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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Me había dicho a mí misma que iba a cortar los tiempos de las actualizaciones, empeñandome lo más posible para sortear mi falta de compu, pero ciertamente las musas esta vez no fueron muy amables conmigo y tuve MUCHOS problemas para escribir este capi que se negaba a quedar como yo quería!

No por eso es una actualización corta, todo lo contrario! Su longitud es el doble de lo habitual y es de los capis más largos que he hecho en Affair, incluso pensé en dividirlo y ganar un poco de tiempo, pero después pensé que sería castigar mucho al lector (más dado que algunos no parecen muy felices con mis decisiones a útlimas fechas).

En fin, espero disfruten esta actualización y en caso que no, pues dejen review de queja XD

Él.
Lo tenía cerca, tanto que podía sentir el calor de su piel.
Él. Todo lo que significaba, lo que su simple presencia le hacía sentir, el galope de su corazón acelerado por la emoción del aquel amor que sentía.
Kyan.

Lo tenía encima.
Tan íntimo… como su primera noche juntos. En la que el castaño se había vuelto un encajoso felino apresándolo con el peso de su cuerpo, calentándolo con la tibieza de su vientre terso, tocándolo con esas manos recién heridas cubiertas de vendas.

Key. Su adorado Key.
¡Ése hombre que tanto ansiaba! ¡Aquel que le había hecho sentir que volvía a la vida!

¿Por qué...?
Podía alcanzar a ver su cabello color trigo alborotado, sus brazos extendidos hacia él aferrados a su cuerpo descompuesto. Kyan era posesivo en la cama después de todo.

Pero... ¿Aquello era un sueño?
Tenía que serlo. No entendía nada.

Quiso asegurarse, tocarlo y saber que era real.
Pero... su mano no logró moverse.
No respondía.

Nada en su cuerpo lo hacía.

¡Tenía que ser un sueño… no, una pesadilla!

Pero descubrió horrorizado lo real que se sentía.
¡En verdad estaba atrapado en aquella prisión infernal!
¡Ni aunque pusiera toda su desesperación en ello su cuerpo respondía en este momento!

El miedo comenzó a poseerlo como un ser maligno.

Estaba paralítico.
¡Incapaz de siquiera emitir un sonido! ¡Completamente!

Esa noción lo llenó de frenesí, unas ansias inmensas, inmanejables, insoportables.

No pudo controlar su terror.
Pero tampoco pudo gritar.

Un. Ataque. De Pánico.
Que no… lo dejaba… respirar...

No. Não!

Dolía. Su pecho dolía.
Tanto.

¡Tenía que moverse!
¡Tenía que despertar!

"Meu Deus
Aquel horror estaba llevándolo lejos de la cordura, a un sitio donde la verdadera agonía no era sólo física.

Era incapaz de moverse.
Y aquello era como estar vivo dentro de un cuerpo muerto. Su cuerpo muerto.

AHHHH
¡AHHHH!

Não.
Não.
Não.
No.

¡No!

Ajudem-me!
Não quero! Não quero ficar assim!

¡AYÚDENME!

 

 

Tenía los ojos abiertos mirando al techo.
Su respiración estaba totalmente agitada y rota.

De inmediato abrió su cerró su mano comprobando que en aquella realidad no estaba completamente paralizado.

Qué sueño… ¡tan horrible!

Estaba bañado en sudor.
Impávido ante aquella sensaciones. Asustado como un niño pequeño.

Había luchado tanto para volver a moverse, ¡meses enteros!
¡Y una jodida pesadilla llegaba a devolverlo a ese infierno!

Pero en aquel despertar… podía haber encontrado sosiego y no era así.
Porque él no estaba ahí, abrazándole, hablándole con su voz tersa, sujetándole la mano.
Aquel alivio que era capaz de darle ya no estaba con él.

En aquellos meses… se había habituado a ese castaño, ¿cierto? tal como había temido.

Gimió, dolido. Comprendiendo lo mucho que le hería saberlo lejos, y saberlo lejos por su propia culpa además.

Todo estaba mal, ¿no debería alegrarse por él?
Finalmente… ambos eran libres.

Moviendo aún sus manos como un extraño consuelo, el destino no estaba listo para actuar a su favor. En un rincón de la habitación yacía algo que le recordaba lo atado que aún estaba.

Un ramo, ése ramo.

¿Por qué?
No entendía, ¿qué hacía ese enorme arreglo de flores ahí?
¡Él había permitido que su padre se las llevara! ¡Se había sentido culpable el resto del día!

Aquella era la forma en la que debía haber cerrado el episodio llamado un mal affair y sin embargo… ¡ahí estaban! Persistiendo en el lugar en el que habían estado destinadas a estar.

¿Quién las había traído de vuelta?
¡¿Quién?!
¡Era doloroso verlas!

No podía ignorar ese gigantesco ramo y mucho menos sus colores. Había dos clases de enormes tulipanes en ése jarrón, morado claro y amarillo ácido. Él mismo alguna vez había elegido esa combinación y tipo de flor exacta para Kyan, cuando tras días alejados, digería el hecho de haberle hecho el amor y haberse marchado a Dinamarca a las pocas horas.

Había querido demostrarle de alguna manera lo importante que era para él aunque su viaje de negocios fuera a mantenerlos separados y a cambio el otro sólo lo ignoró como el cabrón que estaba descubriendo podía llegar a ser.

Esas flores eran hermosas y tristes una vez más y era claro que llevaban un significado.

Pero no se dejaría llevar por su lado emocional, ver a Kyan llevándole ese obsequio no lo frenaría. Tenía que ser todo lo duro que fuera capaz, correrlo constituiría muy poco para el tipo indolente que podía llegar a ser aquel financiero, ¿o no?
Pero… se había equivocado.

Había resultado completamente horrible verlo hundirse en el negro pozo que habían hecho sus palabras. No es cómo si no supiera lo que hacía, Daniel ya conocía cuáles eran los traumas más secretos de ese joven. En esa mirada incrédula color verde con dorado surgía de pronto el pequeño huérfano que era Key en el fondo de su protegido corazón.

Atacó a quien más quería sin consideración alguna, e incluso admitía haber vertido en aquel acto todas sus frustraciones, que no eran pocas.

Y aunque había conseguido su objetivo, no se sentía orgulloso de su método en realidad.
No debía haberlo dicho así. No debía haberlo vuelto a herir, no a alguien que había pasado por tantas cosas tristes.
Seguramente jamás iba a poder disculparse, y aquello sería algo más con lo que tendría que vivir.

Pero de todos modos ya estaba probado qué tan cruel era capaz de ser con Kyan, ¿cómo olvidarlo?

Había tenido que darle un fin a todo eso.
¡Aunque tuviera que verlo abrazarse a esas flores, en un intento por sostenerse de algo!

Sí, el asunto era tan deprimente y tan retorcido como siempre lo había estado cuando se trataba de ellos. Si nada había cambiado, ¿por qué su decisión tendría que hacerlo?

Daniel lo amaba, nunca lo había escondido, pero ahora estaba convencido que aquello no era suficiente porque a veces todo el amor del mundo no basta.
Ambos habían llevado aquella relación demasiado lejos hacia un rumbo equivocado, era imposible volver atrás, no siendo quienes eran.

Era mejor golpear su orgullo y hacerlo irse, obligarlo a tomar la distancia que Daniel no podía tomar. Y ser quien abandona siempre resultaba menos doloroso, ¿no? Le daba a Kyan la oportunidad de irse sin sentirse culpable.

Todo era… por el bien de ambos.
Por el bien de ambos.
Por el bien de ambos.

¡Porque era tan duro ver los sacrificios que Novak hacía por él sin que se lo pidieran!
Sus acciones en esos meses habían dicho mucho más que su verbo, aquellas eran muestras de sus sentimientos, ¿cómo decir otra cosa?

Porque ese concepto que había tenido hasta el momento de él parecía haberse puesto a prueba ese tiempo en el hospital. Kyan ya no parecía interesado en ocultar sus acciones más significativas aunque en buena parte fuera debido a lo destruido que estaba para siquiera ponerse a la defensiva.

Ése tipo indolente… lo había protegido con su cuerpo.
Había llorado interminablemente por él.
Había aprendido portugués para leerle los cuentos de su abuelo.
Había velado su sueño cientos de noches, ¡cientos de noches en verdad!
Había tomado su mano.
Le había llevado flores.
Le había agradecido por su vida.
Le había perdido perdón.

Eso era todo cuanto alguna vez habría soñado.

Pero no de ése modo.
No con Novak vuelto un muerto viviente.

No, no lo quería ahí.
¡Ese luxemburgués le rompía el corazón en mil pedazos!

Estaba convencido de que no debía estar cerca de él, ¡existía demasiada evidencia ya!

¡Así que lo quería fuera de su vida!
¡Y lo mismo iba para ese ramo!

Bastaba verse a sí mismo para comprender lo difícil que era volver a ser feliz, tenía que dejar de fantasear en imposibles y ser realista ante sus condiciones. En este momento necesitaba luchar para sí mismo y nadie más.

Pero… sentía ganas de romper en llanto y aquella emoción estaba volviéndose intensa.

Ahogó un sollozo justo cuando alguien entraba en la habitación.

Su madre era quien llegaba, al verlo sus hermosos ojos negros se posaron en él y como solía ser, lo leyeron perfectamente. Y pudo ver a través de su sonrisa, un dejo claro de preocupación. Ella no tardó en acercarse cálidamente para limpiarle las lágrimas.

Para la mujer de hierro que siempre había tenido como estandarte, ella lucía abatida.

- Buenos días, cariño. ¿Cómo te sientes hoy?
  Luces algo lánguido, pediré que te traigan el desayuno.

Se sentía culpable. De verla preocupada, de necesitar tanto de ella y de los demás, a un grado que lo abrumaba.

Deseaba hablar con su madre, preguntarle por él y por ese ramo, pero… suponiendo que pudiera verbalizar tanto ¿con qué cara inquiría acerca de Novak? Si su padre parecía comprender lo que sentía por él, su mamá por supuesto que ya debía estar más que enterada.

Vanita solicitó su comida y después puso sobre la mesa una paleta nueva de pinturas, decía haber tenido una revelación y observó aquellos colores puestos frente a ella.
No había forma de que eso fuera una casualidad. Eran los mismos… que los de las flores que tenía enfrente.

El silencio de su madre lo inquietó más de lo que necesitaba.
¿Iba a pintar los colores de esos tulipanes en su cuadro?

No supo si soportaría verlos en algo permanente. Un recordatorio como ése sería simplemente tortuoso.

¡No pudo estar más tiempo en paz!

- Laaas Fl-floorss…- logró balbucear, esperando que eso fuera suficiente para obtener
  una explicación.

- Bueno, no quería renunciar a ellas aún, no en sus momentos de mayor belleza.
  Son tan hermosas, ¿no te parece?
  Estaba pensando que me gustan mucho esos colores. Y dado que estoy pintando los
  jardines del castillo, pienso que añadirlas a la obra sería una buena idea.

Ella no iba a dejárselo fácil, ése era el mensaje que él como su hijo comprendía perfectamente. Estaba torturándolo como sólo una madre sabía.

- Aunque admito que es puro gusto estético, en realidad desconozco el significado de sus
  colores. Tú, que gustas de regalar flores a los que quieres sabes que los tonos que
  componen un ramo dicen algo.

Vanita tomó un pincel ancho y probó un morado claro en su paleta de vidrio, esparciéndolo y analizándolo. Comenzó a mezclarlo con otros tonos en busca de aquel que fuera exactamente igual. Y claro que iba a hacer lo mismo con el amarillo.
Iba en serio a dibujarlos en su cuadro.

- Pero incluso este morado es distinto al de las hortensias que gustabas de comprarle a
  Catherine. Eso me alegra en verdad, hubiera sido muy desafortunado.

Su madre no sabía qué él había regalado a Kyan flores exactamente así, ¿por qué debería ser de algún modo? No podía imaginar un universo donde éste le hubiera contado esa historia. Sin embargo… eso no imposibilitaba a su madre de entender lo demás.

Daniel suspiró frustradamente, mirando a través de la ventana sólo para dejar de verlas, tanto a las flores como a Vanita.

Si tan sólo pudiera ponerse de pie saldría de su encierro y tomaría un poco de aire fresco.
Ansiaba sentir el sol en su piel, aquel confinamiento era mortificante.
Estaba preso ahí, no iría a ninguna parte.

Afuera parecía ser pese a todo, un día soleado, lo cual le hizo recordar que dentro de poco comenzaría septiembre. El otoño estaba a punto de comenzar aunque aún se sintiera como un eterno invierno.

Tantos meses perdidos de su vida.
¿Cuánto tiempo más?

- Tú no lo recuerdas pero el día de tu cumpleaños llenamos tu cuarto de flores.
  Eran tantas las que te llegaron que ya no cabían -hablaba su madre, buscando devolverlo
  a ese mundo sin luz.
  Pero nada es para siempre… tu cuarto luce triste desde que éstas murieron. Creo
  que las flores de Kyan son justo lo que necesitas en éste momento para hacer de tu
  mundo un lugar más preciado, aunque sea sólo por un tiempo.

  Dan, hay que apreciar los obsequios que llegan a nuestra vida.
  Nuestra primera misión es para con nuestra felicidad, por efímera que ésta sea.

Entonces sintió su mirada sobre él, triste. Y Daniel no pudo sino mirarla de vuelta.
Sí, su madre lo sabía. Sabía que amaba a ese joven sin que se lo hubiera dicho.
Sabía que no podía olvidarlo.

- Así que quiero pintar sus colores para que no mueran.

¡Ella no tenía derecho a interferir de esa manera!
Eso sería asumir que sabía qué era lo mejor para él sin entender lo tortuosa que había sido su relación con ese cruel hombre que ahora parecía tan sufrido. Pero no pudo enojarse con ella, ¡simplemente no pudo!

Tampoco diría nada no sólo por su incapacidad para verbalizar algo tan complicado, sino porque aquello simplemente era demasiado en ese momento.

Y como en realidad hacía tiempo estaba despojado del poder de su voluntad, siguió mirando a esa ventana, negándose a ver el cuadro de su madre a partir de ese instante.

 

- - 


Los días seguían pasando, días increíblemente difíciles en que se sorprendía por su incapacidad de realizar las tareas más sencillas. Aquellas que un bebé de meses podía hacer y él no.
Sus deseos de recuperarse en realidad no significaban nada, había una barrera física infranqueable con la que luchaba sin cesar.

Siempre había tenido un gran espíritu de lucha, una determinación férrea que rayaba en la terquedad, una pasión inapagable, pero esta vez… en serio todo estaba en su contra.

Había momentos en que simplemente dejaba que todo aconteciera porque no tenía fuerzas para nada. Y aquello de dejaba de sentirse como una infame derrota.

 

- - 


- Ha sido un viaje espléndido- los tacones de esos mocasines italianos resonaban por la
  habitación, su dueño era el rubio al que su amigo Rein amaba.

Ese hermoso sujeto estaba a la mitad de lo que hasta ahora había sido sólo un monólogo, jugaba un poco con su largo cabello mientras hablaba.

- Aunque ya he estado en otras ocasiones en Paris, además de las últimas en las que me
  ha mandado Muggen, esta vez tuve la oportunidad de darme una escapada a Epernay,
  un lugar divino y convenientemente a un par de horas de la capital.
  ¿Lo conoces, Rein? Pertenece a la ruta de la champaña, de la cual hay degustaciones
  maravillosas si te hospedas en las Maisons.
  Yo me he quedado en la Comtesse Lafond gracias a un contacto parisino y ha sido
  encantador, por decir lo menos.

Su voz tersa y ágil llenaba el silencio, aunque su conversación sonara tan superflua para Lascurain, pero el otro ahí parecía estar escuchando atentamente, y ante lo que acaba de escuchar, Reiner intervenía alzando la vista con el cejo un tanto fruncido.

- Siempre he creído que eres un excelente publirrelacionista, biondi y no que queda duda
  de que te has hecho de un montón de contactos en estos viajes recientes. Y esa, que
  suena como toda una experiencia, me hace preguntarme con quién de tus nuevos
  conocidos es con quien la has compartido.

La reacción de Enzo sería una muy diferente a la indignación que Daniel verbalizaría al sentir su fidelidad puesta en duda. En cambio, ese RP parecía entretenido por la pregunta.

- Ha sido la gente de Stamm la que me ha enviado. Ahí me encontré con uno de los
  socios de la compañía que estaba de aniversario con su esposa.  Al parecer, los días
  libres para la gente de negocios allá tampoco existen.
  Así que creo que deberías venir contigo la próxima vez, me sentí SOLO viajando por mi
  cuenta- le contestaba descartando un desliz con una sonrisa en sus torneados labios que
  dejaban ver que la idea era completamente absurda.

Daniel no puso sino pensar en él mismo, gritando y haciendo un drama en el departamento de Kyan, al punto de no escuchar a nada.
Tantos errores… tantos en verdad…

- Y si te apetece algo aún más privado, hay hoteles boutique famosos por sus
  tratamientos spa, sitios privados, excelentes y discretos.

El italiano parloteaba. Eran tantas sus palabras que seguir aquella conversación le hacía doler la cabeza.
Pero para el tercero ahí, aquello dicho significaba mucho. Y vaya que él sí que lo entendía.

- Ya veo. No dejaré que vuelvas a ir solo, ¡qué descortés de mi parte!

- Descortés no era la definición que tenía en mente- contestaba el más joven- Incrédulo
  me parece más cercano- lo acusaba con elegancia.
  Pero… me da gusto escuchar el resto.

Su socio, siendo como siempre un cínico, rio, feliz como siempre lucía a últimas fechas.
Dentro de todo, si dejaba el fatalismo de lado, ver aquella dicha en su mejor amigo le hacía sentir una tanto de paz, sobre todo tras aquella pesadilla del tumor.
Definitivamente Baladi era quien provocaba esa sonrisa en los labios de Köhler y siendo así lo toleraría sin quejarse cuanto fuera necesario.

- Bueno, Enzo, como siempre me gustan tus propuestas.
  Y como ya puedo viajar en avión, si te consigues un par de días libres pediré el Prestige
  para un viaje privado. Además, es el pretexto perfecto para comprar una nueva cámara,
  ya sabes que últimamente me da por capturar lo que me cautiva.

Hacía rato que no reparaban en él. El moreno se daba cuenta que eso sucedía a menudo con sus visitas, las cuales se habían acostumbrado a pasar ahí el rato con él inconsciente.
Aquello le hacía difícil olvidar que era sólo un bulto en ese cuarto.

- Vaya, Rein, ¿quieres hacer un registro fotográfico? Estoy seguro que con lo imaginativo
  que eres no tendrás problemas en encontrar algo interesante que añadir a tu colección
  fotográfica- le seguía la broma el amigo de Kyan, con ligereza y entusiasmo, como si
  todo en el mundo fuera bien.

Lascurain, que siempre había sido un romántico, comenzaba a odiar aquellos coqueteos.
¡Y es que tener a ese rubio tan cerca le hacía recordar a quien ya no lo estaba!

Habían pasado muchos días desde la última vez que había visto al castaño, desde que le había hecho marcharse con unas pocas palabras suyas.
Pero Daniel no abriría la boca pese a que ya estuviera consiguiendo hilar frases seguidas gracias a su terapia de lenguaje.

De todos modos, aquello sólo representaba la cereza del pastel de su horrible día, que no tenía indicios de que fuera a mejorar. Llevaba horas de un humor de perros, sin terminar de resignarse a lo horrenda que era su vida. Buscando desesperadamente el sentido de las cosas y seguía fallando.

Era difícil concentrarse cuando su cabeza aún no terminaba de funcional correctamente y su cuerpo le dolía como si lo hubieran apaleado. Las sesiones de rehabilitación física eran cada vez más exigentes y aunque ya no había tenido tantos calambres últimamente, sus músculos seguías quedando escocidos. Trataba de dejarlos descansar lo más posible pero eso lo volvía nada salvo un objeto inanimado de nueva cuenta.

Intentaba no dejarse vencer, ¡pero era tan difícil no sentirse miserable!

Estar atrapado ahí no le permitía otra cosa que agobiarse y pensar en sus malogros. No veía la hora para poder ponerse de pie y marcharse por fin de aquel lugar pero aquello parecía una meta inalcanzable cuando a duras penas si podía mantenerse erguido.

Esos dos ahí no tenían la menor idea de lo afortunados que eran.
Tan enamorados y dichosos.

Pero Baladi cambiaba con facilidad el rumbo de su charla, así que intentó seguirlo esta vez para no torturarse. Acordada aquella escapada a Epernay que no sonaba más que como una luna de miel con Reiner, él volvía al tema de su viaje.
Mencionaba algunos nombres de franceses acaudalados con los que se había reunido esta vez en Paris y dejaba saber que la empresa de Roger podía hacerse de un muy buen dinero si lograba cerrar tratos con Stamm.

- He dejado puestas las piezas del ajedrez en el tablero, pero se necesita quien les dé
  movimiento. ¿Sabes a lo que me refiero, verdad? Un duro negociador de Muggen que
  domine el mercado inmobiliario luxemburgués y que no tenga problemas para cambiar
  de residencia.

Lo decía con aire de absoluto desenfado.

Sabían largos los días que había pasado sin ver a Novak, cuando éste solía estar diario a su lado, noche tras noche.

Determinado.
Necio.
Aferrado.
Apasionado. Como lo era él.

¿Él… acababa de irse a Paris?
¿Tenía que entender eso?

- K-Kyan- articuló, haciendo callar esa charla.

¡No podía sino decir su nombre!
¡¡No podía más!!

Baladi de inmediato frenaba su letanía, para escucharlo atentamente.

- ¿Él… se haa ido?

Una expresión se dibujaba en el rostro de aquel italiano y algo le supo mal. Parecía… maliciosamente satisfecho aún en su belleza.
Y tras mirar a Reiner, como si estuviera midiendo hasta donde llegar, el joven le contestó:

- Así es. Él dejó la ciudad.
  No volverá a este hospital a verte. Tal como se lo has pedido.
  ¿No es grandioso?

Pudo percibir dosis de acritud en aquel normalmente ligero verso.
Entonces era cierto. Key se había marchado.

Algo hacía corto circuito en su cabeza.
“Tal como se lo has pedido” era una forma irónica de ponerlo.

- Enzo, ¿recuerdas cuándo me pediste que no provocara a tu amico?
  ¿Puedo pedirte ahora yo que no provoques al mío?

El alemán habló fuerte y claro, haciendo que el contrario apretara los labios y le lanzara a cambio al moreno una mirada asesina. Pudo ver la lucha del italiano por contenerse, también lo vio perder.

- La cuestión que es Lascurain me debe una picchiato*, algo así como un “Duelo de
  Caballeros”. Supongo que no te ha contado el por qué- dejaba ir, con la voz tan suave
  como siempre pero con las esmeraldas de sus ojos brillando en otra intención.
*/Paliza

Reiner lo miró confundido, cuestionándose lo que acababa de oír.

- Así que pese a lo que pudiera parecer, en realidad estoy siendo sumamente amable con
  él dadas sus lamentables condiciones actuales.

El rubio sonrió suavemente, complacido por el efecto logrado.

- Pero me disculpo por mi falta de tacto- mentía- Y como no quiero incomodar a mi
  querido novio que tanto aprecio te tiene, lo pondré de otro modo, Lascurain:
  Sinceramente espero que te recuperes del todo y comiences la vida que mereces.

Y después, no dirigió más la conversación esa tarde.
Ni volvió a verlo en el hospital.

 

- -


Pasó los siguientes días esperando el momento en que Reiner le preguntara qué había querido decir su linda y acusadora pareja, pero eso era algo que no estaba ocurriendo. La paranoia de su culpabilidad estaba latente cada que pensaba en ello.

Lo primero que fue a su mente es que éste le estuviera dando su espacio como solían hacerlo entre ellos, aludiendo a la tácita promesa mutua de no intervenir en la vida del otro, la cual últimamente no estaban respetando del todo.

Y la segunda posibilidad es que ese rubio ya se lo hubiera dicho a su socio, que le hubiera dado una descripción de Kyan las siguientes horas después del abuso al que lo había sometido.

Daniel supo que aquella reseña sería horrenda si recreara tan sólo un mínimo de aquella noche en esa suite. El reflejo de su imagen decadente era algo repugnante en sus ventanales de cristal.

Y por si felonía en sí no alcanzara a ser suficientemente condenable, lo que terminaba de dotar a ese acto de malignidad era lo enfermizamente gratificante que había resultado ver aquellos ojos miel tan habitualmente duros, esta vez envueltos en sufrimiento, uno que sólo le provocaba él.

La más horrenda verdad es que había deseado hacerle sentir algo por él, por nefasto que eso fuera.
¡Tan enfermizo! ¡Tan cuestionable!

Ese cuarto había quedado envuelto en los lamentos de Novak, había sentido sus araños desesperados en la espalda buscando pararlo, su voz quebrada le pedía algo por fin, que se detuviera. Pero Daniel no lo hizo hasta satisfacerse con él.

Aquella estúpida, estúpida, estúpida venganza.
¡Que jamás iba a perdonarse!

Era cierto, había sido un cobarde y nunca se lo había dicho a nadie, ni a su mejor amigo.
¡Era tan atroz que costaba admitirlo!

Aquello lo avergonzaba más que nada que hubiera hecho jamás en su vida.
Sería algo que lo perseguiría por siempre. Y una de las muchas razones por la que no podía estar con él.

 

- - 

 

Las flores se habían marchitado y ahora lucían decadentes. No obstante nadie las había tirado aún, ni siquiera su padre. Habían pasado demasiado tiempo en ese jarrón, días y días y habían finalmente muerto.

Él y aquel asesor financiero de Muggen en realidad no habían tenido muchos encuentros, y sin embargo todo había sido muy intenso en poco tiempo. El magnetismo entre ellos los había unido muy velozmente, estar uno junto al otro siempre había disparado la energía, ¿cierto? Y quizá, sólo quizás Daniel se había enamorado de él demasiado rápido.

Pero… si creyera que sabía todo lo que pasaba entre ellos, el otro había conseguido impresionarlo.

¿Qué significado podía darle a esa manera tan íntima en que Kyan había buscado su contacto durante ese nuevo tiempo en el hospital?

¡No podía creer que estuviera haciéndolo al principio!
Lo había sentido abrazarlo, poner su rostro contra su nuca soplar el aliento envuelto en el hechizo del sueño, en que sostenía sus manos y murmuraba adormilado su voz extrañamente suave contra su oído.

Aquello era Kyan dormido, ¡alguna vez habían pasado la noche juntos y él había sido tan adorablemente invasivo!
¡Era tan inverosímil! ¡Le hacía latir el corazón tan rápido!

Y nadie, nadie parecía extrañado en absoluto de aquella intimidad, ¿cierto?

Aparentemente Novak llevaba meses haciéndolo.
Costaba trabajo creerlo.

Su madre misma había parecido bien con tenerlo ahí. Victoria aunque sobreprotectora como siempre, no se interponía del todo. Y su padre le había permitido tomar los libros que habían pertenecido a su abuelo, cediendo también a la espera de saber cuál era su postura al respecto. Nadie se interponía.

Pero al final, nada de eso importaba.
Lo que pudiera haber existido, nunca había ocurrido.
Seguir dándole vueltas sólo empeoraría todo. Y lo hecho, hecho estaba.

Porque Daniel no podía guardarle rencor por lo sucedido con Sylvan, él había elegido voluntariamente recibir esos disparos, pero… también era cierto que antes de que fueran atacados por el D´Oria ellos había tenido una conversación intensa, tras la cual había tomado la determinación de no verlo más y aquella era una decisión final.

No obstante… habría creído que el hecho de que fuera el mejor amigo de Baladi le haría alguna vez encontrarlo de manera circunstancial, debido a su relación con Reiner. Suponía que odiaría ese momento y que le costaría sobrellevarlo.

Porque quizá había creído equivocadamente que Kyan no podía desaparecer por completo de su vida.

Tenían un proyecto con su asociación, que pese a todo seguía adelante dado su promesa de que nada rompería aquel acuerdo. LD estaba llevando a cabo todo lo que él había puesto sobre papel cuando era capaz de hacerlo y aunque fueran a llevarlo a través de terceras personas, aquello era algo que los uniría por siempre.

No obstante, el que ese castaño se hubiera marchado de esa manera lo cambiaba todo.
Lo sentía en cada fibra de su fracturado cuerpo, el hondo hueco que estaba dejando en su desgraciada vida, en esos días tan duros.

Ciertamente su estado actual sólo reafirmaba su decisión, en éstos momentos no podía darse el lujo de perder energía en algo que no fuera su recuperación, no tenía caso perseguir a un hombre cuyo destino había cambiado, que se había marchado a Paris a ser un brillante financiero de corazón de hielo, el mejor papel que sabía interpretar.

Sería un éxito sin duda.
Y ayudado por Roger y Victoria… era probable no volvería a verlo nunca.

 

-- 

 

Dormitaba mientras escuchaba a su hermana y su padre hablar. Era un fluido portugués nativo, no como la deficiente versión del hombre en quien no dejaba de pensar.

¡Echaba furiosamente de menos escuchar esa voz hablando en portugués!
En los cuentos que le había leído, en los monólogos que le había dedicado cuando creía no ser escuchado.

El paso de los días evidenciaba cada vez más claramente que el asesor en verdad no iba a volver a él. Si lo había hecho subir a un avión y dar la espalda a su vida en Luxemburgo, sólo era necesario ser más drástico para hacer de esa decisión algo permanente y si alguien podía serlo, ése sería él.

Daniel mismo lo había echado porque decía haber renunciado a él en ese regreso infernal a la vida en que no tenía control de su cuerpo y era lo menos cercano a un hombre que había sido jamás. Pero también era debido a que estaba cansado de aquel círculo nocivo en que se había transformado la relación entre ellos.

Por eso había creído que no ver a Kyan le haría sentir mejor, ¡sin hablar de cómo detestaba ser visto por él en ese estado!

No obstante…
…estaba siendo todo lo contrario.

Así que se exigía determinación al respecto, si dudaba tan sólo un poco, no podría mantenerse firme. Ése hombre siempre había sido su debilidad y sabía perfectamente que de haber podido ponerse de pie, el paso de los días le haría flaquear y su siguiente acción podría haber sido ir por él a cualquier rincón del mundo dónde estuviera. Y ya no podía seguir haciéndose lo mismo.

Ese tenía que ser el final.
¿Acaso no se sentía como uno?

 

 

Continuará...

 

Notas finales:

Dejen reviews (aunque sean acusadores).


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