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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Estoy muy emocionada con el siguiente capítulo porque revela algo que había ocultado durante TODO el fic. *nervios*
Estamos en etapa de revelaciones de todos modos así que espero lograr sorprenderlos!

Y bueno, también algo excitante que está a punto de pasar es el review 900! La expectativa me está matando!
Si checan el número de reviews que me da la página aparece que ya hay 900 PERO no sé que cosa le pasa al sistema de AY que me pone un comentario extra que no existe, no sé si es un bug o algo, pero falta uno para llegar a ese número, que será de hecho, de la primer persona que comente este capi.

Muchas gracias por leer esta historia y por supuesto, por regalarme unas frases, hacen que toda la locura que ocurre en mi cabeza tenga sentido! Las quiero mucho!

 

Había vuelvo a aquella casa envuelta en sombras como tantas veces antes, pero ahora alguien le acompañaba a ese viaje, Kyan Novak. Hoy era un día especial sin duda.

Tras darle una copa de vino, lo había dejado a que la bebiera mientras subía al primer piso, rumbo a la habitación principal. Kyan había dicho que no tenía más paciencia y podía comprenderlo, ella tampoco podía esperar más.

Tuvo que sujetarse del pasamanos para poder conducirse a través de aquella larga escalera. ¡El simple caminar ahora era un calvario!
Su espalda estaba llena de costras recién formadas que pegaban su ropa a ellas, era incapaz de curarse apropiadamente y la idea de exponer los resultados de aquellos latigazos a la vista de un médico haría que surgieran dudas y… ya no tenía tiempo que perder. Y de todos modos, no era como si alguna vez hubiera tenido consideraciones con su cuerpo.

Abrió la puerta de la alcoba y como no existía luz que encender, tuvo que acostumbrar sus ojos violetas a la obscuridad. Pudo verlo, el cuerpo de su hermano mayor yacía envuelto en un ovillo apretado sobre la cama.

Su cuerpo en posición fetal… lucía tan vulnerable.

Fue hacia él y posó su mano suavemente en éste, deseaba hacerle reaccionar pero a cambio él no se movió en absoluto.
Con sumo cuidado, subió a la cama, buscando moverla lo menos posible e incomodar a Rick, una vez los dos juntos en el lecho, se recostó a su lado. Él continuaba inmóvil muy dentro de su capullo de invierno.

Sabía que la actitud de su hermano era una respuesta a su incapacidad de soportar la realidad, y ¿quién era ella para juzgarlo si había hecho lo mismo cientos de veces aunque de otras maneras?

Acarició las hebras de color rubio cenizo de su cabello, dándose un momento para envolverse con su reconfortante aroma, para sentirlo respirar entre sus brazos apenas perceptiblemente. Apretó su cuerpo contra el suyo, se sentía frío pese a estar envuelto en tantas capas de cobijas.

No se amaba a sí misma y aunque había deseado tanto amar a Sylvan nunca lo había conseguido así que esa persona que tenía en sus brazos era probablemente la única a la que quería en el mundo.
Siempre había sido así. Haría lo que fuera por él. Lo que fuera.

Su hermano mayor… era todo para ella. El único con quien había podido ser ella misma sin miedo a ser juzgada, el único D´Oria dispuesto a verla y quererla sin importar qué.

¡Era tan triste saber el destino de su amado hermano!
¡Y tan doloroso verlo en ese estado! ¡En ese limbo infinito y solitario!

Sus dedos tentaron las cobijas, encontrando el lugar donde iniciaban, comenzó a descubrirlo muy lentamente.

Ante la impotencia de Ricard, no había podido hacer otra cosa que buscar aliviarlo. Si él se sentía incapaz de actuar y se torturaba por eso, ella haría lo posible porque no tuviera que sufrirlo, sería ella la causa por la cual no pudiera tener acción alguna, asumiría esa culpa. Si ya antes había aceptado ser su voz, bien podía ser sus brazos y sus piernas. Le sabía bien sacrificarse por su querido Rick, ¿no el dolor al fin y al cabo siempre tenía un propósito? Y lo mejor es que fuera lo más noble posible.

Cuando lo destapó por completo, pudo mirar los amarres que le había hecho en el cuerpo perfectamente conservados. Él no había hecho esfuerzo alguno por liberarse, las sogas bien apretadas en sus muñecas y sus tobillos, la mordaza de cuero en su boca, el antifaz en sus ojos… todo seguía ahí, permitiéndole ser libre, quitándole el peso de tener que enfrentar al mundo.

“Rick, ¿cómo te sientes?
 He traído a alguien, te lo prometí, ¿recuerdas?
 Él está aquí. Kyan Novak”.
 Vino por ti.”

Aún sin su intervención, él no le respondería, ni con palabras ni con movimientos, negándose a existir. Él jamás vería lo valiosa que era la oportunidad que le ofrecía, lo mucho que ella misma había tenido que pasar para conseguir ese encuentro.

“Rick levántate.
 ¡Levántate! No te quedes ahí. Abre los ojos.
 Rick, él está aquí. Él ha venido a verte.
 Te traerá de regreso.
 ¡Rick!”

Habría querido… decirle todo eso.
¡Había llevado a Key hasta ahí por él!
Pero sabía perfectamente que Ricard estaba completamente derrotado, sin vida.
Y en ese punto… sólo había una cosa más por hacer.

- ¿Consolando a tu amor platónico?- dijo una voz dentro de la habitación.

La sorpresa fue tanta que le hizo sollozar.

No.
¡No podía ser!

Pasmada, Sylvane se incorporó en la cama, buscando a la persona de la que provenían esas palabras. Pero no es como si no pudiera saber su identidad.
Se trataba… de su otra mitad.

Sylvan se aparecía ahí, perfectamente vestido con usual traje de corbata apretada, de cabello perfecto y expresión controlada. Y parecía más cómodo y relajado que nunca.
¿Cómo era todo eso posible?

- No pierdas tu tiempo, hermana. Yo soy el único que puede escucharte.
  Ni Rick, ni Kyan, ni Reiner, ni B ni el Gran O, nadie más que yo.

¡Cada que ella lo oí hablar, lo odiaba más!
Porque él quería ser escuchado y tomaba la batuta, se hacía a sí mismo el importante, el único. Pero en una mitad, no había uno, sino dos. ¡Y ella conseguiría hacerse oír aunque no pudiera hablar!

Su gemelo estiró su mano hacia ella y la tomó de la babilla, con fuerza. La hacía mirarle.
Y era como verse en un espejo.

“¡No me toques!”
Le dio un manotazo que la liberó, pero una extraña sensación de humedad quedó plasmada en su mentón, ¿esa mano estaba mojada?

Era rojo. Sangre.
La misma sangre que ya alguna vez había visto sobre su cuerpo tras ella misma haberlo acuchillado.

“¿Cómo puedes estar aquí? ¡Yo te silencié!
 ¡Tú no deberías existir! ¡Yo soy la única que debería!”

Recordaba claramente como había acuchillado a su gemelo tras haberlo hecho ir a un lugar solitario y clavado muchas veces un filo dentro de él, ¡nunca olvidaría haber visto sus ojos agonizando! ¡Aquello había sido real!
¿O no?
…¿o no?

Sylvane pareció perderse en aquel pensamiento, confundida y horrorizada.
¡¿Acaso había soñado todo eso?!

Sylvan reía.
- Yo no debería existir, ¿dices?
  ¿Cómo puedes decir eso, precisamente tú?

Ella alzó la vista nuevamente para enfrentarse a su rostro.
Esa mirada perversa sólo vaticinaba que él estaba a punto de hacer algo horrible.

- Tú siempre fuiste mi mitad que no debió nacer- declaraba, definitivo- ¡Yo jamás debí
  permitirte tomar control!
  Mira el desastre que has hecho.
  Tus deseos siempre han sido tu perdición… Sylvane, mi perdición…

¿A qué se refería con todo eso?
¿Cómo es que era posible verlo perfectamente bien frente a ella? ¡Si lo había asesinado!

- Quise matarte tantas veces- seguía su hermano, en el mismo canal que ella- ¡Le pedí a
  Olaf que te destruyera!
  Pero… de nada sirvió, porque nunca tuve el valor de realmente acabar contigo. No pude
  renunciar a ti y lo que significabas, ¡ansiaba tanto que fueras tú en vez de mí quien
  existiera en verdad! ¡Quien escapara de esa prisión que quería llamar hogar en Turín!
  ¿No es por eso que apareciste? ¡Yo soy a fin de cuentas el culpable de esto!

  ¡Porque tú eres yo!
  Y si yo soy tú… entonces así es el asunto: a menos que no quieras tu propia destrucción,
  no lograrás eliminarme. No lo olvides… eres mi otra mitad, parte de este uno.


No.
No.
¡Eso era mentira!
Lo era. ¡Tenía que serlo!

“Yo te maté.
 ¡Yo los maté a todos! ¡Todos los que me hicieron daño!
 ¡¿Por qué has vuelto?!”

- Porque quiero que abras los ojos, que veas la realidad que estás negando, la locura que
  estás haciendo.

“¿De qué estás hablando?”
 ¿De qué realidad hablas?”

Su hermano le tomó de las manos, la sangre la ensució por completo.
Le daba algo, algo inesperado.

- No es algo que no quieras, tú misma lo has tomado.
  Acaba contigo, Syl.

Era la pistola de Olaf que ella había tomado del Vinnart antes de incendiarlo. Esa que contenía seis oportunidades.

Pero su gemelo se equivocaba, no había tomado el arma para suicidarse.
¡Eso hacía claro que él estaba mintiendo!
¡Sylvan no podía leerle la mente, controlarla o ser su origen! ¡Eso era sólo una idea delirante de su hermano mayor!

¿O no?
… ¿o no?

- No, no lo es- aseguraba el otro, atinando a sus pensamientos.

Eso la llenó de horror.
No. No podía ser cierto.
¡Ellos NO eran uno!
¡Sylvan sólo estaba queriendo confundirla, hacerla sentir enloquecer!

- Tú eres lo que no me permito admitir de mí mismo.
  ¿Cómo es que no puedes entenderlo, Sylvane?
  Si yo ya lo he aceptado, ¡es hora de que lo hagas también!

“¡No! ¡Cállate!”

- Tú viste las grabaciones que el Gran O mandó, ¿no es cierto?
  No he sido yo quien te lo ha contado, las escenas puedes evocarlas en tu propia mente
  porque fuiste tú quien las miraba en el teléfono.

Supo de inmediato a qué imágenes se refería, ¿cómo tener dudas si aquello la había perturbado tanto?
El obscuro amo le hacía ver algo tórrido. La linda enfermera estaba desnuda, amarrada, mojada y autorizaba aterrorizada su propia tortura pese a que ésta ya había comenzado. Pero esa sólo sería la primera cinta.

La siguiente no tenía a la letra B como su víctima. Sino a su hermano, S.
Él miraba con los grandes y elegantes ojos violetas que compartían a la cámara, también estaba desnudo y cubierto de sudor, pero no parecía asustado pese a lo dilatadas que se mostraban sus pupilas abiertas como un par de malvas en primavera.

Debía ser algo horrible la situación en la que se encontraba, sin embargo había algo que no entendía; la expresión que tenía. En el mismo rostro que el suyo.
Éxtasis.
Podía verlo rozando el paraíso.

- Haz… haz con Sylvane lo que quieras, Gran O- decía mórbidamente, sonriendo a la
  cámara.

No.
No. No. No.

¡Era como verse a sí misma pidiendo algo sórdido y obscuro, con una total necesidad!
No él, sino ella.
Una misma persona.

- Sólo… destrúyela, destrúyela antes de que me destruya a mí… y a todos.

Aquel recuerdo soltó las lágrimas de la muchacha.

- Ese video te hizo volver, pese a todo mi esfuerzo por hacerte desaparecer.
  Tú misma admitiste que ocurriera contigo todo lo que te pasó, culpaste a Olaf y a mí,
  pero estabas equivocada.

“¡No!”
Ser tratada como un objeto le había debilitado el sentido de la identidad, eso debía ser… sólo una secuela de lo que el Gran O le había hecho.
¡El del video era Sylvan, no ella! ¡Ella había silenciado su voz!

- ¿Cuánto tiempo más vas a estar en negación?- le impedía huir de aquella idea su
  hermano gemelo.
  O, ¿dónde te encontrabas mientras yo estaba internado en aquella clínica? ¡Sólo piénsalo!

  Alguna vez Olaf me explicó que las alucinaciones son mecanismos de defensa para evitar
  la censura del super yo y si alguien sabe sobre censurarse a sí mismo soy yo, lo
  hice por años para complacer a todos.

  Verte en éste momento adueñarte de mis acciones era sólo proyectar fuera de mi mismo
  mis deseos más profundos, esos que tanta ansiedad me provocaban y pensar en ti como
  algo real funcionó para aliviarme… por un tiempo.

  Pero al final, resultaste peor remedio que la enfermedad.

 

Sylvane se replegó en aquella cama, totalmente atónita negando con la cabeza.

Estaba intentando contenerse, pero… no podía. ¡Él no iba a hablarle así!

¡No iba a seguir escuchando sus provocaciones! ¡Oyéndolo hacer algo tan absurdo como negar su derecho a una existencia!

Alzó su brazo, apuntándole con el arma que él acababa de poner en sus manos, directo a su cabeza mentirosa.
¡Si había sobrevivido a ser acuchillado ahora probaría meterle una bala en el cerebro!

¡Quería matarlo!
¡Quería destruirlo!
¡Tal como Sylvan! ¡Igual a él!
Como si fueran… ¿uno mismo?

- ¡Eso es perfecto! ¡Dispara!
  ¿No te lo dije? Si jalas ese gatillo, mis sesos volarán por el aire. Y los tuyos también.

No. ¡No iba a escuchar aquella locura!

Pero…
… pero

- Sylvane, esas municiones sólo deberías destinarlas a mí.
  Soy yo el que te he provocado todo el dolor de existir. Tú lo sabes perfectamente.
  Soy esa dosis de realidad de la que no quieres despertar. ¡Así que acaba conmigo!

La mano de la joven temblaba mientras era mirada por su otra mitad sin un ápice de miedo.
La seguridad de Sylvan… destruía la suya.

“Si quieres que muramos, no voy a complacerte” decidía ella, bajando lentamente aquella pistola, “yo tengo mis propios planes y no vas a detenerme ahora que estoy tan cerca de lograrlos”.

Se guardaba el arma, sin despegarle la vista. Su gemelo era escalofriante en ese momento, con las manos ensangrentadas, deseoso de morir y diciendo cosas sin sentido.

- Aún… no lo comprendes, ¿verdad?
  Me temo que será demasiado tarde para cuando lo hagas.

La puerta de pronto se abrió, interrumpiéndolos.

Kyan Novak estaba de pronto en la entrada de aquella alcoba, su mirada color miel tan fascinante se clavó en ella. No en Sylvan, no en Rick sólo… en ella.

El luxemburgués no parecía entender lo que ocurría.

- ¿Qué es lo que está pasando?
  Esta casa esta casa está vacía, ¿no es cierto?
  ¡¿Dónde está Rick!?

¿Dónde estaba Rick? Exigía saber.
Ella miró hacia la cama, donde su hermano mayor permanecía atado.
La presencia de éste solía ser desde hace un año algo inestable, él no siempre acudía a su llamado pero… ahí estaba ahora. Listo para ese reencuentro.

Pero entendía por qué el hombre que lo amaba era incapaz de verlo. Pronto remediaría eso. Los haría estar juntos.

Claro que comprendía la dificultad de su deseo, aquello era algo que sólo podría hacerse… de una manera.

- ¿Acaso te estás burlando de mí?- la acusaba el financiero, ofendido ante lo que a su
  parecer era sólo ella en aquel cuarto.


- -


Justo antes de abrir aquella puerta, había escuchado la voz de un chico.

Pero adentro de la habitación solo estaba Sylvane sobre la cama, su expresión de sorpresa fue aún más desconcertante.

- ¿Hay alguien más aquí o sólo me estás haciendo perder el tiempo?
  ¡Contéstame, Sylvane!

¿Qué demonios estaba pasando ahí?
Esa niña…

- ¡No puedo creer que te creyera una palabra!- exclamó el castaño- ¡Soy un idiota!

En seguida dio la media vuelta, listo para dejar aquella casa.

- ¡No necesito esto! ¡No justo ahora!
  ¡Me largo!- vociferaba, abandonándola.

Se iba, despidiéndose en ese mismo segundo para siempre de la idea de tener un cierre con Ricard.

¡No volvería a invertir nada de energía en ese asunto de nuevo!
¿Cómo es que había creído que algo bueno saldría de todo esto? ¡Nada bueno había salido nunca de querer arreglar las cosas! ¡Nunca!

¡¿No era obvio que el destino lo odiaba?!
¡Sin importar cuánto deseara componer las cosas!
Jamás tendría… su final feliz.

- ¡Espera!- volvió a escuchar la voz de ese joven una vez más.

Eso consiguió detenerlo.
Esa voz de nuevo… ¿cómo?

Rotó sobre sus talones, impávido. La imagen que había visto antes al entrar, seguía siendo la misma. No, no había nadie salvo Sylvane ahí.

¿Cómo?

- No puedes irte- le escuchó decir, la D´Oria lo miraba fijamente, era ella quien había
  hablado, no había duda ahora- No aún.

- Puedes hablar- señaló, incrédulo- y tu voz no es la de una chica.
  Tú… tú me has mentido todo éste tiempo.

Comprender eso fue devastador, fue perder lo último de sus esperanzas en el mundo que lo rodeaba. Había querido creer en “ella” y ahora se daba cuenta que cada cosa que había creído de esa persona había sido una potencial mentira. ¡Al igual que cada una de sus expectativas!

¿Por qué? ¿Por qué había creído algo diferente?
¡El universo era completamente una mierda!

- Ricard jamás tuvo la intensión de verme- murmuró, entendiendo
  también eso, antes de quedar sin aliento.

Un golpe más cuando era poco lo que podía soportar.

Sylvane bajó de la cama.
Estaba muy seria.

- Si es verdad que puedes hablar, ¡dame una explicación!
  ¿Por qué me trajiste aquí?

Su teléfono móvil comenzó a sonar, con terrible sentido de la oportunidad.
Kyan decidió ignorarlo, atento a lo que la persona que tenía enfrente pudiera decirle, pero de pronto… algo le hizo cambiar de parecer.

El ambiente era tan extraño. Un instinto dentro de sí mismo le dijo que debía contestar esa llamada y conectarse con el mundo de fuera. No supo explicar ese impulso.

- ¿Diga?

Sylvane caminaba hacia él lentamente.
Sus ojos violetas eran intensos y aterrorizantes.

- ¡Key!- decía alguien a quien conocía perfectamente, del otro lado de la línea- Sé que me
  vas a odiar por lo que voy a decirte, sé que quizá no quieras volver a hablarme nunca
  más, pero ¡tenía que hacerlo!
  ¡Quería entregarte la verdad que no pude darte la primera vez!
  ¡Y lo que encontré tengo que decírtelo! ¡Tú tienes que saberlo!

Todo eso sonaba como disparates en un momento muy muy muy inoportuno.

- Anna, ¿puedes callarte un momento?
  Ahora mismo estoy en la casa que compré con Ricard… me reuní con Daniel pero…

- Me encuentro en Turín, en un mausoleo privado- continuaba ella sin permitir interrupciones-
  viajé al norte de Italia para averiguar algo sobre esa niña D´Oria y he empleado todos
  mis recursos para lograr entrar aquí.

Mestri hablaba atropelladamente. También sonaba extraña.

- Anna, justamente estoy ahora mismo con ella- quería dejarle saber, al referirse a
  Sylvane en femenino dudó por primera vez desde que la conocía- me hizo venir para
  reunirme con su hermano.

- ¡No! ¿Por qué? ¡Tienes que salir de ahí!- eso pareció alterarla, mucho.

Todo en el tono de aquella llamada y su frenesí eran desconcertante, incluso tratándose de la excéntrica artista.

¿En dónde empezaba su verdadero miedo?

- ¡Y siento ser yo quien te lo diga! pero… - sollozó- No verás a Ricard ahí porque… él…
  está aquí.

- Eres el único que puede hacer feliz a Rick- le escuchó decir a quien siempre había
  creído que carecía de voz, su semblante estaba lleno de una férrea determinación-
  Ustedes deberían estar juntos, ¿no te lo dije muchas veces?
  Yo prometí ayudar y eso es lo que voy a hacer. No me importa el medio.

Esa sentencia le hizo sentir un terror elemental.
Y entonces lo entendió. Aquello que había escapado completamente de su panorama, ¡algo horrendo y difícil de concebir!

Anna estaba en un mausoleo. Y Rick estaba ahí.

- ¿Estás… frente a la urna… de Ricard?

- Sí. ¡Los D´Oria lo cremaron y lo han traído acá!
  Key… él murió hace un año. ¡Hace un año exactamente!

Sintió que perdía la fuerza en las piernas.
¿La impresión había sido tan intensa?

No… algo más le pasaba a su cuerpo.

No pudo sostener su teléfono, se le resbaló de la mano.
Se desbarataba, logró sostenerse del muro para no caer al piso apenas si consiguiéndolo.

Una a una las verdades se acumulaban, armando una realidad no sólo completamente inesperada sino monstruosa.
¡Rick estaba muerto!
¡Estaba muerto desde hacía un año!
No. ¡Nooo!

Y esa… esa “reunión” no estaba ocurriendo debido a los anhelos de una adolescente romántica, lo que pasaba… era algo mil veces más perverso. Y él había ido directo a la trampa dado que el cebo había sido el hombre que tanto había amado y que hacía tanto… no existía.

- ¡Kyan! ¡Kyan contesta!- escuchaba gritar a Anna del otro lado de la línea, lejana.

- ¿Qué… me hiciste?

D´Oria parecía calmada, mirándolo con satisfacción.
No veía la necesidad de explicarse y de cualquier manera, todo estaba más que claro, ¿no?

Ellos debían estar juntos. Juntos para siempre. Eso había dicho esa chica.
Comprendió a lo que ella lo había traído hasta ahí. Iba a matarlo.

 

- -  


Sylvane vio como Kyan comenzaba a caer así que avanzó para empujarlo en la dirección correcta, llevándolo a la cama, esa que había sido comprada para que él yaciera en ella después de todo… junto a Ricard.
Su cuerpo drogado quedaba junto al de él, como siempre había debido ser.
Ver el cuadro completo de los dos enamorados a punto de estar juntos de nuevo fue tan hermoso como los gritos en el Vinnart.

Ahora ambos estarían dormidos juntos, ninguno sufriría más.

Lo que pasaba ahí… se sentía completamente correcto.
Y era momento de terminarlo.

Sylvan presenciaba todo poniendo una expresión de fatalidad en el rostro de ambos.
Su expresión la molestó.

- No soy una alucinación, Sylvan.
  Una alucinación no es real. Una alucinación no puede matar a cuatro personas.
  Yo sí. Presta atención.

Fue extraño oír su propia voz.
No recordaba hasta entonces cómo era, pero… escucharse hablar con el mismo tono que Sylvan le hizo comprender.

- Será mejor que no sueltes esa pistola, Syl, será necesaria cuando todo acabe- anunciaba
  su otra mitad, sabiendo perfectamente lo que estaba a punto de pasar.

La joven levantó el revólver, sin permitirse perder la inercia, ¡sin importa quién fuera ella sabía perfectamente lo que quería!

Apuntó a Key, mirando sus ojos color miel por última vez.
Él no parecía capaz de hablar, pero pudo ver cómo luchaba por no perder la consciencia.

Fue sorprendente la resistencia que ponía, Olaf y Mika no habían podido hacer mucho con aquel narcótico, pero ese castaño no se rendía, lo veía intentando resistir la narcosis con todas sus fuerzas.
Ciertamente no podía haber esperado menos de él.

Pero no importaba cuánto se resistiera.
Todo estaba a punto de terminar.

- Adiós, Key- dijo fuerte y claro. No volvería a decir nunca una sola palabra más.

Cargó la pistola.
Y comenzó a disparar.

 


Continuará...

 

Notas finales:

Estoy nerviosa.


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