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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Es el primer capítulo de Affair en que no escribo ningún texto en cursivas (a nadie le interesa eso, ya sé).

Hoy estoy de super buen humor, porque me he encontrado con un animix shonen ai divertidísimo llamado Kachou no Koi (no es un anime como tal, lo encontré mientras reveía el animix de Viewfinder), es una parodia del género que me hizo el día, les dejo el link por si quieren echarle un vistazo: https://www.youtube.com/watch?v=Lwqay59tfJA

El otro motivo de mi felicidad, por supuesto son todos los comentarios que me dejaron el capi pasado, haré como que no me doy cuenta de las amenazas de muerte para mi y Rein ^^

Gracias por el apoyo

<3

 


Erika era una robusta mujer arriba de sus sesenta años, pero en el poco tiempo que tenía que conocerla era obvio que su energía a veces en ocasiones era equiparable a la de cualquiera de esos chicos.
Ella y otros más se correteaban en la nieve, lanzándose copos y nombrando los ataques de manera legendaria como “fuerza suprema”, “rayo aniquilador”, “avalancha de poder”.

Las risotadas interminables eran como una graciosa melodía llena de alegría para él, quien se encontraba sentado en una banca de metal siendo testigo de aquella batalla campal ocurriendo en el jardín nevado de aquella casa hogar, en sus brazos le habían puesto a un bebé regordete que miraba embobado aquella persecución. Había otros dos chicos pequeños sentados con él que esperaban su turno para participar en esa ronda. Se había quedado como niñera en lo que Erika jugaba a ser guerrera y Aurore iba de compras en su deportivo que decía no emocionarle.

Llevaba ya cinco días en Ëlwen y la sensación de encontrarse en casa era cada vez más poderosa. Aquel era un extraño paraíso en que lo habían hecho sentir bienvenido. Ahí, podía ser quien fuera, desde el cargador de niños o despejador de nieve hasta subchef de Erika. Ése era el mejor lugar que podía existir para enfocarse en algo que no fuera su corazón roto.

Su relación con esos niños en poco tiempo se había estrechado, todos estaban tan necesitados de amor y atención que algunos de ellos lo llamaban en medio del juego para mostrarle orgullosos lo buenos que eran lanzando aquellas bolas de nieve. Era encantador, todo aquello lo era.

Una pequeña niña de hermoso cabello negro con la que solía sonreírse caminó hacia él con paso extrañamente firme, recordaba a esa personita defendiendo a otros niños por no haber recibido su galleta de premio el día anterior, era como la dulce abogada de todos y le despertaba una sincera dulzura su propiedad al hablar la cual le hacía dudar de su verdadera edad.
Su delicadeza quedaba constatada cuando no se incluía a ella misma en esa guerra de bolas de nieve.

- Tú eres Daniel- lo nombró cuando se paró frente a él.

No habían sido presentados pero aquella era tan buena oportunidad como cualquier otra.
- Sí, ése es mi nombre, puedes llamarme Dan también.

Pareció gustarle su respuesta.

- Yo me llamo Camila, puedes llamarme Mila también.
Su contestación le dibujó una sonrisa, esa niña era lista y hermosa. Copiaba su respuesta con ingenio.

- Mucho gusto, Mila.

La pequeña le sonrió de vuelta.
- Haces felices a todos aquí, Dan. Ojalá te quedaras para siempre.

El portugués no supo que decir a eso.
No tenía corazón para darle una verdadera respuesta aunque una chiquilla avispada como ella seguramente en realidad la sabría. Lo cierto es que él mismo sentía que aquel sitio era uno del cual irse sería triste cuando llegara el momento.

Pero a continuación, ella dudó un segundo, parecía conflictuada. Cuando la escuchó seguir, pudo entender la razón.

- ¿Eres amigo de Key?- inquirió como si hubiera guardado aquella duda por mucho
  tiempo y no pudiera contenerla más.

Mila no comprendía el alcance de ese nombre en su vida, el cómo le afectaba escucharlo, pero finalmente él había ido a la que había sido su casa, era claro que buscaba no dejarlo ir por completo.
Aun así… dolía.

No supo que contestar.
Ellos no eran amigos, nunca lo habían sido en realidad.
Jamás había podido acercarse suficiente a Kyan para considerarse su amigo. Aquel era un privilegio que aparentemente estaba reservado únicamente para cierto rubio.
No olvidaría jamás el puñetazo que Baladi le había soltado con furia, así como también era incapaz de olvidar el motivo por el cual se lo había dado…

- ¿Por qué me preguntas eso, Mila?

- Le pregunté a Aurore por ti. Ella me dijo que viniste porque Key te contó de aquí, que
  quieres ayudar a la Casa Azul.
  Key siempre ha querido eso también. ¿De verdad… vienes de su parte?

Al parecer, esa niña iba a confrontarlo con interrogantes que no podía resolver sin meter a sus sentimientos en aguas turbulentas.
Lo miraba, aguardando una contestación, con premura. Al parecer, Kyan le era importante también, ¿acaso no lo llamaba Key?

¿Qué tan profunda podría ser la relación de ese duro hombre con esa pequeña?
¿Tanto como la de un padre con una hija?

De pronto comprendió que ver al financiero interactuando con esos chiquillos sería un privilegio de observar. ¿Qué más fascinante que imaginar a Kyan como padre?
El señor Novak teniendo una pequeña hija… siendo adorablemente paternal con ella.
Amarrando sus agujetas, cargándola sobre sus hombros, peinando su cabello… acurrucándola en sus brazos.

Key.
Sintió calor en sus mejillas, debía estar sonrojándose.
Aparentemente su mente no dejaría ir esas imágenes.

Key. Key.
¿Estaba haciendo lo correcto al ir ahí?
Su dolor a veces le nublaba la mente.

No, no era un error. Él ya lo había determinado.
Su presencia en esa casa hogar trascendía su historia trágica con el luxemburgués. Era más importante que él mismo y nada debía hacerle vacilar.

- Es cierto que quiero hacer crecer la Casa Azul, pero tristemente debo decir que no soy
  amigo suyo.

Decir aquella verdad era sin duda depresivo.
Él amaba a ese hombre. Y éste a cambio, debía odiarlo con toda su alma.
No quería ni siquiera imaginarlo.

- ¿Por qué? ¿Se han peleado?

Los términos de aquella explicación eran tan complicados de explicar a una nena.
- Podrías decir eso.

Pero su respuesta no pareció dejarla satisfecha porque hizo un extraño puchero.
Los niños eran tan transparentes. Todo era tan simple con ellos.

- Pero yo a veces peleo con otros chicos aquí y ¿sabes qué? Tus amigos son tu familia
  también y tienes que aprender a perdonarlos.

Una vez más, se enfrentaba con esa verdad, ahora de la boca de una niñita preciosa. Abogada de todos, recordó.

Y mirando su cabello negro, un pensamiento le estrujó el corazón de una manera completamente inesperada, un recuerdo que había creído haber perdido para siempre.
Su... pequeña…

Aquel pensamiento fue súbitamente horrendo.
No… no había pensado en ella en muy largo tiempo… se había obligado a sí mismo a no hacerlo.

- Ah, ¿cómo es que eres una niña tan lista?- le preguntó, para no permitirse caer en sus
  recuerdos.

Mila le regaló una melodiosa risa que le ayudó a superar aquel momento.
- No lo sé, sólo soy lista- bromeaba.

Lascurain se obligó a sonreír y una vez que lo hizo, lo sintió de verdad.
- Vaya que lo eres.

Una horda de chiquillos pasó corriendo frente a ellos, levantando una estela blanca de nieve seca. Llamaron a los otros chicos que estaban sentados al lado del arquitecto, aparentemente ambos equipos solicitaban refuerzos y las reglas ya no importaban, el par se levantó decidiendo que aquella guerra de nieve era más divertida que sólo verlos, dejando los asientos junto a ellos, libres.

Mila no desaprovechó la oportunidad de sentarse, tomando lugar tan delicadamente que le recordó a toda una dama de sociedad como las que había visto toda su vida.

- Aunque no seas su amigo, lo conoces- volvía ella a su punto- yo nunca lo he visto fuera
  de aquí, ¿cómo es su vida en la ciudad?

Le hizo titubear.
Quería satisfacer su curiosidad, en verdad quería complacer a esa pequeña personita, pero… no estaba seguro que tanto podía seguir violando la intimidad de Novak.
Pero al mismo tiempo, ¿no había ya traspasado ese límite hacía mucho?

El bebé en sus brazos se movió ligeramente, ahora estaba profundamente dormido.

Suspiró, sintiéndose extraño.
Se trataba de una niña, pocas cosas que dijeran de él bastaría, ¿o no?
Y además, aunque no quisiera admitirlo, podía decir que en menos de tres meses que tenía de conocerlo, sabía muchas cosas de Kyan que seguramente mucha gente que tenía años de hacerlo, no.

- Kyan es muy bueno en su trabajo, tiene una oficina muy grande en un edificio muy
  bello- que yo diseñé, deseó agregar- y un puesto importante pese a su edad.  
  Viste traje todos los días.

- ¡Nunca lo he visto de traje!

Tenía que admitir que eso era extraño y gracioso.

- De traje luce muy bien, con su pelo color trigo bien peinado, su corbata apretada y
  hablando muy seriamente de negocios- agregó, evocándolo.

Lo cierto es que otros aspectos que conocía de él, eran imposibles de compartir con ella, porque correspondían a una perspectiva mucho más íntima que tenía que ver con la atracción que sentía por él… y las cosas que había hecho con él.

- Vive en un departamento rodeado de árboles en un cuarto piso. No parece gustarle
  manejar. Ama el café bien preparado. Es ordenado y práctico. Su cabello al final del día
  es rebelde. Él… es una buena persona en el fondo y no deja que nadie lo sepa- su voz se
  fue apagando poco a poco.
 
Mila lo miraba, de pronto… parecía entristecida como él.

- Vaya, perdona si me desvío de tu pregunta.
  Es sólo que… siento que no lo he visto en mucho tiempo- confesó.

De pronto se percibió a sí mismo fuera de lugar.
¿Estaba siendo inadecuado?

- Yo también lo extraño- decía ella de pronto, sin juzgarlo.

Inesperadamente comprendió que aquello era algo que compartían. Que esa niña no se acercaba a hablar con él por mera curiosidad.

- Él vino aquí en Navidad, ¿lo sabías?

Sí, lo sabía.
Se había destrozado las manos después de ver a la mujer que lo había criado dejar de ser ella y de escuchar que sus padres biológicos habían intentado no tenerlo.
Y había arrastrado aquel dolor hasta su castillo, donde Daniel había decidido ser su amigo hasta que no pudo serlo más. Aquella noche había quedado marcada también en su vida, con fuego.

- Me lo dijo- fue la única versión que pudo ofrecerle.

- Él iba a cenar con nosotros pero se marchó sin abrir mi regalo.
  Siempre intercambiamos regalos en Navidad.

Su rostro se apagaba, era clara la decepción que aquella partida le había causado. Aquella tarde debía haber sido dolorosa para ambos.

- Eres especial para él- entendía Lascurain- y él para ti, por eso haces estas preguntas, ¿no
  es cierto, Mila?

Si el señor Novak algún día decidiera tener hijos, tendría muchas opciones gracias a la Fundación y seguramente ella sería de las primeras, no tuvo dudas al respecto.

La chiquilla de largo y brillante cabello ébano lo miró, sus palabras le habían dibujado una media sonrisa en sus labios.

Esa pequeña sabía lo que significaba la amargura, no era como una niña normal.
Todos los huérfanos ahí debían compartir aquello.
¿No era esa misma mirada la que invadía a veces los ojos miel del financiero?

Era el abandono.

Su querido luxemburgués...
¿A qué grado realmente le había hecho daño?

- ¿Cómo lo conociste, Mila?

Quería llevar la conversación a otros rumbos, pero no quiso dejar de hablar de él. No pudo.

Ella se mordió los labios, pensativamente.
Tal vez era demasiado pedir pensar en el concepto del tiempo para alguien de su edad.
Estaba olvidando que ella tendría menos de seis años, pero era debido a lo bien que ella era capaz de expresarse.
Había chances de que también le gustaran los libros como a él, pensó.

- No sé, pero nos llevamos bien.
  Y yo… siempre he querido que él sea mi papá- dijo ella, la vergüenza de esa confesión
  le hizo bajar la mirada- desde siempre lo he querido.

Tal vez ella tuviera un infantil enamoramiento con Key, eso era algo normal en las niñas pequeñas. ¿Qué tan extraño sería eso siendo ese hombre tan apuesto como lo era? Y más si con ella, él era amable de verdad.

Tal vez también compartiera eso con la señorita Camila.
La idea tenía cierta gracia.

- Todos aquí queremos que nos adopten, pero… siempre que viene alguien a conocernos,
  en secreto no quiero que me elijan a mí, porque quiero que sea él quien me escoja.

Ella entonces lo miró profundamente. Lo decía muy en serio y sabía que lo que acababa de decir tenía gran peso.

- Mila…
Daniel le acarició su cabello negro con la mano con la que no cargaba al pequeño dormilón, era tan suave ese pelo que sus dedos tocaban.

- No vayas a decirle a nadie eso.

- No, claro que no. Será un secreto entre nosotros.

Entonces ella hizo algo inesperado, lo abrazó.
Un sentimiento intenso lo inundó de nuevo, sin pedir permiso, aquel que lo había asaltado hacía unos minutos.

Su propia hija, aquella que había perdido.
¿Cómo sería ella ahora?
¿Sería su cabello tan brillante como el de Mila? ¿Sonreiría tan dulcemente como ella?

¿Por qué pensar en ella?, se dijo, si no lo había hecho en tanto tiempo.

No existía una palabra… para el huérfano de un hijo… para lo que él era.

Sintió que se hundía en un abismo de pena inesperado y horrendo y jadeó por aire, sus pulmones se llenaron del frío de aquella tarde.

¡Qué profunda podía ser la intensidad de aquel dolor!

- Yo… yo tuve una hija- dijo de pronto.

Jamás había dicho eso en voz alta. Jamás.
Roger alguna vez le había reclamado eso.
No entendió realmente por qué lo hacía ahora.

Por un momento se preguntó qué tan inapropiado sería tener esa conversación con ella, pero contrario a sus pensamientos, Mila pareció entenderlo.

- ¿Cómo era?

- No lo sé. Murió antes de que pudiera conocerla. Pero supongo que sería tan bella como
  lo eres tú, Mila.
  Cualquiera que te adoptara, sería muy afortunado de tener una hija como tú, ya sea
  Kyan u otra persona.

Una dolorosa melancolía le recordaba, de nuevo en tan poco tiempo, en aquella bebé que había perdido.
Ni siquiera había tenido oportunidad de sostenerla en sus brazos, de darle un nombre… de mirar sus ojos…
Su hija muerta.

¿Cuál sería la historia de Mila?
¿Cómo es que alguien podía haberla abandonado? ¿A cualquiera de ellos?

La niña lo abrazaba, sus pequeños brazos eran firmes.
El cariño que ella le ofrecía fue totalmente imprevisto y supo que ella misma también buscaba un consuelo.

Abrazados, continuaron mirando a los demás chicos jugar en la nieve sin decirse más palabras. No hacían falta.

Jamás habría esperado hallar en un lugar tan ajeno algo tan parecido a un hogar.
Y resultó todavía más extraño... ser sanado… por el dolor.

 

 

 

 

Continuará...

 

 

Notas finales:

Echaba de menos escribir sobre Daniel, siempre hecho de menos escribir sobre Daniel.


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