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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Sé que voy algo lento con estos dos, ojalá no me odien!

Es sólo que... hay tanto que quiero escribr sobre ellos que capítulos me faltan.


En este capítulo abarcaré algo que he dejado un poco de lado, la perspectiva de Daniel!

Con dedicatoria especial a una alguien que quería algo de tensión sexual (y que no soy yo jaja).

 

 


No recordaba haber mirado a nadie con la profundidad con la que miraba a Kyan Novak en este momento.

Aquel era un juego que se había salido de control, o mejor dicho, uno en el que nunca había tenido dominio alguno.

La fragilidad de ese hombre en ese instante despertaba algo que jamás había sentido por alguien más. No mentía cuando declaraba estar enamorado de él, era tan devastadoramente cierto que cada segundo a su lado era doloroso al saber que él no sentía lo mismo.

¿Qué se supone que debería haber hecho al encontrarlo como un alma en pena deambulando en la calle con las manos ensangrentadas? Y ni siquiera le había permitido acercarse.

Era un completo estúpido y actuaba en consecuencia esperando como un perro afuera de su departamento con la esperanza de poder llevárselo a su casa y protegerlo.
Tal como la primera vez que lo había visto llorar frente al espejo de los baños del Zaphyr.

Pero al mismo tiempo, ¿resultaba vil de su parte dado el momento de vulnerabilidad en que evidentemente estaba? Sentía que sí, que indudablemente se había aprovechado de la situación.

No podía consigo mismo, no podía sino apretar los dientes todo el camino al castillo, conteniendo los deseos de besar sus labios, de derretir su lengua en aquel calor húmedo y prohibido que lo enloquecía tan furiosamente.

Nunca había requerido de tanto autocontrol antes.

A Daniel le gustaban las relaciones físicas con los hombres, tal como le había dicho en la cocina, era por eso que le resultaba tan frustrante no satisfacer sus deseos por él. Nunca antes había tenido sentimientos por alguien de su mismo género, era la primera vez… y resultaba extrañamente confuso por tratarse de una persona tan hermética como Kyan, tan reacio al contacto físico en un momento y tan sexual en otro.

Pero ante la inmensa tristeza que el castaño arrastraba como una lacerante cadena esa noche, sus ansias habían pasado a un segundo plano.
Deseó darle todo lo que estuviera a su alcance para hacerlo sentir bien. Le hubiera dado su brazo cocinado al Oporto si con eso pudiera borrar esa desoladora expresión de su rostro.

Para alguien que solía controlarse tanto como Novak, intuía que lo que había ocurrido esa noche iba más allá del límite que cualquiera podría aguantar con aplomo. Su dolor era muy personal, muy hondo.

Deseó por un segundo inspirarle la suficiente confianza como para saber el motivo, pero claro, realmente conseguirlo parecía algo imposible.

Siempre intentando deducir a través de sus reacciones lo que él no le decía, al grado de comenzar a obsesionarse con observar hasta las pequeñas respiraciones de ese hombre, el cambio en sus entonaciones, el significado de su lenguaje corporal.

¡Estaba loco por él! ¿En qué momento había perdido por completo la cordura?

Sentarse a su lado en la chimenea era algo casi irreal y escucharlo hablar de su familia de una manera tan confidencial resultó inquietante.

Kyan estaba confiando en él, aunque fuera circunstancialmente.
¿Cómo arruinar ese momento acercándolo a su cuerpo y obedeciendo sus instintos?

Tuvo que concentrarse cuando se quedó callado, en no romper ese glorioso y a la vez miserable momento.
Él necesitaba un amigo, se lo había prometido, pero como costaba cumplirlo.

Pensaba en sus manos heridas… en su corazón roto… deseaba tanto tomarlo en sus brazos y besar esos ojos hinchados que seguramente habían llorado largo rato, acurrucarlo tibiamente en sus brazos y prometerle que mientras estuviera en ellos lo defendería con fiereza para que nadie pudiera hacerle daño de nuevo.
Ese sentimiento crecía en su pecho a medida que el silencio lo hacía entre ellos y de pronto, cuando sintió que explotaba, tuvo que medir su dominio sobre sí mismo.

Logró parar su mano a tiempo para que no acariciara sus labios y ésta terminó por posarse forzadamente sobre la pierna del asesor.

Con él, era como caminar en hielo muy delgado, como sujetar un colibrí asustadizo.
Tenía que ser suave, lento, cuidadoso. No quería asustarlo, echar por la borda la intimidad que se había creado en esa velada. Quería seguir estando a su lado tanto como fuera posible, escuchar cualquier cosa que pronunciara esa boca, beber sus palabras hasta saciarse de ellas.
No iba a verlo en un tiempo y quería atesorar esos instantes.

Pero ese autocontrol que se exigía tenía un precio, lo hacía sentirse miserable y desesperado, y estaba sorprendido por la intensidad de cada una de aquellas emociones.

Se prometió a sí mismo no dar pasos en falso, no dar pie a ningún error que pudiera alejar a Novak de su vida y eso implicaba no intentar seducirlo esa noche. No tocar ese cuerpo más de lo necesario.

El precario balance que ahora existía en esa relación dependía enteramente de no abusar del insólito valimiento que el luxemburgués parecía haber depositado en su persona.
Ese visto de esperanza le hizo pensar que todo ese tiempo bien había valido la pena.

No es que se alegrara de la perturbadora historia que acababa de escuchar, pero sería una falsedad no sentirse aunque fuera un poco halagado de poder ser con quien él descargara tales sentimientos.

Pero entonces, arrebatando aquella efímera satisfacción, Novak cambió la expresión de sus adorables ojos miel, volviéndose tan frío que sintió que el corazón le daba un vuelco.

“Estoy emocionalmente dañado, Daniel. Ahora más que nunca. Necesitas alguien en tu vida que corresponda a tu pasión. Alguien que no represente un inconveniente y una molestia”.

¿Cómo se atrevía a decir algo tan inadmisible? En el mundo de Daniel, eso era un disparate total. No le importaba que ese hombre fuera un desastre afectivo.

Sin embargo, aunque no quería que fuera así, lo que Kyan decía lo lastimaba.
¿Por qué no podía entender lo que sentía por él?

La angustia le robó todo el poder que había tenido sobre él mismo y trató de explicarlo todo de la mejor manera. Pero tenía la silenciosa certeza de que esa batalla no iba a ganarla. Novak se le escapaba de los dedos y nada podía hacer al respecto.

Entonces le tomó la cara, desesperado por mirar aquel rostro que se perdía en la obscuridad de sus siniestros pensamientos, obligándolo a verlo.
Él tenía la respiración entrecortada, ¿o era su imaginación?

Aquella extraña reacción y la inesperada forma en que sus mejillas se encendían ante su contacto fueron suficiente aliciente para redoblar su intención de no permitirle retroceder.

No lo beses.
No lo beses.
¡No lo beses! ¡Detente!

Jadeó. Y entonces el castaño se dio cuenta del esfuerzo que estaba realmente haciendo para no avanzar.

- Estás luchando por no besarme- dedujo, comprendiéndolo.
- Sí y no sabes el trabajo que me está costando.

Eso sería suficiente para que en otra ocasión se pusiera de pie y se marchara en ese mismo segundo. Pero el joven financiero lo vio a los ojos, sin realmente mirarlo.
Parecía estar pensando en algo muy intensamente.
Y de pronto, pareció volver en sí mismo.

Su rostro lograba embelesarlo al grado que resultaba ridículo.
- Daniel…

Si iba a decirle que lo dejara en paz, esta vez quizá no podría soportarlo.
¿Había un número de veces que su ego podía aguantar el rechazo?

Sin embargo, por extraño que pudiese ser, Kyan no se había movido un centímetro.

- ¿No me has besado porque me diste tu palabra de no hacerlo o existe algún otro motivo?

¿Por qué no decirle la verdad? A esas alturas era poco lo que podía perder.
- No quiero hacer algo que te aleje de mí- fue su respuesta.

Claro, quizás había sido demasiado.
Estaba harto de sentir esa constante insatisfacción, de no poder hacer nada por sí mismo al respecto. Seguiría el ejemplo de Novak y sacaría aquello que le carcomía por dentro.

- Lo último que deseo es romper  la fragilidad de tu confianza.

- ¿Fragilidad?
Con seguridad le resultara dramático, pensó.

- Ya te he dicho lo que pensaba… una vez más.
  No quiero lastimarte, Daniel y tú no pareces querer entenderlo.

Esas palabras sonaban tan extrañas saliendo de él.
¿Era algún tipo de sarcasmo?
No. No con esa faz acompañando esa frase.

Lo más desgarrador de todo eso, es que esta vez en realidad podía creer que hablara en serio al definirse como alguien inadecuado para él. El castaño creía de verdad que ellos no debían terminar juntos.

- Si te interesa el cómo me siento, deberías intentar no ser tan cruel conmigo- dijo el
  arquitecto sin poder acallarlo más.

Esa recriminación había estado rondando su cuerpo desde el día dos.
Finalmente lo decía.

Y Novak tenía que aceptar que estaba sentado demasiado cerca de él, que era peligrosamente íntimo.

Su mente no podía admitir el hecho de que el castaño no sintiera absolutamente nada por él. Que el rubor en sus mejillas al llegar al clímax no tuviera un significado.

Las pupilas en esos ojos miel parecían haberse dilatado y lo cierto es que el corazón del portugués palpitaba con tanta fuerza que le golpeaba el pecho.

Que más daba unir sus labios a los de ese hombre, si en verdad nunca iba a tener su corazón. Pero…. no podía hacerlo, por lejano que supiera prefería aferrarse a la idea de que algún día lograría entrar lo suficiente en él.
Y quizá no debía.

Estaban tan tontamente cerca, que sintió su cálida respiración contra la suya.
Teniéndolo a tan poca distancia podía ver perfectamente el lazo normalmente invisible que los ataba.

Una ola de calor recorrió su cuerpo. Y bajó la vista avergonzado.

Entonces, entre las piernas de Kyan vio una naciente excitación contra su pantalón.
No era un juego de su mente.

Jadeó, mirándolo furiosamente. Él no parecía darse cuenta de lo que pasaba en su cuerpo, así que puso una mano sobre su muslo esta vez, haciéndolo brincar.
Esperaba algún tipo de queja pero a cambio, su rostro pareció desconcertarse por completo, inundándose de rubor.
Estaba tocándolo, sí, pero lo hacía para que admitiera lo que pasaba ahí abajo.

Novak ahora parecía más consciente de su propio apasionamiento, sus labios se entreabrieron carnosos y más apetecibles que cualquier vino de Burdeos.

- Dime que no sientes nada por mí- lo retó, jugándoselo todo- si puedes ser honesto
  conmigo en otras cosas, sé honesto conmigo en esto también.

“No estoy loco. No estoy solo en esto. Lo que siento en mi cuerpo… tú lo sientes también”.
El desconcierto no pareció retroceder. Así que él tampoco lo haría.

- Dije que no iba a hacer nada esta noche, y estoy intentando cumplirlo, ¿pero qué se
  supone que debo hacer cuando acariciarte la cara hace que te enciendas así? ¿Cuándo mi
  cercanía te excita lo suficiente para ponerte duro?

- Eres un estúpido- rugió Kyan, sin romper aquella tensión densa que causaba el contacto
  visual que sostenían.

No pudo más.
¡No existía una sola parte de su ser que no deseara el contacto!
Acercó unos centímetros su rostro y sintió el mínimo roce de sus labios, era algo tan efímero que no podía contar como un beso. Apenas un toque que interrumpió la entrecortada respiración de Novak.

Un segundo más… un segundo más, se dijo a sí mismo.

Sintió el cuerpo del joven estremecerse casi imperceptiblemente. La negación tan firme de hacia un minuto en sus gemas color del atardecer, ahora parecía desvanecerse en una marea de confusión pura.

La simple fricción casi imperceptible de sus labios no constituía nada en realidad, podría separarse de él  y sabría que incluso Kyan no tendría motivos para reclamar nada.
Era simplemente… que su resistencia tenía un límite y ése era.

Sus labios registraron la débil señal de aquella piel apenas si tocando la suya.
Un jadeo se rompió en ellos y Kyan se alejó finalmente, completamente aturdido.
¡El rubor que coloreaba sus mejillas lo hacía lucir tan tan guapo!

- Diablos, Kyan… ¿sentiste eso? ¿O es que me he vuelto loco?

La tensión sexual entre ellos siempre había sido tan intensa… ¿cómo saber que un simple roce podía ser más fuerte que cualquier sexo insípido?

El castaño le puso la mano herida sobre la que sostenía en su muslo y se la quitó de encima, su erección estaba más tensa que nunca al igual que la del arquitecto.

Daniel creyó que la arrojaría al vacío, pero contra todo pronóstico, la sostuvo en la suya.
Su mirada se perdía nuevamente en lo que parecía una lucha interna.

Podría aprovecharse de su duda y devorar sus labios como realmente deseaba hacerlo, pero esta vez no siguió su apetito.
Se había prometido a sí mismo no volver a orillarlo al punto en que Kyan correspondiera a ser tomado, rendido ante la pasividad de la pasión.
Ya no quería hacérselo de esa forma, quería más. Quería que él lo deseara.

- Claro que lo he sentido- admitió- le dije a Enzo que le gustabas a mi cuerpo y ahora sé
  que en verdad es así. Es simple excitación.

“¡No digas eso!” Quiso agitarlo y obligarlo a admitir lo que quería oír.
En cambio, apretó los dientes, furioso con él y consigo mismo.

- Hay algo que me atrae a ti, una especie de magnetismo en el que caigo una y otra vez.
  No debí venir aquí. Porque aunque tengas las mejores intenciones, siempre mi cuerpo
  responde al tuyo y eso no parece que vaya a cambiar pronto.

¿Qué se supone que debía hacer con eso? Se preguntó el moreno y buscó con desesperación una respuesta.

- Pero… tú quieres una relación y yo no puedo dártela- continuaba.

Lascurain pensó que la respuesta correcta sería que se conformaba con buen sexo y demostrárselo de manera física, pero en realidad eso no lo satisfaría más que unas horas y después se sentiría más vacío que antes, más obsesionado que antes.

El castaño tenía razón, no le bastaba tener su cuerpo.
No con él.

- ¿Y… si estuvieras… equivocado?- dijo tan lentamente que sonó extraño.
Novak se mostró pasmado de oír eso.
- ¿Y si sólo es una forma en la que intentas protegerte a ti mismo?

El que estaba en total negación era Daniel, y él mismo se dio cuenta de lo absurdo que debía sonar.
Pero el otro pareció realmente darse el tiempo para responder a eso.
Demasiado tiempo quizás.

- ¿Y tú tan desinteresadamente me ofreces la oportunidad de darme cuenta?

Esta vez estuvo seguro de que no se trataba enteramente de un sarcasmo. Existía duda en su voz. Tenía que haberla. ¿O sólo oía lo que quería escuchar?

Estar tan cerca de Kyan lo hacía sentir que se ahogaba.
El calor que la chimenea manaba junto con aquella insoportable cercanía, hacia casi una tortura de ese momento.

Decidió no contestar esa vez, aunque su educación lo contradecía en el fondo de su cerebro.

Las manos de Kyan se instalaron en su cintura y esta vez fue él quien dio un brinco.
Intentó controlar su expresión, pero tal vez el resultado no era tan bueno como deseaba.

El asesor se acercaba un poco más, y aunque no era algo premeditado sería innegable el hecho de que estaba consciente de sus propios actos.
Sus cuerpos chocaron suavemente mientras el asesor lo estrechaba.
Acomodó su cabeza en el hueco de su hombro y suspiraba en ese nido.

Daniel lo tenía tan cerca que podía oler la fragancia de su cabello, bajó la cara hasta hundirse en éste, suave y dorado como un campo de trigo.
No entendía el porqué de ese abrazo, pero no le buscaría la lógica a algo que deseaba con tanta fuerza.

- Kyan…

- Cállate, no lo arruines, ¿sí?

¿Por qué su frialdad le hacía sonreír?
Por primera vez desde que se encontraba con él esa noche, la angustia que le había visto ser presa esa noche, parecía retirarse.

Escuchaba el hondo y forzado sonido de su respiración y por un momento de preocupó por él.
¿Todo estaba bien? Después de todo, había tenido un día que quizás él mismo no tendría la entereza de soportar con dignidad.
Consideró la posibilidad de que estuviera quebrándose después de toda aquella tensión.

Lo abrazó también tan cuidadosamente como se haría con una escultura de cristal.
El asesor recibió su abrazo, no sin dejar de tensarse.
Después sintió como su cuerpo se quedaba inmóvil.
En este punto, no entendía si con tocarlo le hacía bien o mal.

Un minuto, tal vez dos pasaron. Ambos en silencio, en un abrazo que aunque natural no lograba ser enteramente cómodo.

Daniel se preguntaba, si de verdad existía un futuro con ese hombre, si abrazarlo de esa manera no era una especie de despedida. Ya no entendía nada.

- No te creo que estés enamorado de mí- dijo Novak, en un susurro- Creo que quieres
  estarlo.

No iba a replicar. Él tampoco iba a moverse para nada.
Esta vez no escucharía la crueldad de su voz.

Porque Kyan le recordaba en ese momento a su esposa. Y la fugacidad con que la había perdido a ella y a su retoño. La fragilidad de la dicha era algo de lo que estaba enteramente consciente.
Más que nunca en un momento como ése.

Tal vez era cierto. Quizá quería ser libre de ella.
Ya antes había barajado esa posibilidad, de estar obsesionándose con Kyan para olvidarla.

Pero teniéndolo en sus brazos, supo que no era así.
Que sus sentimientos por él eran reales.

- No te creo que no sientas nada por mí, Kyan- rebatió.
  Creo que no quieres sentirlo.
Su boca lo traicionaba.

El castaño alzó la vista, su expresión como muchas veces fue imposible de predecir, pero no por ello menos inefable.
Parecía reflexionar sobre algo, buscando una respuesta, pero no decía nada.
Esa incertidumbre lo hacía sentirse tan perdido en ese universo de emociones.

Cuando estuvo a punto de preguntar finalmente lo que pasaba por su mente, el otro se le adelantó con algo diferente.
- Dices que no hay nadie aquí salvo nosotros dos. Dices que no tienes a nadie en tu vida.

- Sí- aseguró sin titubear.
¿De verdad tenía que repetírselo? Bien, lo haría.
- Ya te lo había asegurado.

Sus ojos de miel se volvieron profundos, una mezcla extraña entre verde y café, con las flamas de la chimenea tintineando en ellos, ejerciendo como siempre una inevitable fascinación.
Parecía haberse decidido por algo.

- ¿No existe una señora Lascurain?- preguntó de nuevo.

Sintió un respingo.
¿A dónde los conducían esas preguntas?

- No, ella no existe- declaró.
Ya estaba.
Decir eso en voz alta… era volverlo un hecho.

- Lo juro, Key.

Entonces, inesperadamente Novak lo besó, en una acción que pareció tan orgánica que lo trastocó.
Aquel roce ahora era un contacto. Daniel podía sentir la presión de sus labios contra los suyos.

Kyan lo besaba otra vez, a decir verdad no había esperado que eso volviera a ocurrir en un millón de años. Le tomó de la mandíbula y lo obligó a abrir los labios para acceder a su boca. Había querido besarlo desde el momento en que lo había visto y obviamente también había querido hacerlo durante todo esa velada.
¡E incluso desde la mañana!

No tardó mucho en sentir su lengua húmeda y caliente que lo acariciaba con tanta suavidad que su mente se puso en blanco.

Un beso de Key.

Tuvo un poderoso recuerdo de la primera vez que se conocieron, en que ese esquivo hombre de cabello canela había abierto las piernas para él, envuelto en una lujuria completamente libre.
Después de aquella ocasión, él se había cerrado en una armadura intraspasable.

Y de pronto estaba ahí, de nuevo en su casa, de nuevo erotizándolo con la tersura de su boca cadenciosa.
Por fin podía besarlo como había deseado aquella primera noche.
Aquella primera noche…

La pasión absolutamente arrebatadora de su cuerpo lo había llevado a tomar ese hombre en su jacuzzi y hacerlo había sido como si algo hubiera encajado, como si la química de sus cuerpos fuera perfecta. Y cuando deseó seguir en la habitación, ese desconocido que se negaba a darle su nombre él le pidió más.

“No creo poder llegar a la cama” declaraba con doble intensión y fue cierto, no llegaron muy lejos la segunda vez.

Incluso continuaron tocándose sin parar mientras lo conducía al cuarto de huéspedes y cuando finalmente lo tumbó en la cama, pensó que podría hacérselo finalmente ahí, pero el cansancio y la embriaguez del joven lo impidieron.

Se había quedado a su lado un largo rato, fascinado con la idea de haberse topado con esa criatura. Ese joven le había negado el placer de besarlo y el de saber su nombre, pero le había dado a cambio su cuerpo. De ser por él, habría intentado despertarlo para tomarlo otra vez, pero poca decencia que quedaba en su cabeza exigió que lo dejara en paz.
Ya hablaría con él al día siguiente, ¿desayunarían juntos quizás?
No quería dejarlo ir, no tan fácilmente.

“Oh, o jovem” había dicho en portugués Aitana, su joven doncella, “me parece que se ha marchado, señor”.

Había dejado todo para salir a buscarlo, pero al llegar a la puerta se detuvo, ¿qué sentido tenía dar la impresión de ser un desesperado acosador?
Ese sujeto debía vivir en Luxemburgo, volvería a verlo.
Y había tenido razón.

Su mano acarició el tenso abdomen de Novak, subiendo por debajo de la ropa hasta tocar su pecho, podía sentir su corazón agitado como un tambor que aumentaba su ritmo.
¿Estaba excitándolo?

Quería ponerlo en el tapete y desnudar cada una de sus prendas, pero en vez de eso siguió besándolo, consciente de que hasta el momento no había podido hacerlo como siempre había querido.

La boca de ese hombre era un océano en que podría ahogarse con facilidad, se sumergía en él con cierta ansiedad, disfrutando cada gemido que  le arrancaba.
Debía estar excitado porque ¡él mismo vaya que lo estaba!

- Detenme ahora- le pidió.
Su voz ni siquiera sonaba como la suya.

Kyan lo miró, envuelto en la vehemencia de su propia fogosidad.
- ¿Qué dices?

- Si no lo haces ahora… no podré… frenarme después- aseguró.

Lo decía en verdad y Kyan tenía que saberlo.
Su dosis de domino sobre sí mismo se había agotado hacia varios minutos.

- ¿Me cogerás sin mi consentimiento? Qué cosa más absurda.
  He sido yo quien te ha besado, ¿lo olvidas?- quiso recordarle.

Escuchaba su voz escapar de esa deliciosa boca suya cada que respiraba agitado.
En ocasiones ese hombre era arrebatadoramente bello, él debía saber eso. No existía forma de que no fuera así.
Lo que acababa de decirle significaba además que él deseaba que eso ocurriera, o al menos eso se dijo a sí mismo el arquitecto.

Decidió presionar un poco más.

- Quiero hacerlo contigo, Kyan, no sabes la fuerza con la que lo deseo.
  Pero ya no quiero algo en un lugar común. Quiero cerrar este espacio personal, no
  más jacuzzis, limousines ni elevadores.

Novak pareció encontrar gracia en eso.
- ¿Te enciende más la idea de hacerlo en una simple cama?

Se estaba burlando, eso era más que obvio.
Pero si entendiera sus verdaderos motivos, no hablaría tan a la ligera.

Para Daniel, intimar en su lecho implicaba mucho más de lo que había dicho, pues lo cierto es que existía algo que aún no le había revelado. Debía hacerlo, desde hace mucho debía haberlo hecho, pero… ese momento no podía ser el adecuado, no cuando el hombre al que tanto intentaba acercarse lo miraba con una súbita seriedad.

- Ven conmigo- le pedía- arriba, más allá de esa puerta de cristal. Es ahí donde quiero
  estar contigo.

Parecía ya no haber espacio para más bromas.

Novak de pronto… parecía empapado de duda como si estuviera a la mitad de una tormenta.



Continuará...

 

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