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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

He de admitir que a mí me gusta el rumbo que está tomando la historia, aunque evidentemente no muchos coinciden. Desde hace más de 60 capis que no recibía tan pocos reviews así que más que nunca agradezco los  que sí recibí.

Lo cierto es que está siendo un reto escribir desde la computadora de otras personas -y más si me empeño en hacer interminables diálogos en portugués- y... necesito un poco de motivación.

 

 

Habían pasado meses desde que Sylvan D´Oria les había disparado.
Y sin embargo, tras haber despertado, a Daniel le parecía que poco era lo que cambiado. Los avances que llegaba a ver en sí mismo eran tan lentos que sentía que la vida iba vertiginosa hacia adelante… sin él.

Era como si propia existencia se le estuviera yendo de las manos, los días pasaban unos tras otros trayendo evoluciones en las que él no participaba.

Era angustioso.

Algo que sin duda parecía estar avanzando era el portugués de Kyan. Jamás se había esperado aquello. Y todas las tardes podía comprobarlo.

Para ser honesto, estaba completamente asombrado por la manera en que aquella pronunciación infantil iba mejorando, semanas antes éste había dicho incorrectamente decenas y decenas de palabras, ¡todas ellas a decir verdad! Y ahora… lo escuchaba hablar con la entonación correcta frases enteras.

Debía estar tomando clases, ¿cierto?
No podía entender cómo es que él podía estar aprendiendo a tal velocidad. Pero se trataba de un sujeto brillante, pese a todo el desastre que era en lo personal.

Durante aquellas inesperadas y nuevas sesiones de lectura que Kyan forzaba cada que lo visitaba, él había preferido girar su cabeza para mostrar su negativa de verlo ahí. Pero claro, un necio como lo era ese castaño sólo haría su voluntad y al parecer ésta era torturarlo con su presencia, siempre acompañada de un verbo calmo que le leía en su lengua materna cuentos llenos de fantasía de los que seguramente no entendía del todo.

Era… un martirio.
Porque escucharlo hablar en su idioma le creaba una infantil emoción, ¡porque saberlo a su lado leyéndole un libro lo entusiasmaba tanto que no sabía que hacer consigo mismo!

Quería hacerlo parar, quería que se fuera de esa habitación y lo dejara a solas, porque en verdad… le costaba tanto fingir indiferencia.

El libro esta vez Kyan y su padre le narraban lo conocía de memoria, su abuelo se lo había leído miles de veces siendo un niño. Sabía que al final de éste había una hoja que había estado en blanco antes de la contraportada. Su abuelo había escrito en ella, de su puño y letra, una narración más que después supo no era de su autoría pero vaya que lo parecía.

El abuelo Dan solía leer mucho pese a que su educación al inicio de su vida había sido sumamente burda y el mundo duro de un migrante conocía poco de las sutilezas de la cultivación, sin embargo ése había tomado gusto a la lectura y además, le encantaba leerle a su nieto que adoraba.

Estaba consciente que su viejo no simpatizaba mucho con las historias fantasiosas y románticas que a Daniel le fascinaban, era por eso que éste había escrito un cuento más al final de esa hoja libre, con letra diminuta para que cupiera toda por ambos lados y en lo que tenía que agregar era una caligrafía muy mal ejecutada.

La pausa que Kyan hizo al terminar el último cuento oficial le hizo comprender que estaba intentando traducir esa hoja final. Hasta el momento había creído que aunque el asesor leía cada vez mejor en portugués, no tenía mucha idea de lo que estaba diciendo y pese a que aquellos relatos estaban escritos con simpleza, no le parecía posible que estuviese dominando realmente en un par de meses su idioma.

¿Estaba subestimándolo?

Lo oyó acomodarse en su silla.
- Ésta no es tu letra.

¿Cómo es que sabía eso?
¿Alguna vez había visto su caligrafía?

Entonces lo recordó.
Él le había mandado a Key alguna vez una nota escrita a mano. Había pasado largo rato pensando en qué decir en aquellas líneas, buscando dar una disculpa suficiente ante lo que le había hecho en aquella cama en Catania, pero era imposible. Al final había decidido sólo escribir un par de frases escuetas que buscaban no mortificarlo de más.

“Me voy de Italia. Lo lamento todo”.

Sintió a su estómago arder de vergüenza. Recordar lo que alguna vez le había hecho a ese hombre lo hacía sentir asqueado por completo.

En serio, ¿por qué es que Kyan estaba siquiera ahí?
¿Acaso no entendía en verdad que esa cercanía que insistía en tener con él sólo era algo nocivo para ambos?

- ¿Xanti? ¿O tu abuelo?- le oyó murmurar en voz alta como últimamente hacía, pareciera
  que sus pensamientos, todos ellos, los tuviera que necesariamente expresar en voz alta
  para llenar el desolador silencio entre los dos.

Estaba leyendo para sí mismo aquel cuento escrito a mano. Le oyó reír, inesperadamente.
Kyan… en verdad entendía lo que leía.

- Esto es más algo que a mí me gustaría.
  ¿Fue escrito para Victoria quizá? ¿O para que tú dejaras de ser tan inocente?

El corazón del otro se estaba ahogando en sentimientos. Aun así… se negó a mirarlo a la cara.

- “Um Príncipe Muito Encantado”- leyó el título, sin equivocarse en ninguna de las
  palabras- Era uma vez, um príncipe muito encantado. Encantado a ponto do próprio sol
  ter que pedir para iluminar diariamente suas madeixas douradas… ¿madeixas?

Una pausa larga pudo con Daniel quien giró la cabeza para ver cómo el otro buscaba la palabra en la tableta que ahora solía llevar y tras entenderla, continuó.

- … de musculatura perfeita e seu tamanho único preencher a armadura cravejada de
  esmeraldas… armadura… um…

Novak realmente estaba esforzándose en aprender y no sólo mal leer.
Dan esta vez prefirió cerrar los ojos para no verlo pues era más sencillo que mover la cabeza. Así de mal estaba.

- Num dia, esse belo príncipe muito encantado se cansou das não tão belas moças do
  reino, então resolveu se casar. Para conseguir o que queria, precisaria de uma Donzela
  Pura e Casta, presa em uma torre longínqua, guardada por trocentos monstros
  terríveis.*/

*Un Príncipe Muy Encantador. Era una vez un príncipe muy encantador, al grado que el propio sol pedía el iluminar cada día sus mechones dorados, de musculatura perfecta y el único capaz de llenar su armadura incrustada de esmeraldas. Un día, ése bello príncipe encantador se cansó de las no tan hermosas doncellas del reino y decidió que para casarse necesitaría de una Doncella Pura y Casta, presa en una torre lejana, resguardada por un montonal de monstruos terribles.

Claro que aquella historia habría de encantarle a alguien como Kyan, estaba llena de cinismo muy contrario a un rosado cuento de hadas.

Su abuelo siempre había sido directo, la sofisticación que habría alcanzado después lo había dejado con un dejo de acidez que buscaba no dejarse devorar por completo por el estatus de burgués que había obtenido tras el éxito en su vida. Aquella ironía en ese relato era el mejor ejemplo de ello. Además, ¿no acababa Kyan de decir que podría haber sido escrito con el propósito de hacerle ver a Dany que tenía que ser más realista en la vida?

Quiso mirar al luxemburgués que le leía, pues estaba seguro que una mueca de dicha debía estarse dibujando en su rostro que a últimas fechas sólo había visto deshecho a causa suya. Más no lo hizo. Apretó los ojos, suspirando.

El príncipe de aquella historia había subido a la torre más alta y lejana para encontrar a su doncella y salvarle, sólo para encontrarla junto al cuerpo de su captor.

- Escuta aquí. Fui eu quem matou esse que está aí no chão. Ele achou que, por ter me
  sequestrado, eu seria escravinha dele.

Una nueva pausa.
¿Cuál sería la palabra que estaría buscando ésta vez?

- Tá ok? Tá Satisfeito? Agora me faz o favor de sair daqui, porque antes de você chegar
  eu estava pensando exatamente sobre como eu vou voltar pro meu reino.

*/Escucha. He sido yo quien mató a éste que yace en el suelo. Él creyó que por haberme secuestrado, sería su esclava.
¿Bien? ¿Estás satisfecho? Ahora hazme el favor de salir de aquí, porque antes que llegaras estaba planeando en cómo regresar a mi reino.

- En serio, ¿quién escribió esto?

La voz del asesor había cambiado, la solemnidad que le había caracterizado durante todo aquel tiempo parecía haberse desvanecido por un segundo. Sonaba alegre.
Seguramente el resto le encantaría también.

- Não tenha medo, doce Donzela Pura e Casta. É exatamente para isso que estou aqui,
  vim lhe salvar das garras desse terrível malfeitor e fazer de ti a rainha de meu castelo!
  Doce donzela, farei de ti a mulher mais importante do meu reino!
  Andará ao meu lado para cima e para baixo enquanto todas as plebeias e escravas
  cobiçarão… sua sorte por me ter todas as noites*/

*/No tengas miedo, dulce Doncella Pura y Casta. Es precisamente para eso que estoy aquí, ¡he venido a salvarte de las garras de ese terrible malhechor y hacer de ti la reina de mi castillo!
Dulce doncella, ¡haré de ti la mujer más importante de mi reino!
Caminaremos juntos mientras todas las plebeyas y esclavas envidiarán tu suerte por tenerme todas las noches.

La burla parecía gustarle quizá demasiado… hacía mucho no lo escuchaba así.
Jamás habría creído que Kyan entendería la letra de su abuelo, ¡mucho menos que alguna vez le leería libros en portugués en primer lugar!

- Tá brincando com a minha cara, né?- leyó la respuesta de la doncella- ¿Brincando en
  mi cara?- se preguntó, haciendo una traducción literal de esa expresión.

“¿Estás burlándote de mí?” eso significaba aquella frase, pero incluso si no estuviera empecinado en alejarlo, tampoco podía verbalizar y dar una respuesta. Lascurain no era capaz de hablar, abrir la boca era sacar gemidos inteligibles y humillantes.

Aquella pausa tensó el aire como a últimas fechas hacía el silencio entre ellos.

- ¿Qué significa?

¿Por qué le preguntaba? ¡¿No era bastante obvio que no iba a poder responderle?
El guallen abrió sus ojos y lo miró, sentado en aquella silla con ese libro en sus manos.
Lucía completamente adorable en su devoción, incluso en el desastre que era.
Trató de hablar y no consiguió nada, sintiendo la impotencia subirle a la cabeza.

- Bueno, espero pronto me lo puedas decir.

“¡¡No me jodas!!” Quiso gritarle con toda su perdida articulación.
¿Por qué fingía que no pasaba nada?
¿Por qué ignoraba sus esfuerzos por correrlo?

- Definitivamente você é doido de pedra- siguió el financiero, topándose con otra
  expresión cuya traducción literal no tenía mucho sentido tampoco.

“Un loco de piedra” era simplemente una forma de decir loco. Kyan pareció comprenderlo y continuó.

Pero… Daniel ya no quería escuchar el resto de la historia.
¡Sólo deseaba estar a solas con su impotencia!
E hizo algo que hasta el momento había tenido la dignidad de no hacer. Si no tenía palabras usaría lo que fuera que pudiera salir de su boca así que comenzó a gruñir enojado, ¡quería que se enterara de cómo deseaba que se callara!

Kyan por fin paraba.
¡Bien! ¡Debía haber hecho eso hacía mucho tiempo!

Se giró a verlo tanto como su cuello lo permitió, para que no existiera confusión sobre qué le molestaba, al toparse con los ojos ambarinos que le habían hechizado en el pasado, pudo ver nada salvo sorpresa en ellos con el inequivocable tinte de preocupación que siempre tenía ahora.

- Daniel…

Hasta ahora había soportado estoicamente su incomodidad, pero ya no podía callarse más.
Si no podía hablar, ¡no le importaba rebajarse a ser un animal!
¡Sería ser más de lo que ahora era!

Aquellos berridos pintaron en Key una expresión de fatalidad tan honda que una parte de él se sintió profundamente arrepentida.

- Quieres hablar…

“¡Claro que quiero hablar!
¡Quiero que pares!
¡Quiero que te largues!”

- Daniel… tú puedes.
  Poco a poco, habla.

- V…
  Vvve…
  Vee…. t….

¡Costaba tanto trabajo hacer algo tan simple como hacer que su boca se acomodara para poder decir una frase!
¡¡Ni una jodida palabra era capaz de pronunciar!!

Pero sus intentos bastaron para que Novak dejara el libro a un lado y se acercara a él, consiguiendo exactamente el efecto contrario al que había querido.

- ¿Qué es? ¿Qué es lo que quieres decirme?

Pudo ver una clara emoción en su rostro.
¿Acaso era un idiota? ¿No acababa de gruñirle?

“No me mires con esas esperanzas, porque no puedo cumplirlas”.

Bufó, apretando las manos.
Si pudiera… le escupiría.
¡No soportaba ver su faz ilusionada!
Porque… veía amor en ella. ¡Su lastimosa condición debía estarlo engañando!

Sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, alterando aún más a aquel duro sujeto que perturbado sólo atinó a tomarle la mano.

“No, no me toques…”

- Daniel… yo…

Vio a Kyan tragar en seco, fracasando en encontrar las palabras que quería dedicarle.
Quizá era mejor así, el moreno estaba convencido de que poco era lo que tenían que decirse.

Después de todo, tenerlo cerca era casi como un castigo. Más cuando despertaba a la mitad de la noche y lo descubría dormido a su lado, tan cerca que podía oler el aroma de su cabello color trigo y el calor de su cuerpo suave contra su piel, su ser dormido e íntimo que incondicionalmente insistía en permanecer a su lado y la forma en la que lo tomaba de la mano y enlazaba sus dedos con los suyos.

Esa dócil suavidad que Kyan le había ocultado todo ese tiempo.

Aquella era una nueva persona la que se mostraba ante él. Uno del cual apenas había podido echar un vistazo la noche que habían compartido en el castillo y lo había sentido hundirse en sus brazos, destruido, para entregarse después entre las sábanas.

Y si bien era cierto que sus visitas comenzaban a espaciarse cada vez más, ¿cuánto más podría soportar tenerlo ahí? Verlo actuando así.

Lo tenía tan ridículamente cerca y sólo podía balbucear, por eso había creído que era mejor ignorarlo pero como no estaba funcionando, ahora gruñía, ¡y tampoco surtía efecto!

- Isso não é um conto de fadas- le oyó decir en portugués- certo?

Key no estaba leyendo nada. Aquello eran sus propias palabras.
“Esto no es un cuento de hadas, ¿cierto?” había dicho.

Además, su voz era extraña, ¿era porque estaba hablando en su idioma?
Demasiado suave, demasiado débil… casi un susurro.

- Tudo isto deve ser tão frustrante para ti- pronunciaba a la perfección- para mim
  também é.

Vio jadear a Kyan, luchando por contenerse.
Daniel sabía que ese joven había estado guardándose toda su angustia y frustración.
Como todos ahí.

- E miuto doloroso ver você assim, Daniel.
  ¡Odeio tudo isto!

Sintió que le apretaba la mano. Parecía como un cachorro abandonado buscando mortecinamente su cercanía.
¡El portugués no supo que hacer y aún si supiera no podía hacer nada!

- Mírame- pedía.
  Daniel, mírame. Deja de apartarte.

Sin darse cuenta, ya lo estaba haciendo.
Sus ojos miel eran tan profundos, sintió que se perdía en ellos. Era extraño verlos con aquella luz de honestidad.

Supo que él iba a decir algo importante.
Y no estaba seguro de querer escucharlo.

Aquella guardia que le veía hacer en su cuarto obviamente debía estar teniendo consecuencias para la salud emocional de Kyan, se le daba bien fingir indolencia, ¡qué sí lo sabía! pero sorprendentemente había dejado el asunto del libro y estaba siendo sorpresivamente franco.

- Debí decirte esto mucho antes pero… cuando no quieres mirarme es difícil poder
  abrirme contigo.
  Yo… quiero pensar que aún no es tarde.

“¿Qué estás diciendo?
¡Por favor para!”

- Y si tú no puedes pronunciar lo que quieres decirme, quizá es momento de que yo diga
  lo que estoy guardándome.

Le limpiaba las lágrimas, tan dulcemente que Daniel simplemente quedó pasmado.

- Gracias por salvar mi vida.

No pudo creer lo que oía.
Después de esos meses que había estado a su disposición, él decía algo como eso.

Y esa cercanía era confusa. Le hacía ansiarlo. Tal como en ese momento.

- Nunca voy a dejar de agradecértelo, Daniel.
  Sé perfectamente que el que tú estés en éste estado es a causa mía, ni siquiera puedo
  decir con palabras lo culpable que me siento de ser el responsable de esto.
  Tú no debiste intentar salvarme, ¡por lo menos ahora no me sentiría como me siento!

“¡Pero estarías muerto!” - Le habría respondido aquel que no podía.
“¡Y eso sería insoportable! ¡No sabes cuánto! No habría podido soportarlo, no de nuevo.
Así que deja de decir tonterías”.

Pero aquellas apasionadas ideas le hacían sentir en el pasado, en un entonces en que la fuerza de ese luxemburgués habría brillado, no esa sombra apagada que era ahora.

- Yo sólo quería… ponerte a salvo. Y mírate ahora.
  Todo esto es mi culpa, lo lamento tanto.
  ¡Ojalá mis palabra sirvieran de algo! Ojalá pudiera hacer algo  por ti.
  Me siento… tan desesperado.

No, eso no estaba bien.
Sentir la honestidad de Kyan lo acribillaba y a la vez… odiaba admitir que esa intimidad que creaba aquel contacto era algo que había ansiado todo ese tiempo.

Se había dicho a sí mismo que lo primero que haría sería alejarlo y aunque en realidad había podido hacerlo de habérselo propuesto, no lo había hecho del todo.

¿Por qué?
La respuesta yacía en un hecho inalterable: Lo amaba.
Y le costaba tanto repudiarlo que extrañamente su incapacidad para poder manifestarlo era algo que agradecía en alguna extraña medida.

¿Cuánto más tenía que hacer para alejarlo?
¿Qué sería de él cuando lo consiguiera?

Su madre ya le había contado sobre cómo se sentía responsable, cómo el remordimiento lo carcomía y apenas si dormía. Lo entendía a la perfección, alguien tan orgulloso debía estar pasando un mal rato intentando ponerse a mano en esa penosa situación.

Y aunque deseaba que aquel comportamiento se debiera a que ese castaño realmente lo quisiera, después de toda aquella historia era difícil creerlo.

¡Claro que esa situación estaba totalmente mal!
¿Cuánto tardaría en perderlo de nuevo? ¿En volver a ser víctima de su propia explosividad? ¿En volver a ser herido por él?

Estaba habituándose a verlo con frecuencia, a tenerlo tan al pendiente de él como su propia familia. Cuando Kyan volviera a ser el idiota egoísta que podía llegar a ser y decidiera por fin seguir con su vida… él mismo no podría seguir adelante tan fácilmente.
Y menos después de esas palabras.
¡Y menos tal como se encontraba!

Volvió a gruñir, ahora realmente furioso.
¡Odiaba todo!

Su actitud tensó al otro ahí, quien no parecía en verdad entender.

No se había esperado lo que el Novak hizo a continuación.

Sin haberle soltado la mano, ese joven se inclinó hacia él y después aquellos labios… se posaron suavemente en su frente, besándolo.

Aquello le hizo un corto circuito en la cabeza.
Toda la fuerza de su berrinche de pronto quedaba en segundo plano.

Fue… ¡fue extraño! Tan inverosímil aquel gesto tan gentil que hizo al otro cuestionarse la realidad. Jamás habría pensado que él podía dedicarle un gesto así, tan desconcertantemente dedicado y dulce.

Oh.
Kyan.

- Debes odiarme, ¿cierto? Yo me odiaría si fueras tú- susurraba contra su piel- 
  Para salvarme usaste tu cuerpo y ahora no puedes usarlo.
  Estoy seguro que no disfrutas mucho tenerme aquí, pero ¿qué se supone que haga?
  Necesito ver que estás bien, es lo único que me calma.

¡Su corazón estallaba de sentimientos con sólo aquel leve roce!

Hasta ése momento Kyan había enfrentado cualquier enojo de Daniel usando palabras cortantes y crueles, gritando apasionadamente, usando una impulsiva fuerza.
Nunca hubiera esperado aquella respuesta.

Pudo girar su cara de nuevo y romper aquella distancia ridícula, pero alzar su mirada fue comprobar lo cerca que estaba de él y lo mucho que en serio deseaba ser tratado con aquel afecto.

Estar a nada de que sus labios se tocaran lo hizo sentir que moría.

Tampoco entendía nada.
Fue contradictorio no querer nada de eso y a la vez ¡necesitarlo tanto!

Prefería verlo marcharse y liberarlo de su culpa a hacerle permanecer a su lado, con el lastimoso estado en que se encontraba sumido, siendo poco menos que un vegetal. Pero cada segundo a su lado era más difícil mantener esa determinación.

Aquel amor hacia él no se había apagado, brillaba como una llama lánguida en su interior. Probablemente jamás dejaría de tener sentimientos por ese hombre, tal como le había dicho a Cath.

Supo que si pudiera moverse… lo abrazaría sin remedio.

Pero había una verdad ante la que no podía cerrar los ojos, estaba haciéndolo sufrir.
La expresión destrozada que tenía en toda la cara quitaba los colores al mundo. Tan cerca como lo tenía podía sentir en ese momento su angustia manifestándose físicamente, Kyan estaba temblando casi imperceptiblemente. También había notado ese temblor en sus manos.

Y Daniel sintió unas ganas furiosas de tocarlo, de acariciarlo, de consolarlo, de amarlo.
¡Fue completamente horrendo!

Fue Novak el que finalmente se apartó, de inmediato el contrario sintió la ausencia de aquella tibieza.
Lucía tan agotado y conflictuado que aquello lo perturbó seriamente.

- ¿Qué necesitas ahora? ¿Tiempo a solas?
  No sé cómo detener tus lágrimas, Daniel.

Eso le hizo darse cuenta que no había dejado de llorar.

- Lo siento mucho, en verdad lo siento mucho.

Sus palabras, ¡eran tan desamparadas!

La turbación que le siguió hizo de aquel momento una tumba.
Kyan incómodo se puso de pie, frotaba sus manos una contra la otra, se murmuraba algo a sí mismo, actuaba como un loco.

“Por favor… por favor, Kyan.
Para.
Vete”.

Estaban haciéndose daño.
Como siempre.

 

 


Él no volvió los siguientes días.
Y el alivio que Daniel había creído iría a sentir no llegó tampoco.

 

 

Su evidente ausencia le hacía pensar en él, en lo diferente que parecía ahora. Kyan ya no era la misma persona. Estaba cambiando, podía percibirlo claramente.
Quizá el haber estado tan cerca de la muerte, quizá el haber tenido que enfrentase a la de ese tipo al que tanto había amado o quizá… la culpabilidad que ya había admitido estar sintiendo. Sea lo que fuera, Daniel lo notaba.

Y no podía apartar su mente de él.

Su padre comenzó a leerle un nuevo libro en castellano y no paraba de preguntarse si ese financiero al ver aquella nueva obra decidiría leerla también pese a estar en otro idioma. Pero, ¿cómo saberlo si eso simplemente no estaba ocurriendo?

Un pensamiento angustioso se hacía espacio en su cabeza, ¿su padre había cambiado intencionalmente el idioma en que le leía? A veces con él era cuestión de leer entre líneas pero pensar así estaba resultando completamente agobiante y sin fundamentos.

 

 

Jamás había pensado que moverse implicaría tanto esfuerzo. Siempre había dado por sentada su capacidad de movimiento, de control, de equilibrio, la fuerza de sus músculos.

Ahora todo eso, él mismo, estaba siendo puesto a prueba.

Su cuerpo estaba comenzando a moverse, era capaz de alzar un poco sus brazos y tensar el abdomen. Uno de sus rehabilitadores sugirió que era tiempo de hacerle intentar alzarse. Lejos estaba aún la idea de caminar, por supuesto, el reto era tan simple como conseguir sentarse en aquella cama que se había vuelto su prisión.

Con ayuda conseguía levantarse, pero una vez con el tronco despegado de la horizontal, no podía permanecer en esa posición, invariablemente el peso de su parte superior le ganaba y terminaba tumbado de nuevo.

¡Era tan frustrante!
¡Era peor que un bebé de meses!
¿Qué futuro le esperaba si ni siquiera era capaz de algo tan simple?

Pero un buen día, después de lo que parecieron eternas horas, consiguió por cosa de unos segundos sostenerse sin ayuda, aferrándose a la orilla de esa cama.
Seguramente debió sentirse orgulloso de sí mismo.
Mas no era así.

Aquel pequeño logro lo agotó tanto que no tuvo la fuerza de moverse por el resto del día.

Sin embargo, sus rehabilitadores corrieron la voz. Y su madre parecía ser la más feliz de todos.
Solía charlar con él mientras pintaba casi distraídamente, dejándole saber sin sutileza que todos estaban entusiasmados. Sabía a qué “todos” se refería, porque Vanita incluía en su conversación casual a los presentes en la sala de espera.

Novak seguía ahí, aunque ya no entrara a verlo.

Se sentía como un idiota, gruñendo y evitando a la persona que quería al punto de alejarlo de su cuarto, pero… era mejor así.

De cualquier forma había muchas cosas en las que ocuparse, como lo era volver a hacer funcionar a su cuerpo.

- Quizá alguien debería traerte flores, eso te animaría- sugirió su madre, en lo que
  pretendía ser un comentario casual.

Ni siquiera quiso pensar en el significado de esa frase.

 

 

Si antes la terapia con electrodos había dolido, realmente no estaba preparado para forzar a sus músculos a trabajar, su rehabilitación física exigía una dieta rigurosa y muchas sesiones de ejercicios a la semana, pero ¿cómo se supone que pudiera mejorar si unos simples minutos de actividad bastaban para que comenzara a acalambrarse?

¡El dolor entonces era indecible y duraba minutos enteros! ¡No iba a poder avanzar nunca en su terapia si pasaba las tardes recuperándose de algo tan simple!

Y algo más allá de su cuerpo lo invadía con agonía, estaba comenzado a tener problemas con su estado mental.

¡Todo constaba demasiado jodido trabajo!
Y a cambio sentía que no obtenía nada.

No había certezas, los doctores esperaban todo de él y sin embargo no le aseguraban nada. Y todos parecían tan entusiasmados por él, confiando en que era cuestión de tiempo para volver a ser Daniel Lascurain.

Pero él, no sabía si podía cumplir con las expectativas, si es que era cierto que algún día volvería a ser él mismo. Y aquello lo estaba destrozando por dentro.

 

 

Mientras uno de sus fisioterapeutas le decía que estaba convencido de que podría alzarse de nuevo, Reiner y éste lo levantaban sólo para sostenerlo cada vez menos.

Estaba a la mitad de una sesión infernal. Le habían pedido que intentara alzarse, que aguantara ser sostenido por sí mismo pero aunque estaba haciendo lo posible una parte de sí sentía que si forzaba ese extra más a su músculo, un calambre vendría.

Tenía… miedo.
Y necesitaba ocultarlo.

Su padre lo observaba atentamente, intentando no parecer ansioso.

Daniel intentó con todas sus fuerzas tocar el suelo con las puntas de sus dedos, resistir el peso de su cuerpo y mantenerse.

No podía decirles que no. ¡No quería decepcionarlos!

¡Ese instante era tan desvalido y vergonzoso!
¡No quería ser esa versión de él mismo! ¡Todo era una pesadilla!

Hubiera preferido que ni su amigo ni su padre estuvieran presentes.
Contuvo las lágrimas de saberse de esa manera, despojado de toda dignidad y fuerza.

- Vamos Daniel, si consigues esto… ¡será fantástico!
  Podrías irte a casa más rápidamente- le oía decir a Köhler.

- Sin duda sería un buen cambio- le hacía la segunda su padre, con voz profunda- Si
  estuvieras en el castillo sería mucho más sencillo para todos cuidarte, estando cerca de LD.

¡Estoy intentándolo!
¡No es cómo si no estuviera tratando!
¡Cada respiración que tengo lucho volver a ser yo!
¡Y no puedo!
¡Estoy atrapado en éste cuerpo inútil!

Quería gritar de horror, más también quería contenerse.
No había dejado de esforzarse, en verdad que no, y sentía que estaban exigiéndole tanto que estaba abrumado y avergonzado.

¡Ni siquiera era capaz de volverse a poner de pie por sí sólo, ni siendo sostenido por los hombros!

No podía… apoyar las piernas.
¡No podía!

Y si no lograba eso no volvería a andar.
Estaría confinado a una silla de ruedas, cuyo uso dependía de que recuperar las funciones de sus brazos, ¡que aún tampoco conseguía dominar!

Hacía unos meses no había sido más que un cuerpo inmóvil, habrían podido desconectarlo incluso si hubieran querido. Ahora estaba ahí, su consciencia lo estaba, sin embargo… no el resto de sí mismo.

Quizá nunca volvería a conseguir ponerse de pie, quizá su boca jamás funcionaría lo suficientemente bien para volver a pronunciar palabras comprensibles, ¿cómo iba a volver a escribir?¿poner en papel un plano arquitectónico? ¿ser una persona funcional en lo más mínimo?

Estaba atrapado por una honda y horrenda angustia. ¡No podía comunicarse con los demás! Dejar ideas claras que no fueran sólo supuestos no le era posible, ni siquiera aprender lenguaje señas le serviría sino recuperaba el control de sus manos.

Gruñidos primitivos y gestos limitados en su cara era a lo que más se acercaba su expresión. Era peor que un crío y lejos de ser un hombre.

¡Dolía tanto que no podía dejarlo salir o gritaría!

Aquello era… ¡simplemente horrible!

¿Por qué?
¿Por qué todos tenían que atestiguar la tragedia que era?

¡No puedo!
¡¡Déjenme ya!!

Fue el momento perfecto para verlo entrar.

Daniel sintió una descarga eléctrica doblarle la pierna, contrayéndole el músculo de la pantorrilla. Aquello lo desbarató y le hizo perder la fuerza, yéndose tan súbitamente de bruces que se llevó consigo al joven terapeuta y casi a su padre también.

Golpeó dolorosamente en el suelo y ahogó un gemido patético. El dolor seguía taladrándole con aquellos calambres sacudiendo su pierna.

Y desde ahí, vio su mirada puesta en él.
Kyan llevaba un ramo de rosas. Tulipanes de dos colores.

¡Era… tan… humillante ser visto en ése estado!
¡¡Y más frente a él!!

¡Ser aquel patético inválido de mierda estaba volviéndolo loco!

No pudo más.
De haber un límite, ése era.

- Vv… ve…

- Está hablando- dijo su padre- ayúdenme al alzarlo.

- Veete.

Miraba sólo al recién llegado.
Sus primeras palabras eran para él, frente a todos.

- Veete… de…

- Daniel- decía de pronto el alemán, como estuviera comprendiendo lo que ocurría.

¡No soportaba aquel estremecimiento que no paraba y le hacía sacudir la pierna izquierda!

- Veete de aqquí… Ky…
  ...an.
  ¡Veete!

¡En serio no soportaba verlo ahí!
¡No quería que lo viera así!

- ¡Veete… de aaquí!
  ¡¡Vete de aquí!!

Aquello hizo perder por completo el color en el rostro de Kyan para después hacerle abrazarse repentinamente a aquel ramo gigante de flores que había traído para él.
Pudo ver cómo lo lastimaba, una vez más.

Daniel sabía perfectamente del estado emocional de ese tipo, comprendía el efecto de aquellas palabras. ¡Había estado tratando tanto de decirlas todo ése tiempo!

Su cara descompuesta era algo que necesitaba ocurrir.
¡Por más que doliera verla!

Novak vio llegar a su lado a Xanti, quien llevaba a los hechos aquella voluntad.

- Lo siento. Mi hijo quiere que te retires.
  ¿Podrías…?

Pudo ver cómo el castaño fue atravesado por una vorágine de emociones.
Una tras otras, afectándolo, torturándolo.

Sus manos llenas de cicatrices se aferraban a aquellas flores.
Lucía conmocionado.

- Vete. De aquí. Kyan.- consiguió decirle firmemente, con todo el esfuerzo del mundo.

“Por favor”
Quería a Novak fuera de ese sitio.
Fuera de su vida. Libre de él mismo y ¡él mismo libre también!

Key volvió a mirarlo a los ojos, como si buscara una confirmación de algo tan evidente, su mirada de color de atardecer se inundó de tristeza hasta volverse un completo desamparo.

Lo que acababa de hacer haría… que no volviera más, ¿o no?
Conseguir decir aquello y hacerlo frente a varias personas. Y más a un hombre tan orgulloso.
Estaba humillándolo con público, golpeando su ego que siempre buscaba proteger.
Lo sabía.

Kyan empujó el arreglo de flores contra su padre, obligándolo a sujetarlo. Y al siguiente instante lo vio salir, azotando la puerta.

Deseaba que nunca volviera.
Quizá después de todo eso… realmente lo conseguiría.

Una parte de sí mismo se odio por completo. Aquello fue el peor sentimiento del mundo.
Daniel se dejó caer en el piso, ya prácticamente estaba así de cualquier forma.

Con el frío suelo contra su mejilla, comprendió que volver a levantarse sería imposible.
Esta vez ya no lo intentó.

 

Odiaba todos los días de su nueva vida.

 

 

 

 

Continuará...

 

Notas finales:

Perdón si anda tan triste este fic, es parte del ambiente de este arco en la historia que está a punto de terminar (el arco, no la historia :p )


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