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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Perdón por la tardanza, una de las personas más importantes de mi vida estuvo muy mal las últimas semanas y mi cabeza no se encontraba aquí. Ahora que todo se ha normalizado, esta historia también.

 

 

Despertó en la mitad de la noche, la obscuridad y el silencio eran absolutos en su habitación. Él no estaba a su lado, no sentía su cuerpo grande, tibio y cómodo en el lecho como siempre que dormían en la misma cama.

Habían ido a su alcoba finalmente, ya que ni siquiera habían llegado a ella hasta un rato después. Recordaba haber estado verdaderamente exhausto cuando ambos finalmente se acostaron.

Estaba tan dormido, ¿por qué había despertado?

Sintió sed y no tardó en fantasear con un enorme vaso de agua.

Reiner no estaba lejos, se encontraba desnudo de pie ante su ventana. Sumido en un universo diferente al suyo, lucía tan ensimismado.
¿En qué podría estar pensando?

En pocos días, él parecía haber cambiado tanto su actitud. O quizá… aquel era un lado suyo que jamás había podido ver, uno en que Enzo no era el centro de su atención.
¿Su preocupación por Reiner era verdaderamente por él? ¿O era su ego herido?
Ese pensamiento... fue obscuro.

- Hace frío, ¿por qué no vuelves a la cama?- sugirió.

Él movió un poco su cabeza, pero no se giró para mirarlo.
- Que gentil eres, preocupándote por mí- sonaba como un sarcasmo, no estuvo seguro
  esta vez- ¿Te he despertado?

- No lo creo.

Su voz estaba apagada.
Toda la pasión que era el alemán, vehemente como un incontrolable huracán… se había extinguido.
Su actitud distante, irritable y extraña le llenaba de angustia.

No podía mentirse a sí mismo aunque lo hiciera con los demás.
No existía nadie, en su pasado ni en su presente que tuviera un efecto tan intenso en su persona como lo tenía Reiner Köhler.

Su conexión durante el sexo era sublime, ¡nadie podría hacérselo como acababan de hacerlo hacía unas horas! Pero… también estaba consciente de que aquello iba más allá de lo físico.

Reconocía tener sentimientos hacia ese hombre, que Phillipo le había hecho sentir algo tan extraño como eran los celos. Quería estar cerca de él tanto como fuera posible y por primera vez en su vida… no quería que fuera con nadie más.

Ocurría una nueva realidad y no iba a seguir ignorándola. Las palabras de su padre en sus horas finales habían sacudido su mundo haciéndole comprender lo equivocado que había estado al huir de quien quería.

No deseaba una primera cita con nadie más, no después de ésta.
No deseaba sexo con nadie más, no después de éste.

A decir verdad no había esperado que el acostarse con él esa noche sería tan físico.
Había sido tan increíble, no era que le molestara en realidad que hubiera sido perverso, sabía que los gustos de ese alemán en la cama no siempre eran los más tradicionales, no olvidaría que era conocido de Lundgren.
Y en verdad no le importaba complacer sus excentricidades.

Pero… aunque se había corrido varias veces… algo en todo eso no terminaba de satisfacerlo.
Estaba hambriento de algo que no era sólo sexo.

Quería aquel Reiner que era sorpresivamente dulce, aquel cuyos besos no estaban llenos de saliva, sudor y semen. Había echado de menos ese melifluo afecto en lugar del incitante morbo.
¿Estaba siendo ridículo?

- ¿Qué pasa, Enzo?- le escuchó decir.

- ¿Cómo puedes saber que pasa algo si ni siquiera miras en mi dirección?- repeló. Sonaba
  enojado sin quererlo.

- No necesito ojos para verte- respondía Köhler inesperadamente.

No supo que contestar.
Fue extraño. No le gustó la sensación que le produjo esa contestación.

Suspiró, intentando poner en orden sus ideas.

- Hace unos años estuvimos juntos- susurró el italiano de pronto. Tenía la determinación
  de hacer las cosas bien y era en serio- y fui yo la razón por la que nos separamos.

- No lo olvido. Te marchaste sin decir una palabra- era directo.
  Opinas lo peor de Ricard D´Oria por haber abandonado a tu querido Novak sin decir un
  adiós o una explicación y quiero pensar que no te das cuenta de que tú hiciste lo mismo,
  a mí.

Aquella respuesta fue dura y totalmente inesperada.
Era verdad, ni siquiera lo había pensado… ¿estaba siendo un hipócrita?

La mirada índigo del alemán estaba ausente, conectada en un pasado en que Enzo lo había abandonado.

- Lo siento, de verdad lo siento, Rein- se disculpó, comprendiendo que jamás lo había
  hecho.
  Hace poco dijiste que habías estado enamorado en esa época de mí, yo no sabía eso
  cuando me fui- dijo, sin saber si realmente habría habido alguna diferencia- ahora sé que
  despertar y descubrir que me había marchado debió haberte herido y lo lamento.

Su propia voz de pronto se llenaba de una extraña tristeza.

Si Reiner lo abandonara en este momento como él lo había hecho… sería devastador.
Había tardado demasiado tiempo en darse cuenta.
Se sentía culpable por el pasado y preocupado por el futuro.

- No volveré a portarme como ese idiota.
  Nunca más.

Le escuchó bufar una risa.

- Enzo… tenías 21 años y yo 29, estábamos en momentos diferentes de nuestras vidas.
  Creía que eras el amor de mi vida y pensaba que viviríamos juntos por siempre. Lo daba
  por hecho sin siquiera preguntarme si acaso querías lo mismo. Sólo se vive una vez,
  ¿cierto?
  No quería perderme un segundo de ti… te quería tanto.

Baladi perdió el aliento.
“Te quería tanto” había dicho.
Y hablaba en pasado.

“Claro, habla de lo que ocurrió hace mucho, estás siendo paranoico, no significa nada” se dijo a sí mismo.
Tomó aire para decir algo, pero el otro se adelantó con una áspera conclusión.

- No volveré a ser ese idiota tampoco yo. Te lo aseguro también.

Aquella frase la sintió como una espina de dolor.
Había tintes pasivo agresivos en lo que escuchaba. Unos que decían que Reiner jamás volvería a querer nada de aquel idílico futuro si se trataba de él.
¿O no? ¿Sería que estaba obsesivamente leyendo entre líneas?

Sus esfuerzos por interpretarlo lo acongojaron, porque como publirrelacionista estaba entrenado para adelantarse a las intenciones de sus interlocutores, pero en esta ocasión estaba haciéndolo sentir abrumado.

Pero… estaba seguro que había algo detrás de sus palabras que no alcanzaba a captar.

- No voy a negar que realmente te odié, Enzo, pero eventualmente lo entendí. Te habías
  marchado para recuperar la libertad que yo te había quitado subiéndote a un barco y
  aislándote de todo para tenerte sólo para mí.
  Estaba tan acostumbrado a hacer lo que se me antojara que no me importó imponer mi
  voluntad sobre la tuya. Era un junior estúpido.

No, no le gustaba el rumbo que tomaba aquella charla, intentó redirigirla y la única forma era siendo sincero, realmente sincero.

- Rein, hay algo que jamás te dije: Me arrepentí durante mucho tiempo de haberme ido.

“¿Por qué no me miras?” deseó gritarle.

- Yo… te eché mucho de menos- continuaba, enfriando su sangre para seguir- y
  secretamente guardaba la esperanza de volver a verte. Pero ese tipo decisiones no se
  pueden regresar en el tiempo. Y sabía que me odiabas.
  Por eso no podía regresar, por eso no miré hacia atrás cuando me fui.
 
  Cuando mi familia me dio la espalda, creí que nunca volvería a tener un hogar… pero
  Esmerald fue un hogar para mí… y lo dejé ir.


Cuando terminó de hablar, se sorprendió de su propia intensidad.
No había esperado dejar salir tanto.
El germano no dijo nada, volviendo aquel momento silencio puro. Continuaba dándole la espalda, a metros de la cama.

- ¿Por qué me dices de pronto todo esto, Enzo? ¿No es un poco tarde? Literalmente ocho
  años tarde.
  Ya no tiene sentido pensar en pasado, lo único que verdaderamente tenemos es el
  presente, ¿no lo crees?- susurró inesperadamente el cínico inversionista.

No es que creyera que el peliplateado no pudiera ser profundo y existencial, pero él no solía hablar tan pesarosamente.

- Es extraño que digas eso, Reiner. Porque desde la muerte de mi padre, he pensado
  mucho en mi futuro, en mi propia vida y…

- No me sorprende- le interrumpió- ya lo he dicho, nunca estamos en la misma página.

- Pero…. Rein…

Aquello lo hizo dudar.
Iba a pedirle estar con él a quien no le daba ningún mérito.
Era cierto que siempre había luchado contra la idea de pertenecerle a alguien, pero ahora estaba ese deseo ahí, como nunca antes.

Quería todo de Reiner, su rudeza, su dulzura… quería tenerlo a él, una relación con él.
Sentía la garganta hecha un nudo, deseaba agua fría en su estómago que aliviara los nervios que se revolvían en éste por completo.

Tenía que decirlo, ¡no volvería a perder a alguien que le importara como había perdido a su padre!
Sollozó, comprendiendo que estaba a punto de llorar. Se tapó la boca, pero el sonido ya había salido. El instante de silencio que siguió lo puso en evidencia.

No, tenía que controlarse. No podría portarse tan ridículamente.

- Enzo… ¿de qué se trata?

Köhler se giraba, enfrentándolo. Estaban sumidos en la negrura pero no era ella la que los separaba. ¡No entendía que era!

Las palabras se negaban a salir de su boca. La frustración le impidió seguir.
Se sentía derrotado antes de la batalla…

Aquella sensación de angustia que había soportado todas esas horas ya no podía contenerla.
¡Todo estaba siendo demasiado para él!

Cerró los ojos, intentando lidiar con el sentimiento de abandono que sentía, con la inseguridad de dar su afecto a quien no lo quería. ¡Con el miedo a seguir perdiendo a quienes quería! Así que cuando fue tomado de la mano inesperadamente, saltó.

Reiner había caminado hasta la cama, su mano apretaba la suya y su voz sonó grave y afligida.

- Enzo… ¿está todo bien contigo?  

Su voz tenía un matiz diferente al que había tenido toda la noche.
¿Era porqué acababa de mencionar su reciente pérdida?

- Sé que han sido días duros para ti, no olvido que perdiste a tu padre hace muy poco-
  susurraba inesperadamente.

La noche ocultaba el hecho de que el rubio quedaba aturdido ante aquella empatía.
¿Estaba Reiner en serio preocupado por él?

No era un error.
Lo supo en ese momento con claridad.
Lo amaba.

Y tras aquella indiferencia que el alemán le mostraba, en realidad Köhler no era impasible a su dolor o eso quería creer. ¿Acaso sólo estaba fingiendo ser tan frío?

- Estoy bien, es sólo que…- quiso explicarle- necesito que me escuches por favor.  

Vio cómo su rostro se llenaba de dudas. Iba a escucharlo.
Era el momento.

- Es fácil decir que se quiere a alguien- comenzó a explicar, aunque de hecho no lo era,
  no para él- La gente pareciera decirlo todo el tiempo. Demostrarlo, es otra historia.
  Y tú has sabido probármelo cuando más lo necesitaba.

No, aquello no era en absoluto como deseaba plantear aquello.
Pero estaba nervioso…

Podía ver incluso en aquel cuarto de penumbras, la duda asomándose en la mirada de su amante, que aguardó a que continuara. Sus ojos azules eran tan abismales y profundos como el mar del norte. No recordaba haberlo visto tan serio nunca antes.

- Si he de estar con alguien, quiero que seas tú.
  Quiero… quiero que estés conmigo.

Apretó los dientes, sintiéndose todo un tonto.
¿Dónde quedaba su elocuencia de publirrelacionista?
Pero estaba pisando un terreno en el cual era un total neófito.

Köhler, una vez más, no le interrumpió… ni le ayudó. Si se estaba haciendo alguna conclusión en su cabeza, fue imposible leerla.

- Mi padre creía que eras mi pareja, tal vez él veía lo que parecía sólo lógico.
  El compromiso es algo que nunca quise con nadie… pero… si he de estar con alguien,
  quiero que seas tú- repitió.

No, eso sonaba igualmente terrible.

- ¿Estás intentando pedirme ser tu novio, Enzo?

Creyó que se burlaba, pero la expresión de gravedad que tenía puesta le hizo saber que en realidad lo preguntaba en serio.

- Quiero que estemos juntos. Con nadie más.
  Si es demasiado para una primera cita, dímelo- intentó bromear.

- Lo es.

La mirada de Reiner, que segundos antes lo habían contemplado como lo único en la habitación, cambió. Sus ojos prístinos cortaron su contacto con él.

No, no de nuevo.

El inversionista abrió lentamente sus dedos, dejando ir su mano de aquel agarre con el que había llegado a su lado.
Se sentó en la cama, pensativo.
Y simplemente pareció desconectarse de él.
Fue tan extraño.

- ¿Eso…  es todo lo que vas a decir?- preguntó el rubio entonces.

Una nueva angustia lo inundaba horriblemente.
¿Cómo debía interpretar aquella súbita apatía?

- No. No es lo único que diré, pero ciertamente… cuesta trabajo hacerlo.
  No quiero lastimarte, no ahora que eres tan frágil.

- Si dices eso es porque vas a rechazarme- dedujo, se acomodó en aquel lecho,
  evidentemente nervioso.

- Creo que estás sintiéndote vulnerable por lo que pasó con Ángelo. Que buscas alguna
  certeza en tu vida.

 - ¿Qué?

Köhler parecía tan tranquilo, tan horriblemente seguro de que esos eran sus sentimientos.

- No es así, esto no es algo que esté diciendo a la ligera, tú deberías saberlo mejor que
  nadie- reclamó sin poder evitarlo.

- ¿Quieres ser una relación conmigo, Enzo? ¿Tú?
  No necesito que me des un título ni creo que tú quieras de verdad dármelo.
  Cuando te pregunté hace menos de dos semanas si te importaba que me acostara con
  otro… lo siento, pero fuiste muy claro al decir que no pedirías algo que tú mismo no
  pudieras dar.

Quiso rebatirlo, pero… no pudo.
Había sido tan desconsiderado en ese entonces. Una vez más.
Y como no pudo refutar, el otro se adelantó.

- Y tuve que hacerme a la idea, obligarme a aceptar tu elección.
  Así que no cambies la jugada, es descortés que juegues así conmigo.

No pudo creer lo que escuchaba.
¡No pudo creer que hablara en serio!

Se había jugado todo pidiéndole una relación. ¡Pidiéndole una relación!
¡ÉL, Enzo Baladi!
Había supuesto que Köhler diría que sí, ¡por supuesto que lo había creído!

Por más presuntuoso que fuera, nunca habría imaginado que existiría la posibilidad de que lo rechazara y menos de aquella manera. Köhler estaba siendo tan súbitamente… cruel.

- No estoy jugando ningún juego- dijo, su voz ahora sonaba rencorosa.
Aquello que había comenzado torpemente ahora simplemente se iba al diablo.

- Yo tampoco- sentía que lo atacaba de vuelta.
  No estoy diciendo que no me intereses, porque es obvio que me cuesta trabajo
  rechazarte. Estoy diciendo que quizá sería mejor que te tomaras tiempo contigo mismo,  
  ¿no deberías ver a ese psicólogo que Muggen tan entusiastamente te ofrece y pensar un
  poco en ti en éstos momentos?

Baladi quedó en blanco. Su condescendencia le hacía sentir profundamente indignado y ridiculizado.
Había prometido no volver a poner sus sentimientos en una bandeja para ofrecérselos a otros y ahora que lo hacía… ¿recibía esa respuesta?

Pero era cierto que se sentía vulnerable, tal como el inversionista había dicho.

¿Sería cierto? ¿Estaba siendo Reiner cauto en lugar de un gran cabrón?
No.
¡Aquellas dudas no eran las suyas!

Si había planteado la posibilidad de un noviazgo con ese tarado, lo había hecho tras una profunda reflexión… no lo decía a la ligera, como el otro suponía.
Tuvo que enfriar su cabeza, ¡porque quería lanzarle un golpe a la cara!

Si no le creía, le haría creerlo.

- No volveré a preguntártelo en unos meses. Te lo pido ahora, sé mi pareja.
  No se trata de un hueco que pretendo llenar tras la pérdida de mi padre, aunque ya he
  admitido que su muerte me ha hecho reflexionar acerca de mi vida y lo que busco en
  ella.
  De verdad eres el hombre con quien quiero estar, ¡deja de ser un idiota!

Supuso que eso bastaría.
Pero… no fue así.

- A veces olvido que eres mucho más joven que yo- le escuchó decir- Enzo, creo que
  después de lo que te ha pasado, deberías permitirte vivir tu vida sin atarte a nadie. Y si
  antes lo consideraba una actitud egoísta, ahora es cuando más tiene sentido.
  Y si crees que estoy siendo un idiota, piénsalo dos veces.
 
  Sé que ahora no entiendes que porqué te estoy diciendo esto y sé que el rechazo te
  molesta porque estás haciendo un esfuerzo, no creas que no lo noto,  pero no me importa
  ser el malo de la historia, nunca me ha importado.
  No necesitas una relación, no ahora. Y francamente… yo tampoco.


Era tan directo que sonaba despiadado.

- Rein… - se le quebró la voz, aquella conversación no estaba pudiéndola manejar, era un
  completo desastre, tomó una bocanada de aire, intentando replantear su propuesta- no
  nos estamos comunicando bien, escúchame…

- Espera, ¡sólo detente!- fue frenado, la voz del alemán subía varias octavas, ya no
  sugería, le exigía- Estás haciendo de tu propuesta algo realmente incómodo.
  ¿Quién en su primera cita pediría un noviazgo?

- Eso ya dejó de ser gracioso- repeló el rubio.

Pero el otro parecía haberse armado de un despreciable cinismo.

- No termino de entender tu molestia. Sólo estoy siendo sincero, ¿prefieres que te mienta?
  De verdad creo que declinar tu dudosa oferta en este momento nos evitará problemas
  a la larga, aunque eso lastime tu autoestima de hombre irresistible.

No pudo sino tomarlo como una ofensa.
Pero cuando creyó que su indignación había tocado límites, le escuchó concluir su horrible discurso.

- Así que por favor, deja de hacer un drama de esto.

¿En serio acaba de decirle eso?
¡El rubio no podía creer lo que escuchaba!
Era tan desconsiderado y falsamente bondadoso. ¡Infinitamente ofensivo!

- De todo lo que has dicho, sólo algo tiene sentido; me molesta lo que dices, no lo
  entiendo y ¡NO puedo NO hacer un drama de esto, lo siento!
  Estoy diciéndote que tengo sentimientos por ti, que quiero avanzar contigo, que eres la
  única persona con la que quiero estar… ¿es que no sientes lo mismo por mí?

A eso se resumía todo.
Si Reiner no lo quería, si todo estaba en su cabeza… estaba avergonzándose a sí mismo.

Aguardó vuelto ansiedad por su respuesta pero, como si no fuera suficiente para sus nervios, el bendito celular del alemán comenzó a sonar.

Quizá… era cuestión de atar cabos. Tal vez había una razón más allá de la que acababa de escuchar para que ese hombre no estuviera interesado en una relación. Y tal vez esa razón le llamaba por teléfono, al igual que había estado haciendo él mismo durante esa tortuosa semana.

¿Había alguien más en su vida?
Esa idea prometía hundirlo muy hondo.

Köhler buscó con la mano el teléfono.
¿Quién podía estar marcándole a esa hora de la madrugada?  Evidentemente se trataba de algo personal.

El peliplateado dejaba sonar su línea cuando Enzo intentaba contactarlo, ¿no? así que aguardó a ver si a ésta persona sí le contestaría.

- Atenderé eso, ¿ya terminamos?

Su indiferencia dolió como una puñalada.
“¿No sientes los mismo por mí?” No parecía requerir una respuesta ahora.

- Si a tu consideración es más imperativo responder esa llamada que contestar a mi
  pregunta, yo diría que efectivamente hemos terminado- dijo, su voz estaba llena de
  rencor.

- Bien- gruñó, poniéndose de pie y activando el enlace.

Baladi sintió como la rabia lo inundaba.
Entonces, para su desgracia, ocurrió algo más, pudo ver como esa llamada de pronto se volvía el único interés de Köhler.

Una sonrisa de dibujó en su rostro, desconcertándolo.
Y tal como había ocurrido durante toda aquella velada, las cosas estaban a punto de empeorar.

- Syl…- le escuchó murmurar, ¡la sonrisa más grande que hubiera hecho en todo aquel
  tiempo se formaba en sus labios!

Baladi sintió… que lo odiaba.
¿Cómo podía ser más hijo de perra?

- No sabes cuánto me alegra poder escucharte- le decía.

Baladi lo miró vestirse, prestando atención a la ropa y a esa conversación. A nada ni nadie más.

No podía comprender su situación.
¡Se sentía infantilmente lastimado!

Salió de su propia habitación, sin saber qué hacer.
¡No podía creer el final de aquella noche!

Había esperado tanto de esa cita… de su propuesta… de él…

Si antes había sido ignorado al teléfono, ahora lo era en vivo.
Eso fue más de lo que podía soportar sin perder la compostura.
¡Estaba verdaderamente furioso y herido!

Para alejarse de él había tenido que irse de su propia alcoba.
No deseaba despedirse de Reiner, aquello le sabría aún más amargo. Así que fue al baño y se dio una ducha que prolongó lo más que pudo.

Lloró de rabia encerrado bajo el agua, sintiendo que lo detestaba como nunca antes lo había hecho mientras limpiaba de su cuerpo de los residuos de aquel sexo pornográfico que habían tenido.

¿Por qué le interesaba tener lo que fuera con una persona que le hacía sentir así?
El Reiner que le había rescatado de su dolor haciéndole el amor sin parar, no parecía ser el mismo que menospreciaba sus sentimientos y lo trataba como a un cualquiera. De pronto, era como si no lo conociera más.

Lo que habían hecho en su sala había resultado desquiciantemente fantástico pero también estaba completamente despojado de cualquier tono que no fuera el carnal. No había encontrado nada de amor en esos brazos, no podía engañarse diciéndose que sí.

Cuando salió, una parte de sí mismo esperaba aún encontrarlo ahí, dispuesto a arreglar las cosas… pero no fue así.

La desesperanza hacía poco a poco un nido en su alma.
Él se había marchado. De la peor manera.

Y aquel horrible sentimiento de pérdida que estaba intentando superar respecto a su padre, lo hundía de vuelta. Esa fea herida se abría de nuevo y sangraba, haciéndolo sentir solo… y usado.

Jadeó, sintiendo como el dolor brotaba de sus ojos.



Continuará...

 

Notas finales:

feelings...


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