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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Una pregunta mis querid@s, me avisaron por ahí que el sistema de notificación de actualizaciones de la página está fallando, a ustedes les avisó que acababa de subir este capi?

 

 

Se acomodaba la corbata de moño frente al espejo de aquella habitación, lucía impecable con una camisa blanca, un saco negro de hombreras marcadas y un rostro hermoso y sereno con una mirada de ojos violetas ecuánimes y atentos.
Nadie podría adivinar el dolor que estaba cargando.

En el reflejo podía ver a su hermana observándolo apagada, estaba hecha un ovillo.

Ambos llevaban un peso grande, pero se suponía que él era el fuerte de los dos, así que Sylvan hacía uso de su aparentemente efectivo autocontrol, como siempre.

La joven no se movía, sobre la cama detrás, B la había vendado de ambos muslos y su cabello alborotado había sido peinado como el suyo ahora mismo, en una trenza sencilla de color chocolate.

Pedía saber a dónde se dirigía.
“Voy a dónde se supone que tú irías, pero no vas a poder. Un contacto del Gran O le ha indicado dónde está R ahora. Y como cualquier sitio en Lux, no está lejos de aquí”.

Ella pedía entonces que no se marchara, argumentando que necesitaba su compañía, que estaba llena de heridas, que sentía dolor, que tenía miedo de quedarse sola con O y sus verdugos. Él le dirigió una mirada llena de desprecio.

“Si tanto odias todo esto, deberías desaparecer” fue su respuesta.
Los grandes ojos de la joven, similares a una malvas abiertas parecían sorprendidos por aquella frialdad.

Él apretó el nudo de aquel moño un poco más, hasta que se volvió perfectamente simétrico, hasta ser perfecto.
“Me alegra que te quedes aquí, que no puedas salir al mundo. Y además, en realidad estoy esperando encontrarme con él.  Y hacer con R aquello que tú eres incapaz de hacer”.
Echaba de menos su cuerpo, extrañaba el sexo.

La joven, desde donde estaba, pensó en lo que acababa de decirle su gemelo y volvió a mirarlo, con intensidad.
Le dijo que por mucho que intentara culparla por ser incapaz de atraerlo, la verdad es que R no era un hombre libre, nunca sería suyo… porque quería a alguien más.

Pudo ver como aquella frase le calaba, arrebatándole por un momento su confianza que tan odiosa se estaba volviendo.
Y le sorprendió… como le satisfacía herir a su otra mitad.
Ese tinte de maldad no recordaba que estuviera antes en ella, pero ahora estaba ahí.
Y como aquel dolor, lo compartía con él.



- - - - - - -




Bence Trossen era un hombre alto, de piel muy blanca y cabello café obscuro casi negro, un poco más largo de lo que un abogado debería llevarlo realmente.

Vestía un suéter negro tejido y pantalones de mezclilla, en sus carísimos zapatos era el único lugar donde podía adivinarse que se trataba de un sujeto rico y exitoso.
Su atuendo desentonaba con la fiesta definitivamente y era acompañado por una inesperada sonrisa en esos labios carnosos que siempre le habían gustado a Kyan.

No podía creer que se lo encontraría en un lugar así, era la primera vez que lo veía en un sitio con tanta gente. Bence era la clase de persona que prefería estar en casa, relajado con una buena cena y unos tragos.

Ellos habían salido y técnicamente Trossen había sido su último novio. Porque Rick jamás se había admitido como tal.
Lo suyo con el abogado no había sido cosa de una noche, aunque apenas habían salido unos meses, habían desarrollado rápidamente una profunda intimidad. Con él había cruzado puente Adolphe a la mitad de la solitaria noche, presos de una atrapante conversación. Lo había tenido a la una de la tarde cocinando desnudo el desayuno en su casa. Se había quedado dormido en sus brazos viendo una película aburrida.

Difícilmente había sido su primer amor, o un amor en absoluto, pero estando en este instante frente a él, sin darse cuenta, Kyan le devolvía una inesperada sonrisa de vuelta.

- Te ves estupendo- le dijo Bence, mirando con sinceridad a sus ojos que parecían
  destellar al mirarlo.
Él también debía estar recordando el tiempo que habían estado juntos.

- ¿Estupendo, dices? Nadie sino tú diría algo así. Acabo de llegar a mi tercer evento de la
  noche, estoy demasiado cansado y borracho como para soportar este tipo de fiestas.
  ¿Cómo es que has aguantado estar aquí?

El otro pareció animarse un poco más.
- Cierto que no ha sido fácil. Vengo con un amigo.
Lo señaló. Era un chico muy bien vestido, que hablaba animadamente con otro hombre.
- Un amigo que ya tenía una cita, como puedes ver.

- ¿Qué haces en un lugar así, Ben? ¿En qué estabas pensando?
Había algo de gracioso en la situación de quien tenía enfrente.

- Es Año Nuevo, ¿cierto? La cena que hice en mi casa terminó hace rato y no me
  apetecía dormir. No es el motivo más emocionante para estar en un lugar, lo sé.

Él debía estar saliendo con alguien, él era el tipo de persona que no tenía problemas para encontrar a quien se enganchara con él, no por nada era un apuesto abogado con una conversación inteligente, de mundo, agradable.
Descubrió que mientras pensaba, no dejaba de mirarlo.

- ¿Cuánto ha pasado desde la última vez que te he visto, Key?
  No puedo creer lo diferente que te ves.

No supo si debía tomar eso como un halago, pero entonces recordó que él nunca había sido un cínico. Si lo decía, era porque era cierto.

- No lo sé.

Por el momento no podía señalar una cantidad de meses. No quería hacer la suma.
Pero ellos habían estado juntos hasta que conoció a Rick.
Con el D´Oria había tenido un flechazo fulminante, la primera ocasión que habían estado juntos no habían podido decirse adiós sino hasta pasado un día completo con sus veinticuatro horas, tras eso, Kyan había decidido no seguir viendo a Bence.

No había pensado en él mucho desde entonces y ahora lo tenía ahí, con su rostro en una expresión inocente y dulce que le sorprendía para ser una criatura al servicio de la ley.

- ¿Cómo te fue con tu promoción en la firma para la que trabajabas?- le preguntó el
  asesor- intentando cambiar el tema.

- Ah, eso tiene tanto tiempo ya… aún lo recuerdas.

- Claro que lo recuerdo, eras alguien importante para mí.
Su conversación comenzaba a ser menos casual, tenía que detenerse. No iría a flirtear con él.

- De verdad tiene mucho que no nos vemos- continuó- Renuncié a mi puesto, de hecho he
  dejado el derecho corporativo.

Eso era inesperado.
La clase de cosas que no cualquier persona haría.

- ¿Te escapaste de las garras del capitalismo?

Aunque pareció disfrutar el comentario, negó con la cabeza, su fleco café se agitó un poco.
- Eso es imposible, vendí mi alma al diablo el día que comencé a ejercer.

Ambos solían molestarse mofándose de la profesión del otro.
Novak a veces se ensañaba con la abogacía.

- Pero ahora trabajo con clientes de carne y hueso- continuaba.
  Tengo peces gordos como clientes que me permiten también trabajar gratuitamente con
  otros peces que no pueden pagar mis servicios.

Hacía caridad, eso no lo había esperado.
Y además parecía satisfecho, esa felicidad le sentaba bien.

- ¿Quieres tomar otro trago?- le ofrecía el abogado- observando como el castaño se había
  terminado el suyo.

- ¿No escuchaste la parte en que dije que estaba borracho?

- No te ves mal en absoluto. A lo mucho un poco cansado, pero créeme, luces muy bien-
  No era su imaginación, era un halago- ¿Sigues con tu amante misterioso?

Jamás le había dicho el nombre de Ricard, había mantenido el secreto como un estúpido.
No es que quisiera que todos supieran quien era él, es que odiaba que no pudiera hacerlo jamás, que toda la intimidad que había aprendido podía surgir natural con Ben no pudiera vivirla con Rick.

- No. Eso terminó hace mucho tiempo.

El otro no hizo ningún ademán, como buen abogado sabía controlar sus expresiones faciales.
- ¿De verdad? Lo siento, sabía que estabas muy enamorado de él, ¿puedes creer cuando te
  digo que de verdad deseaba que pudieras ser feliz a su lado?

- Si, puedo hacerlo, Ben.
  Tú eres un hombre sincero, demasiado sincero para tu beneficio.

El otro negó con la cabeza, divertido.
Sus labios delineados y sensuales, sonreían casi en secreto.

- Mira quien lo dice, Señor Lenguafilada. Cuando bebes no hay quien se escape de tus
  comentarios corrosivos, por eso sé que no estás lo suficientemente borracho.

Novak no podía creerlo.
- ¡Estás jodiéndome, Ben! ¿Estás diciendo que no estoy lo suficientemente ebrio para ti?

- ¿Para mí?- jugó el otro con sus palabras- creo que estás perfecto para mí.
  Pero no soy yo quien decide con quien te vas a casa, ¿verdad? Eso… tendrías que
  hacerlo tú.

Novak sintió que se ponía sobrio de pronto.
Lo cierto es que estaba más ebrio de lo que aparentaba.

- Trossen… ¿aún fumas?
- Si, ¿quieres salir a fumar un cigarrillo?

En realidad necesitaba… aire fresco.



- - - - - - -



Odió absolutamente el hecho de que Reiner no lo soltara mientras lo alejaba de sus amigos. Intentó zafarse, pero de inmediato la gran mano del alemán lo aprisionó de vuelta, al punto de que casi dolía.

- Ich werde nicht wiederholen, Köhler. Lass mich!- habló Enzo en alemán y usando su
  apellido, ambas formas que nunca usaba con él-  Ich meine es ernst.
/*No lo voy a repetir, Köhler. Suéltame! Es en serio.

Eso le hizo aminorar la marcha al otro, y tras unos segundos más, liberarlo.
Lucía enfadado, sus ojos azules brillaban rabia, de eso no había duda. Y sin embargo, aquella intensidad en su expresión lo hacía de alguna manera más sexy.

- Tienes labios muy inquietos, Enzo. ¿Por qué no me besas a mi mejor?- lo incitaba
  ácidamente.

Le respondería ácidamente también.
- En estos momentos los labios de Kyan me parecen mucho más apetecibles.

Pudo ver como su comentario lo incitaba, como meter un arpón en el lomo de un toro.
Sonrió, aparentemente volviendo la situación una ironía en su cabeza. No permitió brotar la totalidad de sus sentimientos.

- Lamento decirlo, pero creo que tu fratellino ya se encuentra ocupado con un sujeto en la
  barra.

El rubio entonces fijó su atención en ese lugar. Y pudo verlos conversando.
Si lo decía para hacerlo sentir celoso., no estaba funcionando. Trossen le agradaba, aunque lo encontrara un poco aburrido.

Era gracioso que Köhler jugara de esa manera, en verdad parecía creer que ocurría algo entre él y Kyan.
Pero no sólo se trataba de eso y lo sabía…

- Está ligando con ese sujeto a la vez que tiene a mi socio completamente obsesionado
  por él- continuaba, casi como un reclamo.

Y Baladi no pudo sino odiar la mención del portugués.
- ¿Me arrastraste hasta aquí para hablar de Kyan, de tu socio o de mis labios inquietos?

Eso pareció despertar algo en ese hombre.
- No, vine aquí porque desde que nos vimos hace rato, quise terminar la noche contigo.

Cada vez era más descarado al respecto.
Ahora simplemente lo decía abiertamente.

- No voy a acostarme contigo, Rein. No después de que te entrometiste entre Jan y yo.
  Y no después de que me has separado de mi amor platónico también.

El alemán estaba teniendo un momento posesivo de esos que cuando era más joven había tenido problemas para controlar con Baladi. No es como si esa fuera la primera vez que pasaba, durante su verano náutico, no había faltado el hombre o la mujer que se acercaran a seducir a joven como Enzo. Si alguna vez en su idilio habían tenido una discusión que luego arreglarían entre las sábanas, sería por eso

Reiner lo sabía, ambos lo sabían, así que dio un paso atrás.

- Haz con Novak lo que se te dé la gana cualquier otra noche, no es que necesites mi
  permiso. Pero hoy quiero que te vayas conmigo.
  Tengo el auto afuera, podemos ir a donde tú quieras.
Estaba limitando sus opciones y hacía a la suya groseramente tentadora.

- Estoy con mis amigos. Hace mucho que no salimos los tres.
- Ya sabes dónde está Kyan. Y ya sabes dónde está Abrianna.

Seguramente se había encontrado con Zia.

- ¿Zia? ¿Ella fue la que te dijo que estábamos aquí? Nos ha visto.
- Si, si a todo eso.

Su cercanía, agitaba al rubio, quien supo que el alcohol no ayudaba con sus mejillas ardiendo. Se tuvo que dar un segundo para pensar, porque el raciocinio comenzaba a dificultarse. Reiner cerró el espacio entre ellos, sentía el calor de su cuerpo contra el suyo.
Y era un cuerpo grande y cálido.

Era extraño que esa escena se desarrollara en una fiesta ruidosa, de pie uno frente al otro y sin embargo tan cerca.

- Estás siendo odioso. Tienes celos de los que me rodean y sabes cómo detesto eso.

Era lo peor que se le podía hacer a una persona que llamaba tanto la atención de los demás.

- Admito que te deseo para mí mientras más te veo cerca de otros- explicó- Sólo necesito
  que me quites esta idea de la cabeza y este impulso lo dejaré ir esta misma noche.
  He fantaseado contigo desde que hicimos ese ridículo trío.
  Quiero hacerlo contigo, sólo contigo. Hoy mismo. Ahora mismo.

- ¿Estás ebrio? ¿Tienes idea de lo loco que suenas?

Köhler se rio prácticamente en su cuello, la distancia que el alemán dejaba entre ellos era mínima.
- No podría importarme menos.

- Déjame ver si lo entiendo. Me acuesto contigo hoy, ¿me darás un poco de espacio?
  Si eso es lo que estás diciendo te debo decir que no soy tan ingenuo como para creerlo.
  Tener sexo contigo sólo va a hacer que pienses más en mí.

Aunque el inversionista sabía perfectamente que eso era cierto, odio la forma en la que ese hermoso rubio confiaba en sí mismo.
No es como si un hombre así pudiera tener problemas de autoestima.

- No te estoy pidiendo nada, Enzo. Sólo sexo.
- ¿Sólo sexo? ¿Y por qué habría de creerte?

Entonces el velo del erotismo se corrió, y quedó dureza en sus miradas.
El italiano estaba siendo frío como el hielo. Köhler entornó su mirada, sin que la intensidad en ella minimizara.

- No soy tan idiota como para pedirte algo que sé perfectamente que no quieres dar.

- Dices eso a menudo, pero no creo que entiendas lo que significa.

Pero le hablaba al aire.
Los ojos profundamente azules del alemán que se había apropiado de su mirada, de pronto lo liberaron. Algo era más poderoso para llamar su atención.
Sintió una punzada de molestia. Así que siguió su mirada y se encontró con un sujeto que conocía de la noche de navidad, el amigo de Jan.
Camil.

Que inesperado. No sólo lucía tan guapo como un modelo árabe de piel tostada, sino que además llevaba tomada de la mano a… ¿una chica?
Era… Sylvane D´Oria. Vestida con pantalones y un saco negro. Lucía casi como un niño bonito.
¿En qué momento había pasado eso?
¿Por qué estaban juntos esos dos?

- Esa es una trampa demasiado evidente de Olaf- dijo el peliplateado.
- ¿Qué has dicho?

Köhler había hablado en voz alta.

- Me hace preguntarme cuantas ganas tiene realmente de tenerte, Enzo.

El RP. no había esperado escuchar eso.
- ¿A mí? ¿Y qué tal a ti, Rein?

La charla que había tenido con Novak de camino hacia ahí le había hecho pensar en qué tanto podría estar el alemán involucrado en prácticas dudosas con Lundgren.
Ante la falta de una respuesta, avanzó con aquella idea.

- ¿Qué dices, Reiner? Ahora que está ahí D´Oria, ¿sigues queriendo llevarme a mí a la
  cama o cambiarías de amante?- le cuestionó- ¿Caerás a propósito en la que acabas de
  definir como justamente una trampa del Gran O?

El otro se volteó a verlo, había reto y molestia.
- ¿Y qué hay de ti? ¿Te follarás a ese modelo?

Él no tenía por qué saber eso.
- Preferiría follar a Key en realidad.

Traer ese nombre a la mesa era sólo por fastidiarlo, lo reconoció para sí mismo tan pronto lo había dicho en voz alta.

- Sería bueno que se lo dejaras saber a Olaf para la próxima vez- remató el peliplateado.

Los ojos verdes y brillantes del guapo rubio parecían divertidos por la mordacidad de la que hacía despliegue.
- Si, supongo.

Köhler estaba un poco sorprendido de que la lengua del italiano se hubiera vuelto tan cáustica, lo que no sabía es que había tenido años para aprender de la acidez del cierto financiero y que el alcohol lo hacía menos educado.

La piel del italiano había perdido las ligeras y adorables pecas a las que Reiner había estado acostumbrado cuando ambos vivían en la playa. De verlo vestir ropa informal todo el tiempo ahora se topaba con un sujeto sofisticado.
No sólo era eso, ya había tenido ese pensamiento la primera vez que lo había visto; Enzo Baladi había cambiado con el tiempo, aunque seguía siendo terso y agradable en su superficie, era más duro en su interior.

El tiempo no pasaba en vano.

Pero ocurrió algo inesperado, ese hermoso rubio pareció guardar sus armas.
- No quiero discutir contigo, Rein. No me gusta.
  Y no voy a acostarme con Kyan. No hoy.

Su voz parecía haberse suavizado.
Era extraña la manera en la que Baladi podía simplemente relajarse, le resultara fácil controlar sus emociones.

- ¿No hoy? ¿Qué implica esa distinción?

El RP sonrió, dirigiendo su mano hacia donde estaba su amico.
- Es sólo cuestión de que lo veas. Kyan ahora es perfecto porque tiene la guardia baja.
  ¿No te parece un hombre muy atractivo?

Lo cierto es que a Reiner así le parecía. La primera vez que lo había visto en el Zaphyr, había notado a ese hombre de cabello color caramelo y sexymente desaliñado en la barra y le había advertido a Dan que fuera tras él o él mismo lo haría antes. Le había gustado con sólo verlo.

- Si, luce bastante bien y parece tener una personalidad interesante- decía algo sarcástico.
Pero pese a sus palabras sus ojos estaban solamente en Enzo.
- Pero como has dicho tú mismo, no me interesa para esta noche.
  Ni tampoco D´Oria.

Hacía esa declaración con una expresión muy seria en el rostro.

- Te quiero a ti.
  Y quiero también que no desees a Camil por sobre mí, pero claro, eso es sólo mi ego
  hablando.

Era tan brutalmente honesto y directo.
Y en sus ojos glaciares no había atisbo de duda.

El más joven sintió que se sonrojaba, lo sabía por cómo se le calentaban las mejillas.
- Tú… tú eres un mejor trofeo que Camil- no pudo evitar soltarle al ya de por si ególatra
  inversionista, quizá no debería alimentar a ese monstruo, pero era cierto.

Por muy bello que fuera el modelo, Köhler lo superaba… en todo.
Realmente todo.
Era más poderoso, más apuesto, más incitante y mucho más divertido. Y aunque no tuviera punto de comparación, lo cierto es que Reiner, a su pesar, era un dios en la cama.

Era el partido perfecto. El hombre que se debía llevar esa noche con él.
Y lo sabía por más que quisiera engañarse.

El alemán había querido tocarlo en su auto, afuera del Swoop. La temperatura en el vehículo había subido. Baladi había sentido ese deseo con la misma fuerza que el otro.
¿Eso sería de alguna manera un sentido de la posesión?
Desear a alguien tanto hasta un punto incontrolable… incontenible.

Fabián y todos los tipos que se le habían acercado esa noche, habían resultado tan prescindibles. Había experimentado una inesperada frustración al no encontrar a nadie capaz de encender la exigente llama de su interior y ahora que estaba con él lo entendía.
Un segundo de conversación y un estúpido beso eran suficientes para hacerlo desear acabar con él esa noche. Incluso estar parados uno frente al otro.
Como algo aplastantemente definitivo.

Eso no podía ser bueno. No le gustaba tener la sensación de ser un esclavo de lo que sentía por él.
Y menos le gustaba que el alemán se sintiera con derecho a mandar sobre su persona.

Le daría una lección.

- Tu ego tiene razón, Rein, pero no vayas a creerte demasiado.
  Quiero hacerlo contigo. Ahora mismo también- dijo inesperadamente.

El alemán pareció analizar sus palabras por una segunda vez.
- ¿Quieres irte?

- Vamos por nuestras cosas. Y para que lo sepas, esta es la manera en la que se toma una
  mano.

Entrelazó los dedos de ambos son suavidad pero firmeza.
Y tal como el casto beso que se habían dado antes. Algo muy simple se volvía muy íntimo.






Continuará...

Notas finales:

*saltan chispas*


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