Insomnio.
Extra.
Las sirenas sonaban a lo lejos, y los agudos sonidos de la ambulancia y los bomberos se acercaban cada vez más y más. Sherlock buscaba a su alrededor la presencia de su compañero, sin dejar de temer siempre por su seguridad.
El detective tenía frente a sí el cuerpo inerte de la mente criminal más peligrosa que Londres, y tal vez el mundo entero, haya conocido.
James Moriarty yacía en el suelo, a pocos metros de él. Su pulcro traje y la camisa blanca, manchándose lentamente por el rojo de la sangre que manaba de su pecho. El tiro fue perfecto, quizás aún más de lo que lo había sido el del ‘taxista’.
—¿John? —Lo llamó, mientras trataba de ponerse de pie. —¡John!
—Aquí… Sherlock, estoy aquí. —John lo llamó. No estaba más lejos de Sherlock que el cadáver de Jim, pero aun así, el detective pareció tardar en verlo.
—¿Estás bien, John? ¿John?
—Sí, lo estoy… ¿Y tú?
Sherlock no tardó en llegar a él, olvidado de todo, incluso de la voz de Lestrade, que comenzaba a oírse fuerte, llamándolos.
—Sherlock, te digo que estoy bien… —John insistió, para que el detective dejara su corroboración de lado. —¿Sabes cómo esta él?
—Muerto… —No hizo falta que se girara a ver donde la cabeza de John apuntaba, para saber que estaba hablando de Jim. —Un tiro certero, si me permites decir… —Sonrió ante la mueca del rubio, mientras lo ayudaba a sentarse en el suelo.
—Mejor quedaría decir que yo tenía razón.
—¿En qué, si me permites preguntar?
—En que no moriría todavía… Mucho menos en manos de él. —John volvió a apuntar despectivamente al cuerpo de Jim en el suelo, no muy lejos de ellos.
—Sí, tienes razón… Toda la razón del mundo, John… Y confío en ti por ello. —Sherlock no pudo evitar sonreír, se veían terribles, pero tenía más de una razón para hacerlo. Primero y en principal, porque ambos estaban vivos. —Y por ello te amo, John.
Quizás no fuera el mejor lugar ni momento de hacer una declaración semejante, pero Sherlock no pudo evitar tomar entre sus manos el rostro sorprendido y sucio de John, besándolo como si no hubiera un mañana en sus vidas.
—Te amo, John… —Volvió a murmurar contra los labios finos y semi abiertos, mientras en sus oídos la voz del Inspector Lestrade perdía fuerza, a pesar de que estaba más cerca.
—¿Sherlock? —John se aferró a sus brazos, sosteniéndolo contra su cuerpo. —Sherlock, despierta… ¿no me digas que otra vez…? —La luz se encendió un segundo después de que el detective reconoció la voz de John a su lado.
Parpadeó un instante reconociendo su cuarto, las sábanas de su lado completamente desechas, incluso llevándose las de John en medio de su sueño.
—¿Sherlock, estas bien?
—¿Eh?... Sí, claro que lo estoy. Sólo fue un sueño.
—¿Otra pesadilla? —John dio un vistazo al reloj sobre su mesa de noche; bueno, no era suya en verdad, pero ya que llevaba varias noches ‘velando’ el sueño de Sherlock… —Llevabas noches sin tenerlas.
Sherlock negó, sentándose en la cama, mientras esquivaba la mirada del rubio; sólo logrando que John suspirase con cansancio, al creer que habían vuelto una vez más hacia atrás, hacia los días que el detective le ocultaba sus sueños al doctor.
—Oh, no empieces otra vez, Sherlock… Pensé que habíamos quedado en que serías sincero con cada uno de tus sueños. No puedo ayudarte a superarlo de otra forma. Es esto, o vamos ambos a ver a Ella. No me cuesta nada llamarla.
El detective lo vio cruzar sus brazos sobre el pecho. Como si él pudiera convencerlo de ir a ver a un psicólogo… Su madre había entendido hacía muchos años que eso sólo le traía dolores de cabeza. Aunque quizás John estuviese más acostumbrado y dispuesto a soportar esos dolores.
Esa sola idea hizo que Sherlock dibujara una trémula sonrisa en sus labios. Suspiró con desgano, dejándose caer una vez más sobre la cama.
—¿Algo así como terapia de pareja? —Había intentado que sonara a broma, pero gracias a sus últimos pensamientos inconscientes de la noche, ese comentario lo hizo sonrojar profundamente. —Pensé que habías dicho que no querías mas rumores en torno a nosotros…
—Estoy durmiendo en tu cama, Sherlock… —Sentenció el doctor, como diciendo: ‘No hay rumores que hagan que deje de preocuparme por ti’
Sherlock suspiró, cerrando sus ojos.
—No era una pesadilla, John… No las he tenido en al menos una semana. Pero si soñé contigo… contigo y Moriarty. Pero no morías, de hecho ninguno de nosotros lo hacía… —Sherlock sintió el peso sobre el colchón cambiar de posición, y tal vez ahora John estaba más cerca de él para oírlo mejor. —Pero lograste matar a Moriarty…
—Vaya, eso no está tan mal… ¿Después de todo es un criminal, no? No creo que a alguien le moleste que lo haga en verdad. —John carraspeó a su lado; al menos no había sido como sus sueños anteriores. —Si termino en la cárcel, al menos ve a visitarme, ¿sí?…
—¿Visitas conyugales?
—Ok, ya no tienes pesadillas… Vuelve a tu sillón, y déjame dormir.
—Esta es mi cama.
—Sí, pero ya estoy aquí… Hasta mañana. —John no tenía ganas de comenzar a discutir, además la cama de Sherlock era demasiado cómoda, y ya se había acostumbrado.
El detective sonrió viéndolo girarse dándole la espalda. Al menos, ahora no lo estaba obligando a dormir sí o sí… No sería una mala idea tratar de despejar su mente un poco.
Apenas cubrió su cuerpo con una de sus batas favoritas, y salió del cuarto hacia la sala, dejándose caer sin mucho cuidado sobre su sillón. Aun tenía la imagen de John grabada en su mente. Un John sucio y cansado, pero vivo y a su lado.
Ya tendría tiempo para desentramar el resto de su sueño. Mientras tanto, las imágenes en que acababa besando al doctor nada tenían de malas… Si bien aun no se creía capaz de repetir las mismas palabras en total control de sí mismo.
Fin del Extra.