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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Sé que a no todos les interesa el asunto de los lives, pero bueno, acá les dejo uno de mi querido Reiner, esta vez con un tono diferente:

http://img.photobucket.com/albums/v356/malary/affair/3764_013_013716_1038_zpsuopdqeur.jpg

 

 

El caliente cuerpo de ese rubio precioso se había sacudido sobre el suyo en su Maserati, haciéndolo sentir en su propia carne que el paraíso era algo verdadero. Lo había sujetado mientras se corría dentro de él... lo había abrazado mientras se recuperaban en los asientos de cuero después de aquel desquiciante sexo en el auto.

Köhler siempre había creído que la conexión física que tenía con ese precioso italiano superaba la normalidad, ¡era fascinantemente extraordinario! Enzo lo enloquecía con el aroma impregnado a las deliciosas feromonas de su piel, con la suavidad interminable de su cabello dorado, con el brillo celestial de sus ojos esmeraldas llenos de deseo, con el lujo de su interior que no fallaba en elevarlo hacia potentes orgasmos, con su imagen que rayaba en una preciosidad divina cuando era envuelta en placer, con su apetito por él y su adorable disposición. ¡Tenerlo como amante era un privilegio! ¡Enzo era una criatura de otro mundo!

Pero menos de un minuto después, el rubio se vestía y salía de su deportivo, apretándose el abrigo y marchándose con otro, con la misma facilidad con que se prescinde de lo que no se quiere.

¿Qué importaba aquella conexión?
Con sus acciones, Baladi le demostraba la verdad que no quería escuchar, que no significaba realmente nada para él salvo un buen polvo… el que se hubiera marchado con otro sujeto que apenas si conocía justo después de haber sido suyo, le hizo finalmente comprenderlo.

¿Por qué le hacía la estúpida promesa no solicitada de serle fiel?
Sólo podía existir una respuesta... estaba enfermamente enamorado de él.

No es que Reiner entendiera realmente lo que significaba algo como el amor, para él ese concepto era algo ajeno por completo. No sentía realmente que nadie lo hubiera amado ni él amado a nadie de vuelta, por lo menos no en el sentido incondicional y absoluto que todos pregonaban existía. Ni a su padre, ni sus hermanos…

Claro que quería a los Lascurain y se sentía de alguna forma parte de ésa familia portuguesa, pero también era consciente de que no era realmente miembro de ella. No podía decir que perteneciera a ningún lado, a ninguna persona. Nunca había tenido ese sentido de la pertenencia con nadie, nunca.
¿Por eso fallaba en encontrar el amor? ¿Por qué en verdad no sabía lo que eso significaba? Tendría un desalentador sentido…

Al único a quien alguna vez había querido hasta el punto de desear entregarle la absolutez de su existencia había sido con ese precioso joven que le había abandonado una y otra vez.

Ese amor que sentía hacia Enzo sólo le hacía sentir inseguro porque estaba muy al tanto de que la gran cantidad de energía que estaba invirtiendo en aquellos sentimientos no llegaban a éste. Su italiano no le correspondía, nunca lo había hecho por más doloroso que fuera aceptarlo.

Ciertamente Reiner estaba acostumbrado a tener lo que quisiera, y había aprendido que cuando el dinero o la posición social no eran suficientes, tenía que tener arrojo y tomar lo que ansiara, con inteligencia, con encanto, con determinación. Siempre había sido fácil para él luchar y ganar, ¿no su vida había sido ciertamente afortunada siempre?
Pero cuando se trataba del italiano el juego cambiaba, conquistarlo era una ecuación que nunca había descifrado por completo y que le estaba haciendo perderse a sí mismo en el proceso.

Quizá no era realmente culpa de Enzo, sino suya por asumir que él debería quererlo únicamente debido a lo que él sentía por su biondi. Todo era confuso y desesperante… tan falto de esperanza alguna…

Pero tan sólo dos días después, la vida le haría saber que su drama emocional sólo estaba a punto de comenzar en realidad.
¿Cómo? Algo llegaba a su vida… a destruirla.

Había ido a Rotterdam al encuentro con su socio y esa tarde, tras firmar el contrato de GreenHommes fue que ocurrió por primera vez.
El dolor fue tan intenso que el vaso de whiskey en su mano cayó al suelo segundos antes de que lo hiciera él. No comprendía el porqué de aquel fustigante dolor, instintivamente se llevó la mano a su rostro, a sus ojos, ¡sentía que iban a reventársele!

Jadeó aquella agonía, la mirada gris de Lascurain se teñía rápidamente de preocupación y no podía culparlo, Daniel se arrodillaba a su lado, le preguntaba con la voz alterada qué ocurría. ¿Qué podía contestarle si él mismo no contaba con ninguna respuesta?

El moreno lo llevó hasta la cama porque él no podía siquiera hacer eso… pero al paso de las horas, ¡¡el jodido dolor no cedía!!
Estaba completamente paralizado por el sufrimiento físico, sin creer cómo de pronto era incapaz de cualquier cosa.

Con sus dedos tocaba su cara, sentía como pulsaba, no era su imaginación.
No comprendía nada… ¡el dolor no le permitía siquiera pensar!

Era la madrugada cuando ingresó a aquel hospital holandés.

La cosa curiosa del verdadero dolor es que puede llegar a ser tan incapacitante que es posible convertir a cualquier persona en nada, sin atinar a un sólo pensamiento, sin darle la fuerza para el más simple de los movimientos... alguien transformándose en nadie.
Así era él ahora. Ya no era él mismo.

Lo sedaron. Y por fin aquel tormento de horas terminó... de momento.

 

- -


Algo estaba mal, no era como si no pudiera adivinarlo.
Y cuando por fin comprendieron lo que era... tal vez hubiera sido mejor no saberlo.

Angiografía cerebral, tomografía computarizada, pruebas de campo visual… de pronto todo se hacía horrendamente real.
El cúmulo de análisis, uno tras otro, cada vez más especializados, le hicieron comprender la gravedad de su situación. Algo estaba muy mal. Muy muy muy mal.

Quería verlo. Quería ver a Enzo. Porque quizá después... ¡no podría volver a hacerlo!
Así que pese a todas las opiniones en contra, fue a Catania.

Su hermoso león dorado no tardó en encontrarlo a él.

La vida era irónica, dotando a su italiano un verbo terso y conciliador.
Jamás habría esperado que Phil fuera a provocar que se portara de esa manera.
Eran celos, no podía ser otra cosa la que provocara que Enzo hubiera ido a buscarlo hasta el yate, pero pronto pudo ver la verdad detrás de su cordialidad. En el segundo en que lo enfrentó, no obtuvo mentiras.

"¿Te importa si me acuesto con alguien más?" había puesto todos sus sentimientos en aquella pregunta idiota.
"Me parecería injusto pedir algo que no puedo dar". Esa era la respuesta tan dura que habría de recibir, pero por lo menos... era la realidad.
No. A Enzo no le importaba. ¿Cómo había podido olvidarlo? ¿Por qué se había hecho ridículas esperanzas?

Pero además, aquel atractivo joven no tuvo problemas de confianza en sí mismo para después de un rato, pedirle verlo al día siguiente.
Claro, no pudo negárselo, como no podía negarle casi nada. Y para no variar, Enzo realmente hizo valer cada segundo a su lado, luciendo precioso bajo la luz del amanecer en el mar, ¡tan sonriente, tan terso, tan entregado y exquisito como nunca y empapado de jugo dulce de fresas!

Resultaba doloroso ser testigo de su hechizante persona, de sus ojos diáfanos reflejando el mediterráneo en ellos mientras se apropiaba de su cuerpo, lo único que le pertenecía de su ser. Le hizo el amor bajo la comprensión de que quizá todo estaba a punto de terminar. Así que nada importó, dedicó la siguiente hora a llenarse de él como un sediento naufrago destinado a morir.

¡Le hizo gemir tan eróticamente en aquel paraíso perdido que fue perturbador la intensidad de sus propias emociones en un acto que sólo debía ser físico!

El joven se quedaría poco tiempo como le había informado desde el principio y afortunadamente su agonía aguardó a que estuviera con los Miller para retomar su dominio en él, se volvía más horrenda que nunca como si le castigara haber sentido algún tipo de dicha las horas antes.

Köhler se recluyó en su camarote. No quería ver a nadie, ¡absolutamente nadie!
¡No le importaba que tuviera invitados! ¡Qué mierda podían importarle los modales cuando sentía que las cuencas de sus ojos iban a explotarle!

Pero Josú pareció asustado de verlo así por lo que hizo un esfuerzo para explicarle lo que le ocurría, sería la primera vez y la última que diría a nadie lo que pasaba en su cuerpo. Victoria estaba ahí, escuchándolo también, no recordaba jamás haber visto llorar a su amiga antes.

Pidió a Vi que lo sedara, ¡porque era incapaz incluso de abrir los ojos y buscar las pastillas él mismo!

Pese a sus quejas, ella lo hizo, le puso en mano un vaso de agua y tres comprimidos.
No se enteró de su ingratitud, estaba incapacitado de todo.
Ansiaba el sedante como jamás había deseado nada antes.

Era más fácil no existir.
No sufrir.
No vivir.

 

- -  


Una tristeza mucho a mucho lo invadía.
La realidad lo seguía hasta ese rincón remoto de Italia, recordándole aquello que crecía en él y que estaba enloqueciéndolo.

"No puedo verte así, Rein, tienes que hacerlo" pedía su amiga, dando vueltas en la habitación de aquella mansión siciliana que Roger había rentado para ella y su hijo y a la que lo habían trasladado ante lo inútil que resultaba para cuidar de sí mismo en el Esmerald.
Aquel era un vistazo a lo que sería el resto de su vida y comprenderlo fue horrendo.

“Hacerlo”, ¡qué fácil sonaba!
Entrar a un quirófano y jugar a la ruleta rusa; de perder, podría perderlo todo.
La capacidad de expresarse, de ver, de tener claridad alguna en sus pensamientos, de recordar, de moverse y funcionar, de tener siquiera un día más. ¿Cuál era peor?

No.
No quería hacerlo.
¡No podía!

Josú le llevó su teléfono, que le habían ocultado. Ese chiquillo precioso de rizos negros no tenía idea de porqué y se lo puso en las manos.
Tio Rein, lleva sonando un rato, pensé que querrías contestarlo” decía el niño, con su lindo rostro lleno de preocupación.
Le avergonzaba angustiarlo así.

Se trataba de Enzo. Algo no iba bien con él, sólo escucharlo hablar le hizo darse cuenta.

Se levantó, tomó un coctel de analgésicos y aún con todas las negativas, salió de aquella casa rumbo al Montek para ver al publirrelacionista. La historia que le contaba le hizo pensar en alguien que no fuera él mismo por primera vez en días y se tomó como misión personal ayudarle todo lo que era incapaz de ayudarse a sí mismo.

El dolor en ése punto, no era constante pero sí frecuente y aunque requería un verdadero esfuerzo para ser soportado cuando éste llegara, lo haría.

La vida no sólo era cruel con él, a Baladi le regalaba la pesadilla de atestiguar la muerte de su padre en primera fila.
No habría esperado verlo así de destrozado, fuera de sí, desesperado.
Lo tomó hasta llevarlo al límite del cansancio físico.
Lo amaba más que así mismo, fue una epifanía que tuvo al sostenerlo en sus brazos en aquella cama, sintiéndolo rendirse.

Enzo… su fantástico Enzo… siendo tan real… tan profundamente humano y destruido.

Por más que quisiera confesarle su amor, lo sabía, el futuro que siempre había fantaseado a su lado, ya no existía. Pero si el destino fuera a hacer su última jugada y darle una esperanza tardía, ¿qué caso tenía aferrarse a la ilusión de algún día ser feliz con él?

Estaba quedándose ciego.
Y si eso no fuera suficiente, el futuro bien podía ser sólo una idea que jamás ocurriría.

Quizá era algo enfermizo alegrarse de su último rechazo, aquel en que el italiano le pedía que se fuera de esa espléndida que pertenecía a los Baladi.
Sus duras palabras, ciertas o no, lógicas o no, dolieron de verdad y no necesitaba más pesar en su vida. Aquello facilitó tomar esa determinación que había tenido que tener antes: No verlo más.
De cualquier forma, ¿qué podía ofrecerle a ese apuesto joven que todo lo tenía?

A su regreso a Luxemburgo, todo empeoró. Los especialistas discutían opciones que no eran en realidad opciones y al final, uno de ellos tuvo un momento de franqueza y explicó que ninguno de ellos era realmente su mejor alternativa, refiriéndolo a un neurocirujano en la ciudad en que había nacido, Berlín.

Había querido llevar a alguien con él a la capital alemana, pero tampoco deseaba joder la vida de nadie.
¿Victoria? Ella estaba con Josú y Roger recuperando el tiempo perdido que buena falta les hacía.
¿Daniel? Él estaba tan perdido como él torturándose por Kyan Novak en algún lugar desconocido.
¿Sus hermanos, su familia? ¿Tenía algún sentido hacerles pasar el mal rato después de no verlos en casi una década? ¿Podía soportar el saber que les seguía sin importar justo ahora?

Su deseo de separarse de todos, lo hizo sentir más solitario que nunca.
Comprendía entonces la tristeza de Syl... deseaba incluso tenerle con él. Dos almas tristes haciéndose compañía. Pero en realidad, se alegraba un poco de saber que Sylvan le había escuchado y que estaba a salvo de Olaf así que prefirió alejarse de D´Oria también.

Fue la doncella y el majordome de la mansión Lascurain, quienes finalmente le acompañaron. Daniel se los había mandado. Intuía que su situación estaba empeorando y para su pesar, no estaba equivocado. Se decía el peor amigo del mundo, pero lo cierto es que Reiner mismo no quería a nadie a su lado.

Aunque Köhler era rico, no solía depender de nadie.
Sí, uno de los beneficios de vivir en el Hotel Hollerech era tener una mucama a su disposición, pero salvo esto, él no tenía asistentes, choferes ni mucho menos nanas ni mayordomos.

No estaba acostumbrado a necesitar realmente ayuda, no les gustaba tener gente desconocida en su espacio más íntimo.
Pero… no tenía opción.
Y al parecer, ya no tendría muchas en adelante.

Llevó a ese viejo portugués y su hija a Berlín, lo cierto es que aunque los conocía de años a ellos no tenía que explicarles nada pero… tampoco podía recurrir a ese par para sentir alivio alguno. Estaba verdaderamente solo en eso. Y pronto aquel sentimiento se volvió algo aterrador.

Fue poco después cuando finalmente lo supo, aquello que no había querido escuchar: La cirugía tenía 30% de posibilidades de ser un éxito, de que pudiera volver a ser él mismo.
El otro 70% implicaba, por el nivel de complejidad, que algo quedara irremediablemente mal en él. Y era una larga lista: su habla, su memoria, su lucidez, su equilibrio, su coordinación, su visión, ¿qué más podía perder? ¡Ah, sí! ¡Porque la fatalidad siempre podía ser más grande: Su vida! ¡Tenía 70 por ciento de chance de perder la vida!

VAYA. PRONÓSTICO. DE MIERDA.

Aquella era una sentencia de muerte, ¿qué podía decirse a sí mismo para convencerse de lo contrario? Estaba jodido, muy jodido.
Ése era el final de su camino… de una vida que de pronto parecía no haber tenido un sentido real.

Claro, existía otra opción: no someterse a la cirugía. En éste caso, el quiasma terminaría matándolo de cualquier forma, era una bomba de tiempo imposible de parar. Quizá le quedaran varios meses… ¿un año, quizá un poco más? Pero éstos serían sumidos en una absoluta y creciente agonía que no pararía hasta volverlo completamente loco e inservible.
La muerte de pronto no sonaba tan mal. Y esta vez no era cinismo para nada.

Más no pudo evitar reír ante el diagnóstico, por lo menos ese médico tenía el valor para decirle las cosas de frente y estaba dispuesto a operarlo a cambio de una cifra con muchos ceros.

Podía pensarlo, claro, unos días, unas semanas.
¡Que importaba! ¡Todo estaba completamente acabado de todos modos!
¡¡Y una puta mierda!!

Fue un cobarde, se compró tiempo, volvió a Lux y arregló lo que pudiera para ayudar a Dan. Dejó todo listo en LD y su vida para después marcharse a su penthouse y volverlo una tumba de silencio y obscuridad a la que las tortuosas migrañas visitaban ya no de vez en cuando, sino diario, TOOOODO el estúpido tiempo.

Tres, cinco, siete pastillas por cuatro, un puño amargo pasado con agua fría.
Analgésicos. Somníferos. Anticonvulsivos.
Analgésicos. Somníferos. Anticonvulsivos de nuevo.

Su alrededor se volvía cada vez menos nítido, sus nervios ópticos comenzaban a perder toda la vista periférica, volviendo a su alrededor sombras cada vez más densas.

Una cita con Enzo, ¡qué cosa más ridícula!

Sus palabras desoladoramente tardías...
"Se siente como si hubiera pasado demasiado desde la última vez que te vi”. Era cierto, él mismo lo extrañaba intensamente. “No eres sólo un amante para mí”.

¿Por qué? ¿Por qué ahora?
¡¿Por qué ahora?!
¡¡Maldita sea!!

La luz de aquel restaurante lleno de luz natural le permitía ver sus grandes ojos verdes, su cabello brillante de seda, las extrañas ansias que parecía tener durante aquel encuentro.
¿Cuánto tiempo más le quedaba para ya no ser capaz de admirar al hombre tan hermoso del mundo de entre las penumbras que eran ahora su horrenda realidad?

El tiempo se agotaba y ese rubio estaba intentándolo esta vez de verdad. No pudo controlarse más, él lo deseaba también como un loco… lo acercó a él y lo besó, lo hizo porque no existía nada que le diera un momento de alegría más que esos labios suaves que insistían en pasar su duelo con él.
Enzo… era tan preciado para él.

Pero la cita a la que accedió idiotamente resultó lo peor que pudo pasar entre ellos. ¿No cada día era peor que el anterior de cualquier manera?

Estaba sumergido en tanto dolor que le costaba tan solo funcionar. Ni siquiera encontraba ganas para hablar.

Y ahí estaba Zia contando su historia de Sylvan, inquiriendo sus secretos como si tuviera algún derecho. Baladi habría de escucharlos hablar de él y diría sus opiniones también, empeorando su humor exponencialmente.

Costaba tanto trabajo fingir que aquella agonía no existía, pero su cabeza pulsaba inclementemente cruel, ¡sin darle un sólo maldito segundo de alivio!

Había querido salir de ahí, alejarse de Enzo y del mundo. Jamás la había pasado tan mal escuchando canciones de Miles Davis en vivo…

¿Qué hacía en la calle pretendiendo que podía tener una vida normal?
¡Estaba engañándose a sí mismo!
¡Ya no era capaz de existir!

“De pronto es como si estuvieras llenos de secretos. No entiendo que ha cambiado entre nosotros, tú siempre has sido tan honesto y ahora… no sé dónde estoy parado.
¿Podrías verme mientras te hablo? ¿Acaso no estoy aquí intentando conectarme contigo?" reclamaba ese rubio con la voz impregnada de tensión, ¡haciendo sentir tan culpable!

Eso era perfecto para acompañar ese agónico dolor de cabeza… y si aquello no estaba gustándole al italiano, la respuesta que le dio fue peor:
"Te estoy haciendo daño. Quizá…. no deberíamos seguirnos viendo" le dijo, ¡sintiendo que el ojo derecho estaba a punto de estallarle!

Si él lo hubiera entendido, ahí habría terminado. No le habría hecho tanto daño.

Siempre habría creído que en el momento en que rechazara a ese joven al que nadie se resistía, él, herido en su alimentado ego no lo pensaría dos veces en marcharse de su vida.
Le sorprendió lo equivocado que estuvo, la tenacidad de ese publirrelacionista para mantenerse muy firme en sus obcecadas ideas.

"No. Tengo sentimientos por ti, quiero estar contigo. Deja de ser un necio" repelaba con un increíble aplomo, para después de besarlo.
Le recordaba lo irresistible que era, le hizo flaquear de verdad. En lo que reconocería después como un momento de debilidad (otro momento de debilidad) el rubio lo arrastraría hasta su departamento y le haría cumplir su promesa.

Por lo menos en el sexo... no estaba impedido, aquel era un terreno que dominaba y por un rato... unas horas... pudo volver a ser él mismo.

El dolor retrocedía casi como un milagro y aunque deseó en serio poder hacerle el amor y darle todo lo que quedaba de sí mismo en cada beso y cada invasión… tampoco quiso seguir comprometiendo su corazón a una esperanza ridícula. Tenía que irlo separando de sí mismo, poco a poco, con una controlada frialdad.

La forma en que lo había follado, tan duro y tan sucio estaba sin lugar a dudas muy alejada de la manera en que deseaba en ése momento a su preciosa persona. ¡pero a la vez era lo único que era capaz de ofrecerle!

Si iba a perderlo de cualquier manera, dejaría correr su imaginación y su perversidad sobre aquel cuerpo esbelto. Lo empaparía de sus fluidos y lo haría suyo por última vez. ¡Lo castigaría con un placer obscuro por jugar con sus emociones, por hacerle creer que lo quería!

No refrenó sus deseos, ninguno de ellos y fue lo ignominioso que siempre quiso ser con él pero que su afecto le impedía. Lo cierto es que Reiner estaba verdaderamente furioso, furioso con la vida y furioso con Enzo por no aceptar un no, ¡por lo que dirigió toda aquella rabia hacia aquel sexo, volviéndose más pérfido de lo que quería!

Había secretamente esperado que sus excesos llegarían a repugnarlo y que sería el signore Baladi quien decidiera marcar distancia por fin, ¡pero su bello italiano pareció extrañamente dispuesto a querer permanecer a su lado! ¡A darle todo lo que pidiera… cuando más inoportuno resultaba!

¡JODER!
La imagen de Enzo lamiéndole los dedos, cubierto en la infamia que había obrado en él… lo perseguiría para siempre. Porque era lo más incitante y cuestionable que había hecho alguna vez con él.

Enzo decía quererlo más allá de su ego...
…y comenzaba de verdad a creerle.

¡Y por eso mismo no podía arrastrarlo a su infierno!
No sería justo. ¡Uno no lastimaría a quien amaba de esa forma! Así que… decidió herirlo de otra: rechazándolo de una manera imperdonable.

Su amante había dicho todo cuanto siempre le había querido escuchar horas después de aquella sesión sexual, pero… esto ocurría después de sufrir una gran pérdida, Enzo estaba en busca de alivio y comodidad, no de amor. No iba a ser un idiota y creer que existía un porvenir cuando nunca lo había habido, eso sería patético y desesperado, lo sabía a la perfección.

Más conforme el RP continuó su discurso, se hizo claro como toda la frialdad que siempre había recubierto su corazón parecía haberse derretido.
Inesperadamente, creyó entrever que él hablaba en serio. Más allá de sus heridas emocionales, aquella bomba rubia le aseguraba que quería estar con él, ¡que quería experimentar un noviazgo, su primer noviazgo, con él!

No. ¡No iba a creer esa mentira tan rosa!
Claro que aquello hubiera sido absolutamente adorable si no fuera algo circunstancial, ¡no dejaba de decírselo a sí mismo para evitar la culpa de lo que estaba a punto de hacerle!

Una y otra vez… la idea de que cometía el peor error de su vida lo mortificaba al tiempo que le escuchaba continuar con su propuesta que sabía de antemano iba a rechazar.

Fue un extraño alivio recibir la llamada inesperada de Sylvan, su voz que había creído perdida para siempre le saludó, sorprendiéndolo. No había sentido alegría en mucho tiempo, pero saber que para ese joven había esperanzas, le sacó una sonrisa.
¡Sylvan había recuperado su voz! Le agradecía todo lo que había hecho por él y ¡decía sentir fe por primera vez en mucho tiempo!

“Quizá existe esperanzas para ti también, quizá es una señal, Reiner” le dijo una voz dentro de sí. Pero decidió asesinar aquel optimismo. No, no había una vida junto a Enzo, ni siquiera había una vida quizá.

Comprendía que esa llamada era la oportunidad perfecta para hacer que el hombre que amaba se alejara de él para siempre, ¿no acababa de manifestar horas antes como detestaba a los D´Oria? Era maquiavélico usar a Syl para herir a Enzo, pero… no dudó un instante en aprovechar ese chance.

Era lo mejor, ¿Qué se supone pretendería quedándose a su lado y aceptando su proposición? se cuestionó mientras salía de su departamento, bajo el destructivo pensamiento de que todo había terminado entre ellos. Para siempre.
No se permitió que el dolor emocional de aquella idea lo superara, de todos modos el dolor físico era lo suficientemente abrumante para no permitirle pensar en nada más.

Alejaba a la persona más importante para él, ¡lo hacía convenciéndose de ser lo mejor para sí mismo! No iba a coronarse un mártir y decir que lo hacía por Enzo.
No sería tan cínicamente idiota.
Marcaba una distancia con él porque en realidad estaba seguro de que ese joven no lo quería, se trataba sólo de desvalimiento por la pérdida de su padre y su propio rechazo.
Cuando todo empeorara –y lo haría muy pronto- sería insoportable verlo marcharse de su lado.
Si eso pasaba… no tendría motivos para seguir luchando.

Así que lo abandonaba antes de que fuera peor. De cualquier forma se estaba exiliando del mundo entero, ¿o no? Ese precioso joven sólo sería una persona más a la que no vería. Era simple, lo menos cruel a la larga, ¡se dijo decenas de veces!

No quería que nadie lo viera así… menos quien significaba tanto.

Pero aquella soledad se volvió tan honda que comenzó a volverlo loco a la par que su debilitado cuerpo apenas si soportaba una agonía cada vez más aniquiladora.

El dolor hasta el momento había sido temporal aunque horrendo, creyó que no existía nada peor que eso, pero claro, estaba equivocado.
Ahora cada segundo despierto requería un ejercicio enorme de concentración para soportarlo.

Cada momento de su vida, era algo infernal.
Su tortura no cedía, ¡pulsante, interminable, horrenda, insufrible!
Día y noche, sin parar.
Día y noche, sin parar.
No existía alivio. ¿Cuánto más podía aguantar?

 

- - 

 

Ni siquiera estaba seguro de qué día era. No es que importara, ¿qué diferencia había?
Todos los días eran iguales, aguardaba desesperadamente que cayera la noche para sentir más aceptable el estar tirado en su cama a obscuras, así que cuando la puerta de su habitación se abrió, sintió una rabia inmediata.

¡¿Por qué no lo dejaban en paz?!

Supuso que era Aitana la que se asomaba por la habitación y escuchar su voz suave le hizo comprobarlo.
- Señor Köhler, sé que está bajo mucho dolor y que los sedantes no hacen realmente
  efecto, pero… necesita comer algo. Está debilitándose.

Todo lo que la joven decía era cierto.
Y a la vez… no podía importarle menos.

- No te llamé, puedes retirarte- La pausa que siguió le hizo anticipar que ella replicaría,
  así que se adelantó- No es una sugerencia, ¿entiendes, querida?
  No tengo una madre hace mucho tiempo, así que no pretendas llenar el hueco.

La escuchó entrar a la estancia y dejar lo que se olía como comida en el escritorio frente a la cama. Salió sin decir ya nada como un ratón asustadizo.

No iba a comer nada de eso.
No estaba interesado en recuperar fuerzas.

Había perdido el apetito, el sueño, la concentración, no recordaba las cosas más simples… y sus ojos ya no servían.

Había dejado de ser él mismo. ¡Ya no era la persona que había luchado tanto por convertirse!

Él siempre había sido fuerte, por dentro y por fuera, no dependía de nadie. Su fortaleza era su más grande orgullo y lo que estaba ocurriéndole trastocaba la esencia misma de quién era.

Ya no era él mismo.
Aquel bulto en su cama no era Reiner. Era sólo un cuerpo rumbo al final de su existencia.

Él ya no era Reiner… él ya estaba muerto desde hacía semanas.
Y sólo quedaba “eso”. Un eso… que no era ya nada.
Nada.
Nada.
¡Era un treinta por ciento de esperanzas vanas!
¡Algo que no reconocía como Reiner Köhler!

Solo era una sombra.
¡Un ciego!
¡Un inútil!
¡Una carga para todos!

Gritaba por horas, sintiendo cómo las lágrimas le empapaban la cara, lloraba de rabia y dolor sin poder hacer nada.

Sólo ansiaba… que su agonía terminara.
¡Ya poco le importaba, quería que la muerte llegara! ¡Quería dejar de sentir que le rebanaban los sesos con un hacha!

Se preguntó cómo luciría su cuerpo si se aventara por la ventana cuando se estrellara con el pavimento. Imaginó el horror de los elegantes huéspedes al encontrarse a la mitad de su ordinario día, con el gran saco sanguinolento en que se habría convertido su cuerpo.

Era tan fácil matarse…
¿Por qué no hacerlo?

 


Continuará...

 

Notas finales:

Es probable que no sea del todo obvio, pero los comentarios que me han dejado sobre la situación entre Enzo y Reiner en los reviews pasados han nutrido éste capítulo pues es gracias a ustedes que puedo ver aspectos que no he contemplado yo misma y que resultan valiosos para la historia.

pd: comentenelive comentenelive comentenelive

 

 


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