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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Festejando el review no. 200 -si, me tardé un poco- dedico este nuevo "live" de Kyan a Rin, gracias por tu apoyo durante este camino yaoiesco!

http://img.photobucket.com/albums/v356/malary/affair/kyan5bb_zpsxfqbzfy4.jpg

He hecho modificaciones a la imagen original para que el modelo se parezca mucho más a lo que mi mente percibe como Kyan Novak y he cambiado el fondo para que aparezca la pequeña Luxemburgo :) siempre me entusiasma postear imagenes, así que no se olviden de comentar aquellos que la vean!

Y sin más preámbulos, un capítulo con una inesperada confesión final...



Al llegar a casa, se dio cuenta de dos cosas:
1. Aquel ridículamente grande arreglo de costosas flores no traía una tarjeta.
2. No tenía un florero donde ponerlo. ¡Jamás jamás había traído flores a casa!

Habilitó su única jarra de vidrio para colocarlas y las puso en el centro de la mesa sin saber qué más hacer.

Era obvio, aún sin dedicatoria, quien era el destinatario.
Era condenadamente obvio.

¿Quién sería tan caballerosamente incorrecto como para mandar algo así a su amante? ¿Tan enormemente caradura?

Se sentó en el descansa brazos de su sillón, contemplando aquel hermoso monstruo.

Hasta ese momento, había sido bastante efectivo evitando todo pensamiento que pudiera tener relación con el guallen, había ignorado una a una las llamadas suyas que había recibido a su celular y los mensajes también, pero ante ese arreglo… no tenía defensas.

De pronto necesitaba hablar con alguien, así que comenzó a escribir un texto a la única persona con quien compartía los dramas de su vida.


 - - - - - - - -

 



Aloy Martens, tomó la carpeta de cuero que acababa de llegar a la mesa y con ello la cuenta de la comida, puso su tarjeta de crédito corporativa dentro de ella sin siquiera echarle un vistazo. A los publirrelacionistas, todas las comidas de trabajo se les incluían en sus gastos operativos, por lo que ni él ni su subalterno Enzo Baladi les importaba el monto más que el contenido de esa reunión.

- …ahí te encontrarás con Paine Rivielle, el RP del grupo Cassiopeia que organiza la
  Copa. A tu llegada, me gustaría que repasaran juntos la carpeta de los invitados en el
  trayecto al hotel.

- Por supuesto- confirmó el joven rubio con quien almorzaba- Aunque claro, sería sólo
  una confirmación porque en realidad él ya me ha hecho llegar una copia hace dos días y
  estoy por terminar de memorizarla.

Su jefe sonrió confiado.
- No lo dudo, Baladi. Sé que eres perfecto para el trabajo- dijo satisfecho.

Sacó un sobre de su saco y se acomodó sus gafas para leer.
Aloy Martens era un hombre en sus sesenta años, un veterano. Aunque no fuera muy alto y sus más de cien kilos no lo hicieran en primera instancia alguien especialmente agradable a la vista, su trato fácil y su experiencia le daban las herramientas necesarias para que se disfrutara su compañía.

Él estaba a cargo de muchos de los RP estrellas de Muggen. El hombre hablaba  más de nueve idiomas fluidamente y Enzo lo había escuchado hablar incluso en japonés en una ocasión, por lo que no dudaba que fueran más.

Esa semana ambos habían estado juntos casi cada hora, en reuniones, juntas de planeación, comidas y demás. Ese hombre había sido el más entusiasmado al enterarse de que Baladi había conseguido un nuevo patrocinador para la Copa Budge y no quitaba el dedo del renglón del asunto.

Por su edad y en sus condiciones ya no le era posible viajar como antes y el italiano sospechaba que en realidad su jefe se proyectaba un poco en él. No es que le molestaba en absoluto, pero sin duda comprendía la importancia de ser quien representara a la compañía en la Catania.

- Ah, y antes de que lo olvide, tengo una excelente noticia para ti.
  Me he encargado de que seas tú quien recibas a unos invitados muy especiales a Montek
  Catania, Sir Ricard y Lady Mary.

Por primera vez en toda la velada, la sorpresa arropó la perfectamente simétrica cara de joven Baladi.
Martens torcía sus labios, orgullosamente.

- ¿Los príncipes daneses, Aloy?

- Si, ellos viajarán con sus hijos y se hospedarán en Montek, naturalmente. Aunque hay
  instrucciones de ser atendidos de manera personal por un majordome del hotel, quisiera
  que tú te encargaras de verificar que estén cómodos durante su estancia, cualquier cosa
  que necesiten.

- Por supuesto, es un gran honor que me confíes algo así.

El viejo sonrió más ampliamente y su cara se llenó de curiosas arrugas.
- Bueno, eso es todo. Ah, no puedo creer que acabamos. Estás listo para irte.

Había sido un tanto intenso llegar a ese punto.
Aloy y él tenían el evento planeado hasta el más mínimo detalle; listas de actividades, horarios, direcciones, servicios contratados, pactos con patrocinadores, medios cubiertos, representación, presencia en más de 20 eventos en total… todo estaba listo para la acción.

Y Martens iba a perdérselo. Baladi podía sentir ese anhelo en su jefe.

Esta vez, él era el que estaba a cargo.
Sentía emoción corriéndole como electricidad en las manos.

- Ah, sólo algo más, ¿es qué esta comida nunca se termina?- bromeó al recordar su jefe,  
  poniendo en la mesa un sobre color vino que arrastró hasta él- asumo que sabes que
  es.

Enzo tomó el sobre y no le costó nada de esfuerzo adivinarlo.
- Feliz año nuevo, Baladi. Te entrego una cena.

- Señor, su coche ha llegado- le avisó su mesero.

- Bien, bien. Entonces, estamos en comunicación. Sé que todavía falta un par de días para
  que te vayas, pero con la agenda tan saturada como la tenemos, quería afinar detalles
  cuanto antes. No me queda más que desearte que tengas buen viaje.

- Lo tendré, gracias por tu tiempo.

En poco más de media hora su jefe había escupido muchos nombres, tareas y pendientes que si Enzo no tuviera buena memoria hubiera sido una pesadilla.
Ahora, ante el inesperado silencio, no tuvo más que disfrutar la extraña calma en esa atareada semana.

Ni siquiera tenía tiempo de asimilar las emociones que esa reunión le provocaban.
¿Iba a recibir personalmente a la familia real danesa? Eso era algo grande.

Por un segundo se preguntó cuál hubiera sido su situación actual si acaso Reiner Köhler no le hubiera conseguido aquel inversionista secreto.
Muy seguramente sería muy diferente.

Tomó el resto de su vaso de agua que ya no estaba fría cuando su teléfono comenzó a sonar. Era un número desconocido.

- ¿Diga?
Una voz familiar dijo su nombre. Una que no esperaba pese a que acababa de pensar en él.

- Buonasera, Enzo.

- Reiner… desde la otra vez me preguntaba como obtuviste mi número- continuó al igual
  que aquel saludo, en el idioma en que siempre hablaban ambos, el suyo.

- ¿Qué tan complicado puede ser contactar a un conocido publirrelacionista?- replicaba.

- Esta es mi línea personal, como supongo que ya sabes.

Aunque no podía verlo, supo que estaba sonriendo.

La última vez que lo había visto era en navidad, en el Doubletree. A sabiendas de que era visto por Jan, el alemán le había hecho definir su relación con el modelo. Si bien quizá solamente había adelantado la inevitable separación entre él y Jan, tal como Kyan le había hecho ver, definitivamente no le hacía ninguna gracia lo que había pasado después.

- Me tomé la libertad de llamarte para hacerte una propuesta de trabajo. Necesito un
  anfitrión para un grupo de banqueros, no requiere más que unas cuantas horas.

- Se me ocurren muchos nombres a quienes puedo dirigirte- contestó secamente.

Obviamente eso no le satisfaría a un hombre acostumbrado a obtener lo que quisiera.
Y así fue.
- No quiero un nombre, quiero al mejor. Por eso te he llamado.

- Aunque agradezco el cumplido, no me dedico a ser anfitrione.
  Ya tengo un empleo y me pagan bastante bien por lo que hago.

Aparentemente, el otro no iba a aceptar un no. Iba a negociar.
- Dime un número, sabes que eso no es un problema.

Eso tenía cierto encanto ingenuo.
El mesero le hacía un ademán de rellenar su vaso de agua, el RP le indicó que lo hiciera.

- No se trata de dinero.

Dejando el ego de lado y el que no se consideraba a sí mismo un entretenedor de grupos, lo cierto es que no quería verlo.

- ¿Entonces de qué se trata?

“Eres tan abierto y agradable que haces sencillo quererte. Pero eso… es sólo tu superficie, ¿verdad? No creo haber podido ver al verdadero Enzo en todo este tiempo, porque él en realidad es bastante inalcanzable” había dicho Jan con honestidad brutal, provocado por las palabras que él mismo había dicho sin ningún reparo a sus espaldas.

Era su culpa, cierto, pero no podía evitar dirigir cierta animadversión hacia Köhler por haber forzado la situación de esa manera.

Pero no iba a decirle a su ex amante que no quería verlo por ese motivo.

Tomó un poco del agua que acaban de servirle, era agradable que estuviera tan helada.

- ¿Enzo? ¿Sigues ahí?

Apretó su teléfono.
- Claro que sigo aquí, no soy tan descortés como para colgarte.
“Aunque bien debería”.

- Estás molesto. ¿Es por Jan?

Probablemente quería hacerlo admitirlo. Que le había arruinado el gusto de tener a Jan como amante.
- ¿Terminaste con él esa noche?

- En realidad no. No había nada que terminar.
  Envíame tu tarjeta de negocios y te haré llegar a la brevedad una lista de personas que
  estarán más que encantadas de ayudarte. Ahora, si me disculpas tengo otros asuntos que
  atender.

- Esto es un favor personal- dijo el otro, sin darle oportunidad para terminar la llamada-
  ya te lo dije, te quiero a ti y a nadie más.

¿Hablaba de negocios? Tuvo un instante de duda.

Aludir a un favor personal era algo que además, lo ataba de manos. Sabía perfectamente que le debía uno y muy grande,

- No sé por qué tengo la desagradable impresión de que esto es un chantaje.

- Ya me conoces, soy una horrible persona. A la que le debes una.

Enzo miró a su alrededor, sin ver nada realmente.
Sus dedos golpeaban la mesa, pensando que no tenía opción.

- No parece que quieras dejarme más remedio que ayudarte.

- Eso parece, ¿cierto?

El golpeteo de los dedos terminó.
- De acuerdo.
  Y si dices que es un favor personal, entonces no puedo cobrarte.

- Eso no está a discusión, Enzo- decía en alguna otra parte- No voy a hacerte trabajar
  gratis en año nuevo.

- ¿Año Nuevo, dices?
Miró el sobre en la mesa que contenía la invitación de Muggen a su cena de fin de año.

- Sé que es una fecha complicada, más para ti. Pero si ya tienes planes, prometo no
  arruinártelos… del todo.

Acababa de aceptar y rápidamente se arrepentía.

- Esa noche es la cena de la compañía en que trabajo y es una gran oportunidad para mí,
  no creo que sea necesario explicártelo. Aun así, no creo que entiendas lo que me estás
  pidiendo.

Baladi se puso de pie y caminó a la salida.
Hubo un silencio al otro lado de la línea.
Afuera, un chico del valet parking le recogía el boleto del servicio.

- No es un grupo grande y te prometo que te dejaré ir tan pronto sea medianoche. Doce y
  media máximo, le pediré al chofer que te lleve a donde quiera que vayas.

Sus palabras sonaban privadas de cinismo.
No era algo común escuchar una verdadera petición de Köhler.
Apretó los dientes.

Buscaba su auto con la mirada, quizá solo por darse tiempo para dar una respuesta.
Pero tenía que tomar una resolución.

- Lo haré, pero declino tu ofrecimiento de un chofer, puedo cuidarme a mí mismo.
  Y accedo bajo el entendido que con eso pago mi deuda contigo y tu inversionista
  secreto, ¿te parece bien?

Casi pudo imaginarlo con  una expresión triunfal.
Algún día aprendería a mandarlo al demonio, pero ese día al parecer no sería ese.

- Como tú digas. Será un placer besarte en Año Nuevo- dijo el alemán, antes de colgar tan
  rápidamente que no le dio tiempo de rebatir.

Su BMW era estacionado frente a él, volviéndolo a la realidad de la que hablar con Köhler siempre lo sustraía.

Le dio propina al chico y entró al vehículo.
Apenas si avanzó algunos metros cuando le llegó un mensaje. Justo mientras conducía.

Esperó a llegar a un alto para ver quién era, suponiendo que era el inversionista con algún otro detalle, pero al leer el texto supo que no lo era.
 “Si alguien me mandara flores a mi oficina, ¿quién asumirías que fuera?”

Sonrió alegremente, sintiendo como el estrés se diluía en el aire.
Key.


- - - - - -

 


“Cualquier persona con dos ojos, amico” fue la respuesta de Baladi, la cual por cierto fue inesperadamente rápida, “¿me lees la tarjeta y acabas con el misterio?”

“No hay tarjeta”.

Kyan se quitó el saco y se aflojó la corbata, mientras paseaba por la sala de su departamento. Hacía apenas unos minutos que había cruzado el umbral y ante el desquiciante silencio de su hogar, necesitaba hablar con alguien.
Quizá pasó un minuto en obtener nuevamente respuesta.

“Quisiera decir que fui yo, pero parece que alguien se me ha adelantado. Me pones celoso” continuaba el RP.

¿No esa era ya una conversación larga? Dudó si marcarle. Se dejó caer en el sillón nuevamente.

“¿Voy para allá?” proponía Enzo.

Era la semana más ocupada del año para su amigo, completamente contraria a la suya.

“No. Ocúpate de tus asuntos, acosador”.

El teléfono sonó. Resultaba divertida la reacción que le había causado con ese calificativo.
Pero el otro realmente no necesitaba mucho para ser provocado. El castaño normalmente no se prestaba mucho a ese juego, pero cuando quería llamar su atención lo jugaba y siempre le resultaba.

- Desafortunadamente no puedo seguir distrayéndome con el teléfono, estoy
  conduciendo- le informó- además si me vas a llamar acosador, pues entonces lo lógico
  es que te marque, ¿o no?

Sí, eso tenía algo de descarada lógica.

- Enzo, vas a hacerme pensar que sabes lo que traigo puesto.
Escuchó su risa ligera y tersa del otro lado de la línea. Y lo imaginó riendo, hermoso y juguetón como era.

- Vaya, definitivamente me estás provocando esta vez, Novak. Recuerda que no puedes
  usar tus manos.

- No sé- se las miró un momento, la piel comenzaba a cerrarse y le provocaba a veces
  mucha comezón- creo que están lo suficientemente bien como para colgar el
  teléfono.      

- Si cuelgas dejaré tu club de admiradores. Y mira que soy el presidente.

- Hmm… al parecer, ya te han destronado- susurró mirando el arreglo en su mesa.

Pese a todas las veces que se lo había hecho notar, Lascurain nunca había hecho otra cosa que tratarlo como una mujer. Esas flores eran la última prueba.

- Es una broma que no sepas de quien es. ¿Qué no es demasiado evidente?
  El hombre al que tienes hechizado, ese con quien pasaste navidad en vez de conmigo.

Habría tenido que esperar que Baladi supusiera correctamente con quien había pasado la velada del 24. Esa frase sólo precisaba un asentimiento.

- Fue desastroso, no quiero hablar de eso.

Lo decía de verdad. No quería pensar en él, evocarlo, recordarlo.
Era demasiado vergonzoso, demasiado estúpido y… doloroso.
¿Qué otra cosa podía hacer sino intentar alejarlo de su vida?

- ¿Te has peleado con Lascurain de nuevo?

- No, ni siquiera tuve la oportunidad de decirle lo que pienso de él. Y no es algo
  que piense hacer en una llamada.

Un silencio le siguió.

La simple mención del portugués era difícil de digerir. Su nombre significaba tanto ahora,  tantos sentimientos…

- ¿Qué te hizo, Key?

Por primera vez desde que escuchaba su voz ese día, notaba aquel tono de gravedad.
Novak se regaló un segundo. Y éste fue de silencio absoluto.

Salvo la voz en su teléfono, su departamento en ese momento era igual al edificio en que trabajaba, un limbo.
Olvido y silencio.

Tuvo que hablar para escuchar algún sonido, porque de pronto la sensación de desesperanza tocaba la puerta de su pecho.

- Daniel Lascurain es completamente encantador cuando quiere serlo. Escuchó interesado
  todos mis problemas con Neru y me dijo todo lo que podría haber querido oír; que le
  era importante todo lo que tuviera relación conmigo, que deseaba acercarse a mí y ser
  amigo, que jamás había sentido nada así por nadie más y que no se trataba sólo de sexo
  cuando se trataba de mí. Esto después de haberme esperado por horas en la intemperie,
  cocinado una cena exquisita para mí y abierto un vino que seguramente vale más que
  todo lo que hay en mi departamento.
   Me habló de sí mismo, de su familia y de su vida, me aseguró que estaba libre y
  dispuesto a una relación…

Al otro lado, Baladi supo que algo que sonaba tan bien, no podía acabar bien.
Y supo que Lascurain había herido a su amigo. Realmente herido.

- Y yo… le creí todo.

Dicho así, sonaba tan patético.
Kyan cerró los ojos y los apretó, sintiéndose todo un estúpido.

- Y naturalmente, como el idiota sin autocontrol que soy, subimos a tener sexo en su
  cama.
  Minutos antes me había dicho que jamás había tenido una relación con otro hombre que
  no fuera sexual, y nosotros siempre terminamos haciéndolo, ¿no eso debería haberme
  dado una pista?- continuó el castaño- Sus ojos llenos de lujuria lucían como los de una
  pantera, cuando lo hacemos siempre lucen horriblemente honestos y yo… no parece que
  pueda controlarme.

Echó la cabeza hacia atrás hasta que topó con el respaldo.
Esa era una catarsis inesperada. Una parecida a la que había tenido con el mismo guallen.
De pronto eran las únicas personas con las que era capaz de abrirse… con las que había sido capaz de abrirse.

- Key… ¿por qué eres tan duro contigo? ¿Qué importancia tenía que terminaras la noche
  con él? ¿Sigues pensando en esa mujer?

Se tomó un segundo para explicar la verdadera situación de ese hombre, una que aparentemente él no había sido capaz de aclarar en el tiempo que llevaban de conocerse.

- Estuve en su cama, en su cuarto. Y al día siguiente, vi sus cosas. Las de ella.
  Su clóset lleno de ropa Oscar de la Renta, Prada y Valentino. Sus zapatos y bolsas
  Chanel. Su vida, su persona… su presencia… todo estaba ahí.
  Descaradamente ahí, ¡vi su anillo grabado con las promesas que rompía!

  No sólo no está separado de ella, como me dijo. ¡Vive con ella!
  Y además me la he topado, a ella y su hijo mientras salían del castillo.


No tuvo ninguna contestación en los siguientes segundos.
¿Por qué la indignación de su mejor amigo no llegaba solidariamente a la conversación?

- No sé, amico, ¿por qué sería tan estúpido para llevarte a su habitación donde tiene las
  cosas de su mujer?

No podía creer lo que oía.
- Ni idea, Baladi, ¿por qué insistiría en llevarme a su alcoba?

No obtuvo una respuesta, seguramente el otro pensó que era una pregunta retórica, lo cierto es que Novak realmente deseaba una que le explicara el porqué de tanto cinismo.
Suspiró hondamente, rindiéndose.

- Kyan… ¿existe alguna posibilidad de que sea un malentendido? ¿Qué haya algo que
  estés pasando desapercibido?

¡No podía creer lo que escuchaba!

- ¿Existe? ¿No es demasiado claro lo que está pasando? Yo también esperaba que fuera
  diferente. Sé lo tonto que suena eso, pero es cierto.
  Creí que quizá… era tiempo de volver a estar con alguien más allá del simple sexo. Y
  esta vez fui yo quien decidió el acostarme con él, porque estuve dispuesto por un
  segundo a intentarlo.

  Él me dijo que quería una relación y yo… ¡lo consideré! El permitirme… superar a
  Rick. ¿Sabes lo difícil que resultó decidirme a eso?
  ¿Lo estúpido que me siento por dejarlo entrar tan dentro de mí?


No debió haber bajado la guardia del modo en la que lo había hecho, las consecuencias eran caras esta vez.

- Y creo que debes- dijo el italiano- es genial que hayas decidido seguir adelante, es sólo
  que no resultó ser la persona adecuada. No puedes dejar que eso te haga perder la fe.  
  Yo sé, sé lo difícil que debió ser tomar esa determinación, ¿no era yo quien tenía que
  arrancarte de la cama y te llevaba al trabajo cuando ese imbécil de D´Oria se marchó de
  tu vida sin decir una palabra?

  Pese a como puedas sentirte ahora, Kyan, no puedes negar que has recorrido un largo
  camino, y así como Daniel ha resultado ser un hijo de puta, habrá alguno que no lo sea,
  alguien que merezca entrar a tu mundo. No permitas que Lascurain te haga perder la fe
  en ti mismo como lo hizo Rick.


Esa sentencia era demasiado dolorosa.
Novak jadeó abriendo los ojos. Pero nada de lo que veía había cambiado.
No existía una epifanía más que la que había oído de su amigo.

Ricard D´Oria lo había hecho sentir despreciado a un nivel que había resultado destructivo. Su partida y las acciones “correctivas” de los D´Oria lo habían dejado en un estado lamentable. Porque él se había vuelto el obscuro y vergonzoso secreto del heredero de esa respetable familia. Y al parecer, volvía a representar ese papel con los Lascurain.

- Voy a decirte algo, Key. Y por favor no te enojes.
  La historia que me cuentas, antes de despertar y descubrir las cosas de ella en su
  cuarto, suena como una ridículamente buena velada, y perdón, pero pareciera que la
  pasaste magníficamente a su lado, que fue un caballero y te hizo feliz aunque fuera un
  momento.

Estuvo a punto de gritarle a Baladi, pero se contuvo.
- ¿Qué rayos quieres decir con eso? No siento que estés ayudándome en nada.

- Fuiste feliz, más allá del éxtasis del sexo.

Estuvo listo para debatir con vehemencia esa idea tan ridícula, destrozar ese argumento como un león furioso, pero… pero…
¡Odiaba cuando él tenía razón!

- No me hagas admitirlo. Ya me siento como un estúpido sin tener que hacerlo.

- Deja de pensar en él por un minuto y piensa en ti, amico. Hace unos meses no creíste
  que volvieras a sentirte dichoso junto a nadie, tú mismo me lo dijiste, pero ahora eres
  capaz. Atribúyele eso y nada más, úsalo para avanzar y ahora… déjalo ir con sus
  mentiras y sus culposos arreglos de flores.

Baladi a veces era el mejor cliché de un mejor amigo.
Y el del peor.
Sólo él sería capaz de ver algo positivo en toda esa mierda.

Mas pese a lo que acababa de decirle, Enzo no podía obviar un hecho bastante claro para cualquiera; ese arreglo de flores estaba EN SU HOGAR, él lo había llevado cargando hasta ahí, ¿no era cierto?
Si tanto odiaba a Daniel Lascurain, ¿por qué no lo había arrojado por una ventana, tirado en el primer contenedor de basura, dejado en cualquier otro lugar que no fuera el santuario hermético que ese departamento era para Kyan?
Y él ni siquiera parecía darse cuenta.

Algo había cambiado en el luxemburgués.
Y aunque le alegraba… no podía sino preocuparse por ello.

- Me pides que lo deje ir- escuchó decir tras una pausa a su amigo, su voz sonaba de
  pronto más honda que antes- Y te juro que eso tiene sentido, Enzo.
  Y de verdad quiero hacerlo.

Dudó en seguir aquella frase, pero el otro aguardaba, como si a su vez supiera que aquello tenía una continuación.
Novak lo sabía, si no podía decírselo a Baladi, no podría decírselo a nadie y la verdad es que tenía que sacarlo de su sistema.

- Pero… creo que… que  me estoy… enamorando de él.
  Y odio eso.  
  No sabes cuánto.





Continuará...

 


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