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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

No cabe dentro de mi la felicidad! Muchísimas gracias por todos los comentarios bueno y malos los amé todos y no sólo me dan inspiración y ánimos para seguir escribiendo, sino que me ayudan a mejorar cada día!
Si pudiera abrazarlos en vivo, no duden que lo haría hasta quebrarles los huesos <3

Bueno *se pone seria* es hora de volver a la obscuridad de cierto drama... capi largo como se merecen!
Y bueno, supongo que muchos odiarán este capítulo, sólo diré que no me arrepiendo (aún).

 

Su teléfono sonaba… y sonaba… en un tono electrónico que siempre había detestado.

Estaba tendido en la arena, de no haber estado bebiendo percibiría el frío de aquella madrugada a la intemperie con viento salado.
Llevaba ahí largo rato y miraba las estrellas, sin prestarle atención a nada más. Estaba muy borracho por supuesto.

La mano que no sostenía aquella botella de champaña, trató de contestar, pero no dio con el botón adecuado en seguida.
Que mierda…

- Kyan, te estoy buscando por todo el hotel y no te encuentro, ¿te fuiste a tu habitación?

Baladi sonaba injustamente molesto.
Sólo eso le faltaba a aquella noche, más recriminaciones.

- ¿No supones el motivo por el cual me he ido? Me sorprende dado que debes saber
  perfectamente quienes estaban invitados a ese evento- atacó de vuelta logrando armar
  frases no sin arrastrar las palabras.

- ¿Me dirás dónde estás o vas a ser un ebrio descortés?
Novak farfulló una maldición.
- Key… ¿estás bien?

- ¡No! ¿Cómo iba a estarlo? ¡Él ha querido hablar conmigo! Me ha tomado totalmente por
  sorpresa, ¿no pudiste tener la gentileza de mencionar que él venía a la Copa? ¡Tú sabías
  cuánto lo había evitado para no tener un momento justo como el que me acaba de hacer pasar!

Supo que no había un argumento a defender cuando no lo escuchó replicar.

- Admito que debí decírtelo, pero ¿qué se supone que ocurre ahora?
  ¿Daniel viene a Catania y entonces tú huyes? Estas son tus vacaciones pagadas por
  Muggen que te ganaste por ser el ejecutivo del año.

- ¿Crees que es por eso que me han invitado a venir?- su propia voz sonó lastimera-
  Porque si me lo preguntas en este momento, te diré que me ha dado la impresión de que
  Roger Miller le estaba haciendo un favor a Lascurain al extenderme la invitación.

El castaño se sentía un jodido idiota. Y resultaba muy fácil manipularlo, al parecer, como a un jodido idiota.

- Che cosa? ¿De dónde sacas eso?

Aunque fuera una mera suposición, no podía sacárselo de la cabeza.
Roger sabía de ellos, buscaba ser perdonado al concretar ese encuentro. Desde que se había marchado del salón, no habría podido dejar de pensar en eso.

- Enzo… ¿podrías olvidarte de mí esta noche e ir a divertirte o trabajar o lo que sea que se
  supone haces aquí?

- Dime por favor dónde te encuentras.

- En mi habitación, intentando tener un poco de paz- mintió, sabiendo que esa sería la única
  manera en que su mejor amigo dejaría de perder su tiempo buscándolo.
Y ni siquiera de eso tenía certeza.

- Bien, quizá sería mejor que te durmieras, estás siendo destructivo contigo mismo.
  Hablaremos mañana de todo esto, ¿sí?
  Lamento el mal rato que seguramente te ha hecho pasar. Me resarciré contigo, lo
  prometo.

Su voz sonaba preocupada, pero más calmada… incluso dulce.
Odiaba cuando Enzo respondía a su malhumor siendo amable, porque lo desarmaba por completo.

-  Lo que digas- contestaba cortantemente- Ahora vuelve a lo tuyo. Quiero estar solo y
  parece que es un derecho que tengo que ganarme- Su voz sonaba depresiva, tuvo que
  admitir.
Y hacía el efecto contrario de calmar al italiano, quien pese a haber dado una especie de despedida, decidió que no podría dejarlo solo.

- ¿Por qué? ¿Por qué dejas que ese tipo te afecte así?- inquiría de pronto, atormentándolo
  en cambio.

Acababa de preguntarle el por qué le permitía que “ese tipo” lo afectara así y había que tener muy mala memoria para no comprender que no era la primera vez que le preguntaba exactamente eso. Ya había pronunciado palabras así antes, pero refiriéndose a Rick.
Su mejor amigo las había dicho en una época que prefería olvidar. Aquella en la que se abandonaba a sí mismo dentro de una tina durante tanto tiempo que prácticamente se había congelado en el agua álgida.

El daño que había causado en él Ricard, parecía repetirse con un apellido latino nuevamente. Porque Kyan aparentemente no aprendía su lección.

- Y pensar… que alguna vez quise que ese moreno y tú estuvieran juntos- oyó hablar en
  voz alta al rubio, como un mascullo.

Era cierto, ¿no lo primero que había escuchado decir a su amigo acerca de aquel arquitecto de LD es que le diera una oportunidad?

Ahora todo se había retorcido. Y el comportamiento que estaba teniendo respecto a haber visto a Daniel estaba siendo ridículo y lo sabía, y de paso torturaba a su amico.

Y no tardó mucho en seguir escuchando su opinión al respecto, mientras su voz se llenaba de una preocupación de hermano mayor.

- No quiero que caigas otra vez en ese sitio obscuro, Key- declaraba.
  Eres un hombre tan guapo, no es la primera vez que un tipo se obsesiona contigo, no es
  la primera vez que alguien se porta como un idiota.
  Le otorgas demasiado poder a ese imbecille sobre ti, ¿no te das cuenta de que
  tienes el control de tus decisiones? Ustedes ya no trabajan juntos, ya no tienes que
  hacerle caso a lo que diga, ¡ni siquiera tienes que responder cuando te hable!
 
 ¿Por qué te importa una mierda lo que haga o el donde esté? No es como si él fuera
  Rick- Novak sintió que un mareo amenazaba con hacerlo vomitar- No es como si lo
  amaras.


El asesor se incorporó de golpe. Sintiendo asco, aspiró con fuerza, controlando las ganas de volver, aquel mareo lo hizo sentir miserable.

Baladi no entendía una mierda, ¡como si fuera tan fácil rechazarlo!
¿Cuántas veces lo había intentado? ¿Con cuánta fuerza lo había hecho?

Esa última vez… lo había destrozado, justo lo que había buscado, ¿no era así?
Había dejado a Daniel atrás, tal como lo había planeado, con una horrible expresión en su rostro.

- No… no es como dices- habló en cuanto pudo hacerlo, sintió el calor de sus lágrimas en
  la cara. Como siempre, Enzo era la única persona con quien a veces era capaz de hablar
  tan sinceramente- no soy libre… no soy libre de que no me importe Daniel.
  No puedo, esta vez no puedo… no puedo ser indiferente al hecho de que esté en el
  mismo salón que yo, ¡que me diga que no entiende el por qué lo rechazo!
  Sé que vino a Catania para verme, sé que quiere estar conmigo, hoy pude ver en sus ojos
  que pese a las mentiras que dice… es cierto que siente algo por mí.

  Y que eso le basta para decidir engañar a su familia, ¡porque ni siquiera sabe lo
  jodidamente afortunado que es de tener una!
 
 ¿En qué papel me pone eso, amico? Me niego a ser quien destruya aquello, quien separe
  a los padres de ese niñito de rizos negros que se escondía tras su mamá… ¿no te parece
  algo muy jodido de hacer para un huérfano como lo soy yo?

- Key… basta- lo frenó el otro, robándole el siguiente enunciado.
  Estás siendo emocional, estás tomado.
  Mañana cuando tengas resaca te darás cuenta de que estás exagerando enormemente.
  Iré a buscarte ahora mismo.

No lo encontraría en su habitación de hotel, porque estaba siendo un idiota y ni siquiera estaba ahí realmente.

- No, no lo hagas peor. Tienes que ponerte a trabajar de todos modos. Si te preocupa el
  que no te siga reclamando, ya lo seguiré haciendo mañana, ¿de acuerdo?

- Key…- iba a repelar.

- No. Ya déjalo, tuve suficiente por hoy. De él, de todos. Déjame en paz.

Una pausa inesperada sonó por la línea.
Fue realmente extraño escucharlo colgarle la llamada.
De alguna forma había esperado más resistencia, quizá porque había necesitado llegar a los insultos para alejar a Lascurain.

Sus ojos nublados miraron el firmamento que se movía un poco. Para llegar ahí había deambulado lo suficiente para creer que se encontraba en una parte sin ninguna persona.

Enzo tenía razón, permitía que el guallen le afectara, pero no podía evitarlo. No podía sacarlo de su cabeza. Jamás había podido…

Ese hombre había entrado en su vida con tanto aplomo que no sabía qué hacer consigo mismo… y tener una mente alcoholizada no ayudaba nada.

Parecía buena idea hacer que lo primero del día siguiente fuera marcar a Abrianna y preguntar acerca de esa casa que le había ofrecido en las afueras de la isla.
Se empeñaría en disfrutar esos días libres y la única forma en que veía eso posible era estar lejos del Montek.

¿Qué hora era al fin y al cabo?
Miró su reloj, pero fue incapaz de leer los números.

Estaba cada vez más inutilizado.
Se preguntó si acaso podría volver por si solo a su habitación.
Movió una de sus piernas, la cual dio una patada sin sentido.

Todo daba vueltas. Una y otra vez…
Sus lágrimas eran renuentes a irse y lo hacían sentir aún más patético.

“No es como si él fuera Rick” había dicho Enzo, “No es como si lo amaras”.
Aquello le enfermaba.

Estaba borracho, tirado en la arena, incapaz de ponerse de pie y comenzaba a portarse como un demente el encontrarle gracia a su miseria.
Pero sentía ganas de reír mientras lloraba.

Todo iba a estar bien, sólo tenía que soportar aquella noche y cerraría para siempre la puerta por la que Daniel había entrado a su interior.
Enterraría su estúpido enamoramiento por él en lo más hondo de su obscuridad, hasta que ese sentimiento se endureciera y se marchitara.

Verlo ahí, desesperado por ser escuchado… había sido muy duro.
¡Y era tan estúpido como para lamentar haberlo herido con sus palabras!

Pero, ¿por qué le importaba lastimarlo cuando el moreno no había tenido remordimiento haciéndolo? Se había tragado todo su teatro de príncipe azul como un estúpido.

Cerró los ojos, se limpió la cara con la manga y se prometió que todo recobraría el sentido cuando el sol saliera.

Pudo sentir como el mareo lo arrullaba, al igual que el sonido de las olas.
Mañana… se marcharía de ahí.
Y no volvería a ver a Daniel Lascurain nunca más



- - - - -

 




Un aroma a caramelo inundaba el ambiente, era azucarado y quemado. No, se trataba de café. Que delicioso…

Abrió los ojos con lentitud, costó trabajo hilar alguna otra idea.

De principio no reconoció el lugar donde se encontraba, era una habitación de hotel, pero ésta superaba por mucho el lujo de la que brevemente había visto como la suya.

En vez de una simple ventana, había enormes ventanales que mostraban el mar y la parte de atrás del hotel, con vista a la alberca infiniti y las torres de cristal iluminando la noche.

Era el Montek. El último piso de éste.
Aún no salía el sol.
Se sintió más confundido que nunca.

Sacudió la cabeza, intentando recordar su último momento de conciencia.
Había estado en la playa y…

Entonces lo vio entrar.
Llevaba la camisa desfajada y abierta mostrando su pecho obscuro y duro, tenía la ropa toda arrugada y el pelo en rizos negros alborotados como si su noche también hubiera sido agitada. Sus ojos color metal contra su piel morena parecían ser más claros que nunca en esa penumbra.

Lucía tan odiosamente guapo aún en el desastre que era.

Con tensión instalada sobre su cuerpo le dejó en la mesa de noche una pequeña taza humeante.

- Quisiera que lo bebieras, para despabilarte- dijo con voz apagada.

- ¿Estoy en tu suite del hotel? ¿Con qué…? - tuvo que poner orden a su indignación-
  ¿Con qué derecho te atreves a tráeme aquí?

- Estabas desmayado en la playa.

Entonces Daniel lo miró y Kyan se dio cuenta de cuan fríos eran sus ojos. Y había algo más… algo horrible en ellos.

- ¡Eso es asunto mío! Y estoy seguro de que encontrarías alguna otra opción para resolver
  la situación que no terminara así, ¿no crees? Tú y yo encima de tu cama.
  ¡Cómo osas tomar esa decisión por mí!

El arquitecto apretaba la mandíbula, estaba molesto, seguía molesto.
¿Además tenía que aguantar eso?

- Me pareció que era mejor llevarte a una cama y que pasaras la noche como una persona
  normal a que pescaras una pulmonía en la madrugada tumbado en la intemperie con la
  marea subiendo y siendo un terco.

Kyan sintió mucho asco. Y comprendió que era inevitable vomitar.
Odió su estúpida obstinación de ponerse borracho esa noche que no le había traído más que problemas

Enderezó el tronco de la cama y sus piernas atinaron a bajar. No tenía equilibrio y todo le daba vueltas.

“Daniel… ¿qué tengo que hacer para que me dejes en paz?” Quiso preguntar, pero sus esfuerzos se iban en controlar sus ganas de volver el estómago.

Sería un largo camino hacia el baño, así que logró alcanzar el bote de basura de debajo del escritorio y no pudo contenerse más.
Lascurain no dejaba de verlo mientras vomitaba y la sensación de humillación le hizo sentirse horrible.

- Deja… de verme.

Éste se puso de pie y en respuesta, salió del cuarto.
Por lo menos había entendido eso.
Dejó el bote de lado, recuperando el aire.

Estaba tirado en la alfombra, como un muñeco roto. El asco que sentía se extendía hacia sí mismo.
Había vomitado frente a él y Daniel se había quedado a verlo.
Deseaba salir de ahí. Sobre todo, escuchando sus pasos de nuevo acercándose.

Ese hombre se sentaba a su lado, llevaba una toalla en la mano.
- ¿Me permites?

- No necesito tu ayuda.

Sus palabras parecieron afectarlo.
Ciertamente… esa noche el portugués parecía casi una persona diferente a la que conocía.
Lo incomodaba verlo, verlo así. Parecía de verdad herido.

- Me odias, ¿no es así? Me parece que he hecho todo mal contigo- decía.

Eso era bien cierto.

- Has sido un gran estúpido- agregó Novak sin poder no hacerlo.

Un segundo bastó para que lo sujetara del mentón y comenzara a limpiarlo.
La toalla estaba humedecida con agua tibia.

Estaba acercándolo al grado que pudo sentir el olor de su loción de cerca, ése que reconocía ya como suyo, mezclado con mucho alcohol.

No parecía ebrio, pero seguramente lo estaba. Aunque actuara con tanto autocontrol.
Lo empujó con firmeza.

- ¡Te dije que no necesitaba tu ayuda! ¡Nunca escuchas lo que digo!

Pero el arquitecto lo miró serio y luego volvió a tomarlo de la barbilla con fuerza, encontrando sus miradas.
A Novak no le gustó nada el que no le obedeciera.

- ¿Te parece que no te escucho? ¿Qué no me entero de lo que me dices?
  Te escucho, siempre te escucho… escucho cómo me rechazas y me hieres
  intencionalmente, una y otra y otra vez. ¿Y sabes lo más patético de todo? Que sin
  importar lo cruel que seas, ¡no pueda apartarme de ti!

No comprendió al principio la profundidad de aquella frase.

En un momento de debilidad, el castaño se replanteó si acaso aquel rechazo tenía fundamento, pero mató sus dudas y todo lo que pudiera sentir por él bajo la dureza que siempre le había permitido surgir de entre la mierda.

Sostuvo la mirada a ese hombre, que parecía ahora detestarlo también.

- Tus ojos… que son de un color miel tan suave y tan cálido… poseen esa expresión tan
  álgida y maligna… ¡me miran con tanto repudio!
  No puedo aceptar que me hayas alejado de la forma en que lo hiciste, ¡exijo saber qué
  está pasando!

Sintió como se sonrojaba como un estúpido y se obligó a recordar que Daniel sólo jugaba al tonto, que sólo buscaba manipularlo.

- Tú ya sabes porque, ya te lo he dicho.
  No eres quien necesito en mi vida… no eres el hombre que amo.

Quizá era una cosa horrible de decir. Sobre todo porque hacía poco había decidido dejar ir el recuerdo de Rick.
¿Aún amaba a su italiano? Probablemente sí, a medias.
Pero era mejor decir eso a volverle a repetir que no quería ser el secreto vergonzoso de nadie, si Daniel iba a ignorar el elefante en el cuarto, él también podía.

Pero aquella respuesta lo puso furioso.
- ¿Quién es, entonces?- cuestionaba el moreno- ¿¡Enzo!?

- ¿Por qué se supone que te debo alguna explicación?

- ¡Dímelo!

Estaba harto.
Quiso levantarse, pero Daniel ni siquiera le permitió tomar el impulso, sosteniéndolo de un brazo.

- ¿Has estado con otro? ¿Es eso?

Kyan sintió que su corazón se detenía, podría ver la intensidad con la que esperaba esa respuesta.
¿Cómo demonios lo suponía?
¿Eran celos? ¿Era intuición?
Y de todos modos, ¿con qué derecho preguntaba algo tan privado?

¡Ese estúpido de verdad se creía su dueño! ¡Él, que era incapaz de ser honesto le pedía que hablara con la verdad!

- Lo hiciste- comprendió el portugués ante su silencio y su conflicto- entonces es cierto,
  lo permitiste…

Sus ojos brillaron con odio, tan intensamente que de pronto Novak perdió las palabras.

Hubo un segundo aquella noche de Navidad en que había creído en Daniel, en sus palabras, en sus supuestos honestos sentimientos… era tan injusto sentir que lo había traicionado, ¡era tan injusto que lo mirara ahora mismo con sus ojos grises afectados y afligidos!

- Dejaste una huella en mi cuerpo- susurró, lleno de rencor- ¡que tuve que borrar!
  Así que dejé que otro hombre me tomara- confesó, su voz sonaba amarga.

Aquella confesión pareció lastimarlo más de lo que había esperado, más de lo que habría sentido como un acto de justicia. Lascurain nunca antes lo había mirado con desprecio. Fue inesperadamente horrible ser capaz de despertar en esa persona aquel sentimiento tan obscuro.

- Pero… han pasado apenas unos días. De verdad… de verdad no te importo nada, ¿no es
  así? No mentías…

No supo que hacer.
Le sorprendió lo vulnerable que sonaba.

Pero antes de poder decir una palabra, el moreno soltó un puñetazo al muro.
- ¡¡Maldito seas!!- le gritó.

La potencia de aquel golpe dejó todo en un repentino silencio.
Esta vez… no pudo decir nada. Jamás lo había visto actuar así.
Y al siguiente segundo, todo empeoró.

Lascurain lo levantó del suelo como si fuera lo único lógico por hacer, mientras lanzaba una sentencia completamente inverosímil.

- Entonces tendré que dejar una huella en tu cuerpo que nadie pueda borrar.

¡Nunca se había sentido tan insultado antes! ¿Acababa de amenazarlo de la manera que creía?

- ¡Ponme en el suelo! ¿Qué demonios crees que haces?

Fue lanzado a la cama como si no fuera una persona, y antes de que pudiera hacer algo, ya lo tenía encima, ¡le sujetaba las muñecas con tanta fuerza!

Su corazón comenzó a latir asustado, esta vez todo el peso del arquitecto estaba sobre el suyo y no tenía ni la fuerza ni la destreza para quitárselo de encima.

El calor de su piel se hizo insoportable, sintió su carne contra la suya, su cuello hirviendo, el inicio de su pecho, lo tensos de sus pectorales, lo caliente del centro de su cuerpo.

Su respiración se volvía profunda y afectada.
El miedo comenzó a treparle encima a Kyan.

- ¿Vas a violarme?

-  Dijiste que no querías hablar conmigo. ¡Hay cosas que no implican hablar que estoy
  muriendo por hacer contigo!

De un tirón le abría la camisa, pudo escuchar la tela rasgándose.
¡Que mierda…!
Intentó pararlo con las manos, pero estas fueron apartadas con firmeza.

Kyan miró a Daniel. De pronto no había nada de gentileza en aquella cara.
Toda la suavidad con la que el moreno era capaz de tratarlo, había desaparecido.

- ¿Vas a violarme?- le repitió con más fuerza.

Antes, esa pregunta había puesto en la mesa la gravedad de la situación, pero en esta ocasión no parecía tener el peso de antes.

- He venido para estar contigo, lo único que deseaba era amarte, pero si tú no me
  quieres… sólo nos queda esto, sexo, sexo duro e impersonal como te gusta, sin
  promesas, sin sentimientos… frío como lo eres tú.
  Y si te resistes a él… si me rechazas…. si, voy a violarte.

Su voz era ronca.
No era una broma.

La forma en que le apretaba las muñecas como si deseara exprimírselas, no eran un juego ni una farsa.

- Ah, ¿escuchaste lo que acabas de decir, Daniel? ¡¿Lo demente que suenas?!

- No voy a oírte más, ¡tus palabras son tan horrendas siempre!

Lo besó de nuevo, con rudeza. Su imposición era brusca y lúbrica, no dejaba pie a palabra alguna, le robaba todo el aire de sus pulmones, asfixiándolo con su contacto y sus dientes.
¿Cómo es lo besaba si un minuto antes había vomitado?

La respuesta quizá yacía en su erección sobre la ropa de Daniel que tocaba la suya.
Creía… estar demasiado borracho para poder excitarse así, pero él mismo ya estaba hinchado y pulsante y pronto la mano del guallen pudo constatarlo.

Kyan gimió por el contacto, su piel se volvía mil veces más sensible con su toque, los dedos de Lascurain rodearon su miembro y comenzaron a subir y bajar por él con una velocidad que no tardó en volverse un vaivén exigente.

- No. ¡No!

El placer lo azotó, haciéndolo jadear mientras su cuerpo se retorcía y buscaba liberarse.
Sentía que ardía en llamas con sólo aquella mano.

- Acabo de vomitar…
- No me importa.
- Daniel… no estoy jugando, no te perdonaré si sigues… ¡es en serio!

- ¡No me importa!- repitió- la verdad Kyan, es que ya no me importa nada.
  Te necesito tanto que no puedo controlarme, así ha sido desde la primera vez que te
  conocí, eres como una droga que me ha enganchado y que me hace mal, mucho mal.

No tenía sentido nada de eso, Daniel Lascurain era un estúpido borracho, ¿de dónde se sacaba tanta mierda?

No pudo comprender todas aquellas palabras, pero supo que debía tener miedo.

La mano del portugués dejó de asirlo y por un segundo su cadera la buscó ansiosamente y sin su control, luego sintió como los pantalones bajaban hasta sus rodillas.

- ¡No!- repetía- ¡No sigas!

Comenzó a dar patadas para alejarlo, pero en este punto era casi dolorosa la fuerza con la que el otro lo sujetaba contra el colchón.

- No quiero… no quiero esto. ¡¡Para!!

Su voz ya no ordenaba, se lo pedía.
Estaba temblando, de miedo, de furia y de placer, todo al mismo tiempo.
¡Quería salir corriendo de ahí!

Entonces sintió como lo tomaba de ambos tobillos, con una inesperada firmeza, elevándole las piernas por encima de la cabeza.

- Estás empapado, Key, tu piel húmeda tiembla cuando la toco…
  Y estas totalmente duro, por si no te has dado cuenta.
  Necesito tocarte más profundamente y tú cuerpo ansía que así sea.
  ¿Cómo es que te debo creer que no quieres esto?

No.
Daniel forzaba su entrada a su interior.

- ¡No!- gritó furioso- ¡No lo hagas!

Pero no se detuvo.
Esta vez… no iba a poder frenarlo.

- ¡No hagas esto! ¡¡Daniel!! ¡Para!

 

Continuará (pronto, lo prometo!)...

 

Notas finales:

Ya sé lo he cortado, lo cierto es que éste capi originalmente eran dos y los he juntado, para que la espera sea menos corta, aunque no lo parezca!
Si no hay más es porque no he escrito más!


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