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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Sé que los capis a últimas fechas fueron muy intensos! pero precisamente por lo mismo le estoy bajando un poco al drama, el anterior y éste son capítulos de transición, espero que no por no ser cúspide pasen de ellos.

Y otra noticia, estoy intentando acelerar las actualizaciones lo más que puedo, aunque no me será posible el volver a actualizar una vez a la semana por la temporada del año (que junto con DiadeMuertos/Halloween es la más pesada para mí), espero que no tengan que esperar un mes para las subidas, gracias por su infinita paciencia!


 

Definitivamente había sido ingenuo pensar que una vez removido el glioma todo estaría resulto y que la conexión de su existencia a ese sufrimiento constante e intenso sería cosa del pasado. Si había accedido a que le abrieran la cabeza… ¿no había sido por esa esperanza?
Pero su recuperación apenas iba a comenzar y comprender eso fue verdaderamente desesperante.

Dolía, ¡seguía doliendo! El instante glorioso al despertar de la anestesia y no estar plenamente consciente de lo que pasaba sólo fue eso, un momento efímero alimentado por la felicidad; el haber sobrevivido, el tenerlo a él a su lado, la posibilidad de un futuro. ¡Un momento de absoluta gloria!
Pero… pronto, muy pronto, necesitó más calmantes.

El dolor cambió pero seguía siendo profuso. Más pastillas, más tiempo comprado…
Y cuando el efecto de los analgésicos pasaba… la agonía volvía a apoderarse de todo y ahora, venía acompañado de otras horribles sensaciones: ¡le ardía! ¡le daba comezón! ¡Era insoportable!

Seguía sin poder ver y además comprendía que toda su cabeza estaba sumamente hinchada, ¿cómo es que Enzo podía ser tan dulce con él y tratarlo con tanta gentileza? Estaba deforme, completamente, lo sentía bajo las vendas que tentaba con la punta ansiosas de sus dedos durante el poco tiempo que estaba a solas y nadie podía verlo. Era consciente de que su apariencia debía ser simplemente grotesca, aquello lo hacía sentir absolutamente horrorizado y… humillado, más humillado en su ya mancillada autoestima.

Probablemente resultaba algo positivo no poder verse a sí mismo en un espejo. Seguramente su reflejo representaría una imagen repulsiva que no podría jamás borrar de su mente.
Y resultaba en verdad vergonzoso que el apuesto hombre que ahora era su novio sí pudiera verlo en ése estado tan repugnante. Claro, su biondi jamás le diría lo mal que se veía de verdad, no alguien tan correcto como él.

Era como un mal sueño del cual simplemente no terminaba de despertar, todo el tiempo estaba adormilado, adolorido, incómodo, torpe, frustrado, deforme y confundido. No tenía fin aquella pesadilla denigrante que golpeaba tanto su orgullo.

Se decía que aquello no iba a durar por siempre, ¡se lo decía para poder resistir!

Y trataba de facilitar las cosas para todos… pero era tan difícil.
Entendía que era un mal paciente, que era una carga, así que intentaba que no se notara su mal humor con el personal que le cuidaba y con Aitana, Viriato y Enzo, pero quizá no se esforzaba lo suficiente porque sabía que él mismo generaba un ambiente pesado y no podía evitarlo.

Aquella exclusiva clínica privada seguramente estaba llena de lujos que un hospital regular no tenía, aun así resultaba tan incómodo disfrutar aquellos “privilegios” cuando permanecía con una ridícula bata que no lograba abarcar todo su cuerpo y confinado a una cama que le resultaba molesta, sin poder acurrucarse con su persona favorita, ni poder hacer lo que le diera la gana.

- -

Un día algo inesperado inundó la habitación. Reconoció de inmediato a Nat “King” Cole cantando lentamente “El toque de tus labios”, una fantásticamente suave pieza de jazz.

Enzo… ¿quién más?
Escuchó las pisadas elegantes de sus mocasines entrando en la habitación, el sonido provenía de la altura de sus manos, debía estar sosteniendo en ellas un reproductor.
No podía verlo, pero estaba seguro que le dedicaba una sonrisa gentil y preciosa.

La canción que le siguió y la que le siguió y la que le siguió… fue todo el buen jazz.
Desconocía que el italiano supiera mucho del género, pero aparentemente se había dado a la tarea de investigar y los resultados eran magníficos. Enzo resultó tener un excelente gusto y buen tino. Pero, ¿aquello no era algo que debió haber esperado?

Ese detalle adorable lo hacía muy, muy feliz.

Los siguientes días fueron definitivamente mejores gracias a la música. Ésta tenía el enorme poder de hacerle querer estar, de hacer al mundo un sitio mil veces más disfrutable, ¿no siempre había sido así? En el espacio silencioso y estéril que siempre había sido la casa que habitaba con su padre, Reiner había encontrado en aquellos sonidos una manera de embellecer su alrededor. Nada cambiaba, el jazz seguía dándole alegría… él amaba aquellos sonidos.

Y reconoció que toda la conversación en adelante giró alrededor de lo mismo; su pasión, las bandas que él consideraba eran las mejores, las canciones más grandiosas y el por qué lo eran, los discos más icónicos, la historia de aquel estilo, su estilo de composición único, y básicamente: él hablando de jazz.
Probablemente estaría aburriendo a todos. De pronto echó de menos a Zia.


- -


Las cosas fueron cambiando, el dolor fue cediendo muy poco a poco, se fue acostumbrando a pasar en ése cuarto sus días y el momento en que podría salir de dudas sobre si recuperaría la vista estaba próximo.

Parecía que todo se hubiera relajado.
Enzo y los portugueses pasaban tiempo en su cuarto platicando de cualquier cosa con música de pianos ágiles, roncos saxofones y energéticas baterías.

El publirrelacionista era un excelente conversador y la charla siempre era amena y divertida. Siempre lo había admirado por eso, la forma en la que manejaba a la gente a su antojo era un verdadero don suyo. Se había descubierto riendo con ellos, escuchándolos con entusiasmo… los parloteos siempre eran alegres y ligeros, como si todo en el mundo fuera algo hermoso, como Enzo mismo.

Lo amaba, lo amaba tanto por eso. Por todo lo que estaba haciendo por él. Reiner sabía perfectamente que aquello era el amor de ese joven; terso, bello y fuerte, como su dueño.

Su médico lo veía a diario, su humor que tanto había odiado al principio ahora reconocía que era incluso ingenioso. El Dr. Vilt era una absurda eminencia en su ramo, toda la clínica se lo decía, así que probablemente había buenas razones para que fuera ser tan presuntuoso.
Sea como fuera, ese tipo, idiota o no, le había salvado la vida. No es como si aquello no le hubiera costado una fortuna, claro, pero no podía sino estarle en verdad agradecido más allá de cuestiones mundanas.

Además, éste no parecía no darle importancia al hecho de que Baladi fuera evidentemente algo más que un muy incondicional amigo suyo, no era como si su rubio o él mismo alguna vez hubieran hecho o dicho nada “inapropiado” frente a él por supuesto, pero existían toda clase de personas en el mundo y cualquier otro podría haber soltado algún comentario o mostrado su desagrado. Contrario a eso, ese doctor mostraba consideraciones para Enzo como su compañero, pacientemente le explicaba todo lo que preguntaba, le permitía quedarse durante las examinaciones y quizá… era más amable con éste de lo que lo era con él mismo. Ese cirujano entendía que ellos eran una pareja y los trataba como si fueran marido y mujer. La idea incluso… era un poco divertida.


- -

Como no había mucho que hacer, dio de alta una línea telefónica y Victoria no tardó en ser de las primeras en llamarle, escuchar su voz animadamente al otro lado, cuando ella no solía mostrar mucho su entusiasmo en general, le hizo sonreír por largo rato. Daniel fue el segundo, él no sonaba tan feliz como su hermana menor pero comprendió de qué iba el asunto, ¿por qué su amigo siempre estaba mal a últimas fechas? ¿No por Kyan Novak?

Enzo parecía hacerse el desentendido cada que el señor Lascurain le marcaba, pero también sabía que el asunto de una forma u otra, tenía que ver con ése ácido luxemburgués amigo suyo. Aquello hacía sentir a Reiner en medio de un fuego cruzado y usualmente encontraría divertido el echar leña al fuego y sentarse a ver, pero no tenía intenciones de hacerle pasar mal rato a ninguno de ambos, así que decidió limitar aquellas charlas a cosas simples.

Lascurain mismo tampoco parecía dispuesto a tocar en absoluto el tema de su vida sentimental, actuando como si su corazón roto no existiera. Con Cath no había ocultado lo mucho que había sufrido, pero ésta vez… se había vuelto una jodida tumba. Algo había cambiado en él y aunque no supo atinar en qué exactamente consistía… lo intuía.

El silencio de Dan decía mucho más que sus palabras vanas, infinitamente más.
Quizá lo que ese portugués había terminado por sentir por Novak fuera más profundo e intenso que lo que había sentido por Catherine, ¿podría tratarse de eso? Era casi imposible de creer dado que él sabía a qué grado había amado a su esposa, pero… aquello era lo único que explicaba esa extraña negación que presenciaba.

Podría ser también que su cercanía a ese ácido financiero al final hubiera resultado demasiado para alguien que estaba herido por tantas pérdidas y tal vez Dan… había sellado su corazón… finalmente. Siempre había temido ese momento a decir verdad.
Aquella frialdad que escuchaba al otro lado de la línea era escalofriante por ser tratarse de ese cálido y apasionado portugués. ¿Sería algo irreversible?
Le inquietaba pensar que sí.


- -


El día llegó. Examinarían su vista.
Sentía tanta ansiedad que su corazón andaba a galope.

Por un segundo, pensó en todo ese tiempo de incertidumbre que aunque había sido terrible, representaba una especie de bendita ignorancia en que podía fantasear el mejor escenario. Si resultaba que sus nervios ópticos estaban dañados para siempre y que no habría remedio alguno, saberlo sería muy duro.
Claro, prefería enterarse. Aunque las noticias no fueran a resultar como esperaba no iba a huir del asunto, era ridículo tanto como lo otro era inevitable.

El asunto de su ceguera lo ponía mal por algo más allá de sí mismo, porque no dejaba de pensar en que su pareja no merecía atarse a un ciego de por vida. No se trataba de hacerse menos, seguramente encontraría la manera de tener una vida lo más funcional posible, pero eso… no era lo que quería para alguien tan extraordinario como su rubio.
Incluso consideró la posibilidad de pedirle que lo dejara si sus ojos eran incapaces de volver a ver, pero también suponía que el otro no lo haría. Era irónico pensar que, incluso entre toda aquella negatividad, la certeza de que su amado no fuera a abandonarlo pasara lo que pasara, fuera algo positivo. Y eso le daba las fuerzas que necesitaba para escuchar la verdad, por horrible que ésta pudiera ser.

Todo aquel torbellino en su cabeza le hizo comprender algo. Pese a que todo lo que ocurría girara alrededor de sí mismo, no podía dejar de pensar en Enzo, en cómo lo estaba involucrando, en todas las situaciones a las que lo sometía sin quererlo, en cómo lo afectaba aunque no dijera nada. Enzo le preocupaba más que su propia persona, aquello debía ser… lo que significaba de verdad amar a alguien.

Lo que seguía tenía el potencial de cambiar su vida para siempre. Y la de ese joven también.

El neurólogo pidió a los que estaban en aquel cuarto que se retiraran, pero tras una corta pausa, agregó: “Claro, si el señor Köhler lo prefiere, puede usted quedarse”. Esto último lo decía, por supuesto, a su dedicado novio.

Buscó su mano, para que no se fuera también.
- Te quiero a mi lado- dijo.
- Entonces aquí estaré- le escuchó responder cordialmente.

Sintió las manos del cirujano sobre su cabeza, le giraban suavemente para inspeccionar las vendas y ver dónde empezar. Después de un sonido de tijeras, el vendaje comenzó a aflojarse, cada capa de ésta fue desapareciendo…

Apretó la mano que sostenía intentando controlar su ansiedad.
“No quiero estar ciego” pensó “No quiero ser un mal compañero para tu vida”.

De pronto, pudo sentir el aire sobre su piel, sus ojos estaban cerrados y sintió una extraña ligereza, incluso así, estaba seguro de poder ser capaz… de percibir luz.

Una emoción infantil recorrió su cuerpo, llenándolo de una anticipada esperanza.
Su lado más cerebral contuvo aquella alegría, tenía que cerciorarse.
Pero… ¡no era su imaginación!
¡Podía distinguir luz!

- Abra muy lentamente sus ojos, no se apresure. Puede que duela, es normal- le era
  explicado.

Sí, dolía, como si fuera un recién nacido y sus ojos comenzaran a funcionar por primera vez, pero aquel escenario difícil de definir, completamente borroso… no era obscuridad.
Ambos ojos… veían, pobremente, ¡pero lo hacían!

Y aunque no era verdaderamente capaz de ver con definición, lo que primero que visualizó deficientemente resultó lo más hermoso del mundo.
Enzo Baladi.

Él le sonreía sin contener su emoción, portaba una preciosa sonrisa que le dedicaba sólo a él y que lucía sobre su apuesto rostro ¡completamente bella y deslumbrante!
Su rubio parecía tan feliz pero… entonces… comprendió que aquella no era la imagen exacta de su persona que tenía guardada en su memoria. Aunque no podía reconocerlo del todo bien… había algo distinto.

Era la primera vez que veía el estrés al que lo había sometido.
Bajo sus ojos esmeraldas se asomaban un par de ojeras violáceas, su rostro estaba lleno de cansancio y tenía un tono cenizo. Sintió una espina de culpa por enturbiar aquella belleza tan sublime.

Le tomó del rostro, acariciándolo, estremecido por ser capaz de tener el privilegio de volver a verlo.
Enzo, su precioso Enzo.
Quizá él no luciera tan radiante como siempre, pero aun así, era mil años luz más magnífico que nadie sobre el que hubiera posado sus ojos jamás.

- È come se ti vedessi per la prima volta, ricordi? Su quella barca*- le dijo en el idioma
  que solían usar entre ellos, excluyendo de la conversación al médico que estaba ahí
  parado.
*/Es como si te viera por primera vez, ¿recuerdas? En aquel barco.

- Señor Köhler- quiso interrumpirlo a quien ignoraba.

¡Pero no le importaba nada de que Vilt pudiera decirle en ése momento!
¡Estaba a la mitad de algo!
¡La emoción estaba superándolo!

- Y tal como en aquel entonces… no dejo de pensar al mirarte, que en verdad eres el
  hombre más hermoso que existe en el mundo- susurró, sin poder hacer más nada
  que dejarse llevar, ¡verlo le provocaba una emoción intensa que era incapaz de controlar!

Sus apasionadas palabras sorprendieron a su amado, cuya dicha lo estaba llevando al límite de sus sentimientos. Bien, le gustaba poder sorprenderlo así. Y aún no terminaba con su ridículo discurso.

- Y ahora, después de todo lo que ha pasado… puedo verte en verdad, la persona que eres
  más allá de cualquier imagen que registren mis ojos. Soy tan afortunado de estar aquí,
  de poder ver, de que estés a mi lado, Enzo.

Sus palabras parecían enternecerlo.
Se sonrieron el uno al otro, mirándose profundamente.
Estaban tan cerca que sus ojos se encontraban con intensidad.

- ¡Necesitaba tanto ser mirado por ti de nuevo, Rein!- exclamó el otro, con la voz
  quebrada.

Al parecer había perdido aquel tono controlado en su verbo. Los días anteriores había escuchado a Baladi hablar con una tesitura suave y estudiada, esta voz de ahora le gustaba más, era más auténtica.

Aun sin creer su suerte, acarició el rostro del hombre de su vida, poniendo a prueba la tolerancia de ése médico al que seguramente nadie contrariaba.
Era entretenido sacarlo de sus casillas, sí, pero lo verdaderamente fantástico de ése momento ¡era saber que no sería una carga para Enzo el resto de su vida!

No pudo evitar sonreír como un idiota.
Aquel… debía ser el segundo mejor día de su vida.

Esta vez no le importó estar frente a Vilt, besó a quien amaba.
Fue algo un poco tonto cerrar los ojos al sentir aquellos suaves labios contra los suyos, pero había pasado las últimas semanas en completa obscuridad y ahora comprendía que no necesitaba sus ojos para muchas cosas, como besarlo así, acariciar su largo cabello así, inundar sus oídos de una ronroneante respiración así…


- -


Después de ése episodio, todo lo malo pareció dejar de existir.
Quizá era por el cambio en su actitud, seguramente era así, pero ahora simplemente no podía dejar de sonreír, de bromear, de ser feliz.

A veces era un estúpido, tuvo que reconocerlo.

A medida que obtenía de vuelta todo lo que había perdido, era como si su vida volviera a tomar su propio ritmo. Daba caminatas por la clínica, charlaba con la anciana de la habitación de al lado cuyo nombre era igual al de su madre y simplemente… era dichoso de poder existir.

Una tarde, después de un largo día de extenuantes examinaciones, volvió a su habitación para encontrarse con una fantástica y hermosa sorpresa; cientos flores adornando por doquier todas las superficies. Amarillas, rosadas, blancas, azules, un banquete de preciosos colores iluminaban aquel cuarto de hospital.

- Quiero que tus ojos vean algo bello, Rein- fue la explicación ¿de quién más?

Ese regalo le encantó, sí, las flores eran preciosas, pero ese sujeto encantador lo era más.
- Veo algo bello todo el tiempo, Enzo- le contestó.

Envueltos en el aroma dulce, Köhler lo atrapó por largo rato entre sus brazos, negándose a dejarlo ir. Aquella posición, el calor que sentía de su esbelto cuerpo acomodado a su lado le hizo recordar… como echaba de menos escucharle escapar jadeos.

No podría hacer esfuerzos físicos en dos meses más.
No dudaba que eso tuviera su lógica, aquella era una regla que estaba lejos de existir para fastidiarlo, ¡pero vaya que lo hacía!

No poder hacer ningún tipo de ejercicio lo molestaba. En realidad, le venía irritando desde hacía mucho, porque él solía hacer dos horas de ejercicio diario como mínimo y entre los dolores, su debilidad y su decaimiento, hacía mucho que no lo hacía.
Y obvio, eso incluía al sexo. ¿Cuándo había sido la última vez que había sacado aquella frustración?

Ahora que las cosas entre él y el italiano estaban mejor que nunca, no podía tocarlo y claramente el otro tampoco daba pie alguno a que las cosas subieran de nivel en ése aspecto. Enzo era sumamente firme en eso cuando el rumbo de la conversación se volvía insinuante y se alejaba cuando el contacto entre ellos comenzaba a ser intenso.
Era frustrante ser rechazado por él, pese a que entendía perfectamente sus razones.

Dos meses. ¡Era difícil creer que pudiera pasar tanto tiempo sin poder hacerlo con el hombre con el que ahora, finalmente, llevaba una relación!


- -


Con el paso del tiempo, su vista se fue aclarando más y más.
Las figuras se definían, todo comenzaba a recobrar el sentido.

También se sentía más fuerte, estaba recuperando su peso.

Su charlas con Vi comenzaron a ser de negocios, ella era su asesora financiera y había quedado arbitrariamente a cargo de sus inversiones sin ninguna directriz más que su criterio propio y probablemente había aguardado a que él tocara el tema para no abrumarlo. Como era de esperarse, todo marchaba bien, más que bien.
Seguía siendo rico, algo menos de qué preocuparse, pensó cínicamente.

Sí, su vida comenzaba a tomar su rumbo de nuevo…cada aspecto de ésta, poco a poco.


- -


Una tarde pensó en Sylvan.
Haber cortado comunicación con el mundo hacía que no tuviera noticia alguna de él y eso muy en el fondo le hacía sentir intranquilo, porque sabía la verdadera naturaleza de aquel muchacho, el peligroso límite que estaba seguro podía cruzar en cualquier momento.

Había soltado mucho dinero a aquella institución para que se hicieran cargo de él y lo cuidaran todo lo que él mismo era incapaz de hacer.

De la misma forma también podría justificarse diciendo que la última vez que había sabido de Sylvan, éste no sólo había recuperado su voz, sino clamaba estar mejorando. Ese chico estaba siendo positivo respecto al futuro y eso le hacía sentirse aliviado, pero lo cierto… es que más allá de los progresos que D´Oria parecía tener, él mismo se había dejado llevar por sus propios problemas, que no eran pocos, y no le había dado seguimiento al asunto.

Sí, había estado en un estado lamentable, envuelto en una agonía terrible y a la espera de una muerte probable, pero… al final del día, había sido egoísta, ¿o no?
Siempre había criticado a todos los que habían dejado de lado a ese joven y de pronto, no era salvo uno más de aquella vergonzosa lista. Quizá… su inquietud no fuera otra cosa que un sentimiento de culpa, pero el asunto estaba tan silencioso que era inevitable sentirse extrañado.

Se prometió ponerse al tanto de su situación en cuanto le fuera posible, pero… tampoco quería discutir con Enzo respecto a Syl, no ahora que finalmente todo marchaba tan bien entre ellos. Pero eventualmente ese momento iba a ocurrir, y a esa bomba rubia no iba a hacerle absolutamente nada de gracia. Tendría que hacerle entender que había prometido ayudarle y que había empeñado su palabra, que D´Oria no le importaba de una manera equivocada, que Enzo era la única persona que existía para él… no obstante, también sabía que llegado el momento, nada de eso le importaría a su compañero y que ninguna explicación lo dejaría satisfecho y además, estaba muy seguro que éste le haría saber de su inconformidad con todo el ferviente odio que parecía destinarle a aquella familia.
Aguardaría a volver a Luxemburgo para contactarse con la clínica y con él.


- -


Finalmente pudo irse de aquel hospital.
Dado que estaban en Berlín, no existía en realidad un hogar al que pudieran ir, pero prefería estar mil veces en esa residencia rentada que en aquella estéril instalación.

Tenía que decir que echaría de menos Gizel, aquella vecina del cuarto de al lado, su idiosincrasia burguesa le entretenía, era evidente que esa mujer era muy adinerada y no tenía mucho que hacer en la vida más que rodearse de costosos cuidados mientras aguardaba el fin y se quejaba, pero aun así… era extrañamente agradable charlar con ella, quizá porque nunca había podido pasar tiempo con su propia madre y la proyectaba en ella debido a que compartía su nombre con la mujer que le había dado la vida.

Dentro de su nuevo ambiente, algo más no tardó en molestarlo. No tener a su disposición a aquel harem de enfermeros, obligaba a Enzo y Aitana a atenderle. Ambos lo hacían sin chistar, ni quejarse, ni mostrar fastidio alguno. Con la joven no había problema, ella estaba acostumbrada a aquello y quizá por eso no le causaba conflicto, pero ver a Baladi volverse parte de aquel servicio… le molestaba. Porque aquello era un desperdicio de todo el talento que él poseía. ¿Cuánto tiempo más iba a depender de él?

Y además, también resultaba mucho más tentador poder pasar más tiempo a solas con aquel irresistible joven. Admitidamente estaba teniendo problemas para controlar sus impulsos, quería tocarlo, más y más, usar su recuperada vista para admirar su cuerpo estilizado y desnudo, su rostro hermoso sonrojado por el placer, su cabello dorado, largo y brillante repartido en esa cama más suave y más amplia que sin problemas podía contenerlos a dos y rechinar bajo su peso. ¡Era tan difícil contener el deseo de hacerle el amor a una criatura como ésa!

¡¡Mierda!!
¿Cuánto más tenía que esperar volver a ser completamente él?
Su paciencia se estaba agotando.

Pero tenía que admitir que, pese a todas y cada una de sus quejas y frustraciones, cada día era mejor que el anterior. Y al final, ¿no poco a poco las piezas del rompecabezas se iban acomodando?  ¿No en ése momento tenía más de lo que jamás había tenido en toda su vida?

Era el hombre más afortunado del mundo.
Y esta vez sería lo suficientemente cínico para aceptarlo.




Continuará...


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