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Amor Yaoi
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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Nunca había tardado tanto en subir un capítulo antes, me siento avergonzada con quienes seguían esta historia porque estoy segura que los he decepcionado pero es extraño a la vez sentir cierto orgullo por haber logrado concluír este fic, aunque fuera tan a destiempo.

No sé si todavía alguien lee por Amor Yaoi, o si siquiera leerá este final, supongo que si lo subo no es sólo por compromiso hacia mí misma, sino porque en el fondo albergo la esperanza de que alguien efectivamente lo lea, mientras tanto imagino que el karma hará lo propio y me tendrá esperando alguna reacción.

Que sepan que estoy bien, me ha dado COVID de nuevo y es por eso que irónicamente encontré el tiempo para regresar por aquí, la vida va bien (salvo este detalle) y extraño mucho esa etapa en mi vida cuando no tenía obligaciones de adulta y podía escribir y fantasear y de algún modo ser libre, también extraño horrores leerles y en estos días que he entrado a contestar comentarios y releer reviews la nostalgia pudo conmigo, los extraño.

Bueno, les dejo un par de notas al final de este capítulo porque si sigo escribiendo por acá no voy a avanzar nada.

Gracias por leerme.

- malchan

 

Kyan había recorrido un largo camino para llegar a esa paraíso, y no se trataba sólo de haber pasado por la entrevista de los Lascurain, ni Reiner al otro lado de la puerta, ¡ni siquiera se trataba de la aprobación de Daniel! La última batalla que se había luchado ahí de cierta forma había sido consigo mismo.

Se había desnudado, en cuerpo y alma literalmente, había seducido a ese hombre roto y se había subido a su cama, haciendo promesas por las que creía que sus avances sobre Daniel habían sido detenidos.
Lo había conseguido, aparentemente.

Pero ¿qué era exactamente lo que había logrado? La satisfacción que sentía en esos momentos dependía de precisamente no contestar esa pregunta.

La pasión con que lo habían hecho y el desgaste de sus cuerpos y emociones, lograron que absurdamente ambos cayeran rendidos en aquel lecho poco después del sexo.

Todo parecía tan simple y complicado al mismo tiempo...

Pero la parte más cerebral de sí mismo emitía todo tipo de alarmas, sin embargo él decidió ignorarlas, de todos modos estaba tan adormecido que no podía despertar del todo, la tibieza de aquella cercanía que había impuesto al abrazarlo sin darse cuenta facilitaba las cosas, se sentía arrullado por ese calor como si de una canción de cuna se tratase.
Tan cerca. Tan suyo. Finalmente.

Aún sin volver realmente y con los ojos sin abrir, metió sus dedos entre la maleza negra de aquel cabello, sintiendo su suavidad, lo agradables que eran esas hebras gruesas bajo su tacto. Cierto, él solía acariciar furtivamente esa cabeza llena de rizos en las noches de hospital, pero había tenido que dejar de hacerlo conforme su dueño iba recuperando la conciencia.

Tenía tiempo sin tocarlo así, a esos mechones que no recordaba tan crecidos y ensortijados. Le gustaba, le gustaba la sensación de esas ondulaciones al ser tentadas, como sus bucles de ébano se atrapaban en sus dedos como si no quisieran dejarlo ir.

“Yo tampoco quiero... dejarte ir”.

Debía seguir soñando.

Tanto tiempo.
Había pasado tanto tiempo sin poder acercarse así, sin atreverse a sentirlo tan entrañablemente como se había acostumbrado durante tantos meses.
Sentía que aquella espera había sido eterna.

Lo abrazó con fuerza, sin ser realmente consciente de lo que hacía...

No había esperado aquel sosiego, aquel silencio, aquel ensueño, porque entre ellos las cosas siempre le habían parecido una tormenta.
Disfrutó la dulzura de ese nido, el calor de aquel cuerpo desnudo contra el suyo, el paraíso no podía ser sino algo como eso... si existía un lugar en que podía perderse por siempre, sería ese. Los brazos de esa persona.

Se dejó existir en ese momento, sin luchar. Prolongando su paraíso hasta que la realidad lo fuera a alcanzar.

 


- - -

 



Los ojos color miel de Kyan habían brillado con la misma intensidad que podía evocar en sus memorias. Lo ponían nervioso, tenía que aceptarlo, ese sujeto tenía un poder sobre él capaz de hacerlo titubear como un niño, una mirada de Kyan Novak bastaba para hacer que su corazón latiera agitado, como si de un peligro se tratase, pese a que sólo era ese castaño aproximándose.

Un beso.
Un beso que no resultó intenso y ansioso como el último que le había dado, tanto tiempo atrás en su departamento, lleno de dolor, anticipado a una despida. Lo que esta vez con tanta libertad le era ofrecido, no lo había esperado ni en sus fantasías más absurdas, superaba cualquier expectativa siguiendo un rumbo abismalmente diferente, un matiz desconcertante, un sabor que jamás había probado de esos labios.

Ese frío financiero le besaba suavemente, lentamente, profundamente.

Aquello le hizo recordar algo que ya sabía pero que había olvidado, lo que un beso significaba para Novak, el hecho de que reservaba ese tipo de caricias sólo para la persona de su vida, como un romántico que se supone que no era.

El contacto de ese joven desnudo, realmente desnudo, ya no tenía reservas. Llevaba los sentimientos a flor de piel, el cuerpo envuelto en llamas, la voz vuelta susurros cargados de amor.
Aquello le puso la mente en blanco, totalmente.

Key.
Su amado, Key.

Aquello tenía una dulzura oculta celosamente guardada para quien amara.
¿No era cierto? ¿O sólo estaba imaginándolo?

Sus emociones explotaron sin control por toda su herida persona tras recibir aquel cariño.
Llenándose de una felicidad tan extraña ¡que no supo que hacer con ella!

¿Qué era ese sabor en su boca?
Amor…
Sus labios...  sabían a amor, ¿estaba perdiendo la cabeza finalmente?

Key había ido hacia él, pese a todo pronóstico, ¡pese a toda lógica! Y se había entregado a él sin medir más límites.  

Cuando el verbo había dejado de bastar, había hablado con su cuerpo.
Y cuando el cuerpo había dejado de bastar, le había hablado con el alma.

Aquello era un sueño del que jamás quería despertar... pero aquello era justo lo que estaba haciendo.

Daniel de pronto se encontró en una realidad igualmente inverosímil.
Con los ojos ya abiertos, se encontró tumbado junto a él, todo fue confuso los siguientes segundos.

Su corazón seguía agitado también en ese mundo. Tardó en comprender.  

¿Había estado soñando el beso que Kyan le había dado un rato antes? Se preguntó.
“Sí, como un tonto” fue su propia respuesta.
Había soñado con Key, ¡pese a estar acostado a su lado!

Sintió que su cara ardía, que su cuerpo ardía.
Y... y... entonces se hizo consciente de sí mismo... ¡y su físico!
Estaba... duro. Muy duro.
Su erección se asomaba entre sus cobijas, haciendo una declaración evidente.

- Oh não...

Y tenía a ese castaño abrazado a él, enredado en él, piel contra piel, sin dejar espacio entre ellos.
Tenía meses sin “nada”, tal como le había confesado a Rein. Y ahora tenía aquello entre las piernas ¡producto de un sueño que ni siquiera era húmedo!

¿Aquello era romántico o patético?
Suspiró, sin poder hacer otra cosa que sentirse avergonzado.
Se había dejado llevar totalmente, como un estúpido y ahora estaba ahí, tal como lo merecía, tal como lo había temido. Vulnerable ante sus sentimientos y sus deseos.

Y en momentos como eso en verdad era lo último que necesitaba.
¡No quería perder más de lo que ya había perdido!
.
.
.

Pero... pero y sí esta vez... ¿era diferente?
¿Realmente diferente?

Tras aquella catarsis sexual vio caer agotado a Novak, y resistió cuanto pudo para alcanzar a verlo oscinar entre dos mundos, acurrucándose como un cachorro mientras caía en los brazos de Morfeo.

¿Qué se supone que hiciera? Hubiera sido inconcebible echarlo de su lado tras ese momento que acababan de tener.

Y tal como recordaba, ese joven dormido era diferente; invasivo y íntimo. Su ser voluntariosamente se había apropiado de su espacio personal, teniendo una cama Ca King a su disposición sus brazos elegían ceñirlo caprichosamente. Estaba acurrucado a su lado, preciosamente en paz.

Preso por un Kyan que actuaba en sueños tan libremente, es que las piezas de aquel rompecabezas se armaban más y más.

Siempre había creído que el que alguien tan arisco fuera así de cercano al dormir era algo incoherente... pero ahora tenía sentido.
Kyan buscaba conectar a través del contacto humano. Porque a veces era como un niño  abandonado a veces...  justo cuando menos se daba cuenta.
La manera en la que se ponía siempre a la defensiva, en la que le costaba aceptar el rechazo, su intensidad al querer... era parte de un todo, ¿cierto?
Debía ser tan agotador siempre buscar protegerse, él ahora lo sabía a la perfección.

Esa idea era dolorosa y triste, le hacía desear proteger a ese pequeño asustado que Kyan le había dejado ver y ciertamente también tenía que aceptar que en esos momentos Key era bizarramente adorable.

Sus cabellos cafés le quedaban a la altura de su olfato, sus piernas atléticas se metían entre las suyas sin pedir permiso, su suave respiración tibia se rompía contra su pecho, aquel calor manando hacia él... era algo que en verdad...

Era incómodo.
Dadas las circunstancias de una parte específica de su propio cuerpo... era incómodo.

Aún así, fue imposible resistirse a tenerlo así de cerca, metiendo furtivamente su nariz en aquel cabello castaño rebelde. Se llenó de ese aroma a él que le quebraba la determinación de marcharse.

Pero, ¿Cuánto tiempo dudaría ese momento mágico de todos modos? La respuesta le conflictuaba, porque en el fondo de sí mismo, en verdad no quería dejarlo ir.

Cerró con fuerzas sus ojos pegando su cuerpo al de Kyan. Su vida había sido tan miserable todos esos últimos meses... ¡realmente un infierno sin fin!
¡Quiso darse eso!

No se iría de momento a ningún lado.
Ni él, ni ese bulto hinchado que tenía en su entrepierna.

Suspiró roncamente mientras su amante retozaba caprichosamente a su lado, jugando con su cabello sin darse cuenta, adormilado murmuraba su nombre tan quedo que apenas si se escuchaba.

Todo eso lo superaba, a Lascurain le ardía la cara en un vergonzoso sonrojo, sintiéndose atrapado y sorprendido.

- Você me ama... de verdade?- inquiría, dejándose abrazar- Isso é tão innjusto.
*¿Me amas... de verdad? Eso es tan injusto.

Sólo una vez antes había despertado junto a él. Un 25 de diciembre.
Pero aquella vez no habría de tener su amoroso amanecer, teniendo que irse de su propia cama en la cual la persona que quería yacía tras una noche increíble.

Se había ido a Dinamarca sin poder hacerle todos los mimos mañaneros que había idealizado. A cambio, sólo había podido apenas acariciar esos suaves muslos y hecho promesas mentales mientras se quitaba el anillo que lo unía a Cath, decidiendo que si existía una persona que pudiera querer en su futuro, ése sería ese precioso joven.

Le gustaba verlo dormir, verlo siendo tan honesto y hermoso, ¿qué no por eso no podía dejar de mirarlo en ese momento? Luciendo tan perfecto en su cama, con el cuerpo desnudo apenas cubierto y con esos muslos tan blancos ahora apretando su necia erección.

Aquella mañana que sabía tan lejana, mientras lo observaba, Daniel había decidido algo.
Lo había elegido. Tras haberle hecho el amor por primera vez, lo había elegido.
No para un rato, no para aliviar sus pérdidas, lo había elegido para todos los amaneceres que quedaran en su vida.

Pero aquella promesa consigo mismo...
...la había roto.

Mil errores los habían separado sin remedio, o eso era lo que él había creído.

Lascurain había dado todo por terminado, en el fondo de su corazón había abandonado las esperanzas de volver siquiera a verlo, ¿qué no se supone que se había marchado a Paris?

Pero resultó que no, que no sólo estaba en Luxemburgo, ¡había ido hasta su casa!
¡Le había pedido la aprobación de sus padres y su hermana quienes lo habían dejado entrar la recámara principal, su recámara!

¿Su familia estaba tan desesperada que le dejaban llegar hasta ahí tras haber quedado claro lo qué había entre ellos? ¿Tenía que entender con eso que ellos le daban el  visto bueno a Novak? ¿Su padre incluído?

Sin embargo, por más que fuera así, no podía sino dudar de un futuro donde se despertara junto a ese hombre cada día por el resto de sus vidas, ¿ser una feliz pareja?
¿Acaso eso existía? ¿O ésta era sólo la empecinada fantasía de un idiota que no entendía sus propias circunstancias?

Ese joven que lucia tan inocente dormido le había hecho mucho daño y él mismo le había hecho aún más.
¿Cómo asegurar que la buena voluntad bastaba para hacer de aquel deseo de estar juntos algo saludable?

Porque si ese nuevo hombre estaba tan comprometido con su salud mental como aseguraba, sería infame permitirse ser quien volviese a hundirlo, mucho menos sabiendo el límite al que Kyan había llegado la última vez reusándose a irse del hospital, vuelvo un alma en pena, una sombra, algo horrible...

Siempre había creído que el amor podría vencer cualquier obstáculo, ¡toda su vida lo había creído ciegamente! Pero justo era quien amaba quien le había hecho dudar de aquella convicción por primera vez. ¿No era eso algo muy jodido?
Con él se había estrellado contra una pared, siempre.

Decirle que sí a Kyan sonaba tan mala idea como lo había probado ser en el pasado y sus deseos de tenerlo a su lado bien podía ser claramente pura desesperación.

Todas esas ideas comenzaron a ponerlo mal, con la ansiedad trepándole sobre el cuerpo como una entidad maligna que se enredaba en su pecho y garganta. Preso de aquella horrible sensación, más que nunca se sintió atrapado.
Jadeó, perturbado.

Necesitaba alejarse, ¡físicamente alejarse!

Moverse un poco fue recordar también aquello entre sus piernas que insistía en enterrarse inapropiadamente contra el cuerpo dormido de Novak. Si esa no era por sí misma una razón para quitarse, ¿qué lo sería?

Retiró poco a poco su brazo, concentrándose todo lo posible en poder hacerlo no sólo discretamente, sino siquiera hacerlo. ¿Qué pasaría si de pronto le daba un maldito calambre?

Lo más lentamente que pudo se sentó, sintiendo de pronto frío en su piel morena donde rato antes había estado envuelto en llamas.  Sí, la temperatura había bajado, no debería ser una sorpresa, ya era el otoño y se acercaba el final de un año perdido.

Suspiró, conflictuado con todo.

Se puso su bata de dormir con sus manos torpes. ¿Qué decisión tenía que tomar?
Estaba exhausto de aquella lucha donde sentía que sólo fracasaba. Tomar decisiones era agobiante, no se sentía en las condiciones mentales ni físicas para hacerlo.
Y menos sobre algo tan importante.

Sabía lo que quería, ¿cierto? Siempre lo había sabido, pero no era tan fácil como el simple deseo de hacer funcionar las cosas. Tenía mucho que hablar con él antes de aventurarse a avanzar en aquel desprovisto de cimientos y capaz de colapsar en cualquier momento. Y esa conversación tenía que ocurrir pronto.

Se pasó a la silla de ruedas tratando por todos los medios de hacerlo bien, los brazos se sentían tiesos y costaba trabajo moverlos, no era un problema de fuerza, faltaba la destreza para los movimientos.

Recordó su propia mano siendo torpe en el miembro de Kyan, se vio a sí mismo tirado en el lecho sin poder hacer mucho más que sólo tenerla parada, sintiéndose inseguro e inútil.

Había hecho el ridículo frente a él una vez más. En algo tan privado...
El sexo que acababa de tener con él había sido grandioso, pero no gracias a él, aquello había sido muy humillante. ¡No podía creer que se había mostrado así de torpe frente a él!
Siempre siendo un despojo humano, una piltrafa.
¡Una vez más!

Chasqueó los dientes, acomodando su peso en la silla y se alejó propulsándose lejos.

No debía seguir esa línea de pensamiento, porque esas comparaciones eran simple tortura, así que se obligó a no pensar en el hospital porque todos los recuerdos de aquel lugar habían resultado muy traumáticos.

Rodó por un cuarto sin tapetes, quitados para hacerle desplazarse mejor en el vehículo que ahora usaba, el ambiente sin ellos se sentía diferente, le daba nostalgia.

Pero mucho había cambiado y tenía que aceptarlo, porque seguramente otras muchas cosas iban a cambiar en su nueva realidad. Incluso Rubens había propuesto que hiciera un ejercicio de terapia ocupacional, haciéndole enfocarse en las adecuaciones que tendría que hacer al castillo para volverlo apto para el discapacitado que era; ya había pensado en el elevador, en las rampas, y otras opciones de accesibilidad tecnológicas.

Meter su mente de arquitecto en el asunto le haría racionalizar el asunto y no pensar en sus sentimientos, pero descubrió que aunque le mantenía ocupado también era volverlo más real, ¿era parte de la idea?
Más aquello se sentía como si admitiera que su condición sería ya algo permanente, ¡y no podía! ¡El asunto ponía mal tan sólo de pensarlo!

Se acomodó junto al muro, y la estacionó, pero ahora tenía que hacer algo más difícil.
Puso su mano en la pared para apoyarse y con las piernas no muy capaces de sostenerlo, intentó ponerse un poco de pie.
Sólo un poco...

Dolía. ¡Y su cuerpo temblaba sin lograr un buen balance!
No era una sorpresa, ¡aún no conseguía erguirse pese a meses y meses de dolorosa terapia!
Era probable que no pudiera volver a caminar. En el fondo... no dejaba de temer que eso pudiera ser la realidad definitiva.

Llevaba masticando aquella horrenda posibilidad ya demasiado tiempo.

¡Costaba tanto aceptar lo que estaba pasando!
¿Qué tipo de futuro le aguardaba si seguía así?

Era un desastre. Exhaló casi como un rugido, tratando de tragarse toda su impotencia sintió que se ahogaba como un idiota.

Sus dedos tentaron el portacontrol de la chimenea, que había olvidado poner junto con los demás artefactos importantes a una altura más amigable dada su nueva condición.
Se esforzó por sentarse poco a poco sin caer como un costal pero no lo logró, así fue justo como cayó.

Sí, vaya que tendría que rediseñar muchas cosas. Era mejor no pensar en pronósticos felices y hacer más cambios favorables, realistas e inmediatos en su vida, ¿no era esa la idea?

Las llamas aparecieron en la chimenea gracias al encendido electrónico.
Tenía que pensar en algo más. Ahora mismo.

Cuando había renovado esa habitación, una parte de él se arrepentía de haber modificado esa chimenea clásica del siglo XII, después de todo tenía muchos recuerdos de niño viendo como su abuelo la prendía para después ir a sentarse junto a él en el sofá de cuero rojo y pasar la tarde leyendo a su lado, pero sus ánimos modernistas le habían ganado a la nostalgia. Había resultado más funcional de lo esperado, se daba cuenta ahora que haber conservado la romántica y medieval chimenea ahora habría sido incapaz de prenderla. Qué pena.

Había algo más a lo que iba a renunciar. Justo a su lado tenía su sillón favorito, un Elledue Saraya, en el que solía tirarse a leer, una pieza de lujo un tanto kitsch ideal para descansar frente al fuego.

Simplemente llegar a la chimenea implicaba agotamiento y disfrutar aquel sofá requería el esfuerzo extra de cambiar de la silla de rueda al nuevo asiento, así que no contando con ninguna ayuda, se resignaba a no hacerlo, lo hacía pasar por apatía porque el que fuera miedo a fracasar sonaba peor.
Dejar de hacer cosas por temor era algo que su yo del pasado jamás permitido para sí mismo, pero él ya no era ese Daniel, ¿cierto? Ese hombre había muerto a balazos hace meses.

No, ese pensamiento era amargo también, ¡no se quedaría en él tampoco!

Terapia ocupacional, pensó, esta vez sí daría ese paso extra de cambiar de asiento, aunque fuera por evitarse más ideas intrusivas, aunque se sintiera tan agotado... más allá de su cuerpo.

Se colocó frente al mueble y bajó sus piernas una a una, después buscó apoyo en el brazo del sillón y aprovechó aquel agarre para tomar el impulso, era ese momento en que todo podía fallar, porque si sus extremidades no le respondía correctamente, caería antes de llegar a volver a sentarse, a veces era sólo una apuesta que perder.

Y perdió.

Cayó con todo y la silla. El ruido bien podría despertar a la otra persona que se encontraba ahí. Maldijo, intentando levantarse lo más rápido posible, no quería ser encontrado en el suelo como un tarado.

Se arrastró desde ahí hasta el sofá, trepando por él con premura. Y una vez arriba echó un vistazo hacia atrás. Su bello durmiente seguía lejos.

Fracasar era parte del proceso, le habían dicho incontables veces.
La rehabilitación no era cosa de un día para otro, también le habían dicho.
Pero era exasperante que no importara cuanto luchara o si había conseguido victorias antes. Su problema no se resolvía siendo positivo, ni echándole ganas, había limitantes ante las que no se podía hacer nada. El daño que había recibido en su cuerpo seguía ahí, lo había convertido en algo distinto a la persona que siempre había luchado por ser.
 
¿Cómo enfrentar a Kyan con las agallas con las que lo había enfrentado él?
No podía.
Su simple presencia... lo perturbaba.

Si había ido hasta ahí y le estaba dando la espalda era porque no quería verle, porque su
presencia lo angustiaba, ¡hacía unos segundos le había aterrado ser encontrado en el piso!
Era una bendición que la amplitud de su habitación le permitía mantenerse apartado en ese momento, ¿no sería mejor salir de ahí definitivamente?

No, dejarlo sólo en su habitación de alguna forma le sonaba inaceptable y grosero.
No quería dar lugar a algún malentendido, no en ese momento tan delicado entre ellos.

Dirigió su atención a las flamas que danzaban suavemente, ajenas a todo su drama.

Necesitaba un momento de nitidez que definitivamente esa persona le robaba al envolverlo en sus brazos y murmurar su nombre, al darle esperanzas que no debía tener.

Daniel se sentía preso de sí mismo. Como aquel pobre diablo que había despertado en su cuerpo, pero incapaz de moverse, un muerto en vida.
Ese horror en realidad nunca se había ido del todo, ¿cierto? Era el alimento de sus pesadillas.

¡No! ¡No debía pensar en el hospital otra vez!
¡Pero era tan difícil!

No podía evitarlo, ¡sentía tanta impotencia y temor! ¡por más que quisiera evitarlo!
¿Cómo sentirse de otra forma?

Estaba siendo débil y patético.
¡Justo como odiaba sentirse!

No importaba lo que hiciera, quizá lo que era era todo lo que conseguiría ser, ¿no es así?
Su progreso podía detenerse para siempre en cualquier momento, haciendo de su condición actual, lo mejor a lo que podría aspirar, ésa era una inexorable posibilidad y mientras más se daba cuenta más le angustiaba lo verdaderamente lejos que se encontraba en ese momento de quién había sido.

No, no quería ser eso que era ahora el resto de su vida.

Podía fingir ante todos, pero no podía mentirse a sí mismo.
No sólo estaba pasándola mal. Estaba aterrado. De quién era ahora.

¿Cómo pretender que estaba bien?
¿Engañarse al decir que que estaba feliz de estar vivo...  aunque fuera así?
¿Cómo convencerse que todo mejoraría?
¡Imposible!

Apretó los dientes, intentando contenerse, ¡pero no lo logró!

Las lágrimas ya corrían por su cara, tan patéticas como lo era él.
Todo él.

Sentía tantas ganas de llorar... ¡tantas!

 

- - -



¿Se había quedado dormido?
¿Cuánto tiempo?

Miró a su alrededor y las palmas de sus manos recorriendo la superficie comprobaron que el portugués ya no estaba junto a él.
Aunque la cama aún tenía su olor las sábanas ya no estaban tibias.

Desperezándose se incorporó en ese lecho abandonado y para encontrarlo tuvo que buscar a lo lejos.

Él estaba en el otro extremo de aquel inmenso salón que ese millonario tenía por dormitorio, probablemente las dimensiones de ese espacio eran el doble que el de todo su departamento. Su silla de ruedas estaba tirada al lado, evidenciando una maniobra mal lograda. Él, le daba la espalda, la distancia parecía tanta.

El calor de esa hoguera no llegaba a él y Kyan se abrazó a sí mismo comprendiendo que hacía frío. Tomó la sábana y se envolvió en ella, aún sin poder dejar de mirar a ese guallen, ausente como lo sentía desde hacía mucho.

Lascurain parecía completamente perdido en sus pensamientos, casi catatónico. Desde ahí no se le veía expresión alguna. Pero adivinó, por lo tenso de su cuerpo... que no era un momento feliz.

Quiso llamarlo, sacarlo de aquella elación tortuosa, pero entonces se censuró.
No sabía lo que pasaba por la mente del aquel guallen tan distante incluso en el mismo lugar pero... respetaría su silencio. Le daría ese instante. Su insistencia tenía que parar en algún momento y ese era.

Acababan de tener un momento muy íntimo.
Acababan de decirse miles de cosas.
Kyan decidía creerlas, fervientemente. Claro, porque se trataba de todo lo que había deseado pero también porque esos ojos grises, ese cuerpo ardiendo y esas palabras roncas parecían hablar la verdad.

Esa versión de Daniel que siempre mentía, en realidad era una versión suya que él mismo se había inventado.
Él nunca le había mentido.
Ni una vez.
Ni siquiera cuando lo rechazaba.

Pero era extraño sentir esa certeza, encontrarse tan drogado de amor.
Si estaba soñando, no quería despertar... a una continuación sin él.

Aunque lejos, no pudo sino observar al hombre que había sacudido su mundo tantas veces, sintiendo que el corazón se le estrujaba. Era tan injusto que ese sujeto tuviera ese poder en él, que no le dejara vivir la vida de indiferencia sentimental en la que se sentía seguro.

Esa voz en su interior que le decía incansablemente que no podía confiar en él ni en nadie, no se presentaba, era tan inverosímil sentir aquella calma.
Y aunque no supiera que era lo que seguía a continuación, simplemente no había nada que pudiera hacer más que aceptarlo.

Mas era difícil ser optimista viéndolo tan fragil frente a la chimenea.
Quería comprenderlo, en verdad que sí. Quizá tantas negativas surgían de aquel estado mental deteriorado en que parecía estar, porque sinceramente Daniel parecía estar muy mal, ¿cómo podía ser de otra manera?
Aquel malogro lo estaba volviendo  amargado, hermético y defensivo, triste y silencioso.
Pensar en ese hombre tan determinado convertido en esa versión, era preocupante.

“La peor versión de mí” había definido él mismo.

Pero bien, había podido presenciar varias versiones horribles de Lascurain, ¿no?
Más pese a eso, o mejor dicho, debido a eso, decidía que podía lidiar con ellas, porque bajo aquellas capas de dolor y dudas seguía creyendo que estaba escondido ese tonto romántico e idealista que viajaría por el mundo para arreglar las cosas entre ellos, que le esperaría en la puerta de su edificio para poder verlo sin importar que estuviera nevando, que le mandaría un inmenso arreglo de flores después de una increíble noche a su lado.

Así que era hora de ser la mejor versión de Kyan Novak para él.

Se puso de pie y fue a buscarle.

Pero sus decididos pasos fueron enraleciéndose, entendiendo lo que la distancia ocultaba, la luz de las llamas hacían brillar en sus ojos grises un montón lágrimas.

Estaba... ¿llorando?

Aquel llanto silencioso era muy distinto a la rabia que alguna vez le había visto en el hospital, Daniel parecía realmente... devastado.
Se detuvo, sorprendido y sin saber si seguir avanzando.

Aquel dolor fue tan claro que pudo sentirlo en su propia piel.
Deseó caminar a su lado, abrazarlo por la espalda. Consolarlo con su deficiente amor.
Pero... por más que hubiera trabajado en sí mismo, no se sentía capaz de hacer algo así por él. Ni siquiera estaba seguro que su presencia fuera algo deseable en ese instante tan privado.

Estaba perturbado por verlo así.
Y comprendió que no sabía como confortarlo.

Ese hombre bien claramente estaba en otro mundo, uno dónde todo era dolor. Supo que extraerlo de ese sitio obscuro no sería algo fácil.
Empezó por levantar del suelo su silla de ruedas, haciéndose notar, para después mirarlo. El otro pareció sorprendido al verle y de inmediato le vio bajar la mirada, intentando instintivamente cubrir su llanto.

Novak decidió concederle eso, clavando sus ojos en el fuego.

- ¿Cuántas chimeneas se requieren para que un lugar sea considerado un castillo?
   Arquitectónicamente hablando, por supuesto. Porque me niego a creer que existen los
  castillos sin chimeneas.

Ese tono dejaba bien en clara la irónica banalidad del comentario.
Supo que el arquitecto no iba a responder a su estúpida pregunta, no era algo que había esperado tampoco. Pero no le vio reacción alguna.

Podría intentar arrancarle palabras, pero ahora sabía que esa no era la mejor manera de comunicarse con él, así que probó hacer lo que había hecho ese tiempo que le había visto insconsciente en sus visitas, simplemente hablar libremente y ser escuchado.

- Sé que hay otra chimenea en una sala de estar de la planta baja tras las puertas de cristal,
  en el laberinto que es este lugar- sonrió, evocando ese recuerdo- y tu habitación no deja
  de sentirse como un deja vú.

  ¿Recuerdas ese momento?
  Yo acababa de pasar regresar de Liewensbam, después de ver a Neru tan deteriorada
  me encontraba en un momento... complicado. Tú insistías en esa cena y fuiste por mí a
  mi departamento e insististe en quedarte pese a que estaba nevando afuera.
  No podía creer que habías hecho algo así, ¡no en el frío del invierno!

Tu cara estaba tan pálida como nunca la había visto, estabas congelándote y siendo
absurdo. Ahí me dí cuenta que tan obstinado podías ser, y ¿sabes? creí que buscabas
imponer tu voluntad, que estabas haciendo el berrinche de un niño rico.
Después entendí que no se trataba de eso, que te estaba malinterpretando... como
siempre. No querías estar solo en Navidad. Querías de verdad estar conmigo esa noche.


Le hablaba como había hecho numerosas veces con él en sus monólogos nocturnos.
En ese entonces, tenerlo ausente le había permitido tener el valor de decir todo sin filtros, vivir una fantasía en que podía ser completamente honesto con él.
Pero tras saberlo despierto, había vuelto a ser un cobarde.

- Esa noche, cumpliste tu promesa de ser mi amigo- reconoció- escuchaste estoicamente
  mi patética historia de Navidad y trataste de hacer una mejor noche para mí. Lo
  conseguiste, realmente lo conseguiste.
  Y aunque tiempo después discutiendo yo dijera que tú habías forzado las cosas, quiero
  que sepas que si esa noche terminamos en la cama, no fue algo que impusieras. Si dije
  algo así después fue... por herirte, porque buscaba defenderme.

  Yo vine aquí, yo decidí contarte todo lo que me tenía así, yo te besé frente a una
  chimenea igual a ésta... lo hice porque tu expresión al besar mis manos vendadas... me
  hizo sentir cosas... creo que... ese fue el momento en que...

“En verdad me enamoré de ti”.

Agradeció no estarlo viendo a la cara porque ciertamente estaba apenado de lo que acababa de confesar. Daniel no era el único avergonzado ahí.

- Yo quería entregarme a ti.
  Quería sentirme amado.

El único sonido además de sus propias palabras, era el del fuego.
Su interlocutor no se movió ni un centímetro, el silencio tampoco lo abandonó. Las lágrimas escurrían por su cara, brillando con la luz roja de las flamas.
Retomó la palabra, para atraer la atención a él y no detenerse en ese momento.

- Despertar en tu cama al día siguiente fue extraño- le dejó saber- Sabía que tú te habrías
  ido a Copenhague, pero estar envuelto en tus cobijas y recordar la noche anterior fue
  volver a sentir eso que creí que ya no tenía en mí, mi capacidad de querer a alguien más.

Sin darse cuenta, Kyan se abrazó a sí mismo, hecho un ovillo de las mismas sábanas que acababa de robar de la cama ajena. Abrirse demasiado dolía a veces.

- No fue sólo sexo, ¿no es cierto? No estoy tan loco, sé que no fue sólo algo físico lo que
  pasó esa vez. Me diste consuelo, me hiciste feliz.
  Y es un deja vú porque me he despertado justo ahora en el mismo lugar, sintiéndome
  exactamente así.

  Si despertara todos los días junto ti, ¿sería algo que sentiría siempre?
  ¿No sería absurdo no querer averiguarlo?

Su corazón estaba latiendo, víctima de sus propias ilusiones.
Probablemente estaba siendo sumamente inapropiado dado el contexto. Pero llevaba horas siéndolo y Daniel seguía sin correrlo.

- Supe que quería más, de ti, de nosotros.
  Me encontré esa mañana queriendo tener una relación contigo, empezar de ceros y sin
  mentiras.
  Es algo que... sigo queriendo.

Tuvo que mirarlo, pese a su falta de negativa Daniel parecía realmente conflictuado, su mutismo volvía al ambiente un limbo que le hacía dudar a Kyan de si estaba pisando imprudentemente hielo delgado o no.

- Admito que yo en ese entonces estaba lejos de ser alguien sano.
  Pensar en ti me ponía realmente mal, Daniel. Tenía que arruinarlo, tenía que ser
  autodestructivo. Necesitaba sabotearme. Y ni siquiera me daba cuenta de esos   deseos.
  Sólo requería el más pequeño de los motivos y fue entonces cuando vi las cosas de tu
  esposa por todos lados.

Al mencionar a Catherine, una reacción surgió finalmente del otro.
Ahora era visto, realmente visto.
Sostuvo esa mirada pese a que ésta le pedía que parara. Porque la expresión torturada del otro decía lo que sus palabras callaban. Él no quería hablar de ella, pero... él nunca quería hablar de ella, ¿cierto?

- El clóset repleto de sus pertenencias, los espejos que habían tenido su imagen... el
  jarrón de hortensias. Sólo fue sino hasta después que comprendí el verdadero peso de
  mis acciones.

  Debí haberte enfrentado, pero fue más fácil ser un idiota.
  ¡Tú ni siquiera estabas cerca y no sabía ni cuándo volverías!
  Me sentí engañado, usado. Y el asunto me calaba tan hondo porque... ¡ya había sido yo
  el sucio secreto de alguien!

  ¿Puedes entenderlo? Era mi peor inseguridad volviéndose realidad. Me supo a traición.
  Sacó lo peor de mí.

  Así que hice a esa la razón por la cual nada podía ocurrir entre nosotros, para no tener
  que aceptar que tenía miedo, por qué ¿cómo es que había creído posible la opción de
  sentirme realizado junto a alguien? Eso no era para mí... yo no merecía eso, si todos me
  habían abandonado antes, ¿porqué no iría a suceder de nuevo?
  ¿Te suena jodido? ¡Es porque lo es! Y no entendía porque pensaba así hasta hace poco...

  Esa... esa dicha que había sentido a tu lado... estaba convencido que no iba a quedarse,
  ¡y eso me dolía tanto que no podía manejarlo!

Novak se odió, esta vez ni toda su reformada cabeza pudo evitarlo.
¡Todo se había arruinado en ése día siguiente! ¡Arruinado por él mismo!

- Lo que sentía por ti alimentó como un combustible mi arrebato, porque no se trataba
  sólo de mi desamparo, era algo que me consumía. Eran celos, devorándome como un
  incendio furioso.

  Quise culparte a ti, porque era más fácil justificarme mientras destruía ese valioso
  jarrón que sabía que era de ella. Estaba celoso de la mujer de tu vida, de alguien que
  creía que era Victoria, pero ahora sé que si bien no es ella, es otra llamada Catherine.

La expresión incómoda del otro terminó por descomponerse y no parecía que en ningún momento cercano fuera a agradecer la narrativa. Pero quizá aún podía aguantar un poco de verdades.

Si bien probablemente sería sensato parar, ser honesto bien podía hacer que el otro
también lo fuera y eso era algo que podían rescatar de ese momento.

- En ese instante, se sentía su presencia aquí. Y quise borrarla- le dejó saber, sin
  endulzarlo- Y en mi transtornada cabeza quise también que mi ira dejara una señal en tu
  habitación, una marca descarada, para que tú la vieras y supieras... de mí.

Era penoso decir la cosas como habían sido realmente.
Tal vez si su comportamiento no hubiera sido tan cuestionable en ese momento, todo esto sería más liberador.

Pero Lascurain cortó aquella mirada que se sostenían, al parecer, tal como había creído, aquel monólogo era demasiado. Lo vio jadear, agotado, devolviendo la vista de sus ojos aún llorosos al fuego. Y cuando creyó que iba a seguir rehuyendo del diálogo, le oyó decir algo.

- Hubiera... preferido saber qque estabas enojado con..migo..
  Por lo menos mme hubiera preparado ppara enfrentarte en... Catania- siguió, dirigiendo
  sus palabras a rumbos peligrosos.

Catania era un tema muy delicado.
Muy muy delicado.

- Mi hermana ssólo... empeoró t-todo.

Su voz sonaba llena de rencor, migraba lentamente hacia el enojo.
La molestia que Victoria le había hecho pasar era bastante obvia, pero para Novak, que había escuchado la versión de ella, le supo injusto honrar a su verdad.

- Bueno, es cierto que tu hermana... me encubrió- la defendía, increíblemente.
  Ella tenía esperanzas en mí.
  Ahora entiendo que muy a su manera buscaba que aquello que yo había hecho, no fuera
  un problema entre nosotros. Era una especie de pase de salida que me costó entender. Y
  mientras más la conozco más me sorprende que haya hecho eso por mí.

  ¡Deje lleno de vidrios y sangre la alfombra! Así que si vas a culpar a alguien, ese
  debería ser yo- repeló, aunque esa morena de perlas no se tratara de su persona favorita-
  Si hubiera sido más asertivo en ese entonces, no lo hubiera arruinado.

  En verdad creía que sólo querías seducirme para ganar ese juego que estaba convencido
  que estabas jugando conmigo, nunca creí tus palabras porque no pensaba que me
  tomabas en serio, ¿entiendes?  
  Y el hecho de que estuviera sintiendo algo por ti bajo esas circunstancias me hacía
  odiarme a mí mismo y a ti, por supuesto.

  La verdad tras todo esto es que no soportaba haber confiado en ti, haber creído que
  era querido para luego resultar estar equivocado, porque... aquello me hería más de lo
  que estaba dispuesto a aceptar.

Daniel negó con la cabeza pero no dijo lo que pensaba.
¿Qué acababa de pasar en su cabeza?
¡Era tan frustrante que callara!
¡En verdad ese jodido silencio era exasperante por más que quisiera darle espacio!

Era como si de pronto se hubiera acordado de algo, ¿cierto?
Algo que le enojaba.
¡Bien! ¡Quizá se trataba de algo más que podían aclarar en ese momento!
Pero, ¿cómo saberlo si el otro no lo comunicaba?

Lascurain no se movía, vuelto casi una sombra ante el fuego. Las pocas expresiones de su cara no eran significativas, Kyan tenía que estar muy atento para ver sus emociones, solo prestando atención podría haber notado como la línea recta de su masculina mandíbula se marcaba un poco más, al estar apretando los dientes.

Al final, no estaba siendo tan indolente como parecía. Kyan no perdió detalle, buscando poder leer lo mejor posible ese silencioso ambiente.

- Parece como si quisieras decir algo y sin embargo callas- lo provocó.

- Tú... estás s-siendo... tann honesto...
De pronto, pudo ver como su semblante se obscurecía.
Sus ojos grises brillaron como cuchillas.

- Sí, estoy tratando- tuvo un mal presentimiento.

¿A dónde podría dirigirse esa conversación?
Si el rumbo fuera peligroso, ¿estaba lo suficientemente terapeado para poder llevar esa plática sanamente?

- Siempre hhubo algo qque quise saber.
  ¿Tu franqueza me... lo diría?

No, no le gustaba esa forma en que ahora lo miraba.
Tuvo que admitir que tenía sus dudas.
Y sí, aunque veía vida en sus ojos, también conocía esa expresión.
Y no auguraba nada bueno.

¿Debía acceder a contestar lo que fuera?
Suspiró, creyendo que sí.

- Sí, pregúntame lo que quieras, Daniel.

- ¿Te acostaste con... R-Ricard D´Oria.. enn Año Nuevo?

Fue tan repentino que tardó en darse cuenta lo que le era preguntado.
Parpadeó un par de veces, buscando las palabras. Eso detenía por completo la maquinaria de su cerebro.

¿Porqué elegía preguntar eso de entre todo lo que podían hablar entre ellos?
Maldijo para sus adentros.

- ¡No!- dejó salir una exclamación. Había sido tomado por sorpresa, y vaya que ahora se
  sentía obligado a dar una explicación- Era... solo alguien de mi pasado.

- U... un ex.

Novak acababa de confesarle una escena de celos y ahora presenciaba otra. Ese hombre parecía escupir sus palabras, y ahora le miraba con reproche.
Claro que se alegraba de que ya no estuviera llorando porque no sabía lidiar con el llanto, pero el cambio quizá no estaba siendo tan positivo al fin y al cabo.
¿Por qué sacaba ese tema a relucir?
Está bien, era algo que tenían pendiente, eso se lo concedía.

- Sí, un ex- definió- Fue algo que no volvió a repetirse, y fue producto de una borrachera,
  tú y yo no estábamos en un buen momento, Daniel y ni quiera éramos realmente una
  pareja... nunca llegamos a hablar de eso, ¿cierto?- sintió que era necesario aclarar,
  aunque sonara a excusa.

Pero algo inudito pasó, vio como la expresión de Lascurian se volvía furiosa.
Y tuvo miedo de lo que fuera a responder.

- ¡Sí lo hiicimos!- exclamó duramente. Aquel tono de voz logró descolocarlo- ¡Yo lo hice!
  Yo te dije que qquería estar... contigo- decía la voz ronca del portugués- te dije... que no
  qquería a nadie más.

Novak comenzó a sentir ansiedad en su estómago, temor en la piel.
No sería difícil que ese asunto pudiera salírsele de las manos.
¿Iban a terminar discutiendo como siempre? No, no quería algo así.

- Yo... ¡tuve que equivocarme para entenderlo, Daniel! Que yo tampoco quería a nadie
  más- declaraba a su vez.

Una profunda arruga ser marcó segundos después en la frente del otro.
Por lo menos ahora le veía tener reacciones, aunque fueran esas, ¿o sólo estaba siendo un cínico?

- Pero es verdad que busqué a Ricard tiempo después- le dejó saber- y quiero aclararlo.

Catherine Miller no era el único fantasma ahí.
Ricard D´Oria aparecía entre ellos de nuevo.

Ese moreno fingía terriblemente la lucha contra sí mismo que parecía estar teniendo.
¿Alguna vez luciría menos miserable?

- Eso... lo ssé- aseguraba entonces, como si además de arrastrar sus palabras, también las
  escupiera- Tú... te encontraste con él... tan pronto me fui... de tu departamento.
  Esa chica... estaba afuera... esperándote... ppara llevarte con él.
  Tal como.. te fuiste con tras ese exnovio tan pronto m-me fui de Luxemburgo.

Novak tuvo problemas para creer lo que escuchaba.
¡Quizá debió indignarse de sus implicaciones!

- Y todo este... tiempo... qque te has marchado, estuviste con él.
  ¿No es cierto? ¿Lo dejaste para venir aquí?

Esas eran el tipo de cosas que los arruinaban, ¿cierto? Las suposiciones no aclaradas.
Ese tonto parecía asumir lo peor saltándose muchas cosas de esa charla y yendo a dónde aparentemente necesitaba una explicación.

Ok, se la daría.
Porque jamás había hablado de Rick con él, ¿cierto?

- No, no es como piensas- respondió contundente- pero este es tan buen momento como
  cualquier para que sepas de él. ¿Me dejarías sentarme? Es una larga historia.

El que debería ser el anfitrión pareció ser tomado por sorpresa, era evidente que no estaba siendo muy cortés con él, teniéndolo de pie todo ese tiempo.

Ese espacioso sillón podía haberles dado una distancia decente, pero dado que acababan de tener sexo no le encontraba mucho sentido, así que Kyan tomó asiento justo junto a él.

Iba a tener que contar algo doloroso pero si acaso ese moreno quería aclarar las cosas de verdad y eso era algo más que una recriminación, estarían haciendo puentes de información, ¿no era eso lo que hacían los adultos saludables?

- Te diré todo sobre Ricard. Mereces saberlo y seré honesto contigo, cien por ciento,
  de ahora en adelante- aseguró- y me alegra que me dejes explicarme.
Sí, esa era una buena manera de ponerlo.
- Quizá a cambio, algún día tú puedas hablarme de Catherine.

Habló de él, del que antes de Daniel había sido el único hombre que había amado, en realidad... aquella era una historia que no había contado a nadie más que a Enzo, ¿cierto?
Pero Daniel merecía saber, entre ellos no debía existir una cosa más que la verdad.
Una vez que abrió la boca, comprendió que el tiempo no lo hacía más fácil, además, fue extraño hablar de Rick con él, definir un noviazgo que nunca había sido tal, los constantes rechazos y la perenne sensación de insatisfacción y de no ser suficiente, lo tóxicos que ambos habían sido, lo mucho que lo había amado y destruído...

- Él nunca volvió- terminaba una parte de aquel triste cuento.
  Dejándome en esa casa de mis sueños donde se supone... íbamos a tener una vida juntos.

Ésa casa.
La forma en que le vio reaccionar, hizo claro que Daniel sabía a qué lugar se refería.
Su cabreo no se estaba yendo a ningún lado y no parecía estar intentando ocultarlo tampoco, pero por lo menos, no buscaba atacarlo ni interrumpirlo.

- Tal como debes imaginar, no se trataba de una relación sana, por lo que siempre creí
  que su desaparición era una forma en que huía de mí sin atreverse a enfrentar las cosas
  y... en cierta forma tuve razón.

Fue difícil seguir, porque los recuerdos y sentimientos amenazaron con arrastrarlo.
Aún dolía... al parecer Rick siempre iba a poder hundirlo, de un modo u otro.

Pero había más cosas que explicarle si el tema estaba en la mesa, cosas que el otro merecía saber.

- Fue su hermana quién te disparó, Daniel, esa chica que estaba afuera de mi edificio
  cuando tú te marchabas... Sylvan creía que Rick y yo estábamos destinados a estar
  juntos, estaba dispuesto a cualquier cosa para lograrlo, lo cual incluía vaciar un revólver.

Nada de lo que decía conseguía hacer otra cosa que agobiarlo, ¡vaya charla que estaban teniendo!
Y si no le gustaba lo que oía, ¿en serio quería saber el resto?

- Después de qque me marché... de tu departamento... esa vez... tú te fuiste con ella... para
  verlo, ¿cierto?

Schäiss!
Más tuvo que admitir, por tóxico que fuera aquello, que saberlo celoso de Ricard le hacía sentir esperanzas.

Novak supo que tendría que decirlo en voz alta una vez más.
¿Sería liberador como las veces anteriores?

- Ricard... ya no vive, Daniel.
  Él se quitó la vida.

Su voz no pudo sino sonar afectada, y aunque se quebró, seguiría adelante como un barco  luchando contra una tormenta.
De pronto hubiera deseado que guallen siguiera mirando al fuego en lugar de a él.

- N-No entiendo. Tú fuiste... a verlo.

- Pensaba que se estaba ocultando de mí. Sylvain quería que habláramos él y yo, pero era
  porque... ella no aceptaba su muerte, ella... no lo aceptaba la realidad, ¿entiendes?
  Te estoy diciendo la verdad- reconoció que sonaba a mentira- No bromearía
  con algo así, te lo juro.
  Y es verdad que me fui a esa casa para verlo pero por favor no le des un sentido
  equivocado.

Lascurain apretó los dientes, incrédulo. Su cabeza negó varias veces para después, cortar aquel contacto visual, en una muestra de claro rechazo.

- No. Mirame por favor, Daniel.
Pero el otro se encerraba en sí mismo.
- ¡Mírame, Dan!
  ¡Por favor!- repitió.

Lo consiguió, pero aquellos ojos grises sólo destilaron rencor.
Y se clavaban en él, lleno de sentimientos obscuros. Fue una mirada tan penetrante que todas las alarmas sonaron.

Estaba molesto, era muy evidente.
Ese sujeto tenía problemas para verbalizar y apenas había dicho un par de palabras mientras evitaba mirarlo, ¿y rompía su mudez sólo para insistir en eso?
No, eso no era justo.

- Me preguntaste por él, ¡entonces escúchame bien!
  Si me fui a ese sitio para ver a Rick, es cierto y no voy a negarlo, pero ir a esa casa no
  fue porque quisiera volver a tener algo con él- aclaró, sin saber si iba a creerle- la razón
  por la que quería verlo era porque quería un cierre, ¡algo que no pude tener porque él se
  fue!
  Y sé que puede parecer otra cosa, pero no es algo que tuviera que ver contigo y no
  puedes enojarte por eso. Ambos tenemos un pasado, ¿lo olvidas?

En ese momento, creyó estar seguro de que había logrado terminar de hacerle enfurecer.
Al final, Lascurain no era de los que escondían sus emociones por mucho tiempo.

- Sólo quería decirle adiós, quería decirle que... -la emoción lo superó y tuvo que hacer
  una pausa.

¡Pero para Daniel, fue un momento desesperante!
- ¿Decirle qqué cosa?- fue incitado a seguir.

En serio, ¡ese tonto!
Pero eso quería decir que le creía, ¿cierto?
Fue extraña la necesidad que tuvo de decir la respuesta en voz alta. De ver la cara del guallen al escucharlo.

- Que eso era un adiós. ¡Un adiós definitivo!
  ¡Que te elegía a tí!

Hubo un silencio total.
Ambos se miraban ahora con sorpresa, con el fuego de la chimenea en sus ojos cual
espejos.
En esa intensidad, podría ver un poco al Daniel Lascurain apasionado del pasado, un
vestigio apenas.
Su corazón de pronto latió desbocado.

- ¿Ya lo entiendes?
  Yo no podía estar de vuelta con Rick... porque él ya no era con quien quiero un futuro.
  Mi cierre con él implicaba decirle que te había elegido a ti, ¡pese a que tú y yo ni
  siquiera fuéramos a estar juntos!

Los nervios le hicieron apretar dolorosamente los puños, pero tras identificar esa reacción, automáticamente relajó las manos tal como había aprendido.

- Fui a esa casa porque necesitaba una verdad.
  Si no iba a ser la suya, vaya que sería la mía.

¡Fue tan difícil no cortar el contacto visual porque los ojos de Daniel parecían haberse vuelto fuego también!
Perturbado, exhaló profundo. ¿Estaba diciendo las palabras adecuadas? Probablemente hacía rato que no.

- Y es esa misma verdad que vine a decirte a ti, hoy.
  Aunque tú no me creas.

Inesperadamente, fue el mayor quien rompió la mirada primero.
Ya antes le habría exigido ser visto, pero no estaba logrando mucho exigiéndolo. Esta vez, comprendió que no ameritaba volverlo un capricho y simplemente siguió. De todos modos, era muy tarde para no hacerlo.

- Y también tengo que decirte algo más, es cierto que me fui a Italia para ver a Ricard,
  pero ¿ahora lo entiendes? La razón por la que fui.

Pudo ver la duda en Daniel.
Si es que estaba entendiendo esa enredada historia, debería estarlo deduciendo.

- Después de tantas mentiras... necesitaba verlo con mis propios ojos. El lugar dónde él
  yace, la urna que tiene sus restos.
  No “estuve” con él porque él ya no existe. Y aunque él aún viviera... sólo quiero estar
  contigo.

Esos celos eran absurdos, porque Rick era sólo un fantasma. Y aunque Ricard D´Oria siguiera vivo, él no era con quien Kyan querría estar, sino ese necio que tenía junto a él.

El sonido del fuego se coló en el siguiente momento de silencio entre ellos.
El portugués ya no miraba la chimenea ni a él, parecía no contemplar realmente más que a la nada. Tras aquel instante apasionado, parecía ahora aprisionado por sus propios fantasmas, sin saber qué hacer con lo que había pedido oír.
Como fuera, escucharía mucho más.

- No me arrepiento de haberme ido cuando me lo pediste- fue irónico- y fui al lugar que
  pensé que necesitaba ir.
  Estar en la tumba de Rick me hizo entender muchas cosas.
  Pensé en ti... en tus pérdidas, en dolor que cargas. En ella y el bebé que no vivió.

No sería justo no decirlo.
El italiano no era la única sombra entre ellos.
Él no había sido el único en no hablar a tiempo.

- Tú tampoco... me contaste de ellos, porque te dolía hacerlo.
  Ahora sé lo que significa esa expresión en tu rostro, ese pesar que tienes dentro de ti y
  que no has dejado ir.

¿Hablaba con demasiada libertad?
¿Estaba sobrepasando los límites o siendo ofensivo?
No, no lo creyó así.

- Y aunque sea tan triste hablar de todo esto... debimos hacerlo hace mucho.
  Tú y yo no somos unos desconocidos, ¿no crees?
  ¿Hace cuanto que esto ya no es sólo un affair?

Las llamas entre ellos llevaba ya un rato prendidas, por lo que comenzaba a sentirse una temperatura más elevada.
Quizá la chimenea estaba puesta en lo más alto para calentar un cuarto de ese tamaño. Quizá era sólo el fuego que existía entre ellos dos.

- Quiero que estés en mi vida- decía Kyan, tal como lo había dicho rato antes.
Y las palabras resonaban en su mismo corazón.
- No me importa si hay dificultades, yo estaré ahí para ti si tú lo quieres.
  Sólo debes decirlo, Dan.

La energía del moreno era tan densa que aquellas palabras murieron después de decirlas.

¿Qué más estaba pasando por esa cabeza llena de rizos?
¿Qué otra cosa?

Ya habían aclarado las “infidelidades” de Kyan, sin duda, algo que debería haberle rondado la cabeza insistentemente todo ese tiempo, si ya no había malos entendidos, ¿qué más podía estarlos separando?
No atinaba en encontrar aquello y sin embargo, había algo más.

- M-Me elegiste a mí- decía, sin ningún atisbo de alegría- y voy a creer todo lo que mme
  dices, ¿de acuerdo?- hablaba con un tono amargo, casi grosero.
Novak iba a interpelar cuando Lascurain lo sorprendió hilando una frase más larga.
- Supongamos que en verdad... quieres que estemos juntos... y yo sólo debo decir que..
  que sí...

- ¡Si! ¡Eso es justo lo que te estoy diciendo!

- ¡Kyan!- alzaba la voz- ¿Acaso nno entiendes lo está pasando?
  ¿Por qué actúas cómo si... pudiéramos estar juntos?

¿Qué?
No comprendió de principio pero tras unos segundos no fue difícil saber hacia dónde iba eso, así que tuvo el impulso contestar, pero el otro nuevamente siguió.

- Lamento que pperdieras a Rick- decía con un tono obscuro- pero no es como si... tú y yo
  fuéramos una opción.
  En el hospital... ¿cómo fue que la pasaste? ¿Disfrutaste uno ssólo de esos días?

No pudo decir que sí, suspendido en el desconcierto.

- Quedarte conmigo.... ¿acaso no sería como vivir en esos días... una y otra vez?
  En que te hago esperar cosas que... no sé si ppuedan pasar.

Creyó que un cambio de tema sería preferible, pero al parecer no existía luz en aquel discurso. Esas palabras dichas con tanto trabajo resultaron ser todas tan negativas.
Apenas si podía comprenderlas.

La mente del otro viajaba de un lugar siniestro a otro.

Pero, aquellas eran sus inseguridades. Daniel también estaba siendo sincero en ese momento.
Entonces, ¿aquello era algo que lo torturaba? ¿El sólo poder ofrecerle malos ratos?
¿Eso era?
¿O había algo más?

- ¿Y qué hay de las que sí pueden pasar?- rebatió.
  Tú no eres un acto violento o un cuerpo en una silla, eres mucho más que eso.
  ¿Cómo puedes pensar así?
 
Ahora estaba seguro que Lascurain se había estado atormentado sin parar en cada uno de sus silencios, que se sentía reducido a esas definiciones. Pero Kyan podía ver mucho más allá de eso, era por eso que quería dejar ir el pasado, ¿o no?

Estaba intentando ser más abierto con él, ¡era jodidamente difícil!

- ¿Qué hay de los dibujos de Mila?- lo confrontó, porque tampoco era su estilo quedarse
  callado- Tú la incitaste a dibujarlos, ¡querías ver nuestro futuro a través de sus ojos!

Nunca había podido olvidar eso, de los tres hechos con trazos muy básicos frente a una casa infantilmente chueca, convertidos en la familia de una niña de 6 años.
Los tres sonriendo, unidos de las manos.

- Pude verlo también- dijo Kyan quedo- Y comencé a desearlo.
  De hecho, nunca pude sacármelo de la cabeza.

El asesor estaba siendo igual de inesperado, pero lo hacía con una seriedad que dejaba claro que no era algo dicho por la pasión del momento.

El guallen, mortificado, parecía estar perdiendo poco a poco su resistencia.
¿No haberse acostado con él hacía unas horas eran suficiente evidencia? Y ahora ese hombre decía que él también había contemplado una familia en el futuro que compartían juntos.

- Eso fue antes... de lo qque me pasó.

- ¡Pero ese dibujo aún puede ser real!- declaró Kyan, su voz sonaba realmente convencida.

- No... no lo entieendes.

- Eres tú quien no lo entiendes.
  Quiero dejar ir todo lo que pasó, estar contigo; seas como seas, estés como estés.
  Pero más allá de ti y de mí.... no puedes simplemente juzgarte a ti mismo bajo ese
  concepto tan castigante, no en los momentos en que tan necesario luchar por tu valía.

Aquello sonó como algo que el mismo Rubens diría y aunque Key no lo sabía, el otro también lo pensó en ese instante.

Ese financiero estaba siendo asertivo y no es cómo si no tuviera razón, pero había algo que su interlocutor no podía decir tan fácilmente, ya era bastante lastimoso de por sí sin tener que confesarlo.

- Tú y yo podemos... estar juntos. Es una opción viable. ¿Por qué dices que no?
  Sé que ambos lo queremos.
  No me importa que no sea fácil, quiero intentarlo...- aseguraba el castaño siendo
  imprudente, ¿pero qué de lo que había hecho y hecho la última hora no lo era?

- No lo entieendes- repetía- No es tan fá-cil.

- No me importa que no sea fácil, quiero intentarlo...

- ¡¡No lo entieendes!!- alzó esta vez la voz, más allá de una simple charla.

Y el tono con el que lo callaba, era severo.
Le hizo hacer una desconcertada pausa.

Y eso le dio a Novak un momento para analizar sus emociones.
Obviamente hacía buen rato se estaba dejando llevar por ellas. Pero quizá era cierto aquello de lo que acababan de acusarlo.
Quizá en realidad no lo entendía.

¿Acaso su propia perspectiva le parecía tan clara que era lo único que estaba viendo?
De pronto se lo preguntó seriamente.
Fue como si las bases de ese argumento que había repasado tantas veces en su cabeza, de pronto tambalearan.

- ¿Qué es lo que no entiendo? Quiero entenderlo, quiero entenderte.
  Explícame.




- - -

 


Novak estaba siendo imprudente, pero aquello tampoco era una sorpresa.

Quizá aquellas aseveraciones optimistas post sexo estaban dejando de lado una cuestión muy importante, la MÁS importante.

Algo ante lo que incluso sus relaciones con otros hombres perdían importancia, por indulgente que sonara.

Hablaban del futuro.
Sí, ellos estaban hablando de un futuro, por extraño que pudiese ser.

Más si ese financiero hablaba en serio y quería quedarse a su lado, ¿qué podía ofrecer él mismo en una relación en esos momentos?

Kyan no parecía haber reflexionado sobre ello, no en sus verdaderas dimensiones.
Y ese error no era algo que Daniel podía darse el lujo de tener que pagar.

A Cathy, le había dado el mundo entero, ¡se encontraba en el mejor momento de su vida!
Él había sido alguien diferente en ese entonces, con su carrera despegando, toda la energía de sus veintes, con el alma intacta viviendo el mejor momento de su vida, aquella era una versión de sí mismo que le hacía sentir orgulloso, una en que tenía perfecta salud física... y mental.
Era difícil aceptar que aquel individuo próspero ya no existía.
Esa versión no era la que estaba ahí, ni la que Kyan decía haber elegido.

Apenas si podía decirse una persona aquel que tenía que arrastrarse por su habitación si quería moverse por sí mismo sin ayuda de nada, ni siquiera podía hilar largas ideas sin sonar como un imbécil, o ir al baño por sí mismo, ¡ni alimentarse correctamente sin tirar todo!

Si ese luxemburgués quería una relación, o quizá incluso más, ellos tendrían que ser un equipo, ¿cierto?

Y lo que él mismo era capaz de darle a cualquier persona que fuera su pareja se limitaba a un estilo de vida resuelto, algo que además sabía de antemano que a ese sujeto no le impresionaba dado que los lujos y el dinero no parecían importarle nada cuando se refería a su vida. Justo se había enamorado de un despiadado financiero que defendía el dinero a uñas y dientes, pero que en realidad, no era materialista. Vaya suerte.

Entonces, ¿qué quedaba sobre la mesa?
¿A qué vida lo condenaba?
Una posición acomodada sí, pero honestamente no había mucho más.
Sólo... perder años en lo que él mejoraba algo, suponiendo claro que pudiera rehabilitarse a un nivel aceptable para no ser más una carga. ¿Qué clase de equipo sería ese?

“No veo como puedas ser feliz si te quedas aquí” le había dicho y estaba siendo franco, más allá de su propio ego.

Así que, por más que odiara aceptarlo, no era un buen prospecto de pareja.
Él no era lo mejor para Kyan. Quizá nunca lo había sido.
Y lo que siguiera a otro fracaso... no podría soportarlo.
No. No. No.

“¡¡No lo entieendes!!” era todo cuanto podía expresar sin tener que explicar algo tan humillante.
No pudo enfrentarlo más, se tapó la cara como un cobarde, sin querer que lo mirara.
Si acaso iba a soltar en llanto, no debería permitirse ser visto.


- - -

 


Kyan lo vio tensarse, cerca como estaba de él. El otro se hizo inesperadamente hacia adelante y se cubrió el rostro con ambas las manos.

- Daniel... -dijo su nombre, preocupado.
  ¿Qué pasa?

Aquello estaba comenzando a alarmarlo.
Esa persona que Lascurain de pronto le estaba mostrando, nunca la había visto.
Después de todo lo que habían vivido, estaba convencido de haber visto todo de él y de pronto... algo se le escapaba.

- ¿Qué es?- preguntó, intentando hacer su voz lo más suave posible.
  Sólo... dímelo.
  Trataré de comprenderlo. Dan... Daniel...

El otro se quebraba, su respiración estaba rota y su rostro, ahora oculto entre sus manos, como un secreto vergonzoso.

¿Qué era lo que no decía?
¿Por qué parecía algo tan horrible?

- Dan...

- ¡N-No puedo dar... darte eso!

Iba a rebatir cuando algo dentro de sí lo detuvo.
Tenía que dejar de hablar y oírlo.

- Si en el pasado... me dejé llevar... hoy nno puedo.
  Yo... nno puedo...
  ¡N-No puedo!
 
Y en el siguiente segundo, el arquitecto se incorporó con la intensión de abandonar el sillón y moverse a su silla de ruedas, Novak estiró su brazo hasta sujetar su mano, deteniéndolo en un movimiento aún más inesperado.

Parecía a punto de romperse de verdad... ¡Daniel estaba temblando!

- ¡No! ¡No huyas!
  ¡Necesito que hables conmigo!- pidió.
  Confía en mí, ¡sólo por esta vez! confía en mí.

Parecía luchar, realmente luchar.

- Dan... estoy aquí, quiero escucharte, quiero entender.

En verdad, jamás lo había visto así.
Un extraño miedo trepó por su cuerpo y supo que había algo más allá de cualquier argumento, algo que no había podido decir realmente, algo que guardaba con temor.

Apretó aquellas manos bajo las suyas.
Comprendiendo que más allá de cualquier verdad oculta, lo que en verdad deseaba era calmar ese dolor del que estaba siendo testigo.

- Daniel... por favor.
  Sólo dilo. No puedo hacer nada si te lo guardas así.

- ¿Cómo es qque ppuedo confiar... en ti?
  ¡No ppuedo!

Aquello lo sacudió sin tocarlo.
Kyan contuvo el aliento.
No estaba preparado para el resto.

- ¡¡No puedo cconfiar en ti!!

¿Cómo... rebatir a eso?
No lo supo de inmediato, pero aquello lo hirió profundamente.

- No se.. se supone que deba... sentir ceelos... porque no se supone... que qquiera que te
  quedes junto a mí, peero ¿cómo evitarlo?

  Yo... qquiero que te quedes conmigo. ¡En verdad lo quiero!
  Pero si tú... no puedes con esto... con todo lo que implica... lo que soy ahora... lo que
  quizá no vuelva a... a ser... nnunca...
  Si tú... te vas... yo... ¿qué haría?

- Daniel.

- ¡No tendría fuerzas... para... seguir adelante!
  ¡Quedaría más roto... de lo que ya estoy! ¡No ppuedo volver a pasar por esto!
  ¡¡No puedo!!
  ¡¡N-No puedo!!

¿Cómo hacer de menos aquel miedo?
El portugués parecía estar sacando un demonio de lo profundo de sí, aquellos eran sus miedos ocultos tras el muro de su silencio.

Había aprendido que los sentimientos eran algo subjetivo, si para Daniel ser insuficiente de pronto era un motivo para no querer tener una relación, debía tener sentido en su cabeza aunque aquello fuera tan injustamente cruel consigo mismo.

Más si aquello dolía, era debido a su ego, que deseaba sin fundamentos que simplemente ese arquitecto le creyera sin más.
Esa confesión que acababa de escucharle provenía de un corazón complemente hecho pedazos.

Su pobre guallen.
¡Eso era tan triste! En verdad quería abrazarlo.

- Kyan... tú me pides qque te mire... pero... me cuesta tanto.
  Porque entonces tú me miras a mí... y ves... lo que soy ahora.

¡Cómo es que hablaba así de sí mismo!
¡Era tan horrible!

- Y esto que ves, esto que soy... quizá... sea todo lo que alguna vez... logre.
  ¿Por qué no estás... escuchándome cuando tanto mme... cuesta habblar?

Después, pareció escuchar sus propias palabras y encontrarlas bochornosas de verdad.
Apretó los ojos, los dientes, la manos. Y temblaba, ¡de verdad temblaba!

Novak siempre había sido un lisiado emocional.
Quizá en cualquier otra circunstancia aquel despliegue de desesperación lo hubiera dejado impedido para actuar, pero esta vez, un extraño impulso tomó control de sí mismo.

- No sé que es lo que tú ves, Daniel, pero yo sí sé lo que veo; veo al hombre con quien
  quiero estar- le aseguró, no era un consuelo, era la verdad.
  Y me gustaría que no olvidaras eso.

  El hombre que quiero está frente a mí. Tal y como es.
  Y quiero que luche por él mismo... conmigo o sin mí.
  Y si es verdad lo que acaba de decir y en serio me quiere a su lado, basta con que alze
  la vista y se de cuenta... ¡que ahí es justo donde estoy!

Sus palabras parecieron detener aquel momento de desesperación.
Lo vio salir de aquel nefasto transe y prestarle atención, aún inquieto.
Pero por lo menos, ya no cubría su rostro lloroso.

Lucía lleno de dudas que lo acribillaban, como a la espera de algo a lo que asirse para recuperar un poco de paz mental.
¿En verdad iba a tener que ampliar esa declaración?
Se dio cuenta que sí.

Pero una verdadera confesión de amor no era algo fácil de dar, en especial para él.
Y sin embargo, de todas las verdades que pudiera escupir, al parecer esa era la que más necesitaba volver verbo, porque entendía las razones por las cuales Lascurain podría no creerle ni fiarse en él tras todo lo que había pasado.

Ciertamente, había jurado nunca volver a dar su corazón y nunca volver a decir te amo.
Pero dicho en voz alta justo a él no sería sino cierto, así que tampoco debería causarle arrepentimiento, ya no.
¡No más!

Se dio un instante para tener el aliento suficiente, porque sabía que una vez que empezara, no iba a poder parar. Y le agarró inesperadamente las manos para que no volviera a ocultarse tras ellas.

- No soy como tú, nunca he sido romántico- explicó, intentando de verdad darle forma a
  sus emociones, sin entender el efecto que el simplemente sujetarle de las manos había
  creado en el otro- no puedo decir lo que siento con tanta libertad como lo haces tú.

“O solías hacer”.

- Pero quiero abrirme… que lo sepas y que te convenzas y de esta forma que no vuelva a
  existir duda al respecto nunca. ¡Y así no tener que volver a decirlo!

  Yo... estoy enamorado de ti, desde lo que parece mucho tiempo.
  Y también daría mi vida por ti y si lo digo ahora es porque sé que es verdad.
 
  Pero lo cierto es que fuera del heroísmo romántico de esa frase la verdad es que no
  quiero sacrificarme por ti, ni que tú vuelvas a hacerlo tú. ¡No quiero que nada, nada
  nunca vuelva a interponerse entre nosotros!

A cambio, esas espinelas grises en las que brillaba el fuego, parecieron abrirse más y más, presas de una auténtica impresión. ¿Le estaba llegando en verdad su mensaje esta vez?

- Yo también te quiero a mi lado. Debí aceptarlo hace mucho, pero al parecer tenía que
  pasar por toda una pesadilla para poder admitirlo, ¡pero lo hago ahora!
  ¡Estar juntos no tiene que ser sinónimo de lastimarlos!

La habitación quedó repentinamente sumida una total quietud, aunque estaban solos, todo el resto del mundo había parecido borrarse y el tiempo dejado de existir.
¡Y secretamente disfrutó de aquella expresión de total desconcierto que le había creado!

- No hay nada en el mundo que quiera más que estar a junto a ti y verte salir adelante.
  Así que estás de suerte. No voy a irme, ni me voy a echar para atrás si tú me deseas aquí, porque soy un
  necio de mierda, ¿qué no te has enterado?

Los ojos claros de Daniel se mostraban estupefactos, nuevas lágrimas aparecieron y rodaron por sus mejillas, haciéndolo ver tan vulnerable que lo conmovió.
Kyan sonrió, enternecido por aquella imagen, comprendiendo cuánto amaba de verdad a esa persona y que todo aquel esfuerzo o el que le siguiera bien valía la pena.

- Tú me hiciste verme a mí mismo, Daniel. Me hiciste ver todo lo que estaba mal
  conmigo. Y también me hiciste desear mejorar, ser alguien que puede realmente querer
  a los demás.
  Si tardé tanto en entenderlo, fue porque estaba realmente muy jodido, pero no es eso lo
  único que deseo, ¡quiero llegar a ser alguien en quien puedas apoyarte!
  Porque ya no quiero luchar por ti, Dan, quiero... luchar contigo.

¿Estaba diciéndolo bien?
¿Estaba siendo claro?
Kyan no tenía idea.

- Casi mueres, ¡casi te pierdo ese día!  
  Por mucho tiempo no fuiste más que un cuerpo en esa cama de hospital, llegué a pensar
  en los más obscuros días que no volverías, ¡que jamás podría decirte esto!
  Así que no volveré a permitirme la posibilidad de perderte de nuevo por mis omisiones,  
  no dejaré que quede alguna duda y… ¡además no creo que vaya a poder volver a
  repetirlo todo lo que acabo de decirte sin morirme de vergüenza!

No supo que esperar después de esa declaración.
Sintió que el rubor le estallaba  y deseó ahora ser él quien se tapara la cara con las manos, pero sosteniendo aún las de Daniel, tuvo que soportar con verguenza ser visto tan de cerca después de semejante discurso.

Más, no todo podía ser una entregada devoción, ¿verdad? Si su dinámica iba a dejar de ser nociva, no podía tratarse de sólo los deseos de uno.
Así que pese a lo que iba a decir, bien podría arruinar la magia, no sería justo no decirlo.

- La mitad de lo que se necesita para hacer que esto funcione está sobre la mesa- tomaba
  valor de quién sabe dónde- ¿entiendes a lo que voy?
  No importa si yo, Mila o tu familia queramos algo para tí... también tú debes quererlo
  para que ocurra.

Era imposible saber el efecto de ese ultimatum.
Pero esta vez aguardaba algo más que escuetas palabras.

- No puedo ser el único buscándote, insistiendo. Es amor propio, claro, es mi valía y
  salud mental, pero también es simple lógica.
  He venido por ti, hacer lo que sea necesario para que esto funcione, pero tú...
  tienes que quererme aquí.

  Esas dudas, ¡intento aclararlas! Decirte la verdad de mi vida para que no vuelvas a tener
  que llenar esos huecos con ideas equivocadas.

  Daniel Lascurain, ¡yo quiero estar contigo de verdad!
  Así que por favor, cree en mis palabras. Nunca las había dicho a nadie y yo también...
  me siento expuesto.



- - -




Por un momento Daniel se preguntó si no había simplemente perdido la cabeza.
Pero entonces miró sus propias manos y las de Kyan sobre la suyas, él no las apartaba, al contrario, entrelazaba los dedos de ambos en un gesto tan íntimo.

No sabía que ese castaño podía dar ese tipo de contacto, ¿acaso algún día le tomaría libremente la mano cuando caminaran juntos? ¿Le acariciaría el rostro mientras sonreía en una dicha compartida?
Era extraño, tener esas ideas sobre el futuro, porque era tan contradictorio.

Acababa de tener algo parecido a un ataque de pánico, había llorado y temblado como una hoja mientras evitaba verlo, haciendo un total ridículo de sí mismo.
Todo ese drama innecesario ya bien podría haberle hecho a Kyan rendirse hacía mucho, ¡pero no había sido así!

Simplemente el asesor no terminaba de desquiciarse y mandarlo al diablo, seguía ahí, realmente intentándolo, ¡pidiéndole que confiara en él! ¡Confesándole amor! Y siendo coherente y maduro como una persona saludable.

Más no era ese financiero de sonrisa cínica y una corbata apretada negociando a cada segundo, era un joven con el cabello revuelto, avergonzado, confesándole su amor frente a la chimenea.

- No seas injusto conmigo- le decía ese castaño, llamándolo de vuelta a la tierra. Su voz
  sonaba inesperadamente tersa, suave, susurrante- Por más que desee que mis
  sentimientos arreglen todo... no puede ser así.
  Necesito que decidas.
  Si debo quedarme. O si debo irme
  Porque quiero que seas feliz y si tú no me quieres aquí... también en eso voy a
  complacerte, ¿entiendes?

Kyan admitiendo que se iría si no era querido ahí era realmente lo más sano y coherente que le había escuchado decir jamás.
Él mismo jamás había podido hacer algo así todas las veces que lo había intentado.
¿No era en este momento incapaz de correrlo de ahí?

Pero lo que veía en Novak no se trataba de un apasionamiento entregado y ciego, apasionado e irracional, él más que nadie sabía lo que era eso. Ese castaño no había ido a rogarle después de todo.

Ese hombre tóxico de pronto ya no lo era tanto. Y la alternativa de salir de su vida, no sonaba como una amenaza, sino una advertencia, dicha no desde el rencor, sino desde el amor propio.

Era claro, si él se marchaba, no habría marcha atrás. Y esta vez no requeriría que se fuera a Francia para no volver a verlo, sino su simple fuerza de voluntad.

Hacía apenas un rato había creído pasar por eso. Cuando lo había visto dirigirse a la puerta del cuarto, Daniel había pensado que ése era el instante en que lo veía salir para siempre de su vida.   

¿Qué había hecho antes sino decir su nombre en un intento por hacerlo regresar?

Quería estar con él también.
Tan desesperadamente como siempre había sido.

Si bien el señor Novak había avanzado mucho, él en cambio en esos momentos estaba siendo indeciso, crudo y ambivalente, sus emociones intensas y egoístas seguían ahí, ¿en verdad era capaz de aprender a quererlo de la manera correcta? ¿En ese estado podía ser realmente desinteresado?

No había mentido, tenía miedo... mucho miedo, de arruinar todo para siempre, de no poder volver a levantarse si lo perdía también a él.

Más viendo las manos de ese luxemburgués sosteniendo las suyas, sin vendas ni temblores, le hacía pensar que en ese momento, de los dos, Kyan era el más cuerdo.

Y deseaba creerle.
Todas aquellas hermosas palabras.

Las pálidas cicatrices de esa piel blanca sobre la suya evidenciaron el tiempo que había pasado desde la última vez que había sostenido sus manos y que Kyan al parecer, no había olvidado, desde aquella Navidad en que sangraban.

Tanto tiempo perdido.

Recuperando el valor, ese joven volvía a mirarlo con sus intensos ojos miel aguardando... con ese dorado con verde que siempre le recordaba la hierba iluminada por el sol, un tono cálido que por ironías de la vida no coincidía con lo frío de ese hombre. Un financiero con corazón de hielo ante el mundo.  

Más esa dureza... ya no podía verla.
Por más que quisiera negarlo, era cierto.

Kyan estaba con el cuerpo aún sudado, escasamente vestido por una sábana suya, siendo existencial y clamando su amor por él. Por ese cuerpo que había tocado hacía tan poco se pasaba la luz de la chimenea se paseaba por palidez, dando una imagen con un fuerte aire de intimidad de la que se tiene sólo con tu otra mitad.

Era cierto, él podía verlo también.
Ese dibujo de Mila, una vida a su lado, cientos de noches en pareja hablando frente a esa chimenea, copas de vino compartidas, sus cuerpos tibios acurrucados en el sillón después de hacer el amor y de besarle su cabello rebelde por horas.

No.
No pudo renunciar a ese deseo.
No cuando lo amaba de esa forma.
Su anhelo por él.... era tan absoluto.

Un momento con él. Un día con él. Una vida con él.

No.
No pudo renunciar a ese amor.
No pudo ignorar lo que todo su ser le pedía con tanta claridad.

En verdad, ese deseo no había cambiado aunque sus situaciones sí.
Se había quitado su anillo por ese hombre, y ahora... quería darle uno.

- Kyan. Yo noo...

El peso de su voz, hizo parar el tiempo.
Sólo con decir su nombre había cortado el aliento del otro.
¡Era difícil hablar por muchos motivos!

Daniel jadeó, aterrorizado.

- No qquiero... perderte- se arrancó del alma.

En la cara de Kyan Novak se turbó. Esa mejillas junto a él se encendieron en un sonrojo intenso. Su corazón dio un vuelco al notar esa reacción.
Ese rubor seguramente haría esa piel tan cálida al tacto de sus dedos y sus labios.
Daniel quiso tocar su cara... besar esas mejillas sonrojadas, aquel deseo era tan intenso que supo que estaba bien, que decir lo que sentía estaba bien.

- Yo quiero... -¿cómo definir todo en una frase? Era imposible.
  Yo te qquiero, Key.
  Te quiero... te quiero a mi lado.
  Te quiero por siempre.
  Perdóname.

Lo había dicho.
Sentía que se ahogaba ahí mismo.

Daniel nunca había censurado sus sentimientos hasta antes de conocer a Kyan.
Nunca había sido tan cauteloso con nadie como lo había sido con él. Y si esta verdad le causaba conflicto, eso no la hacía menos cierta.
No iba a poder escapar de él, jamás iba a poder dejar de amarlo.

De pronto, estaban tan cerca que podían tocarse, sólo unos centímetros bastaban.
Lascurain dejó de sólo desear y finalmente lo tomó de la mejilla, acariciando el terciopelo de su piel encendida.

Novak no parecía salir de su sorpresa, pero su bochorno no iba a ningún lado, mucho menos al ser acariciado así. Pero finalmente le oyó resoplar, recomponiéndose un poco, sin apartarse.

- ¡No me pidas disculpas!
  Yo también, ¡también te quiero por siempre!- exclamó, sin dejarle lugar a dudas.



No Quiero perderte.
Te Quiero a mi lado.
Te Quiero, Key. Por siempre.



- - -



¿Cuánto tiempo Kyan había esperado escuchar esas palabras de su romántico portugués?
En las noches sin esperanza, en el silencio de su soledad. En el tiempo sin él.

De su boca salió sin permiso su respuesta.
Yo también te quiero le había dicho, como si fuera lo único lógico que contestar.

Si bien aquello había sido una montaña rusa de emociones, nada, realmente nada lo tenía preparado para lo que pasó en seguida. En el cansado e intranspasable rostro del mayor de pronto se dibujaba una expresión diferente.

Alivio, catarsis.
Por fin se relajaba, perdiendo toneladas de peso de encima.
Sus rasgos parecían acomodarse de una manera distinta. Y sus labios amargos y silenciosos de pronto... sonreían apenas, pero lo hacían.

Kyan sintió alegría de saber que sus palabras habían creado esa expresión.
¡Ese guallen estaba sonriendo por primera vez en casi un año!
Parecía conmovido, ¡inesperadamente feliz!

La emoción lo inundó por completo a él mismo también.
¡Al fin le había escuchado! ¡Creído!

La sorpresa del momento no le duró mucho, ¡mientras el portugués hacía contacto con su boca!
Ahora era él quien lo besaba.

¡¡Finalmente!!
¡¡Después de una jodida eternidad!!

Kyan quería más, quería ser probado por él, devorado por él, consumido por el fuego de esa pantera oculta... en cambio, obtuvo algo más, a lo que no estaba en absoluto acostumbrado.

Los labios de ese portugués los primeros segundos fueron inseguros aún cargando la cautela de la situación, pero no pasó demasiado tiempo para que éstos comenzaran a avanzar suavemente, lentamente... totalmente dulces. Esa caricia en su boca estaba llena de sentimientos, tan envolvente que sintió que se sumergía en un mar infinito. No sabía esperado ser besado, pese a todo, y menos de esa manera.

Aquella dulzura... era algo tan propio de Dan y sin embargo... ¡la había olvidado!

Tanto tiempo sin ser atesorado así, tanto tiempo en serio. Sentirse presa de aquel dulzor le aceleró el corazón más que cualquier verborrea apasionada, porque lo sentía en la carne, ¡ese amor lo sentía en la carne!

Era algo que podía con él, era algo que había cambiado su mundo, ¿cierto?
Sentirlo, volver a sentirlo, ¡fue entender que no eran sólo deseos o frases!

Esos labios rezaban algo sublime que lo llenaba por completo como nada lo había hecho antes, volvían certeza todo lo que había predicado desde su corazón y le hacía sentir en un lugar seguro donde su alma herida de toda una vida de pronto encontraba un hogar.

Supo que bien podía llorar de felicidad por un beso.
¡Y que ese pensamiento era asquerosamente romántico!
Pero ¡al diablo con eso!

Rodeó a Daniel con los brazos, queriendo unirse por completo con él, perdiéndose absolutamente en aquel glorioso instante, dejándose llevar enteramente por esa magia sublime y perfecta que lo elevaba a la gloria.

Su corazón latía tan intensamente que resonaba en todo su cuerpo, aquel beso lo era todo.
Podía haberse perdido ahí para siempre y nunca volver.
¡La felicidad le explotaba en todo el cuerpo!

¡Quería más!
¡Quería todo!
¡Quería una eternidad a su lado!

Sintió que se diluía por completo en un universo de emociones puras, que la realidad sólo podía ser esa. Era tan definitivo y hermoso que nunca lo había sentido jamás, ¡lo abrazo con todas sus fuerzas! ¡Comprometido como nunca a ese momento!

Pero de pronto, su amado lo separaba...

Kyan jadeaba, aún abrazándolo, completamente sonrojado y perdido.
Ese moreno en cambio, lo miraba avergonzado. Aquello lo desarmó por completo.

- Key...- le escuchó murmurar, sumidos en aquella intimidad.
  Yo te amo.
  Con t-toda mi alma... te amo. Sé qque debí... decirlo taambién, ser honesto también.
  No encontraba el valor, ppero... pero... te prometo que... de ahota en adelante... nnunca
  dejaré de decírtelo.
  Gracias... por volver.

Su nombre en aquella voz... ¡diciendo eso! ¡prometiendo eso!
No pudo evitar sonreír. Había extrañado esas melífluas frases, pero no estaba preparado para una continuación.

- Y-Yo también qquiero saber lo que es mil amaneceres... a tu lado.

¿No era lo que acababa de pensar?
Y sin embargo oírlo le arrebataba el corazón por completo.
No pudo darle una contestación a ese nivel, estaba agotado por su propia catarsis, siendo mirado por esas espinelas plateadas de una forma diferente a cómo lo había hecho todo ese tiempo.

Tuvo que superar la verguenza que sentía, comprendiendo por completo el grado de fragilidad al que había llegado hasta ese momento.

Deseaba ser contemplado de esa forma tan íntima como Dan podía mirarlo.
Se dejó caer en su pecho, en el que fue recibido como un hogar, tal como había soñado.

Y tras unos segundos, Lascurain lo envolvió en sus brazos cierta impericia, y lo que ocurrió a continuación fue difícil de describir.

La barrera entre ellos… aquel insorteable muro entre ellos…
…se derribó por completo.

¿Por qué ese abrazo se sentía tan diferente y familiar a la vez?
Ahora estaban tan cerca, más allá de lo físico. Más incluso que teniéndolo en la cama.
Ciertamente fue un instante extraño y casi inquietante, pero tan hondo y lleno de silencio que Kyan decidió quedarse quieto.

Había… una extraña dulzura en el aire.
Sintió que se ahogaba, se ahogaba de amor.

Todo eso se sentía bien. Y no tenía miedo de lo que pasara a continuación.

- Haremos que... funcione- le oyó murmurar al moreno- porque meu amor... después de
  hoy... en verdad no ppodré volver a dejarte... ir.

Novak cerró los ojos, riendo por dentro.
Y aunque sentía calma donde no la había habido hacía tanto... su corazón latía intensamente.

Ese momento se sentía como el final de una larga carrera.
Y en cierta forma, así era.

- Está bien. No tienes que dejarme ir, tonto.
  Quiero estar aquí.
  Quiero estar contigo.

Sin muro alguno entre ellos, ¿qué remedio le quedaba más que permitirse decir lo que sentía?
Se dejó ir en aquellos brazos y en aquel afecto.

Nunca había existido una opción más que esa. Nunca.
Por más que se había resistido, por más que había intentado protegerse.
La verdad era absoluta.

Se amaban. Se amaban con locura, ¿cierto?
Y sobre eso, podrían construir lo que fuera.

Y después de tanto dolor… aquel era el final que tanto había necesitado.
Así que Kyan estiró su cuello, para volver a besar a ese hombre.

Había esperado un final feliz, su niño interior así lo había hecho por lo menos,
pero aquello no se sentía como un final, sino como un inicio.

Mientras era besado de vuelta muy suavemente por Daniel, Kyan sintió un profunda satisfacción.
La sábana de seda resbalaba por sus hombros.

“Soy muy feliz” quiso decir.
Pero Key supo que no necesitaba decirlo.
Lo manaba por cada poro de su piel.

 

 

 

 

FIN.

 

Notas finales:

Tengo inquietud. No había esperado sentir eso. Había creído que soltar el final me haría sentir aliviada, pero me siento como un niño al que han obligado a compartir su juguete favorito y lo ve de lejos, con ansias, ¿suena ridículo?

Probablemente estoy siendo aprehensiva, tengo que dejar ir Affair, es justo *suspiros*

En fin, no creo apropiado poner un largo epílogo (no aún, por lo menos) porque como había dicho hace tiempo tengo planeado un par de capítulos a manera de cierre donde podamos dar un salto en el tiempo y ver en qué van estos finales felices, prometo no poner drama y no matar a nadie XD es más un fan/autor service si es que eso existe.

Y nada, mil gracias por seguir esta larga historia, de inicio a fin, lamento mucho que por mi inconstancia haya lectores que nunca vayan a leer este final, en verdad lo siento.

Y bueno, en una nota más descarada, espero me puedan regalar un comentario, ya saben, porque esta es una ocasión especial.

Los quiero!


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