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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Actualizando tarde, lo sé.
Mi vida se está volviendo un absoluto desastre y donde Affair es mi paraíso personal.

 

“Los D´Oria son una familia perfecta, impoluta. Muy de derecha, muy reconocida, muy admirada. O lo eran, hasta que aparecí yo.

Ricard de entre todas las personas con las que comparto apellido, es el único al que siento que puedo realmente llamar mi familia. Cuando me mudé a Londres, sabía que iba a extrañarlo horrores.

Él me contó que te conoció la noche en que me fui, decía que esa era la forma en que el universo no le dejaba solo.

Nos escribíamos con frecuencia, quizá eso lo sepas, él me hablaba de ti, de ustedes. A través de sus cartas supe de su amor.

El que ustedes se separaran… fue algo terrible.

Sé del mal que han hecho los D´Oria en tu contra, y no busco justificarlos, pero para ellos ese comportamiento es sólo lo que les parece correcto. Auténticamente creen que la razón y la moral están de su lado. No querían un escándalo más. No es verdadera maldad, tienes que creerlo, te lo digo yo.

Sus padres lo aman, tanto como yo lo hago. Sé que lo echan de menos y saben que se han equivocado. Están sufriendo su parte pero creo que eso no es suficiente, tú mereces una disculpa. Y como sé que ellos no te la darán, siento que debo ser yo quien lo haga, porque eso es lo que la razón y la moral realmente dictan.

Me avergüenzo de que ellos te hayan tratado de esa forma, que lo hayan tratado de esa forma a él”.



Eran las palabras más inesperadas que hubiera esperado leer.
Alzó la vista, pero sólo pudo ver a Sylvane escribiendo más en su cuaderno.

Kyan sostenía en su mano una hoja de aquella libreta, ella la había arrancado para dársela mientras continuaba escribiendo frases. No se detuvo para hacer contacto visual, parecía mover su mano sobre el papel a gran velocidad como si escribir se volviera catártico.

Era extraño como la primera impresión que había tenido de ella era la de una distante y hermosa perfección, una D´Oria en su máxima expresión, pero ahora frente a él escribía con arrojo haciéndole sentir que comenzaba a ver a través de sus capas.
¿Tenía sentido? No es como si realmente conociera a la hermana de Ricard.



“Rick y yo siempre fuimos muy unidos. Él me amaba y me aceptaba tal y como era, como soy en realidad, me animó a ser mi misma cuando nadie lo hizo. Nunca dijo una sola frase que me hiriera.

Cuando nuestra correspondencia comenzó fue que empecé a tomar gusto por escribir y la caligrafía.

Él me contaba de su relación, de lo auténticamente feliz que era contigo y como le asustaba perder esa dicha. En verdad tenía miedo de que cada paso fuera el final de esa plenitud.

Me contaba de sus miedos, a perder su lugar en su sociedad y su familia, de no poder ser suficientemente hombre para ti, para sí mismo. Porque él es el primogénito, con todo el peso que implica eso. Yo no soy nada entre ellos, él es el heredero de su legado; de los viñedos, de su reputación, de su estrato social. Exitoso en todos los sentidos, como deben  y han sido los D´Oria desde sus antepasados.

Y sé que sobre todas las cosas… tenía miedo de decepcionarte, de que lo dejaras. Y eso lo volvía absolutamente negativo.

En la última carta que me escribió me contó que deseaba casarse contigo, que al hacerlo, dejaría claro su deseo de estar a tu lado”.



Kyan quiso romper esa página en pedazos.
Su reacción fue tan intensa que hizo que quien escribía alzara la mirada.
No sería difícil adivinar en que parte del relato iba.

Sylvane buscó entre las hojas del cuaderno, de donde extrajo un pedazo de papel que le extendió decididamente.

Pero el hombre pareció palidecer, su semblante se descomponía.

- ¿Esa es la carta en que te dice que quiere casarme conmigo y no lo hizo?- preguntaba.

Asintió con firmeza.

Novak no sabía si realmente quería mirar aquello.
Al final, aquella hoja quedó en la mesa, dejándole la opción de verlo cuando quisiera.

Pero Kyan no supo si seguir leyendo en absoluto.
Sentía su cuerpo invadido por un sentimiento que aún no lograba entender.
Podía volverse algo intenso y horrible, todo dependía de cómo reaccionara en ese momento. Quería odiar tanto a Rick en ese instante.

Ellos… habían podido estar juntos, vivir juntos, existir juntos, crear un hogar.

Jamás había deseado tener algo así con alguien, él provenía de unos padres que lo habían abandonado, ¿qué podía saber de vínculos como ese?

Y sin embargo se había visto a sí mismo en un futuro, teniendo una vida con Ricard, una cena cotidiana caliente en la mesa y sentada ahí también… la pequeña Mila.

Y uno de esos tantos fines de semana que hacían juntos fuera de la ciudad, debido a que no se arriesgaban a ser vistos por nadie conocido, fue que, debajo de las sábanas de su habitación de hotel en turno y pese a debatirse tanto por no hacerlo, Kyan había acabado por compartir con él la fantasía de adoptar algún día a esa chiquilla de cabello ébano y sonrisa pícara.

Era una etapa en que ambos estaban tan enamorados que Rick contestó sin un atisbo de duda que aquella era una idea grandiosa, para después acércalo a su cuerpo y abrazarlo y besar su nuca. Le había susurrado contra su cuello, en aquel lecho, que tendrían a esa niña, que tendrían un gran Danés, que tendrían una casa color blanca.

Esa tarde hicieron el amor hasta cansarse y cuando despertaron siguieron amándose.

Kyan no había creído que Rick lo hubiera interpretado  más que como una fantasía, pero supo que no lo había tomado a la ligera cuando el italiano encontró la casa blanca.

Compartían ese deseo. Era algo real, sus sueños eran algo real.

Era de esperarse bajo cualquier otra circunstancia que comprar bienes raíces con alguien que no admitía públicamente esa relación, no pareciera una buena idea. Pese a que Novak lo deseaba de verdad, intentó disuadirlo. No quería que se arrepintiera.

Pero cada día, cada beso, cada segundo que retozaban después de hacer el amor, Ricard le pedía que vivieran juntos. Pero eso significaba dejar de esconder el hecho de que tenían una relación, y que aquella era una presión que su pareja tendría problemas para soportar.

Ambos lo sabían.

Key había querido saber si algún día existía un futuro, esa era su respuesta.
Pero… no le creía. Se decía a sí mismo que estaban bien como estaban y al mismo tiempo deseaba poder no tener que esconderse, se lo decía a sí mismo aunque en realidad no quería hacerlo.

Más negarse la octava vez que se lo propuso, mientras era amado por él y de sus besos escapaban susurros en que le decía cuanto lo amaba, fue la más difícil.

Aquella casa se había vuelto la manifestación física de aquel afecto, no era de sorprenderse que ahora estuviera abandonada.

Y ahora, frente a él, estaba la hoja en la que Ricard decía que había querido hacer más que comprar una casa, había querido casarse con él.

Sintió como si el suelo desapareciera.
Un hondo dolor lo cubrió.

Ricard… era como un fantasma que no dejaba de asecharlo.

La chica extendió su mano para darle otra nueva hoja. Ante su turbación, ella insistió.
“También quiero que sepas que lo he encontrado. Él quería alejarse de verdad, pero no ha podido hacerlo. Está en la ciudad, en realidad nunca se fue”.

¿Qué?
No… no podía ser verdad.
¿Estaba leyendo bien?

¿Rick había estado ahí todo ese tiempo? ¿Había ido alguna vez a su departamento o estado cerca?

“Quiere verte. No se irá de aquí, esperará hasta el momento en que tú quieras encontrarte con él”.

¿Para qué quiere verme? Se cuestionó mentalmente.

“Yo le he dicho que sería su voz, que te llevaría con él. Perdóname si lo he prometido, pero en verdad el estado en que Ricard se encuentra no es bueno. Necesitaba que saliera del desastre que es”:

Que es.
Él estaba mal, también había estado mal.

Kyan había caído en una profunda depresión debido a su partida, en verdad no se esperaba que Ricard estuviera en el mismo estado, que siguiera en él.

¿Debía preocuparse?
¡Sonaba tan injusto tener que hacerlo!

“Quiere verte por última vez, y después promete que no volverás a verlo si es lo que deseas. Yo creo que quiere pedirte perdón, sólo eso. Tener un cierre.
Entiendo si no quisieras encontrarlo, es por eso que te imploro con todo mi corazón que aceptes, él necesita esto y sé que tú también. Aunque sea solamente para decirle adiós”.

Kyan suspiró, alejando el papel una vez más.

No sabía que pensar.
Esta vez no tenía idea.

¿Estaba Rick arrepentido de la decisión que había tomado? ¿Quería escucharlo?
¿Haría esa alguna diferencia? ¿Él aún… aún lo amaba?

Y entonces Kyan se preguntó lo mismo.
¿Aún amaba a Ricard? ¿Volvería con él si se lo pidiera? ¿Enfrentaría a su familia?

Ya había estado en esa situación una vez, no sabía si soportaría estarlo de nuevo a cambio de nada.

Eso era el punto de quiebre que Baladi había previsto. Del que le había advertido.

Dejó el papel en el sillón en que estaban sentados.
Se tomó un momento para pensar, para no sentir que colapsaba.
Sylvane se dio cuenta y dejó de escribir, ahora con su atención puesta en él.




De pronto la imagen que contempló de Kyan era una diferente a la que jamás había visto.
Estaba tan sumido en sus pensamientos, que lucía lejano de ese mundo.
Sus ojos color cafés con verde, estaban cubiertos de introspección, de ausencia.

Y fuera como estaba de sí, es que tenía la guardia inesperadamente baja y Sylvane pudo observarlo un poco más de lo que solía hacerlo.

Sus rasgos eran tan suaves y hermosos, delicadamente masculinos, sus facciones perfiladas, su cabello brillante del color del trigo, la casual y casi desdeñosa apariencia de alguien demasiado bello para preocuparse por su exterior.

Era hermoso, tal como lo recordaba en esa foto.

Su corazón dio un salto en su pecho, con la emoción de encontrarse por primera vez con el hombre que había conocido como Kyan, una imagen plasmada también en las
cartas de Rick. Ese del cual… se había enamorado.

Key Novak.




No, Sylvane. No voy a reunirme con Ricard.
No tengo nada que decirle y nada de lo que él diga cambiará las cosas.
Creo que estar separados es lo más lógico después de todo lo que ha pasado.
Él merece ser feliz y yo también, y es obvio que eso no pasará estando juntos.
La magia que había entre él y yo… se rompió. Él la destruyó.
Ya no puedo amarlo.


Había deseado decir todo eso.
Había querido que fuera cierto.
Pero en la realidad simplemente había callado. Seguía callando.

- Duele saber que está cerca- dijo al fin- más de lo que había esperado.

Sólo decía la más absoluta verdad.
Pero sus dientes estaban rechinando y al darse cuenta, supo que tenía que terminar con todo eso.

Necesitaba que Ricard se alejara para siempre de él. Ya no iba a huir de esa situación, lo enfrentaría como se merecía.
Iba a hacer algo positivo por su vida y cerrar esa puerta de una vez por todas.

- Está bien, tú ganas, lo haré. Me reuniré con tu hermano.
  Y después, él no puede volver a buscarme.
  Ya tuve suficiente de todo eso.
  Ha sido mucha información en poco tiempo, ¿lo entiendes, no es cierto?

D´Oria garabateo y le mostró:
“¿Esa es tu respuesta?”.

- Si, dile que esa es mi respuesta.

Kyan no había esperado sentirse tan inesperadamente liberado.
Fue una sensación que inundaba su pecho. Aunque sabía que duraría poco.
La ansiedad que le daría el volver a ver a ese hombre que tanto había amado, terminaría por torturarlo anticipadamente.

- Pero tendrá que ser cuando vuelva de viaje. Tomaré vacaciones en unos días.

D´Oria dejó por fin el cuaderno en la mesa.
Estaba sonriendo muy ligeramente.

- Y tú tampoco deberás seguir buscándome, pequeña.
Se lo había prometido a Enzo y lo cumpliría.
- Ese debe ser el fin de la historia.
  Me contactaré contigo cuando regrese.
  ¿Está bien?

Sylvane lo tomó la mano muy suavemente, asintiendo. Por muy positiva que fuera su respuesta y el hecho de que finalmente accedía a verse con su hermano, era imposible no sentir tristeza de saber que él no deseaba mantener ningún tipo de comunicación con ella.

Todo había sido por Ricard, esa era la promesa que se había hecho a sí misma.
Entonces, ¿por qué dolía tanto ese rechazo?




Él la observaba así como estaba, aún herida.
No sabía lo que había causado que tuviera esas vendas apretadas en ella, pero supo que eran a causa del dolor. Novak podía comprenderlo. ¿No sus propias manos estaban vendadas también?

- Y tampoco puedes volver a acercarte a Enzo. Lo conozco suficiente para saber que
  jamás haría algo como agredir físicamente a una persona y mucho menos a una chica,
  sino creyera que existe un motivo válido. Así que no vuelvas a darle una razón o tendrás  
  que responder por ello ante mí.

Su voz, que hasta ese momento había sido gentil, se endurecía, al igual que sus ojos color miel.

 

 

 

Ella asintió, ¿qué más podía hacer?
Prometería lo que fuera con tal de quedarse a su lado un rato más.
Por el momento, se conformaría con lo que fuera que ese hombre le ofreciera.
Por el momento.

Se forzó a sonreír.
Y no soltó esa mano.





Continuará...

 


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