Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

AFFAIR por malchan

[Reviews - 1220]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Un capítulo muy largo (que me pareció corto al releerlo) con el que espero se compense un poco el lento ritmo de las actualizaciones.

 

 


Ir a aquel hospital ya formaba parte de su día a día.
Dado que su mejor amigo prácticamente vivía ahí y era dónde usualmente encontraba a su novio, Enzo iba a ese lugar también con odiosa frecuencia.

Era algo horrendo que un hospital se volviera un lugar común por todo lo que implicaba.
Lo cierto es que con el tiempo había logrado desensibilizarse lo suficiente para no meter demasiado sus sentimientos sabiendo, como siempre, ser desapegado cuando era necesario. Sin embargo… no dejaba de encontrar inquietante ver a Kyan en aquel estado.

¿Despertaría alguna vez Daniel?
¡Le preocupaba tanto que no! Sus dos personas más importantes tenían puestas todas sus esperanzas en eso, cada respiro de ellas. Si ese portugués continuaba su sueño o algo peor… aquellos quienes lo esperaban no volverían a ser los mismos.

Y por eso no podía sino odiar un poco a Lascurain sino a él como persona por lo menos sí a su poder de afectar a tal grado a quienes Enzo amaba.




Llevaba un paquete de comida, una ración doble de la mejor ensalada del Green Art Café  no le haría mal a Kyan quien últimamente sobrevivía a base de  la comida que vendían en la cafetería del hospital.

Fue directo al nivel 8, aquel que tenía lo que él llamaba “las suites” es decir, cuartos significativamente más amplios que el resto, más cómodos incluso en las salas de espera, más staff y por ende, de una categoría superior. ¿No era el personal mucho más amable también?

Ya todos lo conocían ahí y viceversa, el par de enfermeras que estaban en la estación lo recibieron con una sonrisa. En aquella recepción siempre había flores frescas, pero ésta vez había muchos más arreglos florales, algunos realmente grandes. Eso le hizo recordar la ocasión que él mismo había llenado la habitación de Reiner en el hospital berlinés, de flores costosas al igual que éstas.

Al firmar el libro de visitas vio por curiosidad la lista de ese día, como publirrelacionista había adquirido esa maña que llevaba a su vida privada.
Ahí estaban Kyan, Reiner, los Miller ¡y un montón de gente más!

Vaya, al parecer ese día el piso había estado bastante lleno, leyó uno a uno los nombres: estaban de LD  la encantadora Hilda Hoffman y su compañero el joven arquitecto Andrew Kelly y otras personas más de la constructora. Había estado también el señor Jaques Boston Jr. de Boston & Clark, la firma que llevaba la parte legal de Muggen. Reconoció a Laura Ribbs, la presidenta de Loebe, una importante agencia inmobiliaria de la región del Benelux, con el que suponía era el asistente que siempre le acompañaba y del que se murmuraba eran amantes. Un par de miembros de Share Global la ONG donde la mayoría de sus clientes adinerados estaban involucrados… y más nombres que suponía a qué iban.

Era de esperarse que personas importantes fueran visitas de aquel piso pero todas parecían relacionadas a uno sólo de sus pacientes, ¿cierto? Gente clave del mundo de los negocios relacionadas a ese portugués y los Lascurain, y seguramente… flores de todos ellos.

De pronto aquellos adornos por todos lados parecían tener otro significado.

Y no es que dudara de la popularidad de ese arquitecto portugués, pero el día de hoy parecía ser algo especial.

- Parece que fue un día agitado, ¿no es así?- dijo mirando a la más joven de las dos
  enfermeras, una chica de ojos claros y cabello muy rubio trenzado.

Ella se tensó un poco, era obvio que lo estaba mirando de reojo. Se apresuró a responder.
- Sí, hoy vinieron muchas personas a ver al señor Lascurain- confirmaba- escuché que es
  su cumpleaños.

Eso resolvía el misterio.

- Veo que las flores que le han traído ya no caben en su cuarto- dejó ir, probando su
  suerte un poco más.

- Ah, es que… no dejaron de llegarle en todo el día. Como dice, ya no quedan superficies
  libres en su cuarto así que las tenemos aquí, guardándolas- bromeó un poco, con algo de
  nerviosismo.

Enzo no había querido implicar que el que los presentes hubieran sido puestos en las áreas comunes fuera algo indebido, pero ella pareció querer aclararlo con un poco de humor.

Sin duda era una chica adorable.
La había visto hablando mucho con uno de los camilleros, un moreno de buen cuerpo podría agregar. Sabía que eso era un poco el chisme actual del personal.

Baladi comprendió entonces ¡que en verdad pasaba demasiado tiempo ahí!
Estar familiarizado con los rumores el lugar, vaya.

Se quitó el abrigo azul marino de solapas amplias que llevaba. Y después los guantes a juego.

- Um, me parece perfecto, es mejor así- le restaba ese rubio importancia al asunto- Flores
  así se ven hermosas donde sea y el señor Lascurain no se entera de nada, de todos
  modos. Es mejor que cumplan su misión aquí, alegrándoles el día a todos- sonrió
  entonces a la joven enfermera, siendo encantador sin esfuerzo alguno.

Ella lo contemplaba, parpadeando un poco. Parecía estar nerviosa con su presencia.

- Espero que estés disfrutando ver un poco de belleza en tu día- agregó, divertido.

La otra asintió y no pudo decir una palabra más. El italiano pudo ver, cerca como estaba de ella, al rubor estallándole en las mejillas.

Bien, momento de parar. No iba a coquetearle y hacerle ideas equivocadas. A Enzo le gustaba gustar a los demás por lo que solía encontrar placentero juguetear como parte de sus interacciones, pero las circunstancias de su vida habían cambiado y ahora él… tenía novio.
Sonrió al pensar en eso, en lo cursi que era.

Ya sin guantes, escribió su nombre en aquel libro, justo debajo del apellido portugués más mencionado a últimas fechas puesto tres veces ese día.
No se trataba de Victoria ni Josú, había otros dos Lascurain ahí.

¿Quiénes?  ¿Quiénes eran Xanti y Vanita?
Vanita debía ser una mujer.
…¿Y Xanti?

Buscó en su memoria, ¡ya sabía escuchado ese nombre antes!
¿Qué acaso no se llamaba así el anterior CEO de la constructora LD?
El padre… el padre de Daniel. Y la otra mujer, su madre probablemente o algún otro familiar directo.

Pensó de inmediato en Kyan, ¡en lo difícil que debía estar siendo conocer a sus suegros en un momento como ése!

Se apresuró a ir con él.

Al llegar a la sala de espera, pudo ver a Reiner acompañando a un sujeto que jamás había visto, el cual tenía un semblante grave en su presencia tan fuerte. Pudo ver un fleco gris un poco desordenado tapándole la cabeza gacha.

Quiso detenerse a ver su rostro con mayor atención para comprobar que se trataba del señor Lascurain, era buen fisionomista, podría saberlo, ¿cierto? Pero no pudo detenerse a observar su cara, la puerta del paciente que le ocupaba se abrió de pronto, dejando salir a Victoria. Lucía furiosa, ¡sus ojos negros sacaban chispas!

Baladi observó el momento detalle a detalle.
Ella tenía una expresión tan alterada que casi descomponía su etérea belleza, su mirada era fiera y apretaba sus labios rosa pastel en un intento de contenerse, pero evidentemente, no estaba funcionando para nada.

El alemán y el otro hombre se pusieron de pie de inmediato, el desconocido se apresuró a hablarle en portugués con su voz ronca.
- O que passa, Vi?

- Aquele tipo!- exclamó ella, segundos después notaba la presencia de Enzo ahí, pero si
  eso la hubiera censurado en otra ocasión, no era ésta- Está aqui dia e noite! Sempre em
  cima de Dan!
  Ele é o culpado de tudo isso!
  É um maldito descarado!!

No fue imposible comprender lo que decían.
Baladi encontró miles de respuestas a eso. ¡Qué injusta estaba siendo esa mujer!
Tan llena de rencor.

La expresión de quien ahora estuvo convencido que era Xanti Lascurain no cambió, no obstante lo vio tomarla del brazo con elegancia, como si fuera a conducirla a un baile.

- Vamos afuera- logró entender, su acento era más fuerte y resultó más difícil, pues
  contenía algo de español. Necesitas salir de aquí y yo también- y de pronto, agregó
  cambiando a alemán- kommst du mit, Reiner?

El padre de los hermanos Lascurain recibió como respuesta del inversionista un cruce de brazos que marcaban su negativa, Rein parecía en desacuerdo de todo lo que estaba pasando.
- Pueden adelantarse- su voz sonó fría- les irá bien un tiempo juntos a solas.

Xanti entonces le indicó el camino a ella, quien dio los primeros taconazos fuera de ahí. Los portugueses abandonaron la sala, sin decir otra palabra más y sin hacer mucho caso al rubio  que se había detenido en el umbral.

- ¿De qué se ha tratado eso?- dijo finalmente en italiano habiendo quedado a solas con
  Köhler.

Éste suspiró hondo, negando con la cabeza para sí mismo.
- Le dije a Vi que mantuviera la cabeza fría, ¡se lo pedí muchas veces!
  Pero me temo que cuando se trata de quienes amas… es fácil perder la perspectiva, lo sé
  mejor que nadie- fue la explicación que confirmaba lo que estaba suponiendo el otro- Y
  si la conozco bien y así es, no ha medido palabras. Quizá lo mejor es que vayas ahora
  mismo con Novak.

Enzo no necesitó más que eso para apresurarse a aquella habitación, dentro de la cual encontró a su mejor amigo donde siempre, junto a un arquitecto inconsciente. Tal como la enfermera había dicho, aquel cuarto estaba completamente lleno de flores y había también una mujer a la que nunca había visto; mayor, guapa y con clase.

- Qué desastre- le escuchaba decir a ella en perfecto luxemburgués- Lamento eso, mi
  hija no suele perder así el estilo, no ella.

Entonces era cierto, ella era Vanita, la madre.
Y hacía una broma, irónica.

- No tiene de qué disculparse, quizá en su lugar… yo habría dicho las mismas cosas- oyó
  decir al castaño, sus ojos miel parecían contener una mezcla de vergüenza y enojo que
  no le gustó en absoluto a quien recién llegaba.

Kyan no debía decir esas palabras sobre sí mismo, menos ante la mujer que podría mal calificar como su encantadora suegra.

- Disculpen que interrumpa- se hizo notar el RP entonces con una voz que exigía la
  atención de ambos.

Claro, los dos voltearon a verlo. Baladi entró a aquel cuarto dirigiéndose directamente a ella. Le sonrió a esa mujer, y su siguiente frase también se la dedicó.
- Sehnora Vanita Lascurain, ¿no es cierto?

Eso la tomó desprevenida, la sorpresa se asomó en sus delicados rasgos.
- Sí, efectivamente. ¿Y tú?

Fue astuto, tenía que serlo dadas las circunstancias.
- Enzo Baladi, soy el novio de Reiner- le dejaba saber.

Su respuesta hizo a Vanita sonreír, marcando arrugas aquí y allá en su faz de ex modelo.
- Ah, ¿mi querido Rein por fin sentó cabeza?

Fue extraño oírla decir eso, sabía que Köhler era muy cercano a los Lascurain pero ahora comprendía a qué grado. Aun así, presentarse de esa manera esperaba cambiara el rumbo de la conversación de inmediato. Lo que sea que hubiera hecho que Vi saliera así de ahí era algo que tenían que dejar atrás y mientras más rápido, mejor.

Una expresión de dicha se hacía en Vanita, donde segundos antes sólo había existido consternación. Cuando habló de nuevo, su voz fue cálida.
- Bueno, al verte debió pensar que no podía dejarte ir- le oyó bromear con ligereza.

Lo había logrado. Era un alivio poder disipar aunque fuera un poco aquella tensión en el aire.

Pero Kyan… lucía más miserable que nunca, completamente perdido. Por lo que entendía, Victoria acababa de ser inapropiada con él y el financiero no sabía cómo disimular no estar afectado, ¿qué cosas hirientes debía haberle dicho la hermana de Daniel?
Sabía perfectamente que era una persona que podía soltar buenas dosis de veneno y las palabras de Reiner segundos antes sólo reforzaban esa idea.

- Y ustedes, ¿acaban de conocerse?- le preguntó el RP a Vanita mirando al castaño, pero
  su invitación a volver a la realidad no llegó a él.

- Sí, mi esposo y yo acabamos de llegar a la ciudad- explicó la mujer quien ahora dirigía
  su atención también hacia el otro ahí presente- Hoy es un día muy especial.

Ante esto, el asesor por fin atinó a salir de su estupor.

- Lo siento, mi nombre es Kyan Novak. Soy…

El rubio pudo ver desde donde estaba cómo definir su cercanía con el primogénito de esa familia le hacía corto circuito en la cabeza.
¡Rayos! ¡Todo ese asunto debía estar siendo un infierno para él!

- Estuve involucrado en el incidente que tuvo su hijo. Él salvó mi vida.
Y después, como si comprendiera el alcance de aquella presencia, continuó:
- Lamento mucho lo que le ha ocurrido a Daniel, señora Lascurain.
Si pudiera cambiar mi lugar con él, lo haría. Y sé que no sirve de nada que lo diga, pero
es cierto totalmente: Quisiera ser yo el que estuviera en esa cama y no él, ¡haría todo lo
que fuera porque estuviera a salvo!

Había tanta fuerza en aquellas palabras que la habitación volvió a quedar en silencio.
Sólo se escuchó entonces el ruido del monitor de signos vitales. Ese único sonido fue un tanto perturbador pues ponía en evidencia el por qué existía.

Pero la mujer esta vez se dio un segundo para mirarlo de los pies a la cabeza, como decidiendo qué tan verdadera podía ser aquella sentencia.

- Vaya, ¿estás diciendo que morirías por él?

Eso lo dejó pasmado. Su cuerpo estaba rígido como una tabla y sus ojos cálidos se abrían desconcertados por aquella pregunta. Ninguna respuesta llegó a sus labios, parecía trastocado, ¡cada vez más!

- Yo… ¡discúlpeme!
  Necesito un momento.
  Lo siento.

Salía tan rápido de ahí que ninguno se propuso detenerlo, pero algo más lo consiguió: un timbre agudo.
Los tres entonces miraron el monitor, algo… estaba pasando.

¿Acaso los signos vitales…?

Vanita avanzó hasta el pie de la cama en un instante y tras pasear la mirada por lo que tenía enfrente, lo encontró: el botón de emergencias. Y aquel que iba a salir, terminó en el pasillo buscando ayuda cuando las dos enfermeras bonitas entraron corriendo a la habitación.

- No está respirando- anunciaba la más joven.
- Inicio reanimación. Llama a su doctor. ¡Ve!- ordenaba la segunda.

La vieron salir de la habitación a toda prisa.

Enzo escuchó un murmullo, era Kyan. No entendió lo que había dicho, pero su rostro mostraba un gesto de algo tan intenso como el terror.
El mayor lo tomó de la mano, sin saber qué más hacer en un instante tan horrendamente crítico, aquella mano temblaba y él sólo quería asegurarle que todo estaría bien, pero ¡estaban intentando hacer que Daniel volviera respirar por su cuenta!

- Ésta en un hospital, ¿recuerdas?
  No dejarán que se vaya tan fácilmente, Key.

Su madre que hasta ese momento había sido amable y suave, de pronto estaba congelada en su lugar, mirando a su hijo a la mitad de un paro respiratorio.
Todo en ese escenario estaba volviéndose atroz, cada vez más.

- No puedo… no puedo con esto, Enzo.
  No puedo verlo morir frente a su madre, no puedo- sintió que Kyan retrocedía. Su mejor
  amigo hablaba en un susurro, estaba aterrorizado- Hoy es… su cumpleaños.

Jamás había visto esa expresión en la cara de Kyan Novak, fue absolutamente horrible.

La enfermera volvía junto con un médico que no era de los que normalmente le atendían, debía ser el doctor en turno. Entre los tres lucharon por hacerlo reaccionar.

Fue casi un minuto, un acongojante y eterno minuto para que el cuerpo de Daniel, completamente sin aliento alguno volviera a respirar.
Pero… ya no lo hacía por sí mismo, había perdido los medios para luchar por su vida.
Su sistema respiratorio había colapsado y habían tenido que conectarlo a una máquina.

Ahora estaba en un sueño aún más profundo, incapaz de seguir por su propia cuenta.

El médico no se fue hasta asegurarse de que el peligro había pasado y las enfermeras tomado sus signos una y otra vez. Lo habían estabilizado, pero ¿cuánto duraría eso? ¿Qué sería lo siguiente en fallar?

Les dejaron saber que tendrían que mantenerlo dependiente del respirador de ahora en adelante. Nunca mencionaron una mejoría futura ni siquiera supuesta.

Ese moreno no sólo no estaba regresando en sí, parecía hundirse aún más en aquella inexistencia.
Sólo estaba empeorando.
Todo aquello lo estaba.

Y cuando se mencionó que insertarle una cánula de traqueotomía sería más cómodo y práctico dado que era probable que el arquitecto tuviera que usarla durante “largo tiempo” Vanita se opuso tajantemente. Al ser su madre, ella tuvo la última palabra, sin embargo se explicó: no quería algo tan invasivo como eso y además agregó, sorprendiendo a Kyan, que su hijo saldría de aquel estado eventualmente, lo decía como si aquello fuera un hecho definitivo.

Pocos segundos después de que el personal se marchara, alguien más llegó.
Era ese chiquillo que ahora entendía era el hijo de Victoria y Roger, ese chico listo de rizos negros iguales a los de Daniel quien al ver a su abuela materna se le fue encima, abrazándola con fuerza como un huracán de alegría.

¡Era una suerte que no hubiera llegado un momento antes cuando les daban las malas noticias sobre su tío!

Vanita Lascurain hizo acopio de su propia entereza para no mostrarse mal frente a su nieto y lo consiguió, tomando al chiquillo de la mano y sacándolo inmediatamente de ahí con firmeza y cariño.

- Josú, querido, ven conmigo.
  ¿Dónde está tu padre? ¿Cuánto tarda alguien en estacionar un auto?

- Fuimos a fumar- decía traviesamente el crio.

- No copies las malas costumbres de tu padre- respondía, queriendo parecer seria sin
  lograrlo.

La puerta se cerraba y sólo quedaron ahí los amicos y un alguien… que no estaba realmente ahí, que hace semanas no lo estaba.

Kyan seguía de pie, pasmado, peligrosamente lívido.

Sin Vanita ni ese niño, el italiano pudo ver como el otro se descomponía y se sentaba en la silla más cercana porque perdía la fuerza en las piernas. Estaba intentando contener aquella angustia abrumadora dentro de sí, pero era cada vez más imposible.

¡Acaban de ver a ese portugués irse y escenas como esa eran simplemente demasiado!
Novak estaba teniendo que ver cómo el hombre que amaba… se apagaba poco a poco. Y parecía luchar tanto, ¡tanto! por contenerse.

Supo que Kyan estaba a punto de quebrarse. Se tapaba la cara, pero un par de lágrimas escurrieron entre sus dedos.
Estaba temblando, desamparadamente, haciéndose un ovillo de desesperación.

- ¿Por qué?
  ¿Por qué no vuelves?

Aquello le rompió el corazón.


- -


La desolación de Kyan lo dejaba muy mal.
Enzo había tenido que darse unos minutos para acomodar sus pensamientos. No podría ser un buen apoyo mientras estuviera siendo tan emocional, pero la situación de su fratellino no podía sino calarle muy hondo. Comprendía mejor que nadie la horrible angustia que estaba sufriendo.

Y él, que siempre había sido bueno con las palabras, una vez más no encontraba las que fueran suficientes para confortarlo. Aquello lo llenaba de impotencia, ¡todo aquello!

Queriendo darle espacio a Kyan, lo había dejado solo, marchándose al fondo del pasillo, donde por la hora y de momento, no había nadie. Intentaba serenarse, y vaya que no estaba funcionando.

Roger Miller estaba fumando de nuevo. Sabía que había dejado de hacerlo hace tiempo cuando había dejado de aparecerse en las salas de fumadores de Muggen.
¿Compartiría un cigarrillo con él en el futuro?
Y de ser así, ¿En aquel momento a solas con él podría llegar a entender la extraña obsesión que parecía tener con Daniel?

Merda. ¡Quería un tabaco! ¡Tanto!
Pero estaba intentando dejar de hacerlo, esta vez de verdad. Reiner estaba siendo saludable, siguiendo una rigurosa dieta hipocalórica que combinaba con su rutina de ejercicio. Él tenía que ser sano también para apoyarle, por supuesto, nadie se lo pedía, pero él quería hacerlo.

El que aquellas semanas fueran las peores para intentar dejar de fumar precisamente lo volvía un buen reto.

De repente, sintió como alguien lo rodeaba invasivamente con un par de fuertes brazos, lo tensó por completo ese súbito acercamiento. Pero no tardó en entender quién era quien lo devoraba en esa intimidad.

- Rein…

El olor y la calidez de su cuerpo lo invadió, ese abrazo no fallaba en darle alivio.

- Enzo, luces tan desamparado que me provocó abrazarte, ¿estás bien, caro?

- Yo… no- respondió, siendo honesto, si con alguien podría ser completamente sincero
  era con ésa persona.

- ¿Qué ocurre?

No quería ser él quien le dijera que Lascurain acababa de tener un paro y necesitaba de un aparato para poder respirar de ahora en adelante, dejaría que fuera alguien más quien le informara algo tan mortificante. No necesitaba ver la expresión que acababa de ver en Kyan ahora en el otro hombre importante de su vida.

- Es Key- decía la verdad.

- ¿Qué ocurre con tu querido Novak?- cuestionaba el otro, al parecer no encantado
  escuchar eso.

- Está… tan destrozado. Y me duele tanto verlo así, me duele en serio tanto.

Köhler lo apretaba en sus brazos un poco más, apoyando su ancha mandíbula en el hueco de su hombro, haciéndole cerrar los ojos perdiéndose en ese intenso contacto.

- Y su situación puedo entenderla por completo, Rein.
  La vida de Daniel pende de un hilo y Kyan está aterrado de perderlo. Pude ser yo, fui
  yo- repitió- yo pude perderte a ti, ¡estuve tan cerca! Y recuerdo mi impotencia, mi
  miedo, lo angustiante que fue verte tan cerca de la muerte, ¡y no puedo darle ninguna
  palabra de alivio! ¡Por qué no sé qué hubiera sido de mí mismo si tú te hubieras ido!

El alemán no dijo nada los siguientes segundos.
Lo soltó, lo giró, le tomó la cara y lo miró gravemente.

Sus ojos índigo eran tan claros y filosos como el cristal.
Baladi, abrumado por todo aquello, no pudo sino verlo de vuelta.    

- No sabes cuánto lamento haberte hecho pasar por todo eso, Enzo, en ese entonces era
  verdaderamente difícil pensar en cualquier cosa salvo yo mismo. Sé que tenías miedo y
  sé también que no fui el mejor paciente, que mi desesperación y mi actitud eran una
  carga más para ti. Lo siento tanto.

El rubio abrió los labios, sorprendido por lo directa y franca de su respuesta, entendiendo el peso de sus palabras.

- Eres una persona extraordinaria Enzo, siempre lo he creído. En mis momentos más
  obscuros pudiste darte la media vuelta e irte, fui un idiota al pensar que lo harías pero lo
  que decidiste en cambio fue quedarte conmigo hasta el final.
  Fuiste tan fuerte, sé que lo fuiste por mí.
  Me salvaste de mí mismo. Nunca dudaste- murmuró, tan cerca como estaba.

Y dentro de la inesperada tristeza de aquel recuerdo, hubo algo hermoso.
- Me diste todo lo que no tenía, todo lo que creía perdido.

Enzo se quedó sin aliento, inesperadamente conmovido.

- Y si hiciste eso por mí, sé que encontrarás la manera de hacer sentir mejor a Kyan,
  confío plenamente en eso. ¿Cómo puedes dudar de que eres justo lo que él necesita ahora?

Aquellas inspiradoras palabras le hicieron arder las mejillas.
Su pareja parecía tener fe ciega en él, lo miraba con una confianza férrea.
Esas eran el tipo de cosas que tenía él mismo que decirle a Kyan, ¿cierto? ¿Cómo es que Reiner sabía exactamente que palabras pronunciar?

- Rein- murmuró el otro, mirando sus apetecibles labios. Su corazón brincaba en su
  pecho, ¡lo amaba! ¡Muchísimo!

- Te agradezco tanto, Enzo, por todo lo que hiciste por mí. Creo que nunca llegarás a
   entender cuánto- le escuchó decir con una voz profunda.
   Eres un buen amico, él tiene mucha suerte de tenerte, tanto como la tengo yo de que
  seas algo más que eso para mí.

Ese alemán siendo dulce… era maravilloso.

- Es tan injusto todo lo que está pasando, porque ahora es cuando deberíamos ser más
  felices- contestó Enzo, sin poder dejar del todo aquella pesadez.

Köhler rio, para después sonreírle traviesamente.
El contrario no comprendió el por qué aquella reacción, ¿estaba teniendo pensamientos sarcásticos? Pero la forma suave en que veía sus labios curvearse era distinta. Aquella sonrisa era realmente divina.

- Yo soy feliz, biondi- le oyó decir inesperadamente- una parte de mí lo es, por lo menos.
  Es extraño decirlo con todo lo que pasa a nuestro alrededor, pero jamás había sido tan   
  dichoso como lo soy ahora. Y ni Daniel ni Kyan deberían quitarnos eso.

Aquello que había visto en sus labios… era felicidad.
¡Y vaya que le sentaba bien!

El rubio sintió que su corazón se aceleraba tontamente el ver así a su pareja y supo que lo que acababa de escuchar además era cierto.
Él también jamás se había sentido tan feliz junto a alguien como lo era ahora. Ver a ese alemán en días tan obscuros como ése le daba un alivio que ninguna otra persona en el universo podría obsequiarle.

Reiner estaba siendo un lugar fuerte dónde poder sostenerse.
¡Era tan afortunado de tenerlo en su vida!

- Y no me gusta verte así, cariño. ¿Hay algo que pueda hacer  para hacerte sentir mejor?

El inversionista puso una mano en su nuca para acercarlo suave y firmemente hacia un contacto todavía más físico donde lo atrapó con su boca.
Fue inesperadamente suave, le abría los labios, le acariciaba la lengua, tersa, muy tersamente. Pero entonces aquel afecto se volvió más apasionado, su mano lo tomaba de la cintura para rodearle y posarse en su espalda baja, la cual empujó hacia su fornido cuerpo, acercándolos. Ahora el contacto era más estrecho, más sofocante, más profundo.

Enzo sentía ahogarse en un mar de intensidad que de pronto inundaba el mundo a su alrededor , sólo Köhler podía detener su mundo de esa forma, alejar a las sombras así.

Un beso francés entre dos hombres en el pasillo de un hospital para ricos era algo a todas luces inapropiado, no obstante, no pudo parar, necesitaba de él, ¡sobre todo en esos momentos!

Recorrió los pectorales duros de ese gran cuerpo, los músculos bajo su camisa de seda que volvían a estar tan duros cada día a base del ejercicio que estaba retomando.
Tentó aquel abdomen de acero, cuadro a cuadro y ronroneó sin saberlo. Con las puntas de sus dedos llegó hasta el cinturón de ese hombre… debajo de la tela su carne ardía.

Lo escuchó gruñir, estaba encendido también.
¿Cuántos segundo más tardaría en tener una evidente erección?

- Ummmm… mio fidanzato… ¿vas a abrirme los pantalones?
  ¿Acaso quieres despertar a la bestia?

Aunque su amado no estaba recuperado aún y seguían sin tener “sexo”, hasta el momento, habían sido bastante… creativos. El joven había aprendido la infinidad de posibilidades en la cama alejadas de lo tradicional y ciertamente estaba un poco sorprendido de lo que había hecho él mismo esos últimos días, y todo, ¡todo! estaba siendo documentado en fotos y videos que su interesado novio se estaba cínicamente autobsequiando en “una celebración a su recuperada vista”.

Era tan pervertido a veces, pero no es como si aquello fuera una sorpresa. Y no le molestaba complacerlo… cuando el proceso era tan disfrutable.
Supo que quería abrirle los pantalones, despertar a la bestia y ser tomado contra la pared de ese lugar público.

- Parecen dos adolescentes- irrumpió aquella voz ese paraíso de dos. Baladi cortó aquel  
  contacto al escucharla.
 
Kyan estaba ahí, con una mirada cínica y las manos en sus bolsillos. La piel blanca de su rostro estaba irritada por el reciente llanto.

Había ido a buscarlo.
Debía estarlo necesitando.
Lucía desamparado e incómodo.

- Key…

- ¿Será que te pone celoso que le ponga las manos encima a tu persona favorita?- inquirió
  inesperadamente el alemán, nada feliz con la interrupción. Sin embargo sonreía,
  irónicamente claro está.

La mirada de ese par de ojos color miel que lucían tan frágiles momentos antes ahora se llenaban de una extraña fuerza, devolviendo el reto sin dudarlo.

- No tendría por qué, no eres competencia para mí.
  El lugar que ocupo en el corazón de Enzo me pertenece sólo a mí.

¡El italiano no pudo creer aquello que escuchaba!
¿Acaso acababa de comenzar una batalla de egos? ¿De la nada?

Y al parecer, discutir con Reiner le sacaba un poco de fuerza a su amico y eso admitía, le alegraba, aunque no pudiera decir lo mismo de esas provocaciones entre ellos.

- Veo que recuperas con rapidez la fuerza- fue el turno del inversionista- quizá es
  momento de dejar de preocuparnos por ti.

Novak resopló, pues eso le supo a condescendencia escondida.
- Sí, deberían- decía a cambio- Los dos.
  Y Enzo, si tanto les cuesta quitarse las manos de encima, deberían marcharse a un lugar
  más apropiado, los padres de Daniel están aquí. Y Roger Miller y su pequeño hijo
  acaban de regresar también.

El castaño disfrazaba bien sus intenciones, pero su mejor amigo pudo captarlas por supuesto. Le estaba sugiriendo que se fuera con su Köhler. Después de todo, no todos ahí tenían la fortuna de tener su lado a quien amaban.
Aunque había ido a buscarlo, le daba la opción de irse.

Y para no presionarlo, ¡ahora se marchaba!

Key…

Solos de nuevo, Baladi se aclaró la garganta y se dirigió a ese sujeto que tenía casi encima.

- No lo provoques, no la está pasando bien, lo sabes.

- En realidad creo era él quien estaba intentando pasarla bien a mis costillas.

Bien, eso no podía negarlo.
- Pero tú fuste el que empezaste.
  “¿Será que te pone celoso que le ponga las manos encima a tu persona favorita?”- citó.

Y Köhler era tan cínico como para reírse de sus propias palabras.
- Bueno, ¡quería verle algo de vida! ¿Y qué mejor manera que provocarlo?
 
Baladi podría haberse alegrado de que esa fuera la verdadera intensión en aquella incitación y quizá debió ser así, pero había algo dentro de todo eso en lo que lamentablemente coincidía.
- En realidad se ve terrible, ¿no es cierto?
 
- Voy a aceptar algo y espero eso me dé un poco de crédito, Enzo: Por más que muera de
  ganas de llevarte conmigo y seguir documentando tus zonas erógenas- le acarició el
  labio inferior, que recientemente encontraba divertido mordisquear mientras le hacía
  jadear- creo que deberías cumplir con tus obligaciones de mejor amico.
  Si ha venido aquí… es que debe necesitarte, pues tal como has dicho, tenía un muy mal
  semblante.

Baladi comprendió que esa misma expresión se la vería pronto a Reiner, cuando éste se enterara que Daniel ahora necesitaba soporte vital para continuar existiendo.
Y deseó inútilmente que ese momento no llegara.

Suspiró, aún en los brazos de su novio.
No había remedio.

Reiner tenía razón, aquella interrupción tenía un motivo.
El que Kyan hubiera ido a buscarlo era su manera de pedir ayuda y para alguien tan orgulloso como él… significaba mucho.

No iba a abandonarlo.
Jamás dejaría a Key en momentos así.

- Rein, me parece muy lindo que quieras disfrazar de irreverencia tu preocupación por él-   
  le sonreía sin poder evitarlo- Y sí, todo esto te está dando mucho crédito que espero que
  quieras cobrarte. Muy pronto.

La incitación hacía brillar los ojos azules de cazador de ese sujeto.

- Propuestas irresistibles de un sujeto irresistible- le oyó resumir, devolviéndole la
  sonrisa- y biondi, no tengas duda alguna que voy a cobrármela, lo haría ahora mismo 
  si pudiera.
Había dejado de tomárselo en serio.
- Además… ese financiero tiene un punto: hay un lugar en tu corazón exclusivo para él.

El RP miró al germano con curiosidad, lo conocía bastante bien para saber que estaba dejándole saber con acidez su malestar al respecto.

- ¿Y eso te pone celoso?

- ¿Tú qué crees? ¡No podría ser de otra forma!- admitía sin problemas- El día en que tu
  amistad con él no me haga sentir fastidio sabré que algo anda mal. Pero es algo a lo que
  ya me hice a la idea.
  Pero si no te armo una escena de amante despechado es porque sé que al final del día, no
  es con él con quien acabas, sino con “el amor de tu vida”.
  ¿Lo ves? Yo también sé citar a los demás.

Le hacía reír, como siempre.

- Rein. Tal vez debo recordarte que no fui el único que dijo cosas vergonzosas cuando
  despertaste de tu cirugía aquella vez. Y no vayas a culpar a la anestesia.

El alemán reía mostrando sus perfectos dientes blancos, tan apuesto y descarado como siempre, haciéndole sentir en seguida una caricia en su largo pelo dorado.

- No. Sostengo todas las cosas sensibleras que te dije. Soy lo suficientemente cínico como
  para que no me avergüence, ya deberías saberlo.

Esa enorme mano enredaba entre sus dedos, un mechón rubio, disfrutando la suavidad de aquella sedosa hebra.

- Y Enzo, si una parte de ti es sólo suya es que otra parte de ti debe ser sólo mía, ¿no es
  cierto? O eso me digo para soportar verlos a ustedes dos coqueteándose todo el tiempo.

El publirrelacionista procuró no reírse abiertamente así que apretó los labios, divertido.

- Estás exagerándolo tanto que es absurdo y lo sabes. Te conozco lo suficientemente bien
  como para saber cuándo ridiculizas las cosas.

- También deberías saber que es un mecanismo de defensa… ante lo que no me gusta.

El joven pensó que quizá era mejor aclarar las cosas de una vez, aunque él mismo lo considerara un tanto innecesario.
Pero al final de cuentas, estaban en una relación y estaba siendo responsable con ese nuevo título.

- Creo que es infantil que compitas con él de la manera que sea, y mucho menos en éstos
  momentos.

Sus palabras no parecieron gustarle, pero esas no serían todas.

- Tú eres mi amor, tú y sólo tú.
  Ése papel en mi vida nadie puede llenarlo salvo tú, ¡en mi mundo ya no puede ser de
  otra manera!
  Porque te he elegido a ti, te he elegido para siempre, Rein.

El otro no supo contestar a eso.
¡Aquella frase sin duda lo mataba!

- Enzo… -su voz era tan profunda.
  Diablos, ¿cómo discutir lo que sea si me dices que me quieres de esa forma?

El más joven puso sin darse cuenta una expresión de alegría que le hizo ver adorable.
Para Köhler era verdad que su novio podía manejarlo a su antojo con una cuantas palabras, con su sola presencia radiante.

- Pero cuando se trata de ti me vuelvo ambicioso- admitía el inversionista- y por más que
  tu verbo sea maravilloso, cuando hablas tanto de otro hombre, ¿cómo permanecer
  tranquilo?

Estaba serio.
Y hablaba en serio.

- Si te pido que vayas directo al penthouse cuando salgas de aquí, ¿podría asumir que lo
  harías sin chistar?
 
El italiano no lo tomaría a broma tampoco entonces.
Entornó sus ojos y dio un paso de vuelta hacia él.
Bajó su vista sobre el cuerpo de Reiner a centímetros de él, como si se alimentara de lo que veía.

- ¿Me lo estás pidiendo?

- Te lo estoy pidiendo- admitía sin problemas.

Se miraban. Intensamente. Cada quien reía un poco.

- Me iría contigo ahora mismo si las circunstancias fueran otras. Así que si quieres que
  vaya con Key tendrás que soltarme porque de otra forma no sé si podré resistirme más a
  tus provocaciones.

Köhler reconoció una vez más que su hermoso rubio era sagaz, porque ponía en sus manos la decisión de dejarlo ir.

¡Era tan tentador pedirle egoístamente que dejara a Novak sufrir a solas por Daniel!
¿No le sabía un poco justo después de todo lo que ese financiero había provocado de una u otra forma? Pero a la vez, no podía olvidar que hacía un minuto había encontrado a Enzo completamente angustiado por él. ¿De qué le serviría llevárselo cuando obviamente iba a tener la mente puesta en otro?

No quería hacerle el amor a sabiendas de podía estar pensando en Kyan Novak.
Porque el sitio de Enzo en ése momento, no era su cama. Era al lado de su mejor amigo.
¡Cómo odiaba eso!

- Te soltaré en un minuto- prometió- y después dejaré de actuar como si fueras sólo mío,
   iré a convivir con los padres de Daniel y los Miller y seré una persona socialmente
  aceptable.

- ¿Tú una persona acept…?

Un nuevo beso lo interrumpió.

Köhler se prometía mientras devoraba los labios de aquel apuesto joven, se dijo que sólo seguiría tocándolo de esa manera unos segundos más y después lo dejaría ir.
Quería perderse un poco más en esa burbuja de amor que los contenía sólo a los dos. Después, lo dejaría libre para que volara hacia ese odioso castaño.

Se dio un rato más para amar a Enzo. Y el italiano parecía de acuerdo con eso, respondiendo a aquella caricia con toda la suavidad que poseía su siempre tersa lengua.
Lo estrechó posesivamente en sus brazos. Y vertió en aquella caricia todo el cariño que le tenía a ese precioso ser. Y que sabía… que lo amaba de vuelta también “para siempre”.

¡Al diablo los demás en ese momento!
Esas semanas en aquel hospital sólo habían sido invariablemente horrendas.
¡Necesitaba las caricias de su precioso novio más que nunca!

Así que lo besó hasta que sintió hacerle estremecer de deseo. Hasta asegurarse de que donde quiera que estuviera esa noche… sus pensamientos fueran hacia él.


- - -

 

Tenía que recuperar la compostura.
Hacía unos minutos había estallado en llanto frente a Enzo y cuando él se hubo ido, no había podido por primera vez en todo ese tiempo estar a solas con Daniel.

No con esa máscara cubriendo su cara, no con ese aparato inflándole artificialmente el pecho, ¡no con ese sonido rasposo de su nuevo respirador!
Verlo conectado a más máquinas cada vez era algo insoportable. Era descender aún más escalones al infierno. Así que había escapado como un cobarde, buscando el consuelo de su amigo, ¡completamente desesperado por no hallar un atisbo de esperanza!

Aquella situación se le estaba yendo de las manos, tenía que retomar el control de sus emociones desbordadas. Pero… ¡era tan difícil! ¡Tan jodidamente difícil!

Pero “Key” ya no era un niño. ¡Era un adulto ahora y tenía que enfrentar a sus demonios!
Y el hecho de haber huido de dolor implicaba haber huido de Daniel mismo. Era algo completamente hipócrita después de haber dicho a Victoria tan firmemente que no se marcharía de ahí que lo siguiente que hiciera fuera exactamente eso.
¡Estaba sintiéndose aguijonear por la culpa!

No. No había mentido.
No había mentido.

¡Tenía que recordar la razón por la que hacía todo esto!
Así que volvió a la habitación del portugués, tenía aprovechar que no había nadie ahí en ese momento, ¿no era eso lo que tanto había querido durante todo el día? Tenía que tomar lo que le fuera dado en vez de andar comportándose como un idiota.
 
Cerró la puerta. Y miró al hombre que yacía ahí.

Se sentía avergonzado del momento de pánico que había tenido.
Si iba a estar junto a él… tenía que hacerse más fuerte.
No iba a darle la razón a Victoria.
No iba a rendirse.

Y justo como había creído, volver a él le hizo recordar por qué hacía todo eso…

- Daniel- lo nombró- no me importa que quieras irte, no voy a dejarte ir.

Esa declaración estaba hecha con pedazos de su alma.

- Y… no sé si estoy mal en hacerlo, pero francamente… no me importa.
  Quiero estar junto a ti. Tanto que duele.

No había respuesta, a cambio sólo recibía silencio.
“Tanto que duele”

- Tú me estás… matando poco a poco- murmuró, perdiéndose.
 
Su psicólogo le había dicho que en sus momentos de mayor pesar era un buen ejercicio pensara en algo que pudiera agradecer de ese día. Pero, ¿en serio existía algo de luz aún en su mundo?

Caminó hacia el guallen, lentamente. Su corazón latía al verlo y supo exactamente cuál era la respuesta de esa búsqueda. Sin nadie más ahí que él fue que comprendió qué era aquello a lo que podía dar gracias: finalmente conseguía estar a su lado, sólo con él… en ese día especial.

Un día a la vez.

Con sus dedos acarició su rostro pálido y contempló a su bello durmiente.
Ese príncipe con su castillo. Irresistiblemente encantador.

Porque Daniel Lascurain incluso ausente de sí mismo era hermoso, sus cejas obscuras y gruesas enmarcando sus preciosos ojos ahora clausurados, sus precisas y espesas pestañas negras y sus rizos suaves en la almohada blanca. Tal como la primera vez que había puesto sus ojos en él, era incapaz de apartar su mirada.

- En serio, nunca tuve oportunidad de escapar de ti, ¿no es cierto?

Estando ambos rodeados de cientos de flores aquel cuadro casi lograba ser algo poético.

Era una pena que esa máscara de oxígeno que ahora traía puesta no le permitiera ver sus labios delineados y gruesos que había besado tan pocas veces.
Pero, ¿de qué serviría intentarlo?

No era como si un beso suyo pudiera despertar a ése príncipe encantador, porque él mismo no era el héroe de esa historia. Era el villano.
El culpable… de todo.

Y aquel era un cuento de hadas retorcido en el que no existía el final feliz.
Trágicamente romántico. Tal como a Daniel le hubiera gustado.

Y antes de que la medianoche se marcara en el reloj, le dijo aquello que había ansiado tanto decir ese día:

- Feliz cumpleaños.
  Feliz cumpleaños, Dan.




Continuará...

Notas finales:

Comenten onegai


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).