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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Como habrán notado algunos, he tardado más de lo esperado.

Es debido a que estuve trabajando con el "live" de Reiner, ser obsesiva y yaoista no ayuda cuando de bishies apetecibles se trata, pero es que quería tenerlo listo para éste capi, y cuando lo lean entenderán el porqué ;)

Aquí Reiner Köhler!
http://img.photobucket.com/albums/v356/malary/affair/thor2_fixFF94_zpslzowjg3c.jpg



- ¿Así que sigues viviendo en Limpertsberg?- preguntó Bence encendiendo un tabaco a
  Kyan.

Cruzaban la puerta de la bodega que albergaba la fiesta en la que se habían reencontrado después de más de dos años.
Afuera hacía un frío glaciar, el que antecede al amanecer. Ambos se ajustaron sus abrigos.

- Si, en donde siempre ¿te sorprende?

Trossen prendía un tabaco para sí mismo y tras la pausa, continuó:
- Es sólo que no va con el estilo de un Golden Boy.

Aquello tenía cierta gracia, siendo un cínico claro está.
- Lamento mucho no cumplir con el estereotipo, Ben.

Eso hizo al otro reír y con eso recordó, que a ese hombre le hacía gracia su humor.

- Pero, Key, fundamentalmente te gusta el dinero, eres un financiero- aseguraba en base a
  una suposición de hechos, como buen abogado.

- No puedo contradecirte, es el medio perfecto para mis fines. Yo buscaba libertad e
  independencia, y ahora tengo ambas. No necesito más.

Los ojos cálidos de Trossen se entornaban.
- Puedo seguir esa línea y suponer lo siguiente. Cuando te conocí hace dos años, tu
  carrera se disparaba, sólo puedo deducir por el tiempo que ha pasado, ya debes
  manejarte en un nivel muy alto- claro, deducía todo correctamente con su mente
  entrenada- ¿Cuánto ganas al año? ¿Un millón?

Novak congeló cualquier indicio en su cara que rebelara si esa cifra se aproximaba.
Porque lo cierto es que lo superaba.
Ciertamente, para su posición económica el lugar donde vivía estaba privado de los lujos que corresponderían a alguien de su posición. Tampoco poseía trajes de diseñador, ni un teléfono inteligente, ni un reloj de marca, ni siquiera tenía un automóvil.

- La respuesta deberías saberla- le dijo- no creo que ser rico sea la gran cosa. El dinero no
  significa nada si no basas tu realización en él.
  ¿Acaso un deportivo te dará felicidad? ¿Un avión?
“Un castillo” optó por no decir en voz alta.

No necesitaba lujos ni los quería, una gran parte de su sueldo iba para la Fundación y los gastos de la casa de retiro en que estaba Neru, lo cierto es que solía ser tan hermético respecto a ese aspecto de su vida que nunca le había hablado a Bence de nada de esto, aunque estúpidamente lo hubiera dicho con tanta libertad a quien no lo merecía.

- ¿Qué hay de ti, Ben?- desvió la atención de su persona.

- Bueno, no todos somos tan humildes como tú me temo- dijo con simpleza, dando otra
  calada a su cigarro.

Kyan comenzó a caminar y él lo siguió, continuando con su pensamiento.
- No eres como la demás gente que conozco, Key. Siempre… siempre me fascinaste,
  ¿lo sabías?

Nova no lo tomó en serio.
- Qué tonterías dices, ¿estás borracho?

- No. Lo digo en verdad- decía de pronto, con cierta dureza en sus rasgos- estuve muy
  enamorado de ti. Te admiré desde el día que te conocí. Aún lo hago.
  Y creo que merecías algo mejor que ese amante misterioso.
  Si alguien te ama, debería decirlo. Debería gritarlo.

Novak comenzó a toser el humo.
Mierda.
- Kyan…
Mierda.

- Espera- pidió entre tosidos- No vayas a decirme que me amas por favor.

El abogado reía, acortando distancia entre ellos.
- No, no iría tan lejos. Pero en realidad, quería preguntarte si… quieres venir a casa
  conmigo.

El castaño lo miró.
Podría verlo sonreír muy de cerca.
Siempre había sido un hombre odiosamente adorable.

- Suena como una mala idea por la hora que es- murmuró. Justo al momento de decirlo,
  supo que aquel argumento era malo y no vencería a ese abogado con él.

- Pero Kyan… a ti te encantan las malas ideas.

Eso era el pasado.
Todo aquello lo era.
Pero… de pronto volver a dos años atrás, donde no existía Rick, ni Daniel sonaba… bien.

- Quizá no soy la persona que estabas esperando, pero te aseguro que me acerco mucho-
  bromeó- sabes que nunca te haría un mal, sólo quiero recordar lo bien que se siente
  despertar junto a ti.

De pronto aquello que Bence le describía parecía demasiado bueno para rechazarlo sin siquiera considerarlo.
Trossen lo tomó de la nuca acercándolo.

El cigarro resbaló de sus dedos, la nieve sobre el cemento se encargó de apagarla.
- Ven conmigo, te lo ruego- pidió una última vez- ¿por los viejos tiempos?

 


- - - - - - - - - -

 



A una calle de distancia, otra pareja caminaba rápidamente en la noche cortada por la blancura nevada.
El sonido de ambos pasos comenzaba a sincronizarse.

El rubio iba adelante, su abrigo se ondeaba por el viento al igual que la larga y sedosa cola de caballo alta que llevaba. Era ahora él quien tenía sujeta la mano de Köhler con firmeza, pero no con la fuerza con la que el otro lo había arrancado de los labios de su amico hacía unos minutos.

- ¿A dónde vamos?- quiso saber el alemán.

- Hace unas horas me besaste en mi auto, pero no deseabas provocarme, ¿no es cierto?

Reiner miró las manos de ellos entrelazadas. Desde que habían salido de la fiesta, no había podido obviar ese extraño detalle.
Era la primera vez… que el italiano lo agarraba de la mano.
Le gustaba la sensación de calidez que ese contacto ofrecía.

Era algo estúpidamente inocente. Le encantaba. Totalmente.

- Sólo quería besarte de una forma en que jamás lo había hecho antes.

Enzo disminuyó sus pasos sin querer.  
Quizá no tenía importancia, pero esas palabras hicieron que su corazón se saltara un latido.

- ¿Nos dirigimos a tu auto, Enzo?

El joven se detuvo por completo, girando para verlo.
Se planteaba silenciosamente algo en la cabeza.

- En realidad… ahora que lo pienso mejor, creo que me interesaría ir mejor al tuyo. Si tú
  quieres, claro.
Y has de saber que no me interesa como medio de transporte.

Köhler rio ante esto.
- Me suena perfecto.

No tardaron mucho en llegar al lujoso Maserati color champaña.
El publirrelacionista observó el vehículo un par de segundos, comprendiendo que no tenía por qué sorprenderle que Köhler condujera un auto tan extraordinario como ése, italiano por supuesto.

En cuanto el dueño quitó los seguros a las puertas, los dos entraron rápidamente.
Reiner prendía la calefacción, mientras el otro se quitaba el abrigo.

- Voy a poner algo- dijo el inversionista antes de que la cabina blanca se viera inundada
  por lo sonidos de un piano, una ejecución melodiosa.

Los cristales del vehículo comenzaban a empañarse por el calor.

- Quisiera aclararte, Enzo, que si venir aquí tiene un plan además de besarme, no sé si en
  verdad me interese.

- Eso es enormemente descortés de tu parte- clamaba, retirándose la bufanda del cuello.

- Puede que tengas razón. Permíteme corregir mis modales, ¿necesitas ayuda?- preguntó
  irónicamente, notando su premura por ponerse “cómodo”.

No podía ser sólo su impresión, esas acciones tan fluidas y provocativas en el rubio las recordaba como claro indicativo de que iban a tener sexo… y pronto.
No era un pensamiento pervertido de su parte. Bueno, un poco, sí.

- Puedes empezar por bajarte los pantalones, Rein- fue la respuesta, sin ningún visto de
  estar bromeando.

- ¿Cuál es la prisa?

- Dijiste que querías acabar conmigo esta noche, te referías obviamente al sexo, ¿no?

- No, me refería a amanecer contigo.

Baladi pareció tomarlo a la ligera, mirando ahora al horizonte. Los primeros rayos del sol reputaban en sus ojos verdes, volviéndolos un par de fascinantes prismas de colores.

- Bueno, eso ya lo has logrado, al parecer. Ha sido una larga noche- susurraba
  suavemente.

El piano se volvía intenso, una trompeta se le unía. Era un sonido hipnotizante, casi como el deseo que los había llevado a ese lugar.

Enzo no tardó en continuar, puso la rodilla en la orilla del asiento del conductor, y se impulsó en ella para moverse encima de ese hombre. Pronto lo rodeó con las piernas, uniendo sus pelvis.

El hermoso rubio ya estaba duro y se empujaba contra la carne del otro, despertándola.

- Me temo que estás tardando mucho, ¿me permites?
Era una pregunta por cortesía, si cabía, porque comenzó a desabotonarle la bragueta.

- Enzo…  tu piel está sonrojada. Me encanta eso de cuando bebes.

- Sí… estoy ardiendo en llamas- le escuchó murmurar un poco más ronco de lo que era su
  voz normal- y tú también, apuesto a que has exagerado con el whisky y el vino esta
  noche, ¿no es así?
Acertado como siempre.

Las yemas de sus dedos rozaban incitantemente la fina capa de ropa interior que lo separaba de ese miembro.
Y aunque no era algo que el otro no deseara que pasara, lo detuvo.

- Espera… antes de eso.
- ¿Uh?

Lo besó, sin preguntarle su opinión, simplemente lo besó porque deseaba hacerlo y con urgencia. Aquel era un beso profundo, no como el que le hubiera dado horas antes.

Incluso pese a la nueva exigencia que encontraba en ese ósculo, el más joven disfrutó ese contacto con él, como generalmente lo hacía. Su lengua estaba caliente y había en su aliento entremezclado con su aroma masculino con un rastro dulzón del whiskey.

Por fin un verdadero beso suyo…

Sentía tanto sofoco que de pronto una ola de insatisfacción le azotó el cuerpo, bien podría quitar la calefacción.

Sonrió, comprendiendo que no era la temperatura, eran sus deseos por él.
Había soportado una velada llena de provocaciones. Siendo Reiner Köhler la más grande de ellas.

- Tenías pendiente ese beso desde hace rato, ¿no es cierto?- le dijo en cuanto pudo hablar,
  su voz iba acompañada de la agitación.

- Podrías ponerlo así- contestaba el inversionista, para después deshacer aquella cola de
  caballo.

Los cabellos de aquella melena de león cayeron caprichosos por los hombros de aquel felino hambriento, suaves como una cascada de oro. El alemán sonrió, contemplándolo maravillado.

- Ah, que hermoso eres, Enzo.
  Es casi injusto para el resto de los hombres.

- No seas tonto- sonreía radiantemente de vuelta.

Y de pronto,  quedaron en silencio, mirándose, sonriéndose.
Un segundo… que lo fue todo.
Estaban juntos, íntimamente juntos. Más allá de cualquier situación o persona.
Aquel era el lugar en que Enzo deseaba estar, no había error en eso.

- No creas… que se me olvida lo que me debes desde hace mucho también-
  rompió finalmente el silencio.

Eso hizo reír a Köhler. Era una risa franca y honda.
- Ah, caro mio, ¿será que sigues molesto porque no te dejé tocarme cuando nos
  encontramos por primera vez en Merl?

“¿Acaso son tan trasparente en este momento?” pensó el rubio.
- ¿Podrías reclinarte?- pidió en cambio.

El asiento eléctrico se fue hacia atrás lentamente hasta ponerse en lo más vertical.
Eso le dio la oportunidad de ver bajar poco a poco el torso trabajado del alemán, los músculos duros de sus abdominales perfectos.
Vaya… que buena vista era la que le procuraba Köhler en ese momento.

- Sólo digo que no es amable dejar de lado los deseos de tu amante- le explicó- en ese
  entonces, como en éstos momentos, deseaba tenerte en mis manos, justo así- concluyó,
  metiéndolas en sus pantalones.

Adentro, estaba toda su dureza y lo hirviente de su piel.
Reconoció la larga forma, recobrando su imagen mental que tenía de ella.
El glorioso miembro de Reiner en sus manos, hinchado y duro.

El rubio jadeó, sonriendo excitado

- Me has despeinado antes de tiempo, Rein, ¿sujetarías mi cabello, por favor?

El alemán comprendió en seguida sus palabras.
- Enzo… ni siquiera tienes que pedirlo.
Le recogió con sus grandes manos todas las hebras color del sol.

Köhler comprendió que sería incapaz de negarle algo esta vez. Si él quería manosearlo, se lo iba a permitir completamente.

Lo vio bajar a su entrepierna y recibió otro tipo diferente de beso, un sutil roce con la suavidad de sus cálidos labios, que chuparon con tersura poco a poco su punta.
Le siguió un ligero lengüetazo, que humedeció con tibieza todo el largo de aquella piel. Lucía como un felino lujurioso saboreando su presa, que no pudo evitar gemir por tenerlo así.
Era fascinante ver a alguien tan bello hacer eso, hacerle sentir eso…

- Oh, olvidaba lo bueno que eres… en esto…

- No necesitas halagarme- se limpió la saliva con un lengüetazo- Y, Rein, espero no te
  ofendas, pero ya has hablado demasiado esta noche.

Eso tenía algo de cierto. Pero lo que hizo en seguida, de cualquier forma le imposibilitaba de seguir verbalizando.
Baladi lo introducía por completo en su boca, pausada y profundamente, muy poco a poco hasta lograr tenerlo por completo dentro.

Cielos…
No pudo evitar sacar un gemido ronco.

- Ahhh… Enzo…
Entrecerró sus ojos azules, sintiendo como lo sacaba del paraíso que era su preciosa boca.

La mano derecha de Baladi le tomó con firmeza de la base y lo apretó todo el camino de regreso, resbalaba por su boca a la perfección, con precisión y elegancia, como si ese movimiento fuera lo más natural del mundo.

Köhler movía ligeramente los dedos de la mano, sintiendo el cabello dorado de ese hermoso hombre en ellos, tan tersos como hilos de seda.

El italiano succionaba su centro de placer, llamando a todo el goce que era capaz de tener en el cuerpo a ese lugar. Eso le hizo derrumbarse en el asiento, sólo preocupándose de mantener en alto aquella abundante melena.

Él… era demasiado bueno en eso. ¡Más que ninguna otra vez que recordara!

La humedad se hacía intolerable, sentía como el sudor le pegaba la camisa desabrochada al pecho, y la tela al perder sus propiedades, se volvía una segunda capa de piel para sus músculos.

El sonido impúdico de Enzo haciéndole sexo oral se entremezclaba con un jazz delicioso sonando en el estéreo.

Ah… si… todo era tan perfecto…

Mientras le daba placer, Baladi lo miraba por fracciones de segundos con ese par de esmeraldas brillantes ante la luz del amanecer.






Tener a Reiner Köhler, pulsante y grande en su boca, tumbado boca arriba en ese auto con su rostro transformado por el placer y su cuello tenso era lo más ardiente que había.

¡Que condenadamente sexy era ese arrogante alemán!

Podía escuchar cómo le había agitado la respiración y ahora jalaba aire con exigencia.

Se dijo que le haría más que eso. Quería hacerlo venirse y sentir su calor estallando, saborear una vez más aquella esencia lúbrica, escucharlo tener un orgasmo, sentirlo retorcerse. Ese narcisista, poderoso e irresistible sujeto quebrado por el placer.
Ahí y ahora, como había dicho.

Adueñarse de su masculinidad estaba excitándolo más de lo que podía admitir…

- Estás acelerando… demasiado- avisó con cierta dificultad su amante.

- Mm… ¿quieres que lo haga más lento?- preguntó parando un momento- ¿No te das
  cuenta que igual te correrás en poco tiempo, Rein?

Lo metió en su boca de vuelta, apretándolo con los labios más que antes.
Eso le arrancó un jadeo descompuesto que era música para sus oídos, incluso encima de la verdadera música.
 
Le gustaba tenerlo. Le gustaba tanto ese hombre…






Enzo estaba siendo deliberadamente intenso. Su cuerpo sentía las embestidas de placer que le otorgaba, haciéndole estremecer sin remedio.

Pocas personas sabían hacer eso de la forma en la que Baladi lo hacía. Y muchas menos podían hacerlo, luciendo así.
Pero para Köhler, aquello por increíble que fuera, no era ni un atisbo de todo lo que realmente quería de él, de Enzo Baladi, quería su ser entero.

Apretó el agarre que tenía en su cabello, para frenarlo lentamente.
Le alzó el rostro, ese guapísimo rubio estaba sonrojado y sometido al agarre de su pelo, sus labios rosados se habían hinchado por la saliva. Lucía sublime, ¡exquisito! Y sin embargo pudo ver como la duda se mezclaba con la molestia en esas facciones.

- ¿Qué pasa?
- Ven.

Lo hizo levantarse de encima de él, el torso de Reiner se enderezó.
Estaban cara a cara ahora.

- Enzo, tu boca no me es suficiente, por más deliciosa que sea.

- ¿Perdón?
  Estás siendo deliberadamente grosero esta noche- le dijo el otro, muy serio.

- Tu boca no me es suficiente de ti, porque lo quiero todo, porque es un lujo estar con
  alguien como tú y creo que cualquier persona con una cabeza en los hombros querría
  disfrutar al máximo de tu persona.

  Quiero ver tu cara sonrojada y sumida en el goce. Quiero ver tu cuerpo subiendo y
  bajando por el mío, quiero oler tu aroma a sexo.

La mirada del otro se sorprendió un poco.






¿Era extraño que ambos estuvieran pensando lo mismo?

Y era en ese entonces que recordaba el otro lado de la intensidad del alemán, ese lado que hacía de Köhler un hombre fascinante y apasionado.

No pudo sino provocarlo. Era irresistible.
- Ya te lo he dicho, todo eso ya es un hecho, como tu amanecer.

- ¿Entonces por qué tienes tanta prisa?

Aquella pregunta resultó por demás molesta.
- He venido a tu auto para coger contigo. ¿Qué no te es suficiente el tenerme?

De otro lado, la mirada glaciar de Köhler parecía reflejar la respuesta que no decía. Y no parecía feliz.

Enzo suspiró, frustrado.
- He venido a este auto…- comenzó a replantear lo que acababa de decir. Por lo menos a
  él sí le importaba expresarse correctamente- para que me tomes.
Si fuera una persona tímida, hubiera resultado un poco vergonzoso, pero no era el caso en realidad.
- Así que… así que hazlo. Tómame ahora, de la manera en la que quieras; posesiva y
  egoístamente, si gustas. En este momento, nada me importa más que lo que ocurre aquí.
  Lo digo en verdad, Rein.

El alemán tuvo que reconocer algo. El italiano no endulzaba sus palabras, con él no hacía falta. Cuando se entregaba, lo hacía por completo. Era por eso que dejarlo ir después era tan decepcionante.

- Te prometo que tu amanecer me incluye completamente. Todo mi ser es tuyo,  el tiempo
  que éste sexo dure.

Esa era la otra verdad.
Que aquella posesión era completamente temporal.
Bien. Köhler le tomaría la palabra. Poseería su físico si era lo que le ofrecía.

Lo tomó de la cadera para anclarlo, mientras se deslizaba dentro de él.
Aquellos ojos esmeraldas se cerraban y su boca ahogó un gemido. Lo vio sujetarse de la orilla del asiento.
Y llegó al fondo de su cuerpo…

- Ahh… la tienes tan grande- le oyó murmurar- espera…
- Claro. ¿Estás bien?
- Si… un segundo, solamente déjame acostumbrarme.

El rubor le incendiaba las mejillas de nuevo.
- Me gusta... sentirte así- musitaba apenas, cerrando los ojos.
  Sigue, sigue ahora.

Aún con su cadera entre las manos, continuó el movimiento lentamente, pero la cadencia de aquel vaivén no tardó en aumentar, transformando aquel auto en un mundo apartado de todo.

- Ahhhh- le escuchó gemir a esa bomba rubia, ante el nuevo potente ritmo- ¡ahhh!

Su interior era tocado una y otra vez por aquel miembro, disparando todo el placer que su cuerpo era capaz de sentir, en pocos segundos perdía por completo el control de la situación, dándole paso a la parte más primitiva de su ser… aquella que involucraba el buen sexo con un dotado amante.

Lo apretó con sus piernas, en un movimiento instintivo por acercarlo más, su respiración se había transformado en jadeos, uno tras el otro.

Pudo escuchar la voz de Reiner volverse más y más ronca, su cuerpo más y más tenso, más y más húmedo.
Oh dios… ¡estaba enloqueciéndolo!

Constaba trabajo… concentrarse en no perder la postura sobre él, tuvo que hacer uso de toda su experiencia para mantener el dominio de su cuerpo recorrido por escalofríos de placer.

Reiner con su mano libre lo había acercado por la nuca, enfrentando sus rostros, besándolo caprichosamente a momentos, complicando más las cosas.
¿Cómo podía hacer algo más salvo sino ser el receptáculo de todo ese intenso goce?

Le dejó hacer, le dejó que marcara el ritmo, que lo besara con pasión,  lo dejó dominarlo todo… porque él era incapaz de cualquier cosa. Porque aunque quisiera negarlo, le gustaba aquella determinación, aquella seguridad, aquel control.

En momentos como ése, es que todas las complicaciones entre ellos dejaban de tener sentido, se atraían tanto… que era ilógico no estar juntos, no gozar así juntos…

La tenía tan gigantesca, dura y magnífica… y sabía cómo usarla a la perfección.
¡Era tan erótico!

Estaba… estaba llegando, no podía frenarlo más…

¡Iba a venirse!

Los gemidos de Baladi se rompieron en su garganta, sus labios entreabiertos se abrieron aún más, presos de la lujuria y de un placer absolutamente insoportable de mantenerlo en sí, desbordante y definitivo. Todo su cuerpo se tensaba sobre el de Reiner, y cuando cruzaron aquel desquiciante límite lo sintió correrse con él, alcanzando juntos aquella cúspide primitiva y a la vez sublime, envolviendo aquella cabina en jadeos casi agónicos.

Era… demasiado bueno… ¡demasiado bueno!

- ¡Ah! ¡Ahhhh!- su voz temblaba sin poderla silenciar- ¡¡Rein!!

Él lo sujetaba, sacando un gruñido a la vez que enterraba sus dedos en él, para después dejar salir todo su calor dentro de su cuerpo junto con un gemido ronco y potente.

Sólo cuando Baladi finalmente lo soltó, se dio cuenta con la fuerza con la que le había sujetado del cabello.

Recuperarse después de un orgasmo así iba a tomarles varios minutos.

Enzo de dejó derrumbar sobre el asiento que les había servido de cama, estaba absolutamente agotado, cerró sus ojos sintiendo como los brazos del alemán se estrechaban sobre él.

El sexo con Reiner era demasiado abrumador. Siempre lo había sido.

Su cuerpo aún era presa del placer y se quedó varios segundos en ese sitio cómodo de su abrazo. Envuelto en él, todavía teniéndolo dentro incluso.

De pronto notó que la música seguía envolviéndolos, era otra pieza diferente mucho más suave y lenta, ahora que habían terminado es que volvía a existir en sus oídos.
Tuvo que tomarse un momento para poder volver a pensar siquiera.

- Olvidé… que eres… de los que abrazan.

Lo oyó reír ásperamente.
- Bueno, me gusta tener a la gente con la que la he pasado bien cerca de mí… lo más
  cerca de mí posible. Es sólo natural… dado que estuve en sus cuerpos- luego lo miró a
  él- en tu cuerpo.

Enzo estaba demasiado drogado por aquel clímax para dar una contestación elaborada.
- Sigues… en mi cuerpo, sigues dentro de mí, Rein- le dijo en cambio, permitiendo
  que el calor de ese contacto lo adormeciera un poco.

“Sigues dentro de mí” había dicho sin pensarlo.

- Perdón si te jalé el pelo- continuaba, llevando sus palabras a otro sitio.
- No importa- ronroneó el otro- en verdad eso era lo último en lo que estaba pensando.

Baladi no esperaba que estar sentado sobre él en el asiento del piloto de su auto le resultara tan confortable. Pero siempre había resultado fácil dormir en sus brazos.

En realidad no estaba acostumbrado a que sus amantes pasaran la noche con él, disfrutaba demasiado la personal comodidad de dormir solo en su cama, a sus anchas en su confortable individualismo. Pero aquellas noches de altamar había encontrado que Rein era la persona perfecta para acompañar su sueño. Su cuerpo grande de alguna manera no estorbaba, era fácil tenerlo a su lado. No se movía mucho, nunca roncaba, no acaparaba las cobijas y en alguna parte de la noche sus cuerpos siempre quedaban entrelazados.

Su cuerpo emitía un calor confortable… que hacía tan fácil rendirse.
“Rendirse”.
Un inesperado recuerdo fue casi perturbador en ese momento y se obligó a salir de él lo antes posible.

¿Cuál era la prisa por hacer que eso pasara? Le había preguntado su amante.
Ahora que ya habían terminado es que podía decirlo.

Se dio un par de segundos más para disfrutar ese momento, dado que iba a quebrar toda magia en el siguiente instante.
Después, tomó una bocanada fuerte de aire con la que se libró del abrazo y comenzó a vestirse.

Reiner, semidesnudo, lo observó sin comprender.

- Así que era cierto que ansiabas terminar esto.

No había tardado mucho en deducirlo.
Bien, no tendría que explicarle mucho entonces.

La apariencia de Rein después del sexo era si acaso era posible, aún más sensual, su cabello plateado estaba hecho un desastre, su atlética anatomía estaba cubierta de sudor que marcaba aún más sus formas, sus pupilas negras ganando espacio al azul de su mirada y había un sonrojo en su cara y su pecho duro.
Lucía espléndido y lo odió por eso.

No había esperado lamentar lo que iba a hacer a continuación.

- Cumpliste tu cometido, Köhler, acabar la noche conmigo.
  ¿De verdad hay algo que vayas a reclamarme?

Ahora se metía la camisa en los pantalones que acababa de subirse.

- ¿Hay algo que se me esté escapando? ¿Tienes que estar en algún lado a esta hora, Enzo?

- Dijiste que tu posesividad respecto a quererme para ti esta noche, terminaba esta noche.
  Pues mira sobre tus hombros y observa, ya es primero de enero.
  Feliz año nuevo, caro- susurró besando sus labios, sin profundizar.
Tal como aquel beso que tanto lo había frustrado al inicio de la velada, suave como la venganza.

En seguida, se puso el saco gris que lo había acompañado toda la noche y después la bufanda.

El inversionista comenzaba a ponerse de mal humor.
- Perdóname que no me vista tan deprisa como tú- apuntó con total ironía, a la cual
  correspondería.

- No te preocupes en absoluto, no voy a causarte más molestias. Gracias por la
  hospitalidad de tu auto.

Y dicho eso, abrió la portezuela para salir, montando su abrigo sobre sus hombros.

Sin embargo se topó con la resistencia del otro, quien estiró su largo brazo para volver a cerrar.
- Vas por el otro modelo, ¿no es cierto?

Él lo sabía. Sabía que iba a buscar a Camil.
Y no podía pensar en otro escenario en que eso no le molestara. En el pasado, se habría puesto furioso.

- Este asunto apesta a Olaf Lundgren y deberías saberlo.
  Dijiste que ese hombre era peligroso y que me alejara de él, ¿de pronto se te ha olvidado
  todo lo que implica que te vayas con su nueva adquisición?

Pero Baladi no iba a retroceder en absoluto.
- Te agradezco la preocupación, pero en realidad puedo cuidarme solo.

Le quitó la mano de la manija, su rostro relajado no reflejaba lo irritado que Reiner lo estaba poniendo.
Y finalmente consiguió escapar del vehículo.

- Yo no te mentí, Enzo- decía el otro a sus espaldas, haciéndole detener sus pasos.
  Te dije que D´Oria no me interesaba sino tú.
  No me acostaré con Sylvane para que tú sientas que esto es parejo. Yo no estoy jugando.

- Eres injusto conmigo- volteó, sus mejillas aún estaban encendidas por el placer y su
  largo cabello estaba revuelto- yo no te he mentido. Y nunca te hice una promesa que
  haya roto.

Podía ver ahora en la expresión del alemán que finalmente ocurría, estaba furioso.
- No, y eso es porque tú nunca harías esa promesa.

No quiso repelar a eso, en verdad no quería pelear.
Prefirió marcharse.

Una parte de sí le decía que aquella era una buena lección para el posesivo Köhler, que de pronto creía que tenía algún derecho sobre él. Y otra parte… se arrepentía de hacerle eso.

No comprendía hasta qué punto Reiner realmente se había encaprichado con él, pero si en verdad estaba poniendo sus sentimientos sobre la mesa, esa acción sin duda iba a lastimarlo, en algún nivel lo haría.

Se metió el cabello atrás de las orejas, se acomodó la ropa.

Una voz en su interior le decía que parara, eso comenzó a causarle una ansiedad inmediata y sus pasos, como si su cuerpo hubiera decidido contradecirlo, comenzaron a hacerse inseguros.

Quizá… estaba cometiendo un error y aún podía corregirlo.
Pero tenía que alejarse de él así que se forzó a caminar más de prisa.

Fuera del Maserati… hacía más frío del que recordaba.
Y el aire helado le perforaba los pulmones aún jadeantes.





Continuará...



Notas finales:

No se olviden de comentar por favor, lemon y live significa que le estoy echando ganas, no? XD

 


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