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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Dedico este capi a mi querida yaonita, que cumplió su promesa!

Es hora de saltar al otro lado del escenario y contemplar un poco el mundo de Daniel Lascurain.


Muchas gracias a los que me han dejado comentarios, de verdad que leo, atesoro y atiendo cada uno de ellos y sepan que sus reviews son el motor de esta historia y sin ellos, no hay alimento para mis musas.

 



Definitivamente tenía que dejar de fumar. El clima era una auténtica pesadilla; el viento soplaba inclemente llevando consigo nieve húmeda. Pero no le gustaba fumar dentro de sus autos y mucho menos de la limousine.

Ese momento a la intemperie de fin de año le serviría para despejar la mente de lo que acababa de ocurrir en ella, el instante impulsivo e inevitable en que tenía sexo con Kyan Novak. Tener su cuerpo esbelto y torneado contra sus asientos de cuero, tomarlo sin darle opción a negarse, crearle en la cara esa intensa expresión del límite…. había sido más extraordinario que sus fantasías.

Hacía tiempo no sentía algo así, un magnetismo tan básico.
Aún no estaba seguro que Novak lo sintiera de vuelta, pero para él era simple: le gustaba demasiado ese hombre para no hacerlo suyo cada vez que lo veía.

Pese a que el otro no llegara a opinar lo mismo, sabía que deseaba aquello, ¿cómo explicar la manera en que su interior lo aprisionaba y lo succionaba para no dejarlo salir? No podía ser sólo su ego, esa química era imposible sentirla sólo de un extremo de ese lazo con el que jugaban al estira y afloja.

Tenía que evitar pensar en él de una manera novelesca, idealizarlo como solía hacer cuando comenzaba a enamorarse. Porque Kyan Novak no se asemejaba a ningún protagonista de historias románticas como las que le gustaba leer.

Así que no era tan mala idea estar en el frío, bajando la temperatura de su cuerpo, aclarando su mente, volviendo a la realidad.
Tenía que tener toda su atención en un nuevo asunto.

En cualquier momento aparecerían Josú y Victoria.
Revisó la hora una vez más en su Mont Blanc, había llegado justo a tiempo.

Findel, el aeropuerto de la ciudad era un lugar bien conocido para él dado que no sólo viajaba constantemente fuera por obras de su constructora, sino que también LD se había encargado de rediseñar una de las terminales hacía un año. Pero esta vez el motivo que lo llevaba ahí, era meramente personal.

Realmente deseaba verlos.

La puerta automática se abrió y una ola cálida de calefacción acarició el rostro del arquitecto. Viriato, su majordome, acompañado de dos maleteros arrastraban una abundante carga de equipaje que no parecería pertenecer a sólo un niño y una mujer. Detrás de ellos una hermosa y delgada dama en el inicio de sus treintas sostenía la manita de un pequeño de 5 años de inmensos ojos azul obscuro que supo lo buscaban con la mirada.

Lascurain alzó ligeramente la mano a modo de saludo y el niño sonrió, soltándose de su madre para correr hacia él emocionado.

- ¡Viniste por nosotros!- gritó llegando a él alzando los brazos.

Era un precioso niño de cabello obscuro como el de Daniel, sus bucles estaban un poco esponjados por la humedad. Y es que Josú era exactamente igual a como él había sido de niño.

Daniel se puso de cuclillas y lo abrazó profundamente.
¡Vaya que había echado a ese crío de menos!
Los bracitos del Josú no alcanzaban a rodearlo, pero vaya que lo intentaban.

- Josú, entra al auto, no te enfríes- decía en el idioma materno de todos ahí, el portugués.
- ¡La ciudad se veía diminuta cuando aterrizamos!- dijo el pequeño metiéndose a la limo.
- Bueno, Luxemburgo es una urbe pequeña, a comparación de Londres o Paris.
- Y casi cualquier otra metrópoli de Europa, Dan- observó la mujer con una ligera sonrisa  
  en sus labios brillantes.

Ella llevaba un abrigo color gris, collar y aretes de perlas rosadas Akoya. Impecable como siempre.

- Vi- la nombró. La sonrisa se posaba en su rostro, dejando asomar su dicha.

La morena lucía mejor de lo que había esperado y se alegró por ello.
Se acercó a saludarla cuando Josú lo detuvo del pantalón.

- ¡Y logré colarme a segunda clase! ¡Es mucho más grande y tienen más baños!

Victoria se adelantó entonces a abordar el vehículo del que le abrían las puertas, Daniel pidió a Viriato repartir propinas.

- Reservé en Le Royal. Puedes dejarnos ahí- dijo ella tan pronto arrancaron.

- ¿Para que se quedarían en un hotel? Josú merece la mejor cama que exista y créeme que
  está en casa- Lo decía mirando al niño en el cual se dibujaba una expresión de alegría-
  Ustedes se quedarán conmigo.

Vi negó con la cabeza.
- De ninguna manera, tomaremos una suite, estaremos más cómodos.
  Ya sabes que Josú y yo estamos acostumbrados, aun así agradezco tu ofrecimiento.

- Este lugar es de Josú también, y tuyo- enfatizó el arquitecto- No importa el tiempo que
  vengan a quedarse, y aunque no es el centro, tal como dijiste estamos en una ciudad
  pequeña. Además, pueden disponer de todo el servicio.

Ella se quitaba grácilmente los guantes.
- No voy a usar a Viriato, no seas ridículo.

 - O cualquiera de los autos. ¿No te encantaba conducir convertibles?

- ¡Usemos el Trans Amm!- dijo el pequeño de pronto.

Ella apretó los labios como siempre hacía cuando la contrariaban, era un gesto que casi pasaba desapercibido, pero él la conocía más que nadie en el mundo y leía en su rostro su contrariedad.

- Los deportivos no son algo apropiado para chiquillos como tú- le explicó ella al niño- y
  no dispondremos de tus cosas, Dan. No venimos a causarte molestias.

Su mirada triste rompió su perfecta expresión.
No recordaba la última vez que había visto a Victoria sonreír.
Eso dolió en su pecho.

- Sólo quiero que estemos juntos, Vi, después de todo ¿cuántos meses tengo sin verlos?
  No vamos a discutir eso, se quedarán conmigo.

Victoria también sabía que lo mejor para su hijo era quedarse en un hogar, habían pasado casi todo el año viajando y los hoteles no eran el mejor lugar para que creciera.

- Dan… como siempre no puedes dejar de ser tan persistente, ¿cómo decir que no?
- Bien, entonces queda decidido. Josú, ¿tienes hambre?

El pequeño que escuchaba la conversación fingiendo no hacerlo, se emocionó de inmediato.
- ¡Sí! ¿Sabes?, ¡la comida del avión es tan pequeña! ¿Podemos comer hamburguesas?

- Por supuesto- prometió al niño de rizos- pero no arruines tu apetito, Vi, quisiera llevarte
  a cenar si me lo permites.

Pero la mujer se mostraba fría.
- No quiero interferir con tu agenda.

Insistía en ello. No es como si no lo esperara.

- Debes estar de broma, Vi. Obviamente no lo es así.
  Me alegra que vengas y quiero llevarte a cenar, conozco un lugar con cortes de carne
  increíbles. Y también tienen cordero al limón.

Ella miraba hacia afuera, rencontrándose con el lugar donde había sido tan feliz. Pero había sido imposible quedarse.

Un escenario invernal propio del tiempo y del amor perdido.

- No es justo, sabes que me encanta el cordero al limón- susurró ella, reflexiva.

Era obvio que una negativa nunca sería un obstáculo para ese hombre.
Así había sido siempre.


- - -


Daniel había cumplido con su palabra.
Josú había obtenido su hamburguesa y ella una ensalada blanca. Después habían ido al castillo para instalarse.

Viriato, el viejo que había atendido la mansión Lascurain desde siempre, tenía en su rostro una gran sonrisa de verla, ciertamente, ella también lo había echado de menos.
Pese a que le habían dado uno de los cuartos dentro del castillo, ella insistió en quedarse en la casa del huéspedes, un área muy hermosa dentro de la inmensa propiedad, zona de densos jardines que parecía realmente un bosque.

Intencionalmente quería marcar una distancia, lo consideraba lo más prudente. Además, esa casa pequeña al fondo era su favorita, ella misma la había redecorado. Al no ser parte de la construcción original, los toques contemporáneos diametralmente opuestos de la fachada del siglo XVII  se hacían notar. Había sido Daniel el que había renovado todo el castillo hasta el último detalle, en una especie de homenaje a su abuelo quien se había hecho de la propiedad hacía más de un siglo.

Hacía tiempo esa zona había sido de caza pero ahora eran territorios protegidos. No era demasiado extraño encontrar venados, incluso dentro del terreno, vagando en busca de forraje verde y flores, pero claro en pleno invierno eso no era muy probable.

Aitana, la hija de Viriato que fungía como doncella en el castillo, desempacó todo mientras Josú exploraba animadamente el área. Victoria se recostó un rato, pero no tardó mucho en que lo apacible la pusiera nerviosa, estaba poco acostumbrada a la calma.

Daniel se había ido a trabajar a una parte de la mansión que había convertido en sus oficinas. Ella sabía que estaba relacionado con algún proyecto de Muggen, la empresa de Roger, por lo que tomándole la palabra de un rato antes, pidió a Viriato que los llevase a ella y a Josu al club de golf.


- - -


Cuando la limousine cruzó los exclusivos arcos del club, recordó enseguida las competitivas partidas de tenis con sus amigas, los tés helados después del sauna y recostarse en los mulllidos camastros junto a la alberca techada para disfrutar lo que el clima caprichoso permitiese de sol. Su piel obscura siempre había sido la envidia de las blanquísimas damas luxemburguesas y el bronceado sólo lo acentuaba sin enrojecerse ni un ápice.

Volver a un sitio tan conocido después de tanto tiempo le hizo hacer conciencia de que tenía mucho rato sin pisar la ciudad donde había vivido gran parte de su vida.

Josú había insistido en antes que nada visitar la piscina, después de todo era una instalación inmensa y digna para un amante del agua como él.

Victoria había tomado una mesa cerca y un mesero les llevaba bebidas. El pequeño se divertía en el agua mientras ella lo vigilaba de lejos.

Quizá ese lugar fuera un poco más entretenido que el castillo, pero pronto Vi descubrió que también tenía sus inconvenientes. Dos mujeres con sus outfits de tenistas diseñados ambos por Stella McCartney y sus raquetas profesionales se detenían al reconocerla.
Parecían como unas gemelas malvadas sin duda.

- ¡Vi! ¿En serio eres tú?- dijo la mayor, Sara Steichen, quien llevaba su cabello rubio en
  chongo alto. Su rostro parecía congelado pese a la sorpresa de su voz, seguramente a
  consecuencia del botox.

Lamentó encontrárselas a ellas y a sus filosas lenguas, pese a que en otros tiempos la que acababa de saludarle había sido su mejor amiga.
No las dejaría quedarse mucho tiempo, después de todo eran comedoras de rumores.

- ¡Luces espléndida! Parece sentarte muy bien la soltería- dijo la otra aún más atrevida,
  Anette Ottelé, con una enorme sonrisa definitivamente mal intencionada.

Seguramente esperaban que les confirmara o negara el rumor de su separación.
No iba a darles esa satisfacción.

- ¡Mamá, mira este salto!- dijo su hijo tirándose desde el trampolín.
Ella dirigió su atención a él sin siquiera contestarles.

Los tiempos en que Sara y ella habían sido inseparables ahora parecían tan extremadamente lejanos. La frivolidad y egolatría habían acentuado la parte mala de la personalidad de Sara. O quizá simplemente había tardado demasiado en ver su verdadera cara. La rubia hacia una mueca de disconformidad ante el frío recibimiento que Victoria le daba, continuó su charla, ahora con una cierta discordia en su voz.

- ¿Estás quedándote en el castillo? Debe ser más cómodo estar con Daniel, además,   
  dicen por ahí que ha estado muy solo desde lo que ocurrió con Catherine.

Victoria endureció sus rasgos.
Esa mujer hablaba con una irreverente ligereza de un tema sumamente delicado para su familia y lo hacía con el inequívoco dejo de la burla.

¿Cómo osaba mencionar a esa mujer de manera tan casual?
Ni siquiera respondió a eso, pero ni falta hizo, la otra volvió a lanzar otra frase envuelta en falsa cortesía.

- ¿Cuándo llegaste a la ciudad? Debemos organizarnos para ponernos al día.

- Lo lamento- contestó frenándola- tengo una agenda apretada y además… no creo que
  tengas mucho que contarme, Sara.

- ¿Cómo dices?- ni siquiera fingía ser amistosa en este punto.

Victoria sonreía anticipadamente, y aquella mueca en sus labios tenía ironía salpicada.

- Tus pláticas generalmente tratan sobre otras personas pues ya es bien sabido que tu vida
  personal no es interesante para una conversación.  
  Y para ser totalmente honesta, los chismes nunca me gustaron tanto como a ti.

La otra no había esperado una respuesta así.
Anette rio agudamente, cubriendo su boca.
- Touché, querida- le dijo- pero no declines nuestra invitación tan pronto.
  ¿Un brunch tal vez?

No tenía sentido. No iban a desistir, así que tomó otra opción.
- Mejor un partido. Si gano, y siempre gano, dejarán de insistir en socializar conmigo,
  ¿qué les parece?

Ninguna de las dos disimuló su malestar. Aunque llevaban jugando toda su vida, ninguna era rival para Victoria y lo sabían.

- No gracias, ya íbamos a ducharnos- respondió Ottelé.
La otra ni siquiera se despidió.
Mejor así.

- ¡Mamá, mira!- gritó Josú de nuevo, aventándose otro clavado.
Uno perfecto.
Sonrió. Si tenía que aguantar a arpías como esas con tal de que Josú se divirtiera con una alberca como esa, lo haría.
Él era su pequeño tritón.

Aprovechó el siguiente instante de paz para despejarse trabajando un poco.
Sacó su tablet y comenzó a consultar la bolsa de valores de Londres como siempre que tenía un momento de ocio. La bolsa era tan volátil que era para ella imposible desconectarse del mundo durante mucho tiempo. Y los números mantenían su mente ocupada.

Repasó en su mente las acciones de sus clientes y comprobó que tal como lo había llevado planeando por los meses anteriores, todos habían ganado esa semana la cifra que se había impuesto al inicio de las operaciones, algunos más por supuesto. Siempre había tenido olfato para el dinero y rara vez alguien perdía con ella como su asesora en el mercado.

Pero un hombre interrumpió el momento, cubriéndole el sol con su enorme cuerpo.
Alzó la mirada y encontró a su mejor amigo vestido sólo con traje de baño speedo.
Era un sujeto alto de cabello plateado, su piel ajustada a su cuerpo atlético lo hacía realmente llamativo y pese a sus treinta y siete años… la verdad es que lucía mejor que nunca. Llevaba en su cara una sonrisa brillante que lo adornaba mejor que ningún cuerpo bien marcado.
Reiner Köhler.

- Vi, ¿será que la primavera llegó temprano este año?- le dijo en francés, el idioma en que
  ellos siempre se hablaban.

En seguida ella dejó todo y se levantó de la silla para saludarlo con dos besos en la mejilla.

- Rein. Que alegría toparte aquí, entre tantas lenguas bípedas.

- Chère, si no pretendías toparte con aburridas damas de sociedad esta es una mala
  opción para descansar- le dijo el alemán.

Ella suspiró.
- Bueno, eres literalmente la segunda persona que más deseaba ver hoy.

Él rodó sus ojos azules con cierto humor.
- Vaya, Vi, en verdad tienes que pulir tus halagos.

-  No es como si te hicieran falta.

Se sentaron, Josú saludaba al recién llegado con la mano pero pronto volvía a la diversión que la piscina le proporcionaba.

- Pensé que llegarían hasta dentro de un par de días más.

- En realidad adelanté los vuelos por el asunto de Karthik, supongo que ya supiste lo de
  su infarto.

- Es algo que no pasó desapercibido en el mundo de los negocios, querida.
  Escuché que su asesora buscará restructurar algunas de sus empresas.

Eso era una referencia aparentemente casual como las que el Köhler siempre solía hacer.
La asesora a la que se refería era su interlocutora en ese momento.

- Bueno, él me ha pedido que me haga cargo por completo de sus finanzas a partir de
  ahora. Además de bajar los costos operativos de sus empresas, quiere todo su dinero
  fuera de la bolsa de inmediato.

Eso le hizo alzar las cejas.
- ¿Todo, dices? Eso es una locura, piensa vivir solo con sus activos, ¿o qué?

- Lo más lógico es que convierta sus acciones a inversiones de bajo riesgo fuera del
  mercado de valores.
  Me pregunto si esto se volverá una tendencia- dijo acomodándose las gafas de sol.

Reiner dejó a su mente trabajar con esa idea.
Karthik se retiraba completamente tal como había supuesto y como le había mencionado a Enzo Baladi.

- Supongo que un ataque cardiaco es una inequívoca señal de que necesitas un respiro.

- Si, un dolor en el corazón te hace darte cuenta de las cosas importantes- agregó ella
  haciendo un poco más grave el sonido de su voz- Lo cierto es que la mayoría de
  nosotros trabajamos demasiado y sin darnos cuenta dejamos todo lo demás de lado.
  ¿De qué sirve tener una casa fabulosa si ésta se siente vacía?

A una frase como esa, era obvio que le seguiría el silencio de ambos. Era una referencia obvia a la situación personal de uno de ellos.

Un mesero se acercó y Köhler rechazó tomar algo, acababa de terminar una larga sesión de ejercicio y tras tomar bastante agua no le apetecía nada salvo comer algo, cosa que haría más tarde.

- Ah, me parece que estás muy filosófica, Vi.
  ¿Venir a Lux es parte de un proceso de reconciliación contigo misma?

- Conmigo y con el padre de Josú.

Él fijó su atención en el niño.
Se trataba de un chico alegre que solía crear afectos rápidamente. La ruptura de sus padres y el constante ir y venir sin un lugar fijo de residencia no habían mermado esa capacidad aún. Pero de seguir así, quizá pronto lo haría.
Sería una lástima que las sonrisas de Josú desaparecieran en la amargura de una infancia rota.

- Supongo que Dan ha insistido que se queden con él.

- Sí y pese a que le dije que no era necesario, sé que tiene razón, que es mejor para Josú.

- Bien, eso definitivamente me da un mejor motivo que el trabajo para visitarlo a sus
  oficinas. Y es que tal como acabas de decir a veces está demasiado ocupado para dejar
  de ser mí socio y volver a ser él. El castillo durante el día es una oficina llena de ruido,
  pero cuando todos se van parece un lugar fantasmagórico. Se siente tan sólo.

Ella lo miraba irónica  y no tardó en hablar.
- Bueno, ya tuve que hacerme a la idea de que va a pasar la tarde trabajando, está con
  Andrew corrigiendo un proyecto que Roger le ha propuesto, aparentemente es un
  desastre y sorprendentemente él ha aceptado hacerse cargo.

Reiner suspiró su frustración.
- Vamos Vi, ¿a ti te parece bien que Roger le haya propuesto precisamente a él algo así?

Esa persona de la que hablaban con tanta familiaridad era Roger Miller, el CEO de Muggen.

Ella apretó los labios.
- No creas que no había pensado en eso. No entiendo en que está pensando Roger, porque
  quiere involucrarlo. No soy tan ingenua como para creer que es un favor profesional, no
  como si no pudiera encontrar otro arquitecto famoso y Dan no es precisamente barato.

Todo ese asunto francamente sonaba peligroso a nivel personal.
Y es que el sentido común que Miller mostraba en los negocios, por algún motivo no lo llevaba tan existosamente a su vida privada.
¿Cuántos problemas había tenido Vi con él respecto a eso?

- Yo sólo creo que mezclar a tus dos amores no es buena idea.

Ella se giró a mirarlo con una faz severa.
Sabía que no había un ápice de mala intensión en las palabras de Rein. Después de todo si a alguien podía considerar su mejor amigo era a él.
El alemán conocía todo de esa complicada historia y parecía brutalmente honesto en su opinión.

Victoria sabía a lo que se refería, pero incluso entonces quiso aclararlo.
- No diría que son dos amores.

“Roger” pensó ella, el verdadero motivo por el que ella se había ido de Luxemburgo ahora había pedido a Daniel que se encargase de rediseñar un casino que su compañía llevaba y lo había hecho en el momento en que sabía que ella iba a regresar.
No podía ser una coincidencia.

- En fin, ya que me ha prometido llevarme a cenar y haré que cumpla así tenga que
  sacarlo del castillo a rastras.

Köhler se acomodó en su silla mirándola. Era para un desconocido imposible darse cuenta cuando algo verdaderamente afectaba a Vi, pues ella siempre mantenía bastante buen control de sus emociones. Y no es que las ocultara –aunque sí lo hiciera- era sólo que naturalmente resultaba poco expresiva.

Victoria era una hermosa y exitosa economista, bella y lista como un zorro suizo. Y sin embargo ni siquiera alguien como ella había podido evitar las tragedias personales.

- Me parece perfecto que saques a Dan de su castillo. Ha estado trabajando
  obsesivamente desde… bueno, creo que sabes desde cuando.

Una vez más, ese asunto reaparecía en la conversación.
Vi apretó los labios nuevamente y el inversionista adelantó sus siguientes palabras.
- Así que tú eres exactamente lo que él necesitaba ahora, una brisa de aire fresco.

Pero contrario a la interpretación que generalmente podría dársele a esa amable mención, aquellas palabras lograron afectarla.

- Rein… tampoco sé que tan refrescante pueda resultarle. Sabes que estos meses han sido
  difíciles para mí.

El peliplateado soltó otra frase inesperada.
- Pues no pude evitar notar que no traes puesto tu anillo.

La conocía demasiado.
Quizá si Köhler no gustara de los hombres, ellos hubieran terminado juntos. Aunque alguna veces se habían besado, era sólo jugando.

Ella miró su propia mano, donde su diamante rosa faltaba en su dedo.
- En teoría él y yo no estamos juntos. ¿Por qué llevar su anillo?
La vista de ella se nubló un poco, opacando sus ojos.

- Mm, pensé que estaban resolviéndolo, que por eso habías venido aquí.

Ella probó su limonada, relajando los hombros.
- Vine porque Josú necesita estar más con su padre de cualquier forma. Y yo necesito
  tiempo para recordar el único lugar que considero mi hogar en el mundo.

Se alegraba de no estar hablando luxemburgués o alemán, pues para definir aquel término, no existía nada tan bello como el francés.

- Mon petit château.

Mi pequeño castillo. El lugar al que volvía.

- Pues bienvenida. Te he echado de menos, tenemos casi un año sin vernos, Victoria.

- ¡Ey, miren esto!- gritó Josú antes de dar un nuevo salto, ese niño era un excelente
  clavadista.

Si estuviera inscrito a una escuela regular, seguramente sería campeón de la disciplina, pero de momento su educación era a través de tutores particulares.

¿Podría contactar a su antiguo maestro? Se dijo ella haciendo una nota mental al respecto.
Aún con las complicaciones, Victoria estaba segura que no había un lugar mejor para estar en ese momento. Con Josú gritando divertido y su mejor amigo a su lado.

Era casi como volver en el tiempo, lo cierto era que lo único que quería era volver a sentirse en casa.

Eso le hacía preguntarse si estaba dando los pasos adecuados para recuperar su hogar.





Continuará...


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