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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Actualización tardía, lo sé. Pero mi velocidad depende de la inspiración y de la velocidad con que lleguen los reviews -triste pero cierto- y ambas andaban algo vagas esta semana XD

Para compensar un poco las cosas, les dejo la primera imagen "live" de Daniel Lascurain (si creen que pueda conflictuar la imagen que tienen en su mente de él, mejor no la vean!)

http://img.photobucket.com/albums/v356/malary/affair/Daniel1b_zpse22e0595.jpg

Como nota, es una imagen modificada para que el modelo luzca más como Dan! Habrá más pics si la historia sigue ;)
 

 

Había tomado el riesgo de ser brutalmente honesto. Después de la discusión en el VIP de Zaphyr fue tan obvia la aprehensión que había sentido hacia su esquiva persona que no tuvo más opción que aceptar lo que ya sabía: estaba enamorado de Kyan Novak.

Era tan extraño volver a tener sentimientos así por alguien y a decir verdad no había pensado volver a tenerlos por nadie nunca más en su vida, no después de haber dado aquel adiós devastador…

Pero así era y se trataba de la persona definitivamente menos apropiada. Su sentido común ahora carecía de opinión y sin tener realmente un plan había salido tras el asesor financiero para alcanzarlo justo cuando estaba a punto de abordar un taxi, listo para desaparecer.

Así que lo siguió porque la impresión de que Kyan huía no podía soportarla. Nunca hubiera esperado que en respuesta a su petición de tener una charla de personas normales, Novak lo hubiera llevado a su casa, pero claro, era absolutamente imposible para él poder predecir a ese sujeto.

Estaba fuera de su comprensión el por qué alguien como Kyan era la persona que había elegido para obsesionarse, no era voluntario, estaba consciente de la mala elección que eso representaba. Ese financiero era casi ocho años menor que él, era orgulloso, explosivo, brillantemente mordaz y hermético, el destino los había puesto trabajando juntos y además no podía obviar el hecho de que fuera un hombre.
Pero, ¿cómo dejar de pensar en su rostro ruborizado llegando al cielo del sexo?
El olor cítrico de su piel cremosa, el magnetismo irreal del que era dueño, su inteligencia, su ambición, sus agudos ojos del color irónicamente cálido de un atardecer.

Cada segundo a su lado ese largo día había tenido que reprimir el deseo de simplemente tocarlo aún a sabiendas de que lo último que decía querer el luxemburgués era su interés romántico, o al parecer, el de cualquiera.

Daniel no solía ser tan celoso o posesivo... sólo… cuando en verdad se enamoraba.

Poco le importaba ya una explicación. No hacía diferencia si era rechazado, la verdad es que no podía volver sobre sus pasos y no tampoco sabía cómo detenerse. Después ayer se había hecho obvio que sus sentimientos no eran precisamente correspondidos y ahora estaba seguro de que en algún momento, el sexo que habían tenido hasta el momento había sido con tintes de forzamiento. Y sí, costaba trabajo aceptar eso, no le gustaba en absoluto.

Había perdido completamente el control.

En el departamento del asesor había requerido de todos sus esfuerzos para no besarlo y romper la delicada confianza que inesperadamente él le concedía.

¿Cómo enfriar su mente y su cuerpo? Se sentía tan perdido como un adolescente.

Alguna vez su padre le había dicho una frase “El amor es como fumar, sino sabes hacerlo te ahogarás como un idiota”. Y vaya que su padre era un gran fumador.
Sonrío. Su viejo tenía razón.

Suspiró pesadamente con los ojos plateados fijos en el techo de su habitación.
Quizá llevaba demasiado tiempo dedicado a divagaciones, pero esa tarde era un espacio obligado que había creado en su apretada agenda. Se había tomado el día libre por primera vez en meses.

El castillo estaba solo, había dado el resto del día a la gente de su despacho y también al servicio. La razón era lo mucho que le había alterado encontrar una ridícula nota de Victoria que anunciaba se encontraría con Roger para hablar, de nuevo.

Un espacio con tanta alma como ése lugar, se sentía hondamente vacío en ese momento.
Y recordó como odiaba esa sensación, como la había padecido en el pasado pues le hacía volver a sentir aquello que tanto había deseado olvidar.
Sus pérdidas.

Su mirada viajó a través de la habitación y notó como ésta estaba suspendida en el tiempo. Era como si al despertar no lo hiciera en el presente, sino hacía un año, muchos años atrás.

La decoración tenía un aire que pretendía ser neutral pero tenía una influencia fantasmal y femenina.

Había tenido que llegar a un acuerdo con su mujer en cuanto a un punto medio, pero incluso después de su partida, a Daniel le había quedado la costumbre de conservar en la mesa de la entrada una vasija de vidrio con hortensias siempre frescas en un exacto tono entre azul y rosado.
Ahora eran de un morado suave que le hacía evocar el color del cielo en un picnic con ella.

Las cortinas eran del mismo tono blanco de siempre, atadas por un lazo de seda violeta que a ella le gustaba, se había habituado tanto a ello que ahora formaba parte de su vida, incluso el edredón finlandés en el que estaba recostado no había cambiado en ocho años.

Quizá… lo que sentía por ese asesor era una respuesta desesperada de su psique para seguir adelante con su existencia.

Ese pensamiento le causó un malestar desagradable. Se sentó en la cama e intentó relajarse, pero no lo consiguió.

Se negaba a pensar que sus sentimientos fueran sólo un escape. ¡Rotundamente lo hacía!

Su walk in closet frente a él permanecía cerrado y por las puertas de espejo podía ver su reflejo.

Ocho años, pensó dándole el peso que merecía ese periodo. Durante ocho años su vida había sido mucho más simple, mucho más feliz. Se trataba de una biografía que fluía con satisfacciones, una a una cumplidas, con éxitos profesionales y personales.
Lo tenía todo, estaba en la cima del mundo.

Y había creído que toda aquella felicidad y realización durarían por siempre.

Todo habría de cambiar.  Una mañana en que la había encontrado, a su esposa, en la cocina… en una escena que su mente jamás olvidaría.

Ahora simplemente estaba solo y enojado con la vida. Frustrado y molesto todo el tiempo.
Detestaba ser así, en verdad que sí.

Caminó al clóset y lo abrió, sus dedos acariciaron las telas, el tacto suave de la seda lo hizo detenerse en una prenda que conocía perfectamente. Era el camisón rosa de ella, su favorito. Aquel que al ponerse, Daniel sentía que iluminaba su sonrisa, ésa con la que le gustaba retozar en la cama con él.

El dolor de aquella evocación fue inesperadamente intenso, como el de una herida recién hecha y lo hondo con que el pesar lo abordó transformó en ese sentimiento a algo completamente real, físico.

Una fría agonía dominó su ser en apenas pocos segundos.
Era avasallador el dolor… ¿cómo podía ser tan fuerte después de tanto tiempo?
Un vacío de total desolación lo hizo aferrarse a la prenda.

Tenía mucho de no sentirse de esa manera, alguna parte de su mente se había concentrado en Kyan, casi como a un salvavidas.
No, ¡qué pensamiento tan lúgubre volvía!

Estaba seguro de lo que sentía por él era real. Tan real como ese dolor.

“Dan” oyó decir su nombre con claridad. Reconoció su voz sin problemas y la encontró en la entrada de su habitación.

Victoria entraba con cautela, lo que le hizo pensar en ella como una gacela precavida en los claros de un bosque. Llevaba un collar de diamantes que no recordaba haber visto al salir, seguramente obsequio de Roger de la reunión que había tenido con ella.

Vi miraba el escenario y lo miraba a él, con el camisón rosado entre los dedos.
Supo exactamente lo que ella iba a decirle.

Ella se sentó en su cama, cruzando las piernas.
- Has mandado a todos a casa, a todo LD, a Aitana, Edite y Viriato.
  Es evidente que quieres estar solo, así que espero no te incomode que esté aquí.

- Esa introducción suena como si quisieras suavizar lo que quieres decirme- le contestó,
  cerrando las puertas de su clóset, mirándola a través de sus espejos.

Su belleza era prácticamente desconcertante y sabía vestirla como un caro abrigo de pieles, sin embargo su perfección parecía cortada por el cuchillo de la preocupación.

- No sé exactamente como decirlo- confesó ella.

- Sólo dilo, sabes que puedes decirme lo que sea.
Pero la tensión que su cuerpo parecía tener, hizo pensar a Daniel que quizás era peor de lo que pensaba.
- ¿Vi?

- Siento que somos como un par de náufragos después de la tormenta.
  Los dos… hemos sufrido demasiado en este tiempo y creo que es tiempo de… intentar
  salir adelante con nuestras vidas, ambos, cada uno por su cuenta.

Para no saber cómo decirlo, había elegido una forma muy clara y directa de hacerlo.

- ¿Y llegaste a esa epifanía después de una tarde con Roger Miller?
Las palabras de él eran intencionalmente acusadoras.

Victoria no pretendía engañarlo, pero aunque así fuera no daría resultado.
- Sí, estuve con él. Después de la pelea que tuvimos… me he dado cuenta de que quiero
  que sea parte de mi vida y la de Josú. Y quiero darle una oportunidad pese a lo que sé lo
  que piensas al respecto.

El otro Lascurain primero pasó por un momento de sorpresa, luego de incredulidad, todo se reflejaba en su mirada clara, pero ella sabía descifrar sus ojos grises perfectamente.
- No lo estás considerando en serio.

- No, no lo estoy considerando. Lo he decidido- afirmó.
  Y cuando te veo torturándote en silencio, caminando en la vacuidad como un espectro
  en este castillo que se ha quedado tan vacío… sé que no quiero esto para ti.

Aquellas palabras eran más duras de lo que Victoria jamás entendería.
Daniel sintió que por un momento se ahogaba.

- Te amo, Dan, así que creo que deberías hacer lo mismo y seguir adelante, con
  quien quiera que tú elijas.
  Es importante ser felices, ¿no es así? Sobre todo si tienes a tu lado alguien que te
  observa y aprenderá de tu ejemplo.
  Necesito hacer esto, ya ha pasado el tiempo, lo he perdonado. Y sé lo que implica esa
  decisión. Me queda claro que esto te molesta y que crees que estoy cometiendo un
  error, pero, ¿qué puedo hacer sino intentar ser feliz, darle un hogar a Josú?

Eso provocó un arrebato de enojo en el otro Lascurain que no dudó en poner en manifiesto.

- Josú no necesita un hogar, ya tiene uno. Aquí con su familia.

Fue inevitable decir eso.
En definitiva, decirlo en voz alta sonaba desconsiderado.
En seguida quiso retractarse, pero esta vez estaba tan molesto con Victoria que no podía.

Y ella retándolo aún más caminó hacia el clóset y lo abrió.
Sus ojos recorrían los ganchos ocupados por esa ropa. Y lo que eso implicaba.
Por un momento, pareció horrorizada por lo que miraba.

- Y también creo que es hora de que recuperes tu espacio.

Lo decía con verdadera frialdad, esa que Vi usaba a veces sin discriminar la situación.
Podía llegar a ser una persona muy cruel sin quererlo y él estaba al tanto de eso, sin embargo esta vez no supo perdonarle su rudeza.

- Esto pertenece a un pasado que ya no existe.
  Si tú no las desechado, quizá debería haberlo hecho yo por ti.
  Desde hace mucho tiempo.

Tomó los ganchos y tomó tanto como pudo.
Daniel no podía creer lo que veía.

- ¡Victoria!- la reprimió.
El tono de su voz fue tan autoritario que le hizo dudar.

Ella apretó los ojos, intentando frenarse lo que escapada de su boca, pero entendió que llevaba demasiado tiempo callándoselo.

- ¡No, Dan! Sólo dime por favor, ¿cómo es que tener esto aún tiene sentido?
  No quiero verte así, ¡ya no más!
  Sabes que volví por Roger, pero también por ti. ¡He estado tan preocupada por ti, por la
  forma que sufres y como no dices nada!

La mirada del otro se llenaba de un hondo malestar.
- ¿Y esta es la solución que crees que necesito, Vi?
  Si tienes tanta lástima de mí, quizá deberías marcharte.

Ella se quedó inmóvil, sorprendida de escucharlo hablarle en ese tono.
Él, furioso, podía ser más directo e insensible que ella, pero era tan inusual verlo caer en eso que cuando lo hacía simplemente era desconcertante.

Ella podía ser firme o podía retroceder y dejar todo en paz.
Fuera como fuera, no se trataba de un asunto que pudiera tratarse a la ligera. Daniel era muy importante para ella, desde siempre.
Lo quería tanto y tal vez había sido muy injusta con él todo ese tiempo.

Apretó los labios, indecisa.
Lo cierto es que no quería lastimarlo, no más de lo que ya estaba.

- De acuerdo. Me iré de aquí hoy mismo, pero lo haré con todas estas cosas.

Daniel la tomó del brazo.
Su mirada tomaba tintes peligrosos.

- No te permito que te lleves nada de aquí.

- No necesito tu permiso, lo siento mucho pero si quieres detenerme, tendrás que hacerlo
  físicamente.

No estaba fingiendo, él lo supo.
Ese momento pendía de un hilo para volverse un drama irreversible.
Pero Victoria se mantendría firme. Esta vez tenía que hacerlo.

- Sabes que es lo mejor. Dan.

- Esto es todo lo que me queda y tú quieres… que renuncie- susurró él.

- Los recuerdos no hacen otra cosa que hundirte. Sé que no es la mejor manera de
  plantearlo, que estoy siendo muy insensible, pero a  veces eso es lo que se necesita.
  Me iré si es lo que quieres, pero… déjame hacer esto por ti.

Aquel momento estaba afectando a Daniel más de lo que ella hubiera esperado.
Podía ver el conflicto y la agonía en su rostro.
Dolía mucho más de lo que había esperado hacer eso.

- Por favor, Dan.

La mano del arquitecto lentamente fue soltándose, pero no perdió su postura en el asunto.
- No. Ya te lo dije, Victoria, no te permito que toques nada de lo que está en este cuarto.
  No quiero entrar en conflicto contigo, estoy cansado de esto.
  Si quieres vivir tu vida, hazlo. Pero entonces no te metas en la mía.

Ahora, se miraban en silencio.
Nadie agregó nada más.
Y a decir verdad, tampoco hacía falta.

Ella bajó la mirada, estaba consternada.
No solía perder batallas y menos las que más le importaban.

Sus tacones giraron sobre la alfombra y se dirigió a la puerta.
Quizá la cerró… con demasiada fuerza.






Continuará...

 

 

.

Notas finales:

L@s que vieron el live de Dan, déjenme saber lo que piensan!


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