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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Sino me falla la memoria -espero que no- éste es mi primer trio que escribo *muy nerviosa*  espero les guste, trabajé mucho en ello y a pesar de todo no me siento 100% satisfecha.


Y una aclaración a mi querida yaonita: El sistema no permite corregir burradas en los reviews cuando te escribí: "gracias por hacer de esta historia tu vida" quería decir PARTE de tu vida! (no estoy tan loca como para pensar que Affair es tu vida ni nada parecido, no creas que estoy tan dañada).

Bueno, los dejo con tres personas...

 

 

 


Era el tercer piso de un edificio en la parte más trendy del cotizado barrio de Belair. Carecía de portero y la entrada era una minimalista puerta de cristal, sin embargo por la zona en que se encontraba sería impensable algún tipo de crimen e incluso el alcalde de la ciudad tenía una hermosa casa con un jardín gigante en la zona.

Enzo Baladi prendió las luces de su departamento, un espacio funcional y moderno en tonos blanco y gris, con algunos toques caprichosos de color brillante como verde limón en algún cojín, un cuadro con tonos anaranjados intensos, la barra del desayunador en un rosa ácido.

Era bastante luminoso y chic, lo había decorado centímetro a centímetro, con un gusto impecable.
Eran de notar las pequeñas estatuas de cerámica roja por toda la casa de cuerpos humanos en diferentes posturas eróticas que formaban parte de una serie hecha un artista amigo suyo llamado Rémi que ahora estaba en boga.

No necesitaba vivir en una mansión, vivía con estilo suficiente. Aunque si lograra subir sus cifras en Muggen… quién sabe.

Baladi siempre había sido un tipo afortunado en la vida, incluso en sus más crudas crisis había salido logrado adelante con gracia. Había demostrado que no le importaba perder los privilegios que una familia de élite con tal de obtener su libertad y en pocos años había logrado un nivel de vida casi igual al que había sido criado. Era alguien joven y exitoso. Y no era arrogancia, trabajaba duro y merecía lo mejor que pudiera tener, en todos los aspectos.

Esa noche había traído a su casa a dos hombres, lo había sugerido casi por impulso, pero estaba seguro que iba a pasarla bien.

- En un segundo vuelvo, siéntanse en casa y con eso me refiero… a lo más cómodos que
  puedan- les dijo yendo a la cocina.

Una vez dentro sacó un vaso grande de cristal y lo llenó en el lavabo. Se sirvió hielos de la puerta de su refrigerador y tras darle un par de vueltas dio un gran trago.
Eso le quitaría de la boca la acidez del vino y enfriaría sus ideas.

- ¿Sigues haciendo lo del vaso de agua?

El alemán estaba apoyado sobre el marco de la ventana. Había aflojado el nudo de su corbata y como casi siempre, en su boca danzaba una sonrisa irónica.
Esa noche Köhler se estaba portando terrible y parecía disfrutarlo.

- Siempre he creído que es buena idea escuchar al cuerpo y en algunas ocasiones pide un
  gran vaso de agua helada.

- Conque escuchar al cuerpo… -repitió el otro caminando hacia él.

Aguardó a saber que haría. Fue tomado por la cadera por sus enormes manos que lo llevaron contra la pared con firmeza pero sin llegar a la rudeza, lo suficientemente estudiado para no dar razón a un reclamo.

Cuando chocó contra el muro, las ollas con la que hacía comida italiana sonaron como  campanas.

- Rein, ¿no puedes esperar a salir de la cocina?

- Dime la verdad- dijo de pronto con un semblante inesperadamente serio- te lo he
  preguntado antes pero quiero que ahora me lo digas en serio. ¿Quieres esto?

Baladi cortó aquella mirada dirigiéndola a un punto invisible entre la cafetera de expresos y la wafflera. Estaba demasiado cerca de Köhler. Sentía el calor de su cuerpo muy intenso como si fuera un horno abierto.

Unos centímetros separaban sus labios y esa cercanía resultaba tan conocida que se sintió un tanto ebrio pese a prácticamente no haber bebido esa noche en la galería.

- A cambio pido lo mismo entonces, la verdad, ¿estas celoso?- cuestionó de vuelta.

Las respiraciones de ambos comenzaban a agitarse.
Iba a ser difícil controlarse.

- De decirte si tengo celos, Enzo, tú deberás decirme si tu propuesta de un trio es algo que
  en verdad deseas o tan sólo un desafío de tu parte.

Difícilmente era una proposición, sonaba más bien a imposición.
Él creía poder leer aún los juegos de palabras de Köhler y lo obligó a aclararse.

- No me interesa que me digas si estás celoso, Rein, me interesa que me digas la
  verdad.
  Porque lo cierto es que a ti no te interesa realmente saber si celo a Jan o a ti, lo que
  deseas es ponerme a prueba, ver hasta qué punto puedes llevarme.

Lo decía al tiempo que mataba la mueca divertida que ya se le formaba, ¿acaso Reiner iba a perder una pelea verbal?

- Tú sabes que esa es sólo una suposición sin fundamentos- fue la respuesta del alemán.

Entonces el rubio lo miró directo y sin miedo, con sus provocadores ojos verdes, brillantes y maravillosos.

- Bien, te complaceré, Rein y te diré la más absoluta verdad de esta noche; quiero tenerte
  en mi cama y también quiero a Jan. Ambos me gustan y los quiero para mí hoy.
  Me parece que es algo sumamente simple y carente de juegos pueriles, tal como debe
  ser. Y ahora te pregunto, ¿será que tienes un problema con eso?

Köhler lo supo entonces. La respuesta a si el italiano verdaderamente quería eso, dejando de lado la elocuencia, era un sí. Enzo quería armar un trio con los dos, quizá fuera una incitación o no, el hecho es que quería compartirlos.

Cuando decía que no era un juego, no podía sino creerle, porque ese hombre tenía una manera desapegada de ver a las personas y las relaciones. Su honestidad era casi cruel.
En otra época bajo ninguna circunstancia, por más erótica que fuera, hubiera accedido a compartir a ese rubio hermoso, pero parte de volver a su vida implicaba hacerlo al parecer.

Aquella tarde al verlo en el parque después de tantos años, supo que incorporarlo de vuelta a su camino implicaba obviar lo que había sentido por él y enfocarse a la buena química que siempre habían compartido.
Él había madurado, o eso quería pensar. Así que bajó las armas.

- No tengo ningún problema con tenerte a ti y a un modelo noruego, Enzo.

Había una faz indolente en el otro, quizá incluso calculadora.

- Me alegra escuchar eso.
  Entonces, ¿vamos a la sala?


--


Ninguno de ambos esperaba encontrarse al más joven desnudo en la otra estancia.
- Jan- dijo el italiano como un susurro lleno de sorpresa.

Su cuerpo mostraba los cuidados que le proferían. Era casi una estatua griega, joven y bien formada.
Una vista excelente en su sala.

- Ah… yo pensé… que debía ponerme cómodo- su rostro se llenaba de rubor al darse
  cuenta de que se había precipitado.

Para aminorar su vergüenza, Baladi avanzó hacia él con una alegre sonrisa y suavemente le tomó el rostro.
- No, es perfecto. Es sólo que fuiste más rápido de lo que esperaba.
  ¿Sabes que desde que te conocí deseé verte así cada instante que pudiera?

Y dicho esto lo besó, primero sólo con los labios, manando tersura en cada uno de sus movimientos, suave como un cazador seduciendo a su presa.

Conforme la tensión de Jan fue desapareciendo, el italiano comenzó a usar su boca completa, abriendo la suya y acariciando su lengua, cada vez más profunda y apasionadamente.
Lo fue recostando en el sillón, mientras se desabotonaba la camisa, trepando también sobre el mueble que crujió un poco bajo el peso de los dos.

Las respiraciones de ambos chocaban exigentes. Jan torpemente ayudaba a quitar la ropa de su amante. Camisa, pantalones, ropa interior todo fue cayendo al suelo.

Köhler observaba a los dos hombres desnudos frente a él y cada detalle de sus cuerpos, lo hacía de manera analítica. Los dos eran personas sumamente apuestas, sin embargo… aunque el cuerpo de Jan era perfecto tal como era de esperarse, la belleza de Enzo era definitivamente mucho más asombrosa. Era ridículo que incluso frente a un modelo, él  pudiera lucir aún más atractivo. No pudo sino mirar sus muslos, como si buscara las largas y delgadas cicatrices que sabía existían ahí, pero con la luz baja de la sala, no podía percibirlas.

Enzo y Jan se besaban ahora ahogadamente en el sillón, los miembros comenzaban a alzarse demandantes, ya libres de toda ropa, ligeramente brillantes y erguidos.
La vista de Jan envuelta en un velo de hedonismo de pronto se fijó en el alemán.

- Reiner… -su voz sonaba como un gemido, que hizo detener a Baladi.
Seguramente escuchar su nombre lo sacó de aquella ola que los comenzaba a arrastrar.

- Dime, Jan- contestó el alemán.
- Ah… yo… ¿qué tú no vas a…?

Pero las caricias del hombre que tenía encima le robaron las palabras. Enzo le dirigió una mirada fugaz, pero lo conocía lo suficiente para saber que estaba pasando.
“Si quieres ver, pues entonces mira” parecía querer decirle “Y si quieres venir, pues entonces ven”.

El italiano susurró algo en el oído de Jan que el observador no pudo escuchar.
Y acto seguido la mano de Baladi sujetó el níveo pene del joven mientras se humedecía los labios con el pasar sensual de su lengua sobre ellos.

- Recuerdo que tienes un sabor delicioso- susurró antes de meterlo en su boca. Con sus
  ojos verde esmeralda puestos en Reiner.

La sala se inundó del gemido del noruego.
Baladi lucía precioso succionándolo, su cabello rubio caía como un mar dorado sobre el cuerpo de Jan, sus ojos mostraban un arco perfecto en sus cejas y sus espesas pestañas claras, su mano estilizada sujetaba la base de ese falo el cual recorría por toda su extensión expertamente.
Una provocación…

Reiner dejó caer su camisa, hechizado por el espectáculo que el italiano le daba.

- Ah, Enzo… es increíble… ¡no te detengas!- gemía enterrando su cara en el asiento.

El alemán llegó a su lado, y acarició el dorso de su cara suavemente, mirando la reacción en el modelo que el RP había creado. Era un bonito rostro sin duda y lleno de placer lo era incluso más. Más que nunca se notaba lo joven que era. Jan lo miraba ahora, sus ojos azules completamente transformados. Le deseaba también.

Las manos nerviosas de Jan abrieron la bragueta de Köhler con cierta torpeza y sus dedos rozaron la superficie de su masculinidad. Fue entonces cuando notó su tamaño.
Un jadeo mostró lo inesperado que le resultaba todo eso.

Köhler le sujetó de la muñeca con fuerza.
- Estás temblando, Jan.

- Yo… no puedo hacerlo bien… es que él… es tan bueno…

- Lo es, ¿verdad?
  ¿Escuchas eso, Enzo? Estás distrayéndolo.

El italiano le dirigió su atención, sus labios sonreían ligeramente.

Sacó a Jan de su boca, deteniéndose. Se limpió la comisura de los labios con las puntas de los dedos, como si acabara de terminar un manjar.

- ¿En qué quieres que se concentre, Reiner? ¿Sugieres algo?

- Sólo hay alguien sintiendo placer en este momento y mira como lo has puesto.

El que Baladi se hubiera detenido había hecho que su víctima se retorciera en el sillón. Lo que sea que le pidieran en ese momento, el más joven lo haría sin titubear.

- Quiero… quiero verlo- pidió Jan- se sentía tan gigante en mis dedos…

El RP bajó la mirada a la parte del cuerpo de la que hablaba, era inevitable sentir morbo por ello. Lo recordaba bien. Después de éste, Baladi no había tenido uno así, pese a que casi había estado buscándolo. El miembro de Köhler estaba abultado aguardando entre sus gruesos muslos bajo la ropa aún.

Esa vez en el penthouse ni siquiera había tenido la oportunidad de sentirlo en su boca.
Y ahora le estaba dejando a Jan ese honor.

- De hecho, Reiner, creo que es correcto te quites lo que falta de la ropa, nosotros ya
  estamos totalmente desnudos frente a ti.
Estaba determinado a disfrutarlo esta vez.

- No hay problema.
  Jan, quítame lo que me falta. Con los dientes.

El modelo titubeó un segundo sin saber si era en serio, y cuando se dio cuenta que era así, dudó otro instante más en si podría hacerlo.

Se puso a gatas y tomó con los dientes la orilla de su pantalón para jalarlo hacia abajo.
Köhler  no lo miraba a él, sino a quien tenía enfrente.

Baladi lo miraba fijamente a los ojos con una sonrisa tenue para después decirle:
- Me había dado la impresión de que ahora eras más reservado con esa parte de tu
  anatomía- hacía una clara alusión a su negativa de tocarle la última vez que se habían
  acostado.

- No te preocupes, mi cuerpo, aunque compartido, es tuyo esta noche, ¿o no había
  quedado eso claro?

Köhler quedaba completamente desnudo entonces.
Y su ex amante no pudo sino mirar su físico atentamente.

No podía calcular qué edad tendría exactamente Reiner en ese momento, pero sería algo como 37, con ese número en la cabeza, se hacía evidente que su cuerpo no había pasado por ellos. Él lucía atlético, musculoso, duro… seguramente seguía haciendo ejercicio a diario.

Los abdominales se marcaban, un camino de vello plateado lo llevaba a su final, el cual erecto como estaba, parecía tener más de sus veinte centímetros.

Era una visión bastante sexual que le provocó una onda de estupor. Y más allá de su simple cuerpo, sabía que esa excitación provenía del saber qué es lo que sabía hacer con él.

Jan se adelantó a cualquier acción del RP, fascinado por Köhler también, como un animal en celo se acercó y comenzó a lamer aquellos abdominales, subiendo por su masculino y ancho torso, el otro le tomaba de la parte de atrás de la cabeza, acariciándole el cabello.

Los gemidos de Jan rompían contra la piel del alemán.

- Ah, tu cuerpo es fantástico, ¿cómo lograste marcar tus músculos así?- decía entre
  lamidas.

- He de confesar que siempre he sido un poco narcisista- ronroneaba de vuelta.

Cuando Jan hubo recorrido todo su pecho, sus rostros se enfrentaron, el mayor le plantó un beso igual de apasionado que el que antes le había dado su otro amante.

El italiano fue testigo en primera fila como la mano de Köhler rodeaba su cintura para después bajar por su trasero y buscar la entrada de Jan con los dedos.
Y todo sin dejar de mirarlo a él, en lugar de a quien tocaba, como todo un pervertido.

Enzo sentía la sangre pulsando en sus venas que se dijo era provocado por una fascinación voyerista.

Jan abría sus piernas a Köhler, dejando que lo acariciara en su parte más íntima.
- Me parece que estás bastante listo- le oyó decir.
Ahora le separaba los muslos con los suyos, sus cuerpos estaban uno contra el otro.

- Sólo hay alguien sintiendo placer en este momento y mira como lo has puesto- dijo
  entonces el rubio parafraseándolo.
Sí, sentía una fiebre que quizá… no sólo era excitación.

- Pero si no te he olvidado, Enzo. ¿Cómo podría?
Era difícil saber si lo decía en serio o no.

Además de las acciones, Köhler le respondió tumbando al noruego en el sillón boca arriba con rudeza.
- Su boca es tuya. Tal como sospecho que ya lo ha sido muchas veces antes.

Baladi miró a Jan a quien hacía rato Köhler dejaba de sugerirle y comenzaba a ordenarle.
Había olvidado que Reiner podría llegar a tener matices perversos en el sexo. Con todo, era desconcertante verlo ser tan brusco y dominante.
Y a Jan al parecer no tenía problemas con ese tipo de actitud.

Mientras el mayor afinaba en el más joven los últimos detalles de la invasión, el rubio le preguntó al modelo con el que salía:
- ¿Cómo te sientes, Jan? ¿Vas bien?

- Es extraordinario tenerlos a ambos sobre mí…- definió, sonriendo con una expresión un
  poco boba. Definitivamente le estaba gustando aquella rudeza- Pero… también quiero
  un pedazo de ti… mi boca es tuya como él ha dicho.
  Ven a mí, ¿por favor?- sonaba casi como un ruego acompañado de su cabeza buscando
  la dureza de su entrepierna.

Baladi miró al otro participante quien parecía más que complacido con esas palabras.
- Jan, difícilmente hubiéramos encontrado a alguien mejor que tú para esta noche.
 ¿No lo crees así, Enzo?

- En realidad tú fuiste el invitado de última hora, Rein- le recordó.

- Ah… entonces… debería sentirme halagado.

El modelo gimió al sentir los dedos de su invasor activar sus puntos de placer.
A partir de ahí le fue imposible articular más palabras. Llevaba demasiado tiempo recibiendo las atenciones de ambos.

Baladi se acercó a él y la mano de Jan lo atrajo a su boca, su lengua le lamió en la punta con pequeños círculos. No pudo sino vocalizar el placer que sentía de pronto.
Cuando Jan lo metió totalmente en su boca y comenzó a chuparlo, tuvo que cerrar los ojos siendo arrastrado lejos por aquellas sensaciones.

La técnica no sería la mejor, pero lograba bien su objetivo. Y le daba puntos extras porque en realidad estaba de cabeza.

Enzo era sumamente selectivo con sus parejas, pero ésa era precisamente la recompensa. Cuando tenía sexo lo hacía con quien en verdad le gustaba. Y ese simple hecho hacía que todo fuera mucho mucho mejor.

De pronto sintió como Jan lo apretaba demasiado y fue cuando se dio cuenta de que Reiner estaba invadiendo al modelo.
El cuerpo del joven comenzó con un vaivén que le hizo abrir los ojos.
Era una escena lúbrica la que se desenvolvía frente a sí.

Al noruego lo empalaban, podía ver su delgada y andrógina persona ser tomada por el inversionista, quien lo sometía a su propio ritmo.
Tenía al alemán de pie frente a él en el otro extremo del sillón, sujetando a ese cuerpo de la cadera y penetrándolo con fuerza. Sus músculos se tensaban marcándose todavía más en cada poderosa estocada.

Jan y Reiner eran completamente opuestos. El primero era joven y su perfección simétrica lo hacía un tanto femenino, mientras que la belleza de Köhler contenía el poder de la masculinidad y la sensualidad.
Y teniendo a su ex amante tan cerca al tiempo que éste cogía a alguien más, le hacía recordar como lucía cuando lo tomaba a él… tantos cientos de veces.

Pudo ver claramente como el fondo se transformaba para volverse aquel camarote en que lo habían hecho sin parar por meses.

Baladi sintió el mareo del afriebramiento inundando su cuerpo, la boca de Jan le daba un placer similar al de tener sexo muy muy húmedo.  
Y con Reiner de frente… tan cerca que podía sentir el calor que manaba y que siempre lograba intoxicarlo.

Sin darse cuenta se acercaba más a él, a él y su mirada perturbadoramente clavada en la suya. Sus ojos brillaban como fascinantes zafiros azules. Quizá el germano estuviera sintiendo lo mismo que él, lo cierto es que comenzó a tener problemas para retrasar su orgasmo.

Baladi agitó la cabeza, su pelo comenzaba a incomodarlo, pero éste estaba tan mojado que se le pegaba a la piel. Su melena estaba fuera de control, larga como la corona de un león salvaje. La sala de su departamento se sentía más caliente que un sauna.

Debía haber recogido su cabello. Y justo después de ese pensamiento… se lo quitaban de la cara.
¿Quién más sino Köhler?

Su cuerpo fornido y poderoso iba y venía mientras penetraba al Jan, su piel tenía un rocío de sudor. Era tan erótico tenerlo ahí. El efecto que le causaba, ¿no era demasiado poderoso? Se preguntó.

Enzo tembló, sintiendo su mano rozando la línea de su mandíbula.

De pronto, aquel trio perdía importancia. Y lamentaba pensarlo pero el otro se volvía sólo un cuerpo entre los dos.

- No creas… que me engañas, aún no he podido tocarte.
  ¿Será que ni siquiera ahora volveré a sentirte dentro de mí?- le reclamó.

El gemido del joven fue un poco más agudo de lo que había hecho hasta el momento, pero ninguno de los dos prestó mucha atención.

- Eso no es más que una irresistible incitación de las que tanto me vuelven loco de ti- le
  respondió el otro, agarrándolo del mentón para besarlo.

El italiano estaba tan excitado que sólo comprendió que Köhler le metía la lengua a la boca, ésta se sentía tan provocadora y caliente que no tuvo remedio más que permitirle hacerlo.
De pronto ya no era una boca lo que hacía el perfecto hogar para su miembro, era la mano del alemán. Pronto adquiría un ritmo diferente al de Jan.
Mucho… mucho mejor…

La esencia de su antiguo amante era más hechizante que cualquier alcohol, y él se acercaba más a su piel para poder impregnarse de ésta.

Sentía de pronto su erección contra la suya, estaban empapados de sudor, Enzo alzó la pierna y pudo sentirlo contra su entrada.
Lo quería adentro. Era una necesidad abrumadora.

- Házmelo- le ordenó con la voz enronquecida- no vuelvas a ser descortés con mis
  deseos. Te quiero dentro desde ese día.

En el momento mismo en que lo había invitado a su departamento esa noche, ese instante que ocurría ahora se había formado en su mente. La gran mano derecha del peliplateado lo estimulaba arriba y abajo, mientras la otra bajaba por su columna para sujetarle la cadera. Inclinó su cuerpo contra el sillón y Enzo trepó en él hasta meterlo dentro de sí mismo.

Pero no fue del todo fácil.
Era tan grande… había olvidado lo mucho que lo llenaba.

La respiración de Köhler se volvía también un ronco quejido quebrándosele en su cuello, maldiciendo en alemán.

- Scheisse… no recordaba lo que era estar tan adentro tuyo, Enzo- dijo antes de comenzar
  a moverse, regalándose un instante de profunda percepción- pero después de hoy no veo
  como podré olvidarlo.

Entonces entró incluso más.
¿Es qué la vez anterior no lo había invadido por completo?
Topaba con límite, su verdadero límite. Pocos podían llegar ahí.

Era un momento delicado, Baladi lo rodeó con sus brazos y sintió como él lo agarraba de la cintura con una mano y del trasero con la otra, afianzando sus puntos de sostén.
Estaba asegurándose de no tener motivos para soltarlo.

El rubio sonrió, saboreando lo que venía. Y Reiner lo hacía también, pasando la punta de su lengua por los labios de su amante, con un erotismo sublimado.

- Te eché de menos, Enzo.
Y así, comenzó a arremeterlo con firmeza y ritmo, lanzándolo hacia arriba.

El italiano tuvo que rodearlo con las piernas y apretar su cuerpo con ellas para sostenerse.
- Ahhh…

¡Se sentía tan bien!
Se acoplaban perfectamente, sus cuerpos no parecían haberse olvidado.
Pocos segundos bastaron para volver a ese sexo aún más intenso.

- Ah… ¡justo… justo así!
Sus deseos salían sin su consentimiento, pero al escucharse supo que estaba muy de acuerdo.

Lo abrazó con más firmeza, sintiendo la humedad de su piel mezclándose con la suya,
El olor del sexo mezclado con el del alemán lo incitaban a ir más lejos.
¡Tan lejos!

Echó la cabeza hacia atrás y Reiner clavó la suya en su cuello, podía sentir el aire hirviente de su respiración en él, provocándole escalofríos por toda la espalda.

Apenas llevaban unos minutos en esa postura y supo que no soportaría muchos más.

Su mano se liberó de su cuello y lo agarró del cabello, el corto, abundante y plateado pelo de ese hombre. Se sujetó de él impidiéndole alejarse un centímetro. El otro lo complacía sin fallar.

- Ahhh, Rein… -lo evocó sin quererlo entre gemidos- diablos… no vayas a parar ahora…

- ¿Estás cerca, Enzo?

- Muy… ¡muy cerca!

- ¡Bien! Sólo aguanta un poco más.

Asintió sin poder contestar.
Las estocadas bajaban su ritmo pero se hacían incluso más profundas e insufribles.
Más… más… más…

- Uhhhh- gimió Baladi pese a que apretaba los dientes.
¡Iba a venirse!
- ¡Ahhh!
Su voz se descomponía.

Enzo Baladi alcanzaba su mayor gloria mientras tenía sexo, el placer lo elevaba a un dios dorado de largo cabello revuelto y voluptuoso, envuelto en un velo de erotismo etéreo, a nada del orgasmo.
Un íncubo irresistible con el rostro de un ser celestial.

Köhler rozó sus labios contra los suyos, sin llegar a besarlo y cuando lo separó, Enzo hizo exactamente lo mismo, aliento contra aliento.
Pero de la boca del más joven salió un quejido ronco al tiempo que lo apretaba dentro de sí, cerraba sus ojos con fuerza perdiendo por completo el control.

- Ah… ¡ahhhh!
Estaba llegando.
Su cuerpo tensó se sacudió hacia arriba.

Reiner se corría entonces en su interior, llenándolo con su humedad hirviente.

Escuchó su voz alcanzando el clímax y sintió sus poderosas manos apretándolo.

Por un segundo, el tiempo dejó de transcurrir.
La historia que arrastraban dejaba de existir y volvían al pasado. Envueltos en aquella atracción que los arrastraba hacia un lugar en que sus propias voluntades no significaban nada.
Algo más grande que ellos mismos.

Enzo colapsó en sus brazos, toda la fuerza se le iba.
Y el alemán lo sujetó, en un momento de inesperado autocontrol, recostándolo en el sillón. Una vez tumbado ahí, fijó su atención en él.

No, había mentido. La imagen más sublime de ese italiano no era en el orgasmo… era después de éste. Totalmente nublado por el placer, jadeante y deshecho.
Su preciosidad rosaba los límites de lo irreal.

- Ha sido mejor de lo que esperaba- dijo Köhler aún con la voz alteradamente ronca,
  mientras se incorporaba, sentándose en el descansabrazos del sillón.

El rubio se retorció un poco más, ansiando seguir adelante.
Era difícil no querer más de ese hombre.

- No es suficiente… quiero más de ti, Rein- susurró cerrando los ojos- reponte pronto,
  no pretendas que te deje ir tan fácilmente.

Impulsado por sus palabras, Köhler volvía a su lado, besándolo con intensidad. Su lengua ardiente lo incitaba con vehemencia y el más italiano se descubrió estrechándolo con fuerza.
Aquel beso francés se volvía cada vez más obsceno.

Toda la pasión que habían compartido, parecía enloquecerlos de nuevo, desafiando el límite de la razón.

Baladi ya se encontraba jadeando de nuevo en sus brazos, con el cuerpo encendido.
Su persona lo atraía ambiciosamente, cuando de pronto se detuvo.
Súbitamente su cerebro le decía que… habían olvidado algo.

El otro lo observó y no tardó en entender lo que pasaba. Los ojos esmeraldas del más joven buscaban algo con la mirada.
Jan.

Su ropa y sus cosas no estaban.
Lo nombró, confundido.
- ¿Dónde está?

Köhler le agarró la cara, gruñendo.
- No me interesa. ¿Qué diablos podría importarme él en este momento?

Pero el rubio lo apartó hasta alejarlo lo suficiente para volver a sentarlo.
La manta de fogosidad que había sonrojado su rostro, se iba de él ahora.
Buscó su teléfono en sus pantalones tirados.

- ¿En serio, Enzo?
- Tal vez a ti no te importe, pero a mí si- respondió rápidamente, poniéndose de pie, sin
  voltear a verlo.

Caminó desnudo hacia la ventana y miró a través de ella.
No podía ver nadie afuera del edificio.
¿Cuánto hacía que se había marchado?
No contestaba.

- Me voy. Gracias por tu hospitalidad.

El anfitrión no respondió porque no le estaba prestando atención. Sólo cuando la puerta sonó, fue que se percató de que su segundo invitado se había marchado también.

- ¿Sí?- preguntó la voz de Jan sin darle oportunidad de procesar aquella salida abrupta.

- Sólo quiero que sepas que lamento lo de esta noche.

- No te preocupes. Entiendo. Él es tu ex novio, no un completo extraño, te dejaste llevar
  por el pasado, eso es todo.

Aunque eran palabras amables, sonaba tenso.
¿Tenía sentido aclarar que no ellos nunca habían sido realmente novios?

- Cuando se ha amado a alguien, esas cosas no desaparecen para siempre- continuaba el
  modelo.

Un momento, ¿qué se supone que entendía él de todo eso?
Reiner no…

- Debo admitir que es mi primera vez con dos hombres, no sabía exactamente que
  esperar. Y no fue como si no me prestaran atención gran parte del tiempo- intentó  
  bromear- No la he pasado mal, de verdad.

- Entre él y yo… - no, eso no lo llevaría para nada a donde quería llegar- esto no era lo
  que planeaba, ¿entiendes?

Hubo una pausa incómoda.

- Estamos bien- aseguró Jan- quiero seguir viéndote, Enzo.
  Aunque… solo si él no está de por medio, por muy guapo que sea… a quien quiero es a ti.

Baladi suspiró, en un intento por desestresarse.
- Sí, por supuesto. Yo… espero que esta noche no haya sido demasiado extraña para ti.

Escuchó al modelo reír al respecto.
- No me he asustado, si eso es lo que te preocupa.
Parecía querer tomarlo a la ligera y aunque no podía verlo, supuso que sonreía.

- God natt, Enzo- se despidió- Nos veremos pronto.
- Buenas noches, Jan.

Cortó la comunicación.
Tenía ganas de otro gran vaso de agua helada.
Pero esta vez… en todo su cuerpo.

Optó por entrar a la ducha y simplemente abrió la llave. El agua helada le dio la bofetada que necesitaba.

“Cuando se ha amado a alguien” había justificado Jan.
Jamás hubiera esperado esas palabras y menos de alguien que apenas conocía.

Le inquietaba esa opinión más de lo que estaba listo para admitir, recordando por un momento la razón por la que había optado por alejarse definitivamente de Reiner.

Decidió no pensar más en eso y se dejó llevar por los escalofríos de su cuerpo que buscaban estabilizar su temperatura.
Y cuando los temblores cesaron fue que comenzó a adormecerse por el frío.

Tenía que enfriarse, en su cuerpo y en su mente.

En algún lado, Köhler se marchaba a casa. Y seguramente no lo hacía contento.
No es como si eso… tuviera que importarle.





Continuará...

 

 

.

Notas finales:

NECESITO que me digan que piensan! Mientras, me morderé las uñas hasta llegar al hueso.


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