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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Llegamos al review 600! Gracias a tod@s por hacerlo posible! No cabe la emoción en mí!

Para agradecerles he escrito un capi suuuper largo y revelador (porque resolver el misterio del capi pasado no fue suficiente jaja) y no demoré mucho en actualizar, ne? ;) Estoy echándole ganas!

Y además, les dejo un nuevo "live" en que trabajé mucho, de uno de los personajes que más se me dificulta hacer lives: Enzo!

Salvo el sombrero, es el mismo atuendo que lleva a su primera cita con Reiner... no dejemos que ese recuerdo enturbie el momento jaja :p  Acá la imagen que por cierto dedico a Rin: http://img.photobucket.com/albums/v356/malary/affair/cba4ca43dbbc4ad5582bba1cd5205457Af_zpsf3goxgzc.jpg

Muchas gracias todos por permitirme escribir ésta historia y hacerme saber lo que piensan, de verdad es algo invaluable recibir sus comentarios y que dediquen tiempo a éste fic!

 

 

Finalmente había hablado con Victoria y tal como había esperado, ella se mostró sumamente irritada por haber sido ignorada sistemáticamente todo ese tiempo y de eso se trató la conversación los siguientes diez minutos. El siguiente tema fue Roger contándole a su hermana sobre su incómoda visita al castillo, cosa que ella usaba de pretexto para llamarle y saber su versión del asunto.

En ése entonces, Daniel no había estado del todo en sus cabales debido al coñac y el asunto le calaba demasiado, así que le dio evasivas que supuso no serían efectivas, sin embargo, Victoria misma no tardó mucho en cambiar el tema sorprendentemente, a otro… igualmente delicado.
Le pedía que visitara a Reiner.

“Él también se está ocultando, pero no tiene un castillo”.
Entendió perfectamente a qué se refería.
En realidad venía siendo tiempo de pensar en alguien además de sí mismo.

“Existe alguien más que necesita que vuelvas a ser tú mismo en éstos momentos, alguien que la está pasando muy mal y a quien no le caería mal un poco de tu apoyo. Alguien que absolutamente siempre estuvo a tu lado en tus peores momentos” había dicho Roger la noche antes, recordándole el destino de su amigo más cercano.

Reiner era el único motivo por el cual había decidido abandonar su refugio. Realmente el único.

Entró al Hollerech, ese hotel de súper lujo donde su socio vivía. Por absurdo que fuera, sería la primera vez que lo visitaba ahí, comprender eso le hizo sentir más culpable de lo que ya se sentía.

La recepción olía a flores frescas y el responsable fue un inmenso arreglo de bellísimas variedades de invernadero. Pensó en el jarrón de hortensias de Cath que ya no existía.

Viriato caminaba para encontrarlo, supuso que si su majordome había ido a recibirlo era debido a que deseaba hablar con él antes de que subiera al penthouse y viera a Reiner.
Eso le dio muy mala espina.

- Senhor, ¿cómo se encuentra usted?

- Supongo que Edite ya te lo habrá dicho- dejó ir suavemente un poco de ironía, sin poder
  no hacer referencia a que la mujer de Viriato había abierto las puertas del castillo a
  Roger Miller.

- Ella está preocupada por usted- pareció excusarse el viejo.

- Bueno, por lo visto ustedes tienen otros motivos de preocupación aquí, tú y Aitana.

Pero su atención fue robada totalmente por un hombre rubio y ciertamente muy apuesto que ocupaba los sillones del fondo, uno que conocía y que no había esperado toparse en ese sitio: Enzo Baladi.
El joven miraba al techo, ausente completamente de sí mismo y contrario a todo lo que recordaba de él.

- Está… esperándolo- supuso el arquitecto.
- Sí, senhor.
- ¡Que cabeza dura es a veces Rein!- dijo casi para sí mismo- ¿cuánto lleva aquí?

Viriato pareció apesadumbrado, se aclaró un poco su ronca voz.
- Ayer que llegamos estaba afuera aguardándolo y desde entonces sigue aquí, no me
  parece que se haya marchado a casa durante la noche.

- ¿Dos días? ¿Lleva 2 días esperando verlo en la recepción?- no pudo creerlo.
  ¿Y Reiner lo sabe?

- Me temo que sí, yo mismo se lo he informado.
  Me apena mucho verlo esperando, me sorprende su tenacidad… la de ambos.

De inmediato pensó en algo más, lo difícil que sería que Novak no estuviera al tanto. Y que no hubiera ido a ver a su querido mejor amigo siendo que éste actuaba tan fuera de lugar.

- ¿Kyan… ha venido?

Su majordome lo miró con sus ojos negros y llenos de arrugas con evidente incomodidad. Supo la respuesta antes de que se la dijera.

- Sí, parece ser que el señor Novak llegó con él ayer y pasó largo tiempo intentando
  convencerlo de irse, pero no lo consiguió. Temprano en la mañana se fue finalmente,
  asumo que a su trabajo. También pasó la noche en el lobby.

El corazón del millonario dio un vuelco.
El castaño había estado en el mismo lugar que pisaba, ¡podría habérselo topado!
Supo que le provocaba saber eso… pero se negó a sentirlo casi al instante.

En cambio, caminó hacia el que era su mejor amigo.
Pudo ver en su ensimismamiento vistos claros de desesperanza, eso le supo mal. Hubiera preferido mil veces enfrentarse al seguro e incitador sujeto que recordaba porque por lo menos no lo sentiría en desventaja. Pensar en eso le hizo reflexionar en que realmente lo veía como un especie de rival… pero más allá de eso… realmente le inquietaba verlo tan desolado.

Köhler estaba cometiendo un enorme error si es que ese italiano que tanto decía adorar estaba siendo tan persistente en verlo, pero lamentablemente conocía a su socio y sabía que podía llegar a ser realmente odioso. Además, seguramente estaba en un sitio muy obscuro en ese momento.

- Enzo- lo nombró. El RP dirigió su vista esmeralda hacia él, el desconcierto se asomó en
  aquella mirada.

Sus encuentros siempre habían sido agridulces. Enzo, se había adjudicado la misión de proteger a Kyan y Daniel se sentía celoso debido a ello, sin dejar de lado lo ridículamente guapo y cercano que era del luxemburgués, lo cual le permitía incluso besarlo cuando la ocasión se prestaba.
Pensar en ese beso que ni siquiera había presenciado, le hizo arder en llamas, ¡era inevitable!

¡Podía detestarlo sin duda! Pero… teniéndolo en frente pudo ver muy claramente el hecho de que estaba sufriendo y le era imposible hacer como que no lo veía. Si alguien conocía el dolor de perder a quien se amaba, era él.

- Lascurain- dijo el otro su nombre, con muy evidente desagrado- supongo que no debería
  sorprenderme de verte aquí.

Baladi solía jugar a ganar pero ésta vez no le veía la confianza que siempre había vestido como un costoso abrigo ante él. El rechazo del alemán… debía estar quebrándolo.

- Me han dicho que llevas tiempo aguardándolo. Deberías ir a casa a descansar, Reiner es
  muy obstinado y si no quiere verte me temo que no cambiará de opinión.

- ¡Vaya! Eso es sin duda desafortunado. Porque yo tampoco cambiaré de opinión-
  replicaba, sin mucha suavidad en sus palabras.

Supo que lo que le había dicho, no le había gustado nada. Pese a ser sólo la verdad.

- ¿Por qué estás aquí, Enzo?

El joven no parecía nada contento de tener que explicarse, pero lo hizo.
- Porque necesito verlo. Porque su indiferencia no me basta. Porque quiero que sea
  sincero conmigo. Y porque no le creo que no me quiera- resumía su larga charla con
  Novak- ¿te suena pretensioso?

- No. Puedo entenderlo a la perfección- le dio como inesperada respuesta.

Ambos se miraron.
El rubio entendió a lo que se refería.
Daniel había pensado alguna vez de esa manera respecto a Novak, ¡cada una de esas sentencias! Convencido de todas es que había sido incapaz de admitir el rechazo y al encontrarlo en la playa, tomó la decisión de llevarlo con él… y marcarlo suyo.
Ése sería el error más grande que había cometido con Kyan, no había duda alguna al respecto.

Esperaba sinceramente que Enzo fuera más sabio que eso.

- Debería odiarte por lo que le hiciste a Key- le dejó saber sin delicadeza alguna, él
  parecía estar pensando en lo mismo, su voz se endurecía hasta reflejar su odio- Había
  dicho que la siguiente vez que te viera, te daría una paliza, Lascurain.
  Me estoy preguntando si es demasiado tarde para hacerlo- decía alzando su tronco para
  sentarse bien, ahora alerta.

Daniel no supo si se trataba de una broma. Muy probablemente no si esos ojos verdes lo veían de esa forma tan severa.
Cambiaría el tema, porque sabía perfectamente que el italiano soltaba muy buenos derechazos.

- Baladi disculpa que te lo diga, pero… por la forma en la que Reiner siempre habló de ti,
  me dio la impresión de que tú no lo tomabas nada en serio. Pero eso no es verdad, ¿o sí?
  El que estés ahora mismo aquí, que lleves tanto tiempo aguardando… eso es algo que
  sólo alguien enamorado haría, eso lo sé mejor que nadie.
  Tú… realmente lo quieres, ¿no es así?

Esa pregunta repentina pareció desconcertarlo. Pero ese guapísimo sujeto le sonrió en el siguiente instante con algo que no era otra cosa que amargura en su hermoso rostro cansado.

- Sí, ¿no es obvio?- declaraba al que sabía era su amigo cercano.
  Pero él no quiere escuchar mis palabras, no me cree nada.
  Llevo todas éstas horas preguntándome a mí mismo si en verdad es demasiado tarde.
 
Supo que le hablaba con el corazón en la mano.

- Realmente lo quiero- aseguró entonces a un tercero que no era Kyan- Quizá podrías
  decírselo cuando lo veas. A ti, seguramente si te recibirá.

Aquel era un humor ciertamente negro, pero Lascurain no lo siguió.
De pronto… aquella confesión que escuchaba le hacía sentir conflictuado, pero el publirrelacionista no pudo leer más allá de eso por más que quiso hacerlo.

Daniel tomó asiento frente a él.
Se inclinó hacia el joven para hacer su propia confesión.

- Rompí la promesa que te hice, de no buscar a Kyan.

Definitivamente el rubio no había esperado escuchar aquello, pero no tardó en comprender el sentido de sus palabras y lograr adelantarse a la conversación.
Baladi también se inclinó hacia él.

- Si lo dices de esa forma, asumiré que eso implica una visita a Casa Azul, ¿no es cierto?

Una deducción acertada.
Daniel le había pedido que le revelara información sobre la vida privada de su mejor amigo y a cambio, había prometido alejarse de él.
El italiano había tenido reservas en hacerlo, pero finalmente lo hizo, porque eso era justamente lo que quería de él. Había creído en su palabra. Y por supuesto que ahora se arrepentía.

- Sí, fui a Casa Azul.

- Después de prometerme que no lo contactarías más- completó el otro, sintiendo al enojo
  crecer él.

Pero aquel sentimiento se vio rebasado por otro más, desconcierto.
Su amico no le había contado nada de eso durante todas las largas horas que le había acompañado, pese a sus quejas, en aquel lobby, ¡y vaya que debía haber tenido mucho que decir al respecto!

¿Sería que Enzo había acaparado totalmente la conversación con su drama personal?
El financiero había hecho a sus problemas completamente de lado para enfocarse en él y sus conflictos amorosos.

No había reparado en eso… ¡de pronto quería verlo de nuevo!

- En realidad, nunca contacté a Kyan pero no voy a faltar a la verdad- proseguía ese
  descarado moreno- no cumplí mi parte del trato, no me aparté del camino que llevaba a
  él. Y lo siento.

El otro no contestó, lo miraba lleno de dudas.

- Quiero balancear las cosas contigo, Enzo  y… ésta puede que sea una buena
  oportunidad y quizá la última que ambos tengamos.
  No hay nada que perder. Quizá tú lo hagas reaccionar.

- ¿De qué hablas?

- Me has pedido que le haga saber a Reiner que lo quieres- interrumpía- si me sigues…
  podrás decírselo tú mismo.

La súbita esperanza que le hizo sentir aquella frase, le arrebató todo el aire que habitaba en su cuerpo.



 - - - -


Entrar en aquel sitio fue como entrar en otro mundo, un mundo obscuro.
Todo se encontraba en lúgubres penumbras, la luz estaba ausente salvo un vago destello de la ciudad colándose apenas por los ventanales de aquel inmenso penthouse.
La suave y melancólica blancura de la nieve cayendo lentamente en el trasfondo hacía parecer a ese instante como algo suspendido en el tiempo…

El silencio saturaba el ambiente con una extraña profundidad que todo lo engullía. Reiner solía escuchar discos con las luces apagadas pero no había ningún sonido del jazz que tanto amaba ese hombre.

No había nada.

Sintió que todo en su conjunto iba mal. ¿Dónde estaba Reiner?

Caminó a prácticamente a ciegas, las puntas de sus dedos acariciaron las paredes hasta traspasar el recibidor, yendo a donde recordaba estaba la estancia principal. Sus ojos lo buscaron con dificultad por aquel espacio sin luz hasta que una sombra tuvo sentido, negra, grande e inmóvil en uno de los sillones más alejados.

- Reiner- lo nombró.

Alcanzó a comprender que su cuerpo se tensaba, pero no consiguió hacer ni siquiera que se moviera.
- ¿Cómo entraste?- inquirió su voz secamente- ¿Quién fue quién te dejó pasar?

Supo que aquellos que se lo habían permitido habían desobedecido sus órdenes expresas.
Incluido Lascurain.

- ¿Por qué no quieres verme?

Aquella pregunta sonó… dolida. Era inevitable.
Lo escuchó bufar una sonrisa cínica.

- ¿Por qué debería querer? ¿Por qué tú lo quieres?
  ¿Tengo que obedecer tu voluntad solo porqué se refiere a mí?

El rubio analizó rápidamente aquellas palabras
- ¡No! No quiero que obedezcas mi voluntad, no he venido en ésos términos en absoluto,
  ¿por qué dices eso?

Una avalancha de dudas y recriminaciones se agalopaban para salir del italiano, tuvo que contenerlas, pero lo cierto es que se sentía absurdamente desesperado por toparse con aquella actitud que días antes le había hecho llorar.

- ¿Qué es lo que quieres, Enzo? ¿Por qué insistes tanto?

Pero antes de poder tomar la palabra, él otro continuó, porque aparentemente, no era suficiente.

- Tenía esperanzas en que alguien que se esmera por tener un comportamiento impecable
  entendería las interminables indirectas de que no lo quiero a mi lado.

En la siguiente pausa, el más joven tampoco pudo intervenir, estaba sumergido en la impresión sin poder creer que esas eran las palabras que le dirigía después de todo ese tiempo sin verlo, como si lo que existía entre ellos no hubiera jamás importado. Su dureza devoró el momento.

- ¿Sabes, Enzo? Eres una enorme decepción.
  No eres capaz de aceptar que haya alguien que no te quiera en su vida. Te he dado justo
  en el ego, ¿no es cierto? Y te estás obsesionando con el rechazo.

- No- repitió- no es cómo tú lo dices. Ése no es mi motivo para…

- ¡Claro que sí! ¡Claro que es por eso!- lo atacó sin dejarlo seguir, porque aparentemente,
  no le interesaba lo que tuviera que decir- Y te tengo abajo, hora tras hora intentando
  llegar aquí, incomodando a todos y siendo un terco que no escucha razones.

  El irresistible Baladi incapaz de aceptar un NO- el recién nombrado sintió que palidecía-
  Reiner estaba buscando herirlo con eso y era muy efectivo. Y apenas estaba
  comenzando- Si hubiera sabido que rechazarte era lo que tenía que hacer para tenerte
  tras de mí, te hubiera abandonado hace mucho tiempo, como tú lo hiciste, cuando de
  verdad me importabas, caro mio- remató con ácido sarcasmo.


Aquel verbo golpeaba su orgullo.
Nunca ninguno de sus amantes lo habían tratado de esa forma antes, jamás.
Todo seguía empeorando a medida que sus sentimientos por ese hombre crecían.

Pero era cierto lo que Köhler acababa de decir, era incapaz de lidiar con aquel repudio y estaba siendo muy obstinado pero… era debido a lo enamorado que estaba de él.
Siempre había temido actuar así, ¿no era debido a eso que se había marchado del Esmerald la primera vez?

Había sabido que su amor por Reiner lo llevaría finalmente a un lugar donde ya no era él mismo lo único que importaba. Y ahí estaba, finalmente.
Largo había sido aquel camino el cual no se sentía como un logro en absoluto.

- Todo lo que acabas de decir, ¿lo piensas en verdad, Rein?
  Porque no te creo.

El alemán soltó una risa absolutamente mordaz.
- ¡Por lo menos conservas tu sentido del humor!
  ¿O es que de verdad eres tan egocéntrico que te niegas a comprender que crea eso de ti?

Sí, no había una respiración vuelta verbo por parte de ese alemán que no buscara rebajarlo.
No lo entendía. ¿En qué instante había Reiner decidido que lo odiaba tanto?

Ese sujeto de cabello plateado se trataba de una de las personas en las que más confiaba, aquella que había estado a su lado en esa noche enfrentada a la muerte, sin dejarlo caer… pero… todo había cambiado y angustiantemente desconocía el motivo.

- Admito que es en parte ego lo que me impide admitir que me aborreces como pareces
  hacerlo y no me ayuda el hecho de que nunca antes hubiera permitido a nadie entrar
  hasta el fondo de mí, sólo a ti, tan descaradamente honesto y abierto. Y ahora eres una
  puerta cerrada con candados, inaccesible e intraspasable.

  ¿Qué fue? ¿Qué fue lo que hice? Te dije lo arrepentido que estoy por mis errores, lo
  mucho que lamentaba la forma terrible en cómo llevé nuestro reencuentro, te dije que
  quería una relación contigo, ¡sólo contigo y nadie más!
  No entiendo, ¿por qué te portas así?


Lo vio sacudir la cabeza, ahora el incrédulo parecía ser él.

- ¿A eso has venido? ¿A escucharme decir que me di cuenta de que estaba mejor sin ti?

Esa idea además de lastimarlo, le hizo dudar de verdad.
¿Podría ser eso cierto?

¿Qué le hacía pensar que era la mejor opción para él? ¿El hecho de que se hubiera enamorado?
Entonces comprendió sus primeras palabras… “¿Por qué debería querer verte, por qué tú lo quieres?”

Pero algo lo había llevado hasta ahí, una certeza que no podía dejar escapar.

- ¡Deja de ser tan cruel!
  ¡Eres importante para mí! ¡Más importante de lo que jamás ha sido nadie!

De pronto, ambos quedaron en silencio.
El silencio nuevamente tomaba protagonismo ante la súbita falta de palabras.

- Rein… di la verdad, ¿en serio te resulta indiferente lo que siento por ti?

Exponerse así, estaba resultando devastador.
La expectativa le robaba las fuerzas.

- Enzo… ¡oh mi hermoso y hechizante Enzo!- le oyó clamar y supo en seguida que sus
  palabras no lo habían alcanzado.

“Por favor… no continúes tu crueldad” repetía por dentro.
Kyan le había dicho que aquella era una batalla que no iba a ganar. Por primera vez entendió que bien podría ser cierto.

- No todos comeremos de tu mano después de haber sido despreciados por ti.
  Mi precioso rubio, mio amato Enzo… tu pregunta ya la he contestado en nuestra
  primera y última cita, ¿o acaso debí ser aún más claro? ¿Más definitivo en mis
  sentencias?

Su voz era tan dura, no necesitaba alzarla para arremeter en su contra. Baladi jadeó, sorprendido de cómo lo destruía sin tocarse el corazón. Sí, tal como Kyan le había dicho.
Nunca lo había creído capaz de ser tan despiadado. No lo reconocía.
Todo aquello era tan horrible.

- Sé que has subido para hablar conmigo pero la verdad es que hasta tú tienes que admitir
  que ésta charla no marchará a ningún buen lugar. Me cansé. De ti. De tus juegos
  manipuladores.
  Y traté de suavizar el golpe, ¡de verdad traté! porque estás hecho un desastre, querido,
  pero no voy a frenarme más.
  Esta es tu última oportunidad, márchate ahora que aún te queda un ápice de dignidad de
  cuerpo.

Aquello era un nuevo límite.
Köhler estaba siendo maligno. Cruzaba las piernas, sentado en el sillón.

- No… ¡este no eres tú!- negaba el rubio- ¡No eres el Reiner que conozco!

- ¡Entonces no me conoces bien!- alzaba la voz, volviéndose más fuerte y definitivo-  Me
  estás haciendo enojar de verdad y si crees que éste no soy yo, ¡no querrás ver lo que
  sigue! ¡Te lo advierto!

- Rein…- quería frenarlo pero era imposible. ¡Quería que dejara de herirlo tan
  fieramente!

- ¡¿Qué haces todavía aquí?!- gritó esta vez Köhler, definitivamente empeorándolo todo,
  su potente rugido lo hizo callar de inmediato, sacudiéndolo de dolor- Es como si se te
  hubiera extraviado tu amor propio en algún lugar de tus pueriles fantasías.
  ¿No te das cuenta que estás dañando tu esmerada imagen perfecta que pules en los
  espejos cada día? Tu aura etérea e inalcanzable se vuelve tan necesitada y suplicante que
  me da vergüenza.

El joven jadeó sin querer.
Aquello creaba una honda herida en su alma, ¡que desalmado era!

- ¡Así que vete de aquí antes de que te diga todo lo que pienso de ti!
  ¡VETE YA!

Baladi tuvo que apretar las manos porque le temblaban.
Aquello le estremecía los cimientos de su autoestima, esa ofensa era imposible de dejarla pasar, ¿cierto?

¡No!
¡No podía dejarse arrastrar por sus ofensas!
¡No debía perder el objetivo que lo había traído ahí!

Tenía que ver a través de esas palabras que obstinadamente creía mentiras, pero…. quizá de verdad era incapaz de tolerar que fueran reales.
Tal vez… estaba en negación y ya había perdido a Reiner hacía tiempo sin darse cuenta.

¡Aquella idea fue insoportable!

- No me importa dañar “mi imagen perfecta”- decía escudándose momentáneamente en el
  sarcasmo- ¿qué diablos me podría importar algo cómo eso en éste momento?
  No soy un cliché o sólo una apariencia llamativa… soy una persona, una persona real,
  Rein, con sentimientos, ¡sentimientos por ti!

Desnudaba su alma frente a ese hombre en un intento de hacerlo reaccionar.
Pero una risa de ese alemán se escuchó por aquella sala, sardónica.

- ¡Pues debería importarte seriamente! Valorarte lo suficiente para salir de aquí, con la
  frente en alto, ahora que puedes. Si no lo haces te juro que te tomaré y te haré pedazos
  hasta que no quede nada de ti.

Köhler no estaba mintiendo, sus injurias sólo iban escalando.
¡Y ni se molestaba en mirarlo! ¡Ni siquiera mientras lo insultaba así! Quell´idiota!
Permanecía en ese sofá sin moverse, como un sádico rey en su trono moviendo los hilos de sus emociones, torturándolo con ellas.

- ¡Mierda, Enzo! ¡¡Ya lárgate!!
  ¿Cómo es que no estoy siendo lo suficientemente claro? ¿Qué debo hacer para que me
  dejes en paz?

- Basta!!- le gritó de vuelta, contra toda su costumbre de continuar una pelea.

Ya no podía comportarse.
¡No más!

- Guardami negli ochi, Reiner!*- lo enfrentó, caminando hacia él.
*/ ¡Mírame a los ojos!

Su caminar sonó fuerte en el piso de madera.
Estaba en el límite de lo que podría soportar…

- ¡¡No des otro paso!!- le advirtió el otro, con tal poder que lo hizo titubear.

- No… ¡absolutamente no! ¡Si vas a ser tan cruel, no te frenes ahí!
  Dime que no me quieres, que no te importo, que no me necesitas en tu fabulosa vida,
  que nunca me quisiste de verdad, ¡pero dímelo a la cara!
  ¡¡No seas un cobarde!!

Llegó a él, buscando los ojos de aquella sombra. No fue tan difícil, el alemán estaba tan pálido que rompía la noche con su lobreguez. Sus ojos azules no sólo no lo veían a él, no veían nada.

Esa fuerte impresión detuvo sus pasos.

- Vete. En serio.

- No voy a hacerlo, ya te lo dije mil veces.
  Recházame, rómpeme en pedazos, pero no lo hagas ocultándote.
  Siempre fuiste tan inapropiadamente franco, ¡selo ahora!
  Di que no me amas, dilo en serio… y me iré de tu vida, te lo juro.

Aguardó su respuesta, aun a sabiendas de que probablemente esas palabras eran una invitación a una sentencia definitiva que mataría todo lo que existía entre ellos.
Sus esperanzas en Reiner pendían de un hilo a punto de romperse… él era totalmente capaz de contestar que no lo quería y… y que fuera verdad.
Si él lo hacía, todo a su alrededor se desmoronaría.

Quizá ésa era la respuesta que había insistido neciamente en escuchar.
Que había perdido a Reiner para siempre.

Pero…
… no recibió respuesta.
 
Köhler no posó tampoco su clara y fría mirada índigo en él.
Y de pronto, toda la despiadada vehemencia que escupía… paraba.

- Rein- buscó sus ojos- estoy enamorado de ti, esto va más allá de mi orgullo esta vez.

- Mientes y mientes bien, lo reconozco- aseguraba- Esto tiene todo que ver con tu orgullo.
  Dirías lo que fuera para enredarme en tus palabras, a eso te dedicas.
  Pero me cansé de ser quien entretenga al hermoso príncipe- decía, su voz se había
  apagado inesperadamente- Ahora soy capaz de ver más allá de tu deslumbrante
  belleza…. y veo… lo horrible que eres en verdad, todo el daño que me has hecho.

Había dejado de gritar. Pero lo que escuchaba no era mejor, ¡sino todo lo contrario!
El rubio tuvo que controlar el llanto que se avecinaba, tomó aire desesperadamente.

¡No, Rein, no sigas! Deseó rogarle.

No supo qué más podría decirle ese hombre para hundirlo más, cual podía ser el verdadero límite de su odio. Porque era cierto… estaba quebrándolo.

- Pero dejaré de ser grosero, en honor a lo feliz que alguna vez me hiciste, biondi.

Aquel nuevo rumbo supo que tenía el potencial de ser aún peor.
La ansiedad trepaba por el cuerpo de Baladi enterrando sus garras afiladas en él.

- Te diré la verdad que has venido a buscar- sonaba como una amenaza- Y lo haré sin
  alzar la voz, sin llenarla de rencor, la diré una vez más para no volver a hacerlo jamás:
  Llegas tarde. Ya no quiero estar contigo. Entiéndelo y márchate de mi vida.

Supo que era verdad, a esto sí pudo creer.
Todo lo que se había negado que fuera cierto, lo era.

Comprendió lo alto que era el muro que Reiner había creado para protegerse de él, lo imposible que era traspasarlo ahora.
Había sido horrible con ese hombre en el pasado… pero no había comprendido cuánto.

¿De verdad no existía forma de cambiar aquella verdad?

Hacerle caso y marcharse para siempre sería lo más fácil. Él parecía haber dejado de quererlo de cualquier manera.
Pero… Enzo a él no.

¡No se resignaba a eso!
¡Aún le quedaban fuerzas para seguir luchando!
¡No iba a destruirlo!
¡No mientras lo amara así!

- Rein, ¿nunca quisiste a alguien antes de una manera que se volvió más importante que
  tú mismo? ¿Qué tu orgullo? ¿Qué tus miedos?
  Porque eso eres para mí, eres la persona que quiero no para un instante, sino toda mi
  vida.

Si el alemán era capaz de escalar su odio, ¡él escalaría su amor!
No tenía nada más que ofrecerle de todos modos que tuviera un valor real.
Y si iba a ser un obstinado, lo sería por completo. No le importaba ser herido. Ya no.

- Y lo siento si es demasiado tarde, ¡lamento tanto que no me puedas creer!
  Pero es cierto... totalmente cierto… ¡por favor entiéndelo!
  ¡Te quiero! ¡¡Te quiero de verdad, Rein!!

Lo había dicho, finalmente con todas su letras.
Creyó que su confesión bastaría para que finalmente lo mirara. Sólo eso.
Pero Köhler no se movió. Era de verdad una sombra negra sin alma donde todo su afecto se perdía.

El rubio estiró su mano para tocar su cara y en cuanto tocó su blanca piel, Reiner atrapó su mano, cerrando su apresamiento en ella sin un solo visto de compasión.
¡Dolía!

- ¡Eres un egoísta de mierda!- rugía el alemán, él también recuperaba su fuerza- No digas
  que es por mí que estás aquí, yo hablé con la verdad y tú sigues mintiendo.
  ¡Deja de decir que me quieres! ¡No te creo! ¡Sólo te trastorna que te diga que no!
  Y me exiges que te consuele con mentiras que te hagan sentir insuperable.

- ¡No! ¡No es cierto! ¡Deja de repetir eso!- soportó aquel hiriente agarre- He venido aquí
  pensando durante éste tiempo todo lo que arruiné entre nosotros, ¡y he tratado con todas
  mis fuerzas hacer las cosas bien contigo por una vez!

Köhler rabió, en un grito colérico que le erizó la piel.
Lanzó su mano al vacío con tal poder que lo hizo perder el equilibrio por un momento.

- ¡¡Que desesperante eres!! ¡No todo tiene que ver contigo! ¡No eres mi jodido mundo!

Baladi jadeó, el aire que entraba en su ser era asfixiante.
No… no podía escucharlo más… llegaba a su verdadero límite.
Köhler finalmente se ponía de pie. Era tan alto, fuerte y despiadado.

- Te quiero fuera de aquí, no lo diré de nuevo, Baladi.
  ¡¡No me importa que te tengan que sacar a rastras y todos lo vean!!

Gimió, las lágrimas escaparon finalmente de sus ojos esmeraldas.
Las fuerzas lo dejaban finalmente.
Su cuerpo le temblaba, lleno de agonía.
¿Cuánto más podía soportar ese embate inclemente? Nada ya.

- ¡¡Cállate!!
  ¿No puedes ver que yo también digo la verdad?
  ¿No puedes ver…?

Pero su voz se perdió. La impresión se llevaba las palabras en su mente de pronto.
Aquella frenética necesidad de expresarle lo que sentía se topó súbitamente con otra verdad más, una que él no había dicho, una completamente inesperada y horrenda.

- No -musitó, ¡comprendiendo por fin lo que se le había escapado todo ese tiempo!

Una a una las piezas del rompecabezas que había luchado tanto por descifrar se fueron acomodando, dando paso a una realidad completamente pavorosa: Su ausencia en la Copa, los lentes obscuros que ahora llevaba todo el tiempo, la novedad de contar con quien condujera su auto y le abriera las puertas, la silla con la que había tropezado en el bar de jazz, la chica morena llevándolo de la mano, el que ya nunca lo mirara… su resistencia a tenerlo en su vida.

- Rein… ¡no!
  Tus ojos, ¿qué le pasa a tus ojos?

El mundo a su alrededor se apagaba también. Dejándolo totalmente aterrorizado.
Y aún no sabía el resto.

 



Continuará...


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