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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Hola, disculpen el retraso, la verdad tenía el capi listo desde inicios de la semana pasada pero algo inesperado ocurrió que está volteando un poco de cabeza mi vida.

Yo vivo en México y el martes pasado la zona en la que vivo tuvo muchos edificios colapsados debido a un super temblor, CDMX es la ciudad donde más han habido muertos y el ambiente es sumamente tenso, yo, mis amigos y toda mi familia nos encontramos bien, aunque en mi caso hay riesgo de desalojo en el edificio en el que vivo, si eso pasa me quedaré temporalmente sin hogar, De momento estoy quedando con amigos, pero no puedo detener por completo mi vida, necesito escribir y necesito leerles para sentir que todo está normal, suena loco?

Y como dije, el capi ya lo tenía hecho así que esto no ha afectado la historia.

Gracias por volver a leer pacientemente sobre mis tragedias :/ y si alguna que me lee es de México también, espero se encuentre a salvo.

¡Prometo no desaparecer, espero saber de ustedes!

- malchan

 

La pesada lluvia se colaba por los paraguas, haciendo aquel nefasto momento algo aún más insoportable. Claro, no podría ser de otra forma, estaba en un funeral.

Victoria ya había vivido algo similar y lo recordaba con claridad, ¿cómo no hacerlo? Justo como ahora bajaban ese ataúd gris alguna vez habían bajado el que contenía a Catherine Miller. Vi miraría a su esposo y a su hermano mayor, ambos compartiendo algo, el dolor que sentían, el más grande que jamás le había visto a ninguno de ambos, la mujer que ambos adoraban había muerto.
Ése había sido el peor día de su vida… hasta éste.

Pues no era Cath a quien enterraban, ella ya estaba muerta.
Pero era alguien más.

Miró a Roger, su rostro siempre fuerte estaba devastado, apretaba la mandíbula para intentar llevar la situación tal como aquella vez que había perdido a su hermanita y a su sobrina en su vientre. La expresión en su rostro aquella vez era igual a la de ahora, ¿quién más podía ponerle esa cara de angustia a un hombre como Roger?

En el pasado a su lado derecho estaría su hermano mayor lamentando la horrible muerte del amor de su vida y su hija no nacida, pero esta vez… él no estaba de pie junto a ella.

Miró los rostros de aquellos que estaban ahí, era la misma gente que en funeral de su cuñada, gente muy cercana. ¡Si existía algo que le diera un poco de satisfacción era no ver a Kyan Novak ahí!

Miró de nuevo el ataúd gris, aquel que bajaba hasta el fondo de aquella honda fosa de muerte.
Y algo dentro de ella finalmente colapsaba.

“Es una pena, era tan joven”
“Parece ser que los Lascurain están malditos, ¿no te parece?”
“Se llamaba Daniel, tenía 36 años”.

Esa tumba… ahora contenía a su hermano.
¡Y estaban cubriéndolo de tierra!

No.
¡No!

- ¡No! ¡¡Paren!!
  ¡¡No lo hagan!!




Victoria se levantaba, su corazón bombeaba a toda velocidad, haciéndole sentir sofocada. Y había un dolor en su pecho, uno más, que no era físico…

Sacó los pies de la cama e intentó darle coherencia al mundo pero sólo su último pensamiento antes de abrir los ojos persistía, como una punzada tras una herida profunda.

La muerte. La muerte de Dan.
¡Su miedo más grande a últimas fechas!

- Vi- escuchó decir la ronca voz de su marido, quien se alzaba de su lado de la enorme
  cama y llegaba a su lado con la voz preocupada- ¿Te encuentras bien?

- Tuve… una pesadilla- logró articular en una voz forzada, tomó todo su largo cabello
  negro y lo apartó de su cara. Estaba hecha un desastre, seguro que sí, por lo que
  procedió a trenzarse el pelo para ocuparse de algo lo más rápidamente posible.
 
Aquel mundo al que volvía era su verdadero mal sueño, así se sentía de pronto.

- Debes calmarte, Vi. No es real- aseguraba él. Tomándola de los hombros, dándole su
  apoyo como había hecho todos aquellos días. Roger en verdad estaba pasando todas las
  pruebas y ella, evidentemente no.

“¿No es real?” pensó ella “Lo parece, ¡dolorosamente real!”.

Él tiene 36 años. Recordó oír en su lúgubre sueño.
Cayó en cuenta de cuál día era ese.

- Roger, quiero llevarle flores hoy- dijo en cambio, sintiendo que ese nuevo día al que
  despertaba, era tan horrible como el anterior.

Abría las cortinas de par en par con determinación. Porque no podía permitirse volver a la cama.

- Por supuesto, Vi. Me encargaré de eso- le aseguraba el otro, complaciéndola.
  Ofreciéndole una satisfacción que esperaba le hiciera sentir mejor.

 

- - -

 


El asunto de la tablet y el Smartphone había comenzado como un total desastre. Su estado mental no ayudaba a tener concentración, paciencia ni ecuanimidad pero tenía que encontrarlos por dónde fuera y fue así que se esforzó lo más que fue capaz hasta comenzar a comprender su uso. Aunque su generación debía supuestamente ser más avanzada con la tecnología, él se sentía como un viejo de 27 años. Su aversión a mantenerse actualizado le estaba cobrando la factura.
Solía ver niños pequeños usando esos dispositivos todo el tiempo así que ¡por simple orgullo no se podía quedar atrás!

Al final, Enzo, con todo el sentido común -para variar- había tenido razón; necesitaba todo eso para poder pasar más tiempo en el hospital, de otra forma jamás se hubiera podido dar el lujo de ir a ese lugar un martes a las 10 de la mañana como lo era ahora.

Se sentía a sí mismo como un extraño robot.
Día a día seguía como autómata una secuencia, una rutina que era… horrible, ¿cómo llamarle de otra forma?
Era horrible que hubiera memorizado los horarios de los autobuses que podían llevarlo hasta ahí desde Muggen o su departamento, horrible era también el que ya tuviera un sillón preferido en la sala de espera, el que conociera el código de la máquina que surtía el café instantáneo, el que supiera exactamente que revistas tenían en el lobby y el que pudiera decir el nombre de cada una de las enfermeras de ese piso.

Pero por depresivo que pudiera sonar aquella era toda su vida ahora.

Pero ese día, contrario a los anteriores, al llegar a la habitación de Lascurain se topó con algo inesperado; estaba lleno de gente, había un montón de arreglos de flores y obsequios y el ambiente era extraño, muy extraño.

Reiner, Victoria, Josú y Roger estaban ahí, al igual que Viriato y Aitana y… Andrew Kelly, a quien conocía de LD, pero había un puñado más de gente a la que jamás había visto.

¿Acaso… celebraban algo?
Aquella idea lo agitó con una esperanza que no quiso sentir, ¡pero que ahora era todo lo que existía en su pecho!

- Señor Novak- lo nombró Andrew quien aparentemente fue el único que iba a acercarse a
  decir algo- hace tiempo que no nos vemos- seguía con su acento afrancesado- buenos días.

Su comunicación con él sobre el proyecto Ra ahora era únicamente virtual y al respecto aunque hubiesen algunas cosas de las que pudieran hablar, no parecía lo adecuado. Porque el asunto que los tenía a ambos ahí no era profesional y el financiero ante eso se sentía fuera de lugar.

- Buenos días- contestó por cortesía pese a que ése no era para nada un día bueno-
  ¿Ocurre algo?- tuvo que inquirir.

De pronto, todos en aquel cuarto lo miraron, haciéndolo sentir completamente examinado. No, aquella no era sólo su impresión, ¡más de una media docena de pares de ojos lo observaban fijamente!

Fue…
…¡tan incómodo!

- Hoy es cumpleaños de Dan- respondió la hermana menor de Daniel a cambio,
  mirándolo entre la pequeña multitud- hoy cumple 36.
  Pero descuida, no esperaba que lo supieras, por supuesto- añadió, con mordacidad.


- -


Había sido muy difícil quedarse en ese cuarto tras oír eso. Así que se había marchado a la sala de espera tras balbucear cualquier cosa.

Dentro de aquella habitación una persona importante para todos ellos cumplía años. Él no pertenecía a ese grupo, no era la familia ni el amigo de Daniel, él sólo era el amante que lo había puesto en ese estado.

Su cumpleaños, ¡su maldito cumpleaños!
La celebración de un día más de vida, en alguien que no estaba viviéndola.

¡Ni siquiera había podido verlo, había huido de ahí!

Se sentía tan culpable.
¡Tan desesperado!

Pero no se movió de ese sitio, plantándose con terquedad. Si bien daba a todos una distancia “prudente” tampoco es como si accediera a marcharse por completo. Así que se quedó en esa sala las siguientes horas, en que vio al personal del hospital llevar nuevos arreglos de flores adentro.

No era la primera vez que le llevaban presentes, por supuesto, ese moreno era el tipo de persona que se conectaba fácilmente con otras, era sólo lógico que ante lo trágico de su estado y el cómo había ocurrido aquello, la gente respondiera siendo solidaria y mostrando su cariño y apoyo. Hoy, eso sólo se exponenciaba.

Era incapaz de entrar a ese cuarto y ser parte de las anécdotas sobre el carismático señor Lascurain como si él se encontrara sólo dormido, no podía. Estaba harto de fingir ecuanimidad, ¡pedirse a sí mismo felicidad sería algo imposible de hacer!... y menos sintiéndose tan repudiado.
Así que se quedó ahí, solo en aquella sala y siendo mirado de reojo por todos quienes entraban y salían.

El temblor de sus manos aumentaba y no podía hacer nada al respecto salvo sentirse más ansioso aún.

Alguna vez había escuchado decir a Neru que el pequeño que había adoptado solía ocultarle las manos, éstas le temblaban y esto le avergonzaba. Habiéndola oído decir algo así sobre sí mismo se había sentido molesto, él estaba seguro que jamás había hecho algo tan lastimoso en su temprana infancia, pero tampoco se supone que debía estar escuchando ni había querido contrariarla así que se cayó.

Aquello era algo que ahora comenzaba a recordar gracias a la terapia y no estaba tan seguro de estar feliz por recuperar una memoria así, ¿qué más encontraría si se pusiera a escarbar en sus recuerdos?





Probablemente lo mejor sería marcharse a casa. No había estado ahí en días, apenas si iba y prácticamente lo hacía sólo para recoger ropa limpia. Se bañaba en el gimnasio de Muggen y ahora cargaba una pequeña maleta a todos lados con sus cosas de baño y una o dos mudas. Pasaba la noche en cualquier lado, un sillón o una silla, en verdad eso no le importaba, de todos modos poco era lo que dormía.

Sin embargo… en verdad no quería irse.
No existía en él una necesidad de marcharse a su departamento ahora, ¡no quería estar en ningún lugar que no fuera ése! Y sólo estaba incómodo de permanecer ahí ese día con tantos visitantes que pertenecían al verdadero mundo de Daniel, eso era todo.

Quería estar con el guallen, sólo con él, especialmente hoy.
Pero… no podía.

La impotencia se unía a su rabia, ¡a toda la desesperación que intentaba manejar! ¡Era difícil de digerir!

¡No quería ponerse sentimental!
¡No podía!
¡No en ese instante! ¡Con tanta gente pudiéndolo ver en ese estado!

Se paró rápidamente al baño, sus pasos tropezaban unos tras los otros. No iba a poder llegar.
Ni siquiera alcanzó a cerrar el cubículo al que entró. El estrés le hizo vaciar el estómago.

Repugnante. Totalmente.
El sabor ácido de su vómito lo hizo sentir asco, sobre todo de sí mismo.

- Patético… eres patético- se dijo a sí mismo.

No pensó…
…encontrarse tan mal.

Aquello tan vergonzoso sería algo que tendría que decirle a su terapeuta el viernes, ¿cierto?
Era la segunda vez que le pasaba y… no podía volverlo un comportamiento repetitivo. ¡Tenía suficiente con el jodido temblor!

Mierda.
En serio, que mierda.

Tras jadear por un minuto y mojarse el cabello, alzó su vista y el espejo le dio una imagen que ya había visto antes. Estaba mortalmente pálido, como aquella vez… en el Zaphyr.

Un apuesto moreno de traje Tom Ford se había acercado por detrás aquella vez y dicho:
“Nuestra primera obligación es con nuestra felicidad”. ¿Cómo olvidarlo?

Permanecer neciamente en ese hospital era una tortura, un veneno que lo estaba matando lentamente. Lo más sano bajo esa premisa sería marcharse y disfrutar la segunda oportunidad que se le había sido concedida para vivir.
Pero, ¿esa sería su felicidad?
No, no lo creía así.

Porque de nada servían sus decisiones. Había algo que ahora comprendía.

La felicidad…
… no
…. existía.

Se echó el pelo hacia atrás y volvió a aquella sala. Esperaría todo el tiempo del mundo para poder estar a solas con Daniel, aunque eso significara quedarse ahí hasta la madrugada.


- -


Sintió una mirada.
Un niño de ojos azules y tez obscura se asomaba a la sala, llevaba un refresco en la mano y una mirada curiosa, no quería ser visto pero tampoco estaba siendo precisamente sutil.
Josú lo estaba observando. Kyan continuó viendo al techo y espero que esa curiosidad se saciara pronto, pero después de lo que pareció un rato se hizo obvio que eso no iba a ocurrir. Estaba siendo observado.

“No vengas, por favor” dijo mentalmente. Pero fue inútil.

El sobrino de Daniel andaba cautelosamente hacia él y cuando Kyan decidió mirarlo directamente, éste se detuvo, asustado. Aquel contacto visual fue completamente incómodo.

Los ojos de Josú si bien eran azules, no eran precisamente claros como los del hombre que amaba. Ese niño nunca había sido su hijo, sino producto de su autosabotaje, ahora lo comprendía bien ¿algo que más agradecer a la terapia?

- Tú te llamas Kyan, ¿verdad?- lo oyó preguntar. Era obvio que sabía su nombre y
  seguramente mucho más que eso, pero su joven interlocutor parecía ser lo
  suficientemente astuto como para abrir la conversación con una entrada- nosotros nos
  conocemos de antes, ¿me recuerdas?

Era extraño escuchar una frase tan articulada de un chico de su edad.
Novak comprendió que ese niño debía ser muy inteligente, claro seguramente tenía una educación de élite siendo el hijo de aquellos padres. Decidió no tratarlo como un chiquillo.

- Sí, aquella vez no creo haberte causado una buena impresión- “Ni ninguna después de
  esta” pudo agregar- Creo que esa ocasión te asusté, ¿no es cierto?

Era sólo de esperar. Kyan estaba huyendo del castillo tras descubrir la ropa de mujer en el cuarto del sehnor Lascurain y dedicado los últimos minutos a destrozarlo como un sociópata, incluso se había cortado los dedos haciendo su desastre. El remate perfecto de aquel episodio sería la genial oportunidad de encontrarse con Victoria y Josú justo en la salida de la propiedad.

- Tenías sangre en las manos- le recordaba el chiquillo, como explicando el por qué se
  había escondido tras las faldas de su madre. Tras un segundo de vergüenza su vista se
  fijó en las manos de Kyan- ya estás mejor.

No, no estaba mejor.

- ¿Ya no te asusto?

Josú inesperadamente se rio.
- Siempre que vengo estás aquí, estoy acostumbrado a verte. Mi mamá me ha dicho que
  no te hable, no le agradas- explicaba, ¡como si eso fuera necesario!
  ¿Eres el novio de mi tío?

El corazón del castaño se saltó un latido.
¡¿Qué acababa de decir ese crío?!

- No. No soy su novio, ¿dónde oíste eso?

El pequeño pareció tensarse al ser ahora él el interrogado y bajó la cabeza sin querer contestar, seguramente entendiendo que acababa de decir algo indebido.

No, no lo obligaría a decirlo, de todos modos no importaba, ¿o sí?
Él no era la pareja de Daniel, nunca lo sería y ahora lo sabía.

Pero era extraña la oportunidad de hablar del tema así que no pudo dejarlo ir.
- ¿Qué piensas de eso? Que tu tío sea hombre y pueda tener un novio.

No sabía el porqué era exactamente inquiría eso, ciertamente no tenía un fin práctico salvo saber si ese chico algún día repudiaría ese tipo de relaciones.

- Mi tío Rein también está con un hombre. ¡Aunque su novio parece una chica bonita!

Pudo haberse reído pero tampoco estaba de humor.
- Es cierto, lo parece.

- Tú lo conoces, ¿cierto?  Te he visto hablando con él. Enzo.

No sería una vez que encontraría a ese par hablando. Y no tenía duda alguna que el italiano ya se había encargado de ganarse al  hijo de la mejor amiga de su novio.

- Sí, lo conozco. Él es… mi mejor amigo- le dejaba saber.

Josú pareció pensar en lo que acababa de escuchar, sus manos jugueteaban con la lata de refresco en sus pequeñas manos, pero al parecer escucharlo referirse a Enzo de esa forma le hizo decir algo inesperado.

- Yo también tenía un mejor amigo, se llamaba Joseph, ¡tenemos casi el mismo nombre,
  ¿te das cuenta?!
  Íbamos juntos a la escuela en Londres, pero ahora que regresamos a Lux tengo un tutor
  privado y ya no voy al colegio, me la paso entre adultos y no tengo con quien jugar.
  Y estoy feliz de ver a mi papá, pero ¡quiero volver! Ojalá pudiéramos irnos todos de vuelta.

Si Victoria se marchara a otro país, Kyan no se quejaría.
¿Era correcto ser irónico con el sentir de un niño?

Sin embargo más allá de eso, el mayor comprendió que lo que acababa de escuchar era algo que debía apreciar, ese niño estaba confiando en él al compartir eso, ¿cierto? Por alguna desconocida razón.

- ¿No te gusta Luxemburgo?

- ¡No me gusta venir aquí!- quizá era la extraña oportunidad de quejarse la que lo
  impulsaba.
  Todos siempre están tristes… como tú.

Aquella conmiseración resultó humillante y el que fuera un crío quien se la mostrara, no lo hacía mejor.

Key odiaba la imagen patética que cada día estaba proyectándole al mundo. ¡Y si un niño podía verla tan claramente era evidente para todos los que ese día habían venido a ver a Daniel!

- A mí tampoco me gusta venir aquí- fue honesto entonces el financiero también- sólo lo
  hago porque quiero estar con tu tío.
  Y aunque no siempre puedo verlo, no puedo hacer otra cosa que permanecer aquí.

Era una extraña fuerza la que lo había llevado a decir aquello, una especie de desahogo que de pronto los dos estaban teniendo. Vamos, ellos ni siquiera que deberían estar hablando.

- ¡Y hoy todos fingen!- continuó el pequeño, que no había tenido suficiente- Se supone
  que han venido para festejarlo pero… ¿no te parece que es extraño porque él no está
  realmente aquí?

Aquello fue simplemente desolador.
El peso de sus propias palabras pareció afectar al pequeño.
Y Kyan vio como aquello que el chico había expresado lo llenaba de aflicción, una de sus manos se la llevó al pecho para sujetar la cruz que colgaba de su joven cuello desde hacía varios días.

- ¿Cómo va el asunto de los rezos?- se atrevió a preguntar, de todos modos, no es que
  el otro estuviera dando signos de querer marcar una distancia así que invadiría su
  intimidad también.

Y eso logró sorprenderlo, un adorable sonrojo invadió la cara de ese chiquillo que tanto se parecía a Daniel. Estaba seguro que era como mirar a ese hombre de niño, ese pensamiento tuvo entretenido a Kyan durante un par de segundos.

- No… no está funcionando- era la respuesta.

Tuvo el inapropiado deseo de confortarlo. Ver niños desamparados siempre le rompía el corazón porque le recordaba su infancia en la casa hogar, se trataba de algo muy personal.
Pero como no podía hacer algo así siendo quien, sería mejor hacerle cambiar el tema.

- Eres muy parecido a tu tío, cuando te vi pensé que eras su hijo.

Josú parecía aún digerir sus propios sentimientos, pero respondió a eso.
- Me lo dicen todo el tiempo. ¡Sobre todo mi abuelo Xanti!

Era algo extraño hablar con esa personita.
Fue bizarro ser tan abierto con él. Quizá era porque no era un adulto dispuesto a juzgarlo, sino alguien con quien compartía el mismo pesar. De pronto, recordó a Sylvane, quizá cuando dejara de odiarla podría volver a sentir empatía por ella.

- Toma, Kyan- dijo Josú Miller, estirándose para ofrecerle su soda- Te ves como si la
  necesitaras más que yo. El azúcar te hace feliz por un rato.

No supo qué decir.
Aquello no era más que un refresco pero aquel gesto estaba lleno de empatía, una que jamás había esperado.

- No puedo aceptarlo, es tuyo. Además, tu madre se enojará de que me lo hayas dado, ¿no
  dijiste que yo no le agradaba?

- ¡Yo no le diré!- insistía, acercándole aún más la lata, con una determinación que ahora
  le sabía bien a esa familia.

- ¿No saliste por ese refresco?

- ¿Cómo sabes… ?

- Aún está frío- se adelantaba, para no dejarlo replicar- lo compraste de la máquina de
  aquí a la vuelta, ¿no?

Bueno, aquel sería al único Lascurain que alguna vez vencería, porque el chico bajó la mano, consternado.
- No quiero meterte en problemas- le explicó, esperando que lo entendiera y no creyera
  que estaba rechazándolo.

Pero era muy pronto para cantar victoria, Josú dio un paso más al frente y le agarró la mano ¡para ponerle la soda entre los dedos!
¡Tuvo que agarrar la lata o ésta se habría caído!

- Ya te lo ofrecí, no es correcto declinar mi oferta, sería grosero.
  No es algo de caballeros- completaba.

¿De dónde sacaba frases así? Y entonces lo comprendió.
Eso sonaba totalmente a algo que escucharía de Daniel.

Supo que no podría contra él tampoco.
Tomó entonces la lata, haciendo sonreír al morenito.

- Tú ganas.
  Ahora vete con tus padres, ¿sí?
  O nos meterás en problemas a los dos.

El chico asintió contento por alguna razón y salió corriendo de ahí.

Kyan quedó nuevamente en silencio, como un tonto sosteniendo una lata, una ofrenda de paz. Al mirarla notó… que sus manos no temblaban.
¿Cuánto le duraría eso?



Algunas horas después vi a Roger llevando a su hijo a la salida. Miller lo miró de una manera inquieta que no alcanzó a descifrar por completo, después de todo hasta antes de eso sólo había tratado con él como su jefe.
Josú sin embargo le sonrió con complicidad dándole a entender que no diría a nadie sobre su pequeña charla. No pudo sonreírle de vuelta.

 


- -


El tiempo se dedicó a pasar con una exasperante lentitud.
El reloj en la pared parecía no seguir la lógica.

No fue sino hasta en verdad muchas horas después que finalmente aquel día volvió a parecer un poco igual a los usuales, los visitantes por fin daban tregua y a veces sólo iba ocasionalmente alguien que se quedaba poco y era recibido por Victoria quien se había quedado con el que ahora comprendía era su mejor amigo.

Entrada prácticamente la noche fue justamente ese tipo quien se apareció en el extremo de aquel salón, Reiner también había pasado todo el día ahí, pero si había estado junto a Daniel en su día especial, junto a la otra Lascurain.

Normalmente no hablaban entre ellos, pero esta vez lo vio acercarse hasta resueltamente ocupar el asiento a su lado. Más cerca de lo que hasta ese momento habían estado, mucho más.

Al parecer, ese día la gente quería probar hablar con él. Vaya fortuna.

- Estás adelgazando- fue el primer comentario que recibió de éste.

No supo cómo contestar a eso. Claro, su primera opción sería un ataque defensivo pero no quería ser grosero con esa persona, a decir verdad le debía un gran favor que corría por sus venas, no lo había olvidado.

- No creo que estés comiendo bien, Enzo está preocupado por ti- siguió el recién llegado,
  haciendo apenas una pausa- Me ha mencionado cómo tus pómulos están comenzando a
  marcarse demasiado, ya sabes entre todo lo que dice de ti incansablemente.

Estaba siendo irónico, tal como recordaba que era.

- No luces bien, no das una buena imagen de ti mismo.

Eso sin duda debía ser algo problemático, más si ocupaba la sala de espera en ese día.
Probablemente era a eso a lo que Köhler estuviera refiriéndose.
¿Iría a pedirle que se marchara?

- Lo siento- dijo, adelantándose a lo que podía convertirse en una recriminación.

Esperaba pararlo con una disculpa porque lo cierto es que no tenía energía para una pelea verbal, por más irónica que fuera a resultar.
En verdad… no estaba de ánimos de nada.

- No lo sientas, come- continuaba el otro con dureza- yo estoy haciendo todo lo que
  puedo para recuperarme pese a las circunstancias, porque no quiero que Enzo tenga que
  angustiarse por mí, quizá deberías hacer lo mismo. Sabes perfectamente que eres su
  persona favorita, ¿o no?

Novak miró atentamente a Köhler, sus rasgos masculinos y cuadrados lo hacían un hombre realmente atractivo pero el semblante fruncido de un rostro tan varonil le daba un aire agresivo. No obstante, fue capaz de ver más allá de eso, había un cansancio, un hastío, una debilidad ahí. Si la reconocía era porque la había visto en sí mismo todo ese tiempo.

Reiner en realidad no parecía verdaderamente irritado como podría aparentar a primera vista. Llegar a él con una frase así quizá era simplemente la forma en la que buscaba acercarse al igual que Josú, ¿o se estaba engañando al pensar así?

Más si aquello fuera algo más que su mera impresión, debía aprovechar ese chance para limar asperezas con él, después de todo por lo que entendía ése era el sujeto con el que su mejor amigo quería pasar el resto de su vida o algo así.

- Reiner… ahora que tengo un momento para hablar contigo-“O mejor dicho, ahora que te
  dignas a dirigirme la palabra”- quiero decir algo que debí decir en su momento y no lo hice.

Probablemente acababa de ser muy serio dado la expresión de expectativa que acababa de crearle.

- Gracias por donarme sangre- le dijo por fin.
  Tú seguramente salvaste mi vida. Sé que no estabas en las mejores condiciones
  para hacer una donación y pese de eso, lo hiciste.

El aire se hacía pesado, más pesado.

- Bueno, has de saber que no lo hice por ti- recibía como respuesta.
  Tú no viste lo mal que Enzo se puso cuando te trajeron aquí.

No había esperado esa respuesta.

- No iba a permitir que tú  murieras y le hicieras sentir de esa manera, no después de las
  cosas que ha pasado.
  Tu muerte era un lujo que no me iba a permitir.

Era duro con él.
Quizá no debía había esperado otra cosa.

- Entiendo- comprendía a la perfección las sutiles inferencias de lo que escuchaba, no es
  como si Kyan no conociera ese tipo de humor- incluso así, gracias.

Insistía. Porque no lo decía por quedar bien, en verdad estaba en deuda con él.
Agradecerle era lo menos que podía hacer.

- Y gracias también… por cuidar de Enzo.

Lo oyó suspirar pesadamente.
¿Estaba tomando aliento para lanzar un ataque?

- De nada- admitió Köhler al final y contrario a su pronóstico- Sólo… hubiera querido
  ser capaz de hacer algo por Dan como lo hice por ti- su voz naturalmente ronca ahora
  bajaba una octava, volviéndose un susurro doloroso.

Eso simplemente lo descolocó. Como al parecer, todo lo que fuera a oír de él.

- En fin, supongo que de nada sirve pensar eso, ¿cierto?- pareció intentar relajarse el
  inversionista en el asiento, el cual para su cuerpo grande quedaba limitado y el castaño
  no pudo sino mirarlo, tan repentinamente cerca como estaba.

Sus ojos índigos eran intensos ahora, pero Kyan recordaba perfectamente lo ausentes que le habían parecido todo ese tiempo en Alemania.
Ese Reiner Köhler que tenía enfrente era mucho más aquel hombre que lo había llevado a Palermo con decisión que el débil enfermo de hacía no tanto. No debía mentir cuando declara que estaba intentando recuperarse por completo lo antes posible. No podía ver debilidad en él, no pudo sino envidiarlo.
Pero decidió alegrarse por ello, aunque fuera a jugar en su contra aquella fuerza que había recuperado.

Lo vio tomar aliento para decir algo más, y pese a lo que hubiera creído, ese alemán no terminaba de sacar las armas.

- No es como si nada de lo que hiciera, dijera o dejara de hacer hicieran diferencia alguna,
  Novak. Él no despierta, ¿cierto?
  Mi incapacidad de ayudarlo esta vez me abruma, tal como en el pasado pero esta vez
  además... no dejo de sentirme culpable por lo que está ocurriendo.

Fue tan sorpresivo escuchar todo eso.
Porque era exactamente lo que había estado rondándole la cabeza.
¡Palabra por palabra!

- ¿Por qué habrías de sentirte culpable?

Köhler le contestó con una sonrisa amarga.
El silencio se hacía de pronto muy hondo dándole paso a una explicación que nunca llegó.

- El hecho es que me siento así- declaraba el socio de Lascurain sin entrar en detalle
  alguno- y estoy imaginando que eso es un sentimiento que he de estar compartiendo
  contigo, ¿o no, Novak?

Justo aquella vez que ellos se habían encontrado y que acababa de recordar, la brutal sinceridad de ese tipo lo había dejado atónito. Al parecer, las primeras impresiones eran repetibles.

- No creo que debas sentirte así- contestó entonces el asesor, en honor a la verdad- yo
  mismo no dejo de responsabilizarme de lo que pasó así que tú deberías dejar de hacerlo.
  Porque admítelo… mi caso tiene más fundamentos: Tu amigo y socio recibió esos
  disparos por mí. ¿No es exactamente lo que todos ustedes piensan cuando me ven?

Él también podía ser brutalmente honesto, ¿cierto? Por lo menos sí con ese tipo.
Y la cara de desconcierto que acababa de crearle a ese irreverente sujeto era un poema.

- Voy a admitir que esa idea ha cruzado por mi cabeza- recibía del contrario en una frase
  en la que no pudo esta vez encontrar cinismo- lo haré porque supongo que es algo más
  que obvio.

Aquel terreno que parecía peligroso, ¿de pronto lo estaba siendo?

- Pero… lo cierto es que no te odio Novak- escuchaba de pronto en una voz que
  no bromeaba.

Sin duda eso sería algo que agradecer. Por un momento no pudo creerlo.

- ¿Cómo odiarte cuando te veo todos los días venir a este lugar, sentarte a su lado y tomar
  románticamente su mano?- sostenía su mirada y sus palabras- Todos los días en verdad.

El rostro de Kyan estalló en un bochorno.
¡Qué forma de joderlo!
¡Hubiera de pronto preferido que se tratara de una burla a ser expuesto así!

- Ahora puedo ver el amor cuando lo veo- seguía el alemán, sin darle la menor
  importancia al súbito rubor que había invadido el rostro de su interlocutor. Era en serio,
  su voz estaba siendo inesperadamente franca y suave.

“Estoy más cerca de entender el amor de lo que he estado toda mi vida” le había escuchado decir a Enzo apenas días atrás, en un tono igual de terso. Esos dos tórtolos estaban en la misma página totalmente, enamorados completamente el uno del otro. Que odioso en serio.

- ¿Y sabes, Novak?- remataba el peliplateado- Siempre deseé que Dan pudiera encontrar
  el amor que había perdido.
  Es una lástima que sea tan tarde para ustedes.

Eso… dolió, como una cuchillada.
Quizá estaba subestimando el poder de Köhler de conseguir herirlo, o quizá simplemente la verdad era demasiado tortuosa.

- Tú lo amas- le oyó afirmar rotundamente- pese a todo.

Quiso rebatir para no sentir que moría de vergüenza.
¿Pero qué se supone que dijera?

- Sí, claro que lo amas- pareció decirse a sí mismo- ¿Por qué otra razón habrías de haber
  cometido todos esos errores?
  Nadie es tan estúpido.

Ese remate fue algo que no supo recibir, si como una ridiculización o un bizarro intento de acercamiento. Viniendo de ése tipo quizá eran ambos.
Esa charla no dejaba de saberle agridulce. Y bochornosa.

Por un instante que supo eterno, esos dos sólo pudieron mirarse.
¡Sus pláticas de ese día estaban resultado una prueba difícil!

- Sí- le contestó, porque en ese punto sería absurdo negarlo- Es cierto.

Köhler sonrió amargamente al escucharlo.
- Lo lamento- le dijo, como diciéndole “estás jodido”.

No era como si no supiera que el destino lo odiaba, si antes hubiera tenido alguna duda, ahora Kyan estaba completamente seguro de eso. Y si necesitara comprobarlo de inmediato, los pasos de una mujer se hicieron oír aproximadamente.

- Espero no estar interrumpiendo algo.

- Vi, ¿de cuándo acá eso te importa?- respondía el mejor amigo de esa morena de perlas.

Pero ella no pareció detener su atención en el alemán.
- Rein, justo ahora es que no necesito tu elocuencia- rozó ella los límites de
  la brusquedad.
  Kyan, ¿podemos tener un momento a solas?- pedía, con un tono que dejaba claro que
  en realidad no lo hacía y que ya le comenzaba a conocer.

Sin embargo, la expresión resuelta que hasta ese momento había tenido el inversionista pareció volverse mucho más grave ahora.

- Vi- la nombró con severidad, como si decir su nombre llevara un mensaje de
  advertencia.

Novak pudo suponer a qué iba eso, seguir a esa mujer equivaldría a ser llevado a un terreno poco amistoso.

- Vi- volvió a decir el alemán, logrando conectar miradas con ella. Pero la señora
  Lascurain decidió ignorarlo.

La primera vez que Victoria había querido hablar con Key, sinceramente el asesor pillado por sorpresa no había sentido nada salvo temor. Las cosas no parecían haber cambiado en absoluto y si lo habían hecho era para empeorar, ¿cierto?

Pero se puso de pie.

Si la hermana de Daniel quería hablar por fin con él, la complacería. Una vez más pensó que por lo menos le debía eso.

Así que la siguió por aquel pasillo.

Y quién sabe… quizá él mismo esta vez tuviera también algo que decir a su vez.
Apretó las manos, no permitiendo que éstas siguieran temblando.

Aquella sería su tercera charla del día.
Y si ésta se volvía una batalla, necesitaría ganarla.



Continuará...


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