijo, llevaba mi sangre, y además, me prefiere sobre su madre. ¿Qué puedo decirte?  No quiero a mi hermana, pero si fuera una buena madre, no querría que Kei la perdiera. Sólo que no lo es.

Noboru meditó lo que dije con calma. Era la primera vez que mi cuñado y yo hablábamos así; se sentía extraño, estábamos los dos  fuera de nuestra zona de confort, así que tan incómodo era para mí como para él.

—Kaname kun, creo que yo siento un poco de odio y envidia también. Kiryuu san y Yuuki, su historia resulta tormentosa ¿no? Encontrarse, quererse (porque yo sé que Yuuki lo quiso), tener un hijo, pero no estar juntos. A veces, me pregunto si no habría sido mejor que ellos se casarán. ¿Crees  que ambos habrían sido felices? ¿Lo habrías podido aceptar? Quiero decir, siendo las personas que amamos, ¿podríamos haberlas dejado estar juntas y ser felices?

—No lo sé —dije sinceramente—, pero es probable que yo no lo habría soportado. Aunque por Ze chan, sí, me habría resignado… aunque seguiría ahí, para él.

Noboru rió y sacudió la cabeza —En eso, somos diferentes, Kaname kun —dijo —.  Yo lo sabía. Sabía que Yuuki me engañaba, y la odie por eso. Pero al mismo tiempo, era incapaz de dejarla, porque ella no me dejaba. Me odie a mí mismo porque no era suficiente para ella. Pero cuando me eligió, me sentí tan feliz que no me importó nada más. Fui codicioso.

—Yo también soy codicioso, Noboru san. Quiero tener todo lo que amo y más aún, quiero que aquello que amo, me ame. ¿Pero es tan malo?

—Tal vez, depende —se removió en el asiento y suspiró —. En mi caso, provoco infelicidad, ni yo ni Yuuki ni Kei somos felices o tenido al menos un momento de ello. En tu caso, no lo sé, podría ser un pecado bien utilizado.

Reí y sin pensarlo le di una palmada en el hombro.

—Noboru san, hasta ahora, has tomado decisiones, basándote en los deseos de Yuuki. Has  cumplido sus designios uno tras otro sin pensar en ti. No se trata el amor de eso ¿o sí? No puedes perder tu orgullo por ello. Piénsalo, piensa en lo correcto ¿quieres? En lo que puede hacerte feliz a ti y a otros. Un término intermedio.

—Si nos llevamos a Kei, irán por él ¿cierto?

—Ze chan es su padre biológico, tiene derecho a pedir que le den a su hijo. Así lo busque en el fin del mundo.

Me puse de pie y volví a palmear su hombro. Él me miró con los ojos rojos, no sé si por el alcohol o por el sueño o simplemente porque tenía ganas de llorar.

—¿Saldrás a esta hora? —me preguntó, cuando vio que me encaminaba a la puerta.

—Sí, iré a ver a Ze chan. Guárdame el secreto, ¿si, cuñado? —le guiñé el ojo y salí de casa. Por alguna razón, quería confiar en su buen juicio, al menos, mayor al de mi hermana.

+++

Me gustan las noches de otoño. Y cuando las ultimas hojas caen de los árboles y la estación araña el cielo, me siento un poco lejos del mundo. Esa sensación de inmaterialidad me inflama los pulmones, no sé porque.

Cuando Ze chan abrió la puerta y me miró, sentí que el otoño había terminado; y una ráfaga de aire frío se coló por mi cuerpo que, necesitado de calor, se abrazó al de Ze chan con fuerza.

—¿Pasa algo, Kaname kun?

Negué con los ojos cerrados y los labios en su cuello. Estaba tan tibio, que poco a poco me sentí de nuevo con calor en el cuerpo.

—Quería verte—dije al fin, y separándome de él le besé y deje que cerrará la puerta —. Hace frío ya.

—El invierno ya está aquí —dijo él —. ¿Quieres algo de té?

—Sí —me senté en el sofá y prendí el televisor—. Hablé con Noboru san. Lo tiene difícil, pero confio en que tiene más cabeza que cualquier otra persona.

—A mí no me preocupa mucho lo que haga —me dijo Ze chan desde la cocina, de la cual regresó con dos tazas de té humeante —. No voy a dejar ir a Kei.

—Lo sé —tomé la taza que me ofrecía y pase mi brazo por su hombro, atrayéndole hacía mí —. Aun así, preferiría que las cosas fueran más fáciles.

—Las cosas nunca son fáciles. Pero tampoco imposibles —apoyó su sien en mi hombro y miró hacia la pantalla de la televisión.

Después de todo, me había preocupado de más. Ze chan tenía muy claro lo que quería, y también estaba seguro de poder conseguirlo.

—Quiero hibernar contigo —dije después de un corto silencio.

—Ja, ja, ja ¿qué dices?

—Sí, quiero abrazarte muy fuerte, rodearme de tu calor y entonces, soñar a tu lado dulces sueños.

—¿Qué tienes hoy, eh?

—Frío.

—Ja, ja, ja

—Esperemos el invierno, Ze chan, aquí, tú y yo, a salvo. Mientras que el mundo se congela.

—Aún falta decirle “adiós” al otoño.

—Digámosle “adiós”, entonces.

Cuando llegue el invierno, seguramente el futuro comenzará a decidirse. Eso fue lo que pensé, en tanto me acurrucaba entre los brazos de Ze chan. Las estaciones siguen su flujo, nuestra vida también. Me pregunto si con la caía de la última hoja del otoño, también llegará el último obstáculo a vencer.

Yo no lo sabía, pero esa noche tranquila, mi hermana hizo las maletas y puso sobre la mesa su decisión inamovible de que no podría hibernar ese año. 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. 

Les deseo Feliz inicio de año y exito en todos sus planes y/o propositos. 

Ahora sí, nos acercamos al final de esta historia. Llegá el invierno!

Hasta pronto....

                                                              continuará...


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