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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Andaba de bocona diciendo que haría capítulos más largos y éste y el que sigue serán cortos. Quería juntarlos pero de verdad que no tienen ninguna relación uno con el otro así que decidí dividirlos.

Pero bueno, ojalá les guste y como siempre muchas gracias por leer (y comentar!).

 

 

Había hecho una serie extra en su intensa rutina de ejercicios esa mañana.
Después de todo… tenía una cierta energía acumulada que no había alcanzado a sacar del todo la noche anterior.

La actividad física diaria era un hábito que había adquirido hacía más de dos décadas y que le ayudaba a empezar el día, le gustaba la sensación única de bienestar que le ofrecía a su cuerpo y obviamente le ayudaba a mantenerse no sólo en forma, sino con un muy buen físico.

Nunca había negado el hecho de ser un tanto vanidoso, le gustaba darse mantenimiento regular y aunque en muchos aspectos de su vida tenía una filosofía relajada, en su salud era bastante afanado, quizá la única obvia excepción fuera su amor por el whiskey.

Pero el desayuno de ese día, a diferencia de cualquier otro en que se preparaba algo alto en proteínas, correría a cargo del restaurante del hotel en que vivía.

Había quedado de verse en ese lugar con Victoria la noche anterior al despedirse de ella en la exposición del Vinnart.

El recepcionista cuyo nombre no leyó en su gafete, le dio la bienvenida, indicándole que su acompañante ya lo aguardaba en una mesa.
Entró a un extenso salón decorado en colores cálidos, de manteles largos, cortinas sedosas y candelabros de cristal.

Eran casi las diez de la mañana y Victoria lucía hermosa como siempre. Se había recogido su cabello profundamente negro y brillante en un chongo elevado que acentuaba sus pronunciados pómulos y vestía de rosa pálido que contrastaba con su piel morena. En la mesa de al lado, el pequeño niño de rizos negros escuchaba atentamente a un hombre que pacientemente le leía algo en francés.

La saludó y no le permitió ponerse de pie, fue brevemente con Josú para decirle hola.

- Él es su nuevo tutor- le explicó ella- pensé que debería tomar sus clases en casa pero
  afortunadamente es lo suficientemente flexible para ir a donde vaya. No quiero que
  Josú la pase encerrado- explicó.

- Encerrado en un castillo con bosque no suena tan mal- bromeó él, poniéndose la
  servilleta en el regazo.

Köhler llevaba un atuendo deportivo quizá un tanto informal. Incluso para ella era algo inusual verlo vestido así.
- Luces cansado- le dijo su adorable economista en son de broma.

El alemán sonrió y sin poder evitarlo le respondió:
- Tú también.

Ella hizo una mueca de desacuerdo muy poco creíble.
- Eso no se le dice a una dama, Rein.

Tras una risa del otro, obtuvo una disculpa.
- Lo sé, excúsame, debería estar de mejor humor supongo.

El mesero le entregó al recién llegado el menú y él lo ojeó sin mucho interés.
El elegante restaurante en la planta baja donde se encontraban tenía buffet a esa hora, sus clientes eran en su mayoría extranjeros diplomáticos viviendo provisionalmente en Luxemburgo o gente de negocios en la zona, por lo que la comida era esmeradamente buena y lógicamente, costosa. No podía esperarse menos dada la clientela que el hotel Hollerech que atendía.

Estaban justo frente al parque Merl, al poniente del valle, que en el verano era un punto muy visitado. Estando tan cerca del fin de año, éste se volvía un níveo elemento poco frecuentado incluso para los habitantes del área, aun así, todas las suites tenían vista a éste.
Era definitivamente un ambiente de puro lujo.

- Tráigame un Rosport*, huevos benedictinos y pan de centeno-  dijo entregando su menú
  al mesero- ¿y tú? ¿ya ordenaste, Vi?
/*Agua mineral

- Sí, gracias.

En cuanto el servicio se retiró. Ella no tardó en cambiar el tema.
- ¿De buen humor, dices? ¿Qué tanto tiene que ver el hecho de que te hayas encontrado
  con Enzo Baladi anoche?

No había perdido de vista ese detalle, se trataba de un hombre que difícilmente pasaba desapercibido.
Había visto a Reiner hablar con él sin nada de sorpresa, lo que le hacía pensar que ya se habían encontrado antes.

- Así que lo viste.
- Claro. No lo había topado desde hace más de ocho años, pero ¿qué tan difícil sería
  reconocer a alguien como él?

En una época que parecía tan lejana, una Victoria soltera y un Reiner igualmente libre solían vivir viajando, visitando puertos privados e inaccesibles para aquellos sin yate y un estilo de vida promedio.
Disfrutaban de una juventud muy adinerada y sin preocupaciones.

Pero un buen día, ella, tras regresar de un viaje de Luxemburgo visitando a su familia, se reencontró con Reiner en Capri, éste le presentó a un joven italiano sumamente apuesto que, pese a que su amigo recién lo había conocido, le había dado la impresión de representar más que un mero gusto. Aquella manera en que se miraban, en la que interactuaban, en la que se hablaban… por más discretamente que fuera, dejaba entrever lo intensa de esa atracción.

Reiner, que siempre había sido de amantes desechables, de pronto había dejado de acostarse con quien le placiera para sólo estar con ese rubio de rasgos armoniosos y brillantes ojos del color del mar.

En sólo unos días de reuniones, fiestas y brunch juntos, Vi tomó la determinación de darles espacio. Porque estar con esa pareja se sentía el equivalente a interrumpir una luna de miel.

De todos modos Sara Steichen y ella ya planeaban irse a Cagliari, donde residía el amante de su entonces amiga que además era dueño de la mitad de la isla.

El tiempo pasó rápidamente y unos meses después, a su finca llegó Rein inesperadamente. Lucía demasiado bronceado y su actitud era cínica y autodestructiva… todos los días lo veía tomar hasta caer en la inconsciencia.

Él, siempre cínico, ahora lo era hasta ser corrosivo.
Él, tan agudo, lo era hasta ser sardónico.

Quizá Reiner tuviera 29 años, pero se había enamorado por primera vez.
Y había perdido aquel amor.
Y como siempre que eso ocurre, algo había cambiado para siempre en él.

- Querido, ¿te acostaste con él anoche, verdad?
La señora Lascurain se sentía ansiosa.

- No- él fue rotundo, pero antes de poder ofrecer alivio alguno, continuó- En realidad me
  acosté con él y con su nuevo amante.

La morena contuvo la impresión que eso le causó.
- Te preguntaría si lo dices en serio, pero sé que así es.
  Pensaba que los tríos ya no estaban de moda.

Su intento de broma no pasó desapercibido.
- Aún no sigo las tendencias homosexuales luxemburguesas para decirte si es algo en
  boga- jugó él- pregúntame en unos meses.

Las órdenes de ambos llegaban. Las dos lucían perfectas, pero para los acostumbrados a la meticulosidad de la opulencia, no era sino lo normal.

Tras probar la comida, ella tomó un aire más serio.
Y se fue sin rodeos.
- Rein, por favor no caigas en esto de nuevo. No vuelvas a enamorarte de Baladi.

El alemán la miraba de reojo sin darle mucha importancia al comentario, dando un mordisco al pan.

Al lado del italiano, Köhler había tenido un verano náutico parando de isla en isla en el mar Tirreno, disfrutando de las preciosas playas privadas, el agua fría del mar en la mañana, extravagantes cenas con la mejor comida y vino, reuniones íntimas en la cubierta de su yate Esmerald acompañadas de champaña muy fría y encierros sexuales en la cabina que duraban horas. Apenas si bajando a tierra. Apenas si volviendo al mundo real.

Había pasado meses en altamar y a la deriva con Enzo. Teniendo sexo, bebiendo y bronceándose.

El recuerdo era extrañamente lejano pero al evocarlo, se volvía increíblemente vívido.
Sabía el porqué de aquella advertencia de Victoria.
Era fácil caer en el hechizo de esa bomba rubia.

- No te queda el papel de hermana menor, Vi. Y no tienes que preocuparte por mí.
  Lo conozco lo suficiente como para saber qué puedo esperar de él y que no. Es sólo
  un simple affair- aseguró.

Ella lanzó una mirada a la mesa donde Josú y el tutor tenían su lección, calculando si aquella conversación llegaría a oídos de su hijo.
Podía escucharlo leyendo en voz alta el poema infantil de Struwwelpeter de Penni Cotton, relatando la renuencia del niño protagonista a cortarse el pelo.
Si ella podía oírlo, Josú pudiera llegar a oírlos a ellos.

- ¿Podríamos no hablar en francés?- propuso.

- ¿Estás de broma? Josú habla francés, inglés, alemán, portugués, incluso luxemburgués,
  ¿qué idioma nos queda?

- Italiano- dijo Victoria entonces y no tardó ni una frase más en cambiar de lenguaje.
  Bueno, Rein, sólo cumplo mis obligaciones de mejor amiga- decía, recordándole más
  que nunca su vida en Italia, su acento como siempre, seguía sin ser bueno.

Era casi refrescante ver a su precisa e impecable Victoria mostrar imperfecciones en su pronunciación.

- Sabes que no tengo nada en contra de Enzo, Rein. De hecho prácticamente ni lo conocí,
  pero sé de las huellas que dejó.
  ¿O es que tengo que recordarte cómo te lanzó a los brazos de Von Ridículo?

Esta vez, no pudo sino reír de su desgracia.
Claramente, su amiga lo decía torciendo la verdad a propósito para enfatizar lo absurdo que había resultado aquel “acostón” con ese joven holandés con que había desquitado su desamor y a consecuencia de cual, había sido acosado por meses por el dramático junior.

- Ok, ¡no necesitas hacer esas referencias vergonzosas!
  ¿O qué tú no tienes nada en tu pasado que te avergüence?

Hubo un silencio repentino en la mesa.
El ruido ambiental del restaurante se mostraba obvio y esa clase de momentos incómodos nunca ocurrían entre Rein y Vi.

Köhler buscó la mirada de su acompañante y ella no dejó pasar más tiempo sin hablar.
- Claro, tú sabes que sí.

Era obvio a que se refería, a la infidelidad con la que había golpeado a su matrimonio y el motivo por el cual, junto con sus constantes viajes, la habían llevado a ella y a su marido a separarse.

- No necesitamos ahondar en el tema- aseguró él entonces.
Victoria se acomodó en su silla, mirando su comida.
El hambre se le escapaba de pronto.

- Ayer dejé a Josú con Daniel para encontrarme con Roger- parecía confesar, pese a que
  su amigo lo sabía perfectamente.
Seguramente era algún intento de liberar aquella culpa.

- Lo sé, Vi. Y también sé que te marchaste con cara de muy pocos amigos después de
  hablar con Miller. ¿Qué fue lo que pasó ayer en esa terraza?

Ella bajaba la mirada, evidentemente incómoda.
- Lamento no poder contestar a eso porque la verdad es que ni siquiera yo lo sé.
  Ahora pienso que quizá ni siquiera fue buena idea verlo.

Probablemente no debía decirlo, pero fue inevitable:
- Perdón, pero no puedo no recordarte que fue exactamente lo que te dije en el auto
  mientras íbamos en camino al Vinnart.

La morena parecía cubrirse con un manto de pesadez.
- Lo sé. Ya hay suficiente tensión entre él y Dan y siento como si estuviera forzando la
  situación pero es que… en verdad quiero resolver esto.

Miro nuevamente a su hijo.
El niño reía al narrar el siguiente cuento de su libro.
Y para Victoria, era la mejor risa del mundo.

- Entiendo lo que quieres hacer- le dijo su amigo- aunque creo que tus acciones son
  fácilmente malinterpretables. Sólo quisiera decir algo que tal vez no quieras oír, pero
  que diré de todos modos.
Tanta preparación quizá era demasiada cautela para el alemán que solía ser descarado.
- ¿No has pensado en algún punto que simplemente lo mejor para todos sea dejar de
  intentarlo?

Vi pareció estar a punto de replicar, pero el inversionista no se lo permitió. Esta vez fue más directo.
- Me da gusto que hayas vuelto, lo sabes muy bien.
  Pero al mismo tiempo creo que la distancia que marcaste fue buena.
  Incluso… me atreveré a decir que quizá has olvidado demasiado pronto el motivo por el
  que te fuiste.

Ella pareció herida por el comentario y no tardó nada en arremeter.
- Eso sólo puede venir de un hombre que no sabe lo que es el compromiso- replicó con
  cierta amargura, sólo para darse cuenta enseguida que estaba fuera de lugar.

Pero él no reclamó, dedicó ese momento a seguir desayunando.
Ella, habiendo escuchado el eco de sus propias palabras, se mordió la lengua.

- Lo siento, no debí decir eso.

- No te disculpes. Entre nosotros no creo que sea necesario.
  Como te lo había dicho, Vi, eres fácilmente malinterpretada.

Victoria se obligó a continuar su desayuno.
Normalmente nunca escucharía las palabras de alguien ajeno a sus relaciones dando consejos, pero al tratarse de Reiner se obligó a replantearse lo que estaba haciendo.

Daniel estaba enojado con ella aunque no lo dijera, porque se había encontrado con Roger.
Ella misma no podía sino darle un poco la razón.
No olvidaba el por qué Dan no toleraba a Roger.
Pero ahora, con los pensamientos rondándola… era imposible no recordarlo.

 

 

 

 

Continuará...

 


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